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Ideología
nazi y teoría neo-malthusiana
“EL BANQUETE DE LA NATURALEZA”
EL HOLOCAUSTO DE LOS INDESEADOS
(IDEOLOGOIA NAZI Y TEORIA NEO-MALTHUSIANA)
Por Maria Eugenia Carvajal de Guerrero
Publicado en la Revista "Arco" No. 229, Febrero 1980.
"Quienes olvidan el pasado, están
condenados a revivirlo".
G. Santayana
Lamentablemente, la memoria social no existe. A medida que van desapareciendo
las generaciones que presenciaron los grandes acontecimientos históricos, éstos
van desponjándose del realismo que los acompaña en el recuerdo de los testigos
vivos, para convertirse en vagos y teóricos conocimientos de historia. Cuando
aquellos acontecimientos han sobrepasado el límite de lo imaginable, y han
llevado a un pueblo a niveles de crueldad sin precedentes en la historia de la
humanidad, mayor es el riesgo de que las generaciones posteriores duden de la
veracidad de los hechos por considerarlos exagerados o, quizás, distorsionados
por los enemigos del grupo político que los protagonizó.
Este riesgo de olvidar es particularmente grave en el caso de la matanza nazi.
León Poliakov, autor de una de las más interesantes publicaciones históricas
sobre el exterminio de los judíos[1], se queja de que en los veinticinco años
que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, solamente se publicaron dos obras
importantes sobre el tema y, a pesar de los numerosos trabajos y tesis de grado
dedicados a la historia de la guerra, muy pocos de ellos se ocuparon de su
aspecto más trágico: la tristemente célebre solución final del problema judío.
Es como si el estupor y la vergüenza de la humanidad ante los hechos
descubiertos por los aliados, hubiera despertado en ella un propósito firme de
olvidarlos para siempre; de guardarlos bajo tierra. Por eso es bueno que la película
HOLOCAUSTO, recientemente exhibida y televisada en varios países, haya venido a
recordar, o al menos a retrasar el proceso de olvido, de uno de los más
espeluznantes capítulos de nuestra historia.
Sin embargo, de nada sirve recordar los acontecimientos, si no se tienen en
cuenta las corrientes de pensamiento que los hicieron posibles. Las fotos y películas
de los campos de concentración, de los cadáveres amontonados, de los artículos
elaborados con piel humana, de los trenes repletos de escuálidos candidatos al
exterminio, no garantizan en absoluto que semejantes atrocidades no volverán a
ocurrir, a menos que la sociedad se mantenga alerta y detenga a tiempo, las
incipientes manifestaciones de aquellas ideas que prepararon al pueblo alemán
para tan pronta y eficaz obediencia a las enloquecidas órdenes de un déspota
demente.
Según Frederick Wertham[2], es imposible que un pueblo sano, solidario y
respetuoso de la vida y los derechos de los demás, haya llegado de la noche a
la mañana al extremo de crueldad que protagonizaron los nazis durante la
guerra. Imposible también que el exterminio de seis millones de personas haya
podido realizarse en forma tan clandestina y silenciosa, como para pasar
inadvertido para el pueblo alemán. Lo ocurrido en los ghettos y campos de
concentración, fué el resultado de un lento y siniestro cambio en los
fundamentos de las relaciones humanas, y en los valores y principios éticos del
pueblo que lo protagonizó.
Si bien sus orígenes pueden remontarse quizás a la aplicación del darwinismo
a la dinámica social, con la justificación de la capacidad de competir como
fundamento del derecho a vivir, y con la aplicación de la noción de individuos
superiores e inferiores en el seno de la especie humana, lo que hasta cierto
momento no pasó de ser un compendio de "ideas modernas y
progresistas" que gozaban de gran prestigio en círculos intelectuales,
poco a poco fué cristalizando en el deplorable cambio de actitudes y normas de
conducta que condujo a tan inconcebibles extremos de crueldad.
Entre aquellas ideas logramos identificar, por lo menos, cinco conceptos
importantes.
El primero de ellos es la eugenesia, o sea el interés de la sociedad de mejorar
la calidad biológica de sus individuos, favoreciendo la existencia de los más
sanos y útiles, y tomando medidas para buscar la extinción de aquellos
clasificados como "carga para la sociedad". Esto es una consecuencia lógica
del darwinismo social, según el cual sólo sobreviven los mejores individuos de
la especie, y la desaparición de los débiles aparece como algo normal e
inevitable, cuando no deseable.
El análisis eugenésico de los fenómenos sociales lleva implícita la
explicación simplista de la realidad, mediante la cual se pretende explicar en
términos unicausales y biológicos, tales como las características faciales y
genéticas de las personas, todos los males sociales como son el crimen y la
delincuencia, la pobreza, la prostitución, y todas las formas de malestar
social. Así se llega fácilmente a considerar la existencia de aquellos
individuos catalogados como indeseables, como la gran amenaza para la armonía y
el bienestar de la comunidad, y como la causa de todos sus problemas.
El segundo de aquellos conceptos es el de la eutanasia, o sea la justificación
del exterminio de aquellos a quienes la sociedad considera inútiles o
indeseables. La eugenesia y la eutanasia no son más que las dos caras de una
misma moneda, dos tipos de acción orientados a la búsqueda de un mismo fin: el
perfeccionamiento de la sociedad mediante la selección de sus individuos,
basada en su calidad biológica. La eugenesia abarca las medidas de tipo
preventivo, tales como la reproducción humana científicamente planificada, y
la esterilización o extinción de los individuos de características
indeseables. La eutanasia, en cambio, abarca las acciones de tipo
"curativo", exterminando a aquellos cuya existencia constituye
"un mal social".
La aceptación de tales teorías exige a su vez la aceptación de un tercer
concepto: la selección o discriminación de las personas. Es innegable, que en
una sociedad donde se acepta la clasificación de las personas con base en su
calidad biológica, donde su aceptación en el seno de la comunidad depende
exclusivamente de su utilidad o deseabilidad, se destruye por la base el
principio de la igualdad fundamental de todos los hombres, y se abre paso al
arbitrario condicionamiento de los derechos humanos, sin exceptuar siquiera el
derecho a la vida, al hecho de ser útil y deseable para la sociedad. Es
evidente que la aceptación y aplicación de los principios hasta aquí
enunciados, trae consigo una definición arbitraria y discriminatoria del
concepto de sociedad, según la cual ésta está compuesta por aquellos
individuos que se autoclasifican como "deseables", mientras que
aquellos catalogados como "indeseables", lejos de pertenecer a ella,
constituyen su amenaza y su peligro.
En virtud de la aplicación del derecho a la legítima defensa, se llega
inevitablemente a la aceptación del cuarto concepto: la justificación de la
violencia. Al considerar indispensable la desaparición de aquellos individuos
cuya existencia se considera como un peligro social, se hace necesario suprimir
los sentimientos de solidaridad, compasión, fraternidad y respeto hacia ellos,
para remplazarlos por un fanatismo ideológico compatible con la puesta en
marcha de tan siniestros propósitos.
Sin embargo, la aplicación práctica de tales ideas, incompatible con la ética
judeo-cristiana, necesitaba algún tipo de justificación moral. Es aquí donde
entra en juego el último de los conceptos identificados en el conjunto de ideas
y actitudes que precedieron y permitieron el holocausto nazi: el utilitarismo
como fundamento de la justificación moral de los actos. Según la ética
utilitarista, la moralidad de la acción depende exclusivamente de sus
consecuencias, o sea que el fin justifica los medios y es moralmente buena toda
acción que produzca un balance positivo del bien sobre el mal en el seno de la
comunidad. Se trata de un código ético que toma la "utilidad" como
norma suprema de conducta.
Es interesante anotar que, en 1920, el abogado Karl Binding y el psiquiatra
Alfred Hoche publicaron en Leipzig un libro titulado: "La destrucción de
la vida desprovista de valor". En él abogaban por el asesinato de la gente
inútil, hablaban de seres humanos carentes de valor, y de la muerte
urgentemente necesaria de quienes constituían un cuerpo extraño en la sociedad
alemana. Tales ideas fueron expresadas cuando Hitler apenas iniciaba su carrera
política; muy posiblemente el Führer no había oído mencionar a los autores
de la publicación, ni estos lo conocían a él. Sin embargo, el éxito del
libro, cuya edición inicial se agotó en poco tiempo, sugiere que el concepto
de vidas desprovistas de valor no era, ni mucho menos, el pensamiento de dos
autores aislados, sino que las ideas expresadas por ellos reflejaban las
actitudes de un importante sector de la población alemana, y gozaban de amplia
aceptación social. De hecho, en ese libro cristalizó una corriente de
pensamiento que emanaba de la base misma de la sociedad, adquiriendo la
coherencia ideológica necesaria para justificar los monstruosos acontecimientos
posteriores. Sólo así se explica el hecho de que tales ideas se hubieran
convertido en tan escalofriantes hechos históricos, en el corto lapso de dos
decenios. En realidad "Hitler no puso en movimiento fuerzas ciegas -dice F.
Wertham-; fuerzas muy conscientes lo pusieron a él en movimiento".
Así como el cáncer inicia su tarea en forma oculta y silenciosa, y sólo se
manifiesta cuando su labor destructora ya está tan avanzada, que el desenlace
fatal es inevitable, así también el utilitarismo invade insidiosamente los
fundamentos de la organización social, pasando inadvertido hasta que las
consecuencias de su aceptación han desencadenado un proceso irremediable de
desintegración social.
La adopción de la ética utilitarista por parte de la sociedad civil suele ser
tan incondicional que, como vemos, ni siquiera la valoración de la vida humana
logra escapar a la aplicación de sus principios, llegándose a extremos de no
reconocerle a la persona su dignidad ni valor alguno, a menos que su existencia
sea útil para la comunidad. Esta total subordinación del individuo a los
intereses del Estado, acompañada de la negación de la dignidad y el valor intrínsecos
de la naturaleza humana, sólo puede conducir a una desvalorización progresiva
de la vida, según la cual se justifica su extinción por razones cada vez más
banales, y a un proceso de desensibilización ante el sufrimiento humano, basado
en la justificación ideológica de la violencia. Sin embargo, es necesario
insistir en el hecho de que el paso de una sociedad basada en el respeto a la
dignidad humana, a aquella basada en el utilitarismo, la violencia y la
discriminación, es un proceso lento, insidioso, frecuentemente irreversible, a
menos que se identifiquen y combatan con energía sus primeras manifestaciones,
antes de que el apoyo social a tales ideas haga inevitable su destructiva labor.
Hoy, nuestra sociedad ha abierto sus puertas y acogido con entusiasmo una teoría
demográfica cuyo contenido ideológico es alarmantemente parecido a aquel que
hizo posible el Holocausto de la Segunda Guerra. Me refiero a la teoría Neo-Malthusiana,
eficazmente promovida por los organismos internacionales de control natal, cuyos
fundamentos ideológicos me propongo esbozar a continuación.
Acerca del origen del Neo-Malthusianismo; basta mencionar el hecho de que, como
su nombre lo indica, se trata de una teoría basada en las publicaciones de
Malthus, acerca del desequilibrio cada vez mayor entre el crecimiento de la
población y los elementos de subsistencia.
Basándose en la célebre analogía demográfica del pastor inglés, el Neo-Malthusianismo
explica la miseria y el hambre únicamente por el desequilibrio existente entre
la población y los recursos, sin tener en cuenta la desigual distribución de
éstos últimos, ni los elementos socio-políticos de la realidad social,
incurriendo en el simplismo de atribuir los complejos problemas sociales a una
causa única: la existencia y multiplicación de los pobres. Su desmedido afán
de controlar la reproducción humana, en especial la de los indigentes, como
panacea para solucionar todos los males de la sociedad, ilustra claramente el
contenido eugenésico de la teoría: la existencia de los pobres constituye el
origen de todos los males sociales como son el hambre, el desempleo, la
prostitución, la delincuencia y el vicio; por lo tanto, su esterilización es
la solución por excelencia de todos los problemas.
Aquí encontramos claramente el concepto de elementos deseables e indeseables en
el seno de la sociedad, así como la definición discriminatoria de ésta según
la cual, sólo los primeros forman parte de ella, mientras que los últimos
constituyen su amenaza y su peligro. El uso de términos como "bomba",
"explosión", "cáncer", "catástrofe", etc. para
referirse al crecimiento demográfico, ilustra claramente el concepto de que las
personas que sobran -el excedente de población, en términos científicos- no
solamente no forman parte de la sociedad, sino que ponen en peligro su
bienestar.
Garrett Hardin, en sus publicaciones "Exploring New Ethics for Survival"
y "The Tragedy of the Commons", no vacila en afirmar que la miseria
del Tercer Mundo y el rápido aumento de sus habitantes amenaza seriamente el
alto nivel de vida de los países desarrollados y , en virtud de lo que él
llama "la ética del bote salvavidas", justifica el control natal
coercitivo y la supresión de la ayuda a las naciones pobres por parte de los países
desarrollados, así esa falta de ayuda signifique para ellos una condenación a
morir de hambre. Paul Ehrlich y William Paddock expresan un pensamiento similar
al de Hardin; sus obras reflejan un individualismo feroz, solamente comparable
con la célebre analogía del “banquete de la naturaleza”.
No es necesario recurrir a los pensadores Neo-Malthusianos más radicales para
encontrar los elementos eugenésicos de su ideología. También los
"moderados" proponen sin temor la discriminación de los
"indeseados", y condicionan el derecho a la vida a la "deseabilidad"
de los individuos. El concepto de "calidad de vida", frecuentemente
expresado en sus publicaciones con una clara connotación de selección, también
es alarmantemente parecido al de los alemanes que, en 1920, publicaron con tánto
éxito su obra sobre "las vidas desprovistas de valor".
Una vez que se identifican aquellos sectores de la población cuya existencia es
"indeseable" y peligrosa para la sociedad, resulta inevitable dar el
paso siguiente: buscar su desaparición. Ahora bien, para lograr tan siniestro
objetivo existen dos posibilidades de acción: una consistente en provocar su
extinción mediante la esterilización de sus miembros; la otra en
exterminarlos. Así pues, en 1933, mucho antes del estallido de la guerra, los
alemanes promulgaron la ley para la prevención de las enfermedades congénitas,
que autorizaba la esterilización arbitraria de quienes las padecían. Poco a
poco fueron ampliando la definición de enfermedades que justificaban el
procedimiento, hasta llegar a incluír a todols los "indeseados",
prisioneros políticos, judíos y miembros de razas inferiores. Paso a paso,
mediante un inexorable proceso de desensibilización, se llegó a la etapa
siguiente: el exterminio de los indeseados.
También, en sus etapas iniciales, el programa de eutanasia puesto en marcha por
los hospitales psiquiátricos alemanes, sólo justificaba la destrucción de los
psicóticos graves e incurables pero, tal como sucedió con el programa de
esterilización, poco a poco fué ampliándose su definición hasta abarcar a
los ancianos sanos, a los veteranos inválidos de la primera guerra, a los niños
que sufrían eneurésis y, finalmente, a los seis millones de judíos. Se
calcula en cuatrocientos mil el número de enfermos alemanes que precedieron a
los judíos en el holocausto.
No es difícil identificar en el obsesivo anti-natalismo de los Neo-Malthusianos,
así como en la concentración de sus esfuerzos en el Tercer Mundo y en los
sectores más pobres de cada nación, un inocultable afán de extinguir el incómodo
"excedente demográfico". La justificación del control natal abierta
o disimuladamente coercitivo, la puesta en marcha de programas de esterilización
involuntaria como el de la India, y el apoyo entusiasta a tales medidas por
parte de pensadores y gobernantes contemporáneos, ciertamente refleja una
corriente de pensamiento preocupantemente parecido a aquella que precedió la
matanza de los judíos. Quizás su única diferencia con la ideología Nazi
consista en que, según ella, la indeseabilidad de los individuos dependía
fundamentalmente de sus características biológicas y raciales mientras que,
para los seguidores de Malthus, esta se define más en términos de status
socio-económico.
La promoción del aborto legalizado, como complemento de los programas de
control natal, refleja la evidente intención de exterminar a aquellos
"indeseados" cuya existencia no pudo ser evitada a tiempo mediante la
anticoncepción. La justificación de la eutanasia prenatal, eufemísticamente
llamada "aborto terapéutico", ilustra el propósito de eliminar a
aquellos individuos que constituyen una "carga social" por su estado
de salud. Pero los Neo-Malthusianos van aún más lejos al proponer la aceptación
del aborto por causas sociales, que no es otra cosa que la aplicación de la
eutanasia a quienes tienen una mala calidad de vida, no propiamente por sus
características biológicas ni por su estado de salud, sino por la injusticia
social.
Paul Ehrlich, en su libro "La Bomba de la Población", compara el
crecimiento demográfico con el cáncer, y agrega que, así como para extirpar
un tumor maligno hay que recurrir a un procedimiento traumático y doloroso como
la cirugía, para salvar a la sociedad del cáncer de la población, también
hay que recurrir a médios violentos y a despiadadas decisiones. He aquí una
clara justificación de la violencia en el contexto del pensamiento Neo-Malthusiano.
De hecho, el actual holocausto de los indeseados cobra cincuenta millones de víctimas
anualmente, según datos del Population Council, o sea que el número de vidas
sacrificadas duplica, en un sólo año, el número total de víctimas de la
Segunda Guerra. La de hoy es una matanza silenciosa, oculta tras los muros de
los hospitales, amparada por la ciencia y realizada por verdugos de blusa
blanca, en el calor del seno materno. Sus víctimas desaparecen entre las llamas
del incinerador, sin fotos, sin escándalo, sin voces de protesta. Son los
"indeseados" de hoy, aquellos que no encontraron puesto en el
"banquete de la naturaleza", y que fueron clasificados como
"carga social" o "excedente demográfico", para hablar en términos
científicos.
Esta escalofriante forma de violencia contra los niños por nacer, actualmente
promovida como un elemento más de los planes de control de la población, no
solamente goza de gran apoyo social, sino que basa su justificación moral en
argumentos utilitaristas, idénticos a los esgrimidos por Binging y Hoghe en
1920.
En primer lugar, los Neo-Malthusianos no ocultan el hecho de que, para ellos, el
fin justifica los medios y es moralmente buena toda acción que conduzca a un
descenso en las tasas de natalidad. El engaño, el atropello a los valores
morales y a los patrones culturales de los pueblos, la manipulación de las
conciencias, la coerción y aún el exterminio de los niños no nacidos son, según
ellos, medios lícitos para lograr su objetivo.
La aplicación de criterios utilitaristas a la valoración de la vida humana
también es evidente en el contexto del pensamiento Neo-Malthusiano ya que, para
ellos, la persona no tiene valor alguno ni merece la protección de la sociedad,
a menos que su existencia sea útil, deseable, oportuna y de buena calidad.
Un vergonzoso capítulo de nuestra historia acaba de mostrarnos a qué
insondables abismos de violencia, crueldad y degeneración condujo la aplicación
de tan peligrosos criterios morales. Sin embargo, como un caballo de Troya, tras
el disfráz de las estadísticas demográficas, los discípulos de Malthus han
logrado introducir un código ético idéntico al que preparó la matanza nazi
precisamente en el seno de aquellas sociedades que, indignadas, se rasgaron las
vestiduras en el proceso de Nurenberg.... ¡Qué ironías las de la historia!
Sólo nos queda esperar que la reacción contra semejantes ideas no nos llegue
demasiado tarde, y logremos escapar a la condenación de revivir el pasado, si
llegamos a perder de vista la corriente de pensamiento que le preparó el
camino.
..................
[1] Bréviaire de la haine: Le III Reich et les juifs,
Calmann Lévy.
[2] La señal de Caín, Editorial Siglo XXI.