ARTICULO V
LA INFINITUD DE DIOS
Tesis 29. Dios es «simpliciter» infinito, por lo que se refiere tanto
a la carencia de límites como a su carácter inagotable (inexhauribilidad).
358. Nociones. INFINITO, según la etimología, es lo que está
inacabado, como una casa que aún no ha sido terminada. En
sentido real es lo que carece de límite y, comoquiera que el límite es la
carencia de una ulterior realidad posible, de aquí que infinito sea lo que no
carece de realidad posible alguna dentro de su propia línea.
Lo que es infinito puede
ser INFINITO «SIMPLICITER» e INFINITO «SECUNDUM QUID». Lo infinito «simpliciter» carece de límite en cualquier línea u
orden que se considere. Lo infinito «secundum
quid» carece de límite únicamente en una línea determinada, pero no en
todas. A su vez, lo infinito «secundum quid» puede ser categoremático si actualmente carece de límite, y sincategorentático,
esto es, que en un momento presente tiene límite pero es susceptible de que
algo se le añada de forma ¡limitada. De este modo las partes a que el continuo
puede dar origen actualmente se hallan limitadas, pero pueden hacerse más
indefinidamente: esto se llama también infinito en potencia. Afirmamos de Dios
que es infinito «simpliciter», pues carece de límite en todos los órdenes.
Pero se hace preciso desarrollar esta noción un poco más. Con todo, las
explicaciones que de ello se dan no son coincidentes.
La primera explicación es la de] P.Vázquez, el cual afirma que el infinito
«simpliciter» es lo mismo que el ser «a se», o sea, increado, porque el ser
«a se» no se somete a causa alguna.
Segunda explicación: dice que consiste en el número infinito de las
perfecciones de Dios.
Tercera explicación: sostiene que el infinito «simpliciter» es lo que
carece de elementos que lo limiten; en efecto, no tiene materia, como la forma,
ni determinación a una forma particular, como la tiene la materia ya actuada,
ni tiene tampoco nada que lo limite desde fuera, como la esencia se ve limitada
por la existencia, o ésta por la forma.
Cuarta explicación: afirma que el infinito es aquel ser que contiene en
acto todas las perfecciones posibles y del modo mejor posible, por lo que se
refiere a la extensión y a la intensidad. Se distingue de lo que es
omniperfecto, porque esto último sólo contiene en acto todas las perfecciones
creadas en cuanto a la extensión y a la intensidad. Pero esto no podemos
admitirlo, porque el concepto de omniperfecto ya supone que el ser contiene ya
todas las perfecciones posibles y actuales y, además, del mejor modo posible.
Pero dando de lado estas
opiniones, que contienen algún elemento falso, vayamos a la opinión que nos
parece un fundamento mayor.
359. INFINITO «SIMPLICITER»
es lo que carece de límite en cualquier línea, siendo, por tanto, inagotable
dentro de la misma línea. Por su parte, entendemos por inagotable
aquello que, por ser omniperfecto, no puede ser igualado por ningún ser de
distinta naturaleza, por más que se acreciente indefinidamente. Sin embargo,
puede igualarse por otro ser de la misma naturaleza, y así cada persona divina
se encuentra igualada por otra, por ser numéricamente de la misma e idéntica
naturaleza, y por ello no deja de ser infinita.
El que sea inagotable ninguna nobleza o excelencia añade a lo que es
¡limitado; con todo, ayuda a resolver una dificultad que sale inmediatamente al
paso. Pues, si probamos que Dios es ¡limitado porque carece de límite, y
por ello tiene toda la realidad actual y posible, podría objetarse: pero
quizás toda la realidad posible fuese, a lo sumo, como mil. Y en tal caso Dios
sería, sí, infinito en cuanto a la ausencia de límites; pero no habría que
darle demasiada importancia a una tal perfección que pudiera llegar hasta mil y
nada más. Así pues, además de la carencia de límites, debemos demostrar la
condición inagotable de Dios en toda línea u orden, tratando de resolver la
dificultad en lugar de añadir algo a la carencia de límites.
360. Estado de la cuestión. Preguntemos, por tanto, si Dios es infinito
«simpliciter» no sólo porque carece de límites, sino porque es inagotable.
Opiniones. La
primera niega la infinitud de Dios: VORST (calvinista), HOBBES. Igualmente los
panteístas evolucionistas, los cuales afirman que en Dios se da sin cesar
superación y aumento. Los panteístas transcendentales, como FICHTE, SCHELLING
y HEGEL. Asimismo niega la infinitud STUART MILL y los neocriticistas como
RENOUVIER; los finitistas ingleses y americanos como SCHILLER, W.JAMES, WELLS; y
los modernistas, como GUYOT y BROCHARD.
La segunda opinión admite la infinitud de Dios, pero niega que se pueda
demostrar simplemente a la luz de la razón natural. Así los nominalistas, como
OCCAM, y los tradicionalistas; BAUTAIN comulgó con las ideas de los
tradicionalistas, pero terminó por retractar su parecer (DB 1622).
Nuestra opinión - común a todos los escolásticos
- defiende tanto que Dios es infinito, como que es posible demostrarlo a la luz
de la razón natural. Nosotros la vamos a seguir como cierta. La tesis en
teología es de fe católica (D13 1622,1782).
361. Prueba de la tesis. Parte I. DIOS ES INFINITO «SIMPLICITER» EN
RAZON DE QUE CARECE DE LIMITES.
Prueba 1. Lo que carece de límite en cualquier línea u orden,
es infinito en razón de su ¡limitación; es
así que Dios carece de límite en cualquier línea, luego Dios es infinito en razón de su carencia de límites.
La mayor consta ya por sí misma. Declaración de la
menor: entendemos por «límite» la carencia de realidad ulterior posible; es
así que Dios no puede tener carencia alguna de realidad ulterior posible,
puesto que es omniperfecto, luego Dios
no tiene límite en ninguna línea u orden.
362. Prueba 2. De otros muchos modos
semejantes puede probarse con eficacia la infinitud de Dios en razón de su
¡limitación. En efecto,
A) Si Dios fuera finito,
podríamos imaginar otro ser mejor que Él; es
así que no es posible imaginar ningún ser mayor o mejor que Dios, luego
Dios es infinito. La mayor consta
a partir de la noción de finito o de limitado, a cuya razón pertenece el
carecer de alguna realidad posible. La menor
se prueba a partir de la omniperfección: Dios tiene toda la perfección que
es posible; luego no puede imaginarse otro ser mayor o mejor que Él.
B) Dios es la actualidad
pura; es así que la actualidad pura
no puede carecer de actualidad o perfección alguna, luego
Dios no puede carecer de ninguna actualidad o perfección; lo que equivale a
carecer de límite. Mayor: n.125,204,206,217.
Menor: 126,131,237.
C) Todo lo que está
limitado, o lo está en virtud de una causa eficiente o de una potencia
receptiva de] acto (según algunos), o por razón de la índole misma del acto,
que sea de un grado tal que excluya cualquier otro; es
así que Dios no puede estar limitado por ninguna causa eficiente (pues no
la tiene), ni por ninguna potencia receptiva (pues no está recibido en ningún
sujeto; de lo contrario, dependería de él de alguna manera), ni tampoco por
razón de la índole misma de la forma (pues su forma es ser actualidad pura,
que no sólo no está pidiendo un límite, sino que positivamente lo excluye,
como se acaba de probar); luego la
esencia divina no está limitada de ninguna manera[1].
Podrá aducírse: Dios tiene toda la perfección que es posible; es
así que, por un acaso, dicha perfección puede ser toda ella de un grado
determinado (p. ej. de mil grados), luego Dios
llegará a tener mil grados de perfección, pero nunca una perfección
inagotable.
Concedo la mayor y niego la menor. Primeramente, porque
no aparece razón alguna por la que no pueda tener mil y un grados, y así
sucesivamente. En segundo lugar, porque
se probará en la parte siguiente que el grado de perfección posible no es
precisamente de mil, sino que realmente puede acrecentarse hasta el infinito.
Ahora bien, puesto que en Dios todo lo que es posible está en acto, se sigue
que en Él se dará una perfección, no en un grado milésimo, sino en un grado
cada vez mayor, sin fin posible.
363. Parte II. DIOS ES
INFINITO EN RAZÓN DE SU CARÁCTER INAGOTABLE.
Dios es infinito en
razón de su carácter inagotable, si es omniperfecto; si no puede equipararse a
ninguna perfección de una determinada medida, por más que se acreciente
indefinidamente: y si esta perfección puede aumentarse indefinidamente sin
ningún inconveniente; es así que todo
sucede del modo indicado, luego Dios
es infinito en razón de su ser inagotable.
La mayor está clara: si no es omniperfecto, tendrá límites;
si puede equipararse a alguna medida de un grado determinado, termina por
agotarse. Y si la perfección, fuera de Dios, no puede aumentarse de modo
indefinido, entonces Dios podrá tener dicha perfección en un grado como del
mil y uno, pongamos por caso. Pero no será inagotable.
364. Declaración, por
partes, de la menor. A) Dios es
omniperfecto, como ya sea ha probado anteriormente.
B) No puede equipararse a
ninguna medida de perfección determinada, aunque se acreciente hasta el
infinito. Pues, una vez que se supone un grado cualquiera de perfección posible
fuera de Dios, en Él se encuentra de un modo más firme y noble. Luego nunca
puede equipararse a ninguna medida de perfección, aunque ésta se acreciente
hasta el infinito.
Prueba del antecedente. Porque Dios es causa más que suficiente de cualquier
perfección posible; es así que una
causa más que suficiente no puede producir la perfección según la misma
razón que se halla en sí misma (pues, en caso contrario, y con la misma
lógica, podría producirse a sí misma), luego
ha de producirse según una razón incomprensiblemente inferior y, por
tanto, no podría equipararse a ninguna perfección de una medida determinada
que estuviera fuera de Dios.
365. C)
La perfecciones verdaderas que se hallan fuera de Dios, pueden aumentarse
indefinidamente y sin contradicción alguna. En efecto, supuesto cualquier grado
de perfección fuera de Dios, en Él se encuentra de un modo incomparablemente
más estable y noble, tal como hemos probado en B. Es así que el grado más estable y noble que se halla en Dios puede
imitarse «ad extra» (hacia fuera), luego
el grado que encontrábamos fuera de Dios no era el último, sino que, una
vez supuesto un grado cualquiera de perfección fuera de Dios, es siempre
posible otro más noble.
La menor consta: para que un grado de perfección pueda imitarse «ad
extra» (hacia fuera), sólo hace falta que no sea contradictorio y no incluya
formal y explícitamente la «aseidad», que es incomunicable. Por ello fue
posible la imitación de la vida en grados tan numerosos, porque la vida estaba
en Dios y la vida en Dios no incluía la «aseidad» ni formal ni
explícitamente. Ahora bien, es evidente que tal grado superior que está en
Dios, no incluye contradicción alguna ni contiene la «aseidad» formal o
implícitamente; de otro modo no convendría con el grado de perfección creada,
ni siquiera según la analogía, lo cual es absurdo pues, según dijimos, un
grado superior cualquiera que se ve en Dios, convenía con lo creado, según la
analogía.
366.
Escolio. Sobre
la posibilidad de que algún ser, al margen de Dios, sea infinito «simpliciter».
La
respuesta es negativa. En efecto, Dios (o, lo que es lo mismo, el ser necesario)
es único; luego carecen de la
perfección de la independencia, y tienen incluso la miseria infinita de que
pueden verse reducidas a la nada sin contradicción alguna. Ahora bien, lo que
reúne tales miserias e imperfecciones no puede infinito, en cuanto que carece
de una realidad posible mayor; luego no
queda sino que todas las cosas fuera de Dios son finitas y limitadas. Por tanto,
en razón de su dependencia esencial, se prueba de manera apodíctica que las
criaturas son finitas, y que nada fuera de Dios puede ser infinito «simpliciter».
Más adelante, cuando tratemos de la omnipotencia de Dios, someteremos a
discusión la posibilidad de que Dios cree, en forma categoremática, algo en
alguna línea u orden; por ejemplo, en la línea de la extensión o de la
multitud.
367. Dificultades en contra del argumento. 1. Las perfecciones que
se dan en las criaturas se dan en Dios de un modo más perfecto en razón de su
«aseidad», pero no por la misma razón que les es común; p. ej., la
sabiduría; luego la sabiduría no se
halla en Dios de un modo superior en razón de la sabiduría, sino en razón de
la «aseidad». Por tanto, en razón de la sabiduría Dios queda igualado por la
criatura y no puede darse ninguna imitación superior que algún que otro grado
concreto y determinado que puede imaginarse como posible al margen de DIOS.
Niego el antecedente, en virtud de la analogía. Según esta última, se
demuestra que las perfecciones creadas se encuentran en Dios, de modo análogo y
con esencial diversidad en la misma razón que tienen en común. Por tanto, en
Dios se encuentran de una forma incomparablemente superior.
2. Pero tal vez se dé en
Dios un grado tal de perfección que ya no sea imitable «ad extra» ni siquiera
de forma análoga, debido a su excelencia; luego
Dios tiene un grado de perfección un poco mayor del que se da fuera de Él;
pero ya no es incomparablemente mayor.
Niego el antecedente, pues, para que un grado determinado de perfección
pueda imitarse «ad extra», basta que no incluya contradicción ni tampoco
incluya la «aseidad» de modo formal y explícito. Pero así son todos los
grados de perfección que ya existen fuera de Dios y que, en Él, se hayan de
una manera incomparablemente superior y análoga.
3. El hombre, por su
parte, es un ser tan noble que no lo pueden igualar los seres irracionales, aun
cuando la perfección de estos últimos se acreciente indefinidamente; es así que el hombre es un ser finito, por más que sea de un
género superior al de los irracionales, luego,
de manera semejante, aunque Dios no pueda verse igualado por las criaturas,
por mucho que se acrecienten las perfecciones de ellas, no se sigue que él sea
infinito, sino únicamente que es de un género distinto del de la criatura.
Distingo la mayor: Si los seres irracionales se comparan con el hombre en
la misma razón en que se encuentran a cero, por ejemplo, en la razón del
entendimiento, concedo que se siga una
diferencia tan sólo genérica, pero no la infinitud. Ahora bien, si se comparan
en una razón común en que los seres irracionales no están a cero (p. ej., en
razón del conocimiento o de la vida), entonces niego que una vida acrecentada indefinidamente no pueda igualar la
vida que el hombre tiene, o incluso superarla. En nuestro argumento no hemos
comparado a Dios con la criatura en razón de su «aseidad» (en ella la
criatura se encuentra a cero), sino en razón de la vida, del ser, de la
sabiduría. Y así es como afirmamos que Dios no puede verse igualado por
ninguna perfección de grado finito y limitado, aunque se acreciente
indefinidamente.
368. Objeciones contra la tesis. 1.
Si Dios fuera infinito, p. ej., en la bondad, excluiría cualquier mal; es
así que no lo hace, como constantemente aparece en el mundo, luego
Dios no es infinito, p. ej., en la bondad.
Distingo la mayor: por sí mismo, concedo;
procedente, en general, de las criaturas, niego; y contradistingo el consecuente.
2. Si Dios fuera infinito
en la entidad, no cabría que hubiese ninguna fuera de Él; es así que existen otras muchas entidades fuera de Él, luego
no es infinito.
Distingo la mayor: No habría ninguna otra entidad que no dependiera de
Él por completo, concedo; que sí
dependiera, niego; y contradistingo la
menor.
De esta misma forma, el
supremo gobernante de un estado tiene todo el poder y no por ello quedan
excluidos aquellos que tienen un poder inferior, subordinado a aquél.
3. Dios y las criaturas son
más que Dios solo, al igual que un billete de mil pesetas y otro de sólo cinco
son algo más que el sólo billete de mil pesetas; es
así que si Dios fuera infinito, la suma de Dios más las criaturas no
sería mayor, pues nada puede ser máyor que el infinito, luego Dios no es infinito.
Niego la mayor y niego asimismo la paridad (proporción) de la
prueba aducida. El valor de las cinco pesetas no depende totalmente del billete
de mil; por lo cual ambos billetes dan origen a una suma mayor. En cambio, el
valor de las cosas depende por completo de Dios, y así la suma de ellas con
Dios no da lugar a un ser mayor, aunque sean varios seres. De igual modo que la
suma del poder que tiene el gobernante principal y el de los subordinados no es
mayor que el poder, a solas, del gobernante principal, en cuanto que el poder de
los inferiores depende únicamente del poder del principal, por muchos que sean
los que toman parte en el poder.
4. Lo que es esto y no lo
otro individualmente, es menor que la suma de esto y de lo otro; es
así que Dios de tal forma es esto que no es lo otro, luego
Dios es algo menos que la suma de Dios y las restantes cosas (de donde se
sigue que no es infinito).
Distingo la mayor: Si no es lo otro individualmente: ni de manera formal ni
eminente, concedo; si no es lo otro
sólo individualmente, pero sí lo es de forma eminente, niego.
Y contradistingo la menor.
5. Dios es su propio ser,
por lo cual es infinito; es así que la
criatura también es realmente su propio ser y, sin embargo, no es infinita, luego,
del hecho de que Dios sea su propio ser no se sigue que haya de ser
infinito.
Distingo la mayor: Dios es su propio ser, identificado tanto en la
realidad como según la razón, pues ningún fundamento hay que justifique la
distinción de la esencia, de la existencia y de la subsistencia, siendo por
ello infinito, concedo; sólo porque
realmente es su propio ser es infinito, niego;
y contradistingo el consecuente; si fuera su propio ser sólo realmente, pase
la afirmación; si lo es realmente y también según la razón, al no haber
fundamento para distinguir la esencia, la existencia y la subsistencia, niego;
pues en tal caso se trata de la actualidad pura, que es infinita en la
identidad (para mayor abundancia, véase OM n.601‑607).
ARTICULO VI
INMENSIDAD DE DIOS
Tesis 30. Dios es
inmenso y está en todas partes.
370. Nociones. La INMENSIDAD es la disposición, índole o perfección
interna de la esencia divina en virtud de la cual Dios está necesariamente
presente dondequiera que exista un ser cualquiera fuera de Él mismo.
Evidentemente, este atributo es intrínseco a Dios y, por ello mismo, eterno,
absoluto e infinito, de suerte que Dios sería inmenso en acto aunque no
existiese criatura alguna a la que hubiera de hacerse presente. En otras
palabras, Dios siempre y de por sí tiene una índole y perfección por la que
exige estar presente, en la hipótesis de que exista algo fuera de Él.
La UBICUIDAD es la
presencia actual e inmediata de Dios respecto a las criaturas que existen fuera
de Él, o bien la inmediatez de la presencia divina a estas mismas criaturas.
Este atributo es temporal, finito, contingente, mudable y dependiente de la
acción de Dios, en cuanto que depende de la existencia y permanencia de las
criaturas; existencia y permanencia que no pueden menos de ser algo temporal,
finito, contingente, mudable y dependiente de la acción divina. Pero dada la
existencia de las cosas fuera de Dios, este atributo se torna necesario
hipotéticamente.
371. La presencia de Dios en
las cosas puede ser por esencia, por potencia y por simple presencia. Por
esencia, si su substancia se halla presente, de modo inmediato, a todas las
cosas. Por presencia, si todas ellas están abiertas a sus ojos. Por
potencia, si de Dios dependen en cuanto al ser y al obrar. Ahora nos
referiremos a la presencia de Dios por esencia.
La presencia por esencia
puede ser circunscriptiva o cuantitativa y no circunscriptiva o espiritual. La
presencia circunscriptiva es aquella
en que la realidad en cuestión se halla toda en todo el lugar y cada parte en
cada parte. La presencia no
circunscriptiva es aquella en que la realidad se halla toda en todo y toda
en cada una de las partes. Dios no está en sus criaturas de modo
circunscriptivo sino espiritual, esto es, todo Él en todo y todo Él también
en cada una de las partes.
La presencia puede ser
también definitiva y no definitiva. Es definitiva
cuando la realidad queda restringida a un solo lugar, sin poder extenderse a
los demás. Es no definitiva y está
en un lugar determinado de tal manera que también se halla en los demás, de
modo connatural; y puede ser repletiva si está, connatural y necesariamente, en
todos los demás lugares; y sacramental cuando de tal manera se encuentra, por
ejemplo, en una hostia consagrada, que esta misma presencia no impida a la
realidad el hallarse presente también en los demás lugares donde haya hostias
consagradas. Afirmamos que Dios está en todas partes con presencia no
definitiva, pero sí repletíva.
372. Estado de la cuestión. En torno a esta materia podemos tratar tres
puntos: Primero, si Dios es inmenso y
está en todas partes. Segundo, cuál
es la razón formal, por parte de Dios, en virtud de la cual está presente, de
modo inmediato, a todas las realidades existentes. Tercero, si Dios está en los espacios imaginarios con presencia no
relativa, sino absoluta. En esta tesis nos ocuparemos solamente acerca de la
inmensidad y de la ubicuidad, dejando para el artículo siguiente los dos puntos
restantes.
373. Opiniones. La primera niega
la ubicuidad y la inmensidad de Dios. Así ARISTÓTELES dispuso a Dios en un lugar muy apartado del mundo, quizás en la
periferia del último cielo, para que no se contaminase. El calvinista VORST y
ESTEUCO EUGUBINO, católico, admitieron que Dios está en todas partes por
potencia y por ciencia, pero no por substancia. Erasmo afirmó que, por lo menos
en los lugares sórdidos y repugnantes no está Dios.
Nuestra opinión es común a todos los católicos, y sostiene que Dios
es inmenso y está en todas partes, lo cual puede demostrarse perfectamente por
la razón natural. La tesis es de fe en teología, pero basada con buenos
argumentos en la filosofía.
374. Prueba de la tesis. Dios es inmenso y está en todas partes, si
tiene ubicación intrínseca y además infinita; es así que Dios tiene tal ubicación, luego Dios es inmenso y está en todas partes.
Prueba de la mayor: si Dios tiene ubicación intrínseca e infinita,
está de modo necesario y actual donde se da algún cuerpo, y asimismo está de
modo necesario, e hipotético dondequiera que se encuentre una realidad creada,
por más que se aumente hasta el infinito el número de las mismas; es
así que esto es estar en todas partes y ser inmenso, luego,
si Dios tiene ubicación intrínseca e infinita, está en acto en todas
partes y es inmenso.
Prueba de la menor (a partir de la teoría sobre la ubicación
intrínseca en las' criaturas). En efecto, la ubicación en las criaturas es algo
positivo, absoluto e intrínseco, y en su mismo concepto absoluto - que
prescinde de si la realidad es creada o increada - no implica imperfección
alguna; es así que Dios tiene
formalmente todas las perfecciones positivas, absolutas e intrínsecas que no,
implican ninguna imperfección, luego Dios
tiene formalmente la ubicación, intrínseca, que es, además, infinita, puesto
que en Dios todo lo que está dentro de Él es infinito en acto.
375. Esta última menor es clara, y explicamos la
mayor. a) La ubicación en las criaturas es algo positivo,
pues es el término de la acción positiva por la cual la realidad es
llevada y colocada aquí o en otra parte; pero el término de una acción es,
por necesidad, algo positivo y no una mera negación.
b) Es también algo absoluto
y no una simple denominación relativa fundada en el hecho de que algún
cuerpo rodee o envuelva al primero. Para mejor comprenderlo, supongamos dos
cuerpos que ahora disten entre sí. Si Dios. aniquilase todo lo que pudiere
rodear a dichos cuerpos sin producir en ellos cambio alguno, seguirían distando
el uno del otro a pesar de que no hubiese cuerpo alguno que los rodease.
c) Es además algo intrínseco.
Si no se trata de una denominación que se funda en algo que rodea, es algo
intrínseco.
d) No incluye ninguna imperfección: cualquier imperfección que
pudiéramos imaginar en la ubicación intrínseca lo sería, o bien por tratarse
de un accidente modal, o bien por
incluir en su propio concepto la extensión que es propia de la cantidad. Ahora
bien, tales imperfecciones no pertenecen a la ubicación considerada en
absoluto, sino tal como se da en los cuerpos. La ubicación es, desde luego, un
accidente modal distinto de la substancia cuando ésta es movible respecto de
las ubicaciones, debido a que no tiene la ubicación de manera infinita, sino
que necesita dejar una al tomar otra. Pero si la substancia es inmóvil por
tener una ubicación infinita, en tal caso no es necesariamente un accidente. De
modo semejante la ubicación tiene partes cuando las tiene el sujeto, o cuando
ésta es mudable respecto a la ubicación, pudiendo tenerla mayor o menor; pero
si el sujeto no tiene partes, y no es posible tampoco que sea mudable en cuanto
a tener una ubicación mayor o menor, entonces tampoco tendrá partes la
ubicación.
376. Escolios. 1. Dios
puede crear un espíritu al que resulte conveniente, de modo natural, estar
presente a todo el mundo creado; en
cambio no puede crear un espíritu que, en razón de su propia esencia, exija el
estar donde quiera darse una realidad fuera M mismo. Una exigencia de tal
naturaleza no pude fundarse más que en la infinitud.
2. Es evidente que la
ubicación difiere por completo en Dios y en las criaturas. En efecto, en Dios
se identifica con su esencia, como ocurre con los demás atributos, y le
conviene de modo infinito y no participado, como en su fuente; en cambio en las
criaturas la ubicación se encuentra como un accidente distinto de la substancia,
de modo finito y participado. Por tanto, la ubicación es un predicado que
conviene a Dios y a las criaturas, pero de forma análoga, por analogía de
atribución intrínseca (OM, n.626).
3. La inmensidad, así como
la ubicuidad de Dios, no son realidades que puedan captarse con la imaginación
ni que puedan expresarse mediante algún concepto representativo ‑ que es
el que abstraemos de las cosas que percibimos inmediatamente por la experiencia.
En verdad, por la experiencia nunca captamos nada que esté o que exija estar
todo ello en todo y todo ello en cada una de las partes. En conclusión, no hay
que concebir la inmensidad al modo de una substancia que se difunde, ni tampoco
al modo de muchas ubicaciones de una sola substancia, las cuales estarían muy
próximas entre sí. Se trata de una entidad simplicísima, en virtud de la cual
Dios está en todas partes, sin difusión alguna o división de sí mismo, y
exige estar en acto donde pueda haber alguna cosa.
377. Objeciones. 1. Si
Dios, o la presencia divina, está presente en todas partes, está como difuso o
compuesto de partes; es así que Dios
no puede estar difuso ni componerse de partes, luego no es inmenso.
Distingo la mayor: si está presente de modo circunscriptivo o mudable, concedo;
si lo está, no de modo circunscriptivo sino espiritual o inmutable, niego; y concedida la menor, contradistingo el consecuente: si debiera
estar presente de modo circunscriptivo, concedo;
si es de modo no circunscriptivo, sino espiritual, niego.
2. Si la inmensidad divina
es simple, entonces cualquier cosa está presente a toda la inmensidad; es
así que esto es absurdo, pues las cosas serían tan inmensas como Dios,
luego la inmensidad divina no es una realidad simplicísima.
Distingo la mayor: a toda la inmensidad y totalmente, niego;
a toda la inmensidad, pero no totalmente, concedo;
y contradistingo la menor. " inmensidad divina es simplicísima y por
ello, dondequiera que hay algo de la misma, tiene que estar toda. Pero no está
totalmente, pues las cosas individuales no están presentes a tantas otras como
lo está la inmensidad divina.
3. Es indigno de Dios el
estar presente en los lugares impuros, así como en las almas de los que pecan; luego
Dios no es inmenso, ni está en todas partes.
Distingo la mayor: si en ellos se manchase, concedo; si no se mancha, sino que está en tales lugares como la
luz, niego; y niego el consecuente.
4. Dios está en el ciclo, luego
no está en todas partes.
Distingo el antecedente: exclusivamente, niego;
con mayor esplendor dé su presencia, debido a la más excelente obra de sus
manos, concedo; y niego el consecuente.
5. Todo aquello que está
en algún lugar es corpóreo; es así que Dios
no tiene cuerpo, luego Dios no está
en ningún lugar.
Distingo la mayor: lo que está en algún lugar, de modo circunscriptivo, concedo;
de modo no circunscriptivo sino repletivo, niego;
y concedida la menor, contradistingo el consecuente: no está en ningún
lugar de modo circunscriptivo, concedo; de
modo no circunscriptivo sino repletivo, niego.
6. Lo que está todo en
alguna parte, nada de ello está fuera; es
así que Dios está presente, por ejemplo, aquí, luego
nada de Él está fuera (por consiguiente no está en todas partes).
Distingo la mayor: si se trata de los seres que tienen cuerpo, concedo;
si se trata de los espíritus, subdistingo:
nada está fuera que no esté dentro, concedo;
nada está fuera de modo absoluto, niego;
y concedida la menor, distingo igualmente el consecuente; si fuera cuerpo, concedo;
si es espíritu, subdistingo: nada
está fuera de él, niego; nada está
fuera que no esté, por ejemplo, aquí, concedo.
7. Si Dios estuviese en
todas partes, se inmutaría; es así que Dios
no puede inmutarse, luego Dios no
puede estar en todas partes. Confirmación de la mayor: efectivamente, unas veces está presente a un ser ‑
por ejemplo, a un perro ‑mientras existe, y luego deja de estarlo al
corromperse aquél.
Distingo la mayor: por denominación extrínseca, puesto que se inmuta
el ser al que estaba presente, concedo; por
denominación intrínseca, en cuanto que le falta algo intrínseco, niego;
y contradistingo el consecuente: no se inmuta de manera intrínseca, concedo;
de manera extrínseca, por la mutación de los otros seres, niego. Dios siempre conserva su inmensidad y su ubicación
intrínseca ; y cuando existes seres fuera de Él, Dios está presente a ellos,
surgiendo así una nueva relación de razón, de presencia a las criaturas. De
modo semejante, cuando los seres citados dejan de ser, cesa automáticamente la
relación de razón, de presencia a tales seres; lo que acontece por mutación
de los seres, no por mutación alguna de Dios o de su inmensidad, que permanece
siempre la misma.
ARTICULO VII
CUESTIONES VARIAS ACERCA DE LA INMENSIDAD
§
1.
Prueba de la inmensidad a partir de la
repugnancia
de una acción en algo que está distante
378. El argumento derivado de
la imposibilidad de una acción en algo que está distante suele formularse de
la siguiente forma: Repugna una acción llevada a cabo sobre algo que está
distante; es así que Dios actúa
sobre todas las cosas, creándolas, conservándolas y cooperando con ellas, y
puede además crear otras más, sin término alguno, luego,
de hecho está presente en las cosas creadas y puede estarlo en muchas más,
sin término alguno: lo que equivale a tener la inmensidad y la ubicuidad.
Sobre el valor de este
argumento, tres son las opiniones: la
primera, bastante común, tiene el argumento por válido. Así los tomistas
en la mayoría de los casos.
La segunda reconoce que el argumento es bastante fuerte; con
todo, el principio de la repugnancia de la acción en algo que está distante,
por muy fundado que parezca, no queda demostrado de forma apodíctica. Así se
expresa Suárez.
La tercera opinión sostiene que el argumento no vale para nada por
varias razones:
a) La primera, porque dicha repugnancia a lo sumo puede probarse en un
agente finito, que deba producir algo por educción y que sea corpóreo.
b) La segunda, porque las razones que se dan «a priori» para probar tal
repugnancia son una pura petición de principio. Veamos cómo discurren algunos:
Lo que no es algo no puede actuar en absoluto; es así que lo que no está en el lugar del efecto no puede
considerarse que es algo allí, luego no
puede actuar en absoluto. Pero distingo la
mayor: lo que no es algo, absolutamente considerado, concedo;
lo que no es algo en el lugar donde debe seguirse el efecto, niego;
pues esto es precisamente presuponer la tesis. Y
concedida la menor, distingo igualmente el consecuente: si el agente no
fuese algo, absolutamente considerado, concedo;
si no es algo en el lugar en que debe seguirse el efecto, niego;
pues, como se ha dicho, esto es presuponer la tesis.
c)
La tercera, porque muchos, al utilizar este principio, no proceden con mucha
consecuencia. En efecto, el principio de la repugnancia de la acción sobre algo
que está distante, sólo se prueba que es verdadero en el sentido de que el
agente debe hallarse presente en el lugar del efecto, con prioridad de
naturaleza, antes de actuar y, sin embargo, CAYETANO afirma que Dios debe
hallarse presente en el lugar del efecto únicamente como consecuencia de la
acción. Lo que no parece deducirse del principio. Así pues, entre estas
opiniones, el lector puede escoger la que estime más convincente.
§
2. Razón formal
de la presencia divina por parte de Dios
379. La presencia de Dios en las criaturas es una relación de razón por
parte de Dios y real por parte de las criaturas. El fundamento de donde procede tal relación en las criaturas, es la
ubicación de las mismas. Pero hemos de preguntarnos también cuál es el
fundamento por parte de Dios, del cual surge una tal relación de razón de la
presencia de Dios en las criaturas.
Dos son las opiniones al
respecto. La primera es la de los
tomistas, quienes consideran como fundamento la operación de Dios «ad extra».
De aquí se sigue: primero, que si,
por un imposible, existieran ya las criaturas, y Dios no obrase nada en ellas
después de la creación, Dios no estaría presente en ellas. En segundo lugar se sigue que Dios no está fuera del mundo, pues
allí no hay ninguna operación de Dios «ad extra». Pero si allí se crease un
mundo, Dios comenzaría a estar
substancialmente allí y de manera formal, debido a la acción extrínseca dc
Dios que allí se daría, no por mutación
o cambio alguno de Dios. Lo que equivale a decir que está allí únicamente
gracias a la denominación extrínseca que procede de las cosas que están
allí, pero no por denominación intrínseca alguna de su propia substancia. La
razón de esta teoría reside en que toda presencia se da mediante algún
contacto real; es así que Dios no puede tener ningún contacto cuantitativo ni con
los seres corpóreos ni con los espíritus, sino únicamente un contacto de
virtud mediante su acción, luego Dios
está presente en las cosas formalmente por su acción «ad extra».
La segunda opinión es la de Suárez. Afirma que la razón formal y el
fundamento de donde surge tal relación de presencia, por parte de Dios,
supuesta la existencia de las criaturas, es la inmensidad o la ubicación
infinita y actual, que tiene en acto siempre y esencialmente. De
donde se sigue que, a) si las cosas ya existiesen y, por un imposible, Dios
no obrase nada en ellas, sin embargo Dios estaría presente en las mismas
gracias a su inmensidad o ubicación; porque, como quiera que dicha inmensidad
en Dios es infinita en acto, no tiene más remedio que coincidir con
cualesquiera ubicaciones creadas. b) Asimismo, si Dios crease un nuevo mundo,
este nuevo mundo ya encontraría a Dios allí presente, no precisa y formalmente
por su operación, sino por su inmensidad. De este modo la operación «ad
extra» sería necesaria para que existieran las cosas con las que tendría una
relación de presencia, pero no sería la razón formal de tal presencia.
§
3. Presencia de Dios en los espacios imaginarios
380. La duda estriba en si Dios está o no fuera del
mundo, o lo que es lo mismo, en los espacios imaginarios.
Las opiniones son asimismo dos, de conformidad con la teoría sobre
la razón formal de la presencia de Dios en las cosas, que se ha expuesto en el
número precedente.
La primera opinión es la de los tomistas, quienes afirman que Dios no
está en acto fuera del. mundo. La presencia siempre se hace por contacto; ahora
bien, al no poder Dios tener un contacto cuantitativo y conmensurativo con los
seres corpóreos, no puede tener tampoco aquella presencia si no es por un
contacto de virtud, que es la acción actual «ad extra». Y comoquiera que
fuera del mundo no existe acción alguna de Dios, no puede existir allí ningún
contacto y, por tanto, ningún tipo de presencia; luego Dios no está en los espacios imaginarios fuera del mundo.
La segunda opinión es la de Suárez. Este afirma que Dios está fuera
del mundo en los espacios imaginarios, no por relación alguna o por contacto
con el espacio, sino por su misma inmensidad. Es ésta una perfección tal de la
esencia divina que, si se pusiera allí cualquier cosa, encontraría ya a Dios
presente, aun cuando Dios no obrase nada en ella. La
razón es porque la inmensidad es la ubicación de Dios absoluta e
intrínseca y, por consiguiente, infinita en acto. Ahora bien, una ubicación
que sea absoluta, intrínseca e infinita en acto, no puede contenerse en acto
dentro del mundo; luego está también
fuera del mundo, sin término posible.
Para la solución de las dificultades
Suárez distingue una doble presencia: una relativa y una absoluta. Por presencia
relativa entiende la relación de inmediatez en la distancia a las cosas,
fuera de Dios. " otra manera de presencia es absoluta o intransitiva, y consiste en una índole y perfección tal
de la esencia divina que, en el supuesto de la creación de cualquier cosa,
ésta ya encuentra a Dios presente allí, aun cuando por un imposible Dios no
obre nada absolutamente en dicha cosa.
ARTICULO VIII
INMUTABILIDAD DE DIOS
Tesis 31. Dios es
absolutamente inmutable, ya se considere en el aspecto físico, en el moral o en
el intelectual.
382. Nociones. Entendemos por
INMUTABILIDAD la impotencia o incapacidad de experimentar mutación o cambio
alguno.
La mutación puede ser extrínseca
e intrínseca. La mutación
extrínseca consiste en recibir denominaciones extrínsecas, de las cuales
anteriormente carecía la realidad en cuestión, o bien en no tener ya aquellas
denominaciones que antes tenía, como es, por ejemplo, ser objeto de amor o de
odio. Tales mutaciones no negamos que se den en Dios, en cuanto que una tal
mutación no tanto lo es de aquel que es amado, cuanto del agente que ama o que
odia. La mutación intrínseca es el
tránsito de un estado intrínseco a otro también intrínseco.
La mutación intrínseca,
a su vez, puede ser física, moral e intelectual.
Tenemos la física cuando alguien
adquiere o pierde alguna realidad intrínseca. La mutación moral
se da cuando alguien comienza a querer lo que hasta entonces no quería, o a
querer lo contrario de lo que antes quería. Por último, la mutación es intelectual
si alguien empieza a comprender o a conocer lo que anteriormente no
comprendía o no conocía, o si ahora conoce y juzga de alguna cosa
contrariamente a como había juzgado de ella en la etapa anterior.
Estado de la cuestión: preguntamos, pues, si Dios es mutable de alguna de
las maneras expuestas.
Opiniones. La
primera admite mutaciones en Dios. Así, los gentiles, que creían que los
dioses poseían cuerpo y que estaban sujetos a todas las mutaciones o cambios
que son propios de los cuerpos. Por su parte, los panteístas evolucionistas
afirman que Dios, mediante el proceso evolutivo, se va transformando en todas
las cosas.
Nuestra opinión, que es común a todos los católicos, afirma que Dios
es absolutamente inmutable. La tesis se considera de fe en teología (DB 1782) y
completamente cierta en filosofía.[2]
383. Prueba de la tesis. Parte I. Dios ES INMUTABLE FÍSICAMENTE.
Prueba 1. Un ser físicamente inmutable es potencial, capaz de
perder y de adquirir alguna perfección; es
así que Dios es acto puro sin potencialidad alguna (n.224), luego
Dios es inmutable físicamente.
Prueba 2. Un ser físicamente mutable está compuesto de
potencia - que es el sujeto que pasa de un estado a otro - y de acto que es la
nueva forma adquirida; es así que Dios
no está compuesto de potencia y de acto, sino que es simplicísimo (n.351‑354),
luego Dios no es mutable físicamente.
Prueba 3. Un ser físicamente mudable no es infinito en
acto, puesto que carece de una perfección que puede adquirir, o puede carecer
de una perfección que puede perder; es
así que Dios es infinito «simpliciter» (n.361‑363), luego es inmutable físicamente.
Parte II. DIOS ES
INMUTABLE MORALMENTE.
Si Dios fuera mudable
moralmente, ello ocurriría o porque «ab aeterno» (desde la eternidad) había
suspendido de querer y ahora quiere algo, o porque ahora comienza a querer algo
opuesto a lo que antes había querido; es
así que ninguna de las dos cosas es posible, luego
Dios es inmutable moralmente.
La mayor es clara. Declaración de la menor. A. No ha podido suspender su voluntad respecto de algo desde
la eternidad: pues desde la misma eternidad Dios conocía todas las razones
para querer algo o no quererlo así como lo que, por fin, habría de querer; de
otra forma ignoraría algo desde toda la eternidad; es así que, en tales circunstancias, la suspensión de su voluntad
no tendría razón alguna de bien, ni apetibilidad, luego Dios no ha podido, desde toda la eternidad, tener en suspenso
su voluntad respecto de alguna cosa.
B. Tampoco ha podido mudar el propósito ya formulado de su voluntad. Pues
una tal mutación podría ocurrir únicamente por alguno de los tres siguientes
capítulos: o por parte de su propio ser, en el sentido de que Dios se inmute
físicamente, de suerte que comenzara a ser bueno para Él lo que antes era
malo; o por parte de su entendimiento, en cuanto que empezara a conocer algo que
antes ignoraba; o por parte de su voluntad, la cual, por pura inconstancia
comenzaría a querer lo contrario de lo que había venido queriendo. Es
así que todo lo anterior repugna, luego
es imposible mutación alguna de la voluntad divina, en el sentido de que
quiera ahora lo contrario de lo que ha querido antes. La
menor está clara.
Parte III. DIOS ES
INMUTABLE INTELECTUALMENTE.
Si Dios pudiera inmutarse
intelectualmente, sería, o porque Dios comenzara a comprender algo que antes no
comprendía, o porque ahora juzgase de diferente manera que antes; es
así que una y otra cosa son imposibles, luego
Dios no puede inmutarse intelectualmente.
Declaración de la
menor. A. No puede comenzar a
comprender en el tiempo algo que antes no comprendiera. Esto sólo podría
ocurrir por el triple capítulo siguiente: o porque las cosas no tuviesen verdad
desde toda la eternidad, o porque su luz (de Dios) no fuese infinita, o porque
Dios no estuviese determinado por sí mismo a conocer toda la verdad y
necesitara que las cosas lo movieran. Pero todo esto es imposible. Primero
porque las cosas tienen su verdad desde toda la eternidad y, en caso de
mudarse, sería verdad, también desde toda la eternidad, que se iban a mudar. Segundo, la luz intelectual divina es, con toda certeza, infinita. Tercero,
Dios se halla determinado por sí mismo a conocer la verdad y no necesita
que las cosas mismas lo determinen a ello.
B. Tampoco Dios podría juzgar ahora lo contrario de lo
que antes ha juzgado exactamente, por las mismas razones.
Escolios. 1. Sólo Dios es inmutable. La
esencia de la criatura, por el hecho de depender de Dios, es contingente, razón
por la cual no es actualidad pura ni infinita. Luego la esencia de la criatura
envuelve potencialidad y, consiguientemente, su capacidad de ser actuada aún no
ha sido colmada; es así que tener
potencialidad equivale a tener mutabilidad, luego
la criatura es esencialmente mudable.
2. Algunos prueban la
inmutabifidad moral de Dios por el hecho de que, si Dios quisiera ahora por
primera vez una cosa, o quisiera lo opuesto de lo que antes quería, se mudaría
físicamente. Pero este argumento en realidad no prueba nada; y en efecto,
alguien podría responder diciendo que la voluntad de Dios sólo se mudaba en
cuanto a su término, no en cuanto a su entidad, y que una mutación puramente
terminativa, sin ninguna mutación física, no repugnaba. Por ello, tanto la
inmutabifidad moral como la intelectual se deben probar a partir de los
argumentos expuestos anteriormente.
384. 3.
CONCILIACIÓN DE LA INMUTABILIDAD CON LA LIBERTAD.
Contra la inmutabilidad
suele oponerse la dificultad que parece surgir de la libertad divina, la cual se
expresa en los siguientes términos: el acto libre es contingente y defectible,
de suerte que igual puede ser que no ser; es
así que lo contingente y defectible es mudable, como se ve claramente, luego
la libertad lleva consigo la mutabilidad.
Distingo la mayor: el acto libre es contingente en los seres racionales
creados, concedo; en el Increado, subdistingo:
es contingente en cuanto a su propia entidad, niego;
en cuanto a su término, distingo
nuevamente: en cuanto a lo que queda implicado «in recto» en la volición
de Dios de crear el mundo y que es la volición misma, niego;
en cuanto a lo que está implicado «in obliquo» y que es el mundo mismo, distingo
nuevamente: con dependencia de la voluntad divina que habría podido querer
otra cosa distinta, concedo; independientemente
de ella, niego.
Y contradistingo la menor: lo contingente es mudable
en los seres creados, concedo; en el
Increado, subdistingo: si es
contingente en cuanto a su entidad, concedo;
en cuanto a su término, distingo
nuevamente: si es contingente en cuanto a lo que queda implicado «in
recto» y que es la volición misma, concedo;
si es contingente sólo en cuanto a lo que está implicado «in obliquo»,
en razón de la voluntad divina, niego.
Explicación. La libertad que Dios tiene no es para realizar o no
el acto ‑ de lo contrario Dios sería mudable ‑sino para que el acto
necesario con el cual Dios se ama a sí mismo, termina en la volición de
diversos objetos, sin ninguna mutación de sí. Si se nos pregunta por la razón
de dicha terminación, diremos que no es otra cosa más que el acto de la
voluntad divina con el cual Dios se ama necesariamente; ahora bien, este acto,
en virtud de su propia eminencia, puede,
sin ninguna mutación propia, querer o no querer esto o aquello. De este modo
sólo se muda el objeto en razón de la voluntad divina, que habría podido
querer algo diferente, pero no se muda la voluntad divina. Y ya hemos dicho que
esto es posible por la eminencia del
acto divino con el cual Dios se ama. No es otra cosa sino la misma esencia
divina, que es «simpliciter» infinita, y contiene en sí toda la perfección
que podría sobrevenirle procedente de actos sucesivos, y además tiene en su
mano la posibilidad de aplicar la citada eminencia
inefable a cualquier objeto sin que ello implique mutación de sí mismo
De este modo se salva la
inmutabilidad, puesto que el ejercicio de la libertad consiste en el mismo acto
necesario con que Dios se ama; y se salva también la libertad, ya que el mismo
acto, debido a su eminencia, puede hallar su término en la volición de
cualquier cosa.
Por nuestra parte no
podemos concebir dicha terminación sin alguna especie nueva de relación de
razón, por la cual Dios considere los objetos de un modo nuevo. Sin embargo,
esta relación de razón no puede concebirse como resultante de un objeto futuro
‑ puesto que la libertad lo es ante la futurición de¡ objeto ‑
sino a manera de relación que antecede dicha futurición. Tampoco constituye o
funda la libertad en ejercicio, sino que la elabora la mente para que nos
sintamos ayudados a concebir la libertad, que es el único acto necesario con
que Dios se ama.
Esta opinión es común a
todos los escolásticos, y la defienden S.Tomás, Suárez y los tomistas en
general, y es totalmente verdadera. Sin embargo, no por ella desaparece el
enorme misterio que aquí se encierra. Pero existen fórmulas verdaderas que
logran evitar la contradicción.
Opiniones rechazables sobre la forma de conciliar la inmutabilidad de
Dios con su libertad. Sin embargo, no todos los autores han estado siempre
de acuerdo en esta teoría nuestra que se muestra tan sencilla.
AUREOLO decía que la
libertad en acto o en ejercicio se constituye mediante el efecto externo de
Dios; de modo que se salvan, tanto la libertad como la inmutabilidad, porque lo
que se muda únicamente es algo extrínseco ‑ el efecto ‑ que puede
ser o no ser, pero no algo intrínseco de Dios. No obstante, no podemos admitir
tal respuesta: lo primero, porque el
acto libre es algo intrínseco de Dios; y lo segundo,
porque debe ser anterior a sus efectos, en cuanto que es causa de un efecto
extrínseco.
VÁZQUEZ afirmaba que la
libertad consistía esencialmente en dos cosas: el acto necesario con que Dios
se ama, y la relación de razón que en Dios surge de la simple programación
(futurición) de un efecto extrínseco. Queda, entonces, a salvo la
inmutabilidad de Dios puesto que únicamente se inmuta la relación de razón en
Dios, que no es ninguna realidad suya interna. Pero
esta solución, tampoco puede admitirse, ya que la libertad es algo real y
anterior al efecto externo, en cuanto que es causa del mismo. En cambio, la
citada relación de razón ni es real ni es tampoco anterior al efecto futuro,
sino que es algo posterior a él y derivado de él mismo.
CAYETANO sostuvo que ser
libre en acto consistía en un modo físico e intrínseco, el cual puede faltar
sin que ello implique mutación alguna en Dios, pues el modo en cuestión tiene
sólo una entidad tenue y únicamente extensiva ‑ con la que la voluntad
de Dios se extiende a muchos seres ‑ pero no intensiva. Pero también hemos de rechazar una tal solución, pues el modo
físico y real tiene su propia entidad, por muy tenue que sea; por lo cual, su
ausencia o su presencia produce una mutación verdadera en el sujeto. Además,
de esta forma, Dios, en los actos que son propios de su vida íntima como lo es
la libertad ‑ dependería de una realidad contingente, que sería el modo
descrito. Y esto es evidentemente absurdo.
El parecer común es el
que ya hemos dado al resolver directamente la objeción.
385. Objeciones. 1.
(Contra la inmutabilidad
física). Dios ‑ según el lenguaje de los libros sagrados ‑
sube, baja, monta en cólera, clama; es
así que todas estas expresiones incluyen mutaciones físicas, luego Dios es mudable físicamente.
Distingo la mayor: de manera metafórica, concedo; de manera propia, niego;
y contradistingo la menor.
2. Dios, de no crear pasa a
crear; de estar presente a un árbol pasa a no estarlo cuando el árbol en
cuestión perece; es así que en tales
casos se trata de mutaciones físicas, luego
Dios es mudable físicamente.
Distingo la mayor: Por denominación extrínseca, concedo; por denominación intrínseca, niego; y contradistingo el consecuente. Dios, en verdad, comienza a
ser creador en acto mediante la acción creadora, que no queda recibida en Él
mismo, sino que se halla en el término de aquélla. Del mismo modo se hace
presente, p. ej., a un perro, o deja de estarlo, solamente por la mutación que
sufre el perro, pero no por mutación alguna de la inmensidad de Dios, que
permanece siempre la misma.
3. Dios vive con vida
propia y verdadera; es así que la
vida consiste en el movimiento, luego Dios
se mueve verdaderamente y, por tanto, es mudable.
Concedo la mayor. Distingo la menor: en cuanto que el
movimiento significa tener, de modo intrínseco, una perfección, concedo; en cuanto que el movimiento significa el paso de un modo a
otro de comportarse, subdistingo: en
los seres creados, concedo; en el que
es increado, niego. Y contradistingo el
consecuente: si el movimiento supone solamente tener una perfección de modo
intrínseco, niego; si significa
necesariamente el pago de un modo a otro de comportarse, concedo. Debido a esta solución, hemos de afirmar que Dios y las
criaturas viven de modo análogo y no unívoco.
4. (Contra la inmutabilidad moral). Dios,
a un mismo hombre, unas veces lo ama y otras lo odia; es así que esto es inmutarse, luego
Dios es mudable.
Niego la mayor. Dios, desde toda la eternidad y con un único acto,
al mismo hombre lo ama y lo odia, según la diversidad de los motivos y de los
momentos. Sin embargo, la sucesión se da en el hombre, que es quien
verdaderamente se inmuta; no en Dios, que desde toda la eternidad permanece el
mismo.
5. Dios hizo no pocas
predicciones que luego no se cumplieron; unas veces formula el decreto de
castigar ‑mientras el hombre se halla en pecado ‑ y luego formula el
decreto de perdonar, cuando el hombre se arrepiente; unas veces ha impuesto a
los hombres unos preceptos (p. ej., en el Antiguo Testamento), y después (p.
ej. en el Nuevo Testamento), les manda observar otros distintos; es
así que todo ello indica una mutación de la voluntad de Dios, luego
Dios es mudable en cuanto a su voluntad.
Concedo la mayor; niego la menor. Pues las predicciones que
no se cumplieron eran condicionadas, y no fue la voluntad la que se inmutó sino
que fue la condición la que no se cumplió. Dios, desde toda la eternidad y con
un solo acto simplícimo, impuso todos aquellos preceptos diversos según la
diversidad de los momentos; de igual modo quiso castigar y perdonar, según la
diversidad de los motivos y de los momentos, siendo así que los
correspondientes decretos no fueron formulados en momentos diversos.
6. Dios quiso libremente
crear el mundo, y pudo querer no crearlo; es
así que esto significa que Dios pudo comportarse de otro modo, luego
Dios es mudable. La menor se
demuestra: porque entonces habría formulado un decreto distinto M de ahora.
Concedo la mayor; niego la menor. En cuanto a la prueba aducida: habría
formulado un decreto diverso, de modo entitativo, niego; de modo terminativo, subdistingo:
referente a lo que va implicado «in recto» en la volición, que no es otra
cosa sino la volición misma, niego; referente
a lo que va implicado «in obliquo», que es la existencia del mundo, y ello
mediante la determinación de la voluntad divina, concedo.
7. (Contra la inmutabilidad intelectual). Dios
unas veces entiende la Encarnación como futura, otras la entiende como ya
presente, y otras como pasada; es así que
esto significa mutabilidad por parte del entendimiento divino, luego Dios es mudable intelectualmente.
Niego la mayor. Dios, con un único y simplícimo acto, conoce desde
toda la eternidad que la Encarnación, por referencia a un momento determinado,
es futura; por referencia a otro diferente, es presente, y por referencia a
otro, finalmente, es un acontecimiento ya pretérito.
8. (La libertad no consiste en el acto necesario con
que Dios se ama a sí mismo). Todo acto necesariamente termina en su objeto; es
así que la libertad no termina necesariamente en su objeto, luego
la libertad divina no es un acto, y menos aún un acto necesario.
Distingo la mayor: termina en su objeto cuasi formal, concedo;
en su objeto material, subdistingo: en
los seres creados, concedo; en el que
es el Increado, cuyo acto contiene, de modo eminente, toda la perfección que
puede darse en los actos contingentes, y puede terminar según cualquiera de las
formas de contener tales actos, niego; y
concedida la menor, contradistingo el consecuente: la libertad creada no es
un acto, concedo; la libertad increada
no es un acto, niego.
9. Es imposible que una
forma produzca efectos formales opuestos (p. ej., la blancura no constituye lo
negro, sino sólo lo blanco); es así que el
acto con que Dios se ama a sí mismo, es necesario, luego es imposible que tal acto pueda constituir a Dios en amante,
de manera libre y necesaria a la vez.
Distingo la mayor: una forma finita y creada, concedo; la forma infinita, que contiene en sí la perfección de
todos los actos contingentes que puede imaginarse, niego. Y concedida la menor, distingo igualmente el consecuente: si se
tratase de una forma finita y creada, concedo;
si se trata, en cambio, de la forma infinita e increada, niego.
10. En cuanto a las demás objeciones que suelen
presentarse. No comportan mutación alguna en Dios: a)
la generación y la expiración en la
Santísima Trinidad, en cuanto que ni una ni otra se dan como efectos de una
causa, sino únicamente por comunicación de una naturaleza idéntica; b) ni la Encarnación:
esta tuvo lugar sólo por mutación de la humanidad, no de Dios, y cuantas
mutaciones acaecieron en Cristo, ello fue en su humanidad, no en la esencia del
Verbo. c) Ni en la creación: pues
ésta es formalmente una acción «transeúnte», que no queda recibida en Dios,
sino en las cosas. d) Ni en el amor y
el odio con que Dios puede rodear a alguien: Dios desde toda la eternidad, y con
un acto simplícimo, ha concebido amor u odio, en conformidad con diversos
aspectos y motivos. La sucesión, pues, no radica en el acto divino, sino en los
motivos de amor o de odio que han sido puestos por la criatura.
ARTICULO IX
DE LA ETERNIDAD DE DIOS
Tesis
32. Dios es esencialmente eterno.
387. Nociones. Entendemos por ETERNIDAD la duración que es propia de una
realidad que carece de principio, de fin y de cualquier mutación interna.
Duración es la permanencia de la realidad en su propio ser: no
se distingue realmente de la existencia, sino con distinción tan sólo de
razón. La existencia, por su mismo concepto, sólo afirma de la realidad que
ésta se halla fuera de la nada; sin connotar o explicitar si la realidad ha
comenzado ahora a existir, o existía ya antes. Mientras que la duración o
permanencia en el ser, connota o explicita que la realidad no ha comenzado ahora
a existir, sino que también «antes» también existía, por lo menos tomando
el antes por comparación con el tiempo extrínseco, no con la duración
intrínseca.
Que carece esencialmente de principio y de fin, en
cuanto que, por razón de su esencia, implica contradicción que la eternidad
pueda tener principio o fin.
Carece también de cualquier mutación o sucesión extrínseca; pues
la eternidad puede coexistir ‑y de hecho coexiste‑ con realidades
que son sucesivas, pero la eternidad en su propio concepto no tiene sucesión.
Por esta razón la
eternidad es una duración indivisible, ya
que su propia entidad, o en aquello que pudiere afectarle, nada adquiere ni
tampoco nada pierde. Es también una duración permanente
y simultánea, pues en ella nada puede pasarse ni ser adquirido, sin que
todo aquello que tiene lo tiene siempre y de modo inmutable. Por ello no podemos
decir que «hoy» sea más antiguo que
«hace un siglo», puesto que, aún cuando coexistía con muchas realidades que
son antiguas, ello ocurre por mutación de éstas, pero no por mutación de ella
misma. La eternidad, por último, está toda ella
en toda la duración sucesiva, y toda en cada una de sus partes, sin aumento
ni disminución.
De esta noción de
eternidad se sigue:
Primero, la eternidad divina difiere de la eternidad
creada. En efecto, esta última, aun cuando careciera de principio y de fin,
ello no ocurriría por una exigencia esencial de su propia naturaleza, pero
sólo de hecho y como un don o regalo recibido de Dios.
Segundo, toda duración creada, aunque sea desde toda la
eternidad, sin embargo, en cada uno de sus instantes es finita en relación con
lo sucesivo, ya que en cada uno de esos mismos instantes puede verse destruida.
Tercero, se distingue del evo, pues aunque el evo sea la
duración permanente que es propia de los seres incorruptibles, tales como el
espíritu y la materia prima, tiene, no obstante, comienzo y puede tener fin.
Cuarto, se distingue del instante
de tiempo discreto, que es la duración de una realidad corruptible, que de
hecho no perece. Tal es la duración de las substancias corporales, y asimismo
la duración de los actos inmanentes propios de los espíritus, pues, aunque en
su misma entidad estas realidades no tengan mutación, sin embargo pueden cesar
o perecer, bien por la voluntad del espíritu, que de un acto puede pasar a
otro.
Quinto, se distingue finalmente del tiempo, que es la duración del movimiento, principalmente local. En
él van pasando las partes sucesivas, de suerte que la aparición de una parte
comporta la destrucción de la precedente.
SEGUNDA DEFINICIÓN DE
ETERNIDAD. Presupuesta la definición explicada, puede comprenderse fácilmente
otra definición dada por Boecio en estos términos: La eternidad es la
posesión perfecta y simultáneamente total de una vida sin término. Se afirma posesión
perfecta de la vida, para indicar la naturaleza de la realidad durable, que
es una vida perfectísima, y se trata de la posesión perfecta y feliz de tal
vida, no de una entidad punto menos que muerta. Se afirma también interminable,
para expresar la carencia esencial (¡.e., en razón de su esencia), de
principio y de fin. Se dice, por último, simultáneamente
total para excluir cualquier sucesión o mutabilidad en la posesión
indicada, y para expresar la estabilidad inmutable de tal vida.
Por más que sea difícil
hallar el punto de diferencia entre
eternidad e inmutabilidad, podemos, sin embargo, resaltar que la inmutabilidad
considera el ser mismo de Dios, excluyendo de él cualquier mutación, mientras
que la eternidad toma en cuenta la sucesión de Dios, excluyendo de ella
cualquier límite o forma de sucesión.
388. Preguntamos, pues, si Dios es esencialmente eterno, de conformidad,
sobre todo, con la primera definición.
Opiniones. Dejando aparte las teogonías de los gentiles, que
nos cuentan los comienzos de sus dioses, la
primera opinión es la de los panteístas evolucionistas, que, si bien
afirman la carencia esencial de principio y de fin en Dios, niegan una absoluta
inmutabilidad en El.
La segunda es la de todos los católicos, quienes afirman que
Dios es eterno, y que ello se demuestra por vía racional. Es, por tanto, la que
nosotros vamos a seguir, considerándola cierta en filosofía. Por lo que a la
teología se refiere, la tesis es allí de fe.
389. Prueba de la tesis. Hay tres cosas que pertenecen a la esencia de la
eternidad, a saber: la esencial carencia de principio, de fin y de cualquier
mutación; es así que estas tres
cosas convienen a Dios esencialmente; luego
Dios es eterno esencialmente.
La mayor es clara por las mismas nociones ya declaradas.
Explicación de la menor: Dios carece
esencialmente de principio y de fin, en cuanto ser necesario que es, a cuya
esencia pertenece que incluya contradicción su no‑existencia (n.102).
Carece igualmente de cualquier mutación, ya que, según se probó ya, Dios es
esencialmente inmutable.
390. Escolios. Cuestiones varias sobre la eternidad de Dios. 1. a) Sólo Dios
es eterno. No es difícil probarlo tras lo ya demostrado. En efecto, toda
criatura, en cuanto dependiente esencialmente de Dios, y contingente, puede
tener principio y fin, conforme a la voluntad de] Creador, e igualmente puede
experimentar mutaciones por diversos capítulos; es
así que todo ello se opone a la eternidad por esencia, luego
ninguna criatura puede ser eterna por esencia. b) Dios es la eternidad misma. Dios es eterno por sí mismo, no por
forma alguna sobreañadida, pero distinta realmente o con distinción perfecta
de razón, y en cuanto a la totalidad de su esencia: pues en Dios la duración
no puede imaginarse como parte de su esencia -de lo contrario en Dios se daría
composición, al menos de razón-, sino que es la totalidad de su esencia.
2. A Dios pueden
convenirle muchos predicados que son
temporales, p. ej., Dios ha creado el mundo, Dios ha de juzgar al mundo,
Dios castigará, etc. Pero tales predicados no le convienen por alguna mutación
o transición de El mismo, sino únicamente por mutación de las criaturas, que
son pretéritas o futuras. No es Dios ni su acto inmanente el que ha pasado o ha
de ser, sino que son las cosas mismas las que han pasado o han de ser, y puesto
que tales cosas, en tanto que existen, coexisten con Dios, las ha de juzgar en
un futuro o las ha creado en el pasado; es decir, por una denominación fundada
en la coexistencia de las cosas con Dios.
3. Coexistencia física de las cosas desde toda la eternidad con la
eternidad misma. Claro es que las criaturas, al existir, coexisten con
toda la eternidad. puesto que ésta es indivisible; pero no coexisten totalmente
con toda la eternidad, ya que no coexisten con todos los tiempos con los cuales
puede coexistir la eternidad divina. Pero ahora damos un paso más preguntando
si las criaturas coexisten físicamente con la eternidad divina desde toda la
eternidad.
Dos son las opiniones al respecto. La primera es la de
CAYETANO, junto con otros muchos que dan una respuesta afirmativa. Pues la
eternidad divina -dicen ellos- es una duración simultánea e infinita, que
abarca todos los tiempos; luego desde toda la eternidad se extiende a todos los
tiempos y a todas las cosas que han de existir en alguna diferencia de tiempo.
Por ello la eternidad divina coexiste con ellas y, de modo correspondiente,
ellas coexisten con la eternidad de Dios. Sin embargo añaden que las cosas no
coexisten con Dios físicamente desde toda la eternidad en su propia medida o
duración, sino únicamente según la duración ajena, o divina, que se extiende
a todos los seres que han de existir. Al mismo tiempo, esta presencia de las
cosas en la eternidad actúa como medio de que se sirve Dios para conocer las
cosas futuras.
La segunda opinión es la
de Suárez con todos sus seguidores. Sostienen que las cosas futuras están
presentes a Dios intencionalmente desde
toda la eternidad, tanto en acto primero («in acto primo») como en acto
segundo («in acto secundo»); en acto primero, porque desde toda la eternidad
las cosas tienen una verdad determinada, por la cual son conocibles para Dios;
en acto segundo, porque desde toda la eternidad Dios las conoce todas como ellas
son en la presencialidad que tienen, según su diferencia de tiempo. Agregan
además que las cosas futuras no coexisten físicamente
desde toda la eternidad con la eternidad de Dios. La razón es porque no
puede hablarse de coexistencia física de no existir actualmente en su propia
medida y duración, en uno y otro extremo; es
así que Dios existe desde toda la eternidad, a pesar de no existir aún las
criaturas, luego éstas no coexisten físicamente con Dios desde toda la
eternidad (v¿ase la discusión de estas opiniones en OM, n.681682).
ARTICULO X
EXCLUSIÓN DE LAS RELACIONES DE Dios «AD EXTRA»
Tesis 33. En Dios no
existen relaciones reales a las criaturas, ya sean transcendentales, ya
predicamentales.
392. Nexo. Es claro
que Dios es una realidad absoluta en sumo grado; más aún, es el Absoluto, en
cuanto que de El se excluye cualquier dependencia causal. De El quedan excluidos
igualmente cualquier sujeto y cualquier límite. Mas por otra parte nos consta
que a Dios se le atribuyen predicados relativos, tales como omnipotente,
conocedor de los seres posibles, resuelto a crear el mundo y a extender hacia
él su providencia; asimismo Dios es semejante en muchas cosas a las criaturas,
y distinto a la vez en otras. Mediante la revelación sabemos que en Dios
existen relaciones inmanentes de Paternidad, Filiación y Espiración tanto
activa como pasiva, las cuales no debemos imaginarlas como algo que le
sobreviene a la esencia, sino como relaciones subsistentes.
Ahora bien, ¿cómo
pueden compaginarse ambos elementos: que Dios sea el Absoluto y que, sin
embargo, puedan darse en El relaciones, tanto «ad intra» como «ad extra»?.
Se responde diciendo que Dios es, por su propia esencia, el Absoluto también
«ad intra», en cuanto que su esencia no incluye relación alguna inmanente,
esto lo hacen sólo las personas; «ad extra» claro está que Dios es el
Absoluto, toda vez que no incluye relaciones reales ni predicamentales hacia las
cosas que existen fuera de El; si incluye algunas referencias a las cosas, ello
no supone imperfección alguna en Dios, como veremos en su lugar, sino que, por
el contrario, se trata de un exceso de la perfección divina.
393. Nociones. Se entiende por RELACIÓN la referencia u orientación de
una entidad a otra.
Puede ser TRANSCENDENTAL
y PREDICAMENTAL. La relación transcendental
se identifica con la esencia del sujeto, y no sólo tiene por oficio estar
orientada o referida al término, sino que depende de él como de su causa
eficiente, final, material o formal. De aquí se sigue que dicha relación es
inseparable del sujeto en cuanto que le es esencial. Por ello, si el sujeto es
real, la relación debe ser asimismo real, por más que el término no existe,
como ocurre en la relación del conocimiento al objeto conocido.
La relación predicamental, por el contrario, no es sino un accidente del sujeto,
pudiendo sobrevenir a él o separarse de él sin que por ello deba perecer el
sujeto. Los elementos de este tipo de relación son: sujeto real, término real,
fundamento real y distinción real entre el sujeto y el término. El fundamento
real, por su parte, ha de ser la dependencia del término como de una causa
eficiente o final, o bien la coincidencia o conveniencia única con el término
en alguna razón común.
La relación
predicamental será de razón en el
caso en que no sea real alguno de los cuatro elementos citados; el sujeto, el
término, el fundamento o la distinción entre el sujeto y el término. Pero si
todos ellos son reales, entonces la
relación será también real.
394. Estado de la cuestión. Tras estos antecedentes, nos preguntamos si
en Dios existen relaciones reales, en algún sentido, hacia las criaturas. No
nos preguntamos, en cambio, por la existencia de relaciones inmanentes dentro de
la esencia divina: pues de la realidad de las mismas nos consta por la fe, en
cuanto que las Personas divinas no se distinguen unas de otras si no es por
relaciones reales, que no han de ser concebidas como accidentes, ni tampoco como
entidades que sobrevienen a la esencia, sino como relaciones subsistentes. Así
pues nos preguntamos únicamente por las relaciones de Dios hacia las criaturas.
395. Opiniones. Con bastante frecuencia se niegan de Dios las relaciones
transcendentales. Pero si se trata de las predicamentales:
La primera opinión, sostenida por los nominales, por
ARRIAGA y por LOSADA, a los que parece favorecer la doctrina de San ANSELMO,
afirma que se dan relaciones predicamentales de Dios a las criaturas, tales como
la relación de Creador, de Señor, y la de su semejanza con las criaturas.
Nuestra opinión niega que en Dios existan relaciones reales
de Dios hacia las criaturas, ya sean transcendentales, ya predicamentales. Así
se expresan generalmente los escolásticos, con S. TOMÁS y SUÁREZ. Esta
opinión la defendemos como cierta, siempre y cuando las relaciones reales se
conciban del modo que hemos explicado. (Pero si para la relación real se
considera suficiente cualquier referencia a las criaturas, sin dependencia ni
conveniencia unívoca alguna, entonces no hay por nuestra parte dificultad en
conceder en Dios relaciones reales. Sin duda, los que parecían oponerse a
nuestro parecer en la primera opinión, admiten relaciones reales en Dios, pero
en el segundo sentido que acabamos de explicar).
396. Prueba de la tesis. Parte I. EN DIOS NO EXISTEN RELACIONES REALES
TRANSCENDENTALES «AD EXTRA».
La relación real
transcendental supone la dependencia del sujeto respecto del término, o al
menos la orientación del sujeto hacia el término; es
así que en Dios no puede existir dependencia alguna ni orientación a otra
entidad como a su fin, luego en Dios
no existe relación alguna real transcendental.
La mayor está clara por la noción misma y por los ejemplos
de relaciones transcendentales: la acción supone una relación transcendental
al agente, a la vez que depende de él en el orden de la causa eficiente; y al
término, del cual depende como de su fin. Por su parte, el conocimiento supone
una relación transcendental al objeto y depende de él o, al menos, a él se
halla referida u orientado.
Parte II. EN DIOS NO
EXISTEN RELACIONES REALES PREDICAMENTALES «AD EXTRA».
Toda relación real
predicamental, o consiste en algún modo realmente distinto del sujeto, o
requiere como fundamento algo que dependa del término como de su causa
eficiente, final o material, o al menos el fundamento debe ser unívoco y
conmensurado en los dos extremos; es así
que en Dios no puede existir ningún modo real que sea realmente distinto de
la substancia divina, debido a su simplicidad y pureza fundamentales, ni tampoco
ninguna dependencia ni univocidad con las criaturas o conveniencia común en la
medida (equiparación), luego en Dios
no existen relaciones reales predicamentales.
397. Escolios. 1. No obstante, en Dios existen abundantes relaciones
de razón con fundamento en la realidad. Pues nosotros concebimos todo lo
divino a la manera de las realidades creadas; y así, en el agente actual
concebimos una relación real a su efecto, ya que todo agente se halla orientado
al efecto que produce, como a su fin; en la ciencia imaginamos una relación
real al objeto conocido y, por último, entre las entidades que coinciden en
alguna forma, imaginamos relaciones de semejanza; es
así que Dios, con verdad agente y productor de efectos, tiene verdadera
ciencia acerca de multitud de objetos, y coincide en determinadas formas con las
criaturas, si bien de modo análogo, luego
de modo semejante concebimos en Dios la relación del agente al efecto
producido, del que conoce al objeto conocido, y del que es semejante a aquello a
lo cual se asemeja. Por otra parte, sin embargo, sabemos que tales relaciones no
son reales, luego son relaciones de
razón, fundadas respectivamente en los fundamentos, de la acción, del
conocimiento y de la semejanza analógica.
2. También se dan en
Dios muchas connotaciones reales, sin
relación algunas «ad extra» (hacia fuera). En Dios se dan tales
denominaciones connotativas reales si a Dios le convienen realmente predicados
reales, que no pueden existir ni ser comprendidos sin otra entidad, de la cual,
sin embargo, no tienen dependencia alguna y con la que tampoco tienen
conveniencia común en la medida (equiparación) de manera unívoca, y si tales
denominaciones connotativas no resultan de un término establecido como un
tercero distinto del sujeto y del término, sino que son el mismo sujeto que
abarca el término en su significado; es
así que estos predicados convienen realmente a Dios, luego
en Dios se dan muchas connotaciones reales sin relación alguna.
La mayor no necesita aclaración, pues no otra cosa más que
lo expuesto pretendemos significar mediante las connotaciones reales.
Declaración de la menor. Véase unas
cuantas denominaciones de este tipo: Dios es omnipotente, lo cual connota (o
implica) los posibles; Dios es Creador, que connota los efectos a los que Dios
concede el ser; Dios conoce los posibles; Dios es determinante de la creación
del mundo.
398. Objeciones. 1. Existen en Dios relaciones reales inmanentes; luego
igualmente pueden existir en El relaciones «ad extra» (hacia fuera).
Concedo el antecedente, pero niego el consecuente. En
efecto, las relaciones inmanentes, o son
«de originante» y «de origen» como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, o
son de semejanza, igualdad e identidad en razón de la personalidad.
a) Las relaciones
inmanentes de origen existen en Dios sin dependencia alguna, pero con un orden de
origen y con total identidad en la esencia; ahora bien, si tuviera tales
relaciones con las criaturas, dependería de ellas en algún género de
causalidad, y estas relaciones ya no serían por plena identidad con la esencia.
b) Las relaciones
inmanentes de semejanza, igualdad e identidad
en la esencia, son de razón, ya que estas relaciones, para ser reales,
reclaman la distinción real en la esencia, lo cual en Dios nos e realiza.
c) Las relaciones
inmanentes de semejanza, igualdad e identidad en la razón misma de la
personalidad, pueden darse, y se dan de hecho en Dios, puesto que existe entre
ellas univocidad (semejanza sin dependencia); no pueden, en cambio, ser de Dios
a las criaturas, pues no existe univocidad entre Dios y las criaturas (tampoco
equivocidad, sino analógica).
2. En Dios existen
denominaciones relativas necesarias esencialmente, tales como «conocedor de los
posibles», «capaz de hacer lo que es intrínsecamente posible»; es así que estas denominaciones relativas son transcendentales y
reales, luego en Dios existen
relaciones reales transcendentales. Igualmente existen en Dios otras
denominaciones contingentes, como Creador, Señor, sin las cuales Dios no puede
ser ni concebirse en el supuesto de la creación; es así que se trata de relaciones reales predicamentales, luego
en Dios existen relaciones reales predicamentales hacia las criaturas.
Concedo el antecedente en amas dificultades, y niego el consecuente: no se trata, en efecto, de relaciones, sino
de denominaciones connotativas, e incluso de relaciones de razón. Podríamos no
imaginar las relaciones, y en tal caso sólo se darían los términos
connotativos y no las relaciones, puesto que Dios no depende de las cosas en
ningún género de causalidad, y no existe con ellas ninguna univocidad.
Además, no se trata de una denominación que surge de un término dado, sino
que, por el contrario, en tanto en cuanto que en Dios son algo real, son causa o
fundamento del término. No obstante, podemos suponer relaciones de razón, como
ya hemos dicho en el escolio.
3. Dios no se halla en
conexión necesaria con los posibles, de forma que si éstos llegasen a perecer,
también Dios dejaría de ser Dios; es
así que una tal conexión supone una relación real, toda vez que implica
algún género de dependencia respecto de ellos, luego
en Dios existen relaciones reales transcendentales.
Distingo la mayor: Dios se halla en conexión con los posibles por
razón de su redundancia y como por una especie de desbordamiento, concedo;
por razón de la dependencia que de ellos tiene, niego;
y contradistingo la menor: si tal conexión se debiera a la dependencia, concedo; si se debe a la redundancia y al desbordamiento, niego.
La perfección de Dios es
tan grande que la puede comunicar a otros seres, siendo así como los posibles
resultan necesaria y esencialmente de la infinita redundancia y del
desbordamiento, así como de la eminencia comunicativa de Dios. Pero no depende
para nada de ellos, como si de algún modo fueran anteriores y Dios dependiese
de ellos.
ARTICULO XI
TRANSCENDENCIA COGNOSCITIVA DE DIOS
399. Nexo. Hasta aquí
hemos visto la transcendencia entitativa de Dios; en efecto, al probar que Dios
es simplícimo, inmutable, infinito, eterno, hemos demostrado al mismo tiempo
que El está por encima de todo lo que puede existir o imaginarse fuera de El.
Ahora pretendemos establecer una nueva excelencia de Dios por referencia a
cualquier entendimiento, tanto como creado como creable, sosteniendo que ningún
entendimiento creado ni creable lo puede conocer tal como es en si mismo, y con
su propio colorido; por consiguiente, tampoco nuestro lenguaje es capaz de
hablar de El tal como es en sí mismo. Semejante excelencia la vamos‑a
establecer recorriendo nuestras facultades cognoscitivas así como nuestros
modos diversos de conocer.
400. 1. A DIOS NO PODEMOS
VERLO CON LOS OJOS DE NUESTRO CUERPO, Ni DE MODO NATURAL Ni SOBRENATURAL.
El objeto adecuado del
sentido de la vista son los colores: a tal fin está orientado y toda su esencia
es conformarse a los colores; es así que Dios
no es ningún color, luego Dios no cae
bajo el objeto adecuado de la vista, por lo cual ésta no la puede percibir por
ningún procedimiento. Efectivamente, si el ojo humano pudiera ver a Dios, al
menos de modo sobrenatural, iría más allá de lo que constituye su objeto
adecuado; lo cual es contradictorio.
401. 2. EL ENTENDIMIENTO DEL
HOMBRE, MIENTRAS SE HALLA UNIDO AL CUERPO, NO PUEDE VER A Dios CON VISIÓN
INTUITIVA.
Mientras el entendimiento
humano permanece unido al cuerpo no tiene otra vía de conocimiento si no es a
través de la experiencia, o mediante conceptos elaborados por abstracción de
la misma experiencia y organizados debidamente por afirmación, negación,
relaciones y eminencia; es así que a
Dios no lo podemos percibir como objeto de la experiencia externa o interna, ya
que no es ni una realidad de orden sensible ni un hecho que se dé en nuestra
conciencia, luego únicamente nos
queda que lo conozcamos valiéndonos de conceptos elaborados por abstracción de
las realidades sensibles y debidamente organizados a través de negaciones,
relaciones y eminencias. Evidentemente todo esto no significa, de ninguna
manera, ver a Dios como El es en sí mismo, sino únicamente conocerlo mediante
un concepto propio a partir de realidades, o aspectos de las mismas, que son
comunes; lo que equivale a conocerlo de modo analógico.
402. 3. ES MAS, NINGÚN
ENTENDIMIENTO CREADO O CREABLE PUEDE EN ABSOLUTO VER A DIOS NATURALMENTE CON
VISIÓN INTUITIVA, ES DECIR, COMO PRESENTE Y COMO ES EN SI MISMO.
La fe católica nos
enseña que el entendimiento humano puede ver a Dios de modo sobrenatural, o lo
que es lo mismo, conocerlo como presente y tal como El es en sí mismo. Pero nos
preguntamos, al margen de esto, si el entendimiento humano separado y, en
general, si algún entendimiento creado o creable puede ver a Dios naturalmente
de modo intuitivo. La respuesta común y
católica es que ningún intelecto creado puede ver naturalmente a Dios de
modo intuitivo; y también los antiguos enseñan de común acuerdo, en contra de
Ripalda, que ningún intelecto creado o creable puede ver naturalmente a Dios de
modo intuitivo.
403. La demostración de lo
afirmado no es fácil, pero puede establecerse así: el objeto propio y
proporcionado de la facultad cognoscitiva no puede pertenecer a un orden
entitativo superior al de la misma facultad cognoscitiva; es
así que Dios es de orden entitativo superior al de cualquier facultad
creada o creable, luego ninguna
facultad cognoscitiva creada o creable puede conocer a Dios naturalmente como su
objeto propio, es decir, de modo intuitivo.
La mayor se prueba procediendo por inducción, pues el sentido
únicamente puede percibir objetos materiales y singulares, comoquiera que
la facultad misma es material, es decir, que depende de la materia. Por su
parte, el entendimiento, mientras está unido al cuerpo, únicamente puede
comprender como objeto proporcionado realidades de índole material así como
objetos de la experiencia, tanto en singular como en universal; es decir,
únicamente puede comprender realidades materiales, puesto que es una facultad
unida al cuerpo. Puede, no obstante, comprender estas realidades en universal,
porque, al fin y al cabo, es una facultad espiritual que supera los sentidos. En
cuanto a las formas separadas que no
son conocidas por la fe ‑los ángeles‑, tienen como objeto
proporcionado a ellas mismas y a las demás formas separadas creadas. De estos
ejemplos se desprende claramente que el objeto proporcionado no supera el orden
entitativo de la facultad cognoscitiva; y la razón no es otra sino que, como
norma general, el objeto, proporcionado no puede superar entitativamente el
orden de la facultad cognoscitiva y el estado en que ésta se halla, por
ejemplo, de unión con el cuerpo.
La menor es clara por multitud de conceptos. Dios es en sí
mismo acto puro y ser infinito; por consiguiente pertenece a un orden superior
al de cualquier facultad creada o creable.
404. Acaso pudiera intentarse
la demostración «a priori», procediendo de la siguiente manera: Grados
diversos de seres cognoscitivos deben tener objetos propios y proporcionados que
les son peculiares y que los distinguen; es
así que el objeto propio y proporcionado del entendimiento divino, que le
es peculiar y característico, es la esencia divina, luego la esencia divina no puede ser objeto propio y proporcionado
de ningún otro entendimiento.
La mayor: Toda la razón suficiente de la facultad intelectiva
reside en la intelección del objeto; luego diversos grados intelectuales deben
tener objetos inteligibles propios y proporcionados que les sean peculiares y
característicos.
La menor: El objeto propio y proporcionado es para cada
entendimiento la razón suficiente que justifica el propio grado intelectivo; es
así que la razón suficiente del entendimiento divino no puede ser nada que
se halle fuera de Dios, luego tiene
que ser algo dentro de Dios, y esto no puede ser más que su propia esencia.
Por tanto, si la esencia divina es el objeto propio y proporcionado
característico del entendimiento divino, no puede ser ya objeto propio y
proporcionado de ningún otro entendimiento. En conclusión, la esencia divina
no puede ser conocida intuitivamente por ningún otro entendimiento.
405. 4. NINGÚN ENTENDIMIENTO
CREADO 0 CREABLE PUEDE CONOCER A DIOS NATURALMENTE FORMANDO DE EL UN CONCEPTO «QUIDDITATIVO».
No cabe duda de que
conocemos lo que es Dios («quiddidad»), puesto que de ello hemos venido
hablando y hemos establecido afirmaciones. Pero añadimos ahora que no lo
podemos conocer naturalmente mediante un concepto «quidditativo».
Entendemos por CONCEPTO
OUIDDITATIVO el que representa la realidad de modo positivo, absoluto, propio e
inconfundible. Positivo, es decir, no
por medio de negaciones. Absoluto, no
sirviéndonos de relaciones o de referencias a otras realidades, p. ej., a sus
afectos. Inconfundible, conociendo
todas las notas comunes y la que es diferencial. Propio, de forma que no sea una
nota común que tenga con otros. Ahora bien, nosotros conocemos las notas que
son comunes a Dios y a las criaturas ‑ser, substancia, inteligente‑
mediante conceptos positivos, absolutos e inconfundibles; pero aquella nota que
es propia y característica de Dios no la podemos conocer de esta forma. Y es
que el entendimiento creado o increable no puede conocer a Dios si no es por las
criaturas; es así que en las
criaturas no existe ninguna imitación de la nota característica divina, por
ser ésta incomunicable ‑la aseidad, la infinitud‑ luego no podemos conocer la nota característica de Dios por medio
de las criaturas, de modo positivo, sino valiéndonos de negaciones, relaciones
y eminencias. Sólo se puede tener un concepto «quidditativo» de Dios en la
visión sobrenatural de Dios, como fruto del desarrollo de la gracia.
406. 5. DIOS ES ABSOLUTAMENTE
INCOMPRENSIBLE. Sabemos ya que el conocimiento intuitivo de Dios es posible
sobrenaturalmente, aunque no lo sea de modo sobrenatural. Ahora preguntamos si,
a pesar de que el conocimiento comprehensivo de Dios es imposible naturalmente a
la criatura, puede, sin embargo, ser posible por vía sobrenatural, del mismo
modo que la visión intuitiva. Pero la fe católica enseña que Dios es
absolutamente incomprensible (Concilio IV
de Letrán: DB 428; Concilio Vaticano
I: DB 1782), por más que deje sin
determinar a qué entendimientos se extiende esta incomprehensibilidad: si al
del hombre, mientras se encuentra en la presente peregrinación, o también al
de los bienaventurados, establecidos ya en la Patria definitiva; si a los
entendimientos ya creados, o también a todos los creables; si es absolutamente
incomprensible, incluso por vía sobrenatural, o sólo naturalmente. Por
último, la fe tampoco determina qué es lo que debe entenderse con el nombre de
incomprehensibilidad.
Preguntemos, pues, qué es la comprehensión, y si Dios es
absolutamente incomprehensible, incluso por vía sobrenatural, para cualquier
entendimiento creado y creable.
407. Con respecto a lo primero, los tomistas y Suárez establecen la noción
de comprehensión de tal suerte que a las criaturas les viene denegada respecto
de Dios.
COMPREHENSIÓN
generalmente es un conocimiento intuitivo perfectísimo de aquellas entidades
que se encuentran formalmente en el objeto conocido. Es al mismo tiempo tan
penetrante que, en virtud de su penetración, vienen a conocerse también todas
las entidades que en el objeto se contienen de modo eminente, virtual y (si se
trata de un objeto creado), también potencial: ya sea con potencialidad natural
u obediencial, o con potencialidad obediencial activa o pasiva. No basta conocer
de cualquier manera todas las entidades o aspectos que en un objeto se contienen
de modo eminente, virtual o potencial -p. ej., por vía de revelación‑
sino que es preciso conocerlos en razón de la fuerza penetrativa con - que son
conocidos los que se encuentran en Dios formalmente. Pero un conocimiento de
este tipo le es denegado al entendimiento creado o creable.
En cuanto a lo segundo,
los mismos tomistas así como Suárez niegan una tal comprehensión de Dios al
entendimiento creado o creable.
408. No resulta fácil tarea probar la incomprehensibilidad de Dios, pero
vamos a intentar probar esta tesis con el siguiente argumento:
El conocimiento
comprehensivo de Dios debe ser infinito en razón misma del conocimiento (en lo
que se refiere, p. ej., a la claridad, certeza, inconfundibilidad y
penetración); es así que ninguna
criatura puede tener un conocimiento infinito, luego
ninguna criatura puede comprehender a Dios.
La mayor: Dios se conoce a sí mismo con conocimiento
comprehensivo, que es infinito en la línea del conocimiento (en cuanto a la
certeza, claridad, evidencia, inconfundibilidad y penetración); es
así que tal conocimiento no rebasa la cognoscibilidad del objeto (pues de
lo contrario resultaría mayor el conocimiento de Dios que el ser divino
conocido), luego ello es señal de que se requiere un conocimiento infinito en
la misma línea del conocimiento para poder conocer la esencia divina de modo
comprehensivo.
La menor: de lo contrario, la simple criatura igualaría el
conocimiento divino' en la razón misma del conocimiento; lo cual repugna,
debido a la analogía del ser.
Cierto es que también la
visión intuitiva de Dios es infinita en el mismo Dios. Pero ello no exige que
sea infinita en razón de la visión ‑de lo contrario no se le podría
comunicar al hombre‑ sino en razón de la comprehensión. Y bajo esta
razón de comprehensión no se le puede comunicar a la criatura la visión, ni
siquiera por vía sobrenatural.
409. 6. LA INEFABILIDAD DE
DIOS.
DIOS ES NATURALMENTE
INEFABLE, ES DECIR, NO SE LE PUEDE EXPRESAR EN LENGUAJE SENSIBLE Y «QUIDDITATIVO».
Nos referimos al lenguaje sensible, no
al lenguaje espiritual del que se sirven los ángeles. El lenguaje sensible
puede ser a su vez de dos clases: abstractivo y «quidditativo». El primero es
el que suscita en el oyente el concepto abstractivo
de Dios. De este modo es como solemos hablar de Dios, de forma que los
oyentes lo comprenden. El lenguaje sensible quidditativo
es el que suscita en el oyente el concepto quidditativo de la realidad en
cuestión. Y rechazamos que el hombre puede expresar a Dios, por vía natural,
con esta especie de lenguaje, ya sea que hable o que simplemente escuche como
oyente.
La presente tesis se apoya toda ella en dos principios.‑ El
primer principio es sobre la fuerza o capacidad significativa del lenguaje, y es de la
siguiente manera: la capacidad significativa del lenguaje depende tanto del
conocimiento que tiene el que se sirve del vocablo como del conocimiento que el
vocablo mismo puede engendrar, por su propio significado, en el oyente; no
depende ni sólo del que habla ni sólo del oyente. El segundo principio puede formarse así: el lenguaje no puede nunca
engendrar ninguna idea intuitiva, ya que representa la realidad a que se
refiere, sino únicamente a sí mismo, con el fin de que el oyente, en virtud de
la capacidad significativa convencional, llegue al conocimiento de una realidad
determinada. Y comoquiera que para el conocimiento intuitivo se requiere la
presencia de la realidad de que se trata, se sigue que el lenguaje sensible no
puede originar ninguna idea intuitiva.
410. Después de lo dicho es
fácil probar la inefabilidad de Dios si
el que habla o el oyente es un entendimiento creado o creable y se sirve
únicamente de las fuerzas naturales.
Se prueba de acuerdo con el primer principio expuesto
anteriormente. Efectivamente, la capacidad significativa del lenguaje depende
tanto del conocimiento que, tiene el que utiliza el vocablo, como del
conocimiento que el vocablo puede despertar en el oyente; es así que el entendimiento creado o creable no puede tener un
concepto quidditativo de Dios, como ya quedó probado, luego tampoco puede utilizar un lenguaje sensible que signifique o
exprese a Dios de forma quidditativa, ni es capaz de comprender tal lenguaje.
Se prueba también a partir del segundo principio: el
lenguaje sensible nunca presenta la realidad en sí misma y, por tanto, no puede
originar un concepto intuitivo; es así
que el concepto quidditativo de Dios es necesariamente intuitivo, luego el lenguaje sensible no puede originar un concepto
quídditativo. La menor quedó probada
anteriormente cuando dijimos que un concepto quidditativo no puede ser
abstractivo, sino intuitivo (n.405).
411. Escolio. De todo lo expuesto se sigue que el hombre, en el presente
estadio de peregrino (viador), no
puede expresarse con un lenguaje quidditativo ni en relación con Dios ni con
los bienaventurados (del cielo) ni con los demás hombres peregrinos. E
igualmente el hombre peregrino no podrá comprender un lenguaje semejante, ya
sea Dios el que hable, o un bienaventurado u otro hombre peregrino.
[1] Pueden aducirse otros argumentos ciertos para probar la misma conclusión:
a) (por el
concepto de actualidad pura). Puesto que si Dios fuera finito, podría
acrecentarse; es así que no puede acrecentarse, luego
no es finito. La mayor: en
efecto carece, de una ulterior realidad posible; luego
esta realidad puede ser mayor: no en verdad en la razón de ser
necesario, sino ciertamente en la línea de perfección transcendental, v.
gr. en la línea de ser, de verdadero, de bueno, de querer. La menor. pues en ese caso Dios no sería para sí mismo la razón
formal de la perfección, lo cual es absurdo: ya que si Él mismo es
absolutamente independiente, Él mismo es la razón de su perfección, y no
lo es en una cosa externa a Él (DESCOQS, 2,652).
b) (por la aseidad). Pues la aseidad en sentido negativo (esto es no por otro) no puede fundamentarse en el ser
finito; luego se fundamenta en el ser infinito. El antecedente: pues el ser finito sería «a se» ya en cuanto ser,
ya en cuanto finito, ya en cuanto finito de tal especie; los dos primeros no
pueden ser, en otro caso todos los seres serían infinitos, lo cual está
claro que es falso; tampoco puede ser lo tercero, ya que si fuera así, los
seres finitos, incluso de un grado superior, serían «a se», y entonces
habría muchos seres «a se», lo cual es obvio que es falso (ibídem).
[2]
La inmutabilidad de Dios
no debe concebirse como una inmovilidad de la inercia y como una protección
de la fatiga; pues Dios en su inmutabilidad, de un modo que nos es
desconocido, posee de forma eminente, sin ninguna mutación, toda
perfección correspondiente a nuestra vida activa.