Santa Teresa de Jesús Jornet

08-26

SANTORAL

1. DOMINICOS 2003

En el reino de la caridad

En Aitona, pueblecito cercano a la capital, Lérida, España, nació Teresa Jornet (1843-1897), vocación de ángel entre nubarrones del siglo XIX. Lo suyo no fue ni el dinero, ni la ambición de poder, ni la concupiscencia de la carne. Sobrevoló con agilidad y libertad, pisoteando los impulsos de mujer del mundo.

El triunfo de la gracia en esta joven leridana consistió en volcar su corazón hacia los ancianos y en formar una familia que hiciera prodigios de amor mientras la sociedad y la política no se ocupaban sino mínimamente del cuidado de los marginados.

Fue Teresa persona inquieta en su mocedad: como maestra, como religiosa clarisa, como mente abierta a los problemas del momento histórico en que vivía.

 El golpe de gracia lo sintió mientras atendía a su madre enferma. Un cura de la catedral de Huesca, López Novoa, alma espiritual y sensible, le habló de sus ilusiones por fundar en la Iglesia y sociedad un nuevo movimiento de cuidadoras de ancianos. La confidencia le dio en el corazón. Tanto le afectó esa idea o proyecto que lo abrazó incondicionalmente como objetivo de su vida. Estaba llamada a promover un Instituto que llevaría el nombre de Hermanas de los Ancianos Desamparados.

¿Quién no conoce en el siglo XXI de España sus obras y centros? Ella, a finales del siglo XIX, por caridad, pidiendo limosna para los demás y no para sí misma, hizo lo mismo que ahora  otras instituciones han decidido acometer oficialmente: amar, acoger, cuidar a muchas personas ‘desamparadas’.

A sus 54 años enfermó, consumó sus días, y voló a Dios dejando, tras 25 años de la fundación, 103 centros de acogida. ¡Díganme quién da más en servicio de amor!

ORACIÓN:

Señor, agradecidos a tu Corazón de Padre y a las bondades que derramas en el mundo por mediación de almas caritativas como Teresa de Jesús Jornet, te suplicamos que nos despiertes día a día de nuestro cómodo bienestar para ponernos al servicio de los demás, por amor. Amén


2. DOMINICOS 2004

Donde está actuando la caridad y servicio, sus gestos son libros de vida.
Edúcate para comprender y ayudar al otro y harás camino de santidad.
Las lágrimas del enfermo son como el beso de los niños.

Un ejemplo en que triunfó la caridad sobre el poder y el dinero, sobre las ambiciones y egoísmos, fue la caridad que transformó el corazón de la joven leridana, Teresa (1843-1897), en un prodigio de generosidad que rompió todos los moldes en que se mantiene habitualmente la mediocridad humana. Y su amor se dirigió especialmente hacia los ancianos, como grupo muy poco atendido por la sociedad en la segunda mitad del siglo XIX. Es digno de conocerse el itinerario espiritual de Teresa.

Era persona inquieta en su mocedad, tendente a solidarizarse con los necesitados de apoyo, y así lo fue expresando en su etapa de maestra, de religiosa clarisa, y, finalmente, de consagrada al cuidado de los ancianos. El golpe de gracia lo sintió cuando un cura de la catedral de Huesca, López de Novoa, le comunicó sus ilusiones y proyecto de fundar un movimiento de cuidadoras de ancianos.

Ella asumió con tal calor la idea que lo abrazó incondicionalmente, y su fruto fue la promoción del Instituto de Hermanas de los Ancianos Desamparados que todos admiramos.