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La ideología neomalthusiana

 

 

Por Juan José Sanguineti *



"Nos sentimos obligados por la justicia y el honor a negar formalmente que los pobres tengan derecho a ser ayudados". Robert Malthus, autor de esta afirmación, había llegado a pensar seriamente que era necesario extinguir a los pobres, que constituían una amenaza contra el equilibrio social, por medio de la reducción de su natalidad. No se trataba de combatir la pobreza, sino a los pobres: los derechos de las personas no se contemplaban en su política económica.



Las tendencias antinatalistas, tan difundidas en la actualidad, siguen pensando de la misma manera. En contraste con el mandato del Creador, "procread y multiplicaos, y henchid la tierra", esas ideologías pretenden reconocer el derecho a la vida sólo a unos pocos privilegiados, que nunca habrían de poblar demasiado la tierra.

La extensión de este fenómeno hace conveniente que describamos a grandes rasgos su trayectoria histórica, la concepción del hombre en que se basa y las consecuencias que está produciendo.


1. Las ideas de Malthus

1.1. Thomas Robert Malthus (1766-1834) fue un pastor anglicano de una parroquia rural de Inglaterra, y uno de los más importantes

economistas de la corriente liberal clásica, junto con Adam Smith y David Ricardo. En 1798 publicó bajo el anonimato su obra "Ensayo sobre los principios de la población" (An Essay on the Principles of Population), en donde expone sus ideas económicas. En su opinión, el continuo aumento de nacimientos provocaría muy pronto graves crisis sociales. Sin tener en cuenta las causas imprevisibles (guerras, epidemias, etc.), el número de habitantes del planeta crecería al ritmo de una progresión geométrica, mientras que la provisión de alimentos lo haría sólo en progresión aritmética (ley formulada por intuición, pero no demostrada). Estando limitada la cantidad de la población por la cantidad de los recursos naturales disponibles, era preciso restringir el número de nacimientos para evitar el advenimiento de una enorme miseria mundial.

1.2. Con vistas a este fin, Malthus preconizaba el empleo de medios honestos (retraso del matrimonio, celibato y continencia conyugal), procedimiento que denominó moral restraint, por contraposición a lo que impropiamente llamó prudential restraint, es decir, al abuso del matrimonio por medio de prácticas contrarias a la natalidad, que el reconocía como inmorales. Las medidas restrictivas, por otra parte, debían aplicarse entre las clases indigentes. En esta línea, Malthus propugnaba abolir la asistencia a los pobres, y concretamente la Poor Law, que imponía tasas de contribución en su ayuda y exigía el establecimiento de asilos parroquiales. A muchos industriales no les desagradó la idea, pues mientras mantenían los salarios a nivel de subsistencia individual, podían incluso considerarse como benefactores de la humanidad.

Desde el punto de vista meramente económico, la experiencia se encargó de desmentir la ley malthusiana. El economista inglés no había previsto la eficacia de la técnica, que crea posibilidades de incremento productivo capaces de superar a los avances demográficos. A partir del siglo pasado, el mundo ha experimentado un crecimiento extraordinario de las subsistencias; si desde 1850 hasta ahora la población mundial ha aumentado en más de 2 veces y media, la producción lo ha hecho en más de 9 veces. En una perspectiva más profunda, se ha de notar que la tesis de Malthus procede de su concepción biologista de la lucha por la vida (que posteriormente influiría en Darwin), según la cual las razas se reproducen en base a la ley de la supervivencia del más fuerte y la eliminación de los débiles. De ahí su fondo esencialmente amoral.

2. E1 neomalthusianismo y su difusión

2.1. El neomalthusianismo es la doctrina que, acogiendo el supuesto problema malthusiano de la superpoblación, se propone resolverlo por la reducción artificial de los nacimientos (anticoncepción, aborto y esterilización son los medios principales para conseguirlo).

2.2. La verdad es que las prácticas anticonceptivas ya se estaban extendiendo a gran escala especialmente entre las clases altas en Francia, desde finales del siglo XVIII. El anticoncepcionismo encontró en la doctrina de Malthus una tranquilizadora justificación "científica", una cobertura socio-económica de los impulsos del hedonismo. En la nueva síntesis neomalthusiana, el homo economicus viene a fundirse con el homo animalis. Así, a fines del siglo XIX la limitación de la natalidad llegó con amplitud a Inglaterra, Alemania y Suecia, y poco a poco se fue extendiendo por casi todos los países desarrollados.

2.3. Pero si la moral restraint de Malthus debía llevarse a cabo únicamente en los estratos menos favorecidos de la sociedad, las prácticas neomalthusianas, al revés, suelen comenzar por las clases más elevadas, que aunque carezcan de una aparente motivo económico para ello, son alabadas por la propaganda debido a su sentido de "responsabilidad" ante los problemas sociales. Posteriormente, en los sectores más pobres la limitación de nacimientos ha sido impuesta por las continuas campañas publicitarias. Así ha sucedido en los países subdesarrollados, donde el birth control se introdujo después de la última guerra mundial, debido ala iniciativa de algunos organismos de las Naciones Unidas y de los EEUU (en particular, la Fundación Rockefeller). Son indicativas estas palabras de Johnson a los delegados de la ONU, en junio de 1965: "Procedan teniendo en cuenta que 5 dólares invertidos en la tarea de limitar la población valen tanto como 100 dólares destinados al progreso económico".

2.4. Este tipo de propaganda se ha basado con frecuencia en la manipulación de datos y estadísticas, lo cual demuestra una actitud poco sincera que subyace en los mismos planteamientos. Son conocidos, por ejemplo, los alarmantes datos que hace algunos años la FAO propaló sobre el hambre en el mundo, y que más tarde se vió obligada a desmentir. Obras que han circulado con estruendoso éxito por todas partes, como "La Bomba de la población" (The Population Bomb) de Ehrlich, y "Los límites del crecimiento" (The Limits to Growth) del Club de Roma, han sido plenamente desautorizadas por estudios más serios .

2.5. La presión psicológica se ejerce también desprestigiando a las familias numerosas, cuya conducta sería antisocial y poco comprensible. El uso de los anticonceptivos se presenta como índice de una educación moderna, e incluso como parte de las buenas costumbres: "Entre todos los aspectos del desarrollo social -afirma Robert McNamara, Presidente del Banco Mundial y ex-secretario de Defensa de Estados Unidos-, parece que el mayor" nivel educativo es el más fuertemente asociado con una fertilidad más baja". La propaganda vincula la contracepción a la independencia de la mujer, quien, libre de la "carga" de la maternidad, alcanza la plena igualdad con el hombre y puede competir con él eficazmente en todas las profesiones.

2.6. Por si no bastara la presión que se ejerce sobre millones de personas a través de las instituciones educativas y sanitarias, de las reiteradas campañas de prensa y congresos anunciando próximas calamidades, los neomalthusianos llegan a sostener la necesidad de imponer el control natalicio de modo coactivo, pues superar un determinado límite en el número de hijos se configuraría como un verdadero delito, tan punible como los demás. Así lo afirma McNamara, con palabras que no esconden un fondo totalitario: "Un número de gobiernos se están moviendo en la línea de la coacción (...). Unos pocos están considerando la imposición de directas limitaciones legales sobre el tamaño de la familia, con sanciones que las refuercen. Ningún gobierno quiere realmente recurrir a esto. Pero tampoco puede un gobierno dejar que la presión de la población crezca hasta el punto de que las frustraciones sociales desencadenen finalmente una violencia irracional y la desintegración civil". En la India, por ejemplo, el poder público obligó a que los hombres con dos hijos fueran esterilizados (entre abril y junio de 1976 hubo alrededor de 2 millones de esterilizaciones). Algo semejante ocurre en los países comunistas, en los que el control de la población se utiliza o se abandona según la conveniencia económica del momento, acudiendo con preferencia al aborto.

2.7. En definitiva, la lógica de Malthus se ha extendido a todo el mundo, constituyendo un ilustrativo punto en común entre los países liberales y socialistas.

3. La concepción neomalthusiana del hombre

3.1. Para resolver a fondo un problema, es preciso ir a la raíz. El neomalthusianismo argumenta desde motivos económicos poco consistentes (la pretendida falta de recursos), pero sería un error hacerle frente exclusiva o principalmente en este terreno. Pues aunque científicos competentes han demostrado que existe una gran abundancia de bienes, es condición natural de la existencia humana que al hombre le sea laborioso resolver sus necesidades materiales. Además, nunca se podrán alejar del todo las posibles dificultades para un futuro sobre el que no podemos pretender poseer una seguridad matemática. Por esto, si se aportan sólo datos económicos para desautorizar las previsiones demográficas alarmistas -cosa ciertamente útil-, no se resuelve completamente la cuestión, a menos que se acuda a principios más elevados. Hoy muchos reconocen, por ejemplo, las graves crisis económicas a que puede llevar un anticoncepcionismo desmedido (envejecimiento de la población e incluso peligro de extinción, decadencia del potencial económico, etc.), pero estas advertencias por sí mismas no tendrían más efecto que el inducir a una mayor moderación en la planificación familiar (por ej., pasar del ideal de dos hijos, al de tres). Es así como han actuado los países comunistas, pasando de períodos anticoncepcionistas a épocas de estímulo a las familias numerosas.

3.2. Ir a la raíz significa aquí abordar el problema desde un punto de vista ético, puesto que nos encontramos ante un problema que se debe resolver según las exigencias de la naturaleza humana, la dignidad de las personas y la esencia del matrimonio. Si el hombre fuera un simple animal, no habría dificultad alguna en regular artificialmente su reproducción, el mejoramiento de la especie, su número y distribución geográfica, etc., con eficaces procedimientos físico-coactivos, admitiendo hasta la eliminación de los individuos inconvenientes. Así obramos con los animales, pues lo que vale en este caso no es tanto el individuo como la especie, y ésta en función del servicio al hombre. Pero no es lícito actuar de este modo sobre las personas humanas, que tienen una naturaleza espiritual y la libertad, un orden directísimo a Dios, y que por tanto deben usar del cuerpo en conformidad con los deberes morales. En otras palabras, no podemos hacer lo que nos place con nuestra vida física ni con la ajena: por eso son crímenes el suicidio, la mutilación, la eliminación de los débiles, el sometimiento a esclavitud, etc. Del mismo modo, el matrimonio se ordena intrínsecamente ala procreación y educación de los hijos; hacer uso, o mejor dicho, abuso del matrimonio excluyendo esa finalidad, por cualquier motivo que sea, es una conducta deshonrosa que rebaja moralmente a los que incurren en ella, porque en realidad -pese a esos motivos aducidos- se da rienda suelta al instinto en una pura búsqueda del placer sensible.

3.3. Ninguna dificultad socio-económica, a nivel familiar o a escala mundial, puede justificar el uso del matrimonio fuera de su fin natural, puesto por el Creador. Aunque en algunas circunstancias el hombre se viera aquejado por notables inconvenientes para ello, siempre debería buscar una solución digna que, si quiere, encontrará. Es posible que llegue a darse un problema real de superpoblación en ciertos casos, pero si se parte del respeto al matrimonio, ese problema estará bien planteado y se podrá resolver adecuadamente; así como todos están de acuerdo en que muchas otras dificultades no se pueden solucionar eliminando a los individuos, suprimiendo su libertad, etc., aunque económicamente fuera más rentable.

3.4. El neomalthusianismo no es una simple solución marginal que debe rechazarse. Entraña una visión animalizada del hombre, íntimamente ligada al aborto, la eutanasia, el divorcio, la manipulación genética, la práctica del suicidio, y ¿por qué no?, el terrorismo. No es casualidad que ahora presenciemos en el mundo una proliferación inigualada de estos males. El neomaltusianismo es una manifestación correcta de la ideología materialista.

4. La cuestión demográfica

4.1. El argumento económico de la tesis neomalthusiana es la falta de recursos ante una población en aumento. La verdad es que el crecimiento demográfico, que en sí mismo es eminentemente positivo desde todos los puntos de vista, comporta -como es lógico- la necesidad de un mayor esfuerzo en el aprovechamiento de los recursos naturales, una mayor inventiva y una mejor distribución de los bienes, problemas todos que son siempre abordables por el hombre. La presión de la población en aumento es un factor de progreso, que mueve a los hombres a sacudir su pereza y a mejorar las técnicas de producción, a no malgastar los recursos, a evitar el ocio y la utilización de excesivos bienes superfluos. Los economistas contemporáneos valoran cada vez más el factor numérico humano entre las condiciones de desarrollo: "el aumento-de la población -afirma Kuznets, premio Nobel de Economía de 1971- es una característica distintiva y condición del crecimiento económico moderno". Al crecer la población, se multiplica el potencial de trabajo humano y se hace posible el sostenimiento de las grandes industrias y de las llamadas "economías de escala", que sólo son rentables en el marco de una sociedad de grandes dimensiones. "La prosperidad económica de una sociedad no se puede mantener sino conservando una población activa más numerosa que la población no activa (niños, enfermos y retrasados). Además, hace falta que la parte que los jóvenes desempeñan en esta población activa sea preponderante: ellos son la fuente de la vitalidad y del dinamismo económico de esta población".

4.2. De hecho, se puede comprobar históricamente cómo las etapas de expansión cultural, material, etc., de los países van normalmente precedidas y acompañadas por un elevado crecimiento demográfico. Y más en concreto, a partir del siglo pasado se ha producido un salto en el ritmo de crecimiento de la población, debido a los avances de la medicina, que reducen los índices de mortalidad. Pero al mismo tiempo se ha verificado un avance mucho más vertiginoso en la producción alimenticia, hasta tal punto que el nivel de vida de nuestro tiempo no se puede ni de lejos comparar con el de los siglos pasados.

4.3. Esto no significa que en determinadas circunstancias no hayan existido problemas reales de alimentación. Pero no raramente estos problemas se han agudizado, junto a otros factores, debido a la negligencia humana, a una política económica injusta, o a la gran desigualdad del empeño puesto en este asunto en comparación con el manifestado en otros sectores. Las aparentes dificultades de superpoblación son, en realidad, problemas de una distribución o utilización deficiente de los bienes materiales. Por otra parte, si hoy en muchos sitios es difícil sacar adelante una familia numerosa, esto no se debe tanto a causas naturales, sino a que los hombres lo hacen más costoso, al plantear la economía y la misma urbanización de un modo desfavorable para la familia (por ej., la construcción sistemática de viviendas con poco espacio). En otras palabras, muchas legislaciones parten del a priori anticoncepcionista, para organizar la economía de tal modo que esté destinada únicamente ala sustentación de las familias poco numerosas, de manera que el tener muchos hijos suponga una serie de dificultades que exigen en las personas rectas un notable esfuerzo para superarlas.

4.4. Ante la realidad de la suficiencia sobrada de recursos naturales existentes, los argumentos neomalthusianos suelen poner el acento en las catástrofes futuras, cuando la tierra esté más densamente poblada que ahora. Se pueden, desde luego, desmentir esos cálculos alarmistas, y demostrar -como se ha hecho- que la mayoría de los territorios habitables del planeta está despoblada, y que los recursos de la tierra, contando sólo con las técnicas actuales, serían suficientes para los siglos venideros, y sobreabundantes si se aplicaran en todos los sectores y se aprovechara toda la tierra disponible para los cultivos, de lo cual todavía estamos muy lejos; por otra parte, es impensable que el hombre no vaya a descubrir nuevos modos de aprovechar las enormes potencialidades de la naturaleza, que aún hoy no conocemos perfectamente. Estas consideraciones, sin embargo, no dejan de ser hipotéticas, estando sujetas a una continua revisión, ante el número imprevisible de variables que pueden entrar en ellas. El hombre se ha de enfrentar ante el futuro con un margen de riesgo, y siempre sobre la sólida base de la confianza en la Providencia de Dios, que es quien dirige el destino de la humanidad. Cuando el hombre respeta las normas morales que proceden del mismo Creador, acaba por encontrar soluciones viables a los problemas de su vida, que si bien le exigen esfuerzo, le deparan la auténtica felicidad.

5. El verdadero problema .

5.1. De lo expuesto anteriormente, se deduce que hoy el problema fundamentalmente no es el de la superpoblación, sino más bien el de los graves daños, incalculables en número, que está produciendo la mentalidad antinatalista en todo el mundo. Los índices de natalidad están descendiendo notablemente en todas partes, en particular, en las naciones desarrolladas, y, en algunos sitios de Europa ya se está produciendo un decrecimiento de la población. Es posible que en un futuro próximo, a la vista de estos resultados, muchas políticas antinatalistas se atenúen, pero esto nada resolverá mientras se siga manteniendo el principio del control de natalidad, esencialmente corruptor del matrimonio.

5.2. El verdadero problema, y por tanto la auténtica solución, es de índole moral. No se trata sólo de indicar las consecuencias negativas de carácter socio-económico a que el neomalthusianismo puede dar paso, a las que hemos aludido anteriormente. La consecuencia verdaderamente temible es la desaparición de los ideales morales, la

brutal invasión del materialismo en la misma célula de la vida social, lo cual repercutirá en la aparición de muchos otros vicios consiguientes, que ninguna fuerza interior será capaz de frenar. Cuando se permite la entrada del egoísmo en un tema tan fundamental como éste, es muy difícil que no se extienda progresivamente a las relaciones humanas y alas diversas manifestaciones de la vida social. Los crímenes públicos que tanto escandalizan a la opinión pública son consecuencia lógica de una amoralidad que ha germinado en las fibras más delicadas y vitales de la sociedad. La caída actual de la natalidad es reflejo de una alarmante decadencia moral.

5.3. Brevemente: para entender a fondo la íntima naturaleza del neomalthusianismo, es preciso, no caer en el engaño de considerar este tema sólo desde el punto de vista demográfico, sino atender en primer lugar ala concepción del hombre implícita en esa doctrina. Por eso, para erradicar el neomalthusianismo se ha de insistir sobre todo, más que en la búsqueda de recursos económicos (esto es una consecuencia), en la adquisición de abundantes recursos morales, que procede de una recta concepción del hombre y de la familia.

5.4. El punto decisivo está en la revalorización de la familia. El matrimonio no es un medio para satisfacer los propios egoísmos, sino una institución destinada esencialmente a la transmisión de la vida humana. La fidelidad a este fin natural, al igual que sucede con otras muchas actividades humanas, comporta el ejercicio de virtudes como la generosidad y la entrega a los demás, la fortaleza para vencer las dificultades, la templanza para moderar los apetitos, la justicia para defender los derechos propios y respetar los ajenos, la confianza en Dios para realizar su voluntad. Los frutos gozosos de este cuadro de virtudes, con los que Dios recompensa a los hombres ya en esta vida, son la llegada al hogar de los hijos, la calidad moral de las familias, la solidez de las relaciones sociales, la sobria y justa prosperidad material de la sociedad.

5.5. El resto sigue como un corolario. Una vez que los objetivos de la vida social están bien centrados, queda abierto el camino adecuado para proveer a una organización económica que tienda a promoverlos, y a una legislación que los proteja. De este modo, no sólo se respeta e! derecho de los padres a vivir las exigencias de! matrimonio, sino que se facilita y se estimula el ejercicio de tal derecho. Entonces volverá a subir la curva de la natalidad, no como resultado de un frío cálculo matemático, sino como manifestación de un salto cualitativo en la dimensión moral de la sociedad.


* JUAN JOSÉ SANGUINETI nació en Buenos Aires en 1946. Es doctor en Filosofía y Letras y en Ciencias de la Educación y licenciado en Derecho Canónico. Entre sus obras más conocidas, destacan: "Sartre: Critica de la razón dialéctica" (Emesa, Madrid 1975), "Filosofía de la ciencia" (Eunsa, Pamplona 1977), y "Comte: Curso de filosofía positiva" (Emesa, Madrid 1977). Es autor de numerosos artículos y ensayos sobre cuestiones filosóficas y teológicas. Actualmente reside en Roma.