Santidad de la Vida Humana

El presidente George W. Bush proclamó el 20 de enero Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana, en respuesta al 22 de enero, llamado Día de la Infamia, por la legalización del aborto en 1973.

Emilio Palafox

 

La historia de la lucha en defensa de la vida humana es larga; oscura y dolorosa a veces, luminosa y bella tantas otras, como la misma vida humana. Al fin, brillarán la verdad y el bien. El último capítulo, hasta hora, lo acaba de protagonizar el presidente Georg W. Bush, en una nación en la que debió acuñarse el término “Día de la Infamia”, para señalar al ominoso 22 de enero de 1973, cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos falló contra la humanidad del niño no-nacido, legalizando el aborto directo. Aquella acción llevó a una escalada de legalizaciones en tantos países, y el silencioso seno materno -hasta entonces santuario de vida, de amor y de respeto- se convierte legalmente en el lugar más inseguro, donde más probabilidades de morir injustamente tiene un ser humano indefenso.

Vamos a Castelgandolfo, en las cercanías de Roma. Es el 23 de julio del 2001. La prensa mundial comentó el encuentro de Bush con Juan Pablo II. “En presencia del Papa Juan Pablo II, el jefe de la superpotencia mundial parecía cargado de humildad. Como si fuera un colegial, George W. Bush siguió atentamente las palabras del jefe de la Iglesia Católica. La lección, con voz baja, pero de contenido inconfundible, duró 25 minutos”. Así susurraron temerosas algunas agencias. ¿Qué iba a ocurrir?

Concretamente, Juan Pablo II pidió al Presidente Bush que rechazara cualquier apoyo a la investigación con embriones humanos, por la sencilla razón de que se trata de experimentar en personas vivas, atropellando los derechos humanos. Bush debía decidir en las siguientes semanas sobre el financiamiento con fondos públicos a los proyectos de investigación con células madre de embriones humanos. Y decidió..., negando ese apoyo.

El presidente Bush, hablando a los periodistas, tras la audiencia del 23 de julio con Juan Pablo II, lo definió como “un hombre extraordinario, que ha tenido un profundo impacto sobre la conciencia y los sistemas políticos del mundo”. No sólo su figura, sino también su mensaje lo han impresionado profundamente. Juan Pablo II recordó a Bush claramente que es éticamente inaceptable “la creación de embriones humanos, destinados a ser destruidos con el fin de investigar en células madre”. Éste era el punto central en aquel momento; más aún, cuando la ciencia sabe que no hay necesidad de crear embriones para destruirlos al obtener células madre -o células estaminales- capaces de desarrollarse en células de cualquier órgano o tejido, porque las células estaminales se encuentran también en los organismos adultos y se obtienen sin ocasionar a nadie daño alguno.

Es bien sabido -aunque algunos lo quieran olvidar- que George W. Bush, apenas elegido presidente de Estados Unidos el 13 de diciembre del 2001, tomó la primera decisión de gobierno: No financiar más, en lo sucesivo, las actividades que promuevan el aborto en el mundo como método de control natal. Ahora acaba de establecer el 20 de enero de 2002, “Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana”.

He aquí un resumen de su valiente Declaración, que está haciendo historia: “Esta nación se fundó en la convicción de que el Creador ha dotado a todo ser humano de ciertos «derechos inalienables». El principal de ellos es el derecho a la vida misma. Los signatarios de la Declaración de la Independencia reconocieron que toda persona humana, y no sólo los fuertes, los independientes o los saludables, posee una dignidad esencial en virtud de su propia existencia, incluyendo los ancianos y los desprotegidos, los débiles y los enfermos, y aun los no deseados. “La vida es un derecho inalienable, entendido éste como algo que el Creador nos ha dado a todos. “Este principio, de carácter eterno, que expresó el presidente Jefferson, nos obliga a la consecución de una sociedad civil que abrace democráticamente sus deberes morales esenciales, los cuales incluyen la defensa del anciano, el fortalecimiento del débil, la protección del indefenso, la alimentación del hambriento y el cuidado de los niños -nacidos y no nacidos-. “Debemos rechazar la idea de que algunas vidas son menos dignas de protección que otras, sea ello debido a la edad, la enfermedad, las circunstancias sociales o las condiciones económicas. “Por consiguiente, en este momento, yo, George W. Bush, presidente de los Estados Unidos, en virtud de la autoridad de la cual he sido investido por la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, proclamo el domingo 20 de enero de 2002, «Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana»”.

Enviado por www.encuentra.com