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El tomismo

El término tomismo sirve para designar todo el sistema filosófico-teológico de Santo Tomás. También significa la sistematización, la interpretación y el desarrollo de esta doctrina de sus seguidores. En este último sentido, se puede presentar su historia en cinco etapas.

La primera etapa, que abarca los siglos XIII, XIV y XV, puede llamarse clásica o de las «Defensiones». Después de la muerte del Aquinate se incrementó la oposición a las doctrinas tomistas. La encabezaron Juan Peckham, regente del Estudio franciscano de París, Gualterio de Brujas, Guillermo de la Mare y hasta los dominicos Roberto Kilwardby, de Oxford, y Durando de Saint Pourçain.

Sin embargo, el tomismo fue defendido por un numeroso grupo de discípulos inmediatos de Santo Tomás, y por otros que se les añadieron.

Entre ellos estaban el español Bernardo de Trilla, Herveo de Nédellec, que trabajó muchísimo para la canonización del Aquinate, Pedro de Alvernia, Reginaldo de Piperno, Tolomeo de Lucca, Juan Regina de Nápoles, Tomás de Sutton, el catalán Ferrer, discípulo de Santo Tomás, el mallorquín Romeu, el catalán Raimundo Martí, condiscípulo de Santo Tomás, el también catalán Nicolás Eymerich (1320-1399) y el valenciano San Vicente Ferrer (1350-1419). El movimiento tomista en Cataluña, gracias a San Raimundo de Peñafort, fue muy importante.

La figura más destacada de esta primera escuela tomista fue Juan Capreolo, llamado Princeps thomistarum y autor de la obra Defensiones Theologiæ Divi Thomae Aquinatis. También hay que citar al agustino Edigio Romano (1247-1236), en su defensa a la distinción de esencia y ser.

Hay que destacar de este período los resumenes (abbreviationes), índices (tabulae), las conocordancias entre obras y doctrinas, y las defensiones, quepublicaron estos primeros tomistas. Entre todas la obras sobresale la famosa Tabula aurea de Pedro de Bérgamo, que se continúa usando en la actualidad, y la de su discípulo Pablo Barbo Soncinas (m. 1494), que hizo un compendio de la obra de Capreolo.

También la Orden dominicana defendió de manera oficial la dotrina tomista. Se hizo en varios Capítulos Generales, como los celebrados en Milán, en 1278, en París, en 1286, en Zaragoza, en 1309 y en Metz, en 1313. Después de su canonización en 1323, sus doctrinas fueron aceptándose en toda la Iglesia y se aumento su difusión.

La segunda etapa es la de los grandes comentaristas, que comprende desde finales del siglo XV hasta mediados del XVI.

La Primera parte de la Segunda de la Suma Teológica fue comentada por el alemán Conrado Koellin (1476-1536). Francisco de Vitoria (1492-1546), comentó la Segunda parte de la Segunda de la Suma y empezó a utilizar la Suma Teológica como libro de texto en lugar del Libro de la Sentencias de Pedro Lombardo. Continuaron su labor en Salamanca, los también dominicos: Domingo de Soto (1495-1560), Domingo Báñez (1528-1604), Bartolomé de Medina (1528-1580), que comentaron distintas partes de la Suma, y Pedro de Ledesma (m. 1616). El primer comentario completo se debe a Tomás de Vio, Cayetano (1469-1534), considerado como el comentarista clásico de Santo Tomás, su influencia ha sido extraordinaria. Francisco Silvestre de Ferrara, el Ferrariense (1474-1526), comentó la Suma contra gentiles. Otros tomistas destacados fueron Crisóstomo Javelli (1472-1538) y Rafael Ripa (m. 1611).

La tercera etapa, que abarca desde la segunda mitad del XVI hasta la mitad del siglo XVIII, se puede denominar de las «Disputaciones». Los tomistas, frente al protestantismo, profundizaron en las doctrinas de Santo Tomás de la libertad, de la gracia, de la justificación y de la predestinación. En el concilio de Trento (1545-1563), los tomistas, como Melchor Cano (1509-1560), autor del tratado De locis theologicis, Pedro de Soto (1501-1563) y el ya citado Domingo de Soto, tuvieron una actuación muy destacada.

Después, desde finales del siglo XVI y principios del XVII, tuvieron lugar las controversias sobre la eficacia de la gracia, «de auxiliis divinæ gratiæ». El Papa Clemente VIII instituyó la «Congregación de los auxilios» para poner término a la polémica entre los jesuitas, que seguían a Luis de Molina (1536-1600), y los dominicos. Estos últimos, siguiendo a Domingo Báñez (1528-1604), que defendió admirable y fielmente, profundizándolo, el pensamiento tradicional de Santo Tomás, y junto a Tomás de Lemos y Diego Álvarez, se defendieron de las acusaciones de calvinistas, y advirtieron del peligro de semipelagianismo de las doctrinas de Molina y de las matizaciones de Francisco Suárez (1548-1617).

En su celebre Concordia del libre albedrío con la gracia, Molina estableció cuatro tesis fundamentales, dos filosóficas y dos teólogicas. La primera filosófica, en el orden de la ejecución, es la del concurso simúltaneo. La segunda, que es respecto a la intención divina, es la afirmación de la ciencia media de Dios. Estas dos doctrinas, del concurso simultáneo y de la ciencia media, fundamentaban respectivamente dos tesis teológicas. La primera, también del orden de la ejecución, es la de la gracia versátil o indiferente. La segunda, en el orden de la intención, es la predestinación humana después de previstos los méritos de cada hombre.

A estas cuatro tesis molinistas, Báñez presentó otras cuatro completamente distintas e irreductibles, que son las propias del tomismo. En Báñez no hay nada nuevo en su explicación, nada que no esté en la doctrina del Aquinate, aunque podrían discutirse algunos puntos accidentales de su interpretación que no afectan en ningún modo a sus cuatro tesis fundamentales. Dos de ellas son filosóficas: la premoción física, enfrente del concurso simultáneo, en el orden de la ejecución, y los decretos divinos predeterminantes, enfrente de la ciencia media, en el orden de la intención. A su vez otras dos teológicas, basadas en ellas repectivamente: la eficacia íntrinseca de la gracia, en cuanto a la ejecución, y la predestinación antes de los meritos previstos, en cuanto a la intención.

La comisión trabajó durante nueve años (1598-1607) y Paulo V pusó fin a la contienda, no definiendo ninguna solución e imponiendo silencio a los contendientes.

En un reciente escrito sobre esta temática, ha advertido Canals que «la Santa Sede puede "pronunciarse" -incluso por modo definitivo e infalible- sobre materias teológicas o filosóficas conexas con el misterio revelado, aunque no pertenezca directamente al mismo, y que constituyen el que se llama "objeto secundario" del magisterio infalible de la Iglesia. Pero sólo podría "definir" como dogma aquello que está en el depósito recibido de la palabra de Dios escrita o transmitida» (Canals, 1997b, 243).

De manera que «el aplazamiento por la Santa Sede de la resolución de lo tratado en las disputas de auxiliis equivalía en aquel caso, no a diferir una definición sobre materias dogmáticas, sino a no dar todavía sentencia sobre la compatibilidad y coherencia con el misterio revelado de alguna de las dos explicaciones teológicas, que se apoyaban como en instrumento subordinado a la fe, en concepciones metafísicas opuestas» (Ib. 242).

En el siglo XVII, entre otros muchos tomistas, sobresalen:

Francisco de Araujo (1580-1664), Pedro de Godoy (m. 1677), Francisco Sylvius (1581-1649), Juan Pablo Nazari (1556-1646), Juan de Santo Tomás (1589-1644), autor del Cursus Philosophicus y del Cursus Theologicus, Diego Mas (m. 1608), Tomás de Vallgornera (m. 1665), Juan Tomás de Rocaberti (1627-1699), Tomás de Mercado, Francisco Zumel (1540-1607),Vicente Contenson (1641-1674), Vicente Ludovico Gotti (1664-1742), Daniel Concina (1687-1756), G. V. Patuzzi (1700-1769), Antonio Reginaldo (1605-1676), Juan Bautista Gonet (1616-1681), Antonio Goudin (1640-1695), Antonio Massoulié (1632-1706) y Carlos María Renato Billuart (16855-1757).

Por último, tienen igualmente gran importancia el célebre Curso Complutense, de filosofía tomista, publicado en Alcalá de Henares por los carmelitas descalzos, Miguel de la Trinidad (1588-1661), Antonio de la Madre de Dios (1587-1641) y Juan de los Santos; y los Cursus de los Salmanticensis, uno dogmático y otro moral, también publicados por los carmelitas descalzos de Salamanca, de doce y seis tomos respectivamente. Su última edición es de 1880 y ocupa veinte volúmenes.

La cuarta etapa del tomismo, que se conoce con el nombre de neotomismo, puede decirse que se inicia con Juan Tomás de Boxadors, O. P. (1703-1780) (Huerga, 1981, 201).

El dominico barcelonés, formado en el convento de Santa Catalina y en el Colegio de San Raimundo de Peñafort de los dominicos de Barcelona, fue Maestro General de la Orden de Predicadores y nombrado cardenal por el Papa Pío VI. Autor de una importante Ordenación, de 1756, titulada De renovanda et defendenda doctrina Sancti Thomae, para reforma de la enseñanza de su Orden, que establecía el estudio directo de Santo Tomás y de sus grandes comentaristas. Escribió también en 1757, la carta encíclica Perlatum ad nos.

La eficacia de éstos y de otros textos de Boxadors fue extraordinaria. «Es indudadble que a la iniciativa de Boxadors se debió la publicación en Roma en 1777, y en una segunda edición en 1783, de la obra del dominico italiano Salvatore Maria Roselli (?-1785), Summa Philosophica ad mentem Angelici Doctoris S. Thomae Aquinatis. Aquella iniciativa consta en la dedicatoria del autor al ya entonces cardenal Boxadors, mientras reproduce en la misma el texto íntegro de la Ordinatio que, como Maestro general de la Orden, había dado para los estudios filosóficos y teológicos» (Canals, 1995, 154).

Además, como ha señalado Canals,

«es algo probado, incluso desde perspectivas distintas, por los historiadores del tomismo en Italia, que la Summa de Roselli ejerció influencia decisiva en el pensamiento de los que fueron sus primeros iniciadores. Tanto si se quiere atribuir a los profesores del Colegio Alberoni en Piacensa, como lo hace Giovanni Felice Rossi, ya se vincule directamente al estudio de la Summa de Rosseli por parte de Vincenso Buzzetti, como afirma Amato Masnovo, permanece siempre como dato invariable el hecho de la obra de Roselli entre los diversos profesores que pudieran influir en Buzetti» (Ib. 155).

El neotomismo comienza «oficialmente» con la promulgación de la encíclica del Papa León XIII, Aeterni Patris, en 1879. Este magno documento, como indicaba su subtítulo, estaba dirigido a la «Restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino». A partir de entonces, el renaciente o restaurado tomismo, llamado neotomismo, adquirió un gran fuerza y empezó a fructificar.

Este principio oficial de la neo-escolástica «representa la madurez de múltiples y arduos esfuerzos» (Fabro, 1967, 159). Se habían iniciado a principios del siglo XIX en Italia, con los hermanos Serafín y Domingo Sordi (1793-1865 y 1790-1880), sacerdotes, que entraron en la Compañía de Jesús, y cuyo tomismo guardaba relación con Juan Tomás de Boxadors.

El primero, Serafín Sordi, orientó hacia el tomismo a Luis Taparelli d’Azeglio (1793-1862), y también a Carminatti (1798-1851) y José Pecci (1807-1890), compañero suyo en Modena y hermano del arzobispo Joaquín Pecci, el futuro Papa León XIII. Domingo Sordi fue maestro de Mateo Liberatore (1810-1892), en Nápoles.

En esta ciudad, tan vinculada a Santo Tomás, Taparelli, después de su época de rectorado en Roma (1824-1829), como provincial (1830-1833), y con Domingo Sordi, pudo crear un importante núcleo tomista. Ambos, junto con Liberatore, llevaron al tomismo al profesor de Etica en la Universidad de Nápoles, el canónigo Gaetano Sanseverino (1811-1865), la figura más relevante de la neoescolástica italiana. Discípulos suyos fueron Nunzio Signoriello (1831-1889), José Prisco (1835-1923) y Salvador Talamo (1844-1932).

Gracias a la perseverante y modélica actividad de este grupo de jesuitas tomistas, a pesar de los muchos obstáculos que encontraron, se fundó la famosa revista La Civiltà Cattolica. El jesuita napolitano Carlo Maria Curci (1810-1891), fundador y primer director de la misma, explica, en sus Memorias, que, a su regreso de París, a finales de 1849, propuso al Papa su proyecto de una revista, que defendiera los verdaderos principios católicos. Pío IX no sólo le animó para que lo realizará, sino que además, ante las dificultades que encontraba en la Compañía, le expresó su voluntad de que se publicará, e incluso contribuyó economicamente para ello.

La Civiltà Cattolica fue decisiva para la restauración escolástica y tomista.

El cuerpo de redacción de la publicación, cuyo primer número apareció en abril de 1850, estaba formado por jesuitas tomistas: Curci, Taparelli, Liberatore, Bresciani, Panciani y Serafino Sordi. Después se incorporaron otros, como Calvetti y Cornoldi. Dados los obstáculos y contrariedades, que encontraron en la Compañía de Jesús, procedieron al principio con cautela en la exposición del pensamiento de Santo Tomás.

Desde mediados de 1853, después de la muerte del P. Roothaan, General de la Compañía, la revista emprendió una campaña intensisíma en la difusión del tomismo, que tuvo gran éxito. Contribuyó decisivamente el Papa. Los lectores de La Civiltà Cattolica, muchos de fuera de Italia, conocían la directa ingerencia en la revista del mismo Pío IX, que a veces hasta indicaba los temas y el modo como debían tratarse.

La escolástica, no obstante, no había desaparecido por completo. En realidad, el neotomismo pudo surgir gracias al tomismo español. Cuenta Carlos María Curci, en sus Memorias, que había conocido a Santo Tomás gracias al estudio de un texto, que le dio el Rector del Colegio Romano en su época de estudiante en el mismo. El autor de este texto manuscrito, que Taparelli utilizaba para formar a los mejores alumnos del centro, era Serafín Sordi, con quien mantenía «íntimas comunicaciones filosóficas», y que, al igual que su hermano Domingo, era discípulo de Vincenzo Buzzetti (1771-1824). Para el prestigioso historiador Amato Masnovo, Buzzetti se inció en el tomismo con el estudio de la Summa Philosophica de Roselli (Masnovo, 1923, 68, ss.), obra que había sido escrita por orden de Boxadors.

Los actuales estudios de los textos de Boxadors, ha llevado a concluir al profesor Huerga que «los encargados de la elaboración de la Aeterni Patris, promulgada el 4 de agosto de 1879, tuvieron a la vista las litterae encyclicae de Boxadors. La hipótesis -no me atrevo a sugerir más- se corrobora por el hecho de la supervivencia de la Perlatum ad nos, con carácter preceptivo antes y después de la Aeterni Patris, y, sobre todo, por la "suposición" de que manos y mentes dominicanas no fueron ajenas a la fase preparatoria del documento leonino: entre otros, Tomás Zigliara (1833-1893), tomista de pro, heredero de la tradición del tomismo remozado catalán» (Huerga, 1981, 212-213).

La renovación del tomismo se continuó con el cardenal Mercier (1851-1926), fundador del Instituto Superior de Filosofía de Lovaina, M. T. Coconnier (1846-1908), Pedro Mandonnet (1858-1936), Enrique Denifle (1844-1905), Francisco Satolli (1839-1910) y los jesuitas Santo Schiffini (1841-1906) y Luis Billot (1846-1931).

En España, aunque no había desaparecido por completo el tomismo -en la primera mitad del siglo XIX, merecen citarse, entre otros, los dominicos: Francisco Alvarado, Felipe Puigserver, José Vida, Narciso Puig, Francisco Xarrié, Antonio Sendil y Pedro Texeiro; el arzobispo de Santiago, Rafael de Vélez; el sacerdote Andrés de Guevara; y los seglares Lorenzo Arrazola y Rafael José de Crespo-, la filosofía tomista no tenía el nivel de las etapas anteriores (Cf. Gonzalo Díaz, 1980, 210-211). Incluso, en este sentido, podría decirse que no hay estrictamente filosofía tomista (Cf. E. Forment, 1998, 15).

Recobró el tomismo una mayor fuerza con Ceferino González y Díaz Tuñón, O. P. (1831-1895). Discípulos suyos fueron Juan Manuel Ortí y Lara (1826-1904), catedrático de Metafísica de la Universidad de Madrid; Damián Isern y Marco (1852-1914); Alejandro Pidal y Mon (1846-1913); Mons. Antonio Hernández Fajarnés (1851-1909), sucedor de Ortí y Lara, en Madrid; Eduardo de Hinojosa (1852-1919); Francisco Fernández de Henestrosa, Antonio José Pou y Ordinas (1834-1900); y José Miralles Sbert (1860-1920), entre otros. Debe destacarse igualmente al obispo de Vic, Dr. José Torras y Bages (1846-1916); sus seguidores, el capuchino Miguel de Esplugas (1870-1934) y el canónigo Carlos Cardó (1884-1958); los dominicos: Norberto del Prado, O. P. (1852-1918), Manuel Barbado (1844-1945), su hermano Francisco Barbado, Luis Alonso Getino (1877-1946), y Santiago Ramírez (1891-1967); y el carmelita Bartolomé Xiberta (1897-1967).

Contribuyó también a la restauración leonina la labor de muchos centros académicos, como el Instituto superior de Filosofía de Lovaina, el Instituto Católico de París, la Universidad de Friburgo, la Universidad de Santo Tomás de Manila, la Universidad Católica del Sagrado Corazón (Milán), la Pontificia Universidad Lateranense (Roma), la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino (Roma), y la Universidad Católica de América (Washington). También los estudios dominicanos de Saulchoir, Toulouse, Lyon, Bolonia, Salamanca, Oxford, Ottawa, y otros más.

El tomismo, después de la encíclica Aeterni Patris, experimentó un incremento enorme. Se publicaron muchos manuales y tratados filosóficos completos, como los de E. Hugón, V. Remer, y J. A. Gredt, benedictino. Fue muy importante el Curso de Lovaina (Mercier). Se realizaron notabilísimos trabajos históricos -F. Ehrle, P. Mandonet, Maurice de Wulf- y obras de investigación sobre lo esencial del pensamiento de Santo Tomás, como filosofía del sentido común (R. Garrigou-Lagrange), como intelectualismo (P. Rousselot), y como una filosofía basada en la distinción de esencia y ser (Norberto del Prado).

También después de la encíclica sobre Santo Tomás, Studiorum Ducem, de 1923, se publicaron nuevos cursos tomistas completos -V. Remer, P. Geny, G. Di Napoli, C. Carbone, H. Grenier, y G. Beghin-Rosé-, y nuevos manuales -Boyer, Maquart y Philips-.

Se continuaron publicando las revistas tomistas ya existentes: Revue Thomiste, Ciencia Tomista, y Blackfriars, y aparecieron otras nuevas: Sapientia, The Tomist, Sapienza, Divus Thomas, una en Piacenza y otra en Friburgo de Suiza, Rivista di Filosofia Neoscolastica, The New Scholasticis, Aquinas, Angelicum, y Doctor Communis.

Muchas obras y artículos, que se publicaron, han hecho aportes importantísimos para la mejor comprensión del pensamiento de Santo Tomás. El Bulletin thomiste, que daba noticia y comentada toda obra o artículo dedicado a Santo Tomás, fue registrando alrededor de unos dos mil estudios por año.

Los laicos cada vez más tuvieron un mayor protagonismo en el tomismo. Destacaron como grandes figuras Jacques Maritain (1882-1973) y Etienne Gilson (1884-1978). Ambos contribuyeron a difundir y hacer valorar el tomismo en la cultura laica.

El balance del tomismo en el siglo que termina es muy positivo.

Entre otros destacados tomistas, nos ha dejado a: D. Mercier, Desiderio Nys, A. Farges, T. Zigliara, N. Signoriello, J. V. de Got, T. Pégues, E. Buonpensiere. G. Mattiussi, E. Hugon, M. D. Rolland-Gossellin, A. Gardeil, J. Gardair, E. Domet de Vorges, a. de Poulpiquet, P. Rousselot, R. Schultes, V. Remer, P. Geny, G. Manser. J. Gredt, A. Horváth, F. X. Maquart, F.J. Thonnard, A. D. Sertillanges, D. Prümmer, B.H. Merkelbach, L. Fanfani, M. Daffara, J. Leclercq, L. de Raeymaeker. J. Maritain, R. Garrigou-Lagrange, R. Jolivet, B. Xiberta, L. Lachance, L.B. Geiger, R.P. Philips, O.N. Derisi, A. Caturelli, H. Meyer, J. Pieper, E. Welty, G. Sieweth, A.F. Utz, G. Van Riet, A. H. Henry, C. Fabro, R. E., Brennan, W. Farrell, R. Spiazzi, Leo Elders, Yves Floucat, Bertrand de Margherie, Daniel Ols, Armando Rigobello y Battista Mondin.

Igualmente en el siglo XX hay que subrayar la gran labor que han realizado dominicos españoles.

Además de los ya citados destacan: Victorino Rodríguez (1926-1997), Guillermo Fraile, (1909-1970, Teófilo Urdánoz, (1912-1987) y Aniceto Fernández, (1895-1981). En la actualidad continúan estudiando y enseñando la filosofía de Santo Tomás: José Todolí, Juan José Gallego, Jordán Gallego, Quintín Turiel, Vicente Cudeiro, Armando Bandera, Marcos F. Manzanedo, Mateo Febrer, Vicens Igual y Juan José Llamedo.

Uno de los filósofos más importantes de toda la Orden de Predicadores, e incluso de todos los tomistas actuales, es el dominico español Abelardo Lobato (1925), Rector de la Facultad de Teología de Lugano (Suiza). Tanto su magisterio oral y escrito como su actividad organizativa y directiva por todo el mundo, han sido decisivos para mantener y difundir del pensamiento de Santo Tomás.

También es español uno de los estudiosos de la filosofía de Santo Tomás, cuya obra y magisterio ha sido de gran fecundidad: Ramón Orlandis Despuig (Palma de Mallorca, 1873 - Sant Cugat, 1958). El ilustre pensador jesuita -fundador de «Schola Cordis Iesu» (1925) e inspirador de la revista «Cristiandad» (1944)-, formó a Jaime Bofill y a Francisco Canals Vidal (Barcelona, 1922), con quienes se empezó a conocer la denominada «Escuela Tomista de Barcelona».

El académico de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás, Francisco Canals, Profesor de la Universidad de Barcelona (1949-1987) y Catedrático de Metafísica (Ontología y Teodicea), desde 1967, ha consolidado este activo grupo de profesores e investigadores, todos ellos en centros de enseñanza civiles.

Entre estos discípulos de Canals se encuentran los profesores universitarios José Mª Petit, José Mª Alsina, Antonio Prevosti, Margarita Mauri, Ignacio Guiu, José Mª Romero, Francisca Tomar, Evaristo Palomar, Misericordia Anglés, Juan Martínez Porcell, Magdalena Bosch, Javier Echave-Sustaeta del Villar, José Manuel Moro, Antonio Amado y Eudaldo Forment. También los profesores de Filosofía: Santiago Fernández Burillo, Juan García del Muro, Pau Giralt, Ignacio Azcoaga Bengoechea, Hug Banyeres, Enrique Martínez, Alex Verdés, Nuria Paredes, Teresa Signes, Fernando Melero, Gregorio Peña, Laura Casellas, Javier Barraicoa, Lluís Seguí Pons, Miguel Angel Belmonte y José Mª Montiu. Igualmente, pueden citarse a los historiadores José Manuel Zubicoa y José Mª Mundet y a los escritores Miguel Subirachs, Jordi Gil, Jorge Soley y José Luis Ganuza.

Han sido muchos los sacerdotes y laicos tomistas, que han contribuido al florecimiento el tomismo, como Angel González Álvarez (1916-1991), Leopoldo Eulogio Palacios (1912-1981), Carlos Cardona (1930-1993) y su discípulo Ramón García de Haro (1931-1996).

Continúan este desarrollo con sus investigaciones los profesores: Antonio Millán-Puelles, una de las figuras más importantes de la filosofía española actual, Juan Vallet de Goytisolo, Jesús García López, Mariano Artigas, Lluís Clavell, Angel Luis González; Miguel Ayuso, Rafael Alvira, Rafael Gambra, Tomás Melendo, Armando Segura, Luis Romera, Juan Manuel Burgos, Alfonso García Marqués, Patricia Moya, Javier Pérez Guerrero, Javier Aranguren, Juan Fernando Sellés, Enrique Rivera de Ventosa, José J. Escandell, Joaquín Ferrer, Antonio Segura Ferns, Modesto Santos, José Ángel García Cuadrado, José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, Estanislao Cantero, Consuelo Martínez-Sicluna, José Luis Fernández, Fernando Pascual, Rafael Pascual, Dionisio Roca y Ana Marta González; y varios autores de obras tomistas, como Jordi Girau, José Mª Ciurana y José Ortiz, entre otros.

En América sobresalen, en Argentina: Tomás D. Casares, y Octavio Nicolás Derisi, una de las primeras figuras del tomismo mundial, que ha creado una importante escuela, Alberto Caturelli, autor de numerosas e importantísimas obras, Mario Enrique Sachi, Gustavo Eloy Ponferrada, María C. Donadio Maggi de Gandolfi. Jorge Héctor Padrón, José Ricardo Pierpauli, Carlos Massini, Juan José Sanguineti. En México hay que destacar a Osvaldo Robles, Agustín Basave Fernández del Valle, Mauricio Beuchot y Fernando Gutiérrez Godínez. Igualmente, en Chile: Juan Antonio Widow, Mirko Skarika, Patricio Lombardo, Mauricio Echeverría, Fernando Moreno y Eloy Sardon. También a Enrique Almeida y José Vega Delgado, de Ecuador; Rafael Tomás Caldera y Francisco Rivero, de Venezuela; a Alejandro Saavedra, de Perú. Han realizado una gran labor el Instituto de Filosofía de la Universidad Católica de Valparaíso, y la Sociedad Tomista Argentina, que ha cumplido medio siglo, especialmente con la celebración anual de la «Semana Tomista».

Toda esta sucinta historia del tomismo revela la extraordinaria importancia del pensamiento de Santo Tomás. Como ha escrito Gustavo Eloy Ponferrada,

«los personajes que figuran en la historia de la cultura son los que no sólo han producido obras relevantes, sino que han tenido un influjo en la posteridad (...) es obvio que los pensamientos de Aristóteles, de San Agustín, de Descartes o de Kant han tenido una notable pervivencia a través del tiempo. Sin embargo, en éstos, como en tantos otros casos, se trata no de la integralidad de sus doctrinas, sino de una orientación general o de algunas de sus posiciones significativas. Hoy no se hallarían quienes sostuviesen todas las conclusiones del aristotelismo, del agustinismo, del cartesianismo o del kantismo. Pero en el caso del tomismo, durante siete siglos los seguidores de Santo Tomás han profundizado, defendidio y aplicado todas sus ideas y sus conclusiones teológicas y filosóficas con la sola excepción de algunos temas tangenciales referentes a las ciencias naturales de su época. Se trata de un caso único que importa subrayar» (Ponferrada, 1998, 3).

Además, «frente a la difusión de filosofías neomarxistas, estructuralistas, analíticas y de teologías de la "muerte de Dios", de la liberación política o trascendentalistas, el tomismo no ha dejado de crecer y organizarse. Dieciocho universidades que llevan el nombre de Santo Tomás de Aquino han venido a sumarse en los últimos decenios a las tradicionales de Roma, Manila y Bogotá. La Sociedad Internacional Tomás de Aquino continúa abriendo filiales en muchos países, la última de ellas en Lituania. La Pontificia Academia de Santo Tomás ya ha publicado más de cincuenta volúmenes de sus Studi Tomistici. El Index thomisticus editado por Roberto Busa llena cincuenta y dos volúmenes ahora volcados en un pequeño disco compacto» (Ib. 13).

La quinta etapa pertenecerá ya al próximo milenio. Es de esperar que el tomismo tenga un mayor desarrollo, aunque algunos todavía consideran a Santo Tomás como algo perteneciente definitivamente al pasado. Para éstos podrían servir como respuesta unas recientes palabras de Antonio Piolanti, Presidente de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás. Explica el eminente historiador del tomismo italiano:

«Se había intentado, durante sucesivos y ásperos decenios de ostracismo, dejar de lado a aquél que durante siglos había tenido el primer lugar. Este intento respondía también al sentimiento de revancha que ciertos espíritus creen deber sentir hacia los personajes, que por largos períodos han gozado de preferencia privilegiada. La tentativa parecía por un momento haber triunfado, hasta el punto que finalmente el nombre del Aquinate era silenciado, y todos sus cultivadores rechazados como oscurantistas».

Sin embargo, añade, «han pasado los años, han sido exaltados nombres y autores, que se pensaba que deberían haber preparado el camino para los nuevos tiempos, pero ha ocurrido, por la intrínseca fuerza de las cosas, que el mundo tiene siempre necesidad del Sol de Aquino para recibir de él luz y calor» (Piolanti, 1995a, 5).

La misma realidad ha mostrado que «las soluciones de Santo Tomás, descuidadas por mucho tiempo, siguen siendo válidas, ya sea por aquella moderación que es un carácter especial del Santo Doctor, ya sea por un genial planteamiento de los problemas, ya sea sobre todo por una respuesta luminosa y satisfactoria, en la que el espíritu descansa en panoramas, los más vastos, con inmensos confines, que vienen a abrirse sobre las riberas de la eternidad».

No es extraño, por tanto, que el tomismo prosiga teniendo vigencia y que su historia continue en el próximo siglo y milenio, todavía con mayores frutos.

«No es, pues, una presunción el que los cultivadores de Angélico, aún en los umbrales del tercer milenio, dirijan la atención a su Maestro como a un faro, que puede iluminar los siglos venideros con copiosa luz, que al resplandor une el calor» (Piolanti, 1995a, 6).

Además de los grupos citados, como la Sociedad Tomista Argentina y la Escuela Tomista de Barcelona, la esperanza del tomismo está en la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás de Aquino. El 8 de mayo de 1880 se inauguró la famosa y prestigiosa Academia, fundada por León XIII (1878-1903) para el estudio y la difusión del pensamiento de Santo Tomás, según había exhortado en su encíclica Aeterni Patris, en el año anterior.

Sus primeros presidentes fueron los cardenales José Pecci, hermano del Papa y Tomás Zigliara, dominico, y el secretario, Salvador Talamo. Entre los primeros cuarenta socios figuraban: Liberatore, Cornoldi, Satolli, Lorenzelli (por Roma), Priso Signoriello (por Italia), Kleutgen, Stöckl (por Alemania), Bourquard, Sauvé, De la Bouillerie (por Francia), Ceferino González, Juan Manuel Orti y Lara (por España), Van Weddingen (por Bélgica) y Corcoran (por América). Al morir el cardenal Pecci (1890) le sucedió el cardenal Mazzella, y al cardenal Zigliara (1897), el cardenal Francisco Satolli. También se habían reemplazado los socios fallecidos, por Lepidi, Mercier, Tabarelli, Ballerini, De Maria, Chiesa, Domet de Vorges, Commer, De Groot, y Lemius entre otros. Bajo el pontificado de San Pío X (1903-1914) ingresaron Farges, Gredt, Paquet, Bounpensiere, Le Rohellec y otros. En 1910, por la muerte del cardenal Satolli, fue nombrado presidente el cardenal Mariano Rampolla del Tindaro.

El Papa Benedicto XV (1914-1922) reformó los estatutos de la Academia constituyendo la presidencia en tres miembros, uno de los cuales tenía que ser siempre el prefecto de la entonces Sagrada Congregación de los Seminarios y de la Universidad.

Los presidentes fueron: el cardenal Benedicto Lorenzelli, el cardenal Ludovico Billot y el cardenal Miguel Lega. Al primero le sucedió el cardenal G. Bisleti. En esa época entraron en la Academia: Maritain, Garrigou-Lagrange, Geny, Mattiussi, Hugon y Lépicier.

El siguiente Papa, Pío XI (1922-1939) sugirió la organización del I Congreso Tomístico Internacional (15-20 de abril de 1925), dedicado al problema del conocimiento y al hilemorfismo. Además de este congreso, en 1930, se organizó la Semana agustinianotomística (23-30 de abril), para conmemorar el XV centenario de la muerte de San Agustín y el 50 aniversario de la misma Academia.

El 23 de febrero de 1932 murió, a los 86 años, monseñor Talamo, que había sido secretario de la Academia desde su fundación, y, por tanto, durante más de cincuenta años. Le sucedió, el 31 de enero de 1934, Carlos Boyer, S.I.

Poco después se organizó el II Congreso Tomístico Internacional, celebrado del 23 al 28 de noviembre de 1936 y dedicado una vez más al problema del conocimiento. En 1934, el Papa había incorporado a la Academia la «Academia de la Religión Católica», fundada por G. F. Zamboni, en 1801 .

Durante este pontificado fueron elegidos entre los nuevos socios: Jansens, Parente, Masnovo, Grabmann, Olgiati, Gilson, Cordovani, De la Taille, Browne y Gabriel de S.M. Magdalena. Se sucedieron varios presidentes (cardenales Bisleti, Lépicier, Laurenti, Salotti, Mercati, Roberti y Pizardo), y en 1934 se empezaron a publicar las Acta Academiae S. Thomae.

La Academia tuvo, desde 1940, ya en tiempos de Pío XII (1939-1958) su sede definitiva en dos amplias salas del Palacio de la Cancillería y entraron, entre otros, los siguientes académicos:

Journet, Ruffini, De Raeymeaker, Landgraf, Jolivet, Philips, Dezza, Fabro, Ciappi, De Finance, Lottin, Santiago Ramírez, Degl’Innocenti, Padovani, Vanni Rovighi y Petruzzellis. En 1946 se fundó la sección jurídico-economíca de la Academia de Santo Tomás (fueron admitidos canonistas como Roberti, Jullien, Staffa y Capello; romanistas como Riccobono, Albertorio y De Francisci; filosófos del Derecho como Capograssi, Del Vecchio y Gonella; economistas como Einaudi, estadistas como V.E. Orlando y civilistas como Santi Romano, Del Giudice y Carnelutti.

En 1948 la publicación anual Acta Academiæ S. Thomæ se convirtió en la revista cuatrimestral Doctor Communis, que desde entonces viene apareciendo.

Se celebraron dos congresos: el III Congreso Tomístico Internacional, del 11 al 17 de septiembre de 1950, dedicado a las pruebas tomistas de la existencia de Dios, a la luz de la entonces reciente encíclica Humani generis; y el IV Congreso Tomístico Internacional, del 13 al 17 de setiembre de 1955, dedicado a la comparación del tomismo con los resultados de las ciencias de la naturaleza y con las filosofías actuales en aquellos momentos (hegelianismo, marxismo y existencialismo).

El V congreso Tomístico Internacional, en 1960, ya tuvo lugar bajo el pontificado de Juan XXIII (1958-1963). Se estudiaron tres temas: el fundamento de la moralidad; la armonía de los derechos de la verdad y de la libertad; y el verdadero concepto de trabajo. Un año antes, en 1959, el Papa había creado la figura jurídica de vicepresidente de la Academia, nombrando a Monseñor Antonio Piloanti, académico, desde 1952.

Durante el gobierno de la Iglesia de Paulo VI (1963-1978), tuvo lugar, poco antes del final del Concilio Vaticano II (11 oct. 1962 - 8 dic. 1965), el VI Congreso Tomístico Internacional. Celebrado en setiembre de 1965, se dedicó al tema «Dios en la obra de Santo Tomás y en la filosofía contemporánea». En este mismo año el Papa puso al frente de la Academia un sólo presidente, nombrando a Michele Browne.

En 1970 se celebró el VII Congreso Tomístico Internacional, que estudió el tema del hombre en el momento actual.

En 1974, con motivo del séptimo centenario de la muerte de Santo Tomás de Aquino, y gracias a una ayuda especial del Papa, se inició la colección Studi Tomistici, dirigida por monseñor Antonio Piolanti, vicepresidente de la Academia, que ya ha publicado, en estos momentos, cincuenta volúmenes.

Los cuatro primeros se dedicaron al estudio de las fuentes e influencias de Santo Tomás; de su teología, de su filosofía, y de su filosofía del derecho, respectivamente, colaborando reconocidos tomistas especializados en estas temáticas. En el volumen tercero dedicado a la filosofía participaron: E. Gilson, M. F. Sciacca, L. Bogliolo, A. Caturelli, G. Siegmund, F. Cacucci, A. Galli, M.V. Ferrari, G. Perini, L. Salerno, P. C. Landuci, G. Kalinowski, A. Milano, O. N. Derisi, y U. Pellegrino.

Al inicio de su pontificado, a finales de 1978, Juan Pablo II nombró como presidente al cardenal Luigi Ciappi. A la muerte del P. Boyer, en febrero de 1980, fue nombrado secretario de la Academia Luigi Bogliolo, salesiano.

En este mismo año fueron elegidos los siguientes nuevos socios en teología: Ph. Delhayé, A. Trapé, Cl. Vansteekiste, R. Moretti, B. Duroux, L. Jammarrone, P. Toinet, T. S. Centi, B. de Margerie, y Pedro Rodríguez; y en filosofía: D. Composta, G. B. Dougherty.

El VIII Congreso Tomístico Internacional, dedicado a la Encíclica «Aeterni Patris», como clausura de su centenario, tuvo lugar del 8 al 13 de setiembre de 1980.

En 1986 se creó la colección Classici del Tomismo, dirigida por monseñor Antonio Piolanti. El primer libro que se publicó fue: Salvatore Talamo, Il rinnovamenteo del pensiero tomistico, que ha alcanzado la cuarta edición.

En 1989, se fundó la colección Perennità del Tomismo, de la que ya han aparecido dos números. Se colabora asimismo con la «Academia Pontificia Teologica Romana», fundada en 1695, en la publicación de la revista Divinitas, creada en 1956 y en la colección Biblioteca per la Storia del tomismo, fundada en 1974 y dirigida por monseñor Piolanti.

El último congreso celebrado, el IX Congreso Tomístico Internacional, en Roma, en el Palacio de la Cancilleria, durente los días 24 al 29 de setiembre de 1990, se dedicó al tema «Santo Tomás "Doctor Humanitatis"».

Se indicó, en las «Conclusiones y votos» del congreso, leídas por el P. Raimondo Spiazzi, en nombre de la Academia Pontificia de Santo Tomás, que «nuestra época ha llegado a las extremas consecuencias del subjetivismo y del relativismo, con la renuncia a toda seguridad de principios filosóficos y de valores éticos permanente y con la asunción de la inestablildad y provisionalidad de toda verdad como criterio de juicio y de comportamiento personal».

Se dice también, seguidamente, en este importante documento, que «nunca como hoy ha sido necesario restablecer la distinción entre las siempres relativas verdades parciales alcanzadas por el hombre en los varios campos del saber, y la fundamental verdad del ser y del bien que se impone como connaturalmente a su espíritu». Por ello, se concluye:

«En el tiempo de la exaltación del pensamiento débil se ha de repetir el renovado llamamiento a la fuerza de la verdad que Santo Tomás ha formulado en los conocidos términos: "La verdad es fuerte en sí misma y no puede ser abatida por ninguna objeción" (Summa contra Gentes IV, 10)».

En 1995 concurrieron dos importantes efemérides: el tercer centenario de la fundación de la Academia Teológica (1695) y el primer centenario de la Carta Apostólica Quod iam inde, con la que el Papa León XIII promulgaba oficialmente los estatutos de la Academia, ya en vigor ad experimentum desde 8 de mayo de 1880, día de su inauguración. Para su celebración se publicaron dos obras colectivas, dedicadas a S. Tommaso Filosofo y a S. Tommaso Teologo, dirigidas por Mons. Antonio Piolanti, Presidente de Pontificia Academia de Santo Tomás.

En la primera publicación colaboraron, además de Mons. Antonio Piolanti, los siguientes tomistas: Battista Mondin, Yves Floucat, Joseph de Finance, Luigi Bogliolo, Brunero Gherardini, Mario Pangallo, y Agustín Basave Fernández del Valle, María C. Donadío Maggi de Gandolfi, Dario Composta, Reginaldo M. Pizzorni, Joseph Schumacher, Giovanni Turco, Lluís Clavell y Adrian J. Reimers, Patrick de Laubier, Emmanuele Morandi, Josep-Ignasi Saranyana, Sergio Rául Castaño, León Elders, Alvaro Huerga, Francesco Andreu, Enrico Bini, Wilhelm Imkamp, y Roberto Busa.

El segundo volumen dedicado a la teología de San Tomás lo preparon: Mons. Antonio Piolanti, Giuseppe Perini, Raimondo Spiazzi, Abelardo Lobato, Gustavo Eloy Ponferrada, Fabio Gambetti, Pasquale Orlando, Victorino Rodríguez, Edmond Barbotin, Giovanni Cavalcoli, Leo Scheffczy, Mario Enrique Sacchi, Eudaldo Forment, Pasquale Giustiniani, Waclaw Swierzwski, Th. María Helena da Guerra Pratas, Dominique Vibrac, Francisco Canals Vidal, Daniel Ols, Bretrand de Margerie, Pierre Adnès, Tracisio Stramare, y Arthur Burton Calkins.

El estado actual del Consejo Directivo de la Pontificia Academia Romana de Santo Tomás es el siguiente:

Presidente: Mons. Antonio Piolanti, Secretario General: Don Luigi Bogliolo, S.D.B, Rector Emérito de la Pontificia Universidad Urbaniana; consejeros Académicos: Don Dario Composta, S. D. B., Mons. Brunero Gherardini, P. Abelardo Lobato, O. P. y P. Battista Mondin, S. X.

Un segundo motivo de esperanza es ICUSTA. La International Council of the Universities of St. Thomas Aquinas, constituida en la actualidad por dieciocho universidades de todo el mundo, que llevan por nombre Santo Tomás de Aquino y que preside D. Gerardo Rocha.

El activo presidente Rocha -Presidente de la Corporación de Santo Tomás de Chile, la empresa privada de educación en Chile más importante, que cuenta con 20.000 alumnos y 2.000 profesores y que está extendida por todas las regiones del país, por medio de centros de distinto nivel de formación; y Presidente y fundador de la Univerisdad Santo Tomás de Santiago-, intenta que los más de 200.000 alumnos, con que cuenta ICUSTA, puedan recibir una formación básica tomista y que en cada país exista por lo menos una universidad que lleve el nombre de Santo Tomás.

Una tercera esperanza del tomismo está en FASTA. La Fraternidad de Agrupaciones de Santo Tomás de Aquino es una Asociación privada de fieles internacional, reconocida por la Santa Sede como de Derecho Pontificio, con personalidad jurídica y con la aprobación de sus estatutos. La asociación fue fundada en 1962 en Argentina, a partir de la Orden Dominicana y bajo su amparo, por el fraile dominico Dr. Aníbal Ernesto Fosbery, O. P., su actual Presidente.

En 1986, también fundó la Fratenidad Apostólica Sacerdotal de Tomás de Aquino para facilitar la formación de los sacerdotes de FASTA, que son los que atienden la obra apostólica. Cuenta ya con varios sacerdotes, formados en el Seminario de la Fraternidad, y muchos más seminaristas. En España desarrolla sus actividades desde 1993, dirigiendo dos colegios en Barcelona y actividades familiares en Madrid y Pamplona.

La asociación tiene dos objetivos principales: realizar una tarea apostólica, especialmente entre la juventud y la familia; y orientar espiritualmente a sus miembros, según el carisma dominicano. Se nutre, por tanto, de la espiritualidad de la Orden dominicana, fundando su doctrina en el Magisterio de la Iglesia y en la teología y filosofía de Santo Tomás. FASTA puede sintetizarse con estas palabras de su fundador: «Es un intento de responder a la Iglesia Conciliar, detrás del llamado de los laicos para que "ordenen las estructuras temporales según el espíritu del evangelio"».

FASTA en estos momentos cubre toda Argentina. Tiene trece colegios, tres residencias universitarias, dos casas de retiros espirituales, dos institutos, un centro de servicios educativos, veintiuna casas (escuelas) de formación de niños, y una universidad (Universidad Santo Tomás, FASTA), que desarrolla sus actividades académicas desde 1992, consta en estos momentos de las Facultades de Ingeniería, Ciencias Económicas, Ciencias Jurídicas, Humanidades y Ciencias de la Salud. Ubicada su sede central en la ciudad de Mar del Plata, tiene una subsede, creada en 1995, en San Carlos de Bariloche. De las actividades de la asociación se benefician más de diez mil familias.

Puede decirse, por último, que la confianza para el futuro del tomismo está en la SITA. La Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA), fundada hace veinte años en Roma por iniciativa del entonces cardenal Wojtyla, es una sociedad internacional, cultural y autónoma, que tiene cerca de un millar de socios de Europa, América y Asia. Su finalidad esencial es la de servir al hombre de hoy irradiando la doctrina de Santo Tomás de Aquino sobre sus problemas. La SITA se propone a través del estudio y de la comunicación del pensamiento del Aquinate, y del diálogo, la orientación radical de la cultura de nuestro tiempo.

La sociedad ha asumido el papel de dos sociedades análogas: Société de saintThomas d’Aquin y la Société Thomiste. La primera se fundó en París, en 1884, y en estrecha relación con el Institut Catholique de París. Publicó la revista Annales de Philosophie Chrétienne. Todas las numerosas actividades de la Société de saintThomas d’Aquin cesaron en 1924.

La Société Thomiste se fundó en este mismo año. Desde el primer momento se publicó el Bulletin Thomiste, como órgano de información, y se fundó también la Biblothèque thomiste. Al igual que la sociedad anterior, pasados los treinta años de vida, empezó a languidecer. El Bulletin Thomiste, en 1969, deja de ser el órgano de la sociedad y es asumido por la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Roma, cambiándose su nombre por el de Rassegna di Letteratura tomistica.

Surge entonces la SITA. En el famoso Congreso Internacional Tomás de Aquino en su séptimo centenario, celebrado en Roma y Nápoles, en abril de 1974, y organizado por el P. Aniceto Fernández, como presidente, el P. Benedetto D´Amore, como Secretario, y el P. Lobato, como Coordinador, los tres eminentes tomistas propusieron la creación de la SITA. Sería una sociedad tomista que recogería el espíritu del Congreso y mantendría el diálogo con el pensamiento actual. Además, el entonces cardenal Karol Wojtyla, que participó activamente en el Congreso, pedía una nueva vuelta a Santo Tomás para fundar sobre una base humanística cristiana la vida ética de la sociedad actual.

Después, a partir del Congreso Internacional «Teoría y Praxis», organizado por el Centro Internazionale di Studi e di Relazioni Culturali y la Fundación Balmesiana, y celebrado en setiembre de 1976, en Génova y Barcelona, los tres dominicos empezaron dar vida a la sociedad. Wojtyla presidió la primera reunión de la SITA, dirigiendo la discusión. Él mismo propuso al Dr. Lobato como Director de la SITA, cargo que desde entonces ha venido ejerciendo hasta 1997, en que fue elegido Presidente de la ya conocidísima sociedad internacional. Oficialmente la Sociedad nació el 27 de mayo de 1978. En Madrid se creó poco después la Sección nacional de la SITA de España.

Elegido Sumo Pontífice, Karol Wojtyla, que es el socio número uno de la SITA, tal como consta en los archivos de la sociedad, ha intervenido en los tres grandes congresos internacionales de la SITA celebrados en Roma: I Congresso Internazionale della S.I.T.A. Tommaso d´Aquino nel I Centenario dell´Enciclica «Aeterni Patris» (1979); II Congresso Internazionale della S.I.T.A. L´anima nell´antropologia di S. Tommaso D´Aquino (1986); y III Congresso Internazionale della S.I.T.A. Etica e società contemporanea (1991). También envió un mensaje al IV Congreso Internacional de la SITA. El problema del hombre y el misterio de Jesucristo, que se celebró por primera vez fuera de Roma, en España, en Barcelona, durante los días 24 al 27 de setiembre de 1997, en los locales de la Fundación Balmesiana.

En este mismo lugar, la SITA de Barcelona ya había organizado, en 1993, bajo la sugerencia y auspicio del Dr. Canals, entonces Vicepresidente 1º del Consejo directivo de la sede central en Roma, las «Jornadas de la SITA», Dignidad personal, comunidad personal y orden jurídico, cuyas actas ocupan dos densos volúmenes con este mismo título

Este último congreso internacional de la SITA, del que se ocuparon todos los medios de comunicación, reunió a los mejores conocedores del pensamiento del Aquinate del momento.

Contó con la participación de dos cardenales, Ricard M. Carles, Cardenal-Arzobispo de Barcelona y Alfonso López Trujillo, Cardenal-Presidente del Consejo Pontificio para la Familia. Asistieron alrededor de 500 personas. Además de las 33 ponencias, se presentaron más de 200 comunicaciones, en siete idiomas diferentes, de estudiosos y de profesores de más de 80 Universidades de Europa, América y Asia. Sus conclusiones se pueden sintetizar, por una parte, en el descubrimiento del valor perenne de la doctrina de Tomás como orientación en el próximo futuro. Por otra, que, como siempre, el tomismo, en el próximo milenio, deberá ponerse al servicio de la Iglesia en su misión de anunciar al mundo a Jesucristo, el Salvador de los hombres. Su proyecto será acoger lo positivo y tratar de remediar los graves olvidos del mundo actual.

En sus primeros veinte años la SITA ha recorrido tres etapas bajo tres presidencias: la del Maestro de la Orden Vincent de Couesnongle, la del P. Cornelio Fabro, la del P. Battista Mondin. Al cabo de este tiempo es la misma en su proyecto, pero ha evolucionado visiblemente. Ha crecido en extensión y en intensidad. Durante el Congreso se ha iniciado otra nueva etapa, con su nuevo Presidente español, Abelardo Lobato. En este período de Lobato, la SITA se ha hecho más internacional y tiene más presencia cultural.

La composición del actual Consejo Directivo de la SITA es la siguiente:

Presidencia: Presidente: Prof. Abelardo Lobato, O. P.; Presidente Honorario: Prof. Battista Mondin; Vicepresidente Europa Sur: Prof. Pedro Suñer, S. I.;Vicepresidente Europa Norte: Prof. Edward Kaczynski, O. P.; Vicrepresidente América: Prof. Aníbal Fosbery, O.P; Vicepresidente Asia: Prof. Rolando de la Rosa, O. P.; Responsable Massmedia: D. Gerardo Rocha.

Consejo Ejecutivo: Director General: Prof. Eudaldo Forment; Secretario General: Prof. Enrique Martínez; Administrador: Prof. José María Romero.

Consejeros de Secciones nacionales: Sec. Fosanova (Italia): D. Romano Saurini; Sec. Francia: Prof. Yves Floucat; Sec. Baleares: Prof. Juan José Llamedo, O. P.; Sec. Barcelona: Prof. Jordán Gallego, O. P.; Sec. España: Prof. Armando Bandera; Sec. Polonia: Prof. M. A. Krapiec, O. P.; Sec. Lituania: Prof. Dalia Marija Stanciene; Sec. Ecuador: Prof. Enrique Almeida, O. P.; Sec. México: Prof. Fernando Gutiérrez; Sec. Colombia: Prof. Gonzalo Soto Posada; Sec. Perú: Prof. Alejandro Saavedra, SDB; Sec. Chile: Prof. Mons. Felipe Bacarreza, Obispo Auxiliar de Concepción y Sec. USA: Prof. Mary Rose Barral.

Consejeros generales: Prof. Armando Rigobello, Prof. Angela Ales Bello, Prof. Lluis Clavell, Prof. Prof. Bertrand de Margerie, S.I., Prof. Lydia Jiménez, Prof. José Antonio Izquierdo Labeaga, Prof. Modesto Santos, Prof. Juan José Gallego O. P., Prof. Lourdes Grosso, Prof. Marco D’Avenia, Prof. Giuseppe Barzaghi, O. P., Prof. Umberto Galeazzi, Prof. Emmanuele Morandi, Prof. Vittorio Possenti y Prof. Daniel Ols, O. P.

Como decía su Presidente Abelardo Lobato, en el último número del Boletín de la SITA: «En medio de esa universal nivelación de todo lo humano reducido a polvo, algunos genios crecen en la medida en que alejan en el tiempo, como las grandes cadenas de montañas que recobran su grandeza cuando uno traspasa las colinas que las ocultan. Tomás se cuenta entre esos gigantes del pasado, porque su obra tiene un valor que el tiempo no erosiona, el de la verdad que es invencible y retorna. La Revista "Humanitas" de la Universidad Católica de Chile, dirigida por Jaime Antúnez, en el número de la primavera del pasado año, publicaba el resultado de una encuesta entre profesores de radio internacional sobre la personalidad más alta a su juicio, a lo largo de todo el segundo milenio, desde el año 1000 al año 2000, en los tres campos de la cultura, artístico, político y religioso.

«El resultado es significativo. Mientras los pareceres son muy diversos en el campo de las artes y de la política, hay una cierta convergencia en el horizonte de la cultura religiosa. Dos genios se disputan la palma Francisco de Asís y Tomás de Aquino. Y en definitiva Tomás tiene tres votos más que Francisco (...) Tomás emerge como la personalidad más alta del milenio por el valor de su doctrina, por la contribución que ha dado a la humanidad en el camino cultural, como auténtico maestro de la humanidad» (Lobato, 1998, 5).

En este número aparece el primer saludo de Abelardo Lobato como Presidente de la SITA. Tal como dice el eminente tomista, es muy cierto que:

«Sentirse amigo de Santo Tomás de Aquino es una de las pocas cosas serias a las que se puede aspirar en el ámbito de la cultura cristiana, llamada a ser fermento de la humanidad en camino. Todo amigo de Tomás de Aquino se complace en llamarlo "Doctor humanitatis", y cada uno a su modo, se esfuerza en ser un auténtico discípulo que, apoyado en los robustos hombros del maestro, descubre un nueva "región de la verdad" (...) Dondequiera que haya un hombre que busca la verdad sinceramente y con el método adecuado, allí hay un amigo de Tomás» (Lobato, 1998, 6).