08-08

Santo Domingo de Guzmán

SANTORAL



Al servicio de la Palabra
Domingo de Guzmán (1170-1221) fue hijo del venerable Félix de Guzmán y de la beata Juana de Aza. Nació en Caleruega, Burgos, por el año 1170.

Estudió humanidades en Gumiel de Izán, y acaso en La Vid o Silos, y luego cursó Artes y Teología en el Estudio General de Palencia, por los años 1185 a 1195.

Allí cultivó la dialéctica y aprendió el oficio de expositor y disputador, pero sobre todo se dedicó al estudio, meditación, asimilación de la Palabra de Dios en la Biblia. En esto tenía sus delicias. Allí también, durante los cursos de teología, se solidarizó totalmente con el pueblo que pasaba momentos de angustia económica, a causa de guerras y malas cosechas, vendió los libros y códices que había adquirido a alto precio, y tomó clara conciencia de que “no podía estudiar sobre pieles muertas, códices, mientras veía morir a las vivas, los hombres”.

Concluidos los estudios de teología, el Obispo del Burgo de Osma le pidió que se incorporara a su Cabildo catedral y así lo hizo, tomando el hábito y profesando como Canónigo Regular. Ordenado sacerdote, se dedicó al estudio, a la oración y culto y a la predicación.

En 1203, formó parte de la comitiva que, en nombre del rey Alfonso VIII de Castilla, fue a pedir la mano de una princesa de Dinamarca para el hijo del rey; y en el camino, al pasar por el sur de Francia con el obispo Diego de Acebes, conoció de cerca la descristianización de aquellas tierras, a causa de la herejía catara y valdense, predicó a Cristo y obtuvo las primeras conversiones.

A partir de 1205, con Diego de Acebes, y más aún a partir de 1207, tras la muerte del obispo, asumió la responsabilidad de la predicación entre los herejes, y formó un grupo de apòstoles-misioneros que vivían en pobreza, obediencia, al servicio de las iglesias.

Consumidos varios años más en ardorosa evangelización, fundó la Orden de Frailes Predicadores, que fue confirmada por el Papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Sus primeros frailes vinieron a España en 1218.

ORACIÓN:

Santo Domingo, luz de la Iglesia santa, maestro de la verdad, rosa de paciencia, marfil de castidad, predicador de la gracia; tú que distribuiste gratuitamente el agua de la sabiduría a los pueblos, únenos a los santos en el servicio de la Palabra. Amén.



Palabra a tiempo y a destiempo
Segunda carta de san Pablo a Timoteo 4, 1-9:
“Timoteo, te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, por su aparición y por su reino: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende., corrige, exhorta con longanimidad y doctrina, pues vendrán tiempos en que las gentes no soportarán oir la sana doctrina ... y apartarán sus oídos de la verdad para volverlos a las fábulas. Tú sé circunspecto en todo, soporta los trabajos, haz la obra de evangelista y cumple tu ministerio. En cuanto a mí, presto estoy a derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe...”

El mensaje de Pablo es que la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, nos urge . Si somos cristianos, hemos de responder con fidelidad al servicio de la fe, del amor, de la comunión, de la verdad. Y eso hay que hacerlo, guste o no guste, pero siempre con el respeto que el otro merece de nosotros.

Evangelio según san Mateo 5, 13-16:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois sal de la tierra. Pero si la sal se desvirtúa ¿cómo salará la tierra? Ya no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois luz del mundo. Pero, cuidado: no puede ocultarse una ciudad que se asienta en la cumbre de un monte; y no se enciende una lámpara para esconderla bajo un celemín sino que hay que ponerla sobre el candelero, para que alumbre a cuantos entran y se mueven en casa. Así ha de ser vuestra luz ante los hombres: que les alumbre y vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”

Pablo insistía en el ejercicio continuo de la predicación, del anuncio del mensaje de Cristo. Ahora Jesús nos encarece la condición íntima que poseemos, y según la cual hemos de actuar: somos como sal, como luz; y ambos elementos nos indican que estamos constituidos en instrumentos de salvación, por gracia del Señor.



Momento de reflexión
Amigo de la Biblia y de la teología.
Santo Domingo de Guzmán aprendió teología estudiando y meditando sobre los Evangelios y sobre las Cartas de san Pablo. Dicen que sabía de memoria el Evangelio según san Mateo y las Cartas de Pablo. Por eso su predicación era profundamente evangélica y su espíritu tenía mucho del espíritu paulino, aunque su temperamento fuera muy distinto del de Pablo.

Domingo, como Pablo, de día y de noche, estudiaba, meditaba, y en todo momento se sentía urgido por la predicación, y la hacía con entrañas de misericordia y compasión por los pecadores y descarriados. Hacía y sabía hacer. Vivía y comunicaba vida en el Espíritu, asumiendo pruebas, persecuciones, responsabilidad y sacrificios, con caridad y misericordia.

La caridad de la verdad.
Santo Domingo asimiló muy bien estas dos ideas de Jesús a sus discípulos: ser sal y ser luz. Por eso buscaba salvar al mundo de la corrupción e iluminarlo con la verdad. Y porque reunía las dos condiciones en alto grado, de él se dice que poseía la caridad de la verdad.

Tomemos esas palabras como lema de nuestra vida y misión: caridad de la verdad. Nada hagamos sin caridad, y busquemos en todo la verdad.

Fe ilustrada.
En la historia de la Iglesia, Domingo cumplió el papel de mediador y maestro de la fe, tratando de que en el siglo XIII todos los creyentes (sacerdotes, religiosos y laicos) poseyeran una fe ilustrada y cálida; y para ello fomentó el estudio de la Verdad, la caridad de la Verdad y la compasión en la Verdad.

Seamos también nosotros expertos en humanidad, profundamente creyentes, altamente compasivos, tiernamente hijos de María, la Madre del Rosario.