HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
Hume |
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Biografía
y obras
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II. HUME
• Biografía: Nació en 1711, hijo de un terrateniente escocés. Comerciante primero, la afición por las letras y la filosofía terminó acaparando sus intereses. Murió en 1776, a los 65 años. Enorme influjo posterior, precursor de Kant y de aspectos fundamentales de su doctrina.
• Obras:
Tratado acerca de la naturaleza humana
Investigación sobre el entendimiento humano
Investigación sobre los principios de la moral
Hume llama impresiones a lo que Locke denominaba «ideas». Las impresiones son las percepciones vivas que nos transmiten los sentidos cuando conocemos objetos. Las ideas, en sentido estricto, son las representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento, ausente ya el objeto que originó las impresiones. Son más débiles que las impresiones.
2. Conocimiento de hechos y de relaciones entre ideas
La distinción entre impresiones e ideas se refiere a elementos del conocimiento. Pero Hume distingue tb diversos modos o tipos de conocimiento (~ distinción leibniziana entre VV-raz. y VV-hecho):
a. Conocimiento de las relaciones existentes entre las ideas: P.ej.: la proposición «Dos números iguales a un tercero son iguales entre sí» nos resulta verdadera basándonos simplemente en los términos que contiene, independientemente de cualquier conocimiento empírico. Este tipo de conocimiento se refiere a relaciones entre ideas, no a hechos (lógica/matemática).
b. Conocimiento de hechos: Es el que procede
de la experiencia, en contacto con objetos y procesos del mundo físico (p. ej.:
«Llueve»; «Los serbios son belicosos», etc.).
3. El empirismo de Hume y su implicaciones
Si consideramos impresiones e ideas los elementos
fundamentales del conocimiento, introducimos un criterio radical de certeza:
Para saber si una idea es verdadera, basta comprobar de qué impresión procede.
Las ideas sin ninguna impresión que les corresponda serán pura ficción o
fantasía. Por tanto,
el límite de nuestros
conocimientos viene dado por las impresiones que suministran los sentidos.
Consecuencias:
i) Aplicado a la idea de causa y al conocimiento de hechos:
a. Nuestro conocimiento de hechos queda limitado a las impresiones actuales ?lo que vemos, oímos, etc.? y a nuestros recuerdos de impresiones pasadas. Pero no puede haber conocimiento cierto del futuro porque no tenemos impresión alguna de lo que sucederá en el futuro.
Sin embargo, constantemente hacemos predicciones
sobre el futuro: si no estudiamos será difícil encontrar un buen trabajo; si no
buscamos cobijo nos mojaremos, etc. Esto sucede porque continuamente hacemos
inferencias causales: ciertos trabajos existen porque hay gente preparada
para
realizarlos, y sin preparación es
imposible acceder a ellos; el agua moja y llueve con frecuencia, etc. Por
tanto,
b. La idea de causa es la base de todas nuestras inferencias acerca de hechos de los que no tenemos impresión alguna. Y entendemos, habitualmente, la conexión causal como una conexión necesaria entre el efecto y la causa. Después de observar en muchos casos que el fuego calienta, podemos predecir que el agua hervirá si permanece cierto tiempo sobre el fuego. Dicho efecto se seguirá necesariamente de su causa.
c. Sin embargo, nuestra experiencia no justifica el
establecimiento de conexiones necesarias entre fenómenos: ¿En qué impresión está
basada la idea de «conexión necesaria entre fenómenos»? En ninguna, excepto en
el número de veces que hemos visto cómo el fuego calentaba agua o la
lluvia mojaba. Pero esto sólo significa que,
en el pasado, después de un fenómeno vino otro, no que siempre y necesariamente
la misma causa produzca idénticos efectos. Hablando con propiedad, no sabemos
que el fuego calentará el agua; sólo lo creemos. Por tanto, nuestro pretendido
conocimiento del futuro sólo es suposición y creencia, nada más. Aunque el
hábito y la costumbre nos hagan estar completamente seguros de que tales hechos
sucederán. Pero nuestras certezas no siempre se corresponden con las leyes
naturales.
ii) Aplicado a los límites de la inferencia causal
Aunque nuestro conocimiento de hechos no observados
sólo se base en creencias, en la práctica esto resulta suficiente para vivir sin
problemas. Pero al científico le interesa saber hasta dónde puede llevar sus
inferencias causales para obtener conocimientos verdaderos sobre la realidad.
Hume recurre en este caso a la costumbre
como mecanismo psicológico para averiguar hasta dónde pueden llegar nuestras
inferencias causales: las inferencias sólo funcionan apd impresiones: como fuego
y calor van unidos con frecuencia en la experiencia, podemos pasar de esa
impresión a otras que venían asociadas a ella. Es decir: «De unas impresiones
podemos inferir otras, pero no podemos pasar de una impresión a otra cosa de la
que nunca hemos tenido impresión».
iii) Aplicado a la existencia de una realidad exterior
Hume rechaza el argumento lockeano que reconocía la
existencia de una realidad extramental porque era la causa de nuestra «idea» o
convicción sobre la existencia del mundo exterior. Lo rechaza porque Locke
pretende inferir de impresiones particulares una pretendida realidad que va más
allá de ellas y de la que no tenemos impresión o experiencia alguna. Por tanto,
creer que existe una realidad física distinta de nuestras impresiones no puede
justificarse apelando a la idea de causa.
iv) Aplicado a la demostración de la existencia de Dios
Descartes y Locke recurrieron al principio de
causalidad para demostrar que Dios existe. Pero Hume considera inválidos sus
argumentos porque pretenden dar el salto de impresiones particulares a Dios, del
que no tenemos impresión alguna. Para Hume es imposible averiguar si existe Dios
o un mundo más allá de nuestras impresiones: nuestras nociones de Dios y de
mundo exterior son un misterio,constituyen la frontera y el límite de nuestro
conocimiento.
v) Aplicado a la noción de yo e identidad personal
Tanto racionalistas como empiristas (Locke, Berkeley) habían considerado indudable la existencia de un yo o sustancia cognoscente, pensante, origen de las acciones que atribuimos a humanos. Su existencia resultaba evidente por intuición inmediata, no por inferencia causal. Pero Hume halla un punto débil en esta argumentación:
[a] Hablar de un yo como sustancia o sujeto permenente de nuestros actos psíquicos no tiene justificación apelando a la experiencia, porque las impresiones son efímeras y se suceden unas a otras ininterrumpidamente. Si tuviésemos una impresión del yo, permenecería invariable y constante a lo largo de toda nuestra vida, pues hablamos del yo como un sustrato permanente de nuestras conductas y procesos mentales. Pero no existen impresiones constantes e invariables: unas se suceden a otras y no se dan todas al mismo tiempo. Y todos experimentamos una evolución y cambios radicales a lo largo de nuestra vida.
[b] No existe un yo como sustancia distinta de
nuestras impresiones e ideas, como sujeto de nuestros actos psíquicos. Aunque
todos tenemos conciencia de identidad personal mantenida a lo largo del tiempo y
a través de las múltiples ideas e impresiones, esto no es más que un efecto de
la memoria: la memoria nos permite recordar la conexión existente entre las
múltiples impresiones. Pero la memoria sólo es un mecanismo útil para seguir la
sucesión de impresiones, no una identidad. Esto no convencía ni al propio Hume,
y adoptó una actitud escéptica al respecto.
El empirismo radical de Hume le llevó al fenomenismo y al escepticismo: las impresiones aisladas con el punto de partida absoluto de nuestro conocimiento, la única realidad incuestionable. Y entre las impresiones no cabe establecer más conexión que su contigüidad o sucesión espacio-temporal.
Es imposible encontrar un fundamento real a la conexión entre percepciones o impresiones: ni conocemos una realidad exterior distinta de la suma de impresiones ni un sujeto con identidad personal: la realidad queda reducida a mera sucesión de fenómenos (etim.: lo que aparece/se muestra).
El fenomenismo lleva a una actitud escéptica
respecto a las capacidades de nuestro entendimiento: no podemos conocer nada más
allá de las impresiones, ni establecer conexiones verdaderas y firmes entre
ideas o fenómenos.
5. Fundamentos de la moral y emotivismo en Hume
Todo grupo humano tiene algún código moral o
conjunto de juicios mediante los cuales expresa su aprobación o reprobación de
conductas y actitudes. Los grandes filósofos se han planteado antes o después
cuál es el fundamento de nuestros juicios morales, cómo se originan y qué
justifica nuestras
aprobaciones o rechazos
de conductas y acciones.
El fundamento tradicional de la moral, desde los griegos: el entendimiento o la razón, que puede conocer el orden natural y derivar así normas de convivencia adecuadas. Por tanto, la adecuación al orden natural fundamenta nuestros juicios morales.
Pero Hume opina que el conocimiento intelectual no puede ser el fundamento de nuestros juicios morales, porque la razón no puede determinar ni impedir nuestro comportamiento (p.ej.: por mucho que conozcamos de matemáticas, no nos sentimos obligados a aplicar ese conocimiento en la realidad).
• El conocimiento de hechos o de relaciones entre ideas es útil para la vida pero no impulsa por sí mismo a actuar.
• Y el conocimiento de los hechos simplemente nos informa de lo que sucede, pero no de lo que debe suceder o de la valoración moral que merece un suceso o actuación.
• No presenciamos cosas tales como vicios, inmoralidades o iniquidades. Sólo tenemos noticia de ciertas acciones, intereses, motivos, propósitos o pensamientos.
• El único hecho del que tenemos impresión clara es
del sentimiento interior de aprobación o reprobación que ciertas conductas
provocan en nosotros, pero no tenemos impresión de su justificación o fundamento
racional.
6. El sentimiento, único fundamento de los juicios morales
Ni la razón, ni el entendimiento ni el conocimiento
pueden servir de fundamento a los juicios morales: sólo el sentimiento es capaz
de explicar por qué actuamos como lo hacemos y hacer comprensibles nuestras
decisiones. Ante ciertas acciones o maneras de actuar experimentamos un
sentimiento de aprobación o reprobación moral, y ese sentimiento es natural y
desinteresado. Esta argumentación sobre los fundamentos de la moral es típica de
una corriente de filósofos moralistas desarrollada a comienzos del XVIII en
Inglaterra por Shaftesbury (1671-1713) y Hutcheson (1694-1746), con seguidores
actuales adscritos a la doctrina que se conoce como emotivismo moral.
7. Negación del deísmo y de la religión natural en Hume
Hume niega que exita una «naturaleza humana» que pueda servir de base a la religión. Eso a lo que llamamos naturaleza no es más que un complejo de impulsos, instintos y pasiones, ordenados y fijados de cierta manera por unos principios cuya naturaleza última es en sí misma inexplicable. Hume considera la razón algo tan desconocido e inexplicable como la naturaleza o la vegetación. Consecuencias:
[a] A la religión no se le puede encontrar ni fundamento ni explicación racional. Surge de los sentimientos, y son el temor, la ignorancia y el miedo a lo desconocido lo que la alimenta.
[b] Las creencias y los principios religiosos no son «más que sueños de hombres enfermos».
[c] Pero no existe una respuesta tajante y categórica al problema de la religión: constituye un enigma, un misterio. Una vez más, el resultado de la crítica humeana es el escepticismo y la incapacidad de ir más allá de lo que él considera límites naturales del conocimiento humano.