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La cuestión del origen del Universo
Por Jorge Balvey

 

I. Dificultades de la ciencia para avanzar en el conocimiento del origen
En el siglo XX, el progreso en el conocimiento de los cosmos en sus primeros instantes de existencia ha acercado mucho la Ciencia a la Biblia. El primer punto que parecía conflictivo era precisamente Génesis I, 1: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra». Estas palabras implican:
-que hay un principio, un comienzo temporal del universo
-que el universo tiene un Autor que no es temporal, sino absolutamente trascendente.
Según sus creencias religiosas los científicos se han decantado por uno u otro modelo del universo. Los alérgicos a la Biblia han puesto todo su empeño en explicar el universo de tal manera que Dios no fuese necesario como hipótesis de trabajo. La manera de no necesitar la existencia del Creador ha sido la de imaginar un universo eterno. Si el universo es eterno, no tiene comienzo y parece que no necesita un autor, se basta a sí mismo, es autosuficiente.
Ahora bien, esto es un error, porque aún en la hipótesis de que el mundo hubiera existido “siempre”, tampoco sería autosuficiente, como bien advirtió en el siglo XIII Tomás de Aquino. Según santo Tomás, aunque el mundo fuese eterno no daría explicación de sí mismo y su contingencia reclamaría la existencia del Creador.
Según Tomás:
a) filosóficamente no se puede demostrar que el mundo no es eterno.
b) los argumentos a favor de la eternidad del mundo no conducen a conclusiones necesarios: «tales argumentos no obligan a establecer la eternidad del mundo».
c) tanto si fuera eterno como si no lo es, el universo no es autosuficiente; implica al Creador.
Ver Tomás de Aquino, S. Th., De los principios de la naturaleza. Sobre la eternidad del mundo, 1.
Los “físicos inmovilistas”. Es más fácil reconocer que el universo es creado si se sabe que es temporal, es decir, que ha comenzado en el tiempo o con el tiempo. De ahí que científicos no creyentes sostienen la eternidad del cosmos con tal de no coincidir con la Biblia. De ahí que la ciencia haya tenido que recorrer un largo y arduo camino antes de aceptar desde la física, un «principio» (comienzo temporal) del universo.
El siglo de las luces (s. XVIII) retardó muchísimo la comprensión del creacionismo.
Se cuenta que Napoleón preguntó a Laplace qué lugar ocupaba Dios en su teoría física:—«Señor, respondió el físico- no tengo necesidad de esa hipótesis». Esto sólo podía ser considerando al universo autosuficiente, por lo tanto, eterno.
Sin embargo, el siglo XX es el siglo en el que se impone entre los cosmólogos la teoría del Big-Bang (Teoría de la Gran Explosión) como origen del universo, instante en que tuvieron comienzo el espacio, el tiempo y la materia, con otras palabras, el «momento de la creación». Esta teoría estaba ya de algún modo en los antiguos teólogos, que reconocían la creación, con la cual comenzó el tiempo y no antes.
II. El concepto de creación en otras religiones../
II. 1. En algunas otras grandes religiones –hinduísmo, mazdeísmo y taoísmo, nacidas todas ellas, curiosamente, en el mismo siglo VI a. de JC.- también se encuentra, pero con menos precisión. Pero es en Génesis 1, 1 (s. VI antes de JC) donde se encuentra dibujado con precisión el concepto de creación.
Advirtamos que en las cosmogonías míticas que intentaban dar razón del origen y orden del universo todo está mezclado, dioses y criaturas, mientras que en el Génesis Dios permanece fuera de todo lo creado y, por el contrario, es creado todo lo que no es Dios; el sol y la luna no son dioses, no hay hombres-dios.
Por supuesto todos los Padres y doctores de la Iglesia tienen desde el principio muy clara la idea de creación, ausente, por cierto, en la filosofía griega. Aristóteles alcanzó a conocer a Dios como Primer Motor y Pensamiento (Pensamiento que se piensa a sí mismo y mueve atrayendo al modo de causa final)
III, 3. El origen moderno de la Teoría de la Gran Explosión
1. En el siglo XIII, el teólogo judeo-español Nashamánides (1195-1270), con un adelanto de más de siete siglos presentó ideas que prefiguraban de un modo sorprendente la futura Teoría de la Gran Explosión o Big Bang. En su Comentario sobre la Torá, escribe la siguiente:
En el mínimo instante subsiguiente a la creación, toda la materia del universo estaba concentrada en un lugar muy pequeño, no mayor que un grano de mostaza. La materia, en ese momento, era tan poco densa, tan intangible, que carecía de sustancia real; pero tenía, sin embargo, el potencial para ganar sustancia, formarse y convertirse en materia tangible. A partir de esa contracción inicial de sustancia intangible en un lugar minúsculo, la sustancia se expandió, y expandió el universo al mismo tiempo. Con el progreso de la expansión, se produjo un cambio en la sustancia; de ser inicialmente incopórea e intangible, pasó a adquirir los aspectos tangibles de la materia tal como la conocemos. A partir de este acto inicial de creación [...] se formó todo lo que existe y todo lo que existirá, todo lo que fue, es y será (citado por L. Schroeder, El Génesis y el Big Bang, cap. 3, p. 85, Ed. B, Barcelona, 1992).
Es impresionante ver cómo desde Génesis 1,1, pudo Nashamánides tener una intuición tan profunda del “modelo” de universo que hoy se reconoce casi universalmente en el mundo científico y que vamos a resumir a continuación.
2. Siguen los modelos creacionista y no creacionista (panevolucionista) básicamente igual hasta el siglo XX
3. Un acontecimiento relevante, aunque todavía no novedoso por cuanto se refiere al problema del origen: la Teoría de la Relatividad General establecida por Albert Einstein en 1915. Se trataba de un conjunto de ecuaciones que hacía posible expresar en fórmulas toda la cosmología. Es famosísima la fórmula e=mc2, que revoluciona la física moderna, pero no parece alcanzar a la cuestión del comienzo.
4. En 1927 George-Henri Lemaître, cosmólogo belga, partiendo de las ecuaciones de Einstein, predijo, por cálculo, que vivimos en un universo que se hincha como un globo, que se expande y que las galaxias huyen de nosotros como los cascotes de una granada que estalla. En 1931 formula la Teoría del Átomo Primitivo, en el cual se concentraba toda la materia y la energía que hoy conocemos. El Universo nació de la explosión de ese Átomo Primitivo. La explosión explica fácilmente la actual “fuga” de las galaxias observada por los astrónomos, descubierta en 1929 por Edwin Hubbel.
La teoría de Lemaître tuvo poco éxito. ¿Por qué? Porque se parecía demasiado a Génesis 1, 1. Equivalía a reconocer que el Universo no es eterno. Para mayor descrédito, Lemaître era sacerdote.
Einstein se resistía a reconocer la Teoría de la Gran Explosión, no por motivos antirreligiosos, no era beligerante con la religión. Lemaitre habló con Einstein del universo «histórico», pero no le prestó interés; prefería un universo no en explosión y expansión, sino finito, eterno, relativamente tranquilo, curvo, encerrado en sí mismo. Por eso, cuando Lemaître le habló de su teoría, Einstein replicó con cierta displicencia: «Esto recuerda demasiado al Génesis, se nota que es usted sacerdote». Pero, años más tarde, Einstein rectificaría, reconociendo la evidencia científica que le superaba. Einstein había sido superado en virtud de la física de Einstein: vivimos en un universo que se expande ante nuestros ojos a una velocidad increíble, su radio crece sin cesar, como un globo inconmensurable que se hincha constantemente.
5. Comienza el gran debate entre creacionistas y anticreacionistas.
Stefan Hawking escribirá en su Historia del tiempo: “A mucha gente no le gusta la idea de que el tiempo tenga un principio, probablemente porque suena a intervención divina”. Parece reconocer que ha sido por motivos religiosos que se busca alternativa al Big Bang y se propone la Teoría del Universo en Estado Estable o Estacionario, que no necesitaba la existencia de un Creador al principio del tiempo y evita el Génesis. Fue muy bien acogida por el marxismo; la materia era eterna y se encontraba en un proceso de evolución siempre ascendente.
4. Tuvieron que pasar dieciséis años de marginación de la Teoría de la Gran Explosión. En 1948, George Gamow presta atención a Lemaître y con Ralph Alpher y Robert Herman, desarrollan la teoría del Big Bang. Éstos, como consecuencia del estudio de semejante modelo de Universo predijeron que la radiación abrasadora de luz y calor del globo de fuego primordial, enfriada sin cesar durante miles de millones de años por la expansión del cosmos, ¡aún se hallaría presente en él!.
5. Quince años más tarde, en 1964, Arno Penzias y Robert W. Wilson comprueban al captar, casualmente, por medio de una sofisticada estación de radio, el eco o ruido de la Creación: unas microondas de radio que fueron identificadas como las reliquias de la Gran Explosión.
6. En 1964, George Smoot y otros, con el satélite COBE, estudian tales microondas y descubren en ellas la imagen del Cosmos cuando sólo tenía 300.000 años de edad. Confirmaron así la teoría del Big Bang.
7. En el último cuarto del siglo XX se consolida la teoría de que el universo ha tenido un origen. Algunos suponen que la gran explosión aconteció hace unos quince mil millones de años en un resplandor de luz y energía.
8. La abrupta emergencia del mundo desde la nada con el big bang parece guardar concomitancias con el «fiat lux» del Génesis. De todos modos, la idea de creación no equivale a un inicio cronológico. Sería un error pensar que el Génesis confirma la teoría del Big Bang o que el Big Bang confirma Génesis 1, 1.
Pero es indudable que de la teoría del Big Bang al “Dios creó” hay sólo un paso, que ha de dar no la física, ya que no tiene método para ello, sino el físico, que sí tiene método, el discurso racional.
De otra parte, del “En el principio Dios creó...” a la “simpatía” con la teoría del Big Bang no hay más que un paso, porque se combina muy bien con el hecho de la creación ex nihilo (por Dios a partir de nada), por el Ser que por Sí mismo es la plenitud del Ser.