Nietzsche

(El presente texto es la transcripción de una conferencia dictada por don Julián Marías, que, como se sabe, no utiliza para ello un texto escrito - en la edición se mantiene el estilo oral. Conferencia del curso “Los estilos de la Filosofía”, Madrid, 1999/2000 - edición: Jean Lauand

Cortesía de  http://www.hottopos.com/ para la
BIBLIOTECA BÁSICA DEL CRISTIANO

 

Julián Marías

 

Buenas tardes, hoy nos corresponde hablar de Nietzsche, figura compleja, interesante, con una cierta anormalidad -hemos visto una cierta anormalidad, diríamos, genial, en los últimos años de Comte; también ha habido una cierta anomalía, no muy grande, en Kierkgaard-; en Nietzsche la anomalía fue mucho más grave.

Friedrich Nietzsche había nacido el año 1844. Tuvo una rápida carrera de filólogo, fue profesor de filología clásica en Basilea. Dejó después la cátedra y se dedicó a escribir, tiene una obra filosófica y literaria muy importante. El año 1889 pierde la razón y vivió en estado de locura -de grave locura- once años: murió el 1900.

Como ven ustedes, es una vida en muchos sentidos anormal, es una figura particularmente atractiva, que tuvo un éxito muy grande, especialmente un éxito literario: era un gran escritor. Tenía un sentido profundamente arraigado del arte y de la literatura. Es una figura que ejerció una fascinación sobre muchas gentes, en diversos países, muy particularmente en Alemania, no solamente porque era su lengua, sino porque era un gran escritor en lengua alemana.

Las traducciones de Nietzsche fueron muchas, no siempre buenas, no siempre seguras; frecuentemente se subrayó el aspecto más extremado que tenía la obra de Nietzsche y tuvo por ejemplo una manifiesta afición a la desmesura. Ustedes conocen la famosa doctrina de Nietzsche de los dos conceptos, de las dos tendencias: lo apolíneo y lo dionisiaco. Él habló largamente de esto -evidentemente procede de su cultura clásica, de su estudio de la lengua griega y de la literatura griega- y su obra, en conjunto, oscila entre lo que él llamaba apolíneo -es decir, la mesura el equilibrio, la serenidad- y lo dionisiaco, lo exaltado, violento, apasionado.

Esta influencia -literaria en gran medida- está además ligada a dos grandes devociones que tiene Nietzsche. Una de ellas es Schopenhauer, un gran escritor -yo creo que más gran escritor que filósofo. Él tiene también un talento literario muy particular -recuerden ustedes su oposición (en cierto modo por los celos... del éxito enorme que tuvo en la Universidad de Berlin) a Hegel. Pero, en definitiva, él tuvo un influjo difuso, no tanto por su doctrina como por su talento de escritor. Nietzsche cultivó también -como Schopenhauer- un género interesante y un poco dudoso también: el aforismo. Los dos fueron dos grandes autores de aforismos. Aforismos para la vida, decía Schopenhauer; los aforismos de Así hablaba Zaratustra, de Nietzsche.

Él había escrito un libro inicial, un libro ligado a sus estudios helénicos en su cátedra de Basilea, El nacimiento de la tragedia, Die Geburt der Tragödie. Ese libro fue muy combatido por los filólogos profesionales. Por ejemplo, el más famoso filólogo y de mayor prestigio académico en su época, Wilamowitz Moellendorf, hizo una crítica muy dura de El nacimiento de la tragedia, que le parecía un libro caprichoso, inexacto etc.

Pero los libros -libros apasionados, seductores- de Nietzsche fueron leídos enormemente; fueron leídos no siempre filosóficamente, fueron leídos como documentos biográficos, como formas de exaltación, como recreación literaria.

El aforismo es un género particularmente atractivo: son escritos breves, a veces son frases fulgurantes, brillantes, con aciertos de expresión; sin embargo yo creo que la filosofía no acepta el aforismo, la filosofía tiene una resistencia; porque el aforismo consiste como en una flor cortada, arrancada; es decir, está eliminada la justificación -el aforismo no se justifica: el aforismo se formula, hace su efecto, frecuentemente es refulgente, excitante...- pero la filosofía es esencialmente justificación.

La filosofía justifica lo que dice. Recuerden ustedes la definición que yo forjé hace muchos años: "la visión responsable". Yo siempre creo que la filosofía es fundamentalmente visual, hay filósofos visuales y otros que no lo son -recuerden ustedes como hablábamos de que uno de los filósofos menos visuales es Santo Tomás.

Ha habido grandes aforistas (no en el sentido literal porque son fragmentos de un libro que no llegó a escribir) como Pascal; es aforista en gran parte su obra Kierkgaard; lo fue -en la primera parte de su obra- bastante también Unamuno - todos ellos tienen una cierta semejanza.

Schopenhauer de una parte y, por otra parte, la música de Wagner. Wagner es una figura también muy importante en la vida y en el pensamiento de Nietzsche (entre paréntesis: a él le gustó mucho y lo comenta en una carta a Peter Gast, su amigo, que le gustó enormemente "La Gran Vía", la zarzuela española. Cada vez me parece más valiosa la zarzuela española de los últimos decenios del siglo XIX y la música es particularmente interesante y atractiva aunque no ha sido demasiado estimada por los profesionales, por los autores que han escrito sobre música).

Las obras de Nietzsche son en gran parte aforísticas, por ejemplo: Más allá del bien y del mal, Así hablaba Zaratustra, La genealogía de la Moral y una que es particularmente importante, que tuvo muy gran influjo, que se titula: Die Wille zum Macht, La voluntad de poder. Este título no es de Nietzsche; este título lo dieron en gran parte su hermana y los continuadores; las ediciones más recientes suelen tener por título Nachlasse, El legado. El título La voluntad de poder fue un título lanzado ya en época muy posterior a la muerte de Nietzsche, especialmente cuando empezaba a dominar la ideología que había de ser luego el nacionalsocialismo. El título es en cierto modo tendencioso, es un título de la exaltación del poder, de la voluntad del poder, de la capacidad de afirmarse, del hombre que se afirma como poderoso, como enérgico y todo eso forma como una exaltación de lo militar, de lo guerrero, que tuvo gran prestigio entonces. Pero el título, insisto, no es de Nietzsche y probablemente caben interpretaciones distintas de esa obra, bastante distintas de la habitual.

Nietzsche trata de defender la actitud de los poderosos, de los hombres fuertes; es muy profundamente hegeliano; él está en contra de la compasión, de la piedad con los menesterosos; todo eso cree que es contrario a la exaltación de la vida, que es contrario a los valores vitales. Es curioso que esa exaltación de lo fuerte, de lo enérgico, de lo poderoso, de lo triunfador en Nietzsche será a lo largo de una vida en que la realidad de Nietzsche es bastante lo contrario de lo que supone la exaltación de lo poderoso, enérgico y dominante.

La idea de la compasión, la idea de la tolerancia, la idea de la piedad, todo eso le parece bastante desagradable y condenable. Lo que ocurre es lo siguiente: la época en que vive Nietzsche, 1844-1889 (es la época de cordura, después entra ya en la locura y deja de escribir y deja de existir como pensador), en este momento domina una religiosidad oficial, muy institucional - no olviden ustedes la actitud de Kierkgaard, hay bastantes semejanzas...

Ya en el año 33 o 34, desde el momento en que acaba de triunfar el nacionalsocialismo comienza una especie de culto a esas formas de exaltación de vida enérgica, poderosa: no olviden ustedes una expresión muy famosa de Nietzsche "la moral de los señores y la moral de los esclavos", hay la Herrenmoral y la Sklavenmoral, la moral de los hombres pasivos, inferiores, débiles, a los cuales, en definitiva, desprecia.

De Nietzsche es también la frase, diríamos, escandalosa: Gott is tot, Dios ha muerto. Yo recuerdo que -hace poco tiempo cuando se volvió a poner de moda esta frase- en una pared de Nueva York alguien pintó una especie de grafito, que decía: Gott ist tot - Nietzsche Y alguien añadió: Nietzsche ist tot - Gott.

Esta idea de moral del hombre enérgico, de cierto modo implacable, se contrapone precisamente a la moral de la resignación, de la pasividad, de la compasión, esto le parece a Nietzsche una cierta negación de la vida.

No olviden ustedes que en Nietzsche hay un cambio de actitud, una especie de inversión, del pensamiento de su admirado Schopenhauer. La obra de Schopenhauer es una obra fundamentalmente pesimista. En definitiva -además de unas raízes de hedonismo- es la abolición de la voluntad de vivir, es la manera de evitar el sufrimiento... Toda esa actitud de Schopenhauer es invertida en cierto modo por Nietzsche. Nietzsche afirma lo que él llama los valores vitales. Los valores de exaltación de la vida, una actitud triunfalista, una actitud de dominio y de plenitud. Pero -al mismo tiempo- esto tampoco es enteramente así. Porque hay un concepto capital en el pensamiento de Nietzsche que es lo que él llama Umwertung alle Werte la transmutación o transvaloración de todos los valores. Hay por tanto una voluntad de renovar las estimaciones dominantes y vigentes, y es lo que llama transmutación o -más literalmente- transvaloración de todos los valores. Como ven ustedes hay una voluntad de renovación, de transformación, de cambio de sentido en la marcha de las ideas y en la visión general de la vida.

Hay, por otra parte una crítica del cristianismo, desde el punto de vista de lo que él llama "el resentimiento". El resentimiento es un concepto muy importante en Nietzsche y él cree que el cristianismo es una actitud resentida: es la actitud del hombre que es débil y acaba por aceptar la sumisión, la debilidad o la piedad; que aspira a una especie de aceptación de los fuertes. Y esto hace que él vea el cristianismo como una forma de resentimiento.

Esto lo repensó -mucho más tarde, treinta años después de la muerte de Nietzsche- Max Scheler. Max Scheler escribió un libro enormemente interesante, El resentimiento y la Moral, y justamente él niega que el cristianismo sea una forma de resentimiento. Esto le parece inaceptable, porque él tiene una idea de resentimiento distinta de la que tiene Nietzsche, y creo que más justa, más adecuada. Para Max Scheller, el resentimiento es la negación de los valores, por la inversión de los valores. Recuerden ustedes, el otro día aludíamos a la doctrina del valor (la Werttheorie) que está sobre todo realizada por Max Scheler y por Nicolai Hartmann. Y los dos pensadores tratan de hacer una moral en cierto modo contrapuesta a la kantiana, aunque conserve el rasgo que le parece capital a Kant, que es la autonomía: una moral que emane del sujeto, que proceda del propio sujeto, que no sea heterónoma, que no sea una norma dictada por alguien que no sea el sujeto mismo.

Esta actitud de autonomía la pretende conservar Max Scheler, pero aceptando al mismo tiempo -lo que en Kant no era posible- una moral con contenido, una moral que diga qué es lo que se debe hacer.

Recuerden ustedes como en Kant la moral es formal: él busca un imperativo categórico, que mande sin restricción, incondicionalmente. Siempre que hay un contenido, hay una condición, que alguien puede no querer cumplir; si se dice, por ejemplo:"no comas tales cosas porque te va a sentar mal", alguien puede contestar: "Es que no me importa que me siente mal...".

El precio que tiene que pagar Kant por esa autonomía de la voluntad es su carácter meramente formal, porque no va a integrar contenidos concretos, sino cómo, por qué motivo -por qué máxima, dirá Kant- si hace lo que se hace. Por eso el famoso libro de Max Scheler es una Ética Material de los Valores, él busca la ética material, la ética que tiene contenido y que consiste el contenido en la realización de los valores.

Pues bien lo contrario de la moral, la forma suprema de actitud no moral o antimoral, es precisamente el resentimiento, que consiste en la negación de los valores. En la negación de los valores o en su inversión. Supongan ustedes que alguien no realiza valores o se opone a ellos: esto no sería propiamente resentimiento. Lo que es resentimiento es negar que aquello sea valor. La bondad o la belleza o la elegancia o la santidad o cualquier valor es un valor. El resentido es el que dice: "No, no, es que no es un valor, no es deseable, no es valioso". Esto, o bien la inversión: el poner el valor inferior por encima del superior; o invertir la dirección: el antivalor tomarlo como positivo. Esto es lo que entiende por resentimiento Scheler, de un modo mucho más agudo y certero que la idea de Nietzsche.

De modo que como ven ustedes, entre Nietzsche y Scheler se produce un cambio de orientación, de definición de lo que son valores y, por consiguiente, del resentimiento. Negación del valor o inversión de los valores o alteración de la jerarquía objetiva de los valores esto es resentimiento. El que dice: "Esto no es un valor, ¡qué tontería! la belleza, la santidad, la bondad... esto no tiene valor", esto es justamente lo que Max Scheler va a entender por resentimiento.

Como ven ustedes en el fondo de la actitud de Nietzsche late un equívoco: porque él ve el cristianismo desde las formas sociales vigentes en la segunda mitad el siglo XIX. Formas que están ligadas a una serie de concepciones que no son propiamente morales -ni, por supuesto, religiosas- sino más bien sociales o políticas. Consideren por ejemplo la democracia. La democracia es una tendencia igualitaria, que no afirma al gran hombre poderoso, enérgico, afirmativo, creador, sino que supone una igualdad y supone que hay una especie de normas en las cuales todos tienen derecho, es aceptable cualquier forma de vida, por ejemplo lo que él llamará la moral de los esclavos.

El elemento de donación, el elemento de generosidad, el elemento de riqueza espiritual que tiene en el cristianismo -en él cual el hombre se da a los demás-, el concepto capital en el cristianismo de amor efusivo, esto en definitiva no lo ve Nietzsche. Nietzsche más bien ve el conformismo, la sumisión de los débiles, frente a la exaltación de poder, a la voluntad de poder. A esta actitud, que se nutre en cierto modo también de la contraposición -también del gusto de Schopenhauer- entre los dos principios persas -el bien y el mal- en definitiva, el maniqueísmo: el personaje Zaratustra de Nietzsche.

Como ven ustedes, es una figura inquietante, que empieza pronto a mostrar signos de anormalidad, que termina en locura pura e simple -y desaparece como escritor- con una dosis de megalomanía -hay un libro suyo que se llama El Anticristo y en las fases finales de su vida él firmaba: el Anticristo, lo cual ya significaba que estaba en un terreno de anormalidad psíquica. Y esto ha sido -en gran medida- una de las razones del éxito de Nietzsche: es evidente que hay una especie de fascinación que produce Nietzsche de un pensamiento en gran parte aforístico que no suele tener justificación racional, que es brillante, fulgurante, pero que no tiene ese carácter visual (que a mí me parece tan necesario), que no tiene ese elemento de justificación, de prueba -en el sentido amplio de la palabra, no tiene que ser forzosamente demostración- todo esto en definitiva falta en el pensamiento de Nietzsche.

Sobre todo después de su muerte, el atractivo de Nietzsche ha sido muy fuerte y un poco ambíguo: en definitiva, ha sido muy difícil extraer un pensamiento filosóficamente justificado, coherente de la obra de Nietzsche. Está llena de afirmaciones valiosas, hay en él esa idea de los valores vitales, la idea del valor que tiene la vida como tal -ciertas dimensiones por ejemplo como el placer, que le parece que tiene un profundo valor- y que eso todo reclama eternidad... Todo esto ha ejercido un influjo muy fuerte, muy amplio, no propiamente filosófico, por supuesto no enteramente racional, pero que ha sido, diríamos, un gran estimulante.

La obra de Nietzsche ha pasado a una fase bastante distinta; ahora ha sido objeto de estudio, en gran parte de estudio filológico. Es curioso que el destino de Nietzsche en alguna medida se ha invertido: del estímulo de la exaltación a lo escandaloso, a lo violento, a lo apasionado, se ha pasado más bien a una visión analítica de Nietzsche, a una filiación de sus aforismos, a una busca del sentido que tiene precisamente ese pensamiento erudito, porque está lleno de visiones valiosas del pensamiento griego.

Heidegger escribió una muy extensa obra sobre Nietzsche y él evidentemente tenía un interés puramente filosófico: y es que hay ciertas intuiciones en Nietzsche, que le parecen muy valiosas y que tienen conexión con lo que había de ser la filosofía de la existencia (y que no es el existencialismo, por supuesto: son cosas bastante distintas). Hay, quizá la última consideración propiamente filosófica, propiamente intelectual de Nietzsche, es la que hace Heidegger en -y es curioso- una obra muy extensa, le dedicó una atención que en cierto modo sorprende, porque la obra de Heidegger no se parece gran cosa a la obra de Nietzsche, pero Heidegger lo lleva dentro y siente un interés permanente por él, vuelve sobre él, aunque hay, evidentemente, diferencias muy grandes.

Es interesante cuando se considera un gran filósofo -como es el caso de Heidegger- ver en definitiva ¿qué pasa con sus raízes? ¿de dónde vienen? Es evidente que vienen de Kierkgaard, vienen de los idealistas alemanes, vienen -mucho más de lo que parece- de Dilthey...

Es curioso como una cosa son las raízes y otra cosa es la planta que de ellas brota. Y -es un problema capital de la historia del pensamiento- ¿qué pasa con las raízes? A veces hay una inversión profunda. A veces hay un autor que sirve de estímulo y que lleva a lo contrario, otras veces el influjo permanece soterrado, por debajo de una superficie que va en otro sentido...

En ese sentido, otro caso es, evidentemente, Husserl. Estoy hablando de filósofos de los cuales vamos a hablar en los días sucesivos. Es evidente que Heidegger es el discípulo capital de Husserl. Y -como veremos- hay un momento en que Husserl romperá con sus mejores discípulos -con Max Scheler, con Heidegger y con otros...- se va a contraponer a ellos, va a renegar de ellos en alguna medida. Y lo más curioso del caso es que Husserl, en manos de los fenomenólogos actuales, va a experimentar un cambio de orientación y se va a presentar -en estos últimos decenio- a Husserl como lo contrario de lo que él decía ser, como aquello en nombre de lo cual renegó de sus discípulos...

Y es curioso como ahora hay una tendencia, muy especialmente en Francia, que es atribuir a Husserl aquello contra el cual él combatió durante la máxima parte de su vida: precisamente la eliminación de la reducción fenomenológica, que era para él punto decisivo y capital...

Vean ustedes como se entrelazan las diferentes raíces de que les hablaba, que a veces presenta cambios que pueden ser casi una inversión de su sentido originario. Y es curioso como en los filósofos que estamos considerando hay cambios de actitud profunda.

En los próximos días pasaremos justamente al estudio de Dilthey y Husserl.