CAPITULO XI

APOLOGETICA Y FUNDAMENTAL

 

A).- TEOLOGIA FUNDAMENTAL

 

1.- Teología de la Palabra de Dios.

 

La Teología Fundamental recibe este nombre porque estudia la realidad primera y fundamental del cristianismo, que es la revelación de Dios a la humanidad. En efecto, toda la economía de la salvación descansa en la intervención de Dios en la historia, y en el diálogo amoroso por el que se dirige al hombre y lo invita a una comunión de vida con el Padre, el Hijo y el Espíritu.

 

Pues bien, resulta que esta realidad presenta un doble aspecto: es a la vez un acontecimiento de la historia realizado en el tiempo, y es un misterio de fe. Es el misterio primordial y sustentador de todos los demás, ya que es la manifestación del designio de salvación meditado por Dios y realizado en Jesucristo; por otra parte, es el acontecimiento decisivo y primero del cristianismo, ya que al admitir que Dios ha hablado, la opción de fe no resulta ser una opción ciega, sino una opción humana en conformidad con su naturaleza de un ser inteligente y libre.

 

Como toda teología verdadera, la Fundamental se aplica a la comprensión de su objeto, es decir de la revelación en su totalidad, en su nivel histórico, en sus signos, en la Iglesia que ha recibido la misión de transmitirla, y en la Escritura y Tradición, como formas objetivas en las que se expresa. La Teología Fundamental habla dogmáticamente del misterio y apologéticamente del acontecimiento; obtiene su unidad del objeto estudiado, que es la revelación, y de la intención profunda de todo saber teológico, que es comprender. En esta forma el sentido apologético y el tratado dogmático se complementan con vistas a una mejor inteligencia del objeto estudiado.

 

La visión dogmática de la revelación, que a nuestro juicio tiene que proceder de la visión apologética, considera a la revelación bajo el punto de vista de la fe, lo mismo que a los demás misterios cristianos. Procede a partir de la fe para llegar a la comprensión de esa fe, y apoyándose en la Escritura como fuente inspirada, y en la Iglesia como institución divina, estudia a la revelación como acción trinitaria y como economía de salvación en su naturaleza, su objeto, sus propiedades y su finalidad. Esta visión dogmática de la revelación tiene como efecto presentar la realidad sobre la que la Teología Apologética dirigirá después su mirada crítica. Si es verdad que la Apologética tiene como objeto la credibilidad de la revelación, es importante señalar que la revelación de que se trata no es de tipo filosófico, sino una revelación bien específica que nos viene por el camino de la Historia y de la Encarnación.

 

La presentación dogmática de la revelación pone al estudiante en presencia de la realidad que dirige toda su vida: la de Dios que sale de su misterio, entra en la historia, se hace carne y se convierte en Evangelio, para comunicarnos los planes amorosos que ha ido acariciando desde toda la eternidad. La novedad inaudita de la revelación es que el hombre se ha salvado, y que por la fe en Jesucristo entra en la vida misma del Padre, del Hijo y del Espíritu. Este enfrentamiento con la palabra viva de Dios abre un gran apetito de comprender; porque la revelación, gracias a la riqueza de su contenido y a la multiplicidad de sus aspectos y paradojas, provoca la curiosidad teológica.

 

Esa realidad, que llamamos revelación, que poseemos por la fe y en la cual vivimos, asegura la Iglesia que no es una posesión puramente subjetiva, sino un acontecimiento de la historia cuyo centro es Jesucristo. Aquí es donde se sitúa la función apologética de la Teología: Dios ha hablado a la humanidad, y el hecho de esta Palabra puede ser sólidamente establecido; por tanto la tarea primaria de la Teología consistirá en establecer el hecho de la revelación, de la intervención de Dios en la historia humana, de su Palabra hecha inteligible para la humanidad, y el hecho de la invitación para aceptar la fe. La función apologética de la Teología tiene la tarea de establecer el hecho real de la Palabra en la historia, y establecer a la Iglesia como depositaria y medidora de esa Palabra a través de los siglos.

 

 

 

2.- Las primeras categorías del cristianismo.

 

Toda ciencia empieza por definir y explicar sus nociones básicas, sus primeras categorías. Estas nociones podrán precisarse y enriquecerse poco a poco con el uso, pero tienen necesidad de ser presentadas al comienzo de toda ciencia. La Teología tiene igualmente que elaborar y definir las nociones que habrá de emplear continuamente. Las nociones de revelación y de inspiración, de credibilidad y de fe, de misterio y de dogma, de Magisterio y de Tradición, son categorías primarias que se suponen a través de toda la marcha teológica, y que por consiguiente deben ser conocidas y precisadas. Esta es tarea de la Teología Fundamental, pero no por ser Fundamental sus reflexiones son materia fácil; un ejemplo nos dará prueba de ello:

 

El homo spontaneus, es decir el profeta-escritor, vivió y describió la experiencia de la revelación con un lenguaje simbólico propio del hombre pre-científico; el homo speculativus de la Edad Media elaboró a continuación una teoría del conocimiento profético; el homo criticus, finalmente, reflexionó sobre la experiencia del homo spontaneus y sobre la elaboración del homo speculativus, pero su reflexión crítica está lejos de ser definitiva.

 

Durante todo el curso de la Teología irán siendo elaboradas otras nociones tales como las de gracia, sacramento, sobrenatural, etc., pero a la Teología Fundamental le corresponde precisamente elaborar y definir las categorías primerísimas del cristianismo y de todo el lenguaje teológico.

 

 

B).- TEOLOGIA APOLOGETICA

 

La función apologética no responde mas que a una parte del proyecto total de la Teología Fundamental, tal como acabamos de describirla. Es esa parte que estudia el hecho de la revelación y el conjunto de signos que nos permiten afirmar con certeza su existencia, al mismo tiempo, tiene el compromiso de establecer el carácter razonable de la opción por la fe; pero antes de explicar el propósito y la naturaleza de la Apologética nos será útil caracterizarla por vía de negación.

 

 

1.- Definición por negación.

 

Muchas de las ideas que corren sobre la Apologética tienen su origen en el convencimiento de que su finalidad es convertir a los no católicos. Existe un arte de la conversión, o mejor dicho una Pastoral de la conversión, que se relaciona con la Psicología y la Pedagogía; es un arte que practican los misioneros y los centros que se consagran a los problemas de la conversión, y consiste en presentar a un individuo la doctrina cristiana en su conjunto para animarlo a creer en ella. Este arte adquiere formas tan variadas como los mismos individuos a quienes va dirigido: argumentos sencillos para la gente sencilla, elaborados y sabios para los hombres más cultos.

 

La Pastoral de la conversión es necesaria en la Iglesia, e incluso es susceptible de cierta formulación científica, pero no es a lo que llamamos Teología Apologética, la cual es verdaderamente una ciencia que tiene su propio objeto, su finalidad y su método. Por otra parte, la demostración apologética de la veracidad de la doctrina no puede producir la fe por sí misma, aún cuando esté perfectamente trazada. La Apologética intenta establecer el hecho de la revelación a partir de sus signos en la historia, y saca como conclusión la credibilidad de la verdad cristiana y el carácter razonable de nuestra fe.

 

Mientras que la Apologética es una ciencia, la fe es un acto religioso que implica una adhesión personal y total a Dios y a su Palabra. Mientras que el juicio apologético es de orden especulativo y científico, el asentimiento de fe es de orden existencial y requiere el don de la gracia. En el camino hacia la conversión, es muy posible que el contacto personal con alguien dotado de auténtica santidad ejerza mayor seducción al iniciado que la demostración más completa y sabia de la Teología Apologética.

 

Desde sus orígenes, y a lo largo de tres siglos, se ha tenido a la Apologética como arma de defensa en contra de los adversarios de la Iglesia, pero afortunadamente ya no es así. Hoy la Apologética es ante todo y sobre todo una ciencia positiva que existe por sí misma, aun cuando no tenga ningún adversario al frente; por lo demás, hoy los estudiantes de Teología, que viven en un clima de ecumenismo, rechazarían ese tipo de Apologética combativa.

 

La Apologética tampoco es un simple tratado filosófico-histórico; ciertamente se sirve de la Historia y de la Filosofía, pero no por ello deja de ser Teología. La Apologética es una auténtica búsqueda de la inteligencia aplicada al dato revelado, que en este caso se esfuerza en comprender esa propiedad del objeto de fe que es su credibilidad y esa propiedad de la fe que es su racionabilidad. El hecho de que esta reflexión, gracias a la afinidad que persigue, tenga que utilizar los datos de la Historia, de la Filosofía y también de la Filología, no le quita nada a su misión esencial que consiste en comprender el dato revelado, en ella como hecho histórico, y en la Dogmática como hecho misterioso.

 

La Apologética tampoco es una Filosofía de la Religión. La intención esencial de la Filosofía de la Religión es una intención de filósofo, pero no de creyente; por eso la Filosofía no estudia los misterios como objetos de la fe, sino que estudia la religión como actividad del hombre y como actividad de la conciencia. Para la Filosofía de la Religión la revelación no es mas que un criterio negativo, pero la Apologética por el contrario, trabaja siempre bajo la dirección de la Iglesia y sujeta a la presión de la fe que desea comprender.

 

 

2.- Naturaleza de la Apologética.

 

Tras este repaso de orden negativo digamos qué es lo que se entiende positivamente por Apologética. El conjunto de teólogos actuales reconoce que la Apologética es una verdadera Teología que se deriva del dato revelado, que se esfuerza en comprender ese dato precisamente porque es revelado y por cuanto que es digno de fe, que intenta demostrar la legitimidad de la opción de fe que está en el principio de toda Teología cristiana, porque si la fe es un acto libre y razonable, la razón tiene que poder mostrar que no lo ha adoptado sin más ni más. Es esta una reflexión primerísima, que para la Teología equivale a lo que son la Ontología y la Crítica en Filosofía.

 

Para expresar la intención primera de la Apologética, los autores acuden a formulaciones diversas pero sustancialmente idénticas. Si se considera la Apologética bajo el punto de vista de lo revelado, se dirá que es la ciencia de la credibilidad humana en la Revelación que procura establecer, de conformidad con las exigencias de la ciencia, que la religión cristiana es digna de fe por ser de origen divino. En otros términos, es la exposición científica de los signos que atestiguan el hecho de la Revelación, y por consiguiente la credibilidad de la religión cristiana. Si se considera a la Apologética bajo el punto de vista de la fe, se dirá que se dedica a exponer, en un discurso válido a los ojos del que no cree, lo que el creyente considera como los fundamentos racionales de su decisión religiosa.

 

La Apologética tiene que preocuparse no sólo del objeto que estudia, sino también del sujeto humano al que se dirigen tanto la Revelación como sus signos. Por sujeto humano entendemos al hombre con sus aspiraciones, inclinaciones e indigencias profundas. Si la Apologética tiene como objeto la credibilidad humana de la Revelación, no puede contentarse con estudiar en sí misma la Revelación y sus signos, sino que tiene que preocuparse también de las condiciones que determinan, como parte del sujeto, su percepción eficaz. Se necesita una Apologética integral que tenga en cuenta al sujeto y al objeto.

 

Apologética objetiva y subjetiva no son dos caminos de ataque diferentes para convertir al pagano, ni dos métodos que se sucedan en el tiempo, sino dos aspectos de una ciencia única e integral. La consideración de la persona del sujeto no es simplemente paralela a la demostración, sino que se extiende a toda ella interviniendo en la estructura de cada uno de los argumentos, y resulta especialmente importante en dos momentos: al comienzo, para demostrar que el hombre no puede rehusar abrirse a la hipótesis de un perfeccionamiento que le vendría de Dios como un don, y al estudio de las condiciones de acogida de una eventual palabra de Dios que le señalaría ese don y esa perfección. Después de esto, la consideración del sujeto interviene también en el tratado de los signos de la Revelación, para mostrar cómo la interpretación concreta de los signos no puede llevarse a cabo sin cierto número de disposiciones sin las que no serían más que enigmas. La auténtica Apologética se mantiene, de este modo, a medio camino entre una Apologética del objeto y una Apologética pastoral o del sujeto, que se preocupase inmediatamente de la conversión.

 

La reflexión apologética sobre el hecho de la Revelación, es la función por la cual la Iglesia adquiere conciencia de la rectitud humana del compromiso de fe. Si la Iglesia dejase de reflexionar sobre la intervención de Dios en la historia se expondría al peligro del fideísmo; comprometida en la aventura de la fe, no sabría por qué ni cómo se ha comprometido en ella. Sobre todo en nuestra época, la Iglesia tiene que ayudar al cristiano a situarse en relación con el ateísmo que le rodea y con las religiones no cristianas; esta reflexión le pertenece también a la función misionera de la Iglesia, ya que ésta normalmente tiene que poder presentar a los que se acercan a la fe no solamente el dogma de Cristo, sino también los signos que lo acreditan como Hijo del Padre, y tiene que poder aproximarse al no creyente para mantener con él un discurso válido a sus ojos.

 

La demostración apologética desemboca en una certeza muy elevada, del orden de las que se obtienen en las ciencias humanas; pero esta certeza sigue siendo una certeza moral, porque la demostración apologética se apoya en signos, en realidades singulares y contingentes que se alcanzan solamente por el camino del testimonio humano, a través de documentos cuya crítica resulta difícil.

 

La ciencia apologética es una posesión colectiva de la Iglesia en cuanto cuerpo social. Del mismo modo que un médico no puede poseer por sí solo toda la ciencia médica, tampoco un teólogo es capaz de agotar la inteligibilidad de todos y cada uno de los signos de la revelación cristiana. En efecto, la ciencia apologética supone entre otras cosas el conocimiento profundo de la Escritura, de la Tradición, de la historia de Israel, de la Historia de las religiones, etc. Lo mismo que en las ciencias humanas, la posesión de la ciencia apologética tiene que ser un hecho colegial, y los fieles en diversos grados, según la inteligencia, la cultura y la gracia de cada uno, participarán de la ciencia de la Iglesia. Esta participación en la ciencia y en la certeza colectiva es importante, especialmente cuando se trata de signos ricos en inteligibilidad (por ejemplo, el signo sacado del cumplimiento de las profecías mesiánicas), pero muy complejos y por consiguiente de interpretación difícil. Gran número de cristianos, sin embargo, pueden llegar a un conocimiento de los títulos del cristianismo para que se reconozca su credibilidad, lo cual constituye un discurso coherente y válido incluso ante los ojos de los que no creen.

 

 

3.- Apologética y Dogmática.

 

La reflexión apologética tiene como objeto los hechos primeros y fundamentales del cristianismo, o sea el hecho de la Revelación y el hecho de la Iglesia; así pues, no se puede apoyar para su demostración en el carácter inspirado de la Sagrada Escritura, ni en el carácter divino de la Iglesia, ya que son precisamente estos caracteres los que están en litigio. Renuncia a introducir ninguna afirmación de fe en la trama de su argumentación y se dedica a sostener un discurso que tenga sentido y valor incluso para los no creyentes; considera los textos de la Escritura como documentos históricos, cuyo valor tiene que establecerse según las exigencias de la crítica histórica; igualmente, los argumentos que saca de la Filosofía tienen que imponerse a los ojos de la razón crítica a causa de su valor intrínseco, y no a causa de la autoridad de la Iglesia.

 

Su discurso de historiador o de filósofo tiene que llevar en sí mismo su justificación racional. No se trata de dejar en suspenso su fe, sino de adaptar su marcha al fin que persigue, o sea establecer críticamente el hecho de la intervención de Dios en la historia, así como de su palabra a la humanidad, demostrando que los signos de la Revelación pertenecen a toda una serie de acontecimientos históricos perfectamente reales. Como esta reflexión crítica es de un teólogo creyente, nacerá bajo la presión de la fe que busca comprender su objeto, y se ejercerá bajo la dirección de la Iglesia que proporciona a la Apologética el objeto de su reflexión, las nociones que aplica, e incluso algunas indicaciones metódicas.