¿POR QUÉ CONFESAR MIS PECADOS A UN SACERDOTE?



JESÚS Y LOS PECADORES

Jesús recibió a los pecadores con muchísimo cariño. Él nos reveló que Dios es un Padre amoroso y comprensivo, que siempre nos espera con alegría, cuando nos acercamos arrepentidos para confesar nuestra culpa y pedir que nos perdone.

Dios Padre te conoce y te quiere así como eres. Para Él, tú eres único.

La Reconciliación está en el corazón de la misión de Jesús. Jesús no sólo pasó su vida invitando a los hombres a convertirse, sino que el perdón de los pecados forma parte central del mensaje que le dejara a sus discípulos.

Jesús nos enseña que para Dios, es una fiesta vernos volver a Él y darnos su perdón. Él desde siempre nos está esperando para abrazarnos y celebrar con nosotros la alegría de la reconciliación. ¡Dios es rico en misericordia!

Jesús nos invita a formar parte de su Reino de Amor, para ello es necesario una CONVERSIÓN DE VIDA, es decir un cambio de corazón, de actitudes y de mentalidad.

¿POR QUÉ HAY QUE CONFESARSE?

Dios nos pide que lo amemos a Él a través de nuestros hermanos. Pero no es fácil amar. No es fácil encontrar el verdadero rumbo cuando uno está embrollado en la mentira, en el odio en el miedo, en los placeres, en el rencor, etc...

Todos hemos pasado por la experiencia de discutir con un amigo. En un momento de enojo hicimos o expresamos cosas que lo lastimaron. Un rato después, más tranquilos, nos damos cuenta de nuestro error y nos arrepentimos del mal que le hicimos pasar y de las cosas feas que le dijimos.

Sabemos, entonces, que no basta con darnos cuenta de que estuvimos mal.

Si queremos a nuestro amigo y apreciamos s amistad, debemos r a su casa y pedirle perdón. Necesitamos oír de su boca las palabras de perdón: "Te perdono, Aquí no ha pasado nada".

Por eso, con reconocer el pecado no basta. Debemos acercarnos a Dios y pedirle perdón. Necesitamos escuchar las palabras: "Tus pecados han sido perdonados".

Cuando hacemos entrar el pecado en nuestro corazón nos esclaviza, oscurece la luz que hay en nosotros y nos debilita la voluntad. El pecado nos hace dar la espalda a Dios, a nosotros mismos y a nuestros hermanos.

La Iglesia nos ofrece siempre la posibilidad de reconciliarnos con Dios en el SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN. Ser perdonado es cambiar, convertirse. Por eso, decimos que la reconciliación es un "camino de vuelta", de retorno constante a Dios y al hermano.

Cuando nos acercamos a este sacramento nos examinamos la conciencia: pedimos al Espíritu Santo que nos ablande la dureza del corazón para reconocer nuestros pecados y arrepentirnos, sinceramente.

Confesamos nuestra culpa al sacerdote que nos perdona en nombre de Dios y, con la gracia de Cristo, nos proponemos reparar el mal cometido y cumplir fielmente su voluntad.

De este modo nos acompaña siempre la misericordia de Dios.

¿Para Qué confesarme si después voy a volver a pecar?

Aunque por el Bautismo Dios ha perdonado nuestro pecado, el mal nuestra inclinación al mal no desaparecen como por arte de magia.

Seguimos toda la vida luchando por superarnos seguir a cristo con fidelidad.

Los hombres somos débiles, por eso necesitamos ser perdonados.

Cierta vez, un hombre le preguntó a un sacerdote:

- ¿Para qué confesarme si total sé que voy a volver a pecar?

Y el sacerdote le respondió:

- Por el mismo motivo por el que nos bañamos todos los días aunque sabemos que nos volveremos a ensuciar. Lo importante no es si uno se ensucia o no a lo largo del día, sino el hábito de estar limpios.

Con la confesión sucede algo parecido: Dios sabe que somos débiles y que probablemente volveremos a pecar por eso en cada confesión fortalece nuestra voluntad para ayudarnos a vivir en su gracia.

El sacerdote, al escucharme, me orientará y me permitirá encontrar el verdadero camino de mi vida. Me ayudará a descubrir qué es lo verdaderamente importante en mi vida.

Me guiará según el Evangelio para que yo pueda vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús y así, ordenar mi vida y sanarme de las heridas que el pecado ha producido en mí.

A veces nos cansamos de que las cosas nos salgan mal... pero Dios NUNCA se cansa de nosotros y siempre nos da su fuerza para mejorar y crecer.

 

¿CUÁNDO TENGO QUE CONFESARME?

La Iglesia nos invita a todos a renovar continuamente nuestras vidas, alejándonos del pecado. Humildemente debemos reconocer que todos somos pecadores. Por eso, es conveniente confesarse periódicamente.

El pecado puede legar a ser tan grave que lo llamamos "mortal", porque destruye en nosotros la vida de la gracia. Cuando sentimos que rompimos la amistad con Dios y nuestros hermanos lo mejor es confesarse cuanto antes, como cuando uno tiene una enfermedad grave trata de ver con urgencia al médico.

Si cometimos un pecad grave no debemos recibir la comunión sin antes habernos confesado.

El que tiene sólo pequeñas faltas (pecado veniales) no tiene obligación estricta de confesarse. Pero, de vez en cuando, conviene detenernos en la ruta y repasar, mapa en mano, el camino recorrido, para darnos cuenta de equivocaciones y no ir acostumbrándonos a esos pecados, que, aunque sean pequeños, de a poco pueden hacernos caer en otros mayores.

Hay muchos caminos para recibir e perdón de los pecados veniales de cada día.

Rezar con sinceridad el Padrenuestro pidiendo a Dios que nos perdone nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que nos han hecho mal.

El breve rito de la reconciliación que abre la Santa Misa.

El signo del perdón por excelencia y su culminación es el Sacramento de la Penitencia o Confesión, que desde hace un tiempo llamamos mejor SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

Algunos están acostumbrados a confesarse con frecuencia y eso está muy bien.

Mucho mejor si lo hacemos con el mismo sacerdote. Eso permitirá que nos vaya conociendo y nos pueda aconsejar y orientar con mayor eficacia.

No hay que confesarse por escrúpulos, por costumbre o rutina. Tampoco hay que tomarlo como un "permiso" para ir a comulgar.

En resumen, hay que confesarse:

- Cuando sabes que hiciste algo que está muy mal (pecad grave), que te separó de Jesús y de tus hermanos.
- Si te das cuenta que hace algún tiempo que no te confiesas.
- Es muy bonito celebrar el Sacramento de la Reconciliación antes de las fiestas importantes: Pascua, Navidad, las Fiestas Patronales, etc.
- La Iglesia nos pide que nos confesemos AL MENOS, una vez al año.

¿POR QUÉ CONFESAR MIS PECADOS A UN HOMBRE?

"Antes de ascender al Cielo Jesús sopló sobre Pedro y los apóstoles y les dijo: Reciban el Espíritu Santo, los pecados les serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y les serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Juan 20, 21)

El Sacramento de la Reconciliación fue instituido por Jesús para que nosotros nos acerquemos más a Dios. Fue el mismos Jesús quién quiso que su gracia llegara a nosotros por medio de aquellos que habían decidido seguirlo más de cerca, es decir los apóstoles y en la actualidad, los sacerdotes para que perdonen los pecados en su nombre.

Si estás realmente arrepentido, comienza por aceptar la forma que Él mismos dispuso para perdonarnos, Esa forma es la confesión al sacerdote.

El sacerdote es un hombre como todos. Es cierto, es también un pecador que necesita ser perdonado. Pero, ¿rechazaría usted un tesoro porque no le gusta quien se lo entrega? Además el confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón.

El pecado no daña solamente la relación de uno con Dios, sino que daña a toda la Iglesia de la cual formamos parte y también debemos reconciliarnos con ella. La Iglesia es una familia y TODO pecado afecta de alguna manera a todos sus miembros. Cada uno ocupa SU lugar en esta comunidad.

El mal que hacemos con nuestro pecado, causa una herida al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y como nadie puede remplazar a ningún otro en su lugar, lo que uno no construye, deja un vació en la comunidad y perjudica a todos.

Por eso, Dios quiere entregarnos el perdón a través de la Iglesia. Nadie puede "salvarse solo". A Dios solamente se llega "en familia". Y el representante de Dios y de la iglesia es el sacerdote que administra el perdón sacramental.


Bibliografía:
Daniel Esteban Ferrero
Palabra Ediciones

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