Catequesis sobre el Credo |
Cristo, Dios verdadero, Hijo del Padre (I)
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El primer tema acerca de Cristo nos lleva a proclamar su divinidad. Una divinidad que le hace en todo igual a Dios. Jesús de Nazaret es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, igual al Padre y al Espíritu Santo en naturaleza y dignidad. Pero además tenemos que afirmar que Cristo dio pruebas de esa divinidad -toda su vida fue una prueba y en especial los milagros y la resurrección-. Y también debemos afirmar que Cristo supo que él era Dios y que se comportó como tal, hasta el punto de que eso fue lo que le acarreó la muerte. Naturaleza: Cristo es Dios. Es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo. La naturaleza divina reside en la persona de Jesús de Nazaret, que también es verdadero hombre. Conciencia: Cristo tuvo conciencia de su divinidad. Su vida, sus milagros y su resurrección son las pruebas. En capítulos precedentes hemos visto ya la existencia de tres personas distintas, iguales en dignidad, que comparten una única naturaleza, la divina. Es el misterio de la Santísima Trinidad, por el que confesamos nuestra fe en un solo Dios y, a la vez, en las tres personas divinas. Una de esas personas, la que llamamos “segunda”, sin que esto implique subordinación o inferioridad, es la que se hizo hombre. Ese hombre, Jesús de Nazaret, es, a la vez, Dios. Por lo tanto, acerca de Jesús de Nazaret confesamos que se trata de Dios verdadero y de hombre verdadero. El Credo de Nicea lo expresa así: “Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho” y después sigue confesando la fe en la encarnación, muerte y resurrección de Cristo. Divinidad de Cristo Todas estas expresiones, antiguas pero no arcaicas, tienen un sólo objetivo: manifestar la fe en la divinidad de Jesús de Nazaret. Una divinidad, se insiste, que es comunión con el Padre y el Espíritu en la única naturaleza divina. Una divinidad que hace al Hijo diferente de las otras dos personas trinitarias, pero no inferior. Por eso se afirma que la segunda personas de la Santísima Trinidad, el Hijo, fue “engendrado no creado”, pues si hubiera sido creado sería una criatura y, por lo tanto, no sería Dios. Lo primero que afirma, por lo tanto, el Credo, es la divinidad de Cristo. Sin esto todo lo demás es diferente. En efecto, no es lo mismo que muera en una cruz el Hijo de Dios, verdadero Dios, “por quien todo fue hecho”, que esa muerte le ocurra a un hombre normal. Por desgracia, millones de hombres han sido asesinados tras torturas espantosas a lo largo de la historia. Su muerte, reprobable, no se puede comparar con la de Cristo. Y no porque el Señor haya sufrido más que nadie, sino porque él es Dios y los demás no. Por eso se puede afirmar, parangonando la famosa frase de San Pablo acerca de la resurrección del Señor, que si Cristo no es Dios, vana es nuestra fe y nula es nuestra esperanza en la redención y en la salvación. Pruebas de la divinidad Pero, ¿qué pruebas aporta Cristo para justificar su divinidad? y ¿qué se puede decir acerca de la concepción que él tenía de sí mismo?. Dicho de otro modo, ¿Cristo es Dios porque lo dice él o aporta pruebas que lo atestiguan? ¿Supo Jesús que él era Dios y, en ese caso, cuándo lo supo? La vida de Jesús de Nazaret, desde su concepción hasta su Ascensión al Cielo, es toda ella una prueba de su divinidad. Su nacimiento, su estilo de vida, su mensaje, su amor por los que sufren, los milagros que salen de sus manos, su muerte en la Cruz, su resurrección y su marcha al lado del Padre, son pruebas tangibles, tocables, de su divinidad. Podemos fijarnos, con todo, en dos de ellas, destacándolas de las demás: los milagros y la resurrección. El propio Cristo habla de los primeros como prueba del apoyo que Dios da a su causa, a sus pretensiones. Así lo entienden, además, sus amigos y también sus enemigos. De hecho, en la Cruz, el coro de fariseos y sacerdotes que se gozan con su caída, le dicen que si es capaz de bajar de ese púlpito, van a creer en él. Y en cuanto a la resurrección, podemos decir que es la prueba suprema de la divinidad del Señor así como del apoyo de Dios a su causa. La resurrección es el sello de autenticidad que el Todopoderoso pone en la obra de Cristo para que nadie se atreva a dudar de él. No en vano, cuando el apóstol Tomás toca con sus manos dubitativas la carne resucitada de Cristo, cae de rodillas y proclama la manifestación de fe más explícita en la divinidad del Maestro: “Señor mío y Dios mío”. Cristo, que en otras ocasiones ha utilizado respuestas como “tú lo has dicho”, no se anda ahora con rodeos, acepta el testimonio de fe y le contesta abiertamente: “Porque has visto has creído”, para añadir: “dichosos los que crean sin haber visto”. Cristo es Dios. Los apóstoles fueron comprendiéndolo poco a poco y llegaron a la plenitud de ese entendimiento después de la resurrección y en Pentecostés. Pero, ¿y Cristo? ¿cuándo lo supo él? Autoconciencia Mucho se ha discutido acerca de la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. ¿Sabía, siendo bebé en la cuna, que él era Dios? ¿Lo supo cuando empezó a tener uso de razón? ¿Fue durante su vida pública? No es preciso entrar en disquisiciones minuciosas que pretenden medir el instante exacto en que el Señor fue consciente de quién era él. Basta con afirmar que Jesús supo que él era Dios, que su Padre era Dios y que existía una tercera persona -desconocida hasta entonces-, el Espíritu Santo. que participaba con ellos en la naturaleza divina. Porque lo supo lo enseñó y porque lo enseñó quedó reflejado en los Evangelios, pues éstos están plagados de testimonios procedentes de Cristo, antes de su resurrección, que confirman la existencia de la conciencia de su divinidad. Por ejemplo, cuando se pierde en el Templo de Jerusalén a los doce años y contesta a su madre que debe ocuparse de las cosas de su Padre, aludiendo abiertamente a alguien que no era el preocupado San José que estaba junto a María. O cuando enseña el Padrenuestro y distingue entre “Padre mío” y “Padre vuestro” (Catecismo, nº 443). O cuando acepta la condena a muerte por por blasfemia a manos del Sanedrín por haberse presentado como alguien igual a Dios. Cristo es Dios, lo sabe y se presenta y actúa como Dios. Esto resulta tan escandaloso para sus contemporáneos que es, de hecho, la causa última de su muerte. Él lo sabe y no lo rehuye. Negar su divinidad es renunciar a los efectos de la misma y, de alguna manera, “matar” la obra de Cristo. Catequesis sobre el Credo
Cuestionario sobre la humanidad de Cristo (I)
1.- ¿Jesús como hombre existió desde siempre?. 2.- ¿Todos creyeron desde el principio en que Cristo era Dios verdadero y hombre verdadero?. 3.- ¿Cuántas personas hay en Cristo?. 4.- ¿Cuántas naturalezas hay en Él?. 5.- ¿Por qué cuesta tanto creer en esta doctrina?. 6.- ¿Qué características tuvo la humanidad de Jesús?. 7.- ¿El ser hombre llevó a Jesús a cometer errores humanos?. 1.- ¿Jesús como hombre existió desde
siempre? Las primeras herejías 2.- ¿Todos creyeron desde el principio
en que Cristo era Dios verdadero y hombre verdadero? Una sola persona 3.- ¿Cuántas personas hay en Cristo? 4.- ¿Cuántas naturalezas hay en Él? 5.- ¿Por qué cuesta tanto creer en esta
doctrina? Humanidad plena 6.- ¿Qué características tuvo la
humanidad de Jesús? 7.- ¿El ser hombre llevó a Jesús a
cometer errores humanos?.
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