Ecoética, a la luz de Gn 1-11
Una clave para releer y comprender los procesos de la creación y de la historia
Gonzalo M. de la
Torre Guerrero
Misionero
Claretiano
Unidad 7.
El mal manejo de la autoridad y del poder supremo en la historia
Tentación y caída: Gen 3. ¿Qué hay detrás de todo Poder Supremo?
Objetivos
1.
Descubrir
el tema de Gn 3 y ver su relación con una clave hermenéutica global
a partir de la ética que este capítulo
propone.
2.
Releer
los mitos subyacentes en Gn 3 para comprender sus contenidos
éticos.
3.
Descubrir
el valor bíblico de lo femenino y masculino.
4.
Ver
el matiz de egoísmo que Gn 3 le aporta a la crítica de nuestra ética
social.
1. El contexto del "árbol de la ciencia del bien y del mal"
1.1
Una mujer y un jardín para el árbol de la
Tentación
En el capítulo anterior no analizamos, de propósito,
dos relatos importantes: el de El Paraíso (2,8-17) y el de
La creación de la mujer
(2,18-25). Lo hacemos ahora, así sea sumariamente, porque creemos
que aquí quedan ubicados en su contexto propio. Creemos que estos
dos mitos aparecen porque así lo requiere el mito de La Caída (3,1 ss). Si este
mito se da en el paraíso y tiene como protagonista a la mujer, es
lógico que deben haber relatos anteriores que expliquen la
existencia del paraíso y la aparición de la mujer. Es decir, el
relato de la Caída pedía, por lógica, la existencia de estos otros
dos relatos complementarios. Esto significa que, en la
intencionalidad del hagiógrafo, la importancia teológica recae más
sobre el relato de la Caída que sobre el relato del Jardín o de la
Mujer.
1.2
“Plantó Dios un jardín en Edén”... (2,8)
1.2.1 Más allá de la
historia. Los
datos que el texto sagrado pone acerca del jardín, nos ponen en la
dimensión del mito: dice mucho y no dice nada; habla de algo muy
preciso, pero al mismo tiempo es tan vago, que no se sabe dónde
está; señala nombres concretos de ríos, sin embargo dos de ellos son
totalmente desconocidos en la historia; lo llena de árboles que
prolongan la vida, pero el ser humano se queda sin saber su
nombre... Es decir, habla de un jardín plantado por Dios, al oriente
de una estepa o desierto (Edén), como para indicar que todo ese
relato pertenece a la esfera de la reflexión teológica y
antropológica y que es inútil tratar de asirlo históricamente.
·
La
bondad objetiva de la creación continúa: Dios coloca al hombre en
medio de “árboles deleitosos y buenos para comer”
(2,9).
·
Precisamente
porque la creación es “buena”, el hombre recibe el encargo de
“cultivarla y cuidarla” (2,15): hay que multiplicar su bondad,
cultivándola; y hay que conservar su bondad,
cuidándola.
·
Para
que el ser humano cumpla su misión de cultivar y cuidar la creación,
debe demostrar a lo largo de la historia su “humanidad”, no poniendo
su interés como norma, sino reconociendo que en su interior -por el
simple hecho de ser hombre- hay una norma superior a su
instinto.
·
La
narración bíblica sugiere que esta norma quedó inserta en su
conciencia, desde el momento en que Dios actuó en su favor,
“soplándole su espíritu en sus narices”, poniendo así en marcha una
conducta humana y no un proceder instintivo
animal.
·
El
relato bíblico presenta a Dios como un legislador que le impone al
hombre una norma de conducta (“del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás” 2,17), interpretando la fuerza con que la
conciencia del hombre ha marcado, marca y seguirá marcando la
historia. No es inútil recordar que Israel en sus relatos traslada a
los orígenes su experiencia de siglos, y pone en boca de Dios lo que
su conciencia histórica había ido descubriendo y
corroborando.
·
Respondamos
la pregunta o título inicial de este apartado: ¿para qué el Paraíso?
Creemos que la gran preocupación que el texto manifiesta, de una y
otra forma, es que la responsabilidad del ser humano frente a la
historia es inmensa. El ser humano, aunque sea y se sienta parte de
la naturaleza, aunque tenga muchas semejanzas con el animal, aunque
sienta las mismas tendencias que las bestias del campo, tiene algo
especial que lo hace diferente. De esta diferencia nace su relación
tan íntima con la divinidad, la cual -entre otras cosas- le da su
mismo aliento, lo hace a su imagen y semejanza (es decir, hijo
suyo), lo pone en un sitio habitable, le da una compañera a su
medida y le da poder sobre toda la creación... Por consiguiente, el
Jardín del Edén, o
Paraíso, es una expresión más de la especialidad y responsabilidad
del nuevo ser que acaba de aparecer en la creación. Al ser humano
había que colocarlo en un sitio proporcionado a su responsabilidad.
No se trata de darle privilegios. Más bien se trata de darle medios
que lo capaciten para el ejercicio de su humanidad, que se expresará
en raciocinio, libertad y justicia.
1.3
“No es bueno que el hombre esté solo”...
(2,18)
1.3.3
¿Y para qué una “Mujer”? La necesidad y riqueza de la
diversidad.
Quisiéramos insistir en la idea bíblica de que el ser humano no
comienza de cero. El es el fruto de un proceso, en el cual él recoge
la adamáh de la creación
y el espíritu vital de los animales para insertarlos en su nueva
forma de ser, caracterizada por una acción especial (el soplo) de
Dios. El hombre no
comienza con el hombre. Él recoge una herencia que lo va a llevar a
seguir siendo lo que fundamentalmente es toda la creación:
bipolaridad sexual. La vida se prolonga gracias a la diversidad y el
amor encuentra en la diversidad una de sus principales fuerzas.
Nadie es totalmente autosuficiente. El amor humano de pareja nace
precisamente de esta carencia y de la necesidad que cada sexo tiene
del otro. Por eso el ser humano es también macho y hembra (1,27), es
fecundo y se multiplica (1,28) y sabe que su desnudez pone de
manifiesto su diferencia sexual (2,25). Esta no hace superior ni
inferior a nadie. Ambos son compañeros, cada uno es la ayuda
adecuada del otro (2,18) y ambos están destinados a formar un solo
ser, es decir, a integrarse y fundirse en el amor (2,24).
2. El mito del "árbol de la ciencia del bien y del mal"
El análisis histórico de esta narración nos permite
recoger dos hechos, un mito babilónico y un hecho arqueológico
cananeo que bien pudieron ser conocidos y utilizados por los
israelitas, así ellos, como suelen hacerlo, le den otro significado,
como lo veremos enseguida.
2.1
Introducción a la comprensión del mito
2.1.1
La mujer del mito babilónico.
En
un mito babilónico (Poema Enuma Elish), aparece una mujer tentadora
que con sus seducciones logra que Enkidu, hombre que vive entre
animales, vuelva a la vida civilizada entre los Seres Humanos. Es
muy forzado buscar un paralelo entre la mujer del mito y Eva, la
mujer de la Biblia. Lo femenino, la mujer, eterna compañera del
hombre, para la Biblia es algo más que tentación. Y no es precisamente la
concupiscencia de lo femenino lo que humaniza al
hombre.
2.1.2
Las serpientes cananeas.
Había
una costumbre cananea de poner la maternidad bajo la protección de
las deidades “ctónicas” o del subsuelo, lo cual nos liga con las
serpientes, que eran tenidas como tales y relacionadas con la
fertilidad del suelo y del seno materno. Aunque la Biblia emplee a la
serpiente en la recreación del mito, le quitará su valor de llamada
a la fertilidad, así en el arquetipo universal humano la forma de
serpiente nos siga llevando a los humores vitales que transmiten la
vida. Todo depende del referente que el autor le aplique a cada
elemento; esto nos lo dirá el siguiente punto de análisis
literario.
2.1.3
Rituales en torno a árboles.
La
arqueología mesopotámica da testimonio de pequeños sellos en forma
cilíndrica, en los que una mujer y un hombre aparecen realizando un
ritual, en torno a un árbol con frutos y a una serpiente. Los
intérpretes de estas muestras arqueológicas suelen relacionarlas con
ritos de fertilidad. Es casi seguro que los israelitas conocían y
manejaron estos mitos, recuerdos a su vez de los rituales de
fertilidad que realizaban en torno a árboles. Es precisamente por
esto que los profetas, deseosos siempre de un culto incontaminado a
Dios, prohibirán este tipo de ritual. Por todo esto, era apenas
natural que Israel le cambiara el referente al mito original de
fertilidad, y lo trasformara en otro mito que estuviera en
consonancia con la fe en Yahvéh. La adaptación de este mito es
antigua. Los especialistas la ligan a la tradición “J”, del tiempo
de la monarquía israelita unida. El escritor sagrado, utilizando
sutilmente la psicología femenina, convierte este mito en la escena
de la tentación o caída de la humanidad en uno de los mayores males
de la historia: constituir los propios intereses en norma suprema de
conducta, sobre Dios y
en contra del mismo Dios.
2.2.
Análisis e Interpretación del mito
2.2.1
El análisis literario.
El
análisis literario de esta perícopa nos muestra a la mujer y a la
serpiente unidas, pero no en torno a la fertilidad, sino en torno a
un árbol misterioso llamado "árbol de la ciencia del bien y del mal"
(Gn 2,9; 3,3.5). La tentadora aquí no es la mujer sino la serpiente
y la seducción no procede tampoco de la mujer, sino del fruto que
como dice la Biblia "era bueno para comer, apetecible a la vista y
excelente para lograr sabiduría" (Gn 3,6). Lo que va a hacer la mujer
en el relato bíblico que nos ocupa es participar al hombre del fruto
del árbol, que como veremos, no es otra cosa que autodeterminarse,
prescindiendo de cualquier norma superior. Esta sí que es la gran
tentación para el Ser Humano: ser dueño de sí, autodeterminarse, sin
que nada ni nadie le imponga una norma. Quizás su condición
histórica de permanente dependencia haga en la mujer más fuerte este
deseo de absoluta independencia. Y quizás no haya otro ser
más urgido de autonomía, pero no en torno a una concupiscencia o
egoísmo (el caso bíblico), sino en torno a un valor, a la vida o a
la humanización. Y esto
es lo que el texto bíblico nos dice que no
sucedió.
2.2.2
Análisis teológico.
(a)
La “ciencia del bien y del mal” en la
Biblia
Como
vemos, toda la fuerza de la perícopa está en el árbol de la ciencia
del bien y del mal, cuyo significado debemos conocer. Si hacemos un recorrido por
el AT encontramos que la frase "ciencia del bien y del mal"
significa ser dueño de la decisión última en orden a determinada
acción. Así por ejemplo en 1R 3,9, Salomón le pide a Dios que le dé
la posibilidad de saber establecer una norma de conducta para su
pueblo ("discernir entre lo bueno y lo malo"); en 2S.14,17, la mujer
de Tecua, reconoce en David el poder de determinarle a su pueblo la
norma de acción ("el rey, mi señor, es como el ángel de Dios para
discernir entre lo bueno y lo malo"); otros textos que nos pueden
servir son los de Qo.12,14 en el que es Dios el que da el juicio
definitivo sobre las obras, aún las más ocultas y Jr 10,5 en el que
los ídolos no tienen poder de decisión o de imponer norma suprema
alguna.
Por consiguiente, la gran tentación del ser humano es ponerse
a sí mismo, colocar su propio interés como norma suprema,
prescindiendo de Dios. Cada vez que el hombre haga esto en la
historia, sacrificará injustamente a otros seres y aparecerá el mal,
bajo esas formas refinadas de egolatría, hedonismo, despotismo,
etc. Y, puesto que el
gran atributo que todas las religiones le ponen a Dios es el de
constituirlo en norma suprema de conducta, es obvio que el Ser
Humano vea a Dios como la gran competencia... que la autonomía sea
para él una meta... que su conciencia madure en esta
búsqueda...
(b)
El interés personal, constituido en norma
suprema
1'. Una causa más de muerte.
Después
de los planteamientos de los dos primeros capítulos de Génesis, la
Biblia profundiza aún más sobre las causas del mal. Una de sus
principales conclusiones es que la opresión no sólo tiene una causa;
tiene muchas. Una comprobación de esto es la tendencia del ser
humano a imponer sus intereses como norma suprema en medio de la
sociedad en la cual le toca vivir. Si ya sabemos que el buscar
satisfacer las propias tendencias a costa de los demás causa
opresión, ¿qué podrá ocurrir en la historia cuando alguien pone sus
intereses personales como “norma suprema” que todos han de acatar?
Siempre que el ser humano lo hace, siempre que él se constituye en
norma suprema, sea en el campo que sea, causa sufrimientos, muerte y
opresión.
2'. Un triste recuerdo de la
monarquía.
La
ley del más fuerte.
Uno
de los puntos de partida, en este estudio, era la necesidad de
conocer el contexto histórico del Antiguo Testamento, ya que este
contexto influiría en las tesis de Gn 1-11. Para la Escuela
Deuteronomista, la catástrofe del s. 6º es en gran parte
responsabilidad de la monarquía. Esta no quiso aceptar la reforma
planteada por el Deuteronomio y le llegó el lógico desastre final,
sembrado por los dirigentes, anunciado por los profetas y esperado
por el pueblo. Por eso creemos que los planteamientos de Gn 3 tienen
muy presente a la monarquía y a los dirigentes israelitas. El
sistema monárquico, como lo vimos, era esencialmente autoritario,
piramidal y monolítico. El rey lo era todo. Sus intereses, a lo
largo de la historia, se habían constituido en norma suprema para el
pueblo. Por lo mismo, en el momento en que se hacía el balance de la
historia y se le enseñaba al pueblo saberla leer, para que
identificara las causas de su desastre, era necesario analizar
descarnadamente el papel calamitoso que jugaba en la historia todo
poder que pusiera sus intereses como norma suprema para el pueblo.
Aquí quedaban comprendidas todas las estructuras de poder del
estado: militar, económica y religiosa. A lo largo de los siglos,
estas estructuras, junto con el poder real, habían puesto en Israel
sus intereses como ley suprema para el pueblo. Por lo mismo,
denunciar a la monarquía como causante del mal sufrido, era denunciar a todas sus
estructuras como corresponsables del triste y luctuoso final del
Reino de Judá.
Muchos relatos de la Historia de Israel tienen esta marca: la
de algún poderoso que puso su concupiscencia como norma suprema
sobre la vida del pueblo. ¿No habrá sido ésta la permanente historia
de los Reyes de Israel, contra la cual se alzaron los profetas? Gn 3
queda así constituido en una clave de hermenéutica para la
comprensión de la Historia Sagrada.
El abuso del poder. El
autor sagrado está convencido de que uno de los elementos que han
contribuido a llenar la historia de dolor, es el abuso del poder
que, cuando lo quiere, implanta sus propios intereses como norma
absoluta personal y comunitaria. Israel, al elegir y apoyar el
modelo de sociedad monárquica que durante muchos siglos lo gobernó,
es responsable de que los intereses de un monarca, constituidos como
ley suprema, hayan conducido al pueblo a tanta desgracia. La
tradición de un pueblo puede estar llena de intereses de personas,
grupos e instituciones, constituidos a lo largo de la historia como
valores absolutos. Por eso no es un irrespeto, sino un simple
derecho humano, llegar a preguntarse con madurez que hay detrás de
toda ley suprema. Pasar por este tipo de “ilustración” descubre
muchas veces intereses elevados a mandamientos, losas de deberes
sobre montones de conciencias atormentas, opresiones elevadas a
voluntad de Dios.
3'.
Para Dios, la norma suprema es la justicia.
Toda
la Sagrada Escritura es unánime en este punto: la norma que debe
regular las relaciones humanas es la justicia. Todo lo que se aparte
de ella lleva realidad de pecado. Por eso la justicia puede y debe
estar aún sobre el
mismo culto a Dios. Si se buscan responsabilidades frente al fracaso
de la historia, no se puede dejar pasar por alto la responsabilidad
que le corresponde a aquellos que han intentado constituirse ellos
mismos con sus intereses, en norma suprema de los demás, abandonando
la justicia.
Tarea No. 7
1.
¿Qué
aportes le hace Gn 3 a la pregunta fundamental que Israel se formula
frente a la gran crisis del s. 6º?
2.
¿En
qué forma Gn 3 se constituye en clave
hermenéutica?
3.
Qué
contenidos ético encuentra usted en los mitos de Gn
3?
4.
Haga
sus propios comentarios sobre la igualdad y la diferencia entre
hombre y mujer y las repercusiones éticas de su
postura.
5.
¿Qué
comentarios se le ocurren a Ud. Frente al poder
supremo?