SAN BERNABÉ, APÓSTOL   06-11

VER SANTORAL

1. 2003

Hch 11, 21-26; 13, 1-3: Era persona de bien, llena de Espíritu y fe.
Salmo: 98, 5-9
Mt 10, 7-13:No se procuren oro, plata ni monedas...

Jesús acaba de elegir a doce discípulos (el número doce simboliza la unidad y totalidad del pueblo judío: doce patriarcas, doce tribus que conformaban el antiguo pueblo de Dios. El grupo de los doce representa al nuevo Israel. Como el antiguo es también muy variopinto. Forman parte de él Simón, llamado “Piedra/Pedro” por su especial dificultad para comprender el mensaje de Jesús; Santiago y Juan, denominados “hijos del trueno” por su ánimo violento y poco tolerante; Mateo, recaudador de impuestos, profesión especialmente odiada por los judíos y despreciada por su colaboracionismo con los romanos; un grupo de discípulos (seis en total) de los que nada se dice en el evangelio, ni antes ni después, y que representan al pueblo anónimo que da su adhesión a Jesús; el penúltimo de la lista, Simón, es calificado de fanático o zelote por pertenecer al círculo de los nacionalistas exaltados, marcados por su rechazo total de la dominación romana, y el último, tristemente célebre, es Judas Iscariote, el traidor.

La tarea de Jesús como pedagogo será conseguir que los valores del reino vayan prendiendo no sólo en la cabeza de los doce, sino –y principalmente- en su corazón. Por esto los envía al mundo dándoles unas recomendaciones previas: que se limiten, por el momento, a las ovejas de Israel, esto es, a remediar los males del pueblo que atraviesa una situación grave de abandono y descuido por parte de los pastores o maestros. Que ha llegado el reino de Dios debe notarse porque la gente comienza a liberarse, gracias a ellos, de la enfermedad (dolor físico), de la muerte (que acaba con toda vida), de la lepra (que separa de Dios y de los seres humamnos) y de los demonios (símbolo de la ideología opresora que esclaviza al ser humano por dentro). Es lo que ha hecho Jesús con anterioridad en el evangelio. Todo lo contrario de lo que hacen los grandes en nuestra sociedad: dar muerte en lugar de procurar vida. Un ejemplo: entre 1980 y 1993 las quinientas corporaciones más grandes del mundo suprimieron 4,4 millones de empleos, mientras multiplicaban sus ventas por 1,4, sus activos por 2,3 y los sueldos de altos ejecutivos por 6,1.

[Y ahora comienza lo más importante: lo que han recibido gratis, deben darlo gratis. El dios-dinero no tiene ningún papel que representar en la comunidad de los seguidores de Jesús. Y, por eso, Jesús les prohibe procurarse oro, plata o monedas, esto es, dinero como base de seguridad. Ni llevar dos túnicas (imagen de riqueza), ni bastón (símbolo de violencia). Y que no anden cambiando de casa para mejorar su situación. Pobres, por elección y convicción, deben confiar en que no les faltará el sustento necesario. Será la solidaridad de los otros la que remedie su carencia. Es curioso, por lo demás, que Jesús no envíe a sus discípulos a hablar de Dios a los seres humanos, sino más bien a liberar a las personas del mal. Tal vez en esto consista la verdadera religión: en cumplir el designio de Dios sobre el mundo: que los seres humanos sean hermanos y felices. No es poca cosa, para comenzar... ]

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


2. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Hch 11,21-26: Enviaron a Bernabé a Antioquía.

Sal 97: Cantad al Señor un cántico nuevo.

Mt 10,7-13: Id y proclamad que está llegando el Reino de los cielos.

La primera lectura narra el inicio de la comunidad cristiana en Antioquía, la cual jugará un papel decisivo en la expansión del cristianismo en la cuenca del Mediterráneo, tal como lo relatan los capítulos 13 y 14 de los Hechos de los Apóstoles. Cuando la Iglesia de Jerusalén se entera de la respuesta positiva de los habitantes de Antioquía frente al evangelio, enviaron a Bernabé, el cual es descrito como “ser humano justo y lleno del Espíritu Santo y fe” (Hch 11,24).

Bernabé es un “justo”, es decir, según el lenguaje teológico del Antiguo Testamento una persona íntegra y fiel a los mandamientos del Señor. Pero además es descrito como alguien “lleno del Espíritu Santo y fe”, con lo cual se le coloca en el ámbito de la nueva alianza presentándolo como alguien dócil a la acción de Dios en la obra de expansión del evangelio. El Espíritu Santo, en efecto, actuará eficazmente por mediación de Bernabé en la predicación del evangelio a los paganos.

Cuando Bernabé llega a Antioquía se llena de alegría “al ver lo que había realizado la gracia de Dios” (Hch 11,23). En los escritos lucanos, el gozo es una de las manifestaciones típicas de la presencia del Espíritu (Lc 1,47; 10,21). Particularmente importante es Lc 10,21, en donde se afirma el gozo de Jesús gracias al Espíritu Santo, cuando se entera de la obra realizada por sus discípulos. El relato de los Hechos añade que Bernabé, “exhortaba a todos para que se mantuvieran fieles al Señor” (Hch 11,23). Luego se describe el abundante fruto de la predicación y de la exhortación de este hombre “lleno de Espíritu Santo y fe”: “Una considerable multitud se unió al Señor” (Hch 11,24).

En el capítulo 10 del evangelio de Mateo se narra el envío de los Doce de parte de Jesús y se reúnen las instrucciones básicas para la misión evangelizadora: los destinatarios (Mt 10,5-6), el contenido (Mt 10,7-8), sus exigencias (Mt 10,9-10) y el modo cómo debe realizarse (Mt 10,11-13).

Jesús elige a “Doce” de entre los discípulos para continuar su obra. El número “doce” nos remite a las doce tribus de Israel. En el proyecto mesiánico de Jesús “los Doce” representan, por tanto, la raíz ideal del nuevo pueblo de Dios.

La misión de los “Doce” va destinada originariamente a “las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10,6). A partir de Israel, la misión se va abriendo poco a poco a todas las gentes, lo cual acontece plenamente sólo después de la muerte y resurrección mediante la cual es constituido Mesías y Señor universal (Mt 28,18). Los Doce son enviados a las ovejas perdidas de la casa de Israel con la misión de convocar a los creyentes en la asamblea mesiánica definitiva.

Su programa misionero, descrito y estructurado a imagen de la misión histórica de Jesús, comprende dos momentos: el anuncio del Reino y la realización de los signos mesiánicos. Palabra y acción. Deberán anunciar que “está llegando el reino de los cielos” (10,7); es decir, tienen que proclamar que la justicia, la compasión y la solidaridad son una gracia y una realidad que hay que acoger como don de Dios para construir un proyecto nuevo de humanidad.

Por otra parte, están llamados a continuar realizando los gestos de liberación de Jesús en favor de los pobres, los enfermos y los marginados del mundo. Para esto, Jesús les hace partícipes de le plenitud de su “poder” mesiánico: “Les dio autoridad y poder para expulsar los espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedad y dolencias” (10,1).

La misión es camino. Exige moverse de un lugar a otro, avanzar, superar obstáculos y no dejarse vencer por el cansancio o el rechazo de los seres humanos. Los Apóstoles deben confiar absolutamente en la gracia que poseen y que anuncian. Esta es su mayor fuerza: no apoyarse en ninguna seguridad humana para anunciar el mensaje de Dios, ir desprovistos de todo, confiando sólo en la fuerza del mensaje que llevan y abandonados totalmente a la providencia divina (Mt 10,9-10).

Jesús les pide además que “cuando lleguen a algún pueblo, averigüen quién hay en él digno de recibirlos y se queden hasta que se vayan” (v. 11). Antes que dar, los evangelizadores deben estar dispuestos a recibir. Su pobreza no está sólo en el no poseer, sino en el depender de lo que los otros les ofrezcan. Aparecen como desprovistos de todo y necesitados de todo, cuando, en realidad, llevan consigo la mayor riqueza: el don del reino. De esta forma enseñan a los demás la actitud fundamental para acoger el don de Dios: la pobreza, la confianza y el abandono.


3. DOMINICOS 2004

 San Bernabé apóstol

ORACIÓN COLECTA
Señor, tú mandaste que San Bernabé, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a las naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el Evangelio de Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la lglesia con fidelidad de palabra y de obra. Por Cristo nuestro Señor.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 11,21b-26;13,1-3.
“En aquellos días {en Antioquía} muchos se convirtieron y abraza­ron la fe.

La noticia llegó a la Iglesia de Jerusalén, y desde ésta envia­ron a Bernabé a Antioquía. Éste, al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor.

Más tarde salió para Tarso en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año ambos fueron huéspedes de aquella iglesia e instruyeron a mu­chos. Fue en Antioquía donde por primera vez llama­ron a los discípulos «cristianos».

En la iglesia de Antio­quía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apo­dado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo.

Un día en que ayunaban y daban culto al Señor, habló a la iglesia el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.

Todos volvieron a ayunar y a orar, y después les impusieron las ma­nos y los despidieron".

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 10,7-13:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca: cu­rad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sanda­lias, ni bastón. Bien merece el obrero su sustento.

Cuan­do entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis.

Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que la deseáis vendrá sobre ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros”



Reflexión para este día
Dichoso el hombre de bien que vive en servicio a los demás. Su nombre será una bendición.
Bernabé fue uno de esos personajes. Personas como él caen bien en cualquier comunidad humana y de creyentes. Recordemos algo de él. Era chipriota, levita, propietario de campos que vendió para ayudar a la comunidad de Jerusalén (Hch 4, 36). Fue mediador en la presentación de Pablo en Jerusalén (Hch 9,27). Tenía la confianza del grupo y era buen dialogante en cuestiones disputadas. Por eso fue el elegido para dirigir a la comunidad de Antioquía en su seguimiento de Cristo. ¡Con qué gusto formaba él parte muy activa entre profetas y doctores de Antioquía, y cómo era correspondido por la comunidad! Él y san Pablo promovieron la primera gran empresa evangelizadora del cristianismo.

¿Queremos imitar su ejemplo? Para ello, seamos instrumentos de paz en armonía, diálogo, comprensión, audacia. En el siglo XXI son muchos los problemas que van surgiendo, incluso en el interior de las comunidades creyentes, igual que sucedía en Antioquía. Andamos muy necesitados de amor, celo apostólico, capacidad de comprensión, sentido de participación, comunicación fraterna, clarificación de las cuestiones en espíritu evangélico.


4.

Comentario: Rev. D. Llucià Pou i Sabaté (Vic-Barcelona, España)

«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos...»

Hoy celebramos al apóstol José, «a quien los Apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé, que significa “hijo de la consolación”» (Hch 4,36). Desde el principio fue generoso: «Tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los Apóstoles» (Hch 4,37). Llevó a san Pablo a los Apóstoles, cuando todos le tenían miedo, y con él abrió el apostolado a todos los pueblos. Primero, en Antioquía, donde «exhortaba a todos a permanecer en el Señor con un corazón firme, porque era un hombre bueno, lleno de fe y del Espíritu Santo. Y una gran muchedumbre se adhirió al Señor» (Hch 11,23-24). Su celo apostólico fue ejemplar, poniendo en práctica el mandato del Maestro: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7).

«Separad a Pablo y Bernabé, para una tarea que les tengo asignada» (Hch 13,2), proclamó el Espíritu Santo: fueron a Chipre y Asia Menor, y sufrieron mucho por el Señor. Tuvieron también sus diferencias y se separaron por motivo de Marcos, que les abandonó a mitad de viaje, y Pablo ya no lo aceptaba en el siguiente; pero Bernabé supo confiar en él y veremos luego a Marcos como un gran colaborador de Pedro y Pablo.

Aprendamos a no catalogar a la gente para siempre, que «las almas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo» (San Josemaría), cuando se las sostiene con la confianza y se las quiere, ya que «nadie puede ser conocido sino cuando se le ama» (San Agustín).

Cuando veamos que alguien flaquea o retrocede, perseveremos como Bernabé, sobrenombre que significa también “hombre esforzado”, y “el que anima y entusiasma”. Son características de las que hoy estamos necesitados. Por eso acudimos al Señor con las palabras de la colecta: «Concédenos anunciar fielmente con la palabra y con las obras el Evangelio que él [Bernabé] proclamó con valentía».


5. Fray Nelson Sábado 11 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe * Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

1. Bello elogio
1.1 La Sagrada Escritura, que tan parca es en elogios y tan dura en mostrar lo que no agrada a Dios, tiene sin embargo palabras de elogio para Bernabé: “era un hombre bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe”. Este breve pero elocuente elogio resume en cierto sentido el ideal de la vida cristiana.

1.2 “Un hombre bueno”. Esto significa la virtud, el camino de las virtudes. No es fácil encontrar una persona de la que se puede decir simple y sencillamente: “es un hombre bueno”, “es una mujer buena”. La bondad es como el resumen de una vida en virtud, la cual sin embargo no se cierra sobre sí misma. Para que se pueda decir de alguien “es bueno” se necesita que lo sea y que se le note, que lo difunda.

1.3 “Lleno del Espíritu Santo”. La virtud, entendida en su sentido usual, es básicamente un bien humano, es decir, un bien generado o construido desde las posibilidades y fuerzas humanas. Sin restar belleza a ese ideal, el mismo corazón del hombre requiere de algo más y de algo mejor. Eso es lo que viene a regalar el Espíritu Santo. La escala de sanación, de acción y de hermosura que trae el Espíritu toma todo lo humano y lo eleva a un orden nuevo, el orden de la gracia. Algo así se cuenta de Bernabé.

1.4 “Lleno de fe”. Es evidente que la fe queda ya incluida en la acción del Espíritu Santo. ¿Por qué entonces se destaca este aspecto como un elogio adicional? Es interesante recordar en este sentido la acción del Espíritu en las palabras de Pablo a los corintios: “Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu...” (1Co 12,8-9). Cuando Pablo se refiere aquí a que el Espíritu “da fe” alude a algo singularmente intenso, a una capacidad de vivir la fe como algo que transforma a una comunidad. ¡Y esto también se predica de Bernabé!


6. FLUVIUM 2005

Desprendimiento y celo por las almas

San Bernabé, compañero de correrías apostólicas de San Pablo, durante buena parte de sus ides y venidas, estableciendo, adoctrinando y confirmando en la fe las primeras comunidades de cristianos, se había destacado pronto como un discípulo generoso y de celo ardiente. Se narra en el libro de los Hechos que José, a quien los apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé –que significa «Hijo de la consolación»–, levita y chipriota de nacimiento, tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. Desde los primeros días, pues, de andadura de la Iglesia Bernabé se manifestó como un cristiano comprometido, que no sólo asentía a la enseñanza de Jesús trasmitida por los Apóstoles, sino que, en coherencia con su fe y con la nueva vida en Dios que había descubierto –el Evangelio de Jesucristo– pone todo lo propio al servicio de ese ideal.

Aquel campo vendido y entregado, para aliviar la vida de los más necesitados, fue sólo el comienzo de su entrega por el Reino de Dios. Enseguida se pone de manifiesto en el nuevo discípulo que estaba del todo disponible, no sólo en sus cosas, sino con toda su vida para la propagación del Evangelio. Goza así de la total confianza de los Apóstoles. Lo demuestra el hecho de que, habiendo sabido de la conversión de Pablo –antes incluso que los que habían sido los Apóstoles de Jesús– él se encarga personalmente de introducirlo en la actividad apostólica en comunión con la Iglesia. De hecho, en la primera comunidad de Jerusalén no se fiaban de quien pretendía ser apóstol después de haber perseguido atrozmente a los discípulos, hasta hacernos encarcelar. Todos le temían porque no creían que fuera discípulo. Sin embargo, Bernabé se lo llevó con él, lo condujo a los apóstoles y les contó cómo en el camino había visto al Señor, y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado abiertamente en el nombre de Jesús. Entonces entraba y salía con ellos en Jerusalén, hablando claramente en el nombre del Señor.

El resto de la vida de Bernabé, cargada de una intensísima actividad y de mucho fruto, según nos cuenta san Lucas con detalle en el Los Hechos de los Apóstoles, será una permanente aventura, con toda la garantía de Dios, que bendecía cada uno de sus pasos, y con todo el abandono humano posible; pues no hubo en este hombre ningún objetivo para sí. Como los demás que han comprometido del todo y de modo exclusivo su vida en el Evangelio, la ilusión única de Bernabé era ver a Dios más glorificado por la gente mediante el reconocimiento de Jesucristo como Salvador. La confianza en Dios y el olvido de sí son, de hecho, los soportes que mantienen la vida del apóstol. Podrían parecer, en una primera observación, insuficientes y con todas las garantías de inestabilidad. Pero la vida cristiana y, por consiguiente, la vida entregada por la salvación de las almas, no puede ser sino sobrenatural; tanto en su origen como en su fin; en los medios y en los objetivos.

Recordada el Santo Padre, Juan Pablo II, con ocasión de la canonización de san Josemaría Escrivá un punto de Camino: Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en "tercer lugar", acción. Así van los medios del apóstol de Jesucristo. Y, por si no quedara claro –y por desconcertante que parezca–, insiste san Josemaría: Yo te voy a decir cuáles son los tesoros del hombre en la tierra para que no los desperdicies: hambre, sed, calor, frío, dolor, deshonra, pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel..., La historia de Bernabé, en compañía de san Pablo, está cargada de "tesoros" así, que podemos conocer con cierto detalle leyendo la crónica de san Lucas ya citada.

Nos quedamos ante todo con su ejemplo de disponibilidad. Y le pedimos a Dios sepamos redescubrir, como san Bernabé, esa perla de gran valor, que nos lleve a empeñar cualquier otra riqueza por conseguirla. Le pedimos, asimismo, constancia en la adversidad, pues, no nos faltará la Cruz aunque vivamos por un ideal excelso. Es más, será la señal segura de que seguimos a Cristo: tome su cruz y sígame, dijo al que quisiera ser su discípulo. Sin medios humanos, con dolor y con toda la fuerza que sólo Dios puede conceder y nunca abandona se construye el Reino de Dios en la tierra. Como lo hizo este apóstol y como debemos hacerlo cada uno.

Contamos, además, con el auxilio de nuestra Madre del Cielo, Reina de los Apóstoles. En san Juan nos la concede su Hijo desde la Cruz, para que no nos abandone nunca.