Catequesis sobre el Credo
Cristo, hombre verdadero, hijo de María (IX)

La resurrección de Cristo no es un invento de los apóstoles, pues nadie inventa una mentira para salir perjudicado sino para hacer negocio. Tampoco es fruto de la sugestión, pues ellos insisten en que estaban bien serenos todas las veces que vieron al Resucitado y que tocaron su cuerpo y hablaron con Él.

La resurrección es la clave de nuestra fe, pues demuestra que Dios está con Cristo, que su mensaje y su persona los respalda Él. Por tanto, se puede incluso afrontar la muerte porque se sabe que hay otra vida.

Autenticidad:

La resurrección de Cristo no es un invento fruto de la sugestión o del interés. Los relatos y las persecuciones que sufrieron los apóstoles lo confirman.

Consecuencias:

La resurrección de Cristo demuestra que Dios está con Él y que todo su mensaje, incluida su divinidad y la vida eterna, es verdadero.

La Resurrección es un hecho histórico, pues lo que acontece tiene lugar en la historia de los hombres que viven en esta tierra, sujetos a la medida del tiempo. Cristo muere y Cristo resucita. Los apóstoles y las mujeres pueden comprobarlo de una manera palpable, tanto como para abrzar sus pies, verle ingerir alimento o introducir sus dedos en los agujeros de los clavos.

Cristo resucitado no es una visión, ni el fruto de una sugestión o una alucinación colectiva. Mucho menos es la consecuencia de una invención elaborada para poner en marcha un mito, una leyenda, que generara grandes beneficios a sus creadores.

Pero, ¿por qué podemos afirmar todo esto con una rotundidad absoluta que despeje toda duda?

Pruebas

En primer lugar, los relatos evangélicos de las apariciones del Resucitado muestran unos rasgos atípicos, que se desmarcan de lo que hubiera sido normal en el caso de que hubieran sido inventados. Por ejemplo, Cristo se aparece en primer lugar a las mujeres; eso es imposible de inventar en aquella época, pues el testimonio de la mujer no tenía valor -en cambio, el Señor, le pide a Magdalena que se convierta en heraldo de la resurrección ante los mismos apóstoles- y, por si fuera poco, tal y como está presentado el relato, los apóstoles vuelven a quedar en mal lugar, lo cual hace imposible que este relato pudiera haber sido inventado por ellos o por sus legítimos sucesores. Nunca se hubieran atrevido a decir -salvo que fuera verdad- que se había aparecido a una ex prostituta -María Magdalena- antes que a Pedro, el líder de la Iglesia.

Por si fuera poco, no sólo se nos cuenta que Magdalena no reconoce en un primer momento a Jesús, sino que los apóstoles no creen en lo que ella les dice, confirmando así la sospecha de que no creían en la posibilidad de que Cristo resucitara, a pesar de que el Maestro lo había dicho una y otra vez.

“Los evangelios -dice el Catecismo en el nº 643-, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos (‘la cara sombría’: Lc 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y ‘sus palabras les parecían como desatinos’ (Lc 24,11; cf. Mc 16,11.13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua, ‘les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resuctiado’ (Mc 16,14)”.

“Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39). ‘No acababan de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados’ (Lc 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, ‘algunos sin embargo dudaron’ (Mt 28,17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un ‘producto’ de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado” (nº 644).

En cuanto a la posibilidad de que los relatos sobre las apariciones hubieran sido un invento para hacer negocio a costa de la fe de los ingenuos, basta con pensar en el “negocio” que hicieron los apóstoles: persecuciones, torturas y muerte fue lo que recibieron por obstinarse en decir que Cristo había resucitado. Con claridad se ve en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, que se les ofrecía la paz a cambio de que cambiaran el discurso. a lo que ellos contestaban, sin dudar, que había que obedecer a Dios antes que a los hombres y que, por ello, debían seguir dando testimonio de lo que habían visto, oído y tocado: que Cristo estaba vivo, que había resucitado.

Pero, ¿por qué es tan importante la resurrección?.

El Catecismo dice, citando a San Pablo: “Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe” (1 Co 15,14). Y añade: “La resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido” (nº 651) “La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su resurrección” (nº 653). “Por último, la resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- es principio y fuente de nuestra resurrección futura” (nº 655).

Una prueba incuestionable

La muerte de Cristo en la Cruz, como un bandido, representó a los ojos de los apóstoles y de todo el pueblo -menos de la Virgen y de algunas mujeres- una prueba de que las enseñanzas del Señor eran falsas. La primera de esas enseñanzas, la clave de todas las demás, era la pretendida relación especialísima entre Cristo y Dios. Para los judíos, y también para nosotros, era imposible que Dios dejara morir de ese modo a su enviado, sobre todo si éste tenía las pretensiones de divinidad que, en el fondo, habían provocado su condena a muerte.

Precisamente por eso, la resurrección de Cristo significó lo contrario: Cristo estaba, de verdad, apoyado por Dios. Todo lo que Él había dicho era verdad, incluida su divinidad. Era verdad también que el amor es la mejor manera de construir un mundo justo. Y, además, aunque te quiten la vida, no tiene tanta importancia pues estás seguro de que tras la muerte sigue existiendo vida, hay un premio eterno y maravilloso para todos aquellos que han sido fieles al Señor. Por eso precisamente a los apóstoles, tan cobardes antes, ya no les importó morir. La resurrección de Cristo demostraba que podían ir al encuentro de la muerte con la seguridad de que iban al encuentro de la vida.

Catequesis sobre el Credo

Cuestionario sobre la humanidad de Cristo (XI)

72.- ¿Qué importancia tienen las apariciones de Cristo Resucitado?. 73.- ¿Las apariciones son un hecho histórico o, por su mismo carácter, están fuera de la historia?. 74.- ¿Merecen credibilidad los testimonios de los apóstoles sobre las apariciones?. 75.- ¿Qué demuestra la Resurrección de Cristo?.

72.- ¿Qué importancia tienen las apariciones de Cristo Resucitado?
"Las apariciones tuvieron un carácter singular, especial, único. No eran meras sugestiones o visiones de un espíritu puro. Cristo no era un fantasma, ni tampoco una imagen que la sugestión de los apóstoles les hizo ver. El Cristo que se aparece a Magdalena tiene pies que pueden ser abrazados. El que se aparece a Tomás, tiene llagas en las manos y el costado en las cuales se pueden meter los dedos. El que se aparece a los apóstoles en Galilea, tiene apetito y come del pescado que sus amigos habían cogido”.

Un hecho histórico

73.- ¿Las apariciones son un hecho hsitórico o, por su mismo carácter, están fuera de la historia?
"La cuestión de la historicidad de las apariciones es decisiva. Por ello son muchos los que han querido quitarles importancia diciendo que, por su naturaleza, están fuera de la historia. El Catecismo es claro al respecto, aludiendo a lo que cuentan los que vieron a Cristo Resucitado: "Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico" (nº 643). La Resurrección, por lo tanto, es un hecho histórico, pues lo que acontece tiene lugar en la historia de los hombres que viven en esta tierra, sujetos a la medida del tiempo. Cristo muere y Cristo resucita. Los apóstoles y las mujeres pueden comprobarlo de una manera palpable, tanto como para abrazar sus pies, verle ingerir alimento o introducir sus dedos en los agujeros de los clavos. Cristo resucitado no es una visión, ni el fruto de una sugestión o una alucinación colectiva. Mucho menos es la consecuencia de una invención elaborada para poner en marcha un mito, una leyenda, que generara grandes beneficios a sus creadores”.

74.- ¿Merecen credibilidad los testimonios de los apóstoles sobre las apariciones?
“Ante todo, los relatos evangélicos de las apariciones del Resucitado muestran unos rasgos atípicos, que se desmarcan de lo que hubiera sido normal en el caso de que hubieran sido inventados. Por ejemplo, Cristo se aparece en primer lugar a las mujeres; eso es imposible de inventar en aquella época, pues el testimonio de la mujer no tenía valor -en cambio, el Señor, le pide a Magdalena que se convierta en heraldo de la resurrección ante los mismos apóstoles- y, por si fuera poco, tal y como está presentado el relato, los apóstoles vuelven a quedar en mal lugar, lo cual hace imposible que este relato pudiera haber sido inventado por ellos o por sus legítimos sucesores. Nunca se hubieran atrevido a decir -salvo que fuera verdad- que se había aparecido a una ex prostituta -María Magdalena- antes que a Pedro, el líder de la Iglesia. Por si fuera poco, no sólo se nos cuenta que Magdalena no reconoce en un primer momento a Jesús, sino que los apóstoles no creen en lo que ella les dice, confirmando así la sospecha de que no creían en la posibilidad de que Cristo resucitara, a pesar de que el Maestro lo había dicho una y otra vez.

No exaltados sino asustados

"Los evangelios -dice el Catecismo en el nº 643-, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos ('la cara sombría': Lc 24,17) y asustados (cf. Jn 20,19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y 'sus palabras les parecían como desatinos' (Lc 24,11; cf. Mc 16,11.13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua, 'les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado' (Mc 16,14)". "Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24,38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,39). 'No acababan de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados' (Lc 24,41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, 'algunos sin embargo dudaron' (Mt 28,17). Por esto, la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un 'producto' de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado" (nº 644).
En cuanto a la posibilidad de que los relatos sobre las apariciones hubieran sido un invento para hacer negocio a costa de la fe de los ingenuos, basta con pensar en el "negocio" que hicieron los apóstoles: persecuciones, torturas y muerte fue lo que recibieron por obstinarse en decir que Cristo había resucitado. Con claridad se ve en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles, que se les ofrecía la paz a cambio de que cambiaran el discurso. a lo que ellos contestaban, sin dudar, que había que obedecer a Dios antes que a los hombres y que, por ello, debían seguir dando testimonio de lo que habían visto, oído y tocado: que Cristo estaba vivo, que había resucitado”.

Prueba de la divinidad

75.- ¿Qué demuestra la Resurrección de Cristo?
"El Catecismo dice, citando a San Pablo: "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe" (1 Co 15,14). Y añade: "La resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido" (nº 651) "La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su resurrección" (nº 653). "Por último, la resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- es principio y fuente de nuestra resurrección futura" (nº 655). Por eso son muy importantes los testimonios de la Resurrección de Cristo, especialmente las apariciones del Resucitado. Estamos ante el pilar y fundamento de la fe cristiana. Si, efectivamente, Cristo resucitó, todo lo que Él ha dicho -incluida su divinidad- es verdadero. Si no lo hizo, aunque su mensaje sea hermoso y atractivo, la sombra de la sospecha caerá sobre su persona y, por extensión, sobre su mensaje. Poner en duda la Resurrección de Cristo, dudar de la realidad de las apariciones, no es una cuestión cualquiera. Es golpear en su punto central a la fe cristiana. Es, además, ir contra la historia, pues los testigos dieron su vida precisamente para garantizar que, efectivamente, había resucitado”.