Homosexualidad
LA
PERSONA NO PUEDE REDUCIRSE AL SEXO
El Padre Cottier, teólogo de la Casa Pontificia: «La Iglesia, sin ofender a
las personas, dice la verdad»
ROMA, 2 julio 2000
El padre Cottier comienza recordando la carta que publicó
sobre este argumento en 1986 la Congregación para la Doctrina de la Fe:
«Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean
todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales
comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera
que se verifiquen».
El «teólogo del Papa» cita además el número 2.358 del Catecismo de la
Iglesia Católica, publicado en 1997, donde --tras explicarse que la
inclinación homosexual «objetivamente desordenada, constituye una prueba»
para la mayor parte de los hombres y mujeres que experimentan «tendencias
homosexuales profundamente arraigadas»--, afirma claramente que estas
personas «deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se
evitará, respecto a ellas, todo signo de discriminación injusta».
--Entonces, ¿la Iglesia no está contra los homosexuales?
--Georges Cottier: Ante todo, la Iglesia recuerda que no tenemos que
aprisionar a la persona en su sexualidad. En el documento de 1986 de la
Congregación para la Doctrina de la Fe «Sobre la atención pastoral de los
homosexuales» se hace una aclaración importante. La persona, como tal,
trasciende la sexualidad. De modo, que es mejor no hablar de «homosexuales»,
sino más bien de «personas homosexuales», para subrayar que esta
trascendencia se debe al destino fundamental de todos los seres humanos.
--Esta aclaración recuerda la famosa distinción entre el «pecado» y el
«pecador». ¿No cree que es un elemento que ha sido olvidado en algunos
debates que han tenido lugar en días pasados?
--Georges Cottier: En efecto, tenemos que distinguir muy bien entre tendencias
homosexuales, de las cuales la persona no es responsable en gran parte de los
casos, y los actos homosexuales. Estos actos son juzgados por la ley moral,
que nos indica el camino para alcanzar nuestro fin: la unión con Dios.
Algunos actos están en conformidad con la voluntad de Dios y, por ello, son
buenos; otros no lo son. Pero esto se aplica también a todos los actos
sexuales y a todos los campos de la actividad humana. Por tanto, se aplica
también a las personas heterosexuales.
--Como sucede con el adulterio, por ejemplo...
--Georges Cottier: Exactamente. Un adulterio es grave, es un pecado. Por
tanto, no tenemos que poner de un lado los actos homosexuales y por otro los
heterosexuales. Para la Iglesia, las relaciones sexuales son moralmente
lícitas únicamente cuando tienen lugar dentro del matrimonio monógamo e
indisoluble.
--¿Cómo deben aplicarse estos principios a la acción pastoral?
--Georges Cottier: La acción pastoral se dirige a las personas y, por tanto,
tiene que caracterizarse por la comprensión y el respeto. Es verdad, por
desgracia, con frecuencia se ha despreciado a estas personas, se les ha hecho
sufrir por comportamientos que son más bien fruto de prejuicios que de
auténticos motivos de inspiración evangélica. Hay que pensar más en la
maternidad de la Iglesia: personas homosexuales o personas heterosexuales,
célibes o casadas, todos somos amados por la Iglesia, pues la Iglesia es el
sacramento del amor de Cristo para todos.
--Entonces, está claro que hay que respetar a todos. ¿También a quien
proclama el orgullo homosexual?
--Georges Cottier: La dificultad actual se debe a la ideología «gay», que
es algo muy diferente. Constituye un conjunto de reivindicaciones, algunas
justas y otras no. Son justas cuando piden el reconocimiento del respeto que
merece toda persona. Pero detrás, se da la tendencia de muchos a reconocer
las uniones entre personas homosexuales, si bien no de manera idéntica, al
menos muy como si fuera al muy parecido al matrimonio. Algo así como lo que
sucede con el reconocimiento de las parejas de hecho. El matrimonio, sin
embargo, es una institución querida por Dios, que nosotros, los hombres, no
podemos cambiar según nuestros caprichos. Por tanto, la Iglesia, sin ofender
a las personas, tiene que decir la verdad, es decir, «no». Recordando, como
decía Pablo VI, que el anuncio de la verdad es una forma eminente de caridad.
--Entonces, ¿qué puede hacer la comunidad eclesial para ayudar a una
persona homosexual a vivir dignamente su condición?
--Georges Cottier: Ante todo, tiene que luchar contra los prejuicios y el
desprecio, que casi siempre es fruto de los prejuicios. Tienen que sentirse
miembros con plenos derechos de la parroquia, pues son personas como cualquier
otra, y para quienes vale la misma llamada a la santidad del resto de los
demás hombres y mujeres. Lo repito: tenemos que tener presente la maternidad
de la Iglesia que ama en nombre de Cristo a todos los hombres. También a
aquellos que tienen grandes problemas.
--¿Pueden ser de ayuda los llamados grupos de atención a homosexuales?
--Georges Cottier: Pueden dar una cierta ayuda. Pero el peligro está en que
se creen grupos que viven demasiado entre ellos su propia diferencia. Puede
ser algo contraproducente y fuente de nuevos prejuicios.
--En conclusión, ¿cree que iniciativas como el «Gay Pride» son motivo
de ayuda para las personas homosexuales?
--Georges Cottier: Creo que no. Más allá de la coincidencia con el año
santo y de su naturaleza más o menos provocante, esta manifestación no ayuda
a comprender bien el problema y los dramas humanos que existen. Es probable
que detrás de las provocaciones se esconda también un cúmulo de
sufrimientos. Pero ciertamente éste no es el camino apropiado para
superarlos.
Gentileza de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María: www.corazones.org para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL