El jesuita canadiense
Bernard Lonergan (1904-1984) publicó en 1957 su gran obra «Insight.
Estudio sobre la comprensión humana». A lo largo de sus casi mil
páginas, se propone un camino epistemológico riguroso para comprender el
comprender, y en concreto aquel momento milagroso en el que algo se nos
revela y se hace claro.
Tomando como punto de partida los planteamientos de
esta genial obra, Lonergan elabora años después un «método» para «llegar
a comprender» en el campo de la teología. Para ello procede de una
manera interdisciplinar, pues la teología no es una ciencia aislada en
sí misma, sino conectada con el resto de los saberes humanos y, en
especial, con las ciencias sociales.
Para este intelectual enciclopédico, «el método no es
un conjunto de reglas que cualquiera, incluso un tonto, ha de seguir
meticulosamente. Al contrario; se trata más bien de un marco destinado a
fortalecer la creatividad y la colaboración. El método describe los
diversos grupos de operaciones que los teólogos han de realizar en el
cumplimiento de sus diversas tareas [.]. En una teología contemporánea
así concebida, consideramos ocho tareas diferentes: la investigación, la
interpretación, la historia, la dialéctica, la explicación de los
fundamentos, el establecimiento de las doctrinas, la sistematización, la
comunicación» (Introducción). En definitiva, el «método teológico»
propuesto busca que quien se acerque a la teología descubra la propia
estructura dinámica que le ayude a acoger los conocimientos recibidos y
le sirva para verificar su validez, pero siempre dentro de un verdadero
marco creativo. |
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Teología y Vida Espiritual
Presentación de la entrevista realizada por Pierre Robert
El
creciente interés en la espiritualidad no deja de tener consecuencias en
teología. ¿Cómo puede la teología reflexionar en la vida espiritual, y cuál es
la relación entre las dos? Éstas son las preguntas que le hice a Bernard
Lonergan en mayo de 1982, un año y medio antes de su muerte el 26 de noviembre
de 1984.
Las
circunstancias de la entrevista fueron las siguientes: Lonergan estaba en
Montreal para el lanzamiento de la traducción francesa de algunos de sus
artículos teológicos.[1] Los
dirigentes del Thomas More Institute, sabiendo que yo estaba realizando una
investigación doctoral sobre la relación entre la teología y la espiritualidad
en la obra de Lonergan, me facilitaron este encuentro.[2]
La entrevista tuvo lugar al día siguiente del lanzamiento del libro. Nos
encontramos en la residencia jesuita del Campus Loyola de la Universidad
Concordia en Montreal, el 19 mayo. 1982.
Unas anotaciones respecto al texto:
La
entrevista se llevó a cabo parte en francés, parte en inglés. El francés de
Lonergan era impecable, y estaba muy dispuesto a hablar en este idioma; sin
embargo, yo estaba inquieto por el pensamiento de que un pensador de su talla
tuviera que expresarse en francés por condescendencia, así que de vez en cuando
yo hacía que la conversación regresara al inglés con una pregunta u observación
en ese idioma. [3]
Cuando
se tuvo esta conversación no se pretendía que fuera publicada, así que no se
grabó en cinta. Con el consentimiento de Lonergan, yo tomé {3}
notas durante la entrevista y, apenas nos separamos, completé mis notas mientras
la conversación estaba todavía fresca en mi mente. Durante el fin de semana le
di los toques finales al texto. Así que puedo garantizar la exactitud
substancial de este relato de la conversación.
Las
palabras entre paréntesis son parte de la conversación. Entre corchetes se
incluyen algunas explicaciones necesarias debido a la naturaleza elíptica de una
conversación. Más aún, Lonergan estaba hablando con alguien que estaba algo
familiarizado con su obra, así que hubo cosas que no tuvieron que explicitarse;
esto es, la entrevista descansaba en ciertos presupuestos. Se han añadido notas
para explicar algunos de estos.
El Contenido
En
cuanto al contenido, uno se encontrará con las bien conocidas perspectivas de
Lonergan, como los cinco niveles de la conciencia del sujeto: experiencia,
intelección, juicio, decisión, y la experiencia religiosa. En la entrevista,
este último nivel se identifica claramente como aquel de la Historia de un
Alma (Teresa de Lisieux), o de la Subida al Monte Carmelo (Juan de la
Cruz), esto es, del itinerario espiritual. Este nivel fundamental apuntala los
demás.[4]
Lonergan dice que si bien ha de distinguirse entre la teología y la vida
espiritual, no debería plantearse como una disyunción, ya que se necesita una
relación entre las dos.
En la segunda parte, Lonergan utiliza sus propias
categorías para reflexionar sobre la contemplación y el lugar de la dimensión
espiritual en el sujeto humano. Sin embargo, el lector puede decidir por sí
mismo.
Un testimonio
{4} Finalmente, permítaseme dar testimonio de cómo era ese hombre
al final de su vida. No es necesario decir que uno no podía menos que quedar
impresionado por su notable inteligencia. No obstante, había en él una profunda
bondad paternal que lo hacía muy agradable. Él estaba muy abierto y atento.
Siempre estaba dispuesto a encontrarse con quienes quisieran verlo con tal que
no lo vieran sólo como una celebridad.
Este
testimonio se ve apoyado por el relato hecho por Fred Lawrence.[5]
Es el relato de una enfermera que trabajaba en el turno de noche en el hospital
donde Lonergan estaba internado. Lonergan, olvidándose de sí mismo aun entonces,
la escuchó y la aconsejó con tal atención que ella sólo pudo llorar al salir del
cuarto.
Nadie
se sorprenderá si señalo que Lonergan carecía de afectación en su
comportamiento. En un encuentro con el pequeño grupo de traductores de Les
voies d'une théologie méthodique, no podía acordarse del nombre de un
teólogo, y dijo: "Ese francés, el individuo con una pierna mala." Nos tomó
tiempo reconocer en él a nadie menos que al padre Yves Congar, O. P.
Con
humor y desapego Lonergan consideraba las condiciones que su éxito le había
impuesto. Así, para simplificar su derecho de autor, se le aconsejó que se
convirtiera en una corporación legal. Esto lo divertía de suerte que él les
decía a quienes quisieran oírlo: "Ahora soy una compañía."
{5} Al principio yo no pretendía que se publicara este texto. El
propósito de la entrevista fue permitirme hacerle a Lonergan unas preguntas e
identificar el esbozo de un proyecto de investigación en camino. Sin embargo, la
muerte de Lonergan, el interés inherente a las cuestiones discutidas, y el hecho
de que Lonergan no se expresara mucho sobre estos temas colocó la situación bajo
una nueva luz. Yo pensé que sería útil poner al alcance del público el contenido
de ese encuentro.[6]
Teología y Vida Espiritual
{6} Pierre Robert: El problema que abordamos es la
relación entre la teología y la vida espiritual. En concreto, se da el hecho de
que uno puede estudiar teología durante cinco años sin oír nunca hablar de la
vida espiritual. Y para hacer tal teología, lo que se necesita es una teología
crítica de esa vida ... Pero para plantear la pregunta en toda su radicalidad y
sencillez: ¿Cómo puede uno ser a la vez un santo y un teólogo (o un
intelectual)?
Bernard Lonergan: Es difícil. En primer lugar, esa vida es la obra de Dios.
Ésa es la vida de oración llevada hasta el límite, hasta el punto del heroísmo
... porque la santidad es heroísmo. Ésa es una vida más plena que la vida
intelectual.
La vida
intelectual consiste primero, en entender; segundo, en un buen juicio; después,
en la responsabilidad personal hacia la gente de este mundo y hacia Dios.[7]
La
integración toma tiempo. Uno puede hacerse demasiado intelectual y menospreciar
la vida de oración. Sin embargo, durante el período de formación uno debe
dedicar seriamente el tiempo al estudio; de lo contrario, sólo será un
pasatiempo que no logre ninguna profundidad.
Hay
algo así como una fidelidad a la vida de oración. Uno puede atravesar doce años
de desolación. Ésa es La Historia de un Alma. Ése es el nivel fundamental
de la vida, aunque se necesita algo más para vivir la vida de un ser humano.[8]
{7} P. R.: Así que, una vez que esta dimensión
religiosa se ha colocado en su lugar central, la vida intelectual puede
reintegrarse. Es cuestión de reorganizar la propia vida interior en torno a esta
preocupación radical por el amor a Dios, por la búsqueda de Dios, que es la
"gran conversión."
B.
Lonergan: Sí ... Uno tiene que vivir su propia vida.[9]
Dos
reglas para adelantar en la vida espiritual: En tiempo de desolación no hacer
mudanza. En tiempo de consolación, seguir al Espíritu.[10]
Uno debe aprender a discernir correctamente las mociones del Espíritu, a
distinguir entre el Espíritu y las otras muchas atracciones.
P.
R.: Pero, ¿por qué hay tal separación entre la vida espiritual y la
teología? ¿Por qué no hay casi nada acerca de la vida espiritual en la enseñanza
de la teología?
B.
Lonergan: Santo Tomás citó a Aristóteles más que a los Padres. Los
franciscanos se oponían a ello, como se oponía el arzobispo de Canterbury.
Ésa es
la historia de la quaestio. Abelardo hizo su Sic et Non. Él
explicó que una cuestión surge cuando tenemos argumentos a favor y argumentos en
contra. Pero ¿en qué nos basamos para resolver la cuestión? Así, la gente se
refirió a la metafísica de Aristóteles para organizar al Sic et Non. Se
le llamaba metafísica en ese tiempo; es {8} lo que los
alemanes llaman Begrifflichkeit, es decir, una serie de conceptos
interrelacionados que organizan el material respectivo. (Los alemanes son los
inventores de las Geisteswissenschaften en el siglo XIX, de donde provino
la renovación de los estudios exegéticos e históricos).
Una
metafísica ... Pero uno debe partir de lo que Bergson llamó les donées
immédiates de la conscience, y de ahí pasar a la metafísica. De lo contrario
uno se arriesga a tener unos presupuestos. Uno debe pasar del análisis del
conocer a la epistemología, y de ésta a la metafísica.[11]
Un buen
ejemplo del método medieval de la quaestio es el De veritate, (q.
24, a. 12). La pregunta es si es posible que caigan quienes están adelantados
espiritualmente. ¿Cómo puede uno ser libre y, con todo, excluir los pecados
futuros? Santo Tomás cambia su posición respecto a la de las Sentencias.
Él considera la dinámica del progreso. Cuando el amor sobrenatural está bien
establecido, es posible no pecar más, porque uno se ve arrastrado. Antes, uno
necesitaba reflexionar para no pecar; y puesto que uno no puede reflexionar
siempre, uno se rinde. No obstante, con el progreso espiritual se enraiza el
amor sobrenatural, y esto se hace espontáneamente; el recurrir a la reflexión ya
no es necesario.
Respecto a la teoría del conocimiento ... El punto es identificar que lo real no
es lo material, que el criterio de lo real no se alcanza al dar con los nudillos
en la mesa diciendo: "¡Lo concreto!" René Arnou, con quien hice un seminario
hace mucho tiempo, entendió esto: el alma es más real que la materia, el ángel
es más real que el alma, y Dios es más real que el ángel. René Arnou escribió
acerca del deseo por Dios en Plotino, e hizo el artículo sobre el platonismo de
los Padres para el DTC.
{9} P. R.: Acerca de la necesidad de una metafísica
para organizar el material, usted ha hablado del pasar desde la metafísica hasta
el análisis de la intencionalidad. Esto vale para los primeros cuatro niveles de
conciencia, que pertenecen a la estructura del ser humano, pero ¿esto es posible
con el quinto, el nivel religioso, que se halla en el orden de la gracia?
B.
Lonergan: Se puede reflexionar en el quinto nivel. Uno recorre las
Escrituras: así, Rom 5,5;[12]
también, "El amor de Cristo nos apremia" [2 Co 5,14] ... Hay muchos textos.
Desde ahí, uno puede ver.
La
teología se convirtió en pura logística: la disputatio. Así, apareció una
disyunción. Y los escritores espirituales se opusieron a esa teología: "Prefiero
experimentar la compunción que saber definirla."
P.
R.: Pero, experimentarla es lo que nos capacita a hablar de ella ...
B.
Lonergan: Bueno, ésa es la solución.
Esta
disyunción se presentó en el siglo XIV: la devotio moderna. Así que
lograr un acercamiento tomará tiempo. Debe haber una distinción, y no una
disyunción; se necesita una relación.
P.
R.: ¿Es deseable este acercamiento?
{10} B. Lonergan: Uno debe vivir. Uno debe integrar su
propia vida. Pero esto toma tiempo. Así, en el caso de un niño recién nacido,
todo se encuentra ahí. Piensa en Piaget, quien estudió los primeros veinticuatro
meses de las vidas de sus hijos. Todo se encuentra ahí, pero el crecimiento toma
mucho tiempo. Los animales se hacen adultos en unos cuántos meses, mientras que
a los humanos les toma dieciocho, veinte años... Y un humano puede ser muchas
cosas: pianista, maestro, etc. Esto es la libertad: el hombre no está
determinado ad unum.
La teología y la vida espiritual no son la misma
cosa. Ellas no pueden hacerse al mismo tiempo. Y uno no puede hacer todo. Sin
embargo, el punto es integrar la propia vida, y eso toma tiempo.
*****
P.
R.: ¿Cómo puede pensarse el seguimiento de Cristo, la configuración con
Cristo según estos lineamientos? ¿Cómo puede pensarse la imitación de Jesús, en
sus aspectos más 'intelectuales’: Jesús, como inteligencia, como dueño de la
sabiduría?
B.
Lonergan: ¡Oh! Cristo era muy inteligente. ¡Piensa en las parábolas! Sin
embargo, yo preferiría [hablar de] sabiduría más que de inteligencia. Él era un
maestro, pero tenía una buena ayuda en el interior de los oyentes: al Espíritu
santo. Para un maestro sería una gran ayuda que el Espíritu santo estuviera
abriendo el corazón de sus estudiantes, llevándolos hacia el entender.
P.
R.: ¿Y el Cristo crucificado y desfigurado?
{11} B. Lonergan: En inglés hay una escritora, Rosemary
Haughton, quien, sin una profunda formación teológica, ha escrito The
Passionate God. Ella dice que para vivir la Pasión, para soportar esa
ordalía, se requiere un gran apasionamiento.
*****
P.
R.: ¿Podemos hablar de un patrón místico?
B.
Lonergan: Es el cuarto [la diferenciación de la trascendencia]. Ver La
Nube del No Conocer.[13]
P.
R.: ¿Me pudiera señalar otros elementos espirituales en su obra?
B.
Lonergan: Está la finalidad vertical, Dios, y la finalidad horizontal.
La
sensibilidad se orienta hacia la intelección, y se ve enriquecida
considerablemente por ésta; la intelección se orienta hacia el juicio, y llega a
ser mayor; el juicio se orienta hacia la responsabilidad y la espiritualidad que
lo transforma; la plenitud de todo se da en la visión de Dios.
P.
R.: Y en esta tierra, ¿la contemplación mística?
{12} B. Lonergan: Ella es La Nube del No Conocer, La
priére de simple regard. [La oración de simple contemplación, la oración de
sencillez]. [14] La ausencia de
todo lo demás. No la presencia de Dios, que sería la visión gozosa, sino la
ausencia de todo lo demás. Y así, la ausencia del pensamiento discursivo. Un
estado de oración sostenido, por ejemplo, por el nombre de Jesús, la oración de
Jesús. Ésta es la idea de la Prayer wheel china.
La intuición de Dios, ésa es la visión beatífica.
P.
R.: Pero ¿se dan intuiciones recibidas?
B.
Lonergan: Se da una transformación, más que intuiciones. Eso es la Subida
al Monte Carmelo. Hay ideas, pero principalmente se da en la afectividad. La
afectividad asciende. Todo es portado por los sentimientos. Hay intelección y
juicio, transformados, pero principalmente sentimientos.
P.
R.: ¿Sentimientos espirituales, diferentes de los otros?
B.
Lonergan: Los mismos, pero transformados.
Eso es
lo que acarrea consigo a la scientia sapida, el conocimiento amoroso.
Hay
juicios de valor (donde los valores no son nociones sino aquello que atrae).
El
conocimiento se convierte en sabroso cuando los sentimientos entran en juego.[15]
{13} P. R.: Siguiendo estas mismas líneas, según santo
Tomás, está el amor sobrenatural, pero también están los dones del Espíritu
santo; estos son los que llegan a ser operantes en la vida mística. ¿Esta idea
de los dones está integrada en la obra de usted?
B.
Lonergan: Yo más bien hablaría del Don. Un acto de amor que es dado. De ese
amor proceden los juicios de valor (la bondad de Dios ...)
De
estos juicios procede otro amor sobrenatural, una acción correspondiente a estos
juicios de valor, que es responsable. Exactamente así como el Espíritu procede
en la Trinidad.
Esta
idea está sugerida al final de "Cristología de Hoy: Reflexiones Metodológicas,"[16]
donde la cuestión era concebir un sujeto con dos subjetividades.
También, la fe es la mirada, los ojos, del amor sobrenatural. La esperanza es la
confianza en aquel a quien amamos. Los dones son otros efectos de ese
amor-fe-confianza.
Los
escolásticos tuvieron una tendencia a subdividir todo, siguiendo en ese aspecto
a Aristóteles y sus distinciones entre las virtudes.
P.
R.: ¿Y el conocimiento de Dios por connaturalidad?
B.
Lonergan: El conocimiento de Dios por connaturalidad se presenta mediante el
amor sobrenatural. Ningún ser creado proporciona una sólida analogía (S. Tomás).
Se da
un orden: la sabiduría que es sapida [sabrosa] introduce una buena
voluntad ilustrada, que pronuncia juicios prácticos o teóricos buenos.[17]
{14} P. R.: Sin embargo, está la distinción tradicional
entre la ascética y la mística. Lo que usted está describiendo ¿no es más bien
el camino místico? ¿No se dan primero una necesidad de tener buena voluntad que
conduzca a esa sabiduría?
B.
Lonergan: Hay un doble movimiento. Piensa en Método en Teología.
Un
movimiento va desde la experiencia hasta la intelección, hasta el juicio, hasta
la responsabilidad.
La conversión se ubica en el nivel superior, en el
quinto, si es ella una conversión sobrenatural. Y cambia los juicios de valor
(los juicios naturales), cuarto nivel. Y así, esto cambia los juicios de hecho,
tercer nivel; y esto lleva a una intelección de cosas que antes no entendíamos,
segundo nivel; esto lleva a poner más atención a nuevas cosas, primer nivel.
Hay dos
movimientos, y hay un flujo.
Más
aún, las cosas no suceden necesariamente en ese orden. Uno empieza en el segundo
nivel; puede hallarse a sí mismo en el quinto, y así, corregir el cuarto o el
tercero.
*****
P.
R.: Entre los elementos espirituales en su obra, uno puede mencionar la
experiencia de los santos. En Método en Teología, ¿usted está esperando estudios
de los itinerarios espirituales, de la interioridad religiosa?[18]
B.
Lonergan: El punto es la diferencia entre proposiciones necesarias y
juicios.
{15} Nosotros decimos:
Si A,
entonces B;
es así
que C posee a A,
Luego,
B.
Sin
embargo, nosotros necesitamos conocer si A existe, y si B existe.
Las proposiciones a priori no se hallan en otra parte que en lo a
priori; nosotros tenemos que conocer si existe.
[De
aquí, una relación necesaria con la experiencia para conocer; así, en el nivel
religioso, con la experiencia de los santos.]
Las
verdades necesarias surgen de la transformación del sujeto—quien no es
necesario. La gracia es dada; tiene que ser plenamente aceptada y vivida. No hay
ningún otro fundamento intelectual que la fe. Cristo dijo: "Te basta mi gracia."
Nosotros no tenemos que buscarla; la gente lo quiere, pero ...
Newman solía decir: "La probabilidad es la guía de
la vida." Nosotros actuamos sobre esa base.
P.
R.: ¿Se da un salto?
B.
Lonergan: Y sin embargo, ni siquiera las ciencias producen certezas, sino la
mejor opinión disponible. Uno tiene que asirse a ella, pero sin rechazar futuros
mejoramientos. Piensa en las matemáticas: grandes grupos conducen a la
reorganización de todo lo demás.
P.
R.: Eso es tener la mente abierta. No estar atado a certidumbres
cerradas. Sin embargo, ¿la experiencia de los santos ...?
B.
Lonergan: El punto es descubrir en uno mismo los propios actos de la
inteligencia de uno, y descubrir las preguntas ¿Por qué? ¿Cómo? ...
{16} Éstas son a priori porque no brotan de la
sensibilidad misma, así como tampoco lo hace la pregunta ¿Eso es así? Así
que son a priori. Tampoco lo hace la pregunta ¿Qué estoy haciendo?
Y finalmente la pregunta: ¿Quién va a salvarnos? Estamos terriblemente
enredados; no podemos salvarnos a nosotros mismos. Ésta última no es exactamente
la misma que las otras; requiere la experiencia del mundo y de uno mismo.
La
lógica es el arte de marcar el paso (en el ejército), una manera de repetir lo
que ya conocemos.
*****
P.
R.: Lo que usted dice del sentido común ¿Pudiera utilizarse como base
para pensar la 'fe popular,' de manera más satisfactoria?
B.
Lonergan: Fundamentalmente, está la gracia de Dios.
Nosotros sólo estamos seguros, a fin de cuentas, de
las cosas prácticas [sentido común]. Una cosa es atar nuestros zapatos, y otra
formularlo adecuadamente, cosa que es difícil. ¡Ésa es a grandes rasgos la
relación entre el sentido común y la teoría!
Está la
gracia de Dios. Puede suceder en cualquier tiempo. Un misionero contó el caso de
una mujer a la que estaba catequizando, y que llegó a decirle que ella no creía
una palabra de lo que se le había dicho. Sin embargo, ella regresó el día
siguiente, diciendo que estaba equivocada. ¡La gracia llegó durante la noche!
{17} Puede pasarle a cualquiera en cualquier tiempo.
Mateo
decidió seguir a Cristo cuando éste lo llamó, dejando todo. "Pero esto es
irracional"—diría la gente razonable. Con todo, es una pregunta existencial:
¿Quieres seguirme o no?
P.
R.: Ella trasciende las razones.
B.
Lonergan: Sin embargo, es racional ...
P.
R.: Si seguimos durante la noche como en el día, cuando entendemos y
cuando no entendemos, se encuentra más allá. Es racional, pero en ella hay algo
más que razones.
B.
Lonergan: Sea cuidadoso si me cita; no quiero escandalizar a nadie.
P.
R.: Estoy tomando notas para ampliar mis horizontes y respaldar mi
investigación, pero no para citar. Buscaré estas cosas en sus libros.
*****
Cuando le estaba agradeciendo la entrevista, él dijo:
--
"Bueno, rece por mí."
Y
cuando le estaba agradeciendo la gran ayuda que me había hecho su obra, replicó:
--
"Bueno, eso lo anima a uno. Tanta gente dice que no vale la pena."
Esto es realmente sorprendente.
He
comentado en otras ocasiones, que el que puede hacer reir a otros debe ser el
sujeto más inteligente, no sólo por la dificultad que es lograrlo sino porque
además el comediante nos hace ver las cosas desde un nuevo punto de vista
mucho mejor que cien filósofos. Robin Williams o George Carlin tienen más
ingenio (en el sentido profundo del término) que Newton, Aristóteles o
Einstein.
En Insight, Bernard Lonergan (filósofo jesuita del S. XX, creador de una de
las mejores teorías del conocimiento de la historia) refiriendose a la ironía
en Kierkegaard comenta como para fines epistemológicos la risa es
infinitamente mejor que el argumento:
"En este contexto es donde la significación profunda de la sátira y del humor
se hace patente. Pues la sátira irrumpe en el trajín cotidiano. Hace trabajar
a los impresores, compite en las páginas lustrosas de la publicidad, reta
hasta a los enclaves del parloteo brillante. No penetra con argumentos sino
mediante la risa. Pues el argumento presupondría unas premisas, y las premisas
que se aceptaran fácilmente serían también erróneas. En cambio, la risa no
presupone más que la naturaleza humana, y seres humanos sí que los hay. Es
más, como no tiene presupuestos lógicos, ocurre sin propósito aparente; y esto
es también muy importante, pues si la gente tiene temor de pensar, quizá no lo
tenga de reír."