Satanás el Diablo: ¿Personificación del mal?

 

 Mario Olcese

 

Hay una corriente moderna de teólogos Católicos, Protestantes  y Judíos que niega la existencia de un diablo personal cósmico y espiritual. Estos exégetas bíblicos sostienen que la creencia en ángeles caídos o también llamados “demonios”, es un mito medieval de origen pagano. Por ejemplo, para el teólogo R. Bultmann las figuras cósmicas como ángeles o demonios no les compete una realidad, pues las considera unas figuras míticas. Para este teólogo de renombre el pecado es puramente un asunto del hombre. Cuando la Biblia, dice él, habla de “la esclavitud bajo el pecado” (Juan 8:34) quiere decir “esclavitud bajo el diablo” (1 Juan 3:8). Para Bultmann el pecado y el diablo son sinónimos. Es decir, cuando uno peca, uno se convierte en diablo. El diablo según él es nuestro pecado, o nuestra desobediencia a Dios.

 

Para el teólogo católico Herbert Haag, el diablo es la personificación del mal. Él escribe: Satanás es la personificación del mal, del pecado. En todos los pasajes del Nuevo Testamento en los que aparece el nombre de Satanás o del diablo, podemos tranquilamente cambiar esos términos por ‘el pecado’ o por ‘el mal’... La misma función queda resuelta en el vocabulario de Juan con el término ‘mundo’ (Juan 15: 18i;  17: 14). El Nuevo Testamento utiliza, en fin, alternativamente y con el mismo significado los términos Satanás, diablo, mundo, pecado, mal.

 

Pero el razonamiento de Bultmann, Haag, y de muchos otros como ellos, es peligroso ya que de igual forma podríamos comparar Lucas 13:18 con Lucas 7:31 y obtendríamos a una conclusión erradísima por cierto. Veamos lo que nos dicen estos dos textos lucanos:

 

“Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?”

                                                                                                                                        (Lucas 7:31)

 

Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?”  (Lucas 13:18).

 

 

 Si razonamos como lo hacen Bultmann y Haag, tendríamos que concluir que ‘el reino de Dios’, y ‘los hombres de esta generación’ son expresiones equivalentes. Pero: ¿Podría alguien creer que el reino de Dios esté compuesto por los hombres incrédulos de este mundo? Imposible!.

 

También podemos hacer ese mismo artificio con Santiago 4:7 y 1 Pedro 2:13. Veamos lo que dicen estos dos textos:

 

Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios...”

 

1 Pedro 2:13: “Someteos... al rey como a superior.”

 

Al comparar estos dos textos: ¿Sería lógico concluir que “someterse a Dios” es equivalente a “someterse al rey de una institución humana”?¿Era el rey humano Herodes---Dios?¿Es Dios una “institución humana”? Imposible.

 

 

Por su parte, P. Schoonenberg  no nos habla de poderes personales, sino de poderes “personalizados” del pecado y de la muerte. Schoonenberg usa como sinónimos la “esclavitud del pecado” y “esclavitud del diablo” como lo planteó Bultmann.  De modo que hay una corriente de teólogos cristianos que niegan la existencia de poderes personales espirituales, los cuales, nunca fueron negados por la iglesia en los primeros tres siglos de la Era Cristiana. Incluso en el Edad Media se intensificó dicha creencia aunque mucho de ella fue distorsionada y mitificada con ideas paganas.                                                   

 

No obstante, la gran mayoría de creyentes Católicos y Protestantes cree en la existencia del diablo como una figura supramundana, cósmica, angélica, y maléfica. Entre los teólogos que son los grandes exponentes de un diablo personal están Karl Barth, Paul Althaus, Emil Brunner, Otto Weber, Hans Kung, D. Zähringer, Conrado Balducci, A. Winklhofer, J. Burton Brown, y muchos otros de renombre.

 

El problema de personalizar o personificar al diablo es que con igual criterio podemos personificar la ‘justicia’ con el término ‘Dios’. Podríamos decir, por citar un ejemplo, que ser siervos de Dios (Santiago 1: 1) es lo mismo que decir siervos de la justicia (Romanos 6: 18).  Es decir, podríamos concluir que Dios es la personificación de la justicia y no necesariamente una Persona Divina Todopoderosa y Eterna. No obstante, Haag, Schoonenberg, y Bultmann se escandalizarían con esta lógica conclusión, pues ellos jamás pretendieron negar la existencia de un Dios personal y Todopoderoso en sus escritos.    

 

Por otro lado, los proponentes de la personificación del mal sostienen que pueden haber muchos ‘Satanases’, y muchos ‘diablos’ humanos. Por ejemplo, Herbert Haag recurre a 1 Samuel 29: 4 para demostrar que el rey filisteo Aquis, al querer llevar a la guerra al rey David, se convirtió en adversario (Satán) de él en la batalla. Para Haag, y no le restamos razón, todo individuo que se oponga a Dios es adversario (Satán) de él. Además, Haag recurre a 1 Reyes 11: 14, 23, 25 para demostrar que el mensajero de Jehová se convirtió en Satán cuando estorbó el paso a Balaam. Y también es cierto que en el Nuevo Testamento, tanto Judas Iscariote, como Simón Pedro, son llamados ‘diablo’ y ‘Satanás’ respectivamente (Ver Juan 6: 70 y Mateo 16: 23). El hecho de que hombres hayan fungido de ‘Satanes’ o de ‘diablos’ no quiere decir que no exista un diablo mayor y espiritual que actúa adversamente a los dictados de Dios, pues también hubo hombres santos que fungieron de ‘Dios’, como Moisés (Éxodo 7: 1), los jueces de Israel (Juan 10: 34), y sin embargo, este hecho no anula la existencia de un Dios Todopoderoso, Espiritual, Justo, y Eterno.

 

El teólogo y exegeta bíblico Settimio Cipriani dice de Herbert Haag lo siguiente: “En conjunto, queda como un intento bastante infantil el realizado en los últimos tiempos por el profesor Herbert Haag, de la Universidad de Tubinga que intituló su libro muy significativamente ‘ABSCHIED VOM TEUFEL’ (‘DESPEDIDA DEL DIABLO’). Nunca se le podrá dar un adiós al diablo, aunque fuera cierta la hipótesis sugerida aquí por el autor, es decir, que Satanás sería la personificación del mal, que sería así dramatizado y corporalizado ante el hombre. He aquí, en efecto, cómo se expresa él como conclusión de sus quizás demasiado rápidas reflexiones exegéticas: ‘Para nosotros, pues, se trata no sólo de preguntarnos si la Sagrada Escritura utiliza la palabra Satanás, diablo, espíritus malos, sino más bien preguntarnos lo que ella quiere decir con esa terminología. El problema del diablo, sigue diciendo Cipriani, “no se resuelve ni simplemente negándolo, porque no encontraría lugar en las categorías científicas de nuestro tiempo, ni reduciéndolo de problema teológico a problema puramente filosófico, y más exactamente antropológico: es decir, la experiencia del mal que hacen los hombres y el porqué del mal en su corazón y en su vida, como efectivamente nos parece haya hecho el profesor Haag y después de él también otros estudiosos católicos (12).

 

El Que Practica el Pecado Es del Diablo (1 Juan 3:8)

 

El Apóstol Juan nos dice que todo aquel que practica el pecado es DEL Diablo. Esto refutaría la posición de Haag (y Bultmann) en el sentido de que el pecador es diablo cuando peca. Pero si el pecador es diablo cuando peca, entonces Juan debió decir: "El que practica el pecado es diablo". ¡Pero él no dijo eso! El dijo claramente: "El que practica el pecado es DEL diablo", es decir, le pertenece al diablo y se convierte en su esclavo. Esto probaría que el diablo es una persona que puede someter y dominar a otra y hacerla su siervo.

 

El Diablo peca desde el Principio (1 Juan 3:8)

 

Si el Diablo peca desde el principio, entonces es un ser que tiene voluntad propia y goza de libre albedrío. Nadie puede pecar si antes no se deja seducir por su propia concupiscencia. De alguna manera el Diablo que presenta Juan es un ser que decidió violar las leyes del Eterno. No es alguien creado malo, sino una criatura que escogió el mal camino. Tampoco es un ser humano, pues Juan dice que peca (no "pecó") desde el principio. ¿Cuál principio? Pues según el contexto (1 Juan 1:1)---¡Desde el principio de todo lo creado! Esto demostraría que el diablo de Juan no era un ser humano en particular, sino un ser cósmico, longevo, y que de alguna manera viene pecando desde la misma creación del mundo.