LA PAZ VERDADERA
La inquietud y la tristeza siempre son malas, porque surgen del amor propio, lo mismo sucede con la paz y la alegría que no surgen de Cristo. No toda paz es buena, como tampoco lo son todas las alegrías.

Cuando me alegro de que algo a mi me ha salido bien, estoy sintiendo una alegría humana que tiene una breve duración. Esta es una migaja. Si corremos detrás de este tipo de alegrías, detrás de este género de paz, nos encontraremos siempre ante una especie de castillo de naipes, que se derrumba al menor soplo, porque nuestro Señor no acepta, que la paz de este mundo, sea algo duradero en nuestra vida.

La paz de Cristo es el resultado del proceso de haber elegido su persona. Se trata de la elección fundamental, de la opción básica. ¿Es Cristo para nosotros realmente el valor supremo?. El, al morir en la cruz, nos ha salvado, y nos da la posibilidad de recibir la paz verdadera y la alegría auténtica. Esa paz y la alegría duradera que la acompaña, están al alcance de tu mano gracias a la cruz y a la resurrección. Pero somos nosotros quienes tenemos que elegir, aprovechando los frutos de la redención que Cristo nos obtuvo con su sacrificio, debemos optar por Cristo y su paz. Pero no podemos gozar de esta paz y de esta alegría, si no hemos elegido a Cristo; porque El mismo nos ayuda a hacer esa elección, al despojarnos de lo que nos ata y nos esclaviza. Es El quien derriba nuestros ídolos. Cuando lo aceptemos, esa será nuestra elección, y nuestro pronunciamiento en favor de su paz, de la alegría y de la libertad; esta será nuestra opción por la fe.

Si padecemos de neurosis, o si notamos que aumenta, eso quiere decir que en nosotros sigue habiendo poca vida interior, que seguimos teniendo una opción muy pobre por Cristo. Eso significa que seguimos sin elegir a nuestro mejor amigo, el Amigo Divino, que seguimos viviendo con una fe mediocre, cuando sólo una fe profunda en El puede generar en nosotros la verdadera paz.

Tenemos que querer aceptar los despojos, lo que equivale a estar optando por El continuamente. Al aceptar su voluntad estamos aceptando y eligiendo su amor. Pero a la base de esta elección, debemos tratar de tener lo más importante: la fe en el amor, ¿qué es lo que Dios espera de mí?, ¿qué es lo que Él quiere?. El quiere que al amar su voluntad, busquemos el bien para nosotros mismos, porque El nada necesita para si. Si quiere algo de nosotros siempre se trata de nuestro mayor bien. El quiere amarnos y quiere que aceptemos su deseo, es decir, su amor. Y es que nosotros somos como niños que no sabemos lo que es mejor para nosotros.

Los niños tienen que ser obligados a comer, a vestirse y a estudiar; porque los niños no saben amarse. Son el padre y la madre quienes al amarlo, se preocupan por el. Lo mismo pasa con nosotros, no sabemos lo que es mejor para nosotros mismos, no sabemos amarnos. Sólo nos amaremos de una manera pura y desinteresada amando la voluntad de Dios, buscando su amor y aceptando su preocupación por nosotros.