12-12     NTRA. SRA. DE GUADALUPE

1.     2003 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Zac 2, 14-17: Canta, gozosa, ¡oh, hija de Sión!
Salmo responsorial: 95, 1-3.10: Cantad al Señor, bendecid su nombre
Lc 1, 26-38: Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho

En la primera lectura tenemos uno de los discursos del profeta invitando a los cautivos a la alegría, porque Dios está en medio de su pueblo. Para nosotros ahora esto es mucho más verdadero. En la Biblia la expresión “hija de Sión” es uno de los nombres del pueblo de Dios, designación poética de la ciudad santa, representada como mujer y data de la época post-exílica, cuando Jerusalén se convirtió para los judíos en corazón y centro del pueblo escogido (así Ez 5,5; 38,12; Lam 2,13 y Zac 9,9). Zacarías anuncia los tiempos nuevos cuando dice que Dios se quedará para siempre en Sión, en la que se reunirán todos los pueblos. El profeta promete la actuación permanente de Dios.

El Evangelio de Lucas nos comunica secretos de la concepción de Jesús en María con palabras y figuras bíblicas que sus lectores conocían muy bien. Con este anuncio nos presenta a María como prototipo del pueblo sencillo que esperaba ver cumplidas las promesas de salvación anunciadas en el Antiguo Testamento.

Gabriel, ángel de primera categoría en la tradición bíblica, que en el libro de Daniel venía para anunciar la hora de la salvación (Dn 8,16; 9,4).

“Alégrate”, es el llamado gozoso que los profetas dirigían a la “Hija de Sión”, o sea, a la comunidad de los humildes que se mantenían a la espera de la venida del salvador (So 3,14; Zac 9,9). Continúa dos anuncios proféticos de la llegada del Señor a la ciudad Santa. Gabriel se dirige a María como a la personificación del pueblo de Dios.

Llena de gracia: Este título, objeto por excelencia del amor divino, evoca otra figura tradicional del pueblo santo: la amada del cantar, que significa la favorecida. Estas palabras revelan a María su papel en la historia de salvación: a ella corresponde contestar a Dios en nombre de todo el pueblo, el “Hágase en mi...”. María, aunque conmovida, es consciente de la presencia de Dios que inspiraba sus decisiones.

Concebirás en tu seno: El evangelio se inspira en varios textos del AT ; en unos se anuncia el porvenir de un niño que acaba de nacer y en otros Dios da una misión (Gen 16,1; Ex 3,11; Jue 6,11); en Is. 7,14 anuncia al que sería el Emmanuel, es decir, el Dios-con-nosotros. María lo llamará Jesús, que quiere decir Salvador.

En consecuencia, María recoge las expectativas y esperanzas de salvación del “pequeño resto” de Israel, y hoy sigue siendo el prototipo de madre y mediadora de los empobrecidos. Hoy en América Latina la veneramos bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe que, “despierta en nuestro pueblo una gran confianza filial, ya que se presenta solícita para dar auxilio y defensa en las tribulaciones; es, además, un impulso hacia la práctica de la caridad cristiana, al mostrar la predilección de María por los humildes y necesitados, y su disposición para remediar sus angustias”.


2. 2003

El Evangelio de hoy
Luc 1,39-48

En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre, e Isabel fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz y dijo:

- ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quien soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Porque apenas llegó a mis oídos tu voz, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada tú que has creído porque se cumplirá lo que te ha sido dicho de parte del Señor.

Y María dijo: - “Mi alma glorifica al Señor; y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su sierva”.

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Reflexión

Una de las constantes en la vida de María fue y ha sido su servicio. Ya desde el evangelio, en el pasaje que hoy nos propone la liturgia, María se presenta como la servidora, la que está siempre atenta a las necesidades del prójimo. Desde que Jesús nos la dejo como Madre, ella, con gran amor y diligencia, continúa realizando esta acción de amor en sus hijos. Cuando María de Guadalupe aparece, viene a darle nuevas fuerza a un pueblo que se encuentra en crisis después de la caída del Imperio Azteca. Las palabra que dijo a Juan Diego son el signo y a la vez promesa perennes que nos ayudan a confiar en ella y en su poderosa intercesión: Por que temes, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre? Por un lado quisiera hoy invitarte a crecer en esta confianza amorosa a nuestra Madre Santísima, y por otro lado, adoptar esta actitud de servicio característico de María. A María Santísima le gusta ser venerada y amada, pero muchos más le gusta ser imitada.

Pbro. Ernesto María Caro


3.

Reflexión:

La fiesta de Guadalupe ha vuelto a poner en evidencia el infinito amor que mana de los corazones mexicanos hacia su morenita del Tepeyac. Hoy las Iglesias se ven llenas de flores y cantos, y no hay imagen mariana en el país que se quede sin escuchar las mañanitas. El pueblo mexicano representado hace 471 años por la figura de San Juan Diego, vuelve a ponerse una vez más bajo los pies y la tierna mirada de su madre celestial, para agradecerle las gracias recibidas durante el año, y para encomendarse a su protección.

Este es el día en que la virgen repite nuevamente su milagro; hoy florecen nuevas rosas en tierra mexicana. En medio de un invierno materialista y egoísta, de un ambiente lleno de indiferencia y azotado por el pecado, la virgen vuelve a hacer florecer en cada uno de sus hijos mexicanos la semilla que sembró en sus corazones hace ya tantos años. Cada hombre representa una rosa distinta, fresca, brillante. Unos son rosas pintados con los colores de la fe, otros con los de la oración, algunos en cambio con los del amor. A todos ellos la virgen les baña con el agua amorosa de su mirada y les refresca con su sonrisa.

Así como San Juan Diego se presentó al obispo Zumárraga en 1531 para hablarle del mensaje y del cariño de la morenita, del mismo modo este día 12 de diciembre cada uno de los mexicanos se presenta en las Iglesias para ponerse bajo el manto estrellado y amoroso de su madrecita del Tepeyac. Cada persona expresa ese cariño filial hacia la virgen como mejor puede: Unos lo hacen con el mariachi, otros con el rezo del rosario, algunos con el ayuno o la peregrinación; Pero todos llevan el mismo mensaje de amor.

La fiesta del 12 de diciembre es una celebración que expresa alegría y gratitud. Son muchas las personas que hoy se acercan a una imagen mariana para felicitarle . Los adultos y los jóvenes le dicen: gracias virgencita. Mientras que los niños con esa gran sencillez que les caracteriza le susurran: gracias mamita. Esta es la manera de cómo el pueblo mexicano se dirige hoy hacia su patrona y reina. Las calles se visten de gala y en la ciudad se percibe un aroma de rosas. Una vez más se vuelve a escuchar el corazón de cada mexicano aquellas dulces y tiernas palabras que quedarán gravadas por la eternidad: "No estoy yo aquí que soy tu madre..."


4. La Guadalupana, tu madre

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Mariano de Blas

El nombre más repetido en las mujeres mexicanas es el de GUADALUPE. Por eso muchas celebran su santo el 12 de Diciembre, fecha en que una mujer vestida de princesa, se le apareció a un natural de esta tierra, a Juan Diego, en la Colina del Tepeyac.

Santa María de Guadalupe es el nombre de la celestial Señora. Ella pidió que se construyera un templo, y el templo se construyó. Más aún, hace algunos años se construyó un nuevo santuario más grande y moderno para dar cabida a un número mayor de peregrinos.

Hoy se encuentran muchísimos templos en todo México dedicados a la Virgen de Guadalupe. Casi todas las ciudades tienen el suyo.
¿Para qué pidió un templo? Para que todos nos sintiéramos en su casa cuando fuéramos allí a rezar, para poder decir a cada habitante de nuestro país las mismas palabras que dirigió a Juan Diego: “No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?”

Hermosas palabras que nos quiere decir a cada uno todos los días, pero sobre todo en esos días amargos, días de dolor y desesperanza.
“No temas, ¿no esto yo aquí que soy tu Madre?...” Tenemos miedo de tantas cosas, miedo de perder la salud, el dinero, a que nos roben, miedo al futuro. Existe mucho miedo en el ambiente. “No temas...”, nos dice Ella.

El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.
Santos y pecadores, borrachos y mujeriegos, quizá hasta le juren a la Virgencita que van a cambiar para siempre, y al día siguiente vuelven a ser los mismos. Pero hicieron el intento, y cualquier intento es bueno. Ella se los toma en cuenta. Después de tantos intentos fallidos, basta que uno de esos esfuerzos de resultado.
Yo me pregunto si México sería el mismo si no hubiera intervenido en su historia la Reina del Cielo.

Me impresiona que los mismos inicios de México como nación, interviniera tan amorosamente esa Persona a quién con santo orgullo se le llama “Reina de México”.

En aquel momento era necesaria la ayuda y protección de la Madre de Dios. Hoy es mucho más necesaria. Los males de México son tantos y tan duros que se necesita la ayuda del cielo para remediarlos. Creo que no bastan los buenos políticos y los buenos economistas.

¡Reza, México, a tu Reina!, para que puedas ser liberado de este naufragio. Esa Reina no ha devaluado su amor a México ni a los mexicanos, hoy los quiere como entonces, pero se necesitan millones de manos alzadas al cielo, millones de rodillas que toquen la tierra rezando, millones de lenguas y corazones que unan su voz y su amor en una oración gigantesca y sonora a la Reina de México, para que venga a auxiliarnos en esta hora difícil.

Para los que tienen fe, hay un faro de esperanza en la Colina del Tepeyac que se llama Santa María de Guadalupe.

El tesoro más rico que México tiene es una tilma sencilla donde la Madre de Dios se pintó a sí misma para que al contemplarla oyéramos todos su dulce mensaje: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”


5.LECTURAS: IS 7, 10-14; (ECLO 24, 23-31) SAL 66; GAL 4, 4-7; LC 1, 39-48

Is. 7, 10-14. Ante el enemigo que cerca a Jerusalén para destruirla, el Señor promete que velará por su pueblo; y si no quieren creerle, su rey puede pedir una señal para que sepan que las promesas de Dios no son espejismos engañosos. Ante la negativa de pedir una señal, el mismo Dios hace el anuncio de la misma: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. Al paso del tiempo, esta promesa que se refería a la defensa de Dios ante los enemigos de su Pueblo, llegará a su pleno cumplimiento con el nacimiento del Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María de Nazaret. Así, por medio de Jesús, el Señor se hace Dios-con-nosotros. Él viene no sólo a reconciliarnos con Dios y a liberarnos de la esclavitud al pecado, sino a elevarnos a la dignidad de hijos de Dios, por nuestra unión al Hijo de Dios hecho uno de nosotros. Y esta salvación no estará ya reservada a un pueblo, sino que se abre a todas las naciones, para que todos encuentren su Camino de Salvación en Cristo, hijo de María Virgen. Ella es la Madre del Verdadero Dios por quien se vive y contempla con gran ternura de Madre a quienes su Hijo encomendó como hijos; vela por ellos y los impulsa a encontrarse con el Dios de la Vida para tener en Él la salvación. Ojalá y nuestra devoción a María no se quede sólo en exterioridades, sino que llegue al compromiso de caminar junto con ella en la fidelidad a la voluntad de Dios sobre nosotros, hasta llegar al gozo definitivo de los bienes eternos.

(Eclo. 24, 23-31). La Sabiduría de Dios, en Cristo, se ha convertido en Camino de Vida. Alimentarse de aquel que es la Palabra nos va transformando, día a día, en un signo del amor de Dios en medio de nuestros hermanos. Si el Señor habita en nuestros corazones como en un templo, de ese corazón brotarán abundantes frutos de salvación, pues ya no se dejarán guiar por sus inclinaciones, egoísmos y pasiones desordenadas, sino por el mismo Dios, cuya Sabiduría hará que sean rectos nuestros caminos. Si queremos decir algo más, salvando lo que hay que salvar en la teología, podemos decir que Jesús, por la aceptación de María en la fe a la voluntad de Dios en ella, es la culminación, el fruto eximio que brota de aquella que quiso unir su sí personal y comprometido a los designios de Dios. Quien sea fiel al Señor, quien se alimente de Él podrá ser fecundo, no sólo dejándose engendrar por el Espíritu Santo en Hijo de Dios, sino colaborando para que el Señor tome cuerpo, vida en aquellos a quienes evangelizamos, no sólo para ilustrarlos en la fe, sino para que lleguen a ser hijos de Dios.

Sal 66. El Señor ha vuelto su mirada hacia nosotros para manifestarnos su obra salvadora. Todas las naciones están llamadas a participar de la vida que Él nos ha ofrecido por medio de su Hijo encarnado en María Virgen. Dios quiere que todas las naciones se conviertan en una continua alabanza de su Santo Nombre, porque el Espíritu del Señor repose sobre ellas. Entonces habrán terminado las luchas fratricidas, los desprecios de los más desprotegidos, las persecuciones injustas; entonces viviremos todos como hijos de un sólo Dios y Padre. Agradezcamos al Señor la cosecha abundante de salvación que se nos ha dado en Cristo; ojalá y la recojamos y almacenemos en nuestro corazón, para que desde ahí transforme nuestra vida, y podamos distribuirla a todos aquellos a quienes hemos sido enviados para proclamarles el Evangelio. María, llevando a Jesús no sólo en su seno, sino en su corazón, se acerca a nosotros para que la Salvación que Dios nos ofrece en su Hijo, sea también salvación nuestra.

Gal. 4, 4-7. Desde el acontecimiento Cristo los hombres, que vivimos unidos a Él por la fe, tenemos la misma dignidad ante Dios. Ante el Señor ya no cuentan los criterios humanos de la dignidad y el poder. El más grande es el que se hace servidor de todos, pero en serio y no de un modo maquillado o pasajero. Así como el Hijo de Dios no se presentó entre nosotros con un cuerpo aparente, sino que hizo suya, en su totalidad, nuestra naturaleza humana, llegando a hacerse pecado el que no tenía pecado, para clavar la maldad en la cruz y redimirnos de ella, así, quien quiera manifestar su importancia en la comunidad de creyentes, no puede tener otro camino que el del mismo Cristo Jesús, nacido de mujer y cercano a nosotros. María, nuestra Madre, no sólo nos protege como una madre amorosa; su presencia en nuestra vida es para que asumamos el compromiso de su propio Hijo, cercano a todos y amando hasta dar la vida para salvar a los culpables. Por eso no podemos quedarnos en un amor lleno de romanticismo espiritual ante ella, sino que, si en verdad la amamos y la queremos como Madre nuestra, conforme a la voluntad de su Hijo en la cruz, hemos de aprender a vivir como ella en la fidelidad a la escucha de la Palabra de Dios y a la puesta en práctica de la misma; sólo entonces podremos decir que en verdad somos hombres de fe, unidos personalmente a Cristo, y no sólo celebradores externos de acontecimientos históricos.

Lc. 1, 39-48. Dios ha irrumpido en la historia del hombre haciéndose uno de nosotros. Por obra y gracia de Dios se han logrado las aspiraciones de todo hombre: llegar a ser como Dios. El Hijo de Dios, encarnado en María, lleva a su pleno cumplimiento las promesas hechas a nuestros antiguos padres, desde aquella primera Buena Noticia dada en el paraíso terrenal. María, la Madre del Hijo de Dios Encarnado, se convierte en la portadora de esa salvación para Isabel que queda llena del Espíritu Santo, el cual es el único que nos hace participar de la Vida y Salvación que Dios nos ofrece en Jesús; y Juan el Bautista queda santificado y da brincos de gozo en el vientre de su madre. Esa salvación es salvación nuestra en la medida en que no la rechacemos, sino que la hagamos nuestra. María, además de Madre de Jesús, es para nosotros figura y prototipo de la Iglesia que se convierte en misionera, en portadora de la salvación, en engendradora del Salvador en el corazón de todos los hombres por la Fuerza del Espíritu Santo que habita en ella. Ojalá y seamos capaces de ir hasta los lugares más apartados y escarpados del mundo para que Cristo sea conocido, amado y testificado. María viene como un signo de cómo nosotros nos hemos de encontrar y comprometer con su Hijo para que sea luz, guía y fortaleza en nuestro camino hacia la perfección en Dios, a la que todos hemos sido convocados.

En esta Eucaristía el Señor sale a nuestro encuentro mediante estos signos sencillos y humildes del Pan y del Vino que se convierten para nosotros en el Cuerpo y Sangre del Señor, Pan de Vida para su Iglesia. Pero Él también se ha dirigido a nosotros para recordarnos que somos hijos de Dios. Que nuestra dignidad es la misma que Él posee como Hijo unigénito del Padre. Él nos invita a entrar con Él en comunión de vida. Ojalá y no nos quedemos sólo en adorarlo, en elevarle alabanzas, sino que aceptemos nuestro compromiso de ser para los demás un signo creíble de su amor. Que María, que nos acompaña en esta celebración, nos ayude a vivir abiertos a la escucha de la Palabra de Dios y a la puesta en práctica de la misma para no ser discípulos distraídos, sino totalmente dispuestos a trabajar por hacer realidad el Reino de Dios entre nosotros.

Quienes participamos de esta Eucaristía hemos de reconocer que también en todos y cada uno de nuestros prójimos habita la presencia del Señor. Por eso hemos de esforzarnos continuamente por hacer que esa imagen de Cristo en nuestro prójimo resplandezca con mayor dignidad, y no deteriorarla a causa de nuestras incomprensiones, injusticias, persecuciones, o desprecios, o por deteriorarles la vida con vicios, o envileciéndolos. Si queremos que nuestros pueblos sean un signo real del Reino de Dios entre nosotros, seamos los primeros esforzados por hacerlo realidad entre nosotros. Abramos nuestro corazón al Espíritu de Dios para que, hechos hijos en el Hijo, seamos los hijos amados del Padre y los hijos más pequeños en el corazón de nuestra Madre, no para sentirnos orgullosos de estar ahí, sino para sentirnos comprometidos en darle un nuevo rumbo a nuestro mundo y su historia.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, la gracia de convertirnos en un signo del amor salvador y liberador del Señor para nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com


6. Nuestra Señora de Guadalupe

Fuente:
Autor: Catholic.net

Historia de la fiesta
Aunque las diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:

Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.

Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.

Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.

Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo.

La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor.

En el Nican Mopohua se puede encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, pero aquí presentamos un resumen de la misma:

Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.

La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo".

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.

El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.

En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.

El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.

En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.

En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.

Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.

Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad.

En las peregrinaciones, las personas suelen llevar estandartes con la imagen de la Virgen y mantas donde escriben el nombre de su pueblo, de su familia, de su empresa.

Oración a la Virgen de Guadalupe

Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.

Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.

Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.

Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.

Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.

Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.

Canciones guadalupanas

La Guadalupana
Desde el Cielo, una hermosa mañana (bis)
La Guadalupana (tres veces)bajó al Tepeyac.
Suplicante juntaba sus manos (bis)y eran mexicanos (tres veces) su porte y su faz.
Su llegada llenó de alegría (bis)
De luz y armonía (tres veces) el Anáhuac.
Junto al monte pasaba Juan Diego (bis)
Y acercóse luego (tres veces) al oír cantar.
A Juan Diego la Virgen le dijo (bis)este cerro elijo (tres veces) para hacer mi altar.
Y en la tilma entre rosas pintada (bis)Su imagen amada (tres veces)se dignó dejar.
Desde entonces para el mexicano (bis)Ser guadalupano (tres veces) es algo esencial.En sus penas se postra de hinojos (bis)Y eleva sus ojos (tres veces)hacia el Tepeyac.

Himno a la Virgen de Guadalupe

Mexicanos volad presurosos del pendón de la Virgen en pos, y en la lucha saldréis victoriosos defendiendo a la patria y a Dios.
De la santa montaña en la cumbre apareció como un astro María ahuyentando con plácida lumbrelas tinieblas de la idolatría.
Es patrona del indio, su manto al Anáhuac protege y da gloria; elevad mexicanos el canto, alabanza y eterna victoria.
En Dolores brilló refulgente cual bandera su imagen sagrada dando arrojo al patriota insurgente y tomando invencible su espada.
Siempre así lucirá; invasores hollar quieren Anáhuac la tierra flameará nuevamente en la guerra.
En redor de esa enseña brillante todo el pueblo luchará, volará,y por siempre en las lides triunfante con arrojo sacarlas habrá.


Rosario a la Virgen Guadalupana

En estos misterios se medita en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la petición, se reza un Padrenuestro, 10 Avemarías y un Gloria y al final, se canta alguna estrofa de las canciones propias de la Virgen de Guadalupe.

Primer Misterio: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su pueblo.

“Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien está todo; y es Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy su piadosa Madre”.

Pedir a la Virgen María por todos aquellos que no la conocen y no la valoran como su Madre.

Segundo Misterio: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su pequeñez a los ojos de los hombres.

“Te ruego encarecidamente, Señora y niña mía, que alguno de los principales, conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.”

Pedir a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la sencillez de corazón.

Tercer Misterio: María de Guadalupe escogió a Juan Diego por su sencillez y no por su sabiduría.

“Oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad, pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu mediación, que se haga mi voluntad”.

Pedir a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los demás.

Cuarto Misterio: La Virgen María cura a Juan Bernardino como signo de que quiere salud y felicidad para su pueblo.

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas a esa enfermedad ni alguna otra angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella. Está seguro de que ya sanó".

Pedir a la Virgen que, como Juan Diego, sepamos acompañar en la enfermedad, la angustia y el dolor a los que están cerca de nosotros.

Quinto Misterio: María nos deja su imagen para recordarnos su ternura, su amor y su constante protección.

Juan Diego trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; las que, así como las vio, cogió con sus manos y otra vez se las echó en el regazo diciendo: “Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo, le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.”

Pedir a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros hermanos.


7.Lunes 12 de diciembre de 2005
Nuestra Señora de Guadalupe y Juan Diego Cuauhtlatoatzin

Gál 4, 4-7: La esperanza mesiánica
Sal 95, 1-10: Contad las maravillas del Señor a todas las naciones
Lc 1, 39-47: La visita de María a Isabel

Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina, fiesta en la que reconocemos en el rostro indígena, en el rostro moreno de María nuestra propia raza, nuestra propia tierra; y con ella celebramos la vida de tantos hermanos latinoamericanos que la reconocen como madre.

El evangelio de Lucas nos narra la historia de la visitación de María a Isabel. El saludo de Isabel es una aclamación de alabanza que exalta a María como la feliz, la bienaventurada, la llena de la gracia, del favor, del rostro de Dios. Isabel ha vivido el hecho de que su esposo Zacarías quedase mudo por no haber creído. A pesar de la falta de fe de su esposo, Dios les concede un hijo. Por eso Isabel exalta, se alegra de que María haya aceptado el plan de Dios, pues si su esposo que no ha creído fue favorecido por Dios, ella que ha creído es la favorecida de Dios.

Nosotros también somos anunciadores, como María, de buenas noticias. La experiencia del contacto con Dios nos posibilita para el anuncio real de su Palabra. Ese encuentro se da en la medida que nos abrimos al contacto con el pequeño y desamparado, en la medida que reconocemos el plan de Dios en que abaja a los poderosos y enaltece a los humildes; en la medida que somos capaces de reconocernos como iguales y ponemos todo al servicio de ese ideal.