Testimonios de mujeres maltratadas

Testimonio de Charlotte Fedders

Charlotte Fedders aparentemente lo tenía todo: casada con un próspero y buen mozo  abogado, madre de cinco hijos saludables, casa con cinco dormitorios, socia de un  exclusivo club, etc. Pero detrás de esa fachada se escondía algo horrible: el abuso físico y  emocional al que su esposo la sometía a ella y a sus hijos. Durante 17 años aguantó en  silencio. 

Finalmente, Charlotte se armó de fuerzas para abandonar a su abusivo marido, y ahora  es una campeona en la defensa de mujeres maltratadas. Ha publicado un libro titulado  "Shattered Dreams" y ha testificado ante el Congreso. Tiene como metas elevar la  conciencia sobre el problema y obtener reformas legislativas en el área de la violencia  doméstica. Dice: "Quiero ayudar a que comprendan que ninguna persona tiene derecho de  aterrorizar a otra". 

"Al principio era joven...él era buen tipo. Me consideraba bonita, inteligente y digna de ser  amada. El día de la boda caminamos felices por la nave central de la Iglesia: contamos con  la bendición de Dios para nuestra unión". 

"Luego vinieron las palabras amenazadoras... Me hacía sentir, fea, bruta, indigna del  amor de Dios y de los humanos. Comencé a llorar todas las noches". 

"Más tarde llegaron los golpes...Él me decía que me los merecía...Pensé que quizás él  tendría razón...Yo recordaba que había prometido ser su esposa para siempre. 

"Finalmente abrí los ojos y me llegó la liberación. El problema no era mío, sino de él. Una  mañana de primavera me decidí a comenzar mi vida de nuevo, sola. Lo dejé y hablé. Me  dije que nunca más viviría ese tipo de violencia y así ha sido". 

Testimonio de una codependiente

"Hasta el día en que me dí cuenta de todo lo que le había permitido a mi esposo durante  años, sentía una falsa seguridad en mí misma. Pensaba que había hecho todo lo mejor  posible dando una y otra vez, ignorando y pasando totalmente por alto mis propias  necesidades; muriendo a mí misma para vivir en paz. No me explicaba por qué jamás había  podido alcanzar esa paz, especialmente en lo que a mi matrimonio se refiere. 

"Mientras más daba, perdonaba y soportaba, más infeliz era. Creía que sacrificándome,  sufriendo un calvario, llegarían a cambiar las cosas y mi matrimonio llegaría a ser feliz. No  me daba cuenta de que me estaba destruyendo a mí misma y a mi esposo, por lo que le  permitía. 

"Estaba cooperando con el mal, recompensándolo a él por cometerlo. Una y otra vez  durante mi matrimonio por largos años, toleré injusticias, no sólo contra mi persona, sino lo  que es aún peor, contra nuestros hijos. Llegué a considerarme una víctima y a sentir lástima  de mí misma. Creía erróneamente que todo esto me ennoblecería, me haría mejor cristiana.  ¡Qué equivocada estaba! 

"En el fondo todo era orgullo. Pensaba que tenía la potestad de hacer cambiar a mi  esposo, simplemente dedicando todas mis energías y mis constantes esfuerzos a hacerlo.  Cifré mi felicidad en él por completo, olvidándome totalmente de mí misma. 

"No sé cómo se estableció el patrón de la codependencia, pero ruego a Dios que me  ayude a superarlo. 

"Dios tiene que liberarnos de nuestro orgullo, de nuestras ideas equivocadas, de nuestra  falsa seguridad, para poder construir un nuevo yo. Quizás esto quiso decirnos Jesús con la  imagen de no echar vino nuevo en odres viejos. 

"Ruego a Dios que me ayude a aprender lo que es la verdadera humildad, el verdadero  amor. Debo hacerle comprender a mi esposo que continuaremos haciéndonos daño si  permanecemos juntos de este modo. Debo concentrarme en trabajar en mí misma, el único  ser al que puedo cambiar. Debo aplicarme la segunda parte del mandamiento, `Amarás a tu  prójimo como a ti mismo.' 

"Dios mío, siento que muere hoy la persona que era, y comienza a nacer una muy  distinta. ¡Moldéame como Tú quieres que sea! Si me tomas de la mano no tendré miedo. Le  pido a nuestra Santísima Madre la Virgen María, que interceda por mí y me dé su maternal  protección. 

"Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida, hazla  de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo." 

Testimonio de "Liza" (no es su verdadero nombre)

Sí, estaba embarazada con mi tercera hija y necesitaba ayuda. Tenía 32 años y estaba  separada de mi esposo. Pero, ¿cómo iba a explicarles a mis otros hijos que la bebé que  llevaba en mi seno no era de su padre? ¿Cómo iba a explicarles a mis colegas que una  doctora tan exitosa como yo y que sabía todas las respuestas a los problemas se  encontraba en esa situación? ¿Cómo entenderían ellos que una psiquiatra como yo estaba  en crisis? 

La idea del aborto pasó por mi mente. Pero siendo médico conocía sus consecuencias.  La consejera del Centro Kababaihan Ng de Manila me sugirió que diera a la criatura en  adopción. Pensé entonces que esta opción era suficiente para resolver mi problema, pero la  consejera, con cuidado y paciencia, me guió para que profundizara en mi vida pasada. Su  última pregunta me sacudió. Me preguntó si había sido víctima del abuso sexual cuando era  niña. Mi cuerpo comenzó a temblar. Por primera vez en mi vida me di cuenta de que tenía  que enfrentarme a mi pasado, en el cual había sido maltratada sexualmente siendo  pequeña. 

Estaba en la escuela primaria cuando mis dos tíos empezaron a maltratarme de esa  forma. Al principio estaba confundida y llena de temor. No tenía palabras para describir mis  sentimientos. Mantuve el secreto. Ocurrió una y otra vez. No podía hacer nada. De manera  que no opuse resistencia. Empecé a aceptar lo que ocurría a medida que ellos se  alternaban para "usarme" como si fuera una objeto. Comencé a aislarme. Me sentí sucia  como la basura, pero no me importaba. Caí en la promiscuidad y mis hijos fueron  engendrados por diferentes hombres. 

Me casé por conveniencia, para que "alguien" fuese el padre de mis hijos. A los dos años  nos separamos. Había sido golpeada por él. Me sentía sola. 

Fue entonces cuando empecé a ver de nuevo a mi antiguo novio, el padre de mi primer  hijo. Quede embarazada y decidí llamar al Centro Kababaihan Ng de Manila, cuyo número  vi en un cartel de un cobertizo. 

Durante las sesiones de consejería, me dí cuenta de que estaba atrapada en un círculo  vicioso de maltrato y que necesitaba librarme de él. Estaba sufriendo del Desorden del  Síndrome Post Trauma y, como psiquiatra, no me había dado cuenta de que me estaba  ocurriendo a mí. Había perdido mi autoestima como persona. 

Por medio de la oración comprendí cuánto me ama Dios y cuál es el plan que tiene para  mí. Comprendí también que Él solucionaría todos mis problemas si yo "buscaba primero Su  Reino y Su Justicia". Comprendí en ese instante cuán valiosa soy y cuánto había  maltratado a mi cuerpo -- templo de Su Espíritu. 

Las sesiones me ayudaron a tomar la decisión de transformar mi pasado en algo de lo  cual aprender. Ahora miro hacia delante, hacia una nueva vida completamente entregada a  Dios. 

El mes pasado, cuando estaba preparando a mi familia para aceptar mi situación, tuve la  pérdida. Cuando por fin, por primera vez en mi vida, me sentía entusiasmada anhelando el  nacimiento de mi hija con tanta alegría, resultaba que no nacería ninguna bebé. La bebé  que me había salvado y que había transformado mi vida mientras descansaba durante dos  meses en mi seno, había muerto. 

Lloré e hice duelo por la pérdida. Pero en mi corazón sabía que Dios quería que  experimentara Su presencia en aquel embarazo. Es verdad que no vi el rostro de mi bebé,  pero sentí que Dios me decía que Él no me había abandonado. "He creado a tu bebé a Mi  imagen para atraerte de nuevo hacia Mí". Gracias a mi hija..., a mi hija no nacida... lo he  comprendido.