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EL COMPROMISO SOCIAL DEL LAICADO Y EL DOCUMENTO DE SANTO DOMINGO

J. P. Lumerman

1. Contexto histórico - social

Antes de comenzar a profundizar el tema del compromiso laical que propone la IV Conferencia Episcopal Latinoamericana, es preciso acercarse al acontecimiento Santo Domingo como una perspectiva que nos sirva para abordar el documento.

En primer lugar hay que afirmar que los resultados del documento de Santo Domingo están muy en sintonía con la actual situación contemporánea, tanto mundial como latinoamericana.

Se han hecho muchos análisis exegéticos del documento, señalando las pobrezas, mencionando las ausencias, e indicando las carencias del texto. Pero, para comprenderlo adecuadamente es preciso entenderlo dentro del marco de la situación histórica. La tentación de convertirse en un exegeta o hermeneuta de la comprensión del texto, lleva a mucha gente a detenerse en una mirada anacrónica del documento. Una mirada anacrónica es intentar discutir párrafos, afirmaciones, desconectadas del marco histórico en que nos encontramos. 

Por eso es necesario aceptar que tales pobrezas o ausencias son un fenómeno que no alcanza solamente a la reflexión eclesial, sino que hay un hondo vacío en variados ámbitos de pensamiento, y esta situación salpica también el horizonte de lo eclesial.

Pero prefiero ocuparme no solo de los vacíos sino de los aportes.

A mi me parece importante que hoy el gran desafío no es de definiciones doctrinales. El Concilio abrió todo un espacio que fue sedimentando a lo largo de las reflexiones de Medellín, de Puebla, y por supuesto desde los golpes que llegaron desde Evangelii Nuntiandi, etc., y me parece que este es un momento histórico que convoca a la iglesia de otra manera, donde yo no evaluaría tanto cómo se responde desde el punto de vista teórico sino cómo se dan respuestas ante los grandes vacíos que pasan mucho más por el campo de la acción.

Es interesante comparar el espacio que se dedica a lo pastoral en los documentos de Medellín o Puebla y el lugar que se otorga a lo pastoral en el presente documento, no porque esboce un plan pastoral determinado, sino porque este desafío que aparece con tanta fuerza en Santo Domingo, demuestra que la iglesia toma conciencia que no es tanto un momento de profundizar el análisis teórico-doctrinal, sino de dar respuestas en el campo de la acción, y de ahí la sensibilidad ante lo pastoral.

Debemos buscar en nuestros propios ámbitos de inserción cómo completar este desafío abierto y no tanto hacer un análisis de los «vacíos» dejados, lo cual responde a un tipo de lectura de textos que era frecuente hacer en los tiempos de Medellín o Puebla. Esto tiene que ver con lo que el documento propone como temática central, es decir, el documento propone tres títulos, no con la misma validez en cuanto a su peso: Nueva Evangelización, Promoción Humana y Cultura Cristiana.

Tres temas que pueden leerse como similares o pueden leerse también como que el marco que engloba estas temáticas es justamente el llamado a una nueva Evangelización.

Esto aparece marcado en el documento, por lo cual promoción humana y cultura cristiana son como dos caminos de respuesta, dos consecuencias  que surgen de la profundización de los efectos de la Evangelización.

Me parece interesante que este tema, compromiso social del laicado en Santo Domingo, debe tomarse desde el concepto de Nueva Evangelización.

2. El sujeto evangelizador

El planteo de esta Nueva Evangelización nos toca en un momento eclesial particular. En todos los procesos evangelizadores hubo agentes eclesiales que jugaron un rol principal. Si uno piensa en la evangelización de Europa, en la Edad Media, los monjes jugaron un papel central en todo ese dinamismo. En América Latina los misioneros religiosos jugaron un papel de mucho más peso que otros sectores eclesiales.

¿Quién es el sujeto ahora de esta Nueva Evangelización? El documento de un paso importante en el número 25. Dice: «el sujeto de la Nueva Evangelización es toda la comunidad eclesial». Acá aparece una eclesiología que fue muy trabajada desde el Concilio hasta hoy, no se piensa tanto en una evangelización en la cual la jerarquía tendría el papel principal, sino que convoca a toda la comunidad eclesial según su propia naturaleza, y dice: «nosotros, los obispos, en comunión con el Papa, nuestros presbíteros y diáconos, los religiosos y religiosas, y todos los hombres y mujeres que constituimos el pueblo de Dios».

Pero algunos se atreven a plantear que pareciera que en esta tarea no tienen una misión equivalente todos los miembros a los que se designan, sino que ciertamente hay un protagonismo evangelizador de los laicos, que en otros planes pastorales esto no se escuchaba. Es más, si uno piensa en toda la historia pastoral de la época del Vaticano I para acá, más bien se pensaba en el laicado como que ayudaba a la jerarquía a evangelizar, y no se lo pensaba como que tuviera que jugar un papel específico en la evangelización. Es más, la Acción Católica (creada en el 1931), es definida como «la participación de los laicos en el apostolado jerárquico de la Iglesia», entendiendo que los laicos ayudan a la jerarquía a cumplir su misión. Después, el Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, va a hablar de un apostolado que es «de la jerarquía», distinguiéndolo de un apostolado «laical». Esto llevó a una ampliación del horizonte eclesiológico, y se dieron una serie de debates que no son los actuales, pero que son retomados ahora para mostrar la diferencia de las posturas en las que estamos parados y de los elementos que nos lleva a esta reflexión acerca del papel protagónico de los laicos.

Por lo tanto, la novedad de Santo Domingo es la expresión de que los laicos tienen un papel fundamental en la tarea evangelizadora.

De alguna manera, toda la reflexión acerca de la evangelización estuvo muy marcada por el documento Evangelii Nuntiandi, que es un documento de 1975, que insiste mucho en el tema de cómo evangelizan los laicos y justamente propone que la tarea del laico no es tanto actuar en la organización de la comunidad eclesial, no es tanto colaborar con lo que hacen los pastores, sino que tienen un ámbito especifico en donde insertarse, tienen un lugar en el cual justamente deben desarrollar su misión, y esto es retomado por el documento de Santo Domingo cuando intenta explicar cuál es el espacio de los laicos: «el pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos, ellos son llamados por Cristo, como iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea evangelizadora indispensable»(n.94).

La tarea de la jerarquía está fuertemente vinculada con la asistencia, conducción, organización de la comunidad eclesial, mientras que el papel de los laicos debe desarrollarse fundamentalmente en el mundo. No solamente habría vocaciones distintas, maneras distintas, sino hasta espacios distintos donde se privilegia su tarea. Es decir, ambos son convocados en una misma misión, pero de alguna manera hay una tarea evangelizadora en el mundo que no la pueden cumplir otros que no sean los laicos, esta misión sería una misión específica para el laicado, o en un ámbito particular en el cual deberían dar respuesta.

Hay laicos que ciertamente colaboran con la jerarquía, que dan catequesis, que ayudan en la Misa, que colaboran en la organización parroquial, pero como dice Evangelli Nuntiandi, esta no sería la tarea principal del laicado, esta sería una tarea en la que los laicos que sienten vocación pueden ayudar a la jerarquía. Pero, el lugar del laicado está señalado en el n.96, justamente es en el ámbito de la economía, de la política, en el mundo del trabajo, de la ciencia, del arte, de la literatura y del medios de comunicación social, por mencionar algunos (esa realidad mundo) dónde se juega el rol del laicado, y acá me parece ver una primera dificultad eclesiológica con el documento de Santo Domingo.

3. La eclesiología planteada en Santo Domingo

El documento de Santo Domingo, de alguna manera, va a hacer una lectura que tiene que ver con la preocupación que busca identificar «quiénes somos la iglesia». El documento señala: el lugar de los laicos es el mundo, pero simultáneamente denuncia la ausencia de un laicado comprometido en estos ámbitos (cfr. 96). Ciertamente han sido insuficientes los esfuerzos hasta hoy por marcar esto que plantea Santo Domingo como desconexión entre las formas de configuración social que de alguna manera conviven en la superestructura de la sociedad latinoamericana y el ethos cultural de estos pueblos que ha recogido los anuncios de la fe cristiana en su seno. Sin embargo, a mi me parece sería  necesario revisar con qué criterio eclesiológico se juzga la presencia o no de laicos en estos ámbitos, o como se juzga su pertenencia eclesial. Porque en síntesis con lo que marca el Concilio esta categoría de pueblo de Dios, ciertamente nosotros reconocemos, que en algunos ámbitos de la sociedad se ha visto como ese pueblo de Dios ha generado movimientos evangelizadores aún sin que aquellos miembros que protagonizaron esa evangelización fueran parte de estructuras pastorales o fueran parte de la organización visible de la iglesia.

Acá me parece descubrir una desconexión que no pasa solamente por la presencia o no de laicos en estos ámbitos sino que muchos laicos cristianos no han estado de alguna manera guiados desde la conducción pastoral en estas actividades. Esto es lo que ha pasado con el sindicalismo argentino, un movimiento obrero que es el único en el mundo que afirma que se basa en principios humanistas y cristianos. Y uno se pregunta, ¿cómo fue protagonizada esta evangelización del movimiento obrero argentino?. Evidentemente no fue tanto la JOC, no fue tanto la pastoral organizada, sino que fue más bien el dinamismo de la religiosidad popular el que fue generando estos acontecimientos y fue impulsando a estas estructuras sociales a tomar esos rumbos. Por eso a veces me pregunto si cuando se piensa en el laicado, a veces no se restringe a estos con ciertos «laicos eclesiales» que están más conectados con la estructura pastoral. Pues en el conjunto de esta red del pueblo de Dios, de los bautizados en América Latina, son apenas una pequeña elite, un pequeño grupo.

Una tarea misionera de una magnitud como la que pensamos para la Nueva Evangelización no es posible llevarla a cabo simplemente con una pequeña elite de iniciados, sino fundamentalmente a partir de recoger los dinamismos evangelizadores que se transmiten en el seno de la cultura de nuestro pueblo y que han tenido en ciertas épocas, un desempeño fundamental. Como lo que ocurrió después de la época de la independencia cuando la estructura eclesial se vacía de agentes pastorales (los sacerdotes ligados al proceso independentista, o los obispos que se tuvieron que ir porque quedaron pegados a España, o las ordenes, como los jesuitas, expulsadas y seminarios que se cierran). Sin embargo el pueblo latinoamericano no perdió su fe, había una fuerza evangelizadora que respondía a los desafíos que se iban presentando históricamente..

Ante el desafío de una Nueva Evangelización es importante identificar al sujeto eclesial que pensamos como agente central de este proceso, y poner allí nuestras energías para llevar adelante una tarea de esta magnitud.

4. Evaluación del compromiso laical según el documento

El mismo documento de Santo Domingo va a señalar los limites de una cierta mentalidad que tendría que ver con esa conciencia eclesiológica que antes citamos: «la persistencia de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, clérigos, incluso laicos, la dedicación de muchos laicos de manera preferente a tareas intraeclesiales y una deficiente formación les priva de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la sociedad» (n.96).

Aparecen tres problemáticas centrales:

1) una conciencia clerical, confiada que todo impulso evangelizador necesariamente tiene que estar conducido y dirigido exclusivamente por los pastores. Esta perspectiva no viene en cuanta que hay ámbitos donde la iniciativa cabe fundamentalmente al laicado. En las estructuras temporales son los laicos los que tienen que tomar la iniciativa para poder evangelizar esos ámbitos. Esto lo refleja como una mentalidad presente en la iglesia latinoamericana, y yo diría presente fundamentalmente en las estructuras pastorales organizadas. Fenómenos como los que hablábamos del movimiento obrero no hubieran sido posibles si el clericalismo hubiera guiado a los agentes de esa evangelización que se da en los canales de la religiosidad popular.

2) Señala además, «la dedicación de muchos laicos de manera preferente a tareas intraeclesiales», muchos laicos que están más cerca de la estructura pastoral se vuelcan mucho más en tareas intraeclesiales que en la evangelización del espacio sociocultural. Esto lo señala como limite que priva a la iglesia de una respuesta.

3) A lo anterior va a sumar el tema de la formación, un tema que aparece muy reiterado en el documento, como que habría que dar preferencia al tema de la capacitación en la posibilidad de formar agentes pastorales que den respuestas a esta situación.

A partir de ahí el documento se propone afirmar líneas pastorales en las cuales proyectarse.

A partir del n.98 aparecen las primeras líneas pastorales.

Lo primero que señala es la necesidad de insertarse en los ambientes socioculturales: «acrecentar la vivencia de la iglesia-comunión que nos lleva a la corresponsabilidad en la misión de la iglesia. Fomentar la participación de los laicos en los consejos pastorales, a diversos niveles de la estructura eclesial. Evitar que los laicos reduzcan su acción al ámbito intra-eclesial, impulsándolos a penetrar los ambientes socio-culturales y a ser en ellos protagonistas de la transformación de la sociedad a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la iglesia.» (96).

Acá pesa una vieja manera de ver lo eclesial, como que los laicos tendrían que ir y meterse en los ámbitos socio-culturales, mi pregunta consecuente es ¿pero como, no hay laicos en los ambientes socio-culturales? ¿no será que tenemos que fijar la atención en descubrir a cristianos bautizados que sí que están presente en los ambientes socio-culturales. En América Latina muchos de ellos son bautizados, tienen conexión con el evangelio, pero quizás estén  separados de la vida pastoral organizada?.

Es decir, este «penetrar los ambientes» tiene que ser leído en dos sentidos. Es cierto, cuando uno está formando un laico de un grupo juvenil es posible que la propuesta sea agudizar el compromiso en los ambientes socio-culturales, pero cuando uno se propone evangelizar estos ámbitos también es preciso reconocer que en el mundo latinoamericano por lo menos, muchos de los que están inmersos en esas situaciones pertenecen a este mismo pueblo de Dios. El desafío será tejer vinculaciones entre esos agentes que están presentes en el corazón de las estructuras y los encargados o responsables de conducir la pastoral. Este principio retoma el planteo fundamental: «este es el ámbito donde tiene que evangelizar el laico, por lo tanto la inserción tiene que darse en este marco». Pero esto se completa, por lo menos en América Latina en el reconocimiento de aquellos cristianos que están inmersos en esta realidad y por ahí lo que sucede es que están desconectados con la conducción pastoral, y este es otro esfuerzo de una naturaleza distinta.

5. Organización del laicado

El documento va a plantear la necesidad del protagonismo de los laicos. En el mismo n.98, señala justamente la importancia de «promover consejos de laicos, en plena comunión con los pastores y adecuada autonomía, como lugares de encuentro, diálogo y servicio, que contribuyan al fortalecimiento de la unidad, la espiritualidad y la organización del laicado: estos consejos de laicos son también espacios de formación y pueden establecerse en cada diócesis, en la iglesia de cada país y abarcar tanto a los movimientos de apostolado como a los laicos que, estando comprometidos con la Evangelización, no están integrados en grupos apostólicos.»

¿Cuáles son las formas orgánicas que pueden acompañar este proceso? A mi me parece que en el marco de la crisis contemporánea que está viviendo el mundo, es bastante claro que la transformación más fuerte que vivimos es la puesta en cuestión de normas de organización que en otros momentos se pensaron válidas en la constitución del Estado y la sociedad. Nosotros vemos hoy con bastante reiteración las crisis de los partidos políticos, las crisis de los sindicatos, las crisis de múltiples formas de configuración social, etc.  Estos modelos de organización que se pensaron en un momento del tiempo y que fueron aptos de acuerdo a los desafíos de su época aparecen sometidos  a una fuerte crisis de impotencia. Se me ocurre que algo similar sucede con las formas eclesiales donde de alguna manera los modelos, los moldes, que uno pensó validos en un cierto periodo, hoy, no son adecuados para enfrentar el futuro.

En los años treinta y cuarenta existieron cristianos que formaban parte de toda una generación católica-argentina, la generación del nacionalismo católico, que tenían sus grupos eclesiales, los cursos de cultura católica, una serie de ámbitos de reunión y de identificación, y que generaron tal protagonismo que en una cierta época uno encontraba gente que formaba parte de tal partido político o tales grupos sociales, y que pertenecían a un grupo que había participado de formas orgánicas comunes. Hoy pareciera que debemos encontrar las herramientas adecuadas para poder organizar este laicado que se tiene que hacer presente en esta vida social, cuya formación no ha de ser como grupo elitista, sino que además tiene que tener la capacidad para abarcar desde lo orgánico a todos esos sectores que son cristianos, que cumplen su misión de otra forma y que por ahí no tienen un rasgo de identificación que pueda ser el adecuado. Ahí me parece que el documento presenta otro desafío en la linea del protagonismo laical.

En el número siguiente el documento se refiere a otro elemento que creo que aparece como un rasgo esencial hoy en la acción evangelizadora. Cuando antes se buscaba formar un cristiano, con la formación en el seno de la familia, con el catecismo, se daban pautas que de alguna manera conformaban un estilo de vida y marcaban a la persona por un periodo de tiempo bastante extenso. En la actualidad se nota que esta formación no puede limitarse sólo a aquél elemento. El documento pide: «incentivar una formación integral, gradual y permanente de los laicos mediante organismos que faciliten la «formación de formadores» y programen cursos y escuelas diocesanas y nacionales, teniendo una particular atención a la formación de los pobres.»(n.99).

El tema de la formación, aparece en este sentido como una tarea  fundamental. Sabemos que todo el sistema educativo en general, padece una crisis de formas organizativas. La tarea de formación  se piensa en un marco de descentralización (escuelas diocesanas, cursos, seminarios, conferencias, etc.) que puedan efectuarse en el despliegue de la geografía, que al mismo tiempo tengan muy presente no solamente la formación de los profesionales, o de las elites más ilustradas, sino fundamentalmente a los sectores más pobres. Este sería otro elemento importante a tener en cuenta.

Por otro lado, en el mismo n.99 se habla de la necesidad de establecer y adecuar una «pastoral especifica para cada sector», reconociendo que no puede elaborarse un plan pastoral similar para repetir en cada uno de las áreas, sino que hay que encontrar para cada sector cuál será la forma más adecuada. El documento dice: «Los pastores procuraremos como objetivo pastoral inmediato, impulsar la preparación de laicos que sobresalgan en el campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación social, de la cultura y del trabajo.» Esto sería como la formación de lideres, de dirigentes. Y sigue: «Estimularemos una pastoral específica para cada uno de estos campos...». Cada uno de estos campos requiere una forma pastoral adecuada.

En el caso de la evangelización de los empresarios hay más antecedentes, está la ACDE, toda al obra del padre Moledo, etc., que generó toda una corriente. Otra cosa es saber si los dirigentes son cristianos o no, este es otro problema que no vamos a evaluar ahora.

Sigue: «...de tal manera que quienes estén presentes en ellos sientan todo el respaldo de los pastores.» Este es un tema bastante importante de la desconexión que hablábamos hace un rato entre pastores y laicos comprometidos. Existen muchos dirigentes gremiales argentinos que no solamente porque se habían formado en el mundo eclesial, sino que por sus propias convicciones, seguían muy vinculados a la fidelidad del evangelio, sin embargo sus encuentros con obispos o con los agentes de la pastoral era más contactos políticos que pastorales, no había un acompañamiento en esa misión desde la tarea y la actividad pastoral.

El documento culmina con algo que sintetiza lo que venimos diciendo. En el n.100 habla de «favorecer la organización de los fieles a todos los niveles de la estructura pastoral, basada en los niveles de comunión y participación y respetando «la libertad de asociación de los fieles laicos en la iglesia»

Santo Domingo no da un modelo organizativo. Esto tiene que ver con el desafío de esta etapa y la crisis de la que hablamos. Plantea que hay que encontrar cuál es la forma organizativa adecuada para este momento. La propuesta del modelo va a venir de los que hagan la experiencia en el campo concreto.

Corresponde al mismo laicado la responsabilidad de generar ámbitos de encuentros donde pueda prevalecer esta forma de organizar la pertenencia estimulando la comunión y la participación, donde no se reduzca a un grupo restringido, sino que se haga vigente con la participación de todos los protagonistas incluidos en esa acción y buscando las formas que habrá que ir creando a partir de descubrir los desafíos en cada ámbito.

6. El compromiso de los laicos ya insertos

Hasta aquí hemos tenido en cuenta estos elementos que surgen del documento. Nosotros sabemos que en este ancho campo del mundo, es un espacio que lo podríamos delimitar y circunscribir desde muchas ópticas, incluso hasta buscar múltiples cruces que además tienen que ver con la vocación en la que cada uno de los laicos se encuentra comprometido o con el trabajo o el mundo laboral, que a veces no eligió uno y se encuentra inserto.

Ha habido iniciativas en nuestra iglesia, que se multiplicaron  desde el Concilio hasta hoy, por profundizar esta experiencia de presencia en los campos del compromiso social. Pero pareciera que la mayoría de las reflexiones dan cuenta exclusivamente de lo que ha venido sucediendo en las elites cristianas. Los militantes de la JUC o JEC, que tuvieron fuerte presencia en su tiempo, y mucho después en formas sociales muy diversas, se movieron  en las esferas más restringidas de las elites.

Yo conozco un solo ámbito donde la iglesia hizo el esfuerzo al revés, tratando de reunir y trabajar con aquellos cristianos presentes en ese ámbito y no habían ido a insertarse en ese ámbito, sino que eran cristianos ya metidos, era el grupo de pastoral obrera.

Debemos ser capaces de crear no desde un modelo apriori, sino desde la realidad cual es la respuesta más apta para el compromiso en ese ámbito.

Hoy no cabe duda de que este compromiso social es necesario. En la época del ’70 nos peleábamos con otros movimientos de iglesia que decían que los laicos tenían que estar a una distancia del compromiso social, hoy todos han advertido la necesidad de insertarse en lo social. Lo que creo es que todavía no tenemos un perfil muy claro. De aquella vieja tentación de la pastoral, como la llama Dussell de nueva cristiandad, donde la iglesia se plantaba en forma paralela a la sociedad y se creaba el partido Demócrata Cristiano, la Universidad Católica, el diario católico El Pueblo. Esto fue abandonado como modelo y existe conciencia de la ineficacia de evangelizar a partir de crear un mundo paralelo, aunque todavía quedan muchos interrogantes acerca de cómo se transita en este camino de evangelización desde los espacios reales.

Nosotros vimos dos puntas de forma global y abstractas, después, desde la participación concreta, surgen otras variadas alternativas que habrá que recorrerlas, pero es importante visualizar el sujeto real.

En esa pretensión de los cuadros cristianos de insertarse en un ámbito y ser los sujetos de evangelización en ese medio, hay un cierto elitismo al desconocer que hay otros agentes evangelizadores que participan de esa religiosidad popular que son activos y eficaces miembros que impulsan la evangelización.

Una tarea como esta es imposible hacerla solo con una elite de gente muy capacitada si uno no reconoce el protagonismo evangelizador de todos esos sectores de nuestro continente, y que además son sectores extensos que han venido participando activamente del proceso de construcción social.

7. Promoción humana y Nueva Evangelización: nuevos caminos para nuevos tiempos.

El capítulo de Promoción Humana es también bastante importante desde el punto de vista de la presencia de los laicos. Es un capítulo que está dividido en nueve temas donde en cada uno de ellos se plantea lo siguiente: un planteo de la situación, los desafíos pastorales y líneas pastorales a seguir, es decir, la convocatoria a la acción. En casi todos los números se hace referencia al compromiso de los laicos y se los descubre como esencial para hacerse presente la iglesia.

¿De qué manera se puede llevar a cabo la acción transformadora en este contexto en donde «lo anterior» ya no es absolutamente válido? La duda no es tanto hacia el compromiso, sino en cuanto a cómo se transforma la realidad social. Es preciso buscar los caminos que permitan  una práctica eficaz  en este medio. Pero esta duda no es solamente de los agentes evangelizadores. Si uno tuviera que definir la situación contemporánea y tuviera que ponerle un signo propondría la incertidumbre, es decir que todos hoy participan de esta incertidumbre: los políticos, los economistas, los dirigentes, los empresarios, etc. Nos encontramos ante una crisis global de grandes dimensiones. No solamente los argentinos o los latinoamericanos nos encontramos ante esta encrucijada. Se trata de una crisis mundial, por lo cual abunda la duda, el desconcierto.

Tenemos la experiencia milenaria de cómo se pueden atravesar los periodos de crisis. Los periodos de crisis encierran característica muy cuestionadoras. Cuando hay un derrumbe de un modelo algunos lo viven como que se acaba el mundo, con gran escepticismo, «se acabaron las utopías» (san Agustín creía que se acababa el mundo cuando venían los bárbaros, los universitarios creen que se acaba todo cuando desaparece el Estado patrocinando las universidades, etc.). Pero simultáneamente sabemos que toda crisis es una invitación a la creatividad para superar los obstáculos, uno tiene la audacia y la ilusión de creer que de las crisis se sale como superando los problemas y teniendo en cuenta que, siendo protagonista de la resolución, uno va a poder (pesar?) en la manera de resolver esta cuestión.

En primer lugar el camino de los cristianos ante la situación de la crisis no es abstenerse hasta que todo sea claro sino de meterse adentro y buscar con los otros para ver como hacemos para resolver todo esto, el que no esté claro el camino de compromiso o las formas de organizaciones no es tanto un impedimento para no ejercer el protagonismo sino más bien una convocatoria, un llamado. Es descubrir que en este momento hay un llamado, pero para este llamado no hay una invitación muy clara acerca de la forma más adecuada, esto es lo que tenemos que comprobar y experimentar.

Uno puede saber por experiencia cuales son las formas menos convenientes, qué caminos no son alternativas viables, pero no sabe demasiado cómo son las respuestas eficaces.

Pareciera sí que hay fenómenos vigentes en la sociedad que están escondidos y que afloran ante la fuerza de alguna convocatoria, por ejemplo las peregrinaciones juveniles a Luján, el fenómeno del rock nacional, etc. Hay energías fuertes en la realidad que tenemos que descubrir dónde están, tanto en el plano religiosos como en el plano social, y no es que no estén descubiertas por un obispo o por un cura, no está descubiertas por casi nadie.

El fenómeno de crisis actual desarticuló todas las maneras de resolución a las que estábamos acostumbrados durante muchos años (el Estado benefactor, las maneras de resolver las necesidades sociales, etc.), pero no surgen al otro día nuevas maneras de resolución, es más bien un periodo donde la búsqueda se orienta a buscar cuales son los caminos adecuados.

Así como muchas veces los pueblos descubren caminos por vía intuitiva que las elites no han podido descubrir pese a su reflexión, tenemos que estar atentos para ver cómo aparecen en la realidad líneas de resolución, caminos de despliegue de ciertas energías sociales, pero sería muy tonto esperar a tenerlo resuelto para ver cómo comprometerse.

Yo creo que en este momento aparecen modelos ideológicos que intentan resolver el conflicto, son esas «modas de culturas», la última fue el neoliberalismo y estamos viendo cuales son los efectos de la aplicación de este modelo, que son muy contrarios a lo esperado.

Esto que aparece como una duda, pero no una duda de algunos sino extendida por la naturaleza de la crisis que estamos atravesando.

El camino de la comunión nos tiene que llevar a poder confrontar el discernimiento de este momento.