¿Para
qué sirve la Filosofía?
Por Antonio Orozco-Delclós
La
FILOSOFÍA (amor a la sabiduría) responde al deseo de saber, que brota
naturalmente del ser humano. Aristóteles decía que el alma es deseo (orexis).
No es sólo eso, desde luego. Ni todo en la vida consiste en saber. La vida es
también praxis, acción. Y, como el ser humano es tanto deseo de saber
como deseo de praxis, un saber que no sirva para nada no interesa nada. A
algunos filósofos les gusta repetir que la Filosofía "no sirve para
nada", pero esto es falso, a no ser que se trate de una falsa filosofía.
Todo saber sirve para mucho. Quizá no de una manera inmediata, y desde luego,
no para saber cómo se construyen los puentes, levantan edificios o descubren
nuevas fuentes de energía.
La filosofía no pretende enseñar a hacer zapatos, pero es capaz de descubrir
el más profundo por qué es conveniente fabricar buenos zapatos. Sin
filosofía no conoceríamos el "sentido" último de la fabricación
de zapatos, ni de nada. Porque no es algo que se pueda "ver" u
"oír" en modo alguno.
¿Para qué sirven la Historia, el Latín, el Griego, la Filosofía, la
Lengua, la Literatura? Son disciplinas fascinantes, pero ¿no sirven para nada
útil?. «La cuestión es: ¿para qué necesitamos un objeto que no sea útil?
Bien. ¿Qué hay, por ejemplo, en nuestra sala de estar? Objetos que sirven
para algo: sillas para sentarse, mesa, ceniceros, radiadores, etcétera. Pero
también encontramos cuadros, esculturas, fotografías de parientes y amigos.
¿Para qué sirven todas estas cosas? ¿Qué se puede hacer con ellas?
Aparentemente nada. ¿Para qué sirven? Para decorar. Aquí nos encontramos
con un valor que no es inmediatamente útil, el decoro» (Alejandro Llano).
El ser humano es un ser teórico-práctico: no se puede amputar. Para que su
acción le satisfaga ha de ser fruto de una buena teoría. No hay nada más
práctico que una buena teoría, es decir, una buena ciencia de porqués
últimos. Ganar dinero es un porqué inmediato. Pero no es un porqué último.
Por eso no podemos evitar la pregunta: ¿Por qué ganar dinero?
En definitiva,
¿por qué vivir?,
¿por qué trabajar,
por qué descansar,
por qué?
¿Qué es lo que pretendo?
¿Qué sentido tiene todo esto?
¿De dónde viene mi vida?
¿A dónde va mi vida?
¿A dónde puede ir?
¿A dónde debe ir, para ir bien?
¿Tiene una finalidad?
¿Qué hace un ente como yo en un sitio como éste?
Si no sé contestar satisfactoriamente a estas preguntas, aunque sepa mucha
matemática, biología, medicina, paleontología, economía, etc., no me
conozco, es decir, soy un desconocido para mí mismo; y no sé siquiera para
qué hago todo lo que hago. Necesito saber, no sólo simplemente para saber,
sino saber para qué sirve el saber. ¿Qué hago, qué voy a hacer conmigo
mismo, con lo que sé y lo que puedo hacer?
Sólo el pensamiento filosófico puede responder a la pregunta por el
sentido del vivir.
Cuando del hombre sólo se considera la fisonomía, la anatomía, la
fisiología, puede parecer que no es más que un simio evolucionado. Sólo se
ha visto una faceta del ser humano y no se ha considerado la que más importa:
la intelectual y libre, en una palabra, la dimensión espiritual. Es famoso un
científico que después de hacer la disección de un cadáver, declaró que
el alma no existía, porque él no la había visto. Es una manifestación de
uno de los errores más corrientes en el mundo de los científicos: pensar que
sólo es real lo que se percibe, experimenta y comprueban en un laboratorio o
de un modo similar. Pero el universo está lleno de cosas que los científicos
no pueden percibir en sus laboratorios o bibliotecas.
Si ahora tomamos un cilindro de un metro de diámetro y un metro de alto y lo
proyectamos en dos planos, uno horizontal y otro vertical, ¿qué resulta?
Si nos fijamos sólo en la proyección, podemos llegar a la conclusión de que
el cilindro en realidad es un círculo, aunque también un cuadrado. ¿Es
posible que un círculo sea cuadrado? No parece, pues ni siquiera la
cuadratura del círculo ha sido lograda hasta la fecha.
Si nos fijamos en secciones particulares del ser humano podemos llegar a
conclusiones de lo más pintorescas. Las ciencias particulares son eso “particulares”,
contemplan sola una o algunos segmentos del ser humano o de lo que se trate.
Nos pueden decir qué tiene el ser humano desde su punto de vista (orejas,
huesos, músculos, células, átomos, etc.) Pero nunca podrán decirnos qué
es el ser humano.
También se ha dicho que en el conocimiento de las ciencias experimentales
(que -¡cuidado!- aquí no despreciamos, al contrario, lo estimamos en todo lo
que vale, ni más ni menos) sucede como en el caso del análisis de elefante
según se mire sólo un fragmento de pata, de rabo, de oreja, etc. Se
llegaría a la conclusión de que el elefante es una palmera, un pteridáctilo
u otro ente que no tiene nada que ver con el elefante.
Para saber lo qué son las cosas y cuál es el sentido de su existencia es
preciso enfocarlas desde una perspectiva que pueda alcanzar su propio ser y
esencia. Lo cual podrá vislumbrarse si contemplamos las cosas —y en
particular al hombre— desde todos los puntos de vista posibles. Entonces,
una vez considerados todos los fenómenos (aspectos) a nuestro alcance,
podremos aproximarnos al conocimiento de su naturaleza, es decir, de su
esencia. Así llegamos a conocer al hombre como un ser que tiene mucho en
común con los animales, pero que es infinitamente más que un animal
irracional.
A esta conclusión sólo puede llegar una inteligencia que no se limita a ver
y a experimentar, sino que razona sobre los datos de la experiencia (lo
físico) y saca conclusiones que la física no percibe, porque se refieren a
realidades meta-físicas; es decir, a realidades que son más íntimas a las
cosas que sus propiedades físicas y requieren, para ser desveladas, la
aplicación y ejercicio del intelecto. Esto es precisamente lo que compete a
la filosofía y más concretamente a la antropología filosófica.
En filosofía hacemos mucho caso de los datos que aportan las ciencias
empíricas. Pero en todos ellos nos preguntamos: ¿qué es esto?, ¿cuál es
su causa primera?, ¿cuál es el sentido de su existencia?
Por eso cabe adelantar que la Filosofía es lo más vital que existe. «Vivir
no es necesario, navegar sí¼.», rezaba una inscripción en una nave griega.
Consideraban que hay algo más importante que vivir: navegar, porque de la
navegación dependía su riqueza y su poder. También se dice: primum vivere,
deinde philosophare¼ Sí, para filosofar es necesario primero vivir y, por lo
tanto, comer. Pero para vivir conforme a la categoría y dignidad del ser
humano es necesario saber por qué vivir y cómo conviene vivir dentro de las
diversas opciones que se me presentan.
La verdad del vivir, esto es, en síntesis, lo que ha interesado e interesa al
filósofo; y es, en definitiva, lo que interesa a todo hombre que utilice con
lógica el entendimiento.
La verdad: ¿qué es la verdad?, ¿es posible conocer alguna verdad?, ¿qué
verdades es posible conocer? Son cuestiones netamente filosóficas. Se
comprende pues que la filosofía sea el quehacer intelectual más importante
para el vivir conforme a la categoría y dignidad del ser humano.
FILOSOFIA Y VIDA
Ciertamente hay filósofos que sólo parecen ocuparse de problemas exclusivos
de los filósofos y se despreocupan de todo lo que preocupa al hombre
corriente. Pero, como dice Putnam, los problemas de los filósofos y los
problemas de los hombres y las mujeres están conectados, y es parte de la
tarea de una filosofía responsable hallar la conexión.
Todos tenemos nuestra teoría de la vida y del mundo, más o menos elaborada y
definida, conforme a la cual, las más de las veces, actuamos. Quizá hemos
dedicado muy poco tiempo a reflexionar y a construir nuestra propia teoría de
la vida, pero contamos siempre con alguna. Casi todos los errores prácticos
disponen de una filosofía (falsa, pero filosofía) propia, con sus manuales,
sus profesores y hasta su tradición escolar.
Evidentemente, la manera que tiene la persona de tratarse a sí misma, a los
demás, a las cosas propias y ajenas, así como los asuntos públicos, es muy
distinta si se piensa, por ejemplo, que el hombre es simplemente un pez
evolucionado que si se sabe que es un ser personal creado por Dios a su imagen
y semejanza. La idea que cada uno se forja de "hombre" o de
"persona" influye decisivamente en su estado de ánimo y
comportamiento. El hombre es un ser racional, un animal cuya actividad más
específica es razonar, hallar los porqués de las cosas e inferir las
consecuencias de unos principios adoptados, etcétera. Por eso sólo lo
razonable da paz al espíritu.
El hombre siente la necesidad de respaldar con razones sus emociones, deseos,
impulsos y acciones; y si no las encuentra y quiere seguir en la misma
dirección de sus sentimientos, tiende a construir alguna teoría "vero-simil",
que le tranquilice o acaso narcotice. Puede encerrarse en su subjetividad y
negarse a reconocer la verdad de las cosas. Puede abandonar la verdad de las
cosas para refugiarse en certezas meramente subjetivas, con el riesgo de caer
en la soledad de aquel poeta que escribió los siguientes versos:
En mi soledad
he visto cosas muy claras
que no son verdad.
Con "su verdad" subjetiva, el hombre se exculpa y se aquieta, al
considerar que la conclusión es de una "lógica aplastante". En
todo caso ha optado por una idea —más o menos clara, más o menos verdadera—
de hombre, de mundo y de Dios.
En resumidas cuentas, Filosofía significa enterarse del sentido de la vida
humana. Y hay que captarlo también filosóficamente, razonadamente.
El hombre sin metafísica, sin respuesta a la pregunta de las preguntas, al
porqué de todos los porqués, es un ser radicalmente inseguro y agobiado.
Puede incrementar sin término su saber operativo (práctico), construir y
manejar cosas, aparatos, instrumentos,... pero ¿para qué? Aunque llegase a
dominar el universo: "¿para qué?". Acabaríamos preguntando, con
el escepticismo de Lenin: "La libertad, ¿para qué?"; o con el de
Pilato: "la verdad, ¿qué es la verdad?"; o con el tremendo
pesimismo del ateísmo de un Jean Paul Sartre: "el hombre es una pasión
inútil, el niño es un ser vomitado al mundo, la libertad es una
condena"
La seguridad íntima, la paz interior que ya era objeto de preocupación por
parte de los antiguos filósofos griegos, no se obtiene más que por el
conocimiento metafísico de la realidad, que no es de carácter técnico. La
técnica mantiene una elocuente amenaza a la supervivencia de la Humanidad, lo
cual es una manifestación clara de su radical insuficiencia para resolver las
cuestiones fundamentales de la existencia humana.
Queremos saber no sólo cómo son las cosas y cómo se comportan, y cómo
puedo aprovecharme de ellas de un modo inmediato, sino qué sentido tienen
para mí; qué puedo esperar de ellas en último término.
Lamentablemente, la sabiduría —como dice Carlos Cardona— ha sido
sustituida por la técnica. La filosofía —en el sentido clásico del
término— ha sido declarada inútil. Sin embargo, San Agustín afirmaba que
la razón del filosofar está precisamente en la felicidad (nulla est homini
causa philosophandi, nisi ut beatus sit). El hombre, nos atrevemos a decir,
para ser feliz necesita filosofar. Porque ¿cómo se puede ser feliz sin saber
de dónde vengo, a dónde voy, dónde me encuentro, qué sentido tiene mi
vida, que va a ser de mí, qué caminos me pueden conducir a alguna parte?
Contemplar el mundo intentando captarlo en su totalidad, eso —dice
Schumacher— es filosofar. Esto es indispensable para orientarme en el mundo.
Pieper dice que la característica principal de toda pregunta filosófica es
la de implicar una pregunta por el todo. "Todas las preguntas
filosóficas ponen inevitablemente en cuestión el todo de la existencia. Y
quien la quiera discutir habrá de declarar y poner sobre el tapete sus
convicciones más íntimas y sus tomas de postura últimas".
Esto es inevitable también porque las objeciones que agresivamente se oponen
hoy a la utilidad de la Filosofía implican una concepción global del mundo,
del conjunto de la realidad y de la existencia.