04-29  SANTA CATALINA DE SIENA

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1. CLARETIANOS 2003

Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena. En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús:

Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como un faro en medio de la tormenta.
En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y, sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto.
Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil:

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


2. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

¿Cómo encontrar un poco de luz en tiempos recios? ¿Cómo no perder la esperanza cuando no nos gustan muchas cosas de nuestra iglesia? ¿Cómo seguir trabajando por un mundo distinto cuando observamos que muchos esfuerzos parecen condenados al fracaso; por ejemplo, los que se están haciendo para lograr la paz en Oriente Medio? Tenemos que servirnos de todos los medios posibles. Tenemos que escuchar a los profesionales: economistas, políticos, teólogos. Las respuestas no caen del cielo. Hay que buscarlas con inteligencia. Pero, sobre todo, tenemos que escuchar a la "gente sencilla" porque es la depositaria de la revelación de Dios. ¿No habéis experimentado esto en más de una ocasión? Las respuestas más clarividentes y más esperanzadoras nos vienen siempre de los hombres y mujeres que, sin pretensiones de convertirse en oráculos, dejan transparentar la luz de Dios.

Una de estas mujeres excepcionalmente sencillas es Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia (1347-1380), cuya fiesta celebramos hoy. Merece la pena recordar su vida. En tiempos muy convulsos para la iglesia, supo encontrar caminos desde una fuerte experiencia de amor a Jesucristo y su cuerpo heridos.

Catalina fue la penúltima de 25 hermanos. Hija del matrimonio formado por el dulce y bonachón, Giacomo Benincasa, tintorero de pieles, y de Lapa de Puccio, mujer enérgica y trabajadora. Nació en Siena el año de 1347. A pesar de su corta vida y de no haber ocupado cargos de responsabilidad, parece casi increíble cómo una joven, mujer de pueblo, pudo realizar empresas tan grandes como le tenía reservadas el Señor. Siendo muy niña todavía, recibió una maravillosa visión del cielo: vio a Jesús sentado en un rico Trono acompañado de sus Apóstoles, San Pedro, San Pablo y San Juan. A partir de ese día se entregó más a la oración, hizo todo mucho mejor que antes y de modo casi impropio de una jovencita de su edad. Su madre Lappa quería que Catalina se aficionara a la vida de sociedad, y que pensara en contraer matrimonio con un joven bueno y apuesto que ella le proponía. Pero ella ya se había desposado secretamente con su Señor Jesucristo. Catalina, libre ya de las ataduras del mundo, se entrega de lleno a la vida de oración y penitencia. Se la ve volar, más que caminar por las vías del Espíritu.

Ella no sabe cómo serle más útil al Señor y a su Iglesia, a la que ama con toda su alma y por la cual se ha ofrecido como víctima. Un día se le aparece el Señor y le dice: "No puedes serme útil en nada, pero sí que me puedes servir ayudando al prójimo".Y así lo hace con toda su alma. Le ayuda, le socorre, le sirve, le instruye y le da cuanto tiene para encaminarlo hacia Dios. Gozó de grandes revelaciones del cielo y nos dejó obras inmortales de profunda sabiduría, como el "Diálogo". Por ello merecerá el reconocimiento de la Iglesia, y el 4 de octubre de l970, el Papa Pablo VI la declarará como la segunda mujer Doctora de la Iglesia, poco después de haber declarado Doctora a Santa Teresa de Jesús. Catalina tenía un altísimo concepto del sacerdocio, y trabajó con toda su alma para que fueran santos los ungidos del Señor. Por ellos y por toda la Iglesia, en aquellos días lacerada por el tristemente célebre "Cisma de Occidente", ofreció generosamente su vida. Murió a los 33 años, el 29 de abril de 1380.

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández, cmf (gonzalo@claret.org)


3. DOMINICOS 2004

Catalina de Siena, doctora de la Iglesia

Yo, Catalina, servidora y esclava de lo siervos de Dios, os escribo en su preciosa sangre...
Aprended del Cordero inmaculado y de su obediencia al Padre... ¡Tened amor! ¡Amad, amad! (Catalina de Siena)

En la fiesta y celebración eucarística de hoy se hace presente Santa Catalina de Siena, terciaria dominica italiana. Nació en 1347 y falleció en 1380, a los 33 años de edad.

Desde su infancia vivió en gran intensidad la presencia espiritual de Dios, de Cristo y de María en todas sus acciones.

El misterio de la Iglesia de Cristo, que es comunión de los creyentes, teniendo al Papa como a su principal pastor y guía, fue una de sus dulces ‘obsesiones’, por ella daba su vida.

Pasó por años de retiro, soledad y contemplación, en su “celda interior”. Esta celda era como el ámbito en el que ella veía a Dios como a quien lo es todo, sintiéndose la pequeñez amada, la casi nada, pero que ama, adora, sirve a su Señor.

Movida por el Espíritu hacia la acción apostólica, al mismo tiempo que escalaba el monte de la perfección, sirvió a pobres y enfermos, fue pacificadora de pueblos, y contribuyó altamente al retorno del Papa Gregorio XI desde Aviñón a Roma.

Su libro EL DIÁLOGO, sus CARTAS y sus ORACIONES o SOLILOQUIOS son exquisito alimento espiritual.

Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia, con santa Teresa de Jesús. Y Juan Pablo II la nombró Copatrona de Europa. Pidámosle que en estos años difíciles y prometedores interceda por Europa y por todo el mundo en búsqueda de paz y amor.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera Carta de Juan 1, 5-2´2:
Hermanos: Este es el mensaje que de Él hemos oído, y os anunciamos: que Dios es luz y que en Él no hay tiniebla alguna.

Si dijéramos que vivimos en comunión con Él y andamos en tinieblas, mentiríamos y no obraríamos según verdad. Pero si andamos en la luz, como Él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado...Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad... Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo...”

Evangelio según san Mateo 11, 25-30:
“Por aquel tiempo, tomó Jesús la palabra y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y se las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te plugo.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón...”


Reflexión para este día
Hijitos míos, os escribo en la sangre de Cristo. No pequéis. Estas palabras son del evangelista san Juan y son también de santa Catalina de Siena. Diríamos mejor: son de toda alma cristiana que, por vivir profundamente en Dios, unida a Cristo Luz, Salvación, Redención, se siente impulsada a declarar cuán grande es el Amor que nos busca, el Amor que nos encuentra, el Amor que nos lanza a ser servidores de todos los hermanos.

San Juan y santa Catalina son maestros en la teología del Amor. Y como el Amor, el amor grande, es vida interior y vida volcada sobre los demás, convocan a todos como la gallina convoca a los polluelos, porque se sienten padres, madres y hermanos, en Cristo, en el Corazón del Padre.

En Dios, y en su Corazón, el pobre es rico, si quiere ser amado y él ama. En Dios, y en su corazón, el experimentado en caridad y servicio de fraternidad, aunque de letras sepa poco, adquiere cátedra, porque Dios llena de luz su existencia y puede comunicar a sabios de este mundo el sabroso conocimiento de lo que es vivir con el alma llena de Dios.

Como Catalina de Siena, que vivió esa experiencia, hagamos el vacío a todos los intereses mundanales y egoístas, y dejémonos invadir por el Espíritu y sus dones.


4. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Celebramos hoy la fiesta de Santa Catalina de Siena, una mujer sencilla, que sin tener preparación académica, sin saber leer ni escribir, llegó a ser proclamada una de las tres doctoras de la Iglesia (sólo por recordar... las otras dos son Santa Teresa de Ávila y Santa Teresita del Niño Jesús).

Esta mujer, en sus 33 años de vida, fue un claro ejemplo de lo que supone llevar a la vida el mensaje que nos anuncian las lecturas de hoy; a reconocer a Dios como la Luz que nos guía, de tal manera que caminar en esa Luz nos lleva no sólo a romper con el pecado, sino a estar en comunión unos con otros, sin exclusiones de ningún tipo.

A este Dios-Luz sólo podemos conocerlo por lo que Jesús nos ha revelado sobre Él. Pero no sólo basta con escuchar lo que se nos revela, sino que además nuestra actitud debe ser la de los sencillos, los pequeños, para poder acogerlo de verdad. “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Dejemos resonar estas palabras a lo largo del día en nuestro interior. Probablemente Catalina de Siena lo hiciera con cierta frecuencia. El papa Pío II decía que nadie se acercó a ella que no se fuera mejor. ¿No sería estupendo que también se pudiera decir esto de nosotros? ¿Qué te falta a ti personalmente para que pueda decirse de ti?

Antes de despedirme, os invito hoy a recitar las palabras del salmo:

Bendice a Yahvé, alma mía,
al Señor que perdona y cura,
que corona de amor y ternura.
Bendice a Yahvé, alma mía,
al que es clemente y compasivo
y lleno de amor.
Bendice a Yahvé, alma mía,
al Padre tierno que te cuida
y que te convierte en bendición.
Bendice a Yahvé, alma mía.
Bendice a Yahvé.

Vuestra hermana en la fe,

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana (lidiamst@hotmail.com)