11-12   San Josafat, Obispo y mártir

1. DOMINICOS 2003 

¡Aviva, Señor, en tu Iglesia del  siglo XXI el espíritu misionero!
Haznos  comprender, en espíritu de fe, que Cristo es nuestra luz.

 Con esas dos oraciones, al comenzar la liturgia del día, nos introducimos en el espíritu que presidió la vida de san Josafat, entre los siglos XVI-XVII. Es un modelo imitable por nosotros.

Fue nativo de Lituania, hijo de humilde familia de zapateros, y se educó en un ambiente sociocultural y religioso en el que unos creyentes se declaraban “ortodoxos o no adheridos a Roma” y otros se declaraban “católicos y adheridos a Roma”.

Josafat (Juan) vivió su fe como católico, y a los 24 años ingresó en un monasterio de la Regla de San Basilio, en Vilna, capital de Lituania.

Allí se entregó en cuerpo y alma, con algunos compañeros, a combatir el cisma y a fomentar la conversión de los lituanos al catolicismo. Su predicación durante cinco años fue sumamente eficaz.

Luego fue promovido al obispado de Polok, y su labor apostólica, admirada por unos y perseguida por otros, dio origen a que unos desalmados asaltaran su domicilio, lo maltratarán brutalmente, y acabarán con su vida. Él, ofreciéndose a  Dios, murió  suplicando el perdón para los asesinos.

ORACIÓN:

Señor, tú que animaste a san Josafat para que en medio de crueles adversidades mostrara su adhesión inquebrantable a Jesucristo, tu Hijo, dando ejemplo de amor, paciencia y solicitud por los demás, asiste también hoy a los misioneros que llevan tu nombre por todo el mundo, y condúcenos a la unidad de las Iglesias. Amén.