PENSAMIENTO Y ACCIÓN
 Francisco Lozano Winterhalder. Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Ramon Llull y fundador del proyecto Centro de Estudios de la Biosfera-ICH12/09/2002

 

El profesor Hawking, como es sabido, ocupa la Cátedra Newton en la prestigiosa Universidad de Cambridge (Reino Unido). Este físico, de sesenta años de edad, es conocido mundialmente por sus trabajos sobre los agujeros negros en especial, y por el estudio de los primeros tiempos del Universo y sus profundas implicaciones en los actuales avances de las Ciencias Físicas. Sin embargo, y como él ha dicho en alguna ocasión, no ha recibido todavía el Premio Nobel porque sus teorías no han podido ser corroboradas por la observación, a diferencia de las del genio de Ulm, Albert Einstein.

Stephen Hawking, a pesar de sufrir una enfermedad degenerativa, de naturaleza progresiva, ''milagrosamente'' ha superado con creces las esperanzas de vida para esta clase de enfermos. Él ha repetido en numerosas ocasiones el valor del apoyo de su primera esposa, Jane Wilde, por cierto, profundamente creyente, para afrontar su destino. Ella misma se ha referido a su fe inquebrantable para soportar el duro camino que la vida le deparaba. Actualmente, recordémoslo, la pareja está separada y él, casado de nuevo con una de sus enfermeras.

Ya en el terreno puramente científico, el prestigioso profesor ha hablado de sus conclusiones más avanzadas, la existencia de una Quinta Dimensión que habría desencadenado, sin necesidad de recurrir a ninguna intervención exterior, el gran estallido (''Big Bang'') de hace 15.000 millones de años, y que habría dado lugar al Universo actual. Esta nueva dimensión englobaría las ya conocidas tres dimensiones del espacio más el tiempo. Así pues, no sería necesaria la intervención y, por tanto, tampoco la existencia de ningún Dios para explicar el origen, la estructura y el devenir de nuestro Cosmos.

No obstante, son muchos los prestigiosos investigadores que hablan de la perfecta compatibilidad entre posiciones creyentes y la ciencia. Incluso la propia Iglesia no sólo ha tratado de reconocer sus errores en el pasado en relación a científicos, como es el caso de Galileo, sino que incluso ha adoptado posiciones reconciliantes con teorías con las que había mantenido asperezas, como la de la evolución de Darwin. Eso no significa forzosamente la falsedad de las ideas que hablan de un Universo autosuficiente, pero sí deja clara también la no obligada disociación entre ciencia y fe.

El mismo Hawking rechaza el calificativo de ''ateo'' para sí, aunque no considere ''necesaria'' la idea de Dios para explicar el origen del Universo. A mi entender, la cuestión fundamental radica en el enfoque del problema…

Una significativa parte del colectivo científico mundial considera la ciencia como un ente autosuficiente para comprender la realidad. Si hacemos un breve periplo histórico a través del pensamiento humano, veremos que hubo una etapa, iniciada en la antigua Grecia, en la que la filosofía analizaba íntegramente la existencia en todas sus dimensiones. Con el advenimiento del método científico, poco a poco fuimos confundiendo conocimiento (con mayúsculas) con conocimiento científico, entendido como aquél obtenido al aplicar el método hipotético deductivo básicamente a la información recibida por los sentidos y por los instrumentos y métodos que amplían su capacidad de observación.

Por suerte, a caballo de los siglos XIX y XX, surgieron las voces discrepantes que nos han llevado a un nuevo paradigma. En efecto, la ciencia tiene su parcela, el mundo sensible, y su método. Pero la crítica a su forma de conocer y a la validez y racionalidad de su conocimiento no le corresponde. Le corresponde a la filosofía, con lo que así se recupera una de las parcelas que siempre le habían caracterizado: la crítica del conocimiento.

Así, han surgido sugerentes ideas como las siguientes:

Pero el factor decisivo en este tipo de reflexiones no viene de la crítica interna a la propia ciencia, la que, por su evidente capacidad de permitirnos operar sobre la realidad, adquiere a mi entender una sobrevaloración cognitiva, sino que proviene del análisis multidimensional de la realidad.

La ciencia, con toda su grandeza y miseria a la vez, nos da un conocimiento útil para intervenir sobre la realidad. Y, en parte, esto es maravilloso. Y digo en parte porque la ciencia carece de otra vía de análisis de su ''modus operandi'', que también es genuino de la filosofía y que no voy a comentar aquí, aunque sí espero que sea objeto de reflexión en futuros artículos. Se trata de la dimensión ética. Sencillamente la ciencia nada nos dice del cómo obrar o sobre qué camino seguir de entre las múltiples vías de que nos provee para intervenir y transformar la realidad.

La Ciencia, en efecto, no es más que una de las formas de conocer del ser humano. Maravillosa en muchos aspectos y no cabe la menor duda de que significó la gran revolución de la Modernidad que ha conducido a la actual sociedad en la que vivimos, mejorando sin duda en muchos aspectos la calidad de vida de quienes la han podido desarrollar y disfrutar ¡Lástima que no haya podido llegar hasta el momento y por igual a todos los rincones del Planeta! Ni que decir tiene que todo ha tenido su precio y a veces ha habido que pagar altos aranceles por ello…

Sin embargo, reducir el conocimiento humano a aquello que procede tan sólo del conocimiento sensible -con toda la crítica inherente que incluso éste sólo suscita-, es querer interpretar la existencia estrábicamente.

Esto no significa por supuesto lo contrario: Cualquier conocimiento es equivalente al de la Ciencia. Pero no olvidemos que el análisis filosófico es previo al hipotético-deductivo, condicionándolo y relativizándolo.

¿O acaso no es tan válido como vía para la aprehensión del ser último, aunque no posea el mismo utilitarismo ni las mismas funciones, ni tan sólo la misma metodología, la visión del arte sobre la realidad -sensible o no-, en la que subyace la visión subjetiva del artista creador? Por válida, insisto, no quiero decir equivalente, sino distinta pero a la vez cumpliendo también su función como una dimensión más de la riqueza de enfoques del ser humano en su interpretación del existente.

¿Y el análisis inherente al espíritu humano, base y fundamento de todo conocimiento, de toda experiencia?

En mi modesta opinión, querer inferir desde una sola dimensión existencial, el mismísimo sentido del todo, es sencillamente peligroso, cuando no una imprudencia.

Las ideas del filósofo Jaspers sobre la Teoría de la Realidad nos muestran claramente la riqueza y pluralidad de enfoques a la hora de describir e interpretar aquello que existe. El conocimiento permite tres enfoques distintos:

Cualquiera de las tres manifestaciones de la realidad nos permite hacer una descripción de aquello que existe, pero la descripción completa, siempre es imposible.

Desde una de las visiones parciales del ser, es imposible extraer conclusiones válidas no contrastadas con otros métodos de conocimiento. Además, ¿qué validez tiene, como forma última de entender el existente, una forma de conocimiento dependiente del modelo en vigor; sometida a la subjetividad y a los prejuicios más de lo que se creía, aunque maravillosamente válido como instrumento?

Incluso desde la visión parcial de la Ciencia, podemos afirmar: En Ciencia, aquello no contrastable con la experimentación, carece de validez… ¿Acaso la existencia de Dios lo es?