SALUD    
 
 Joaquín Bosch Barrera. Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina (España) 07/11/2003

 

Recuerdo ahora el caso de la señora Teresa. Yo entonces era un camillero del Hospital Santa Caterina de Girona y debía ayudar a la señora Teresa a ir desde el sillón hasta el WC, ya que debía andar con un caminador y aún así había el riesgo de que se cayera. Una vez llegamos al WC, la señora se puso a llorar desconsoladamente mientras iba diciendo que ya no podía hacer nada, que ni podía ir al retrete sola, que sólo era una molestia para los demás. La verdad es que me cogió totalmente desprevenido esta reacción y lo más que pude decirle para animarla era que seguro que ella antes había ayudado a otros familiares enfermos y que ahora era de justicia que los demás le ayudásemos a ella. Seguro que hubieran habido muchos otros argumentos más adecuados para la situación, sin embargo éste surgió el efecto deseado y la señora se calmó. Cualquier persona que haya estado en contacto con enfermos convalecientes habrá experimentado algún caso similar de desánimo, fruto de la inactividad o de la incapacidad del paciente.

En primer lugar quisiera recalcar que, sobretodo para el personal sanitario, es importante escuchar qué es lo que le preocupa al enfermo, ya que muchas veces cuando empieza a hablarnos de esto cambiamos rápidamente de tema: "-Bueno, bueno,... ¿y la barriga cómo va?", cuando el escuchar y consolar al enfermo puede ser más importante que si tiene que tomar una cefalosporina de tercera generación o una quinolona. Si no, caemos en la tentación de que sólo curamos cuerpos y no personas... es evidente que debemos curar también el cuerpo, pero no podemos olvidar que también es una persona.

Nos encontramos en una sociedad altamente pragmática y competitiva. Esto, que no por fuerza debería ser malo, ha llegado a convertirse en una obsesión de nuestra sociedad, en la que quien no produce debe ser marginado y rechazado. Hace tiempo que el hombre superó el estadio evolutivo del Homo faber, para llegar a ser el Homo sapiens, sin embargo, muchas veces lo olvidamos y despreciamos a los ancianos porque son una carga, cuando deberíamos tenerlos muy en cuenta, ya que son la voz de la experiencia, del saber (véanse culturas como la china o de algunos pueblos tribales de África, dónde al anciano se le venera y tiene un papel social muy importante).

Todo esto ha convertido al enfermo incapacitado (ya sea por edad o por invalidez), en una persona sin sentido, ya que hemos asociado nuestra misión en este mundo en nuestro quehacer profesional. Quisiera hablar en este contexto de Vicktor Frankl, un psiquiatra alemán y judío, discípulo de Freud y Adler, que sobrevivió a un campo de exterminio nazi durante la segunda guerra mundial. Frankl fundó la logoterapía, que consiste en decir, en contraposición a la voluntad de placer de Freud y la voluntad de poder de Adler, que lo más importante en el hombre es la voluntad de sentido. Frankl citaba a Nietzsche, que dice: "cuando hay un porqué vivir, casi siempre se puede soportar cualquier cómo". Después de su experiencia en el campo de exterminio, Frankl hacía más categórica esta afirmación diciendo que "si hay un porqué vivir, se puede soportar cualquier cómo". Recomiendo la lectura de su autobiografía en los campos de exterminio nazi.

La única cita dedicada a la eutanasia que he encontrado de Frankl, es la siguiente: "Decimos por encima de cualquier condición y circunstancia, como puede ser la enfermedad, incluso la enfermedad incurable y la enfermedad mental incurable, lo que a su vez quiere decir: la vida humana es digna de ser vivida, aun en los casos en que más bien pudiera parecer que es una 'vida que no merece la pena', y que solamente la eutanasia está indicada". Queda por tanto muy clara su posición al respecto.

Nuestra actitud ante la desesperanza y frustración del enfermo debe ser ayudarle a encontrar el significado y sentido de su dolor (que debe ser tratado) y su sufrimiento. Es difícil poder decir aquí una solución general, ya que cada caso es que cada caso, y deberán valorarse creencias religiosas, qué daba sentido antes a su vida, existencia o inexistencia de apoyo familiar, rol social, qué cosas puede hacer todavía, etc.