Herejías de Oriente y Occidente

Por Karina Donángelo.

Introducción

Existe una tribu árabe, cuyos miembros se llaman a sí mismos judwalis, o diagrámatas, porque enseñan a sus hijos danzas que dejan en la arena huellas, llenas de significados simbólicos. Y como las huellas de los judwalis es la historia del hombre; llena de símbolos y misterios.

Desde los orígenes de la humanidad, la religión se ha caracterizado por su afán en la búsqueda de Dios, de caminos "iniciáticos" y "secretos" de realización espiritual, cuyo objetivo final no ha sido otro que el reencuentro con nosotros mismos.

El surgimiento de las herejías, como así también de otras religiones marginales, siempre ha estado estrechamente relacionado con tiempos críticos y convulsiones sociales. En mayor o menor medida han hecho tambalear a importantes instituciones, transformándose en "ángeles de luz" y poniendo de manifiesto causas telúricas profundas.

Así como en la antigüedad, las herejías fueron grandes movimientos contestatarios, que se rebelaron contra el miserable destino que se les quería imponer, en un mundo de "mercaderes", donde los emperadores perdían la corona y los otros, la vergüenza; hoy, la protesta se encuadra en la prédica de distintos grupos religiosos, mayoritariamente mesiánicos.

Y esto, en parte es así, porque la revolución ha dejado de pertenecer a los materialistas, para pasar a formar parte de una guerra espiritual soterrada, oculta pero latente, como caldo de cultivo. Cada vez más vemos como la derecha se acerca a la izquierda y la izquierda a la derecha. Las ideologías van perdiendo sus aristas y las tendencias reformistas y revisionistas acaban por hacerse equivalentes.

Podría hablarse, parafraseando al historiador medieval, Jan Huizinga, de las "Ideologías del crepúsculo", ya que es precisamente en este momento de decadencia y disolución de la sociedad, cuando aparecen viejas y nuevas ideologías superpuestas, en tiempo y espacio, donde cada grupo social y religioso tiende a ampararse en un esquema ideológico confeccionado a su medida.

Durante el siglo XX, han aparecido distintas sectas, como icebergs en aguas turbias advirtiendo sobre el Día del Juicio y la "guerra" de Armagedón.

Reclutan adeptos y son verdaderas organizaciones, con células en todo el mundo. La mayoría reniega de la fe católica. Algunas son escisiones del protestantismo -que ya de por sí posee numerosas ramificaciones-, pero otras tienen antiguas raíces paganas. Intransigentes y coercitivas; arrastran multitudes congregadas en distintos eventos al aire libre o en ocultos reductos, convocando a los "fantasmas del pasado".

Sin embargo, detrás de la prédica religiosa, sus denuncias trascienden la institución eclesiástica y posturas dogmáticas; lo que los convierte en grupos fuertemente contestatarios, críticos de los Poderes y del actual sistema mundial.

Pero volviendo a las antiguas herejías, tampoco se debe olvidar que los problemas de la época feudal amenazaron seriamente la paz y la prosperidad de las iglesias, del clero y de sus bienes. Muchos de las personas consideradas "herejes" por la curia católica romana eran simples trabajadores, sometidos al enorme poso de un pequeño sector de explotadores guerreros, señores feudales y eclesiásticos, que se quedaban con casi todo el superávit. Si bien los primeros cristianos no fueron violentos, el pueblo vivía temiendo por el porvenir.

Como si esto fuera poco, la lucha por el poder entre los reinos bárbaros y el imperio romano, la expansión del cristianismo y la propagación del paganismo propiciaron una maniobra política que convirtió al superestado romano en un "Imperio teocrático cristiano", tras la conversión de Constantino en el 313 d.C. A partir de ese suceso, el imperio cristiano tenía que ser defendido con la fe y con la espada. La Iglesia fue partícipe en la lucha contra los enemigos visibles, llevando a cabo un combate dudoso, pero "necesario" contra los invasores, los laicos y las revueltas campesinas. Y para defender sus propios intereses reclutó caballeros, valorizando su situación y sacralizando una guerra contra los "enemigos de Dios".

Hoy, como ayer, muchas personas creen que la Iglesia católica ha vuelto sus ojos a los asuntos terrenales, olvidando o marginando planteamientos místicos, o sustituyéndolos por demagogia política y social. El "aggiornamiento" de esta institución cristiana, junto al vacío espiritual ha provocado que algunas sectas, que larvaban desde hacía años encontraran repentinamente desocupado un espacio espiritual, que hasta entonces había sido ocupado por la Iglesia.

Por todo esto, no sería descabellado pensar que, si las actuales religiones marginales no son las herederas directas de las grandes herejías de la época medieval; sí son el prototipo más fidedigno, en tanto grupos religiosos revolucionarios y contestatarios de la antigüedad.

Las herejías en la época medieval.

Durante los siglos XII y XIII fueron consolidándose distintas sectas o herejías que, por su actitud resueltamente hostil a Roma amenazaron la unidad espiritual del mundo cristiano de Occidente.

El nacimiento y éxito de estas herejías se explica apelando a la influencia oriental. La mayoría de ellas parece proseguir las doctrinas dualistas, que habían triunfado en varias filosofías o religiones orientales, como la de Manes y sus discípulos de Persia: oposición y antagonismo entre un Dios del Bien, creador del cielo y un Dios del Mal, creador de la tierra y de todos los hombres.

Desde el año 1.000, por ejemplo, distintos cronistas dieron cuenta de las herejías de Aquitania, calificándolas de "maniqueas".

Entre otras cosas, no puede excluirse el predominio de las creencias orientales, debido a la gran cantidad de viajes y peregrinaciones a Siria y Palestina, como así también el influjo de la iglesia búlgara de los bogomilitas, a través de la ruta de los Balcanes.

Así y todo, hay que destacar la tajante oposición entre la herejía oriental, de carácter dogmático - filosófico, que empezó desarrollándose en círculos restringidos de doctores y eruditos, y la herejía occidental, esencialmente popular, que calzó entre las clases pobres, campesinas e iletradas.

 

Herejías de Oriente.

Nestorianismo

Sobre la frontera turco - persa existen todavía restos de un pueblo reducido a no más de 200.000 habitantes, que descienden de los antiguos pueblos de Asiria. Esta comunidad adoptó la doctrina que le fue enseñada por el clero surgido de la ex-escuela de Edessa: el Nestorianismo.

Iniciada por Nestorio, patriarca de Constantinopla, esta secta herética fue una de las que más fuerza y expansión tuvo durante el siglo V en Oriente. 

Condenado y depuesto Nestorio, y tras recibir la condena del IV Concilio Ecuménico, celebrado en Efeso, en el año 431; los seguidores del antiguo patriarca huyeron a Persia, cuya iglesia estaba ya separada de la Iglesia Romana desde el 424 d.C., hasta que en 481, las doctrinas de Nestorio finalmente son reconocidas. 

Esta secta suponía la división de la unidad de Jesucristo en dos personas, separando en él la naturaleza divina de la humana, y negando al mismo tiempo que el Espíritu Santo procediese del Verbo.

Los nestorianos tampoco admiten que María sea llamada "Madre de Dios" precisamente por la distinción de dos naturalezas. La unión de Cristo con Dios es personal y voluntaria, pero no por la voluntad del hombre mortal, sino por libre condescendencia del Verbo.

En cuanto a la jerarquía eclesiástica, el nestorianismo afirma la igualdad dignataria entre sus patriarcas y la vida y obra de los apóstoles, con lo cual reniegan de la supremacía del obispo de Roma.

Los nestorianos se propagaron hacia el norte de Arabia, la India (donde se los llamaba "Cristianos de Tomás"), las costas de África y por toda el Asia central hasta China, donde según la "Tabla Nestoriana" se fundaron 631 comunidades cristianas. En todo este país, el nestorianismo gozó de una privilegiada situación, aún durante la primera invasión mongólica del siglo XIII.

Ya a principios del siglo V, los cristianos de la Siria Oriental, de Persia, del Asia Central (había iglesias cristianas en Merv, Herat y Samarkanda) y los de la India se habían apartado de la Iglesia de Roma, por motivos similares a los "ortodoxos".

Durante y después de la guerra entre Persia y el Imperio de Constantinopla (Oriente), el cristianismo se extendió en toda la región del Asia central. Fue duramente perseguido, ya que antes de la cristianización de Roma, el monarca persa era considerado como el único dios - rey de la tierra.

Constantinopla se hizo protectora de los cristianos y Persia de los antiguos adeptos de Zoroastro (en un tratado de 422, un imperio consintió en tolerar el zoroastrismo y el otro el cristianismo).

En 483, los cristianos de Oriente se separaron de la iglesia ortodoxa y así se formó la primitiva iglesia nestoriana.

Desde los días de Ciro en adelante, el zoroastrismo prevaleció sobre los antiguos dioses de Nínive y Babilonia.

Zoroastro -forma griega del iranio " Zarathustra''- , lo mismo que Buda, se cree que fue de origen ario, pero se desconoce en qué tiempo vivió exactamente (hay autores que lo sitúan en el año 1000 a.C, mientras que otros lo hacen contemporáneo de Buda o de Confucio).

Desde el tiempo de los sasánidas y las disputas entre el imperio de Constantinopla y Persia surgieron sectas persas que adoptaron las ideas del tiempo antiguo y actual a la vez, como el mitraísmo y el maniqueismo.

El maniqueismo pese a ser muy perseguido por las autoridades oficiales se conservó en Persia oculto tras el cristianismo nestoriano y el zoroastrimo ortodoxo (Mazdaísmo), durante varios siglos, extendiéndose por todo el Turkestán y el Afganistán.

Por todo esto, no faltan críticos que aseveren que el profeta Mahoma se haya visto influenciado por las doctrinas heréticas del nestorianismo. Según el famoso historiador H. G. Wells, "... es posible que Mahoma conociese las iglesias cristianas de Siria y la tradición judaica. Quizás los judíos le convirtieran a la ciencia del único Dios verdadero, es decir, al monoteísmo propio del Islam".

De sus raíces religiosas judeo - cristianas, y sólo de una parte cristianas, Mahoma, lo mismo que los maniqueos, reconocía que los profetas anteriores a él, especialmente Jesús y Abrahám habían sido maestros divinos, pero que él venía a coronar y completar sus enseñanzas.

De hecho, la influencia árabe era muy fuerte en ciudades como Damasco, donde caballeros árabes de religión cristiana - nestoriana leían y recitaban pasajes de la Biblia. Lo mismo en Medina, cuyo poder fue creciendo, conquistando y sometiendo a la Siria Bizantina y a la ciudad fronteriza de Hira.

Las huestes de Medina ofrecían a los pueblos conquistados la alternativa de pagar tributo o confesarse al Dios verdadero (Alá) y unirse a las tropas o morir. Por lo que prontamente y sin grandes dilemas, los árabes cristianos se unieron a los invasores musulmanes. Sin embargo, como todo bautismo forzoso y sincretismo religioso, las creencias nestorianas han logrado sobrevivir hasta hoy.

Los nestorianos desde hace varios siglos dan a su patriarca el nombre de Mar Chamún; y desde 1450 esta dignidad patriarcal es hereditaria en la misma familia. Pasa del tío a uno de los sobrinos, no por la edad, sino de acuerdo con la elección de la misma familia.

En 1551, una parte de los nestorianos concluyó la unión con la iglesia romana definitivamente, bajo la dirección de un patriarca, primero con sede en Diarbek y después en Mosul.

Entre las condiciones que se le exigen al candidato para el patriarcado está la del celibato; que se haya abstenido durante toda su vida de consumir carne, y que su madre no haya comido en el transcurso de su embarazo y amamantamiento otro elemento que legumbres. Los simples sacerdotes no revestidos de la dignidad episcopal pueden casarse, aún después de la ordenación. La lengua litúrgica conservada por los nestorianos es el siríaco pero, según el Emir Emin Arslan, "su lengua corriente es el caldeo común o el árabe". Los nestorianos actuales, no ascienden a más de 200.000; residen entre Turquía y el Irán con su patriarca. Modernamente y en Europa se ha pretendido restablecer al nestorianismo; los que encabezaron este movimiento fueron A. Günther (1783-1863), con sus discípulos Juan Bautista Baltzer (1803-1871) y Fr. Pedro Knoodt (1811-1889); pero sus doctrinas fueron condenadas en 1857 por la Congregación del Indice y por el Papa Pío IX.

Jacobitas

Los jacobitas pertenecen al grupo de los "monofisitas". El nombre de jacobitas proviene, no como muchos creen, del apóstol San Jacobo, sino de un monje sirio llamado Jacobo Baradai Sanzoli, último obispo de Edessa, en el año 541.

Los jacobitas siguen la doctrina enseñada por Dioscure, según la cual, las dos naturalezas de Jesucristo se unieron para formar una naturalaza personal de dos naturalezas impersonales, sin mezcla ni confusión.

Dioscure expuso su tesis en el Concilio de Calcedonia, en 541, diciendo que el Verbo encarnado era de dos naturalezas; y no, en dos naturalezas.

La lengua litúrgica de esta secta es el siríaco y su idioma usual es el árabe. El Papa León XII trabajó duramente, en pos de la unión de los jacobitas con la Iglesia Católica sin conseguirlo. La secta fue creada en Siria, el mismo lugar de procedencia de los "monofisitas". En 1646, un gran número de monofisitas jacobitas abjuró el cisma y se unió a Roma, creándose para ellos el Patriarcado de Alepo, que reúne a gran parte de los sirios católicos.

Los armenios, monofisitas jacobitas yacen bajo la jurisdicción de un patriarca, que lleva el título de "universal" o católico, y al cual están sometidos los patriarcas armenios de Jerusalén y Constantinopla. Dentro de la secta de los monofisitas están los "monofisitas coptos", que en su mayoría viven en Egipto. Y también los "monofisitas de Abisinia", que profesan doctrines similares a la de los coptos y responden al Patriarcado de Alejandría.

Del monofisismo devino lo que se consideró la última controversia cristológica, en tierras del cercano Oriente, es decir, el "Monotelismo". Se trata de una secta herética del siglo VII, que admitía en Cristo las dos naturalezas (divina y humana) bajo una sola voluntad, esto es: dos naturalezas para una misma persona. Esta herejía oriental surgió del intento del emperador Heraclio para reconciliar a los monofisitas con Roma. El monotelismo, que ya había sido condenado en el Concilio de Letrán en 649; lo fue nuevamente en el de Constantinopla (VI Ecuménico), en 680. Allí se definió explícitamente la dualidad de voluntades en Cristo y las dos operaciones, pero nunca llegó a reconocerse oficialmente por la Iglesia Católica.

El monofisismo y el monotelismo fueron dos vertientes de los jacobitas, no obstante, todas en mayor o menor medida se oponían al poder papal de Roma. Pese a las numerosas y complicadas discusiones que mantuvieron acerca de las naturalezas de Cristo, como así también sobre la Parausía (segunda venida de Jesús), tampoco ellas dejaban de mantener una marcada jerarquía dentro de sus círculos.

Si bien es cierto que muchas de las antiguas herejías recuperaron y mantuvieron un sinnúmero de creencias paganas, sus doctrinas diferían con las de la Iglesia romana, en función de la interpretación que le daban a las Escrituras.

Pero volviendo a los jacobitas, podemos ver cómo se confirma la tesis de muchos estudiosos medievalistas, ya que los miembros de esta secta, pese a considerarse "cristianos", no dejaban por ello de mantener ritos y creencias paganas. 

Uno de los símbolos ocultos de los jacobitas fue el azabache. Acostumbraban utilizar este material como talismán y también para la construcción de mezquitas e iglesias. Antiguamente, se creía que el azabache espantaba a los reptiles sin patas y poseía atributos adivinatorios. No sólo los jacobitas le tenían un alto aprecio y lo llevaban prendido de colgantes, pulseras o como adorno en las prendas de vestir. Ya en el Egipto primitivo se lo veneraba junto a los fenicios, caldeos y asirio-babilónicos.

Otro símbolo muy estimado por los jacobitas en sus ceremonias religiosas fue la concha de mar. El carácter de estos objetos dista mucho de lo que comúnmente se considera "católico" para la mayoría de los feligreses cristianos... Pues, el azabache era el elemento utilizado por los jacobitas para construir las "higas" o talismanes eróticos, en forma de puño (sexo de mujer) con un dedo erecto (sexo masculino). En tanto que a la concha, también se le daba un sentido mágico y sexual; simulaba una mano extendida, con los dedos abiertos, como emblema del amor carnal.

Melquitas

Así se ha denominado a los cristianos yemenitas de Siria y Egipto. Aunque su rito es griego, la lengua que practican es el árabe. La palabra "melquita" deriva de la expresión semítica y árabe "Melek" que quiere decir "rey".

Cuando el emperador Marciano, en el año 451 hizo promulgar el Concilio de Calcedonia -que acababa de pronunciarse contra Eutyches y Dioscure-, los cristianos de la Iglesia de Oriente se dividieron en dos partidos: los que rehusaron someterse al decreto, que se llamaron "mardites", es decir, rebeldes; y los que aceptaron: melquitas, que quiere decir imperialistas. 

Durante la época en que Siria y Egipto cayeron bajo la dominación árabe, a este grupo de imperialistas se los siguió denominando "melquitas".

La Iglesia había conservado el rito griego, pero los feligreses aprendieron la lengua árabe e incluso la introdujeron en la liturgia. Después de Photius, Los patriarcas melquitas de Antioquia, que se regían por el patriarca de Constantinopla, se separaron de la Iglesia romana.

Se intentó una reconciliación durante la época de Las Cruzadas. En el año 1.500, el papa Sixto V envió a Oriente al obispo Sidón, con la doble misión de realizar la unión y hacer aceptar a los melquitas el calendario gregoriano, pero sus esfuerzos fueron en vano. Por fin, el primer "palium" acordado a un patriarca melquita fue el enviado par el papa Benedicto XIV, el 29 de febrero de 1744.

Hubo también serias discusiones, a propósito de los trajes y el peinado. Los griegos ortodoxos no querían que los sacerdotes melquitas llevaran el mismo bonete y el mismo traje que los sacerdotes ortodoxos. Esta curiosa reyerta ocupó la atención de estos grupos religiosos, durante muchos años. Y a este dilema se sumaba también, la cuestión del calendario gregoriano.

Las últimas discusiones entre escritores e historiadores de Oriente consiste en saber si los griegos melquitas son de origen griego o sirio. Es difícil resolver este problema, porque los habitantes de Siria y Palestina, antes de la irrupción de Alejandro el Grande pertenecían a la raza siria y hablaban una lengua semítica. La conquista de Alejandro permitió la formación de una nueva cultura en Occidente: el helenismo. Con el tiempo, la influencia del helenismo se expandió par todas las colonias griegas de Oriente. Incluso el idioma griego fue muy utilizado por los mercaderes de toda esa región; lo que motivó su amplia difusión. Con la conquista romana, el helenismo persistió y se acentuó, sobretodo bajo el mandato de los emperadores bizantinos, hasta la conquista de los árabes, en el siglo VII.

Por todo esto, se comprende que la Iglesia romana "no haya tenido más remedio" que aceptar los ritos griegos dentro del cristianismo. Tampoco hemos de olvidar, que el elemento griego, dentro del cristianismo deriva de Platón. Pues, fue la filosofía clásica griega, especialmente la concepción platónica de lo absoluto (la Deidad Eterna), la que preparó al mundo para recibir una religión universal.

 

Maronitas

El origen de los maronitas ha sido muy discutido por los historiadores. Muchos textos antiguos dicen que desde el siglo VII al X, los maronitas profesaron el monoteísmo. Admitían dos naturalezas de Jesús y una sola voluntad. Su doctrina fue condenada por el VI Concilio Ecuménico de Constantinopla en los años 680 a 681.

Uno de los textos sobre el que se basó dicha condena es un pasaje de los anales de Eutichius, patriarca de Alejandría del siglo X, que dice: "En tiempos del emperador Mauricio vivía un monje llamado Marón, que atribuía a Jesús dos naturalezas, una voluntad, una obra y una persona y corrompía así, la fe de los hombres. La mayoría de los que abrazaron sus doctrinas y fueron más tarde sus discípulos eran originarios de las antiguas ciudades de Hamas y Kanesrin, y se los llamó maronitas, por el nombre de su fundador..."

Otro texto perteneciente a Guillermo de Tir, el célebre historiador de los Cruzados, dice: "Después de haber profesado durante quinientos años el error de un heresiarca, llamado Marón; los habitantes de una región de la Siria, que rodea la montaña del Líbano, cerca de la ciudad de Biblos acudieron por inspiración divina al patriarca de Antioquia; abjuraron de su error volvieron al seno de la Iglesia católica".

Algunos historiadores maronitas refutan esta última opinión. Monseñor José Debs, un ex- arzobispo de Beirut publicó numerosos escritos en árabe, donde contradice esta acusación. Algunos de los más tenaces críticos de Monseñor Debs fueron los Augustinos de la Asunción.

Se cree que a principios del siglo V vivía al norte de Siria, un santo monje llamado Marón. Después de su muerte, los discípulos del piadoso ermitaño construyeron en la orilla izquierda del Oronte, el monasterio de San Marón. Pero además, y según una vieja tradición habría existido un segundo hombre llamado Juan Marón; también considerado santo por los maronitas, que llegó a ser patriarca de Antioquia, y por consiguiente se cree que fue el primer patriarca maronita.

Los sacerdotes maronitas pronuncian la misa en siríaco, sin embargo, tanto el evangelio como las epístolas son leídas en árabe. Utilizan los mismos ornamentos que los latinos; han suprimido la comunión y adoptado el calendario gregoriano. Su sede permite que hombres casados se ordenen como sacerdotes seculares, aunque los que optan por esta decisión no pueden llegar a ser obispos. Recién en el año 1753, el Papa Benedictino XIV confirmó este culto.

De acuerdo con la opinión de algunos historiadores y teólogos, los maronitas podrían haber sido los sucesores de los monotelitas, quienes buscaron refugio en el Convento de San Marón.

Hacia el año 1860, los maronitas sufrieron grandes persecuciones por parte de los drusos, antiguos habitantes de la región occidental del Líbano. El origen de los drusos es dudoso, y está plagado de fábulas y leyendas. Se cree que fueron descendientes de una secta musulmana, fundada por el califa de Egipto Hakim Biamrillah (996-1020). Poseen cuatro libros sagrados, los cuales, aún en la actualidad son leídos y comentados en asambleas secretas.

Según los drusos, Dios es uno, y se ha encarnado en diferentes ocasiones, pero siempre está asistido por cinco espíritus que también se manifiestan a los hombres. Su odio y las feroces matanzas a los cristianos, incluso a los maronitas, durante los años 1860 y 1861 obligaron a Francia a intervenir en tan cruento conflicto. Ya con la intervención extranjera, los drusos se vieron obligados a emigrar al Huarán, según los relatos del Emir Emin Arslám.

Esto pueblo, guerrero y rebelde, se opuso tenazmente a la influencia y dominación turca y francesa. Aún hoy ya dentro de los límites políticos y geográficos de la ciudad de Damasco, los drusos continúan reivindicando sus ideas independentistas; lo que ha motivado sucesivos levantamientos armados, frente a las autoridades de Siria.

 

Herejías de Occidente.

En Occidente, la evangelización de los paganos no fue menos difícil que en Oriente. Las conversiones fueron rápidas y espectaculares. Así como lo fue el bautismo de Clodoveo, no pasaron de ser superficiales y limitadas a una cierta cantidad de personas. Sin embargo, mucho después de Clodoveo, las mesas de la población rural, en la Galia y más en Germania siguieron aferradas a sus antiguas creencias.

De este apego a las supersticiones y al paganismo da testimonio la literatura religiosa del momento, como por ejemplo "Vidas de Santos"; o las prácticas y el mobiliario funerario. Los hombres se adornaban con amuletos. Mantenían encendidos los "fuegos purificadores". Hacían ofrendas a los dioses de las fuentes, los lagos y los bosques, y concurrían a la Iglesia.

Poco antes de la famosa Reforma Gregoriana, una de las causas que fomentó el surgimiento de las herejías y las divisiones dentro de la Iglesia Católica Romana fue la insuficiencia e indignidad del clero.

Por otra parte, las incursiones escandinavas, húngaras y sarracenas provocaron la destrucción de abadías e iglesias, dispersando a los monjes. Muchas abadías cayeron en manos de "protectores"; grandes señores que abandonaron su antiguo papel de justicieros, par la administración y explotación sistemática de los bienes de los monasterios.

El clero, privado de toda independencia, sometido a los príncipes, cuya elección podía recaer en personajes indignos y carentes de riqueza espiritual fue sufriendo progresivamente todo tipo de relajamientos y vicios.

El "Nicolaísmo" estuvo muy en boga; consistía en rechazar el celibato religioso, transgrediendo la pureza de las costumbres eclesiásticas.

La Reforma Gregoriana, no solo se encuadró en el plano religioso; también fue una maniobra política con resultados trascendentes para toda la humanidad. El papa, a través de una alianza contó con el apoyo de los príncipes alemanes, contrarios a la autoridad imperial de los grandes señores, y de los normandos de Sicilia.

Todo esto derivó en el famoso conflicto de las investiduras, a partir de lo cual se restituyeron los bienes eclesiásticos y el clero, paulatinamente se liberó de la tutela de sus antiguos protectores.

Gran influencia tuvieron también, en la reforma de la iglesia, los monjes de Italia meridional, quienes conservaban secretamente sus tradiciones egipcias, griegas y bizantinas, y tenían lazos estrechos con algunas comunidades ermitañas. A esto se sumó la influencia de las escuelas episcopales y abaciales de Francia, Lorena y del Imperio, que fueron verdaderos centro de enseñanza y estudios litúrgicos. Una de las abadías que mejor supo ejemplificar este ideal renovador fue sin duda la de Clunny.

Mencionamos todo esto, porque la gran mayoría de las herejías occidentales se dieron en el marco de la Reforma Gregoriana. Algunas de estas sectas se basaron en una interpretación distinta del Nuevo Testamento. Proclamaban el deseo de pureza, el respeto por las reglas de la vida evangélica, sus exigencias morales fueron muy estrictas (en algunos casos) y rechazaron la Iglesia constituida (la misa, la comunión, la Virgen y al clero romano).

Pero más allá de lo doctrinal, no se puede dejar de reconocer su carácter revolucionario, cuyos alcances llegan, incluso, hasta la actualidad.

Por la senda de Bogomil.

En Italia, y especialmente en las regiones centrales y nórdicas se manifestó un espíritu violento en contra de los obispos simoníacos fieles al partido imperial, este espíritu fue el estandarte de una herejía que se conoció con el nombre de Bogomilitas o Bogomiles. Su origen proviene de los antiguos pueblos eslavos; los "bárbaros del norte".

Fruto emergente del corazón de los bosques y pantanos de la Dacia, este pueblo inició su cruzada ocupacionista en el año 527, hacia las márgenes del Danubio, devastando territorios y realizando grandes carnicerías, para luego retornar a sus escondrijos primigenios y ocultar el botín. Armados con arcos y flechas envenenadas atacaban a sus adversarios par la retaguardia.

Sus frecuentes irrupciones causaron una seria preocupación a la diplomacia bizantina, que intentaba ejercer su poder en un escenario incierto fragmentado, que fluctuaba entre la "democracia" y la "anarquía". Con el tiempo, los pueblos eslavos cayeron en manos de nuevos invasores; los ávaros y sirvieron como infantes del ejército de caballería, en la lucha contra Bizancio.

Si bien los eslavos no obtuvieron triunfo alguno, sí pudieron consolidar su afincamiento en los Balcanes. Precisamente allí fue donde supieron recoger la herencia de los búlgaros turanios, quienes atravesando el Danubio, por Isperich fundaron un gran reino, que en Sirmia chocó con el Estado en "La Montaña de los Francos".

Los antiguos pueblos nórdicos, no sólo atravesaron los Balcanes, sino también los Cárpatos; franquearon el Vístula, invadieron el norte de Alemania y los países alpinos del sudeste.

En los Balcanes, los eslavos también se fusionaron con las poblaciones tracias e ilirias, de las cuales son en parte hoy herederos los albaneses. Tanto los eslavos, como los tracios e ilirios traspasaron su territorio a los búlgaros.

El reino búlgaro, fundado por Simeón I (893-927), pasando a manos del sucesor, Pedro, mantuvo estrechos contactos con la corte griega, gracias a lo cual se conformó un partido nacional, posteriormente reprimido con saña tenaz, en el año 929. 

El alzamiento de los bogomilitas surgió de las capas inferiores eslavas, que se oponían a las clases altas de influencia griega. Esta revolución adoptó un carácter religioso, gracias a su líder-profeta; un pope llamado Bogomil.

Los presbiteros bogomilitas (Kosma fue uno de ellos) reprochaban a los ricos y al clero guardar y ocultar los libros con avaricia (recordemos que en aquella época, los libros eran objetos costosísimos y hasta se sostenían guerras para alzarse con el botín de libros).

Fue, no solo una lucha religiosa (su mejor disfraz) sino más bien la protesta declarada de los campesinos oprimidos, frente a las clases aristócratas. En cuanto al elemento religioso, no se puede negar la tremenda influencia que tuvo en los bogomilitas, la propaganda de los maniqueístas paulicianos, dentro del imperio bizantino. Estos últimos profesaban el dualismo, cuyo principio se basaba en una interpretación distinta respecto a la procedencia del mal: el mal no procede de Dios, sino del demonio, creador también de este mundo imperfecto. El diablo -según su doctrina- sería vencido por Dios y en la Tierra reinaría un Paraíso.

El mundo diabólico, según los campesinos estaba encarnado en el orden estatal y social. Así fue cómo se dirigió el primer advenimiento de los bogomilitas contra el Estado, mientras aspiraban a una revolución social. Para ellos, los grandes enemigos eran Bizancio y el papado, por lo que a los campesinos eslavos se unieron los checos, unidos a los husitas.

La herejía bogomilita se extendió a través de Macedonia, donde fundó dos iglesias. Esta secta fue muy fuerte también en Bulgaria. Con el correr de los años, gran parte de los bogomilitas ingresó al Islam, durante la conquista y ocupación de los turcos. Sólo los paulicianos conservaron su doctrina, pero de todos modos, muchos de ellos fueron devueltos al catolicismo, de la mano de los franciscanos.

En general, los bogomilitas adquirieron mayor solidez en Bosnia y Herzegovina. En Servia, muchos fueron exterminados, en el siglo XII por Stéfano Nemania. Todos estos territorios, durante años fluctuaron entre el catolicismo, la ortodoxia y la herejía bogomilita, hasta la llegada de los turcos, que islamizaron el lugar. No obstante, fueron precisamente los bogomilitas quienes facilitaron soterradamente la entrada de Los turcos; por lo que se comprende que para muchos estudiosos, la influencia bogomilta resultara fatal para los Estados balcánicos y eslavos, según lo relata Josef Leo Seifert, en su libro "Los Revolucionarios del Mundo, de Bogomil a Lenin" (Ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1953).

Los bogomilitas negaban el nacimiento divino de Cristo, la Trinidad y la validez de los Sacramentos y ceremonias. Fueron duramente perseguidos, muchos, quemados en la hoguera por los tribunales de la Inquisición, pero pese a todo, hubo quienes sobrevivieron, y sus enseñanzas de maneras diversas perduran en muchas sectas de la actualidad.

Los Patarinos, protegidos del "Mago" Federico II.

La secta de los Patarinos fue una de las más activas, entre los años 1.050 y 1.070, sobretodo en Milán. Sólidamente apoyada por Roma, y en especial por Gregorio VII. Su primer jefe fue Anselmo de Baggio, posteriormente nombrado papa, quien adopté el nombre de Alejandro II (1.061- 1.073).

Este movimiento reformador encontró eco entre los obreros de la industria textil; gente miserable poco integrada en la ciudad y excluidos del marco familiar, e incluso del parroquial. En el lenguaje de la época, los patarinos eran llamados también "pordioseros". Pertenecían al grupo de la herejía dualista. Su nombre -"patarinos"- proviene del arrabal Pataria, de Milán.

Esta secta también adoptó posturas políticas, tras el manto de la religión. Con frecuencia, los patarinos recibían emisarios búlgaros. Sus primeras ideas revolucionarias se materializaron en diversas alternativas sangrientas de la lucha civil entre güelfos y gibelinos, en la que los herejes se alinearon junta al partido del emperador (los gibelinos).

Federico II llegó a erigirse en su protector, y en algunas ciudades llegaron a tener tanto poder, que expulsaron a los católicos, entre ellos al obispo Grimerio de Piacenza.

En realidad, la contienda contra el papado tuvo un marcado sesgo político, desde la llegada de los Hohenstaufen, una poderosa dinastía de príncipes electores del Sacro Imperio Romano Germano.

Ya desde el reinado de Federico I, apodado Barbarroja, la lucha con el pontificiado se tornó recalcitrante. Pues, el principal objetivo de su política fue ampliar y confirmar su dominación en el norte de Italia, donde muchas ciudades, prácticamente gozaban de una total independencia; lo que hacia peligrar la unidad del imperio. Federico I reunió a los feudatarios italianos en la Dieta de Roncaglia (1.158) y nombró un delegado en cada ciudad. Pero su política no tardó en ser resistida en las prósperas metrópolis italianas. Se produjeron levantamientos, y el emperador ordenó saquear y quemar la ciudad de Milán.

A partir de ese momento, el papa Alejandro III se puso al frente de la rebelión y apoyó a las ciudades, que se unieron a la Liga Lombarda. Frente a la derrota, Federico I no tuvo más remedio que ratificar la paz, reconciliarse con el Papa y reconocer la independencia de los Estados Pontificios.

Sin embargo, el proyecto geopolítico se mantuvo en pié, sobretodo durante el reinado de Federico II. Excomulgado dos voces, acusado de hereje y blasfemo, este hombre sabio y aguerrido, aficionado a la filosofía y a las letras, luchó hasta el final contra el poder hegemónico y no menos dictatorial del Papado, protegiendo la libertad de pensamiento, de aquellos que abrazaban una fe distinta dentro del imperio.

Un siglo después, la secta de los "HUMILLADOS", surgida también en Milán reunió a ciertas clases industriales, como los obreros de la lana; y gentes de condición muy humilde, que adoptaron los preceptos acuñados por sus antecesores, los Patarinos.

La corriente de los "PUROS"

A partir del año 1.100, el nombre de "CATAROS" (los Puros) pasaría a designar a todos los heréticos occidentales emplazados fuera de la Iglesia Romana; se aplicó con frecuencia a los Patarinos, y posteriormente a todas las sectas de Italia. Los cátaros fueron muy numerosos y activos en Toscana y en Umbría. Dominaban las magistraturas de Siena y Asís, e hicieron de Orvieto una "verdadera plaza fuerte de la herejía" (tanto en Roma como en Verona existían escuelas de cátaros).

La difusión de las doctrinas cátaras fue recibida con entusiasmo en diferentes medios sociales. No solo tuvo cabida entre los pobres de las ciudades o los burgueses, sino también entre los grandes señores.

Se caracterizaron por una renuncia total a los bienes terrenales y su enconada resistencia hacia el poder de la Iglesia Romana. Las diversas iglesias cátaras de Francia, Italia, Dalmacia y de Oriente se mantuvieron unidas en esta resistencia. Y con el tiempo se abrieron escuelas cátaras en Toscana, Poggibonsi, San Gimignano y Poppi, en el Arno.

Pero para avanzar sobre este tema, es necesario primero vertir ciertas aclaraciones, que nos ayudarán a entender de manera más cabal, la esencia, las ramificaciones y las consecuencias que han tenido estas herejías cátaras, desde la antigüedad.

Dentro de los cátaros, hay muchos autores que señalan una diferenciación entre los heréticos "Monarquianos" (Bogomilitas, por ejemplo) y los "Panteístas" (Patarinos).

Los "monarquianos" veían en la figura de Satanás, una criatura de Dios, que a través de toda la duración de este mundo mantendría el dominio sobre los hombres. Al final de los tiempos el Diablo (también llamado Satanás o el Dragón) sería precipitado hacia las profundidades del infierno y el Tercer Reino despuntaría en el horizonte. En este grupo se formaron también las sectas fraternales del quiliasmo pacifista y el Joaquinismo.

Impugnaban el servicio de las armas; veían en la procreación y el matrimonio un mal que alargaba innecesariamente el reinado de Satanás. Otra de las orientaciones cátaras dualistas fue la de los "Moderados", que veneraban en Satanás al hijo mayor o menor de Dios, el hermano de Cristo que sería aguardado al final de los siglos. En Oriente, según señala Josef Leo Seifert "esta orientación ha sobrevivido hasta hoy en los "luciferinos" o "adoradores del Diablo".

Los moderados creían que las almas de las mujeres habrían de reencarnarse finalmente en el cuerpo de un "superior" masculino, antes de poder unirse con Dios. Para ellos el origen del mal era la mujer (pecado genérico) por eso creían que el hombre tenía que "escapar del matrimonio como del fuego". Estas creencias son interesantes, fundamentalmente porque en ellas está presente la concepción de la transmigración de las almas.

Todas estas consideraciones sobre el papel dado a la mujer deja en evidencia, que el dualismo está enraizado en el culto lunar de los pueblos matriarcales. Sus conceptos fueron investidos por Manes, con elementos cristianos, pero hubo quienes conservaron las antiguas creencias.

En algunos países occidentales, la derivación de los moderados se desarrolló con el "Monismo", en sus dos figuras: el espiritualismo (Panteísmo) y el materialismo.

En otro orden, la orientación dualista de los "Severos'' admitía dos dioses completamente independientes entre sí y con iguales poderes (doctrina que fue avalada en el siglo XII por Juan de Lugio según la cual ambos dioses creaban almas humanas: las del Dios bueno serian bendecidas y las del Dios malo, condenadas).

Esta teoría guarda relación, no solo con el fatalismo, (que sería adoptado por más de una herejía) sino también con la posterior doctrina de la Predestinación esbozada entre otros, por Martín Lutero y Calvino.

Dentro de las sectas que formaron el grupo de los cátaros existieron doctrinas de inspiración oriental; admitían la vigencia de dos principios el Bien y el Mal. Al primero pertenecía el alma y al segundo el cuerpo. Creían que para defender el alma creada por Dios era preciso destruir al cuerpo, símbolo de impureza. Por eso, aconsejaban el suicidio y condenaban al matrimonio Creían también en la transmigración del alma, la que luego de abandonar el cuerpo solía pasar al de un animal. Es por este motivo, que se privaban de matar animales y consumir carne, leche y huevos.

La cruzada de los albigenses

Durante el siglo XII en el sur de Francia se desarrolló la herejía de los "Albigenses", a quienes se llamó así' por el pueblo de Albi, lugar de donde provienen sus primeros seguidores.

Los albigenses poseían una clase clerical propia y célibe a la que se le confería una particular reverencia. Rechazaban la doctrina de la Trinidad, el parto virginal, el Infierno y el Purgatorio.

Estos herejes habían consolidado un pacto de unión con los sarracenos, destinado a sojuzgar Occidente. Tamaña empresa suscitó la alarma y preocupación de los emperadores, no solo porque los albigenses ponían en duda y contrariaban las doctrinas de la Iglesia, sino fundamentalmente por semejante proyecto geopolítico, insuflado por las profundas divisiones sociales y alentado por las clases campesinas.

Si bien dicho proyecto nunca llegó a concretarse, no pudo evitarse una virulenta lucha nacional, en el Mediodía de Francia, ni tampoco el enfrentamiento racial entre el Norte y el Sur.

El papa Inocencio III, pese a su ambigua y otras veces enconada oposición contra los albigenses ha sido un personaje que ha logrado seducir la curiosidad de los historiadores, por atacar los escándalos y abusos cometidos por la Iglesia; lo que por otra parte le hizo sostener una encarnizada contienda con el Emperador, por la cuestión de las investiduras, a fin de librar a la Institución eclesiástica de las influencias seculares. En su lucha contra los albigenses, en primera instancia se mostró paciente con las actividades de estos herejes y con el conde Raimundo VI de Toulusse; pero el punto detonante estuvo dado cuando los albigenses asesinaron al legado pontificio Pierre de Castelnau. Esto fue la mecha que prendió el fuego.

El papa Inocencio III, con su paciencia dilatada ordenó que se iniciara una Cruzada contra los albigenses. Como generalísimo de esta guerra fue nombrado Simón de Montfort. La lucha tuvo variadas alternancias para ambos partidos hasta el año 1.229 cuando fue concertada la Paz de Meaux, con Raimundo VII, hijo de Raimundo VI de Toulousse. El conde fue obligado a una feroz penitencia y sus dominios pasaron, en parte al poder del rey de Francia. Ya en la última fase de la guerra, también tomó parte Inglaterra, que había concertado una alianza con el conde de Toulusse. Los herejes huyeron en bandadas hacia Italia, llegando inclusive a ocupar gran parte de los territorios de Bosnia.

Los cruzados católicos mataron a 20.000 hombres, mujeres y niños, en Béziers, Francia. Después del gran derramamiento de sangre y acallado el ánimus independentista de los albigenses, esta secta fue desarticulada tras la firma del Concilio de Narbona que, entre otras cosas "prohibió que los legos poseyeran parte alguna de las Sagradas Escrituras".

 

Los Valdenses

Lejos de ser consideradas como simples movimientos espontáneos, mucha de las corrientes heréticas fueron fuertes sectas que se organizaron en Iglesias extendidas por varias provincias y regiones.

En Lyon, Pedro Valdo, un rico mercader conmovido por la miseria de los humildes durante el Hambre de 1.176 y sintiéndose aludido por los sermones de los monjes errantes que visitaban la ciudad renunció a sus tesoros y repartió sus caudales entre los pobres. Influenciado por la leyenda de San Alejo y tras un largo estudio de las Sagradas Escrituras mandó a traducir la Biblia al provenzal.

Pedro Valdo reunió a numerosos discípulos; llamados los "Pobres de Lyon". Estos, con la ayuda de los italianos propagaron rápidamente las doctrinas de su maestro. Los valdenses (o Pobres de Lyon) captaron adeptos en las capas sociales que fluctuaban entre los campesinos y artesanos; entre otras cosas, los alentaba el ideal de la no violencia. Peregrinaban y predicaban de dos en dos; descalzos y con hábitos penitenciales denunciaban los actos de corrupción de la Iglesia católica tradicional.

Debido a esto, y pese a que Alejandro III en un principio llegó a simpatizar con las doctrines de los valdenses, con sus reglas y sus principios, se les prohibió la predicación sin permiso episcopal. El Concilio de Verona de 1.184 les dictó la excomunión bajo el pontíficado de Lucio III; condena que fue ratificada posteriormente par el cuarto Concilio Lateranense.

Los valdenses tuvieron mucho poder en España y Lombardía y se extendieron a través de Suiza hacia Austria, Bohemia del Sur, Brandenburgo y Polonia hasta llegar a Hungría.

Sin embargo hubo notorias diferencias entre los valdenses franceses y los lombardos, que tras la muerte de Valdo sufrieron la desunión y una ruptura definitiva en el ano 1.218.

Por su parte, los valdenses austríacos, alemanes del Sur y bohemios hicieron cause común con los lombardos, mientras que Los franceses fueron perdiendo fuerza y careciendo de gran incidencia en el exterior.

Los motivos de esta desunión, peleas internas y posteriores ramificaciones, como las también disidencias doctrinales se explican a partir de los orígenes de esta herejía.

De hecho, el nombre de valdenses, al igual que el de los cátaros no quiere significar una corriente unitaria de ideas. Virtualmente, Pedro Valdo no creó ninguna nueva doctrina dogmática; más bien trató de reinstalar el viejo ideal apostólico de la Iglesia primitiva. Por eso, tampoco fundó una "nueva" Iglesia, pese a que él mismo practicó una violencia dictatorial y un régimen jerárquico no muy distinto al de la Iglesia tradicional a la que se opuso fervientemente. Su "cuantun dogmático" lo edificó en base a las libres protestas que circulaban entre los poblados par tradición oral. Emancipó por completo a la mujer, a quien también se le permitía predicar.

Estas peculiaridades marcaron algunas semejanzas entre los valdenses franceses y ciertos sectores de las herejías dualistas entre los que se contaron Pedro Bruys y Enrique de Lausana, considerados por muchos los verdaderos precursores de Valdo.

Los valdenses franceses estaban tan influenciados par la corriente dualista, que terminaron por deshacerse de todo contacto con la orientación panteísta de los "espirituales" y los "fraticelli". Por el contrario los valdenses lombardos nacieron de los "monarquianos", cuyo nexo fueron los "Humillados".

Los lombardos vivían en comunidades proletarias (telares) y obligaban a sus adeptos a desenvolverse en el trabajo manual. Formaron sus propias comunidades eclesiásticas, mientras que los valdenses franceses creían en la "Iglesia Invisible" de Cristo; por este motivo muchas veces permitían a sus feligreses la libre concurrencia a la Iglesia católica y la aceptación parcial de algunos de sus sacramentos, los santos y la veneración a María, aunque rechazaban el Purgatorio, las imágenes y el signo de la cruz.

El lugar donde se reunían para elevar sus rezos, generalmente era un establo. Las "católicas casas de Dios" eran despectivamente denominadas por los lombardos como "madrigueras".

Los ayunos y la ley matrimonial no fueron hábitos estrictos para los valdenses. Pugnaban por suprimir terminantemente el Estado, el servicio de armas y la prestación del juramento. Mantenían una cierta jerarquía: los "majores" cumplían la función de jefes y dirigían un clero de "juniores" (se autodenominaban los "verdaderos fieles"); los pobres, que hacían votos de castidad y los simples "amigos", tal la denominación.

Los místicos católicos y la corriente panteísta

Algunas de las creencias derivadas de la corriente panteísta fueron adoptadas no solo por las herejías del momento sino también por miembros de la Iglesia católica.

Uno de los hombres que lideró esta tendencia, después adoptada por un sector de la Iglesia romana fue Amalarico de Bena, quien entendía el panteísmo como una idea popular según la cual el alma humana era parte de Dios, "despertada" por una inspiración del Espíritu Santo para nacer y expandirse en Dios y en el Universo. Esta corriente herética tuvo después gran influencia en los místicos católicos; muchos de ellos fusionaron antiguas concepciones cristianas con elementos heréticos. Esto se evidenció sobretodo, durante el siglo XII en la región del Rin.

Algunos de los místicos católicos que se vieron imbuidos por la atmósfera doctrinaria de Amalarico fueron el catalán Ramón Llull y en Alemania Suso, Tomás de Kempis, Tauler y Eckhart, un especulativo con sesgo casi profético que "hacía oídos" a cuanta nueva o vieja creencia o concepción circulara por enderredor.

Por otra parte hay que distinguir el misticismo panteísta del ortodoxo. Según la Enciclopedia Salvat "el primero es el de la filosofía india, el de los neoplatónicos y Los panteístas que continuaron durante el Renacimiento; mientras que el segundo es meramente de carácter teológico católico".

Y esto es así', ya que los lejanos puntos de contacto entre el panteísmo y la mística de la Edad Media, incluso renacentista surgen del neoplatonismo de Plotino por media del seudoareopagita. No obstante, rastreando en la literatura de la época se pueden encontrar raíces mucho más antiguas; creencias transportadas a través de tierras y mares por escritores errantes de origen hispanoárabe o hispanohebreo (Ben Gabirol, par ejemplo o Mohidin).

Sin embargo, con la presencia del místico flamenco Jan van Ruysbroeck, llamado "Doctor Extaticus", los panteístas se volcaron al quietismo más absoluto, renunciando a toda voluntad de pensamiento, palabra o deseo y sumiéndose en un estado inmóvil, casi vegetativo, pues creían que sólo de esta manera encontrarían el estado de gracia. No faltaron tampoco fanáticos y extremistas, que a partir de esta postura predicaran el propio exterminio a fin de procurar una rápida unión con Dios.

Los herejes "Anarco-Sexuales".

En el año 1.250, en Flandes y Renania se constituyó la secta de "Los Hermanos del Libre Espíritu", también llamados "Picardos" en Bohemia, adonde llegaron con los tejedores flamencos.

Rechazaban la Iglesia, los Sacramentos y las Sagradas Escrituras. En suma, se oponían a todo orden establecido. Anarquistas por complete, a través de su prédica y peregrinación se constituyeron en verdaderos portavoces de la rebelión social.

Fueron famosos par sus escandalosas propagandas en pro de la desnudez, y por las orgías que celebraban en recintos subterráneos; se trataba -según ellos- de los "servicios divinos". Cometían robos en nombre de la comunidad de bienes y predicaban la total sublimidad de los "apetitos" humanos. Incluso llegaron a predicar y practicar el incesto.

Pero más allá de este tipo de excentricidades, algunas de ellas siniestras, llama la atención una de sus creencias: la vida de ultratumba, pues según estos "Hermanos" después de la muerte perduraba la actividad sexual de las almas...

Otra secta, similar a la anterior por lo licenciosa fue la que hizo irrupción en Bruselas, a fines del siglo XIV. Se llamaba "Homines Inteligentiae", y estaba dirigida par Gilles le Chantre. En ella dominaba por sobre todo la "gran comunidad de las mujeres" y la creencia y espera de la llegada del Tercer Reino (doctrina fundada por el monje y ermitaño Joaquim De Fiore (1.130-1.202), quien calculaba el advenimiento del apocalíptico del Tercer Reino para el ano 1.260).

Pese a que esta herejía fue suprimida en el año 1.411, siguió difundiéndose clandestinamente en los telares flamencos, para reencarnarse muchos años después en la secta de los "Libertinos".