Catequesis sobre el Credo |
La Iglesia (II)
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La Iglesia está compuesta por todos los bautizados, también por aquellos que ya han fallecido y que forman parte de la llamada “Iglesia purgante” -porque está en el purgatorio- o de la “Iglesia triunfante” -porque sus miembros están ya en el Cielo-. Los que aún permanecemos en la tierra somos los miembros de la “Iglesia militante”. Hay tres símbolos para expresar la realidad de la Iglesia. Esta es contemplada como “pueblo de Dios”, como “cuerpo de Cristo” y como “esposa del Espíritu Santo”. No se puede excluir ninguno de ellos. Miembros de la Iglesia: Los bautizados y sólo los bautizados. También los católicos difuntos siguen siendo miembros de la Iglesia. Nombres de la Iglesia: La Iglesia puede ser vista como “pueblo de Dios”, como “cuerpo de Cristo” y como “templo del Espíritu Santo”. Los tres deben ser aceptados a la vez. Aclarado ya el origen de la Iglesia y la relación directa entre su estructura jerárquica y la voluntad de Cristo, su fundador, conviene ver a continuación algo sobre quiénes son los que componen la Iglesia, sobre sus miembros. Para más adelante queda el tema de la misión. A la pregunta por quiénes son miembros de la Iglesia hay que contestar diciendo que todos los bautizados y sólo los bautizados. Esta respuesta, aparentemente sencilla, deja sin embargo algunas cuestiones sin responder. ¿Pertenecen a la Iglesia los no bautizados pero que desearían estarlo? ¿Pertenecen a ella los no bautizados en la Iglesia católica pero sí en otras Iglesias o confesiones cristianas? ¿Qué pasa con los bautizados católicos que ya han fallecido? ¿Cristo, fundador de la Iglesia, es también miembro de la misma?. La Iglesia siempre ha considerado como un “bautismo de sangre” o “bautismo de deseo” al que reciben en el momento del martirio o implícitamente durante su vida aquellos que, sin haber sido bautizados, mueren por desear ser cristianos -pasó en la Roma pagana y todavía hoy sucede- o no tienen posibilidad alguna de recibir el bautismo debido a la persecución existente en su país. Iglesias y comunidades Sin embargo, como recientemente ha recordado el Vaticano, aunque el bautismo de muchas Iglesia y comunidades cristianas sea válido -no el de todas-, no se puede considerar que eso baste para pertenecer a la Iglesia. La Santa Sede ha afirmado que sólo la Iglesia católica está en posesión plena de la verdad, que la Iglesia ortodoxa es una auténtica Iglesia aunque no posea la plenitud de la verdad y que el resto de las confesiones cristianas no deben llamarse Iglesias sino “comunidades” o cualquier otro nombre con el que gusten identificarse. Esto, como es lógico, ha causado un gran malestar a los miembros de esas confesiones cristianas. Sin embargo, la Iglesia no ha hecho más que recordar la doctrina tradicional y, a la vez, dejar claro que el concepto de Iglesia no es algo que uno pueda manipular a su gusto. Para que una institución sea “Iglesia” debe cumplir unos mínimos, aquellos que estableció Jesucristo. Éstos se pueden no cumplir porque así lo decidan los miembros de un grupo determinado, pero tienen que atenerse a las consecuencias de no ser considerados “Iglesia”. Eso no significa que las confesiones cristianas que no pueden ser llamadas con propiedad “Iglesias” sean unas sectas o que en ellas no existan valiosísimos medios para procurar la salvación a sus miembros. Significa, sólo y exclusivamente, lo que ha dicho el Vaticano: no sólo no están en posesión de la plenitud de la verdad -como es el caso ortodoxo-, sino que la verdad que poseen no les permite ser consideradas como Iglesias. Consecuencias En cuanto a los católicos ya fallecidos, hay que recordar la vieja división en tres tipos de Iglesias dentro de la católica: la militante -la que está en la tierra-, la purgante -la formada por los difuntos que se encuentran purificándose en el purgatorio- y la triunfante -la de aquellos que están ya gozando de la compañía de Dios en el Paraíso-. Por lo tanto, la muerte no rompe los vínculos con la Iglesia, lo mismo que no los rompe con las personas queridas. Nuestros difuntos, lo mismo que nos sucederá a nosotros cuando nos llegue la hora de la muerte, siguen siendo miembros vivos de la Iglesia -siempre y cuando no estén en el Infierno- e interceden por ella, trabajan por ella, velan por ella. Lo mismo podemos y debemos hacer nosotros por ellos, cuando están en el purgatorio: rezar, ofrecer la Santa Misa y ofrecer sacrificios para colaborar con su purificación. En cuanto a la pertenencia de Cristo a la Iglesia, ésta siempre ha afirmado que el Señor, aún siendo su fundador, no está fuera de la obra por Él fundada. En uno de los símbolos utilizados para entender a la Iglesia, se dice que ésta es un cuerpo y que Cristo es su cabeza. A la Iglesia se le llama, así, “cuerpo místico de Cristo”. A este mismo cuerpo, a este mismo pueblo, pertenecerían también los santos, presididos por la más ilustre de ellos, la Santísima Virgen María. Esta presentación de la Iglesia como “cuerpo de Cristo”, tiene, según el Catecismo, el valor de mostrar la unidad de todos los miembros de la Iglesia con su cabeza, que es Cristo, y su unidad “entre sí por su unión con Cristo” (nº 789). Aunque no se hace ya referencia a ello, lamentablemente, tiene también el valor de poner en evidencia la necesaria diferencia entre los distintos miembros del cuerpo. En él, unos ejercen la función de cabeza, otros de pies, otros de manos, otros de corazón. Así lo entendió y defendió San Pablo. Este concepto “jerárquico”, que establece categorías ministeriales o de servicio en la Iglesia, no debe ser interpretado como si en ella hubiera miembros más o menos dignos. Todos los miembros de la Iglesia tienen la misma dignidad y están llamados a la santidad, por más que no todos tengan la misma misión y, en función de esa misión, no todos tengan la misma importancia operativa. Pueblo de Dios Otro concepto de Iglesia, puesto de moda por el Concilio Vaticano II y recogido en el Catecismo, es el de “pueblo de Dios”. Se subraya en él la igualdad de todos los miembros de la Iglesia y se destaca la triple característica del pueblo y de cada uno de los miembros: el carácter sacerdotal, el profético y el real. Por último, la Iglesia es contemplada también como “templo del Espíritu Santo”. desde esta perspectiva, se la ve como un instrumento del Espíritu para la salvación del mundo. El Espíritu sembraría en la Iglesia la multitud de los carismas, desde el carisma jerárquico a los múltiples que ha ido poniendo en el corazón de los fundadores de las Órdenes religiosas o los distintos movimientos de espiritualidad. Estos tres conceptos de Iglesia deben ser aceptados sin excluir ninguno. Catequesis sobre el Credo
Cuestionario sobre la Iglesia (II)
15.- ¿Pertenecen Cristo, la Virgen y los santos a la Iglesia?. 16.- ¿Qué utilidad tiene hablar de la Iglesia como Cuerpo de Cristo?. 17.- ¿Por qué se habla de la Iglesia como Pueblo de Dios?. 18.- ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que la Iglesia es Templo del Espíritu Santo?. 19.- ¿Quién establece cuál es la misión de la Iglesia?. 20.- ¿Es la Iglesia una democracia?. 21.- ¿Por qué no es una democracia?. 22.- ¿Por qué molesta eso a algunos?. 15.- ¿Pertenecen Cristo, la Virgen y
los santos a la Iglesia? Cuerpo de Cristo 16.- ¿Qué utilidad tiene hablar de la
Iglesia como Cuerpo de Cristo? Iglesia y democracia 20.- ¿Es la Iglesia una democracia? Una Iglesia molesta 22.- ¿Por qué molesta eso a algunos?
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