La persona humana
1. ¿Quién es el hombre?
Nietzsche (s. XIX) afirmó que "El hombre es el ser capaz de hacer
promesas" (pensar y planear su futuro, sus propios fines; se puede
autodeterminar dentro de su libertad limitada). Sin embargo, puede ser el animal
más brutal, llegando a trastocar el orden natural por su propia libertad de
elegir.
Tomás de Aquino (s. XIII) daba otra definición: "El hombre es el ser que
elige sus propios fines".
El hombre es un animal inteligente y libre, es decir, un ser capaz de resolver
problemas.
2. Relaciones entre lo animal y lo racional
a) Algunas opiniones:
Sócrates (s.V a.C) dijo que el hombre es su alma
Kant (s.XVIII) dijo que lo que el hombre hace con su libertad (arte, derecho,
religión) es algo más que biología.
b) Naturaleza y libertad:
Naturaleza: El hombre no es solamente un ser histórico, sino también un ser
biográfico, libre (la vida es como una novela escrita día a día; no un
problema matemático, algo determinado de antemano)
Libertad: El hombre tiene una naturaleza libre.Su cuerpo es el de un ser libre y
es capaz de expresar esta libertad.(Mano-garra; labios-belfos, caminar con dos
piernas-con cuatro)
c) Persona e individuo: El hombre es persona, y no sólo individuo ; la persona
no está finalizada por la especie: el hombre es un ser social pero no tiene
fines exclusivamente personales.
d) Diferencias en el conocimiento: El hombre capta los modos de ser de cada
cosa, y a diferencia de los animales, puede profundizar en cada modo de ser. En
la mente humana van teniendo cabida las realidades del mundo exterior (por eso
Aristóteles dice que el hombre es de algún modo todas las cosas), que son
entendidas con más o menos profundidad. Un animal ve imágenes de las cosas
reales, y las estima como convenientes o no convenientes para sí; pero no puede
entender las propiedades o el modo de ser íntimo de las cosas. Por eso, no
puede elaborar cultura; aunque si ciertas técnicas o habilidades.
e) Necesidad y dotación: Sería un error pensar que el hombre inventa la flecha
solo porque tiene necesidad de comer pájaros. También el gato tiene esa misma
necesidad y no inventa nada. El hambre sólo impulsa a comer, no a fabricar
flechas: son dos cosas muy diferentes. Por eso, no es correcto explicar al
hombre solo desde sus necesidades, sino también desde sus posibilidades y
aspiraciones. La inteligencia humana no surge de una necesidad, sino de una
dotación, y por eso no es un animal más. Tiene la capacidad de crear.
f) Moralidad: el hombre es un ser moral; distingue el bien del mal; el animal no
tiene moralidad. También el hombre es capaz de ponerse en el lugar del otro, de
comprender, por esto es, dice Spaemann, un símbolo del Absoluto (de lo que de
alguna manera está en todo)
3. Posturas materialistas
El marxismo considera que el hombre no es más que materia llegada a un alto
grado de evolución. El mecanicismo a este respecto es similar al marxismo,
negando -como el marxismo- la libertad humana al decir que es consecuencia de
puros condicionamientos. El marxismo es mecanicista; si bien abarca más
aspectos que el mecanicismo.
Freud considera que el hombre es un compuesto material y que sus desequilibrios
mentales provienen de la autorrepresión de los apetitos, especialmente el
sexual. La pega del materialismo consiste en que inteligencia y voluntad son
algo distinto a la materia; lo mismo se puede decir al mecanicismo. Respecto a
la negación de la libertad es negar algo evidente. Sobre lo afirmado por Freud
una crítica que se le ha hecho es que "al sexualizar la neurosis, neurotizó
la sexualidad".
4. Sentido etimológico de "persona"
La palabra persona viene del término latino "personare", que
significa "sonar con fuerza" o "resonar". Los actores de
teatro grecorromanos utilizaban máscaras, éstas hacían que su voz sonara con
más fuerza. A los actores con máscara se les llamaba personas y representaban
a gente noble o distinguida de la sociedad del momento.
Posteriormente, el término persona pasa al campo del derecho para designar a un
sujeto jurídico (con obligaciones y derechos jurídicos; no eran todos los
hombres: los esclavos no eran considerados personas). Más tarde el término se
extiende a todos los hombres, por influencia del cristianismo.
Vemos que el término persona, desde su inicio está asociado a lo digno, lo
sobresaliente o importante. La dignidad de la persona humana se puede entender
de dos modos:
a) La dignidad como consecuencia de una serie de perfecciones.
b) La dignidad como un don inmerecido y regalado al hombre.
Para Tomás de Aquino (s.XIII), la persona es el ser más eminente de toda la
realidad visible; para Kant (s.XVIII), toda persona es un fin en sí misma.
5. Definición clásica de persona
Boecio (s. V-VI) define a la persona diciendo: "la persona es una sustancia
individual de naturaleza racional". Esto significa que la persona es algo
permanente . La persona es un individuo concreto que trasciende la especie , y
tiene como propiedad esencial la razón.
Descartes, en el s. XVII, antepondrá la razón a la existencia: "pienso,
luego existo". La filosofía realista -como la de Boecio- da primacía al
ser sobre el pensar: "existo, luego pienso". La postura cartesiana o
racionalista (amoldar mi realidad las ideas) tiende a una pretendida
"autenticidad" desgajada de la realidad, pero el realismo (amoldar mis
ideas a la realidad) es más verdadero: nuestros conocimientos mentales deben
subordinarse a la realidad de las cosas.
6. Persona y personas
6.1. Introducción
Las relaciones personales son el verdadero marco de la existencia humana. ¿Qué
sucedería si no hubiese otro alguien que nos reconociera, nos escuchara, y
aceptara el diálogo y el don que le ofrecemos? Sin duda la vida de la persona
sería un fracaso, una soledad completa. La persona no está hecha para estar
sola; la persona necesita de otras para reconocerse a sí misma. La soledad en
el hombre no sólo es antinatural, sino que significa su frustración radical.
No hay yo sin tú.
Las relaciones personales pueden medirse por el amor y por la justicia. Para
entender esto mejor vamos a estudiar tres apartados: lo común, el amor y la
amistad.
6.2. Lo común
Las personas pueden entenderse porque tienen una inteligencia que les permite
captar lo común, lo universal de las cosas, su forma, su sentido. Entre ellas
hay una relación social en la que se reparten y comparten bienes, o males.
Podemos distinguir dos tipos de bienes:
a) Hay bienes que no pueden ser compartidos: lo más que pueden es ser
repartidos; por ejemplo: una tarta.
b) Aquellos que se pueden compartir, porque pueden ser disfrutados simultáneamente
por un número indefinido de personas; por ejemplo: las ideas de alguien sabio,
las leyes de un país.
Los bienes del primer tipo son materiales. Los bienes del segundo tipo pueden
ser llamados bienes del espíritu. Estos últimos bienes cuando se comparten,
lejos de disminuir aumentan, por ejemplo, la alegría tiende naturalmente a
comunicarse, y al compartirla con otro se multiplica. Lo mismo ocurre con el
saber: sólo hay progreso cuando se transmite. Compartir es más personal que
repartir. Compartir es señal de presencia del espíritu.
Los bienes compartidos son comunes y propios de los hombres. La vida social se
basa en la existencia de lo común.
La forma más intensa de compartir que se da entre las personas es el amor,
mediante el que se comparte con otros todo lo que la persona es, siente, busca,
realiza y da. El amor es la forma más rica de relación entre las personas.
6.3. Definiciones del amor y sus clases
El amor de benevolencia consiste en afirmar más al otro, en querer más al
otro. También podemos llamarlo amor-dádiva porque el amor no es egoísta.
Sin embargo también existe la inclinación a ser feliz, a la propia plenitud.
Puede lograrse siempre y cuando este deseo no se separe del amor de
benevolencia, que es la forma genuina y propia de amar de los seres humanos.
Todos los actos de la vida humana, de un modo o de otro, tienen que ver con el
amor, ya sea porque lo afirman o porque lo niegan. El amor es el uso más humano
y más profundo de la voluntad.
El amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad, acompañado por un
sentimiento, que se siente con mucha o poca intensidad, e incluso con ninguna.
Ese sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor, puede llamarse afecto.
Los afectos son sentimientos; las consecuencias son obra de la voluntad. El amor
está integrado por ambos, afectos y consecuencias. Si sólo se dan los primeros
se trata de puro sentimentalismo.
El amor tiene una repercusión en el propio sujeto que ama: el placer o gozo.
Los placeres gustan al hombre, pero el criterio de moralidad lo da la búsqueda
del bien, no la del placer.
También se puede dividir el amor según las personas a quien se dirige:- el
amor a los que tienen que ver con mi origen natural podemos llamarlo amor
familiar o natural. -Cuándo no se da esta comunidad de origen el tipo de amor
es diferente y lo podemos llamar amor de amistad. -Otro tipo de amor es aquella
forma de amor entre hombre y mujer de la que nace la comunidad biológica humana
llamada familia. -La amistad es un tipo de amor que surge de compartir objetivos
comunes; penetra en los amores anteriores, en mayor o menor grado, singularmente
modalizado en cada caso, y también se origina entre personas sin lazos de
sangre.
6.5. Definición de amistad. Sus grados.
La amistad es la benevolencia recíproca dialogada. Aristóteles dice que sin
ella el hombre no puede ser feliz.
El primer rasgo de la verdadera amistad es el desinterés. La verdadera amistad
surge del compañerismo, que es compartir una tarea o un trabajo, o una afición...
Es lógico que en ese "marchar juntos" surjan discrepancias. Pero la
amistad tiene como característica principal una discusión dialogada de las
discrepancias. La amistad es la discusión compartida de las propias
experiencias.
La amistad moviliza energías y permite llevar a cabo tareas que solos no seríamos
capaces de hacer: la amistad contagia el entusiasmo y el espíritu emprendedor.
La amistad tiene mucho que ver con la justicia. El amigo es aquella persona para
la que se quiere algo, lo que le pertenece como suyo. La pérdida de la amistad
acarrea la pérdida de la justicia. Una sociedad sin amistad sólo puede
resolver sus conflictos mediante los tribunales de justicia y los abogados, y no
mediante el diálogo y la concordia: aparece entonces una "judicalización"
de la vida social y una tendencia progresiva hacia la violencia. El amor y la
justicia son, pues, los dos tipos de relación interpersonal más propiamente
humanos y se necesitan mutuamente, porque reconocen al otro y le otorgan lo
suyo. El interés exige ser elevado hasta ellos, pues por si sólo mira hacia sí
mismo; y el choque de intereses puede dar lugar a la lucha violenta.
7. La espiritualidad e inmortalidad del alma humana
Pascal dice que el hombre es un espíritu unido a un cuerpo, tiene una fachada
corporal que manifiesta su mundo interior espiritual.
Tanta interioridad tiene el hombre que ni siquiera se conoce bien a sí mismo.
Por otra parte, los sentimientos y pensamientos forman en el hombre un mundo
interior tan real como su cuerpo. Esta distinción entre cuerpo y espíritu ha
servido a diversos autores para hablar a favor de la inmortalidad del ser
humano.
Aristóteles (s.V a.C): "Todas las funciones del psique animal o vegetal se
encaminan al mantenimiento en vida del propio organismo. Por tanto, cuando ese
cuerpo muere, toda la finalidad de la psique se termina. Sin embargo, en el
hombre hay funciones de la psique o alma que no se encaminan al beneficio
corporal. Por eso, cabe pensar que cuando muere el cuerpo humano, esas funciones
perviven de alguna manera".
Platón (s.V a.C.): "Los hombres son capaces de conocer ideas universales,
como verdad o bondad; esto es posible porque el alma humana tiene un modo de ser
similar al de esas ideas, pues esas ideas son incorruptibles. El alma es
incorruptible, y por tanto inmortal".
Tomás de Aquino (s.XIII): "Los hombres no sólo conocemos imágenes, sino
conceptos. Estos son incorruptibles; si nuestra alma los conoce es por ser
similar a ellos, por tanto incorruptible e inmortal".
8. Personalismo actual
Levinas, Buber, Wojtyla (Juan Pablo II) son algunos de los pensadores más
destacados en la filosofía personalista del siglo XX. Quizás un modo, aunque
muy sintético, de expresar lo que es el personalismo es que en el fondo del
alma del otro estas tú en cierta manera. Es algo muy claro: lo que haces con
los demás recae sobre ti. Pero, ¿cómo es esto posible?... si hay Alguien más
íntimo a nosotros que nosotros mismos -en expresión de Agustín de Hipona- que
está en todos.
9. Relación con temas siguientes
Todos los temas están relacionados con éste, pero especialmente el tema 6. La
visión de la vida de la persona como novela explicada al final del tema 8
complementa necesariamente lo expuesto aquí.
Actividades:
Comentar texto de El hombre en busca de sentido, Frankl: La pregunta por el
sentido de la vida, p 78.
"Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia
la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los
desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino
si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas
sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como seres
a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación
tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una
conducta y una actuación rectas. En última instancia, vivir significa asumir
la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello
plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continua e incesantemente.
tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.
Dichas tareas y, consecuentemente, el significado de la vida, difieren de un
hombre a otro, de un momento a otro, de modo que resulta completamente imposible
definir el sentido de la vida en términos generales. Nunca se podrá dar
respuesta a las preguntas relativas al sentido de la vida con argumentos
especiosos. "Vida" no significa algo vago, sino algo muy real y
concreto, que configura el destino de cada hombre, distinto y único en cada
caso. Ningún hombre ni ningún destino pueden compararse a otro hombre o a otro
destino. Ninguna situación se repite y cada una exige una respuesta distinta;
unas veces la situación en que un hombre se encuentra puede exigirle que
emprenda algún tipo de acción; otras, puede resultar más ventajoso
aprovecharla para meditar y sacar las consecuencias pertinentes. Y, a veces, lo
que se exige al hombre puede ser simplemente aceptar su destino y cargar con su
cruz. Cada situación se diferencia por su unicidad y en todo momento no hay más
que una única respuesta correcta al problema que la situación plantea.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho
sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de
que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede
redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside
en la actitud que adopte al soportar su carga.
En cuanto a nosotros, como prisioneros, tales pensamientos no eran
especulaciones muy alejadas de la realidad, eran los únicos pensamientos
capaces de ayudarnos, de liberarnos de la desesperación, aun cuando no se
vislumbrara ninguna oportunidad de salir con vida. Ya hacía tiempo que habíamos
pasado por la etapa de pedir a la vida un sentido, tal como el de alcanzar
alguna meta mediante la creación activa de algo valioso. Para nosotros el
significado de la vida abarcaba círculos más amplios como son la vida y la
muerte y por este sentido es por el que luchamos."
Frase más importante.
¿Destinos distintos?
¿Es excesivamente subjetivo?
b) Comentar el Texto (Promanuscripto): La meditación y su necesidad en la vida
(Antonio E.)
"Quizás pocas veces nos planteamos la importancia de la meditación en
nuestra vida cotidiana, es decir su necesidad para la calidad humana de nuestra
vida, para desarrollar una vida que sea verdaderamente humana. Y sin embargo, la
meditación apunta al centro de lo más específicamente humano, lo descubre, lo
hace nacer y por eso constituye una actividad esencial...
El espacio entre yo y conducta, el espíritu: El punto de partida es justamente
aquel donde nace la diferencia entre el hombre y el animal, porque el hombre es
un animal. Esta es la primera idea clara: el hombre es un animal por todas sus
características biológicas; y porque está claramente insertado en la línea
filogenética de los organismos vivos del planeta. El interrogante surge al
considerar su comportamiento: ¿dónde nace ese comportamiento tan diferente,
tan peculiar del hombre comparado con los demás animales?...La peculiaridad
evidente consiste en la creación de cultura: toda la serie de instrumentos, máquinas,
conocimientos, instituciones, técnicas, etc., de que el hombre se rodea
"naturalmente". Basta solo mirarse alrededor y ver lo que hay: casi
todo ha sido alcanzado por la acción del hombre, tanto que las pocas zonas
"salvajes" que quedan son ahora "reservas", es decir siguen
"salvajes" por la misma protección del hombre.
Vamos a la divisoria, a ese punto donde se inicia la diferencia. Toda la ciencia
psicológica está de acuerdo en que el hombre, a diferencia de los animales,
establece un espacio, una separación entre yo y conducta. "El animal no se
distingue de su conducta, la es". Esto lo hace notar el mismo Marx y de ahí
parte su consideración de lo que es la alienación, pero así nos adelantamos
demasiado en la línea argumental.
Pongamos un ejemplo del comportamiento instintivo más evolucionado. Alguna vez
he podido observar la caza de una jauría de perros, pastores alemanes, en la
sierra de Guadarrama, donde en verano hay vacas que los campesinos dejan
sueltas. Es el comportamiento de un instinto muy desarrollado, ya que cazan en
grupo y cumplen funciones diferentes: primero separan vaca y ternero, después
mientras el grupo aguanta a la madre, uno se lleva al ternero, al final todos
confluyen sobre el ternero para matarlo. Hay una cierta comprensión del tiempo
y de los demás, de la colaboración. Si suponemos un grupo de hombres que
cazara, en las primeras veces lo harían similar a los perros, pero una de las
veces el ternero muere porque se ensarta con un palo. Si esto sucede a los
perros, éstos se tiran a comerse al ternero sin más dilaciones. En el caso del
hombre es diferente, quizás uno se pregunta por qué ha muerto y ve la rama en
la que se ha ensartado. En una ocasión subsiguiente quizás quiera llevar el
ternero hacia un palo predispuesto: tenemos la noción de trampa. Luego se
pregunta por qué no llevar el palo a cuestas...y tenemos la lanza; y entonces
por qué no tirarlo a distancia: tenemos la flecha...así hasta la bomba atómica.
Nos damos cuenta enseguida que frente a un solo comportamiento de los perros,
aunque verdaderamente flexible y sofisticado, el hombre ha generado cuatro: a la
carrera similarmente a los perros, con trampa, lanza o flecha; y sigue creando
nuevas posibilidades.
Como resulta claro el instinto propiamente hablando desaparece, no hay pautas
fijas de comportamiento: nunca hay una sola, hay muchas, creadas culturalmente.
El hombre tiene sólo la tendencia, la necesidad vital sentida, en este caso el
hambre y muchos modos de solucionar el problema, modos creados por el propio
hombre, creados culturalmente con su experiencia. Podemos decir que el hombre no
tiene instintos -sólo instintos- sino que actúa por sus
"experiencias" y que todo su comportamiento diverso se inicia
precisamente en esa capacidad de preguntarnos ¿por qué?, de volver sobre lo
sucedido para ver cuál es la causa de un resultado diverso, es decir por su
capacidad de reflexión. De este modo se interesa por algo, una rama, que en
principio, por sus tendencias básicas no le interesa. Este mismo
"algo" con una idea, pasa a ser primero trampa, luego lanza, etc. De
este modo el hombre termina interesándose por todas las cosas y pasa a vivir en
un mundo de objetos, el mundo de la racionalidad y la reflexión y no de
instintos, aunque las tendencias permanezcan.
Del ejemplo se deducen dos cosas. La primera consiste en que el hombre debe
elegir su propio comportamiento entre varias posibilidades y esto sólo lo puede
hacer porque entre estímulo y respuesta hay un espacio que permite ponderar,
elegir. La segunda son las diversas posibilidades, aunque con una base en las
necesidades del hombre, que han sido creadas por el mismo hombre, es decir: son
culturales, las aprendo por mí mismo o de lo que me enseñan(aprendizaje) los
anteriores a mí.
El comportamiento del hombre, su libertad, se convierte en una conquista en los
dos sentidos. Primero, el hombre está sometido a todas las leyes de la
necesidad, a las leyes físicas y biológicas, en ellas va edificando sus
posibilidades de actuación, su libertad en tanto que apertura de posibilidades
dentro de las condiciones concretas en que vive; condiciones que constituyen su
bagaje de partida. Esta es una tarea donde la reflexión sobre la experiencia
tiene un papel desencadenante. Podríamos decir que la experiencia, que es específicamente
humana en relación con la conducta animal, es una vivencia con reflexión, algo
que se ha vivido y después se ha pensado. Así se descubre la separación entre
yo y conducta.
La libertad es posible en tanto en cuanto el hombre es capaz personalmente de
establecer esa separación entre estímulo y respuesta, sin ese espacio
desaparece la misma posibilidad de la libertad. La libertad es así la capacidad
de reflexión, de ponderación, de volver sobre lo hecho y rectificar errores.
El hombre es libre porque puede separarse de su conducta. El animal no se puede
separar de su conducta. El hombre sí, en el hombre yo y conducta son
separables, la persona no se identifica nunca totalmente con lo que hace,
cualquiera es capaz de decir: "eso" que yo he hecho, en lo que he
participado activamente, no es totalmente yo, no me refleja plenamente, lo puedo
mejorar. Ahí, en la capacidad de mejorar se encuentra la grandeza del hombre.
Esta es la llamada "libertad de". Esta es la libertad de alzarse sobre
los condicionamientos internos y externos del hombre: el subconsciente, la
configuración afectiva, las deficiencias de educación, de control de carácter,
etc. Los externos, que dependen de la situación familiar y de la libertad
social y política, se resumen en la cultura recibida.
La cultura es la acumulación de las experiencias, la acumulación de la
historia del hombre en forma de instituciones, instrumentos, etc. Constituye por
tanto el campo de las posibilidades abiertas a la actuación del hombre, es el
campo de su libertad. La reflexión es por tanto la que crea la cultura y es
también ahí, en la reflexión, donde se recrea la cultura, donde se abren las
nuevas posibilidades (esta es la tarea de cada generación) donde se ejercita la
libertad. El Papa señala este punto en una encíclica: "Esta búsqueda
abierta de la verdad, que se renueva en cada generación, caracteriza la cultura
de la Nación. En efecto, el patrimonio de valores heredados y adquiridos es
siempre objeto de contestación por parte de los jóvenes. Contestar, por otra
parte, no quiere decir necesariamente destruir o rechazar a priori, sino que
quiere significar sobre todo someter a prueba en la propia vida y, tras esta
verificación existencial, hacer que esos valores sean más vivos, actuales y
personales, discerniendo lo que en la tradición es válido respecto de
falsedades o errores o formas anticuadas, que pueden ser sustituidas por otras más
en consonancia con los tiempos" (Centesimus annus, 50).
En la oposición entre yo y conducta se toma conciencia del yo, de quien soy yo;
la persona toma conciencia de sí misma como un ser diferente, irrepetible. Y
cada persona debe construir una conducta original, propia, construida
necesariamente sobre lo recibido, pero también verdaderamente personal y
creativa; es ésta una tarea fundamental de su reflexión sobre los datos
recibidos. Esta es la llamada "libertad para": la que se fija
objetivos, la que proyecta el futuro. La libertad es también desde este segundo
punto de vista una conquista, una conquista que se inicia y apoya en la reflexión
y la meditación.
Podemos ver que a través del trabajo que se realiza en el espacio abierto entre
el yo y la conducta, la libertad se convierte en una tarea para el hombre, en
una conquista que hace ascender al hombre desde lo más material hasta las más
sofisticadas creaciones de la civilización. La cultura es el instrumento
forjado por el mismo hombre para esa conquista. Existe en la Biblia un pasaje
precioso y altamente significativo que condensa esta idea. Se trata de aquel del
Génesis en que Dios "después de haber formado de la tierra todos los
animales terrestres y todas las aves del cielo, los trajo al hombre para que
viese como los había de llamar; y, en efecto, todos los nombres puestos por el
hombre a los animales son sus nombres propios". El mundo material está en
una cierta indiferenciación, la creación está en cierto modo incompleta hasta
que no llega el hombre, que de la rama, saca lanza y trampa y flecha...:esos son
sus nombres propios. Es conceptualizando, poniendo nombre, como el hombre
avanza: la cultura tiene una relación con la verdad, con conocer, concebir lo
que las cosas son; y luego realizarlas (por ambas cosas se asemeja y completa la
tarea creadora de Dios), pero primero está la idea: haberlas "visto".
El hombre con la cultura, con su experiencia completa toda la obra de la creación:
ahí está toda la tarea del hombre y de su libertad. El pasaje es todavía más
rico, pero esta verdad esencial me parece que está sintéticamente contenida.
En la cultura y no en el instinto está la libertad del hombre: ese es el
comportamiento que responde intrínsecamente a lo que el hombre es, a la
dignidad de la persona.
La conclusión resulta bastante evidente: en la capacidad de establecer ese
espacio, esa distinción entre yo y conducta, se basa la diferencia entre el
comportamiento humano y el animal. Es decir: el hombre tiene un comportamiento
humano a través de la reflexión, de la consideración de su conducta. En
segundo lugar, puede mejorar su actuación. El hombre, a diferencia del animal
puede volver sobre lo que ha realizado y considerado y por esto puede mejorarlo,
cambiarlo, encontrar múltiples soluciones a un problema. Esto es la
racionalidad, la capacidad de conceptualización, de "poner nombre" a
las cosas, de descubrir su esencia. A esta capacidad en su conjunto es a lo que
llamamos espíritu, que no es un "algo", no es una cosa añadida al
hombre, esta capacidad propia del hombre.
La intimidad, mi vida -toda en presente- en mis manos: Ya podríamos sacar
muchas ideas sobre la importancia de la reflexión y bastaría para dar idea de
que la meditación para el hombre es básica: en ella se profundiza, se pone en
marcha la capacidad más específicamente humana, aquella que marca la
diferencia del comportamiento humano. El tema sin embargo tiene una riqueza
mucho mayor, ya que hasta aquí nos hemos fijado casi exclusivamente en la
conducta humana y solamente de modo reflejo hemos constatado que se compacta el
yo. Ahora vamos a fijarnos en ese yo que aparece. A ese yo que se define
alrededor de la propia reflexión es a lo que llamamos intimidad. Cada persona
es una intimidad. Vamos a ver que queremos decir con eso. Se trata de la visión
de lo que hemos visto antes desde otro enfoque, desde la interioridad misma de
la persona.
Todos tenemos una intimidad, un mundo interior donde nos reflejamos, nos vemos,
nos comparamos con los demás, juzgamos las situaciones, valoramos nuestra
actuación, etc. En ese espacio interior también nos sentimos queridos o no,
nos sentimos protegidos y seguros o no; allí se proyecta o se imagina el
futuro: será así o será asá; allí aparecen nuestros gustos, nuestros
intereses, las cosas que nos son congeniales, las que nos agradan, todo un
conjunto de pensamientos, ideas, ocurrencias,... que cada persona lleva consigo
y que aflora especialmente en algunos momentos, al ir por la calle, en la ducha,
etc.
La intimidad irrumpe netamente en la conciencia personal durante la
adolescencia. El niño no tiene verdaderamente intimidad, pues comparte la de
sus padres; por eso el niño no tiene pudor y de pronto pregunta: ¡Mamá!... ¿es
esta la señora gorda que iba a venir?, por eso también todo es suyo y le da
igual jugar con sus juguetes que con los ceniceros de cristal del comedor: hay
que enseñarle qué es "lo suyo". Cuando llega la adolescencia y con
ella la irrupción de la intimidad, la adolescente quinceañera cierra en un cajón
con llave "sus" tesoros (una flor seca, una postal de un viaje,
fotos...). De ahí todos en su casa están excluidos, especialmente su madre,
nadie puede mirar. A la vez se pasa horas y horas mirando un póster de Eros
Ramazoti, porque tiene la necesidad ineludible de forjarse una identidad y para
eso necesita, busca ansiosamente modelos. En sentido negativo, cuando
encontramos un adulto que no tiene pudor, que no protege su intimidad, por
ejemplo, cuando nos encontramos un loco en el autobús, que dice cosas en alto o
canta, resulta muy difícil saber cómo reaccionar. Sabemos justamente que es un
loco por el comportamiento chocantemente desinhibido: lo humano es tener
intimidad.
La autenticidad de la persona, su carácter, su identidad, su personalidad se
forja en esa conversación interior. La autenticidad es no sólo vivir, sino
también saber que vivimos y por qué vivimos, cuáles son los motivos de
nuestras acciones, de nuestras reacciones. El proceso de maduración de una
persona es precisamente este proceso de búsqueda de la propia identidad que la
hace dueña de sus actos; a esto es a lo que se llama autenticidad. La
autenticidad es el proceso constante de contrastar lo que hacemos con lo que
somos, con la definición de lo que somos, es decir: con la resultante de este
mundo interior que poseemos. Si no existe reflexión, meditación, no existe
definición de la persona, no hay una resultante del mundo interior y la persona
no se conoce, sus mismas acciones le resultan incomprensibles.
Este proceso de búsqueda de la propia identidad se vive con dificultad, lo que
está en juego es su propia vida. La persona toma conciencia de que con sus
decisiones se juega su vida. El dilema es... ¿acertaré o no?, la carrera que
elijo...¿es la que corresponde a mis cualidades?, ¿me abrirá el futuro?, esta
chica/chico...¿me hará feliz? Es una toma de conciencia dolorosa de la propia
vida: ¡con mi vida me la juego!
El proceso, sus éxitos y fracasos, cómo son vividos y asimilados, etc., tiene
una influencia determinante en la valoración de uno mismo, en la autoestima. La
autoestima tiene muchos pilares en la infancia, en el haber sido realmente
querido, buscado, en haber tenido una madre que verdaderamente nos quería, en
haber sido deseado, etc., pero se forja con la aportación de la persona, en ese
proceso de propia definición que es la búsqueda de la identidad. Este proceso,
aunque se delinea fuertemente en la adolescencia, dura toda la vida. El hombre
no está nunca cerrado, terminado siempre puede recomenzar, volver a plantearse
las cosas. Toda la vida hay que asimilar éxitos y fracasos, asumir las
consecuencias de los propios actos, reenfocar la propia actuación, etc.
Se trata, en resumen, de lo que se llama el proyecto de vida personal, su
elaboración y ejecución. Ahí está condensada la vida de la persona, sus
posibilidades de integración y felicidad o su desintegración y fracaso. La
vida auténtica es la que tiene un proyecto realista, contrastado con uno mismo,
con las propias posibilidades. Como se ve, la vida auténtica se refiere a una
capacidad de autorreflexión, mejor dicho, se juega en la reflexión y en la
meditación de la propia conducta, de la propia vida.
En ese diálogo con uno mismo adquiere un puesto central, lo que se llama la
conciencia. La conciencia es ante todo un descubrimiento personal que se hace de
la propia intimidad. "La vida auténtica apela a esa voz interior que nos
sitúa en el mundo de los valores. Y es que, en primer lugar, en nuestra
intimidad anida la voz de la conciencia. Por eso no se puede hablar de intimidad
con uno mismo sin tener en cuenta la presencia de una voz propia, que parece
tener como finalidad emitir juicios últimos y en términos de bien y mal. Por
lo tanto, el ámbito de la intimidad es, entre otras cosas, un reducto moral,
donde se emiten juicios de aprobación y condena, donde surgen sentimientos de
paz y de tranquilidad, y de remordimiento y de culpa. Quien quiera aceptarse
como persona ha de saber que tiene que aceptar las exigencias que el ser persona
lleva consigo, y la más exigente sin duda, es atender a pecho descubierto la
voz de la propia conciencia, que emite juicios implacables. Es factible
distorsionar la propia voz de la conciencia e introducir dentro de nosotros un
caos desorientativo donde se haga realidad el dicho "a río revuelto,
ganancia de pescadores", porque a base de no sintonizar con la propia voz,
se puede terminar escuchando lo que se quiera, o mejor aún, no escuchando nada,
y evitando entrar en el propio mundo interior, no sea que nos recriminemos algo.
Y, otra vez, en esta ocasión para evitar responsabilidades morales, nos
situamos fuera de nuestro mundo interior, negándonos a tener con nosotros ese
encuentro habitual en que consiste la intimidad (Miguel A. Martí, La intimidad,
p. 71-72).
Una persona con capacidad para la meditación, para entrar dentro de sí mismo,
para vivir de acuerdo con su intimidad, toma su vida en sus manos. La vida es
tiempo y su relación con el tiempo se hace fluida: vive toda la vida en
presente, la tiene presente ante sí; ya que asume el pasado en el hoy y desde
el hoy proyecta el futuro, un futuro posible, adecuado a él mismo. Sin meditación
todo esto no es posible y la persona entra en colisión con el tiempo, con la
aceptación de la propia vida. Comienza con que no puede aceptarse, porque no
puede, o no sabe, asumir su pasado o simplemente no lo conoce, no lo ha puesto
en orden: es un puzzle sin sentido: muchas fichas sueltas (muchas vivencias,
experiencias, ideas, etc.), pero que no dan un dibujo, un significado, algo
inteligible, comprensible para quien lo vive y por eso capaz de ser vivido. En
este caso la persona va dando tumbos, arrastrado por las diversas situaciones
del río de los acontecimientos, sin un rumbo propio. También puede ocurrir
que, por las dificultades que sea, por los traumas, no se acepta el pasado, se
niega a reconocerlo; sin asumir el pasado no se puede afrontar el presente, y la
persona se ve abocada a huir de las dificultades, de los sufrimientos, de los
dolores de la vida...en resumen: de este modo la persona no acepta la realidad
del mundo en el que vive y huye.
Hoy existen a disposición muchos procedimientos de huida: una auténtica
"industria de la diversión", en el sentido etimológico del término:
sacar a las personas de una vida real, vivida en presente. Alcohol, droga, sexo
entendido sólo como sexo y no como relación personal, la "movida",
etc. En este caso la persona vive el instante y se convierte en incapaz de
proyectar su futuro y por tanto de vivirlo integrado en el conjunto de su vida,
una vida "vivible", digna de ser vivida. Aquí habría también que añadir
que la dificultad para vivir íntegramente la propia vida origina la dificultad,
de orden mayor, de vivir íntegramente la vida de otra persona, ya que las
relaciones se hacen efímeras, discontinuas como la propia vida y, por eso, se
despersonalizan. Si no se tiene intimidad, no se puede compartir con otra
persona, no se puede verdaderamente amar, ya que amar es compartir la intimidad.
Sin intimidad descubierta y vivida las relaciones se establecen en niveles
parciales, superficiales: solamente a nivel sexual o a nivel afectivo. Esta última
es la unión sentimental: el otro llena una necesidad afectiva, es algo así
como un omito de peluche, cuando deja de servir para eso se deja. En estos casos
necesariamente se utiliza a los demás para los propios intereses, no se les
respeta como a personas, porque no se respeta la integridad de su intimidad.
Como se ve, la reflexión, la meditación es el centro, si vemos a la persona
desde el punto de vista de su intimidad. Ahí la persona se descubre a si misma
y llega a la necesidad de descubrir la intimidad del otro, así descubre la
posibilidad de amar y ser amado.
Cuestiones:
¿Qué diferencia a los hombres de los animales?
¿Qué es el fundamento de la libertad?
¿Qué es la cultura?
¿Qué es la intimidad y qué significa compartirla?
c) Comenta el texto elegido del libro Los cuatro amores de C.S.Lewis;pp.73-74.
Los enamorados están siempre hablándose de su amor; los amigos, casi nunca de
su amistad. Normalmente los enamorados están frente a frente, absortos el uno
en el otro; los amigos van el uno al lado del otro, absortos en algún interés
común. Sobre todo, el eros (mientras dura) se da necesariamente sólo entre
dos. Pero el dos, lejos de ser el número requerido para la amistad, ni siquiera
es el mejor, y por una razón importante.
Lamb dice en alguna parte que si de tres amigos (A, B, y C) A muriera, B perdería
entonces no sólo a A sino también "la parte de A que hay en C", y C
pierde no sólo a A sino también "la parte de A
que hay en B". En cada uno de mis amigos hay algo que sólo otro amigo
puede mostrar plenamente. Por mí mismo no soy lo bastante completo como para
poner en actividad al hombre total, necesito otras luces, además de las mías,
para mostrar todas sus facetas. Ahora que Carlos ha muerto, nunca volveré a ver
la reacción de Ronaldo ante una broma típica de Carlos. Lejos de tener más de
Ronaldo al tenerle sólo "para mí" ahora que Carlos ha muerto, tengo
menos de él. Por eso la verdadera amistad es el menos celoso de los amores. Dos
amigos se sienten felices cuando se les une un tercero, y tres cuando se les une
un cuarto, siempre que el recién llegado esté cualificado para ser un
verdadero amigo. Pueden entonces decir, como dicen las ánimas benditas en el
Dante, "Aquí llega uno que aumentará nuestro amor"; porque en este
amor "compartir no es quitar".
(...) En esto la amistad muestra una gloriosa "aproximación por
semejanza" al Cielo, donde la misma multitud de los bienaventurados(que
ningún hombre puede contar)aumenta el goce que cada uno tiene de Dios; porque
al verle cada alma a su manera comunica, sin duda, esa visión suya única, a
todo el resto de los bienaventurados. Por eso dice un autor antiguo que los
serafines, en la visión de Isaías, se están gritando "unos a otros"
"Santo, Santo, Santo" (Isaías, 6,3). Así, mientras más compartamos
el Pan del Cielo entre nosotros, más tendremos de Él".
Cuestiones:
Explica la comunicación entre amigos
¿Qué distingue la amistad del eros?
Explica la realidad sobrenatural de un modo más natural.