Josef Pieper, Sobre los mitos platónicos, Barcelona, Editorial Herder, 1984, 88 pp. (ISBN 84-254-1339-7).
Es un privilegio poder reseñar uno de los más recientes libros de Josef Pieper que han aparecido en castellano. Nos referimos a la obra Sobre los mitos platónicos, publicada por la editorial Barcelonesa Herder, en 1984. La versión castellana estuvo a cargo de Claudio Gancho. Se trata de un libro pequeño de sólo 88 páginas. Sin embargo, su contenido es de riqueza y profundidad enormes. Fue Escrita en 1965 y dedicada a Romano Guardini en ocasión de su LXXX aniversario. En realidad estamos frente a un libro escrito con el cuidado y la delicadeza con que se busca y se ofrece un regalo al mejor amigo. Las páginas de este libro están repartidas en seis capítulos, una notable sección de notas y un índice onomástico. Vale la pena decir algo sobre la sección de notas: Pieper se "pasea" --y con él el lector-- a lo largo de toda la obra de Platón, de sus traductores y de sus comentaristas más importantes. En este gran paseo (147 notas en total) no se pierde la dirección. Pie per hace altos para señalarnos la importancia, la belleza o la grandiosidad de algún lugar, que sin sus observaciones tal vez hubiera pasado desapercibido.
En el capítulo I nos muestra Pieper que la obra de Platón está llena de
"historias". ¿Por qué'? Platón al igual que Sócrates es por
naturaleza un gran fabulista que goza contando historias, o incluso inventándolas.
¿Se tratará más bien de un método didáctico para explicar ideas abstractas
mediante metáforas e imágenes gráficas? ¿Será acaso que la actitud de Platón
es más poética que filosófica, de tal modo que para entender sus tesis filosóficas
se hace necesario prescindir y/o rebasar la forma literaria? Esto último es lo
más aceptado y el más destacado representante de esta postura es Hegel. En
efecto, para Hegel la verdadera forma en que existe la verdad es únicamente el
sistema científico". Frente
a la postura de Hegel, Pieper se pregunta si podría ocurrir que la realidad no
poseyera una estructura de "contenido objetivo" capturable únicamente
en un "sistema científico", sino más bien la estructura de un suceso
y que, en consecuencia, no se pudiera capturar adecuadamente en una tesis, sino
más bien en una "praxeos mimesis", i.e.,, en la imitación de una
acción. El significado mismo de mito designa un género especial de historias.
El uso de la palabra mito, tanto en el lenguaje de los griegos como en el
nuestro, presenta multitud de aspectos, pero la pregunta fundamental que ésta
nos plantea es la verdad del relato que encierra. En el sentido estricto del término,
los mitos son relatos acerca del origen. No podemos tomarlos al pie dé la
letra, sin embargo son verdaderos y válidos dentro en su manera peculiar y fantástica.
As!, el anciano Céfalo responde a Sócrates: "Cuando el tiempo apremia y
cuando ya el hombre se ha familiarizado con la idea de la muerte, empieza a
preocuparse de cosas que antes le habían tenido sin cuidado... esas historias
que en la juventud tomábamos como bromas, inquietan ahora al alma por si
pudieran acabar siendo ciertas... "
El
problema de la verdad también tiene para Platón un peso especial. Según él
los relatos míticos poseen una verdad incomparablemente válida, singularísima
e intangible que está por encima de toda duda. Las historias míticas son
historias que se desarrollan entre lo humano y lo divino. Tratan sobre los
dioses en la medida en que éstos afectan la vida del hombre. El mito es una
historia divina, y más que una categoría literaria es una categoría
religiosa. Otro elemento importante del mito es su lenguaje, el cual se funda en
la imposibilidad de expresar adecuadamente un contenido por medio de la lengua.
Quien trate de entender literalmente una narración mítica traicionará el
sentido verdadero del relato. Los sucesos del mito acontecen fuera de la
historia y no los podemos captar; ocurren más allá del aquí y el ahora. Esa
es la razón por la cual el mito recurre al lenguaje simbólico. No sería
posible otra cosa. El que Platón eche mano de los mitos para hacer su filosofía
puede parecernos una deficiencia si los analizamos desde la perspectiva del
pensamiento sistemático y racionalista. Aún el propio Platón estaría de
acuerdo con esto. De algún modo Sócrates le da la razón a los que no quieren
dejarse impresionar por el mito del juício de los muertos. Pero "en
semejante negativa no habría nada de sorprendente si fuéramos capaces de
descubrir algo mejor y verdadero mediante la búsqueda e investigación".
El
lenguaje simbólico es un recurso de urgencia, una manera inapropiada de
expresar la verdad. Mas ¿qué hacer cuando no hemos encontrado la manera
adecuada de hacerlo? Un último elemento característico del mito es que el
narrador no es expresamente su autor. Sócrates y Platón no hablan como
testigos presenciales de lo ocurrido, sino como alguien que transmite lo que ha
recibido por tradición de sus antepasados. Pero, entonces, ¿quién es el
verdadero autor de un mito? Esta pregunta, en otras palabras, plantea lo
siguiente: ¿cuál es la validez, la legalidad y la credibilidad del mito? ¿De
qué tipo puede ser la legitimación del mito?
En el capítulo II Pieper nos hace ver que en la obra de Platón no todos los relatos que suelen designar con el nombre de mito son mitos. El "mito" de la caverna, por ejemplo, no es, en sentido estricto, un mito. Hay que distinguir los verdadero mitos de los falsos. Los verdaderos son, por ejemplo, la historia referida en el Timeo sobre la creación del mundo, el relato del Banquete sobre el origen y la caída del hombre, las narraciones que aparecen al final del Gorgias, de La República y del Fedón sobre el más allá y el juicio y destino de los muertos. Sin embargo, hay que decirlo, existe un germen mítico en casi todos Los diálogos, incluso en plena argumentación razonadora y discursiva. Pieper cree quien acepta como verdad el núcleo medular de los grande mitos referidos por Platón no puede hacerlo en ningún caso mas que como los hicieron Sócrates y Platón: percatándosede que una cosa no se acepta como verdad por lo que uno mismo haya visto ni por la propia ciencia, sino que se acepta por el testimonio de otro (Exakoes), por el oído.
En el capítulo III Pieper no hace ver que los Diálogos casi siempre terminan sin conclusión con excepción de tres: Gorgias, La República y Fedón). Pieper interpreta así este inacabamiento: los Diálogos de Platón carecen de una conclusión, fruto de una verdad perfectamente acabada, para hacernos ver que el camino del pensamiento investigador se abre hasta lo imprevisible. Gorgias, La República y Fedón no terminan en una pregunta final abierta, sino en una conclusión que, en los tres casos, es un mito y cuyo tema les es común: "eskhata", i.e.,las postrimerías del hombre. Platón tenía 35 años cuando escribó su Gorgias. Fué en él cuando por vez primera nos dejo ver claramente lo que entendía por verdad mítica. Pieper repasa los puntos más sobresalientes del primer mito platónico y nos muestra cómoPlatón estaba fascinado por el destino de los muertos, cómo su filosofía está impregnada por el tema de la muerte, al grado que el propio Platón considera la filosofía una preparsación para la muerte. Pieper resalta el inicio del diálogo como una trágica invitación, pues se cuenta a uno oídos sordos: "así, pues, escucha, Calicles una vieja historia..." Platón enseña la verdad mítica como algo que no puede demostrarse mediante la experiencia personal. Para Platón la verdad de los mitos es una cuestión de fe, una convicción que debe tomarse en serio. Lo desicivo en el mito no es su tema, puesto que éste puede ser corregido o incluso desechado, sin que esto lo afecte.El tema no significa absolutamente nada si se prescinde de la forma. Haciendoun esfuerzo desesperado Sócrates intenta explicar a su interlocutor, el potentado Calicles, cómo el obrar la injusticia es peor que padecerla y que hay que ser justos aunque se arriesgue la propia vida. El núcleo de esta historia es la siguiente; la injusticia no pasa y desaparece con el acto mismodel que la ejecute, sino que queda como un enorme peso que debe cargar el alma. En la falta cometida hay una pérdida en forma de castigo. Los que han preferido padecer la injusticia antes que cometerla en una "morada pura y verdadera...en comunidad con los dioses mismos".
En el capitulo IV Pieper analiza un mito que es una exposición teológica de
una gran profundidad existencial. Tiene la propiedad paradójica de los trágico
y, en él, la dignidad de la sabiduría racional se transforma, una y otra vez,
sin previo aviso, en burlas y en sonoras carcajadas. Nos referimos al discurso
que Aristófanes hace sobre el amor en el Banquete. Para poder decir lo que
significa eros hay que entender la naturaleza humana y, sobre todo, sus
pasiones. De allí que tengamos que remontarnos al pasado del hombre, aun pasado
que no podemos experimentar y en el cual el hombre poseía un ser perfecto y
rotundo, y era sano.Pero ahora el hombre se define por la pérdida de aquella
totalidad original. Se le ha impuesto un castigo divino después que,
trastornados por sus ideas de grandeza, intentó abrirse camino hasta el cielo
para enfrentarse a los diose. La pérdida de naturaleza original no sóloafectó
a quienes cometieron la Hibrys; también "nosotros hemos sido divididos por
los dioses a causa de nuestra injusticia".
Así pues, se trata de una culpa original y hereditaria. El heredero es el
hombre histórico. Su existencia está -en el sentir de Platón - tan
profundamente marcada y afectada por ese pasado mítico que escapa a nuestra
experiencia, y que en la narración mítica se designa bajo el nombre de
destino, que si ignorara ese suceso el hombre no sólo resultaría
imcomprensible para sí mismo ( por ejemplo, en lo que significa propiamente la
sacudida erótica), sino que quiza ni siquiera podría vivir realmente como
hombre. Finalmente en este mismo capítulo IV Pieper revisa un mito del Timeo
sobre el origen del mundo. Según Pieper es propable que el griego jamás
emplear el concepto de creación tal como lo conocemos ahora. Es más, aparte de
la tradición bíblica no hay nadie que haya podido completar adecuadamente la
idea de creación como posición total del ser. No obstante, para Platón es una
verdad irrefutable que el cosmos y todos los seres han surgido de una acción
divina. Escribió el Timeo cuando era ya anciano y ninguna obra suya es tan
intrincada como está. En sus complejísimos caminos haqy constantes paradas y
digresiones. Pese a su tejido abigarrado, su contenido esencial se reduce a una
estructura de líneas muy simples:1) Existe un "hacedor y padre de todo
esto"
al que a veces se le llama "fundador" u "ordenador"
e incluso "padre engendrador".
2) El cosmos tiene necesariamente la naturaleza ontológica del "eikon!,i.e.,de
la imagen de algo.3) Ese "algo" permanece siempre igual a sí mismo,
es eterno.4) El fundador ha creado todo lo que existe porque él es bueno. no
conoce la envidia de nada ni de nadie. Y quiso que todas las cosas se le
asemejaran lo más posible; por eso condujo al mundo del desorden. Por eso es un
cosmos, un universo. Causa una gran sorpresa e impresión-dice Pieper- las
coincidencias de todo esto con las verdades del cristianismo.
En los capitulos V- VI Pieper trata de esclarecer aún más su postura frente
a los mitos de Platón. La tesis de Pieper es que Platón considera como verdad
intangible el contenido de los mitos. El primer argumento en contra de esta
afirmación es de Karl Reinhardt. estas historias no pasan de ser un puro juego
mental porque no existe la fe en los helenos. La opinión de Reinhardt no es la
única; ya antes Leibniz había declarado que "los gentiles no conocieron
ningun articulo de fe".
Finalmente Karl Prumm afirmaque el mito era una doctrina "libre" que
nunca estuvo sujeta a una autoridad que lo proclamara o que lo guardase
oficialmente.
Pieper,
por su parte, cree que valdría la pena distinguir entre algo verdadero y una
verdad histórica. Por ejemplo: un creyente cristiano no tiene por
"realidad histórica" al relato bíblico de la creación ni al relato
sobre el paraíso, y no obstante posee la certeza de que en tales historias se
dice algo intangiblemente verdadero. Además, para el hombre antiguo el mito no
estaba sujeto a ninguna autoridad "docente oficial". Pero no por esto
era caprichoso o arbitrario. Tomemos el fragmento 40d M Timeo y veamos las
interpretaciones tan dispares que se han hecho de él. El fragmento dice así:
"como el hablar de las cosas divinas está por encima de nuestras fuerzas,
debemos creer a quienes en tiempos pasados tuvieron noticia de las mismas y que
podrían llamarse descendientes de los dioses, obteniendo de sus antepasados su
seguro conocimiento. Y no nos está permitido negar la fe a los hijos de los
dioses, aunque su enseñanza pueda no ser verosímil ni desmostrable de modo
cierto". Pieper apunta las siguientes interpretaciones: a) estas
declaraciones deben entenderse como la expresión verdadera de la acogida de la
tradición sagrada que caracterizó al Platón anciano; b) estas frases son un
gesto tácito de Platón, que expresa así su preocupación de que se le pudiera
acusar de impiedad y de ateísmo, como a Sócrates, c) cabría pensar que estas
palabras tienen un sentido irónico, d) no sólo es posible que estas frases
tengan sentido irónico, sino así es en realidad, pues se trata de una profunda
ironía llevada hasta la burla (esta interpretación se debe a Eduard Zeller,
discípulo de Hegel). Pieper observa que estas interpretaciones toman en cuenta
al Diálogo en su totalidad, lo cual sólo puede legitimarse desde un particular
estado textual. Ahora bien, las últimas interpretaciones condicionan su punto
de vista. Podemos pensar que el mito es una "aletheia "o un
"pseudos" Esta manera de pensarse dejará sentir incluso enlatraducción
misma. Sócrates termina el mito que aparece en el Fedánconuna exhortación que
dirige a los amigos y a sí mismo: hay que procurar vivir de un modo bueno y
verdadero porq ueel premio de la lucha es magnífico ygrande la esperanza... por
lo demás, no sería conveniente a un hombre que piensa racionalmente pretender
garantizar de una manera segura el que todo ello ocurra exactamente como yo lo
he contado... pero que, por cuanto respecta a nuestras almas y a su morada, las
cosas discurren de ésta o de manera parecida, es algo que a mi modo de entender
merece el riesgo de ser creído, porque el riesgo es hermoso.
La
significación de mito, según Pieper, adquiere ahora sí un sentido claro. Es
la verdad de un lenguaje simbólico, pero de una verdad. La reserva de Sócrates
tiene una profunda significación: la narración mítica, por ser un lenguaje
humano que habla acerca de las cosas divinas, viene a ser "mentira" si
se compara con el lenguaje divino. No obstante, esto no quiere decir que el mito
no pueda ser aceptado por el hombre como una forma de verdad si no absoluta sí
al menos como la última a que puede llegarse. Así pues, hay una renovada
inseguridad en la esencia del mito. Pieper nos hace ver cómo en Platón hay un
apasionado deseo de distinguir entre lo verdadero y lo falso, i. e., entre lo
verdaderamente mítico y lo que no lo es, y no tanto entre un menor o mayor
grado de obligatoriedad en el creer. Platón da a entender
que
Sócrates habla sido condenado a muerte por su singular manera de criticar los
mitos. No porque negase la verdad de éstos sino por haber defendido la verdad
acerca de los dioses, pues en los mitos se expone mal lo que realmente son los
dioses. Quien quiera plantearse claramente la cuestión acerca de cómo entendió
Platón la verdad de los mitos narrados por él, muy pronto advertirá que ha
bajado a la arena y que ya no es posible dejar de combatir. Se podría objetar
el hecho de que exista realmente una distinción entre verdadero y falso dentro
del mito. Platón opuso más bien a las historias antropomórficas de dioses un
nuevo concepto de Dios, acrisolado por el fuego de la reflexión filosófica.
A Pieper le parece que es preciso corregir la representación que separa
tajantemente una concepción filosófica y una verdad mítica. Para Platón,
piensa Pieper, la incorporación de la tradición sagrada del mito a la filosofía
es, quizá, el acto supremo del quehacer filosófico, y empieza cuando la pura
especulación racional ha llegado a su límite. Así, la información mítica
tiene una verdad fuera de cualquier duda, una verdad que "podría también
salvarnos a nosotros si creemos en él".Apreciemos,
observa Pieper, el verbo que usa Platón: "sozein", que equivale a
sano y salvo, a dar salud, a conservar en vida, a preservar y llevar a buen término.
"Sozein" es una palabra que en el texto griego del Nuevo Testamento
significa "redimir". Así pues, Platón nos deja ver en La República
que para él existe un mensaje con una capacidad curativa intrínseca. Pero esa
fuerza curativa no actúa como una especie de automatismo mágico, sino que sólo
se comunica al que cree. Justamente este es el otro verbo peligroso: "Peithesthai",
que indica la certeza de la fe: la aceptación total de la validez de algo que
no se puede demostrar mediante la experiencia. Lo decisivo en el acto de fe
--dice Pieper-- no es lo que se cree, sino la persona cuyo testimonio aceptamos
como válido y no podemos demostrar con nuestros propios niedios.
Así
pues: ¿quién es el autor de una narración mítica?, ¿quién es esa instancia
última a la que en definitiva se da crédito? Esta es la última pregunta que
se formula Pieper en este libro y a la que trata de dar respuesta en el capítulo
VI. K. Reinhardt ha pensado que el origen de los mitos es el alma.
A
Pieper esto le parece demasiado vago. Según él mismo Platón responde a la
pregunta: "Son los antiguos" los primeros receptores y transmisores de
una noticia que procede de una fuente divina. Ahora bien, éstos
"antiguos" permanecen en el anonimato. Los "antiguos" no son
los creadores de los mitos; simplemente transmiten el mensaje que han recibido.
Este mensaje es un "don de los dioses a los hombres".
Con
esto alcanzamos el límite de lo que Platón puede decirnos. Quien intente
llevar la respuesta sobre el autor del mito más allá de ese punto ha de tener
bien claro que no podrá alcanzar una respuesta de la obra de Platón. Lo que sí
puede hacer es discutir el problema de la verdad del mito de una manera más
radical. Dicho más claramente: plantear realmente el problema. Esto es:
preguntarnos qué pensamos nosotros al respecto, si estamos o no convencidos de
que existe aquello de que hablan los mitos.
Una de las cosas más sorprendentes que podamos encontrar en la historia del pensamiento humano es la coincidencia entre el pensamiento cristiano y el de Platón, sobre todo en lo que atañe a la existencia auténtica de lo que hablan los grandes mitos. Pieper nos deja ver lo que para él es el fundamento de esta sorprendente relación el concepto de "revelación primitiva". Este concepto ya está bastante aclimatado dentro de la teología cristiana. Según dicho concepto, al comienzo de la historia humana hubo una comunicación directa entre los hombres y los dioses y lo que en ella se transmitió ha pasado a formar parte de la tradición sagrada de todos los pueblos, es decir, de sus mitos; y en ellos se ha conservado y está presente de una manera segura, aunque desfigurada, exagerada, y con frecuencia casi irreconocible. Esa verdad indestructible procede del mismo Logos. Sólo la luz de ese Logos hace posible algo que superaba necesariamente las fuerzas del pensamiento precristiano: la separación entre lo verdadero y lo falso, y el discernimiento del "mito verdadero" de todo lo demás.
En dos puntos decisivos no hemos avanzado más allá de donde llegaron Sócrates, Platón y cualquier otro pensador:
1. Nosotros también participamos "de oído", "ex akoes", del conocimiento de la verdad que procede de fuente divina, no por propia experiencia ni reflexión, no por la propia verificación y cercioramiento de los hechos, sino única y exclusivamente a través de la fe, que salva si creemos en ella.
2. Ni al más inteligente de los hombres, ni al más agudo, penetrante y evolucionado de los espíritus le ha sido concedido expresar en una tesis de conceptos universales y racionales esa verdad intocable que expresan los grandes mitos. Siempre se ha tenido que recurrir a una historia, a un relato de sucesos que proceden de la libertad de Dios y del hombre, y frente a los cuales nos faltan palabras.
Los mitos platónicos hacen nacer en nosotros la paradójica unión entre esa renovada inseguridad que pertenece a la esencia del mito y su capacidad curativa intrínseca, que sólo se da cuando se cree en él. Estamos pues en el claroscuro de la fe, que no es carecer de dudas, sino más bien tener la fuerza de sobrellevarlas.
DULCE MARIA GRANJA C