Presentación de la Virgen María
11-21

1. CLARETIANOS 2002

¿Cómo estáis? Ante todo, buenos días, tardes o noches. Hoy, fiesta de la Presentación de la Virgen María, es el Día mundial del saludo. El intercambio del saludo es una fórmula agradable, simpática, que supone mejora de las relaciones, anhelo de cercanía y expresión de buenos deseos para los otros.

La fiesta mariana honra el saludo de presentación-consagración de la Virgen Niña a Dios. Nos invita a recordar la trascendencia que tiene "estar en las cosas de Dios", desde siempre y por siempre. Por eso María supo recibir después el saludo de Dios y responderle, haciendo mejorar la relación del ser humano con su Creador y sirviendo de cauce de cercanía. ¿Qué mejor saludo? Saludo que rompe los hielos, que hace sobrevolar los prejuicios, que abre la comunicación a niveles profundos, que hace superar diferencias y conflictos entre Dios y los hombres... Dios te salve...

¡Qué importante es prestar atención a los saludos! Jesús, en el pasaje evangélico de este día, saluda llorando a Jerusalén. Al acercarse, al visitar y descubrir la violencia del sinsentido, el quebranto de quienes no conocen el camino de la salvación, "Dominus flevit". Este llanto de Jesús no puede pasarnos desapercibido. La realidad de lejanía del plan de Dios, la obstinación del ser humano, hacen brotar lágrimas, e incluso recriminación por dejar pasar la oportunidad de la paz que viene de Él. El saludo inquieto e inquietante de Jesús sigue siendo tan actual como entonces.

Distinto es el llanto de Juan en el texto del Apocalipsis. Un llanto que sí tiene consuelo. El Cordero en pie, Cristo Resucitado, abre el libro más elocuente. Encontrar al que es digno de abrir el libro reconforta. El ser humano tiene posibilidad de salvación. La paz de Dios es real y posible. La sangre derramada de Cristo cobra vida nueva en un proyecto de mundo nuevo. Un universo con hombres y mujeres de "toda raza, lengua, pueblo y nación". Ciudadanos y ciudadanas del Reino de Dios. La luz del Apocalipsis va llenando de consuelo y esperanza al lector creyente. El Reino se va abriendo paso en este mundo, a medida que acoge el saludo de Dios y aprende a responderle.

Dios te salve, hermano, hermana.

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


2. COMENTARIO 1 -  Lc 12, 46-50

vv. 46-50. «La madre y los hermanos». Se incluía entre los «hermanos» a los parientes próximos en línea colateral (primos hermanos, se­gundos, etc.). En esta perícopa, donde los familiares de Jesús no son mencionados por sus nombres, «la madre» representa a Israel en cuanto origen de Jesús; «los hermanos», al mismo Israel en cuanto miembros del mismo pueblo. Israel se queda «fuera», en vez de acercarse a Jesús. Este rompe su vinculación a su pueblo. Su nueva familia está abierta a la humanidad entera; la única condición es llevar a efecto el designio de «su» Padre del cielo, que se concreta en la adhesión a Jesús mismo (cf. la correspon­dencia entre 3,17: «Tú eres mi Hijo», pronunciado por la voz del cielo, y «el designio de mi padre del cielo»). El designio del Padre, aceptado por Jesús con su bautismo y para el cual el Padre lo ca­pacita con el Espíritu, consiste en que el hombre se comprometa hasta el final en la obra salvadora. Todo aquel que se asocie a este compromiso de Jesús queda unido con él por los vínculos más estrechos de amor e intimidad: se constituye así la nueva familia, el nuevo pueblo universal.

La escena ha estado preparada por las reiteradas alusiones a la respuesta de los paganos y a la infidelidad de Israel (8,10-12; 11, 20-24). La sección comenzó con las dudas de Juan Bautista (11,3), con la constatación de la violencia contra el reinado de Dios (11,12), la incredulidad sistemática de grupos dirigentes (11,16-19) y de las ciudades galileas (11,20-24), la ceguera de los sabios y entendidos (11,25-30), la oposición de los legalistas, que pretenden matar a Jesús (12,1-14), la calumnia de ser agente de Satanás (12,24), la in­vectiva de Jesús contra los fariseos (12,25-37), la petición de la señal (12,38-42) y el aviso a las multitudes (12,43-45). Los dirigentes de Israel combaten a Jesús, las multitudes no se pronuncian abier­tamente por él y corren peligro de volver a su situación anterior, pero empeorada hasta el máximo. No hay mucho porvenir en Is­rael para Jesús y su mensaje. De ahí la declaración de Jesús, quien se desvincula del pueblo elegido y lo pone en la misma condición que cualquier otro pueblo. El designio de Dios ha sido expresado en las bienaventuranzas. Es la opción allí expuesta la que consti­tuye el nuevo pueblo.

Jesús tiene ya una familia, sus discípulos, abierta a todo hom­bre, judío o pagano, que tome la decisión de seguirlo.


COMENTARIO 2

Muchas veces situamos nuestra comunión con Jesús en grados de pertenencia que pueden ser verificados y controlados por la función visible que cada uno ocupa. De esa forma buscamos establecer medidas visibles capaces de determinar nuestra cercanía o lejanía con el Maestro.

Situación relevante dentro del contexto eclesial o la pertenencia visible a un movimiento o a una asociación, p.ej, son tomados como señal manifiesta de estar plenamente integrados al ámbito de la familia de Jesús.

Jesús nos llama a rectificar esa forma de pensar. Los lazos que establecen la verdadera relación de parentesco deben ser buscados en un plano distinto de los mencionados. Dichos lazos sólo pueden derivar de nuestro compromiso total con el querer del Padre.

La pertenencia a la realidad eclesial no puede ser buscada en signos exteriores, por más importantes que ellos sean. Ella es ante todo el espacio donde se realiza el misterio de la comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Nuestra cercanía o alejamiento de Jesús deben buscarse en el grado de compromiso con este misterio de comunión querido por Dios desde la eternidad.

Los auténticos indicadores de la pertenencia a la familia de Jesús sólo pueden surgir de una vida dispuesta a la realización de este proyecto divino. Frente a él no podemos quedarnos "afuera" si queremos como los discípulos ser designados como miembros de su familia.

La disponibilidad de María frente a la Palabra y el designio divino nos indican el grado máximo que debemos aspirar en el servicio de la Palabra divina.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3.

21 de noviembre de 2001

1. Nuestros imagineros representaron en los retablos de los templos el momento en que María, dejando el regazo de la casa paterna fue encerrada entre los muros sagrados del templo de Salomón, a una niña subiendo gozosa la alta escalinata del Templo; arriba el sacerdote de barba venerable, con la mitra de dos cuernos en la cabeza, extiende las manos y sonríe acogedor; y en el fondo, la anciana madre, de frente arrugada, con gesto de pena. Sirviendo al templo, hilando el efod del sumo sacerdote, cosiendo los velos del altar, limpiando los vasos de las ofrendas, lavando los mosaicos del pavimento, pasaban los mejores años de su vida muchas hijas de Israel. Allí conoció Joyada, el sumo sacerdote Josabeth, a su esposa; allí creció Ana la profetisa; y allí, la hija de Fanuel, cuando declinaba su vida y empezaba a pensar que había esperado en vano, vio a aquella niña graciosa, parienta del sacerdote Zacarías.

2. Jamás ojos tan puros habían mirado aquellos pórticos majestuosos. La vieja sacerdotisa, al ver aquel lirio primaveral de los jardines de Nazareth, recordó las palabras del salmista: “Escucha, hija, y mira, e inclina el oído; olvido tu pueblo y la casa de tu padre, porque el Rey ha deseado tu hermosura". "En verdad que ennoblecía ya al mundo aquella criatura, "que Dios tuvo en su presencia antes de crear cosa alguna, cuando no existían los abismos, ni habían brotado las fuentes de las aguas, ni se alzaba la mole de los montes, ni sobre ellos se extendían los cielos, ni estaban asentados los cimientos de la tierra"; si esa criatura había nacido ya, era seguramente aquella niña tan dulce, tan pura, tan graciosa, que pisaba los umbrales del lugar sagrado con el mismo amoroso respeto de Moisés delante de la zarza ardiente. Como el lirio entre las espinas, así era ella entre sus compañeras. Tal vez les hacía aquella pregunta que pone en sus labios el Cantar de los Cantares: "Por las cabras y los cervatillos de los montes os conjuro hijas de Jerusalén, que me digáis si habéis visto al Amado, porque muero de amor.”

3. María buscaba al Amado sin cesar, le descubría jubilosa y le adoraba con humildad en aquellos muros santificados, en aquellas prescripciones alegóricas del mosaico, en aquellos textos misteriosos de los salmistas y comentaban los doctores de la ley; en las palabras inspiradas del anciano Simeón. Todo le hablaba del Mesías, del más hermoso de los hijos de los hombres, de aquel cuyo nombre es admirable. Y su pequeño corazón en llamas, se unía a Él, le llamaba con ansias y sin saber que iba a ser su madre, se hacía ya su esposa. “Como el manzano entre los árboles de la selva, así es mi Amado entre los hijos de los hombres... Las flores aparecieron en nuestra tierra; ya ha llegado el tiempo de la poda; ha exhalado su gemido la tórtola y las viñas floridas dieron su olor". La joven nazarena encendía la hoguera de su amor y consumía la llama de su vida en anhelos que alborozaban su carne virginal.

4. Noches de meditación abrasada, días de trabajo abnegado, súbitas iluminaciones, palabras como luces en la penumbra de un silencio recatado, gracia, obediencia, amor y trabajo, esto fue la vida de María durante aquellos años en que en la presencia de Yahvé, se preparaba para recibir el gran mensaje. El evangelio nada dice de aquella doncellez consagrada en el servicio del templo. Pero nos lo dice la tradición. La recogen los evangelios apócrifos. Ya en el siglo VI cantaba el poeta bizantino: “El templo purísimo, el tesoro sagrado de la divina gloria, la mansa oveja, la virgen inestimable llega hoy a la casa del Señor; la gracia del Espíritu va con ella, los ángeles cantan su gloria: es el tabernáculo de los Cielos. Recíbela, dice Ana al gran sacerdote, guárdala con cuidado, ponla en lo más profundo del santuario inaccesible, porque es el fruto de mis oraciones, es el don de Dios, es el tabernáculo del Altísimo».

JESÚS MARTÍ BALLESTER


4. DOMINICOS 2003

 María se ofrenda al Padre
Esta fiesta mariana de la Presentación comenzó a celebrarse en la iglesia oriental, que siempre fue muy sensible a la piedad mariana.

Sólo tardíamente fue incorporada al calendario occidental, romano, en la penúltima década del siglo XVI.

Cuantos gustamos de la espiritualidad mariana apreciemos hoy el sentido de la ofrenda que María hace de sí misma al Señor, siguiendo paso a paso en ella el reflejo de la vida de su Hijo, Mesías, Salvador.

La Presentación ante Dios era un acto exigido por la urgencia de amor, de oblación, de ser para el Padre y para nosotros en la historia de salvación.

¡Bendita seas por ello María! ¡Gloria a ti, María, siempre fiel; abierta, desde el despertar de tu conciencia, a la acción del Espíritu!


Palabras de ofrenda y gracia
Lectura del profeta Zacarías 2, 10-13:
“¡Alégrate y goza, hija de Sión!, que yo vengo a habitar dentro de ti –oráculo del Señor- . Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos, y serán todos pueblo mío. Habitaré en medio de ti, y comprenderás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti... ¡Calle toda carne ante el Señor cuando se levanta de su santa morada!”

Toda la alegría del profeta celebrando el futuro triunfo y gloria de Israel, nosotros la vemos espiritualmente en el corazón de María, virgen inmaculada, que siente dentro de sí la presencia del Señor que va a venir.

Evangelio según san Lucas 11, 27-28:
“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!Pero él repuso: Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la pabra de Dios y la cumplen!”

A la alegría de la ofrenda de sí misma que hace María sumamos el gozo y la exultación de los hijos que, por el misterio de la fe, contemlampos en ella a la Madre del Salvador y madre nuestra.


Momento de reflexión
Nuestro comentario en el dia de la Presentación de la Niña María al Señor, quiere ser una oración de alabanza y gloria con versos de infancia, como lo hace la liturgia en el oficio de Laudes.

La niña María
-¡qué gracia en su vuelo!- ,
paloma del cielo,
al templo subía
y a Dios ofrecía
el más puro don.

Sagrario y mansión,
por él consagrada
y a él reservaba,
es su corazón.

¡Oh blanca azucena!
La Sabiduría
su trono te hacía ,
dorada patena,
de la gracia llena,
llena de hermosura.

Tu luz , Virgen pura,
niña inmaculada,
rasgue en alborada
nuestra noche oscura.
Tu presentación,
princesa María,
de paz y alegría
llena el corazón.

De Dios posesión
y casa habitada,
eres la morada
de la Trinidad.

A su Majestad
la gloria sea dada.
AMÉN.