CAPÍTULO 3

La razón humana y la santísima Trinidad


15. Cómo expresaron los cristianos la santísima Trinidad

La venida del Hijo y del Espíritu Santo inauguró un tiempo nuevo en la humanidad. Los primeros cristianos, al ver las acciones y las palabras de Cristo y estando atentos a las manifestaciones del Espíritu Santo, llegaron a la conclusión de que Dios-Padre los había enviado y que los tres eran el Dios en comunión e intercomunicación.

Al principio, no había reflexión teológica sobre esta convicción. El ambiente litúrgico fue el primer lugar de expresión de la fe trinitaria. Las doxologías, esto es, las oraciones de alabanza y de acción de gracias, constituyeron las oportunidades primordiales en las que los fieles atestiguaron la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Las oraciones antiguas, lo mismo que las nuestras de hoy, terminaban siempre con el "Gloria al Padre, por el Hijo, en la unidad del Espíritu Santo".

Estaba, además, la práctica sacramental. Se celebraba de forma solemne el bautismo y la eucaristía. Siguiendo el mandato del resucitado, conservado en Mateo (28,19), los cristianos bautizaban "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Los primeros formularios de misas (anáforas o canon) se estructuraban siempre de forma trinitaria. El Padre es siempre el fin y el objetivo de toda celebración. En ella se celebran los misterios de la vida, pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, se recuerda la venida del Espíritu en pentecostés y su actuación en la comunidad y en la historia. Y todo esto se hace para insertar a las personas en la comunión trinitaria.

También conocemos los primeros credos (llamados "símbolos" en la Iglesia antigua). Allí había ya una clara conciencia trinitaria. El rito actual del bautismo todavía conserva la misma estructura de expresión de fe que el rito del siglo II en Roma. Allí se dice: "Creo en Dios, Padre todopoderoso..., y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor... Creo en el Espíritu Santo". Todavía hoy los cristianos suelen comenzar y terminar el día haciendo la señal de la cruz; es una expresión de fe en el Dios cristiano, que es siempre la comunión y la copresencia de las tres personas.

Finalmente, a partir del siglo al empezaron las reflexiones teológicas. En primer lugar, se pensó sobre la verdadera naturaleza de Cristo, la misma del Padre; por eso es igualmente Dios, como y con el Padre. Luego se llegó a la idea clara de que también el Espíritu es igualmente Dios como y con el Padre y el Hijo. Solamente el año 381, en el concilio de Constantinopla, se definió con todas las palabras que Dios es tres personas en la unidad de una misma naturaleza de amor y de comunión.

El pensamiento reflejo no tiene nunca la primera palabra. Primero viene la vida, la celebración de la vida y el trabajo. Luego viene la reflexión y la doctrina. Lo mismo pasó con los primeros cristianos. Comenzaron alabando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y bautizando luego a los que creían en el nombre de la Trinidad Tan sólo al final empezaron a reflexionar sobre lo que celebraban y sobre lo que hacían.


16. Tres maneras de entender la santísima Trinidad

A lo largo de la historia los cristianos han desarrollado tres modalidades principales de presentar de forma más sistemática el misterio de la santísima Trinidad. ¿Por dónde empezar? Veamos cada una de estas formas: la griega, la latina y la moderna.

Los griegos partían de la persona del Padre. Veían en él la fuente y el principio de toda la divinidad y de todas las cosas que existen. Lo dice bien el credo: "Creo en Dios Padre todopoderoso". Este Padre está lleno de inteligencia y de amor. Al expresarse a sí mismo, engendra de sí al Hijo como la expresión suprema de su naturaleza. Es su palabra, reveladora de su misterio sin principio. Al proferir la palabra (el Hijo) emite también el soplo: espira al Espíritu Santo, que sale del Padre simultáneamente con el Hijo. De esta manera el Padre entrega a las dos personas toda su sustancia y su naturaleza. De esta forma los tres son consustanciales, es decir, poseen juntos la misma naturaleza y por eso son Dios.

Los latinos partían de la única naturaleza divina. Esta naturaleza es espiritual. Por eso está llena de vitalidad y de dinamismo interior. Este principio espiritual, en cuanto que es eterno, sin principio y sin fin, se llama Padre. En cuanto que el Padre se conoce a sí mismo, se proyecta hacia fuera como palabra, engendra al Hijo. En cuanto que el Padre y el Hijo se vuelven el uno hacia el otro, se reconocen y se aman, espiran juntos (como de un solo principio, como en un solo movimiento) al Espíritu Santo. Si los griegos acentuaban en el credo la expresión Padre ("Creo en Dios Padre todopoderoso"), los latinos se detenían más en Dios ("Creo en Dios, Padre todopoderoso"); solamente luego pasaban a la persona del Padre.

Los modernos prefieren partir de las relaciones entre las tres divinas personas. Parten decididamente de la novedad cristiana. Dios es, desde el principio, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero las tres personas están de tal manera interpenetradas unas en las otras, mantienen entre sí un lazo de amor tan íntimo y tan fuerte, que son un solo Dios. Son tres amantes de un solo amor o son tres sujetos de una única comunión.

Cada una de estas visiones tiene sus ventajas. En un mundo donde se tiende a venerar muchos dioses y fetiches es aconsejable partir de la unidad de la naturaleza divina. En una realidad en donde se acentúa demasiado la unicidad y lo absoluto de Dios y la concentración del poder político y religioso es conveniente partir de la trinidad de personas en comunión. En una sociedad de egoísmo, en donde no hay comunión suficiente para humanizar las relaciones ni se respetan las diferencias, está indicado partir de las relaciones iguales, amorosas y unitivas entre las tres personas. Entonces aparece con claridad que la santísima Trinidad es la mejor comunidad y que es el programa de liberación de los cristianos.

A los filósofos les agrada ver en Dios al absoluto. Este lenguaje tiene un inconveniente: establece siempre un dualismo fundamental entre lo absoluto y lo relativo, entre la eternidad y el tiempo, entre Dios y el mundo. Los cristianos preferimos hablar de la comunión de las divinas personas, que es siempre inclusiva, ya que engloba también a la humanidad, al mundo y al tiempo.


17. Las palabras-clave para expresar la fe en la'santísima Trinidad

Después de ciento cincuenta años de reflexiones, discusiones y encuentros de obispos, la Iglesia llegó a fijar las palabras-clave con las que expresar su fe en la santísima Trinidad sin errores ni distorsiones. Es verdad que las expresiones parecenfrías y formales. Pero tienen que completarse con el corazón, que se inflama al saber que es el receptáculo dentro del cual moran las tres divinas personas.

Naturaleza divina una y única: Para señalar lo que une en la Trinidad y hace que las personas sean un solo Dios, la Iglesia utilizó la palabra naturaleza (sustancia o esencia). La naturaleza es la esencia de Dios en su aspecto dinámico; por tanto, es aquello que constituye a Dios como Dios, distinto de cualquier otro ser posible. Esta naturaleza es numéricamente una y se encuentra presente en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Persona es aquello que distingue en Dios, o sea, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Entendemos por persona la individualidad que existe en sí, vuelta hacia los otros en una existencia singular, distinta de las otras. Así el Padre es distinto del Hijo, aunque no sea otra cosa distinta del Padre, ya que posee la misma naturaleza. Es propio de cada persona estar abierta a la otra y entregarse totalmente a ella, de tal forma que el Padre está todo en el Hijo y en el Espíritu Santo, y así cada persona respectivamente.

Procesiones designa la manera y el orden según los cuales una persona procede (de ahí "procesiones") de la otra. Existen dos procesiones: la generación del Hijo y la espiración del Espíritu Santo. Se dice que el Padre se conoce a sí mismo absolutamente: esta operación es tan absoluta en el Padre que engendra al Hijo. El Padre no causa al Hijo, sino que le comunica totalmente su propio ser. El Padre y el Hijo se contemplan y se aman. Este amor hace que los dos espiren al Espíritu Santo, como expresión de amor del Padre y del Hijo.

Relaciones son las conexiones que existen entre las tres divinas personas. El Padre en relación con el Hijo posee la paternidad; el Hijo en relación con el Padre posee la filiación; el Padre y el Hijo en relación con el Espíritu Santo poseen la espiración activa; el Espíritu Santo en relación con el Padre y el Hijo posee la espiración pasiva. Las relaciones permiten distinguir a una persona de la otra. Pero las personas se distinguen también por su propia personalidad.

Misiones designan la presencia de las personas divinas dentro de la historia; así se dice que el Padre, al engendrar al Hijo, proyectó toda la creación; el Hijo se encarnó para divinizarnos y redimirnos; el Espíritu Santo recibió la misión de santificarnos y de reconducirlo todo al reino de la Trinidad. Con estas palabras vislumbramos un poco del misterio divino de comunión y de infinito amor.

No se nos han revelado las palabras, sino las personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las palabras solamente valen cuando nos recuerdan y nos llevan a las personas divinas. Por eso es preciso usarlas con unción y con amor. De lo contrario, somos como camellos que se quedan ciegos antes de llegar al oasis de aguas abundantes.


18. Formas erróneas de entender la santísima Trinidad

La fe cristiana profesó desde el comienzo que el Dios revelado por Jesús es Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Inicialmente no hubó problemas, ya que los cristianos no habían sentido todavía la necesidad de profundizar en las implicaciones de su fe. ¿Cómo compaginar la fe en un solo Dios, tal como se creía en el Antiguo Testamento, con la fe del Nuevo Testamento, que afirma la Trinidad en Dios? En la Iglesia de ayer y todavía en nuestros días perduran tres formas erróneas de entender la santísima Trinidad: el modalismo, el subordinacionismo y el triteísmo. Veamos cada una de ellas.

El modalismo es el error según el cual la santísima Trinidad representa tres modos (de ahí "modalismo") de presentarse a los hombres el mismo y único Dios. Dios sólo puede ser uno y habita en una luz inaccesible. Sin embargo —dicen los modalistas—, cuando se revela a los seres humanos, aparece bajo tres máscaras distintas. Cuando se dice que Dios crea, aparece bajo la máscara de Padre. Cuando se dice que Dios salva, aparece bajo la máscara de Hijo. Cuando se dice que Dios santifica y reconduce toda la creación al reino de los cielos, se trata del mismo y único Dios que aparece bajo la forma de Espíritu Santo. Dios es Trinidad solamente para nosotros. En sí mismo, es solamente un Dios único y solitario. Con esta comprensión errónea se renuncia a la idea típicamente cristiana de Dios como comunión de los tres únicos: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Iglesia, ya desde antiguo, condenó siempre esta forma de representar a la santísima Trinidad.

El subordinacionismo significa que el Hijo y el Espíritu Santo están subordinados (de ahí "subordinacionismo") al Padre. Solamente el Padre es plenamente Dios. El Hijo es la criatura más excelsa que creó el Padre. Pero no es Dios. Todo lo más posee una naturaleza semejante a la del Padre, pero nunca es igual ni de la misma naturaleza que el Padre. Lo mismo se dice del Espíritu Santo. Depende del Padre y no es Dios. Algunos llegaron a decir que el Hijo es solamente adoptivo, pero nunca unigénito ni de la misma sustancia del Padre. En esta comprensión se pierde la igualdad entre las tres divinas personas, así como la divinidad de cada una de ellas. La Iglesia, especialmente en el concilio de Nicea (año 325), condenó esta doctrina.

Está, finalmente, el triteísmo. Algunos cristianos decían: Sí, existen tres personas divinas. Pero son tres dioses distintos, separados unos de otros. Esta doctrina fue rechazada. ¿Cómo puede haber tres infinitos?, ¿tres absolutos?, ¿tres eternos? Las tres personas están eternamente relacionadas y en comunión entre sí, hasta el punto de ser un único Dios-amor-y-vida.

Estos errores han obligado a los cristianos a profundizar en su conocimiento de la santísima Trinidad, manteniendo siempre la unidad del amor y la trinidad de las personas que aman.

Las doctrinas erróneas son generalmente lecturas parciales de la verdad Para contemplar la verdad con los dos ojos necesitamos un gran esfuerzo de la razón. Las doctrinas erróneas nos obligan a pensar. Por eso no representan una desgracia absoluta, sino un accidente del camino hacia el rumbo cierto.