Comunicación entre padres e hijos (II)

 
Victoria Cardona
Educadora familiar

 

En el capítulo anterior hemos reflexionado sobre dos virtudes fundamentales, la sinceridad y la discreción; ahora estudiaremos la mejor manera de llegar a un buen diálogo, que es la base de una buena convivencia entre padres e hijos.

Es evidente, que para que haya un buen diálogo hay que saber escuchar y, como siempre, no olvidar que debemos dedicar tiempo. Es importante la actitud de pensar que nosotros, los padres, no siempre tenemos toda la razón y que escuchando aprenderemos y conoceremos con profundidad a nuestros hijos, que no nos abrirán su corazón si somos dogmáticos, rígidos y poco flexibles. Ya se ve que, para que haya buena comunicación, es muy importante ir con la sencillez de quién quiere ayudar, nunca imponer.

Podemos caer en el defecto de pensar que ya sabemos lo que nos dirán. Saber ya la respuesta porqué creemos que nuestro hijo es de una determinada manera y no dar posibilidades a nuestro hijo o hija de expresarse ampliamente y totalmente. Si no los dejamos explicarse del todo no les damos la oportunidad de mejorar, puesto que nos faltará la información completa y no sabremos que hacer para aconsejar.

Enumeraremos algunas cualidades convenientes para llegar a establecer un buen diálogo, teniendo en cuenta que la primera de todas será responder a todas las preguntas que nos hagan.

  1. No interrumpir y tener mucha paciencia; esto vale por todas las edades, desde el hijo o hija pequeño que casi no sabe hablar, pero nos quiere pedir algo, hasta el adolescente que nos quiere explicar un problema o una alegría y lo hace de una forma acalorada. Por ejemplo, nos están explicando una cosa y nosotros nos preocupamos de la forma gramatical que están empleando, más que del contenido y de los sentimientos del hijo; mal haríamos sí corrigiéramos la gramática a media explicación porque quizás "cortaríamos" la espontaneidad.

  2. Mirar a los ojos de nuestro hijo y aprobar afirmativamente con el gesto para animar y demostrar que nos interesa lo que nos dice; con la mirada de los padres se puede demostrar interés y afecto y descubrir, en la de los hijos, todo su estado d'ánimo.

  3. Saber preguntar. Conviene hacer una pregunta de manera positiva para asegurarnos de que nos enteramos y entendemos lo que nos dicen; también sirve preguntar para captar el nivel que tienen de entendimiento del tema que sea, y por lo tanto, adelantar informaciones sobre sexualidad, diversiones, adicciones, etc..., aprovechando momentos de ocio y tranquilidad para tener estas conversaciones y dar criterio.

  4. No mirar el reloj. Para los hijos es muy importante que demostremos un interés real por sus cosas; tenemos buenos momentos para comunicarnos sí los sabemos aprovechar aunque la experiencia nos diga, que el "momento" del hijo quizás no coincide con el nuestro. Aquí sí que hay la prueba de amor real: dejar las cosas propias por el bien del hijo, que nos necesita. Escribe André Frossard esta frase que nos puede hacer reflexionar: "Miramos por la ventana el bullicio la calle y nos olvidamos de alguien que está a nuestro lado y necesita nuestra compañía".

La auténtica comunicación se fundamenta en cosas pequeñas de esfuerzo personal: no mirar un programa de televisión, saber "apartar" el periódico, no hacer una salida por la noche para estar con los hijos... De cara al futuro son más rentables estas renuncias para que siempre nuestros hijos nos digan la verdad con claridad y en la familia se viva el clima de confianza adecuado, que produce serenidad; nunca debe agotarse la paciencia y la ilusión para saber escuchar.

Como que vienen las fiestas de Navidad, podemos aprovecharlas para llevar a término estos consejos sobre comunicación, con más intensidad, puesto que nuestros hijos tienen vacaciones y están más receptivos por todo lo que reciben en el hogar; también, el carácter cristiano de estos días, invita a la paz, a la esperanza y a la alegría que se vive en familia.