V. Posesión demoníaca en el NT

1. POSESIÓN Y ENFERMEDAD
En el NT la posesión demoníaca va frecuente
mente acompañada, o por lo menos es asimilada, a la enfermedad, porque ésta, consecuencia del pecado (Mt 9,2), es otro indicio del dominio de Satanás (Lc 13,18). Por consiguiente, los exorcismos del evangelio revisten a menudo la forma de curaciones (Mc 9,14-29), aunque hay casos de simples expulsiones (Mc 5,1-20) y de enfermedades que no presentan los rasgos de la posesión y que, a pesar de ello, son atribuidas a Satanás (Lc 13,10-17). La mayor parte de los milagros de Jesús son milagros de curaciones o milagros naturales. Los evangelios recuerdan sólo cinco expulsiones de demonios, y distinguen a menudo claramente entre personas poseídas por los demonios y personas enfermas (Mt 4,23-25; Mc 1,32). Aunque en algún caso atribuyen a un espíritu lo que nosotros consideramos una epilepsia o una locura, no hay duda de que en muchos casos hablan de un exorcismo real de diablos reales.

2. ¿JESÚS, EXORCISTA? - Expulsó Jesús realmente demonios? Algunos estiman que se atuvo a la creencia popular. Sin embargo, los textos parecen indicar algo más. Parece que Jesús comparte la fe de sus contemporáneos en la existencia y en la actividad de espíritus malos. Los relatos evangélicos de exorcismos incluyen a menudo algo más que una simple enfermedad. Así está implícito en los signos no naturales de violencia (Mc 5,4-5; Lc 8,29) y en el conocimiento religioso manifestado por los demonios expulsados (Mc 1,24). El exorcismo es un tema importante en el NT. Además, si la creencia en los demonios se hubiese basado en error religioso, parece que Jesús hubiera debido corregirla. No obstante, es verdad que lo primario en el relato del NT es que Jesús vence al poder del mal; la concepción materialista de tal poder, que se manifiesta en la acción de espíritus malos personales, es secundaria, aunque parece postulada por los textos interpretados en el contexto de la revelación bíblica total. Explicar el poder de Jesús sobre los demonios como debido a un pacto con éstos constituye el pecado contra el Espíritu Santo, que no será perdonado (Mc 3,22-30).

Cuando los discípulos de Juan Bautista le preguntan a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" (Le 7,19-20), Jesús responde que sus curaciones y su anuncio de la buena nueva a los pobres son el signo de que él lo es para algunos. En otra parte, en el contexto del siervo paciente de Isaías, la misión de Jesús nuevamente se relaciona con la curación de toda la persona en el cuerpo, en la mente, en la psique y en el espíritu. Jesús realiza los exorcismos curando las enfermedades y dolencias de todo tipo, así como la pecaminosidad y la ignorancia humana: "Caída la tarde, le presentaron muchos endemoniados y arrojó a los espíritus con su palabra y curó a todos los que se hallaban mal, para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,18-17).

3. EXORCISMO Y CURACIÓN
Jesús comprendió que no basta nunca limitarse a exorcizar al diablo. Enseñó que hay que sustituir el poder demoníaco por un poder de hacer el bien y por una iluminación interior del individuo; de lo contrario, la condición última de éste puede ser peor aún que la primera (Mt 12,43-45). Por tanto, el exorcismo es sólo el primer paso del proceso de la curación; el espíritu. malo es arrojado fuera para sustituirlo por el Espíritu Santo.

VI. El exorcismo 

El exorcismo hay que verlo dentro de su auténtico contexto eclesial. No se trata de un ritual arcano y gnóstico, ni del dominio de una técnica, ni de la habilidad mística de un actor individual, semejante a un chamán. El exorcista es el ministro de Cristo y de su iglesia; es Cristo que exorciza; es su poder, que subyuga y arroja el mal a través de su ministro y de su cuerpo, la Iglesia. El exorcista debe estar autorizado por la Iglesia, porque ella es quien le capacita para realizar la obra de Cristo en nombre de Cristo. El realiza el exorcismo en compañía de otros miembros de la Iglesia santa, que se unen a sus oraciones, recordando que donde están dos o tres unidos en nombre de Cristo, allí tienen la promesa de que Cristo mismo está presente en medio de ellos de Manera particularmente eficaz. Sólo esta presencia curadora suya garantiza el éxito del exorcismo.

1. EXORCISMO COMO ORACIÓN - El exorcismo es una oración dirigida a Dios a fin de que arroje o rechace a los demonios o a los espíritus malos de las personas, lugares o cosas que están o se consideran poseídas o infestadas por aquellos que están en peligro de convertirse en víctimas o instrumentos de su maldad2. En la realización de un exorcismo es la Iglesia la que ora a través del instrumento del exorcista, de suerte que la eficacia del rito puede compararse a un sacramental. La fe y la integridad personal del exorcista, según se desprende claramente de los mismos evangelios (Mc 3,14ss; cf Mt 10,1), desempeñan un importante papel en el buen éxito, del exorcismo. Por eso la Iglesia es particularmente cauta al autorizar a los clérigos que han recibido el poder de exorcizar a poner en práctica tal potestad. No hablamos aquí obviamente de los exorcismos practicados durante el rito del bautismo, sino de los que parecen postulados por una posesión diabólica verosímilmente auténtica.

2. EXORCISMO COMO SIGNO 
La base de una teología del exorcismo es el testimonio del NT sobre el conflicto entre Cristo y las fuerzas del mal y su victoria sobre ellas. Cristo mismo proclamó con las palabras y con los hechos tal victoria (cf Lc 11,20; Jn 12,31). Concedió a los Doce la autoridad y el poder de arrojar a los demonios (Mc 3,14ss; cf Mt 10,1), y todos "los que creen" comparten tal poder (Mc 18,17; Lc 10,17-19). Un signo continuo de la redención del hombre es la pérdida del poder por parte de Satanás (1 Jn 5,18). Tal era la convicción de los Padres, de Tertuliano, de Hilarlo de Poitiers, así como de las escuelas medievales, incluido santo Tomás de Aquino (S. Th. II-II, q. 90, a. 2).

3. EXORCISMO E IGLESIA 
La Iglesia reconoce la posibilidad de la posesión diabólica y regula el modo de tratarla. El código de derecho canónico permite a los ministros autorizados (exorcistas) realizar exorcismos solemnes no solamente en los fieles, sino también en no católicos y en excomulgados. El Ritual romano contiene un rito solemne para el exorcismo. Tal rito sólo puede realizarse con permiso especial del Ordinario, el cual lo concede sólo a sacerdotes insignes por la piedad y la prudencia. Esto supone que quienes reciben el poder de expulsar de los demás a los espíritus malos deben haber conseguido antes personalmente la victoria sobre sus tentaciones.

4. EXORCISMO Y PSICOLOGÍA 
Aunque la psiquiatría ha demostrado que la actividad del subconsciente explica muchos, por no decir la mayor parte, de los fenómenos anormales que las generaciones pasadas atribuían a la actividad diabólica, no pretende por ello explicar de manera completa tales fenómenos. Está en condiciones de dar sólo la explicación psicológica. Aun suponiendo que tal explicación sea la correcta en un determinado caso, se trata siempre de una explicación dada dentro de los límites de la ciencia. No excluye de por sí la causalidad concomitante, que podría ser ejercida por elementos que no son objeto de la ciencia psiquiátrica.

Algunos de los que han trabajado con criminales dementes, aun aceptando como válida la explicación que da el psiquiatra de un caso, permanecen abiertos a la posibilidad de lo diabólico como causa concomitante, aunque no se la pueda establecer con certeza en algún caso particular. Por ejemplo, es posible admitir el punto de vista de que Satanás es una indicación del modo como la mente humana hace frente al problema del mal y, al mismo tiempo, creer que una criatura como Satanás existe realmente.

5. CRITERIOS QUE JUSTIFICAN UN EXORCISMO 
El Ritual romano invita al exorcista a no apresurarse a creer que se encuentra frente a una verdadera posesión diabólica. Da algunas indicaciones referentes a los signos de la posesión, aunque está claro que ninguno de ellos, tomado particularmente, es suficiente para este fin. Los principales signos son hablar una lengua desconocida, una fuerza física extraordinaria y el conocimiento de cosas distantes o secretas. Junto a los signos de posesión, consistentes en facultades especiales del cuerpo y de la mente, hay que esperar también una atmósfera general malsana, que a veces puede percibirse casi físicamente. Sir Ivone Kirkpatrick, en sus memorias relativas al tiempo transcurrido en la embajada de Berlín (1937-1938), escribió de Hitler: "Parecía envuelto en un aura tan despiadada y perversa, que se tenía una sensación de opresión y casi de pesadilla cuando se sentaba uno con él en la misma habitación". Y sigue diciendo que sintió la necesidad de pedir no ser asignado como traductor durante uno de los últimos encuentros que Chamberlain tuvo
con Hitler, a causa de la repugnancia física que sentía`.

Según Joseph Crehan, SJ, que ha estudiado con detalle el fenómeno de la posesión y que fue el observador católico en la comisión sobre el exorcismo del obispo de Exeter, el diagnóstico resulta difícil cuando hay que hacerse un juicio basado en probabilidades convergentes. La costumbre de algunos teólogos de presentar una serie de fenómenos como si admitieran sólo explicaciones alternas no vale, según él, cuando se trata, en realidad, de situaciones que pueden admitir una u otra explicación. Así decir que los exorcismos realizados por Cristo en los evangelios revelan el poder del amor de Dios de curar, es cierto; pero ¿qué revelan además de eso? ¿Es eso todo lo que intentan decirnos? Análogamente, no admitir la posibilidad de la posesión diabólica por el hecho de haber en los asuntos humanos interferencias provenientes de las almas de los muertos, hombres o mujeres, pero no de espíritus malos, que jamás han sido seres humanos, significa aplicar el esquema alternativo sin utilidad.

En los casos de pseudoposesión, el exorcismo puede efectivamente poner remedio a la creencia de la víctima de estar poseída, pero puede también inducir a descuidar las precauciones y el tratamiento médico necesario.

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(2) El exorcista es el que expulsa los espíritus malos de una persona poseída, conjurándolos, en nombre de un espíritu más poderoso, a que se vayan. El término proviene de la palabra griega que significa "conjurar" verbo empleado por Mateo en el sentido jurídico de inducir a uno a testimoniar bajo juramento (20.83).