SEGUNDA MEDITACIÓN
día primero
El cielo y la tierra
La
Las tres meditaciones siguientes se proponen contemplar, a la luz del misterio de la fe que es
discernir cuál es la voluntad de Dios, y basará en él sus Ejercicios.
Finis omnium Ecciesia. En la creación se halla prefigurada la Iglesia. Por eso la creación está al servicio de la Iglesia, le sirve de ayuda en su camino, y en ella alcanza su consumación. En el capitulo 12 del Apocalipsis se habla de que la tierra acudió en ayuda de la mujer en el desierto, absorbiendo el torrente de agua que el dragón había lanzado de sus fauces para aniquilar a la mujer (Ap 12,15-16): una imagen de que la creación entera se encuentra al servicio de la esposa amada, de la mujer, de la Iglesia.
Claro que esta imagen nos hace ver también que esta ayuda viene en socorro de una Iglesia oprimida, perseguida, martirizada. Pero es verdad, a su vez, que en el misterio de la Iglesia la creación encuentra aquella curación por la que está suspirando con impaciencia: «Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente» (Rom 8,22). La Iglesia es lo que toda la creación anhela: la creación que «condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, vive en la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rom 8,20-21).
En la liturgia de la Iglesia, en sus sacramentos, en la oración, en la santificación de la vida, en el amor activo hacia los pobres se hace ya realidad presente la «creación liberada». Sólo podemos aproximarnos para comprender la relación que existe entre la creación y la Iglesia, si dirigimos nuestra mirada hacia el misterio pascual, hacia el misterio de la caída en el pecado, hacia la encarnación y la redención. San Agustín dice que la Iglesia es mundus reconciliatus, un mundo reconciliado. De este camino de reconciliación, que es el camino y la meta de la Iglesia, hablaremos constantemente en las meditaciones que vamos a hacer.
Terminemos con unas palabras del Catecismo:
«La Iglesia es la finalidad de todas las cosas, e incluso las vicisitudes dolorosas como la caída de los ángeles y el pecado del hombre no fueron permitidas por Dios más que como ocasión y medio de desplegar toda la fuerza de su brazo, toda la medida del amor que querría dar al mundo» (CIC 760; cf. P.
MARIE-EUGÉNE DE L’ENFANT Jesús, fe veux voir Díeu FÉd. du Carmel, Venas-que 19881, 657).¡Alabado sea Jesucristo!