Viktor
Frankl, breve semblanza
Su
método se basa en ayudar a los pacientes
a hallar el sentido de la vida
Viktor
Emil Frankl, fallecido el 2 de septiembre de 1997 en Viena -su ciudad natal- a
los 92 años, fue el creador de una psiquiatría abierta a la trascendencia
que hoy cuenta con numerosos seguidores en todo el mundo. Con su método de
curación -que bautizó como logoterapia- y sus libros ha ayudado a miles de
personas a encontrar sentido a la vida. La atención a la dimensión
espiritual del enfermo es la clave de los éxitos clínicos logrados por
Frankl.
Doctor en Medicina a los 25 años, en 1936 Frankl se especializó en
neurología y psiquiatría. Desde muy pronto mantuvo contacto con Freud; pero
se apartó más tarde de la corriente psicoanalítica. Siguió entonces la
psicología individual de Adler, que también acabó abandonando, para formar
su propia escuela. Por su condición de judío, en 1942 fue apresado por los
nazis, junto con su familia. Pasó por cuatro campos de concentración, donde
murieron sus padres, sus hermanos y su primera esposa (tras la guerra contrajo
matrimonio por segunda vez). Puesto en libertad en 1945, ocupó la jefatura
del departamento de neurología del Hospital Policlínico de Viena. Hasta los
85 años dio clases en la Universidad de la misma ciudad. Además, impartió
cursos en cinco universidades de Estados Unidos y recorrió buena parte del
mundo para pronunciar conferencias. Era también doctor en Filosofía desde
1949 y recibió 29 doctorados honoris causa . De sus 32 libros, traducidos a
26 idiomas, se han vendido en total varios millones de ejemplares.
Frankl descubrió que el psicoanálisis, para el que toda neurosis procede de
la represión de la libido, era un craso reduccionismo. Las neuroris,
sostenía, pueden tener origen somático o mental. Por tanto, administraba
oportunamente fármacos a sus pacientes. Pero su mayor contribución está en
el tratamiento de las neurosis noógenas (con raíz en la mente), a las que se
dirige la logoterapia.
La inspiración básica de Frankl procede de su experiencia en los campos de
concentración, que relata en su libro más famoso, El hombre en busca de
sentido (Herder; t.o.: Ein Psycholog erlebt das Konzentrazionslager,
1946). Al observar a sí mismo y a los otros presos, vio que las personas, en
situación de sufrimiento extremo, pueden desesperarse y degradarse o, por el
contrario, sacar lo mejor de sí mismas. Quienes en tales condiciones elevaron
su dignidad humana fueron los que llevaron sus padecimientos con la mira
puesta en un fin superior. "Cuando hay un porqué vivir, se soporta
cualquier cómo", sentenciaba Frankl.
Frente al vacío existencial
Frente a los determinismos, Frankl sostenía que el hombre es un ser libre,
cuya motivación primaria no es el instinto del placer (Freud) ni el afán de
poder (Adler), sino la voluntad de sentido. Es decir, la persona no se mueve
por impulsos, empujado "desde detrás": su motor está
"delante", en la meta intelectualmente conocida y libremente
aceptada.
Para descubrir el sentido de la propia vida, señalaba Frankl, hay tres
experiencias principales: el amor a una persona, el servicio a un ideal y el
enfrentarse al sufrimiento inevitable. Un compromiso noble es capaz de
orientar toda la existencia. La entrega de las propias energías con olvido de
sí proporciona felicidad; pero mirarse a uno mismo neurotiza. Por eso Frankl
solía decir a sus oyentes estadounidenses que la Estatua de la Libertad, en
la costa oriental, necesitaba un complemento: una Estatua de la
Responsabilidad en la costa oeste.
Así pues, Frankl buscaba cómo despertar en los pacientes la responsabilidad
de vivir, por adversas que fueran las circunstancias. Insistía en que el
hombre, por su espíritu, es superior a los padecimientos, y le es posible y
necesario hallarles significado. En cambio, huir del dolor es receta segura de
neurosis. "La verdad nos libera del sufrimiento -escribió Frankl-,
mientras que nuestro estar libres de sufrimiento no sería capaz ni mucho
menos de acercarnos a la verdad".
La falta de sentido de la vida conduce al "vacío existencial", que
Frankl descubrió en la raíz de muchas neurosis noógenas típicas del hombre
occidental contemporáneo. La concepción de la vida basada en el éxito, o la
actitud hedonista, suponen concentrarse en los medios, con olvido de los
fines. Entonces, las inevitables frustraciones abocan al desequilibrio
psíquico, pues no es insoportable el sufrimiento, sino vivir sin ideal.
En uno de sus libros, Frankl refiere el caso de un hombre al que la muerte de
su esposa había sumido en una depresión. Le ayudó a curarse explicándole
qué sentido podía tener aquel sufrimiento. Su dolor -le dijo- es el que
habría experimentado su esposa si él hubiera muerto antes. ¿No estaba
sufriendo por ella, para ahorrarle lo que él padecía? Así, el paciente no
quedó libre del dolor, pero sí del sinsentido que había provocado la
depresión.
Para ayudar a sus pacientes a encontrar sentido a la vida, Frankl se apoyaba
en la dimensión trascendente de la persona. Era creyente, buen conocedor de
la Biblia y del cristianismo. Si le preguntaban qué valores habría que
promover para combatir el vacío existencial, solía responder: los Diez
Mandamientos. "Cuando la gente vuelve la espalda a Dios, se llega al
desprecio de la vida".
Actualmente hay en el mercado varios libros de Frankl traducidos al español,
casi todos editados por Herder. Entre los más divulgativos se encuentran,
además del ya citado, Ante el vacío existencial (Das Leiden am sinnlosen
Leben, 1977), Logoterapia y análisis existencial (Logotherapie und
Existenzanalyse, 1987), La presencia ignorada de Dios (Der unbewusste
Gott, 1948), La psicoterapia al alcance de todos (Psychotherapie für den
Alltag, 1971), La voluntad de sentido (Der Wille zum Sinn, 1972).
Cualquiera de ellos puede servir para familiarizarse con los principios de la
logoterapia.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL