SABADO ANTERIOR AL II DOMINGO DE MAYO
EN VALENCIA, SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS, PATRONA PRINCIPAL DE LA CIUDAD Y REGIÓN VALENCIANA.
8 de mayo de 2004

"Alégrense los que en tí confían, Virgen María; y en tí se regocijen los que aman tu nombre" Salmo 5,12.

1. Con esta convocación a la alegría comienza la liturgia de la solemnidad de la Virgen Madre de los Desamparados, y en verdad que tiene el pueblo cristiano de Valencia motivo de alegría y de regocijo, al celebrar la fiesta de su Madre y Patrona, tan amada, tan venerada, tan invocada. Lo que es la Virgen del Pilar para Aragón y la de Montserrat para Cataluña, y la Fuensanta para Murcia, la de Candelaria para Canarias, la de Lluch para Mallorca, la de Begoña para Bilbao la de Guadalupe para México, es la Virgen de los Desamparados para Valencia.

2. En el año 1380, un grupo de cristianos valencianos, formaron una hermandad para recoger a los niños desamparados, y abandonados por sus madres. Dice el verso valenciano: “Y`ha que haber entrat al mon - per el torn del Hospital - p`a saber lo que es dir mare - “Mare dels Desamparats”. Para estas personas sin madre conocida, la Madre del cielo hace también de madre de la tierra. Erigida la hermandad decidieron nombrar patrona de la hermandad a la Virgen y decidieron tallar una imagen, con el título de Madre de los Desamparados. Tres peregrinos jóvenes se ofrecieron como escultores a tallarla. Al cabo de tres días, la hermandadencontró tallada la imagen, desaparecidos los peregrinos, y curada la esposa de un miembro de la hermandad, paralítica y ciega, lo que dio origen a la leyenda de que "la feren els ángels". Con las limosnas de los fieles construyeron una ermita a la imagen. En 1646 una epidemia que asolaba la ciudad, atacó al mismo virrey, el Conde de Oropesa, quien se encomendó a la Virgen de los Desamparados y cesó la epidemia. Esta gracia determinó consagrarla Patrona de la ciudad y del Reino y que se le construyera el templo, hoy Real Basílica, junto a la Catedral. La imagen es muy bella. Mide siete palmos valencianos de altura y está inclinada hacia adelante, para ser depositada sobre el féretro de los ajusticiados, de donde proviene su nombre de "Geperudeta". El rostro es hermoso y maternal, risueño y acogedor. También el del Niño que lleva en su brazo izquierdo, es lindo y gracioso. En su mano derecha lleva una rosa de plata, sobre la que también se cuentan hermosas leyendas. Bajo su rico manto se cobijan dos niños, con una herida en el cuello, símbolo del título de Desamparados.

3. El segundo domingo de mayo, en un acto impresionante e indescriptible. es trasladada de su Basílica a la Catedral para la fiesta pontifical, y su traslado es fervoroso, apoteósico y delirante: torrentes desbordantes de flores, que concretan la profecía de Isaías, 61,9: "Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia" . Jardín y justicia. Valencia, tierra privilegiada que se ofrece a la Madre como un inmenso jardín de belleza singular, por ser ella misma el jardín de las delicias de Dios, y la fuente sellada para él; y justicia, cumplida desde el origen, en la función social de la Hermandad, predicada en la catedral en el siglo XII, por el Padre dominico fray Gilabert Jofré, iniciador del primer centro hospitalario de mundo para atender a losenfermos mentales, a los inocentes, a los que no tienen responsabilidad de sus actos, lo que hoy llamamos centros siquiátricos. Apoteósico también y delirante por las alabanzas dirigidas a la Madre de todos los valencianos, como eco de las palabras de la mujer del evangelio: "Dichoso el seno que llevó y los pechos que te amamantaron". Todo el mundo vibra, todos la aclaman, la vitorean, la besan, se encaraman los más audaces para tocar su manto, para presentarle a sus niños. La belleza de la santa imagen, que plasma el texto del Apocalipsis 21,1: "Arreglada como una novia que se adorna para su esposo", hace las delicias espirituales de su pueblo con su hermosura angelical. Así lo quiere el pueblo, y así ve en ella la figura "del cielo nuevo y la tierra nueva" que nos presagia que el mundo primero de pecado, de crueldad, impiedad, odio, desorden, ambición e injusticia, ya ha pasado.

4. En este mundo nuevo que nos trae María "nuestra caridad ha de ser verdadera y no una farsa, debemos aborrecer el mal y aferrarnos al bien, ser atentos, serviciales, ordenados y justos, cariñosos unos con otros, y queriendo a los demás más que a uno mismo, permaneciendo firmes y constantes en la tribulación, y asíduos y perseverantes en la oración", como nos dice San Pablo en Romanos 12,9. Como lo practicaron con su obra social los iniciadores de esta Hermandad.

5. Clavado en la cruz Jesús, amargado su espíritu por tanta humillación, triturado su cuerpo por tanta crueldad, aniquilado por dentro y por fuera, nos relata San Juan, testigo presencial y fiel, que "Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: - Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego al discípulo: - Ahí tienes a tu madre" Juan 19, 27. En Caná le dijo a su madre "que aún no había llegado su hora" (Jn 2,1). Esta es la hora suya y de ella, porque donde está el Hombre Redentor está la Mujer Corredentora, la Compañera, la Ayuda. Y por eso la llama: "Mujer" y no Madre, que sería lo natural, porque aquí al pie de la cruz no sólo es su Madre, sino que está asociada al plan salvífico y redentor. Aquí, donde se está librando la tremenda batalla con la serpiente, es la mujer del Génesis que le aplasta la cabeza (3,15), y la del Apocalipsis 12,4, donde la serpiente quiere devorar a su hijo. Con Jesús, es Mujer Corredentora, para Juan es madre. Por esta razón, esta palabra de Jesús, la primera que dirige en el evangelio de Juan, no debe ser entendida como la preocupación que tiene por su madre, que se queda sola al morir él. Si fuera ese el sentido, hubiera bastado decirle a Juan: "ahí tienes a tu madre", que es a la que tienes que atender, y habría omitido el "ahí tienes a tu hijo", que naturalmente no era verdad, pues allí estaba la madre de Juan, el hijo del Zebedeo (Mt 27,56).

6. Puesto que María es Madre conviene que hagamos una consideración sobre la cualidad de la maternidad. Determina una relación única e irrepetible entre dos personas: la de la madre con el hijo y la del hijo con la de la madre. Esto, que es de ley natural, sucede también en el orden sobrenatural de la gracia, por eso Cristo entrega en singular su madre a Juan y, desde entonces, la relación de Juan con María, comienza a ser una relación íntima de un hijo con su madre, lo que nos indica cómo debe ser la relación de un cristiano con su madre. Relación íntima, personal, afectiva, entregada, confiada, segura, delicada y total. Durante toda la vida. Con entrega de toda la vida. Juan Pablo II, siguiendo la doctrina de San Luín Griñón de Monfort, que leyó en su tiempo de obrero en Polonia, lo ha visto así y esa es la razón de su lema episcopal: "Totus tuus".

7. Los cristianos consideramos a María nuestra Madre porque siendo desamparados, tenemos necesidad de su amparo y protección, auxilio y socorro, consuelo y mediación, porque para eso nos la dio Jesús desde la cruz, a la vez que "nos la propone como modelo de fidelidad a su Palabra y nos la ofrece como amparo en nuestro desvalimiento y estímulo constante para nuestra caridad" (Prefacio).

8. Ya en el orden natural hemos necesitado a María, y hemos recibido por ella favores y dones, que preparaban la llegada de la gracia: el nacimiento en un hogar cristiano nos ha dispuesto el clima humano donde la Madre podrá hacer llover gracias sobrenaturales. Pero además, como la Redención de Cristo invade todo el universo, y se dilata a todo el cosmos, María llega también, con su protección de Madre, a todo el ámbito de la Redención, alcanzando con su influencia materna todo el espacio al que se extiende la Providencia divina. Así lo entiende el pueblo de Dios cuando acude a la Madre en todas sus necesidades, sobrenaturales y naturales, porque intuye que Dios la ha hecho Madre a la medida de nuestras precariedades, como lo demostró en Caná, preocupándose de que faltaba vino a los jóvenes esposos (Jn 2,1).

9. Toda la misión de la Madre, convertida en la primer testigo del amor salvífico del Padre, que desea permanecer siempre y en todas partes, su humilde esclava, se concentra en conducirnos a su Hijo, a Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres, "Camino, Verdad y Vida" (Jn 4,6) (Redemptoris Mater, 46). Cuando su Hijo Jesús fue elevado sobre la tierra, atrayendo hacia sí a toda la humanidad, allí estaba ella de pie, como nueva madre Eva, cooperando con su Hijo, nuevo Adán, a engendrar el mundo nuevo. Representados por el discípulo Juan, asociémonos con ella nosotros, los desamparados hijos de Eva, con nuestra alma herida por el pecado, como los niños desamparados de la imagen de la Virgen, para ser sus colaboradores en la Vida nueva, amparados bajo su manto y sumergidos en su Corazón. Amén.

Jesús Martí Ballester