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Elementos
del Oficio: los Salmos
«Consideremos de qué modo conviene estar
en la presencia de Dios y de sus ángeles, y recitemos los salmos de tal modo
que nuestra mente concuerde con nuestra voz» (San Benito, Regla 19).
Para conocer y apreciar mejor la Liturgia de
las Horas es indispensable analizar todos los elementos que la integran: himnos
y salmos, antífonas y responsorios, lecturas, preces y oraciones. Y en este análisis
que haremos ahora nos interesa considerar sobre todo, no tanto la justificación
histórica del uso de tales elementos o las variaciones que han experimentado al
paso del tiempo, sino más bien los criterios actuales de su ordenamiento y
distribución.
Convendrá, en primer lugar, que conozcamos la
disposición general del libro de la Liturgia de las Horas en su edición
oficial española, que sigue exactamente la estructura de la edición típica
latina.
La edición comprende cuatro tomos, y en ella
la división se ha hecho atendiendo juntamente al Propio del Tiempo y al Santoral:
Iº Tiempo de Adviento y Navidad- Santoral
del 30 de noviembre a mediados de enero.
IIº Tiempo de Cuaresma, Triduo Pascual
y Tiempo Pascual-Santoral de febrero a mediados de junio.
IIIº Tiempo Ordinario, semanas I-XVII-Santoral
de mediados de enero a mediados de marzo, y de mayo a primeros de agosto.
IVº Tiempo Ordinario, semanas
XVIII-XXXIV-Santoral de agosto a finales de noviembre.
Los cuatro tomos
tienen la misma división: Propio del Tiempo, Ordinario de la Liturgia de las
Horas, Salterio distribuido en cuatro semanas, Propio de los Santos, Oficios
Comunes, Oficio de Difuntos, varios Apéndices e Indices.
El tomo primero,
al comienzo, contiene además varios Decretos de edición, la Constitución
Apostólica Laudis Canticum, de Pablo VI, por la que promulga la Liturgia
de las Horas reformada (1-XI-1970), la Ordenación General de la Liturgia de
las Horas (2-II-1971), que en este libro estamos comentando, la Tabla
de los días litúrgicos y, finalmente, el Calendario Romano general y el propio
de España. La Tabla y el Calendario se encuentran en todos los tomos.
Como se ha dicho en el tema anterior, es
posible que se edite pronto el volumen V, con el Leccionario bianual y el
leccionario patrístico complementario, más algunas series de colectas sálmicas.
Dada su amplitud, serán varios tomos, aunque no obligatorios, sino ad
libitum.
1. Los salmos, oración de Cristo y de la
Iglesia
De todos los elementos que integran el Oficio
Divino el más importante es el Salterio, y el que más ha contribuido a
dar una fisonomía propia a la Oración litúrgica de las Horas (OGLH 100-139).
Estas «composiciones poéticas de alabanza» (103), elaboradas «bajo la
inspiración del Espíritu Santo» (100), han sido oración continua de Israel y
de la Iglesia. Por otra parte los salmos, ya desde los comentarios patrísticos
hasta los modernos estudios exegéticos, han sido siempre objeto de muy atentos
u valiosos estudios, que ahora no podremos recoger ni siquiera en síntesis. Aquí
nos limitaremos a considerar su uso litúrgico, como elemento primordial del
Oficio Divino.
Las divisiones y los títulos de los salmos
indican ya su utilización litúrgica en el Antiguo Testamento. Pero en
la plenitud de los tiempos, es en el corazón y en los labios de Cristo donde
los salmos van a adquirir la plenitud de su sentido: El es el supremo orante de
los salmos, el que hace suyos totalmente sus sentimientos, alabanzas y súplicas;
y él es el protagonista de las promesas que ellos contienen.
En efecto, los evangelios muestran a Jesús
orando con los salmos en 21 pasajes, contando unas seis citas explícitas,
diez implícitas, y varias reminiscencias. Sabemos también que Jesús oraba los
salmos cuando participaba en la oración de la sinagoga y en la del Templo, o en
la bendición de las comidas. Y especialmente nos interesa comprobar que
Jesucristo celebró su Misterio Pascual orando salmos: en la última Cena, el «gran
Hallel», 112-117 (Mt 26,30 par.); en Getsemaní, «Triste está
mi alma hasta la muerte», 6,4 o 41,6-7, (Mt 26,38; Mc 14,34; Jn
12,27)); y en la Cruz, «Tengo sed», 69,22 (Jn 19,28); «Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?», 21,2 (Mc 15,34 par.); «A tus manos
encomiendo mi espíritu», 30,46 (Lc 23,46).
Pues bien, si Jesús continuó orando con los
salmos judíos, la Iglesia primitiva continúa orando los salmos que Jesús
hizo suyos. Los apóstoles usaron y cantaron los salmos (2,1-2 = Hch
4,23-30, y probablemente Hch 16,25), y recomendaron con frecuencia orar con
salmos y cánticos inspirados (Rm 15,9-11; 1Cor 14,15.26; Ef 5,19; Col 3,16) no
sólo en las reuniones litúrgicas, sino en toda circunstancia (Sant 5,13). Por
otra parte, los escritores del Nuevo Testamento vieron los salmos como
inspirados por el Espíritu Santo (Hch 1,16; 4,25; Heb 4,7), y los entendieron
siempre como profecías referidas a Cristo (Lc 20,42-43; 24,44). Por eso en el
Nuevo Testamento hallamos tan numerosas citas de salmos aplicados a Cristo y a
su Iglesia (p. ej., Hch 1,20 = 68,26 y 108,8; 2,25-28 = 15,8-11;
2,34-35 = 109,1; etc.). De hecho, en fin, la Iglesia de todos los
siglos, en Oriente y en Occidente, ha empleado los salmos de modo continuo
en su oración litúrgica.
2. Sentido cristológico de los salmos
Todos los que cantan o recitan los salmos
deben conocer los diversos sentidos que ellos tienen en la Sagrada
Escritura (OGLH 102). En efecto, hay en los salmos un primer sentido, que es el
que tiene para quienes los compusieron y para los contemporáneos que los
usaron. Al paso de los siglos, los hechos salvíficos realizados por Dios en
favor de Israel van ampliando ese primer sentido con nuevas luces. Más aún, «los
salmos no son más que una sombra [+Heb 8,5; 10,1] de aquella plenitud de los
tiempos que se reveló en Cristo Señor y de la que recibe toda su fuerza la
oración de la Iglesia» (101). Es, pues, en Cristo y en su Iglesia donde los
salmos hallan su sentido pleno.
Sentido histórico.
«Consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias peculiares
[una victoria, una enfermedad, la entronización de un rey, etc.], como nos lo
indican los títulos que los preceden en el salterio hebreo».
Sentido literal. «Pero
sea lo que fuere de su origen histórico, cada salmo tiene un sentido literal
que incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues aunque tales cánticos
traigan su origen de los pueblos orientales de hace bastantes siglos, expresan,
sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la esperanza, la miseria y la
confianza de los hombres de todas las edades y regiones, cantando sobre todo la
fe en Dios, la revelación y la redención» (OGLH 107). Este sentido es
importante sobre todo en el rezo privado de los salmos.
Sentido pleno.
Ahora bien, «quien recita los salmos en nombre de la Iglesia, debe dirigir su
atención al sentido pleno de los salmos, en especial al sentido mesiánico que
movió a la Iglesia a servirse del Salterio. El sentido mesiánico se manifestó
plenamente en el Nuevo Testamento, y el mismo Cristo Señor lo puso de relieve
al hablar a los Apóstoles: "es necesario que se cumplan todas las cosas
que fueron escritas de mí en la Ley de Moisés, los profetas y los salmos"
(Lc 24,44). Es un ejemplo conocidísimo el diálogo que nos refiere san Mateo
acerca del Mesías, Hijo de David y Señor suyo (Mt 22,44s), en el que el salmo
109 es aplicado al Mesías» (109; +sobre la unidad de toda la Biblia, DV 12).
Según esto, «tanto los Padres como la
liturgia procedieron rectamente al oír en los salmos a Cristo que clama
al Padre o el Padre que habla con su hijo, reconociendo incluso en ellos
la voz de la Iglesia, de los Apóstoles o de los mártires» (OGLH 109).
De este modo, el uso de los salmos en la Liturgia de las Horas es el medio
principal para hacer nuestra la oración de Cristo y de la Iglesia. Más aún,
el uso litúrgico de los salmos, hace presente y audible la voz del Cristo
glorioso, Sacerdote eterno.
Por eso mismo, «quien recita los salmos en la
Liturgia de las Horas» ha de hacerse cada vez más consciente de que «no lo
hace tanto en nombre propio, como en nombre de todo el Cuerpo de Cristo, e
incluso en nombre de la persona del mismo Cristo» (OGLH 108).
3. Géneros literarios de los Salmos:
(La numeración corresponde a la usada por la
liturgia)
A) Himnos:
- Himnos propios: 8, 18, 28, 32, 99,
102, 103, 110, 113, 116, 134, 135, 144, 145, 146, 147, 148, 149 y 150.
- Salmos de Yahvé Rey: 46, 92, 95, 96,
97 y 98.
- Salmos de Sión: 45, 47, 75, 83, 86 y
121.
B) Súplicas:
- Salmos de súplica individual: 5, 6,
7, 12, 16, 21, 24, 25, 27, 30, 34, 35, 37, 38, 41, 42, 50, 53, 54, 55, 56, 58,
60, 62, 63, 68, 69, 70, 85, 87, 101, 108, 119, 129, 139, 140, 141 y 142.
- Salmos de confianza individual: 3, 4,
10, 15, 22, 26, 61, 120 y 130.
- Salmos de súplica comunitaria: 11,
43, 57, 59, 73, 76, 78, 79, 81, 82, 84, 89, 93, 105, 107, 122, 125 y 136.
- Salmos de confianza comunitaria: 114,
124 y 128.
C) Acción de gracias:
- Salmos de acción de gracias individual:
9, 29, 31, 33, 39, 91, 106, 115 y 137.
- Salmos de acción de gracias comunitaria:
64, 65, 66, 67, 117 y 122.
D) Salmos reales:
- 2, 17, 19, 20, 44, 71, 88, 100, 109, 131 y
144.
E) Salmos didácticos:
- Salmos sapienciales: 1, 36, 48, 72,
90, 111, 118, 126, 127, 132 y 138.
- Salmos históricos: 77 y 105.
- Salmos de exhortación profética:
13, 49, 51, 52, 74, 80 y 94.
- Salmos de "liturgia": 14,
23 y 134.
4. Aprender a orar con los salmos
Actualmente los cristianos hallan a veces no
pocas dificultades para orar con los salmos. Será, pues, conveniente que
describamos esas dificultades, y que tracemos también la pedagogía adecuada
para superarlas.
1. Menosprecio por la oración vocal.
Desde el Renacimiento, y aún desde antes, se fue difundiendo la convicción de
que la oración espontánea es la más genuina, en tanto que la que sigue fórmulas
establecidas vale poco. Consiguientemente, la oración de los salmos, y en
general la oración litúrgica, al ser vocal, es decir, al asumir fórmulas
oracionales pre-establecidas, es una oración de valor inferior, al menos si se
compara con la oración de libre creatividad espontánea. En esta visión,
afectada de subjetivismo y completamente extraña a la tradición espiritual católica,
lo que da valor a la oración no es tanto su animación por el Espíritu Santo,
sino su procedencia del yo subjetivo. Pero no es admisible esta postura.
El cristiano que, humildemente, ora los salmos u otras oraciones vocales,
procurando que la mente concuerde con la voz, ora en el nombre de Cristo y de la
Iglesia, se hace discípulo del Espíritu Santo, que ora en él con palabras
inefables (Rm 8,26), y se hace como niño, para entrar en el Reino de los cielos
(Lc 18,17).
2. Ignorancia de la Biblia. A veces
existe hoy en los cristianos una ignorancia tan grande de los hechos históricos
y del espíritu fundamental que constituye el fondo de la Sagrada
Escritura, que la idea de elección, la Alianza, la promesa, el Sinaí, el monte
Sión, la condición de pueblo sacerdotal, la destinación a la alabanza del Señor,
la expectación mesiánica, el amor a la Palabra de Dios y a sus mandatos, etc.,
todo esto constituye para ellos una esfera mental espiritualmente extraña y en
buena parte ignorada. Será difícil que estos cristianos puedan hacer suyos
unos salmos que constantemente expresan unas actitudes espirituales de los que
ellos carecen, y que aluden a una serie de datos que ellos ignoran. Más aún, a
esta falta de familiaridad con el fondo de la Escritura ha de añadirse una
ignorancia semejante acerca del lenguaje poético en general, y concretamente
acerca de la formas poéticas de expresión que los salmos usan en sus
variados géneros literarios.
En efecto, «el salmista, como poeta que es,
habla al pueblo trayendo a la memoria la historia de Israel; a veces interpela a
otros, sin exceptuar siquiera a las criaturas irracionales. Es más, nos
presenta a Dios y a los hombres hablando entre sí, e incluso a los enemigos de
Dios», etc. (OGLH 105). Todo esto nos lleva a pensar que la dificultad de orar
los salmos lleva consigo también una dificultad grande para participar en la
liturgia, pues la liturgia cristiana es eminentemente bíblica. Pues bien, la
Iglesia no disminuirá en su liturgia la presencia de la Palabra inspirada, ni
dejará los salmos a un lado. Por eso, «es necesario, ante todo, que [los
fieles] "adquieran una instrucción bíblica más rica, principalmente
acerca de los salmos" (SC 90), y que cada cual, conforme a su capacidad,
considere de qué modo y con qué método puede orar rectamente cuando los
recita» (OGLH 102).
2. Contraste posible entre el salmo y el
estado de ánimo subjetivo. Esta dificultad enlaza con la primera. En
efecto, si el valor primario de una oración reside en la espontaneidad con que
fluye del yo privado, no pocas veces el salmo concreto que la liturgia nos
presenta no coincidirá con el estado anímico del orante. Esta dificultad, por
el contrario, apenas tiene sentido cuando lo que el orante pretende ante todo es
que realmente sea el Espíritu de Jesús el que ora en su oración.
«Teniendo esto presente, se desvanecen las
dificultades que surgen cuando alguien, al recitar el salmo, advierte tal vez
que los sentimientos de su corazón difieren de los expresados en el mismo; así,
por ejemplo, si el que está triste y afligido se encuentra con un salmo de júbilo
o, por el contrario, si sintiéndose alegre se encuentra con un salmo de
lamentación. Esto se evita fácilmente cuando se trata simplemente de la
oración privada, en la que la posibilidad de elegir el salmo más adaptado
al propio estado de ánimo se puede dar. Pero en el Oficio Divino se recorre
toda la cadena de los salmos no a título privado, sino en nombre de la
Iglesia, incluso cuando alguien hubiere de recitar las Horas
individualmente. Ahora bien, quien recite los salmos en nombre de la Iglesia,
siempre puede encontrar un motivo de alegría y tristeza, porque también aquí
tiene aplicación lo que dice el Apóstol: "alegrarse con los que se
alegran y llorar con los que lloran" (Rm 12,15)» (OGLH 108).
Según lo expuesto, aprender a orar con los
salmos implica una muy alta y preciosa pedagogía espiritual. Es preciso que
el orante aprenda a salir de sí mismo (extasis), y que en la Liturgia de
las Horas aprenda a «gustar la salmodia, meditar verso tras verso, dispuesto
siempre el corazón a responder a la voluntad del Espíritu que inspiró al
salmista y sigue asistiendo también a todo el que con piedad está dispuesto a
recibir su gracia» (OGLH 104). Sin abandonar, por supuesto, las formas espontáneas
en la oración privada, el orante debe entrar también por el camino litúrgico
de la oración de los salmos, bien seguro de que el Espíritu Santo «asiste con
su gracia a los que creyendo con buena voluntad, cantan estas composiciones poéticas»
por él inspiradas (102).
5. Ordenación de la salmodia en la
Liturgia de las Horas
La distribución y ordenación del salterio en
el Oficio Divino ha conocido variaciones considerables a lo largo de la
historia. El Concilio Vaticano II apreció la conveniencia de suprimir algunas
Horas, de abreviar otras (SC 89) y de distribuir los salmos «no en una semana
sino en un período de tiempo más largo» (91). La OGLH presenta los criterios
que en este tema se adoptaron al elaborar la nueva Liturgia de las Horas.
a) Reparto de los salmos y cánticos en
cuatro semanas
Para distribuir los 150 salmos en cuatro
semanas se adoptaron varias decisiones: omitir ciertos salmos
imprecatorios (57, 82, 108), difíciles de asumir por el orante cristiano
actual (OGLH 130); emplear algunos salmos históricos (concretamente 77,
104 y 105) en Adviento, Cuaresma y Pascua (130); reducir el número
de salmos de cada Hora (88); dividir en dos o más secciones los salmos
especialmente largos, como el 118, lo cual se hizo con 47 salmos (124,
132); y finalmente repetir ciertos salmos en algunos casos, 35
concretamente, aconsejados por la tradición (126).
b) Atención a las exigencias de los
tiempos litúrgicos.
En la distribución de los salmos se ha tenido
en cuenta la significación específica de cada Hora y de cada celebración señalada
por el Calendario.
En Laudes se toma como primer salmo
aquellos que hacen alusión a la mañana, a la luz, al día que comienza. El
viernes se reza siempre el salmo 50. Después del cántico, el salmo tercero es
de alabanza, como los clásicos laudate (OGLH 43).
En Vísperas se emplean salmos que la
tradición ha considerado vespertinos. Suelen ser salmos de acción de gracias.
En Completas se han elegido salmos de
confianza (OGLH 88).
Los días litúrgicos con especial referencia
al Misterio Pascual también han sido tenidos muy en cuenta. Se señalan para el
domingo los salmos 23, 113, 117, 144, etc. Para el viernes, además
del salmo 50, se incluyen salmos penitenciales: el 21, rezado por Jesús en la
cruz, 34, 37, 58, 64, etc. (OGLH 129).
Cuando se inicia un ciclo litúrgico nuevo, se
comienza por la semana Iª del Salterio (OGLH 133).
En solemnidades y fiestas se toman, según
las Horas, o los salmos del domingo de la Iª semana para Laudes o algunos
salmos consagrados por la tradición (OGLH 134).
c) Atención a las características
literarias y teológicas de los salmos.
La edición típica latina permite rezar los
salmos alternando los coros o por versículos o por estrofas (OGLH 122).
En la edición española los salmos están distribuidos sólo por estrofas.
Se han restaurado los títulos de los
salmos, que resumen su sentido literal y teológico (OGLH 111). Y el salmo
va precedido de una breve frase del Nuevo Testamento o de los Santos Padres para
mejor precisar su sentido espiritual.
Las oraciones sálmicas,
todavía no publicadas, están inspiradas en el sentido cristológico y eclesial
del salmo, y se pueden rezar al final del mismo (OGLH 112).
Las antífonas son
uno de los elementos tradicionales de mayor importancia. Por ellas se precisa el
sentido de los salmos, enmarcándolos en un sentido particular según el día
litúrgico o la conmemoración celebrada (OGLH 113-120).
Los diversos modos de salmodiar,
en la recitación o en el canto, tienen también notable importancia para ayudar
a expresar la índole propia de cada salmo (OGLH 121-122).
6. Otros elementos del Oficio Divino
La Liturgia de las Horas comprende, junto con
los salmos y los cánticos, las antífonas. Pero no trataremos de ellas, ya que
son un tema difícil de abordar, dada su enorme cantidad y variedad (+OGLH 110,
113, 117-118, 123, etc.) y a ellas ya hemos aludido al hablar de los salmos. De
los restantes elementos del Oficio, las lecturas bíblicas, largas y cortas, las
lecturas patrísticas y hagiográficas, los responsorios, las preces y las
oraciones, hemos hablado también en los temas precedentes.
Ficha de trabajo
Estudio de un Salmo
1. Se elige un salmo. Cuando sean varias
personas, cada una elige un salmo distinto dentro de los diferentes géneros
literarios.
2. A continuación, en privado, se lee el
salmo, y después se trata de fijar (con ayuda de un comentario bíblico a
los salmos o con ayuda de las notas de una buena edición de la Biblia):
-la estructura y las partes que tiene;
-el contenido o mensaje (literal y
espiritual), tal como está en la estructura;
-las palabras más significativas o
importantes.
3. Investiga cuándo se usa ese salmo en
la liturgia de la Misa, o de los sacramentos o sacramentales, o del Oficio
Divino (para esto se consultan los índices de los Leccionarios y de los volúmenes
de la Liturgia de las Horas).
4. Finalmente tratará de encontrar el
sentido mesiánico o cristológico del salmo estudiado, que normalmente es
el motivo por el que la liturgia lo elige.
5. El salmo se lleva también a la oración
personal y se medita sobre él.
6. Se puede poner por escrito todo el
estudio, o lo más significativo, para llevarlo a la reunión del grupo.
7. Se puede redactar también una breve
introducción al salmo para usarla, a modo de monición, en la celebración
del Oficio.