La imagen de la Eucaristía, la fractio panis, la hallamos bien
expresada en la catacumba de Priscila y nos evoca lo que debía ser el rito
esencial que se celebraba en todos los títula, en las varias domus
ecclesiae, como aquellas que existían aquí en el Transtíber (títula
de Cecilia, Crisógono, Calixto). La fracción del pan no era un ademán que
abriera un ágape cualquiera, sino que estaba rodeada por todo un conjunto
litúrgico: canto de los salmos, lectura de los profetas, homilía del celebrante,
etc. Entre las varias representaciones de banquetes alusivos a la Eucaristía
elegimos profundizar la de la catacumba de Priscila, donde hay una mujer
cubierta con velo entre los comensales. En un banquete cualquiera, en el mundo
pagano, una mujer con velo no tenía sentido. Al lado hay siete canastillos de
panes, que son el elemento clave que especifica el significado simbólico
eucarístico de la escena.
En el cementerio de San Calixto, en el área de Lucina, reaparecen en otra
pintura los mismos canastillos de panes, acompañados de un pez: ciertamente
evocan el milagro de la multiplicación de los panes en el desierto; pero debajo
de los canastillos y el pez está la hierba. El pintor quiso traer a la memoria
ese milagro, pero puso entre los juncos del canastillo, dabajo de los
panecillos, un vaso de vino tinto. En el desierto Jesús no dio a beber vino,
sino que habló claramente de que aquel milagro lo hacía en previsión de alguna
otra cosa. Los panes, si bien evocando el milagro del desierto, expresan, con la
presencia del vino, la Eucaristía. Volviendo a la pintura de la fractio panis
en la catacumba de Priscila, el ademán eucarístico es indicado y cumplido
muy bien por el presidente del banquete representado en la cabecera de la mesa
(en el mundo antiguo el personaje más importante se colocaba en la cabecera de
la mesa).