SÉPTIMAS
MORADAS
CAPÍTULO
1
Trata
de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar en las
séptimas moradas. Dice cómo, a su parecer, hay diferencia alguna del alma al
espíritu,
1.
Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual, que no
es posible quedar nada por decir. Harto desatino sería pensar esto; pues la
grandeza de Dios no tiene término, tampoco le tendrán sus obras. ¿Quién
acabará de contar sus misericordias y grandezas? (1) Es imposible, y así no os
espantéis de lo que está dicho y se dijere, porque es una cifra de lo que hay
que contar de Dios. Harta misericordia nos hace que haya comunicado estas cosas
a persona que las podamos venir a saber, para que mientras más supiéremos que
se comunica con las criaturas, más alabaremos su grandeza y nos esforzaremos a
no tener en poco almas con que tanto se deleita el Señor, pues cada una de
nosotras la tiene, sino que como no las preciamos como merece criatura hecha a
la imagen de Dios, así no entendemos los grandes secretos que están en ella.
Plega
a Su Majestad, si es servido, menee la pluma y me dé a entender cómo yo os
diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a entender a quien mete en
esta morada. Harto lo he suplicado a Su Majestad, pues sabe que mi intento es
que no estén ocultas sus misericordias, para que más sea alabado y glorificado
su nombre.
2.
Esperanza tengo que, no por mí, sino por nosotras, hermanas, me ha de hacer
esta merced, para que entendáis lo que os importa que no quede por vosotras el
celebrar vuestro Esposo este espiritual matrimonio con vuestras almas, pues trae
tantos bienes consigo como veréis. ¡Oh gran Dios!, parece que tiembla una
criatura tan miserable como yo de tratar en cosa tan ajena de lo que merezco
entender. Y es verdad que he estado en gran confusión pensando si será mejor
acabar con pocas palabras esta morada; porque me parece que han de pensar que yo
lo sé por experiencia, y háceme grandísima vergüenza, porque, conociéndome
la que soy, es terrible cosa. Por otra parte, me ha parecido que es tentación y
flaqueza, aunque más juicios de estos echéis. Sea Dios alabado y entendido un
poquito más, y gríteme todo el mundo; cuánto más que estaré yo quizá
muerta cuando se viniere a ver. Sea bendito el que vive para siempre y vivirá,
amén.
3.
Cuando nuestro Señor es servido haber piedad de lo que padece y ha padecido por
su deseo esta alma que ya espiritualmente ha tomado por esposa, primero que se
consuma el matrimonio espiritual métela en su morada, que es esta séptima;
porque así como la tiene en el cielo, debe tener en el alma una estancia adonde
sólo Su Majestad mora, y digamos otro cielo. Porque nos importa mucho,
hermanas, que no entendamos es el alma alguna cosa oscura; que como no la vemos,
lo más ordinario debe parecer que no hay otra luz interior sino ésta que
vemos, y que está dentro de nuestra alma alguna oscuridad. De la que no está
en gracia yo os lo confieso, y no por falta del Sol de Justicia (2) que está en
ella dándole ser; sino por no ser ella capaz para recibir la luz, como creo
dije en la primera morada, que había entendido una persona que estas
desventuradas almas es así que están como en una cárcel oscura, atadas de
pies y manos para hacer ningún bien que les aproveche para merecer (3), y
ciegas y mudas. Con razón podemos compadecernos de ellas y mirar que algún
tiempo nos vimos así y que también puede el Señor haber misericordia de
ellas.
4.
Tomemos, hermanas, particular cuidado de suplicárselo y no nos descuidar, que
es grandísima limosna rogar por los que están en pecado mortal; muy mayor que
sería si viésemos un cristiano atadas las manos atrás con una fuerte cadena y
él amarrado a un poste y muriendo de hambre, y no por falta de qué coma, que
tiene cabe sí muy extremados manjares, sino que no los puede tomar para
llegarlos a la boca, y aun está con grande hastío, y ve que va ya a expirar, y
no muerte como acá, sino eterna, ¿no sería gran crueldad estarle mirando y no
le llegar a la boca qué comiese? Pues ¿qué si por vuestra oración le
quitasen las cadenas? Ya lo veis. Por amor de Dios os pido que siempre tengáis
acuerdo (4) en vuestras oraciones de almas semejantes.
5.
No hablamos ahora con ellas, sino con las que ya, por la misericordia de Dios,
han hecho penitencia por sus pecados y están en gracia, que podemos considerar
no una cosa arrinconada y limitada, sino un mundo interior, adonde caben tantas
y tan lindas moradas como habéis visto; y así es razón que sea, pues dentro
de esta alma hay morada para Dios.
Pues
cuando Su Majestad es servido de hacerle la merced dicha (5) de este divino
matrimonio, primero la mete en su morada, y quiere Su Majestad que no sea como
otras veces que la ha metido en estos arrobamientos, que yo bien creo que la une
consigo entonces y en la oración que queda dicha de unión (6), aunque no le
parece al alma que es tan llamada para entrar en su centro, como aquí en esta
morada, sino a la parte superior. En esto va poco: sea de una manera o de otra,
el Señor la junta consigo; mas es haciéndola ciega y muda, como lo quedó San
Pablo en su conversión (7), y quitándola el sentir cómo o de qué manera es
aquella merced que goza; porque el gran deleite que entonces siente el alma, es
de verse cerca de Dios. Mas cuando la junta consigo, ninguna cosa entiende, que
las potencias todas se pierden.
6.
Aquí es de otra manera: quiere ya nuestro buen Dios quitarla las escamas de los
ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace, aunque es por una
manera extraña; y metida en aquella morada, por visión intelectual (8), por
cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima
Trinidad, todas tres personas, con una inflamación que primero viene a su
espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas
distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con
grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y
un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma,
podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo (9), porque
no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres Personas, y la
hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el
Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que
le ama y guarda sus mandamientos (10).
7.
¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír estas palabras y creerlas
(11), a entender por esta manera cuán verdaderas son! Y cada día se espanta
más esta alma, porque nunca más le parece se fueron de con ella, sino que
notoriamente ve, de la manera que queda dicho (12), que están en lo interior de
su alma, en lo muy muy interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo
es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía.
8.
Pareceros ha que, según esto, no andará en sí, sino tan embebida que no pueda
entender en nada. Mucho más que antes, en todo lo que es servicio de Dios, y en
faltando las ocupaciones, se queda con aquella agradable compañía; y si no
falta a Dios el alma, jamás El la faltará, a mi parecer, de darse a conocer
tan conocidamente su presencia; y tiene gran confianza que no la dejará Dios,
pues la ha hecho esta merced, para que la pierda; y así se puede pensar, aunque
no deja de andar con más cuidado que nunca, para no le desagradar en nada.
9.
El traer esta presencia entiéndese que no es tan enteramente, digo tan
claramente, como se le manifiesta la primera vez y otras algunas que quiere Dios
hacerle este regalo; porque si esto fuese, era imposible entender en otra cosa,
ni aun vivir entre la gente; mas aunque no es con esta tan clara luz siempre que
advierte se halla con esta compañía. Digamos ahora como una persona que
estuviese en una muy clara pieza con otras y cerrasen las ventanas y se quedase
a oscuras; no porque se quitó la luz para verlas y que hasta tornar la luz no
las ve, deja de entender que están allí. Es de preguntar si cuando torna la
luz y las quiere tornar a ver, si puede. Esto no está en su mano, sino cuando
quiere nuestro Señor que se abra la ventana del entendimiento; harta
misericordia la hace en nunca se ir de con ella y querer que ella lo entienda
tan entendido.
10.
Parece que quiere aquí la divina Majestad disponer el alma para más con esta
admirable compañía; porque está claro que será bien ayudada para en todo ir
adelante en la perfección y perder el temor que traía algunas veces de las
demás mercedes que la hacía, como queda dicho (13). Y así fue, que en todo se
hallaba mejorada, y le parecía que por trabajos y negocios que tuviese, lo
esencial de su alma jamás se movía de aquel aposento, de manera que en alguna
manera le parecía había división en su alma, y andando con grandes trabajos,
que poco después que Dios le hizo esta merced tuvo, se quejaba de ella, a
manera de Marta (14) cuando se quejó de María, y algunas veces la decía que
se estaba ella siempre gozando de aquella quietud a su placer, y la deja a ella
en tantos trabajos y ocupaciones, que no la puede tener compañía.
11.
Esto os parecerá, hijas, desatino, mas verdaderamente pasa así; que aunque se
entiende que el alma está toda junta, no es antojo lo que he dicho, que es muy
ordinario. Por donde decía yo (15) que se ven cosas interiores, de manera que
cierto se entiende hay diferencia en alguna manera, y muy conocida, del alma al
espíritu, aunque más sea todo uno. Conócese una división tan delicada, que
algunas veces parece obra de diferente manera lo uno de lo otro, como el sabor
que les quiere dar el Señor. También me parece que el alma es diferente cosa
de las potencias y que no es todo una cosa. Hay tantas y tan delicadas en lo
interior, que sería atrevimiento ponerme yo a declararlas. Allá lo veremos, si
el Señor nos hace merced de llevarnos por su misericordia, adonde entendamos
estos secretos.
NOTAS
MORADAS VII, c. 1
1
Es un eco de Exodo 18, 2-4.
2
Sol de justicia: imagen bíblica (Malac. 4, 2), ya utilizada en M. VI, 5, 9. - A
continuación: Como dije... de una persona: persiste el recurso al anonimato de
sí misma: remite a M. I, 1-3. Otros pasajes autobiográficos paralelos: R. 29,
1 (visión de la presencia de Dios en el alma), R. 24 (alma en pecado), 45 (presencoia
divina de inmensidad), etc. Cf. asimismo Vida 40.
3
Para merecer: fue añadido por la Santa entre líneas cediendo probablemente a
las presiones de Gracián y de Yanguas. Ya en M. I, 2, 1 hizo Gracián una
corrección similar.
4
Tengáis acuerdo: os acordéis.
5
En el n. 3.
6
Moradas V.
7
Según Act 9, 8, San Pablo quedó ciego, no mudo. Cf.
M. VI, c. 9, n. 10.
8
El P. Gracián retocó este pasaje en el autógrafo: "por visión o
conocimiento intelectual que nace de la fe". Ribera tachó la enmienda.
Fray Luis, en cambio, se creyó en el deber de proteger el texto teresiano con
una larga nota marginal, en su edición príncipe: "Aunque el hombre en
esta vida, perdiendo el uso de los sentidos y elevado por Dios, puede ver de
paso su esencia, como probablemente se dice de San Pablo y de Moisés y de otros
algunos, mas no habla aquí la Madre de esta manera de visión, que aunque es de
paso, es clara e intuitiva, sino habla de un conocimiento deste misterio que da
Dios a añlgunas almas por medio de una luz grandísima que les infunde, y no
sin alguna especie criada. Mas porque esta especie no es corporal, ni que se
figura en la imaginación, por eso la Madre dice que esta visión es intelectual
y no imaginaria" (p. 234).
9
Había escrito: ni del alma. Luego lo borró.
10
Jn 14, 23. - En el autógrafo, todo este delicado pasaje fue salpicado de
correcciones y retoques por el P. Gracián: "Lo que tenemos por fe, allí
lo entiende más el alma; podemos decir que parece [tacha por] vista, aunque no
es vista con los ojos del cuerpo [tacha ni del alma], porque Dios es espíritu
ni con imaginación. Las negritas son del P. Gracián. - La gracia aquí
descrita tiene su correspondencia autobiográfica y redaccional en la Rel. 16.
11
Al margen del autógrafo, anotó de nuevo Gracián: "como comúnmente se
creen y oyen". - Tanto esta acotación como las de la nota anterior
tachadas por Ribera.
12
O sea, por visión intelectual: cf. n. 6.
13
Cf. Moradas VI, 3, 3 y 17; c. 6, n. 6; c. 7, n. 3; c. 8, nn. 3-4.
14
Se quejaba de ella, es decir, de la propia alma. Alusión a Lc 10, 40.
15
En Moradas VI, 5, 1 y 9.
Procede
en lo mismo. Dice la diferencia que hay de unión espiritual a matrimonio
espiritual. Decláralo por delicadas comparaciones, en que da a entender cómo
muere aquí la mariposilla que ha dicho en la quinta morada.
1.
Pues vengamos ahora a tratar del divino y espiritual matrimonio, aunque esta
gran merced no debe cumplirse con perfección mientras vivimos pues si nos
apartásemos de Dios, se perdería este tan gran bien.
La
primera vez que Dios hace esta merced quiere Su Majestad mostrarse al alma por
visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda bien y no
esté ignorante de que recibe tan soberano don. A otras personas será por otra
forma, a ésta de quien hablamos, se le representó el Señor, acabando de
comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de
resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas,
y El tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir
que para decir (1).
2.
Parecerá que no era ésta novedad, pues otras veces se había representado el
Señor a esta alma en esta manera. Fue tan diferente, que la dejó bien
desatinada y espantada: lo uno, porque fue con gran fuerza esta visión; lo
otro, porque las palabras que le dijo, y también porque en lo interior de su
alma, adonde se le representó, si no es la visión pasada (2), no había visto
otras; porque entended que hay grandísima diferencia de todas las pasadas a las
de esta morada, y tan grande del desposorio espiritual, al matrimonio
espiritual, como le hay entre dos desposados, a los que ya no se pueden apartar
(3).
3.
Ya he dicho (4) que, aunque se ponen estas comparaciones, porque no hay otras
más a propósito, que se entienda que aquí no hay memoria de cuerpo más que
si el alma no estuviese en él, sino sólo espíritu, y en el matrimonio
espiritual, muy menos, porque pasa esta secreta unión en el centro muy interior
del alma, que debe ser adonde está (5) el mismo Dios, y a mi parecer no ha
menester puerta por donde entre. Digo que no es menester puerta, porque en todo
lo que se ha dicho hasta aquí, parece que va por medio de los sentidos y
potencias, y este aparecimiento de la Humanidad del Señor así debía ser; (6)
mas lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente:
aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino
intelectual, aunque más delicada que las dichas (7), como se apareció a los
Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: "Pax vobis". Es
un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma
en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué
lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la
gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni
gusto espiritual. No se puede decir más de que a cuanto se puede entender queda
el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios que, como es
también espíritu, ha querido Su Majestad mostrar el amor que nos tiene, en dar
a entender a algunas personas hasta adonde llega para que alabemos su grandeza,
porque de tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que
ya no se pueden apartar, no se quiere apartar El de ella (8).
4.
El desposorio espiritual es diferente, que muchas veces se apartan, y la unión
también lo es; porque, aunque unión es juntarse dos cosas en una, en fin, se
pueden apartar y quedar cada cosa por sí, como vemos ordinariamente, que pasa
de presto esta merced del Señor, y después se queda el alma sin aquella
compañía, digo de manera que lo entienda. En estotra merced del Señor, no;
porque siempre queda el alma con su Dios en aquel centro. Digamos que sea la
unión, como si dos velas de cera se juntasen tan en extremo, que toda la luz
fuese una, o que el pábilo y la luz y la cera es todo uno; mas después bien se
puede apartar la una vela de la otra, y quedan en dos velas, o el pábilo de la
cera. Acá es como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda
hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cual es el agua, del río,
o lo que cayó del cielo; o como si un arroyico pequeño entra en la mar, no
habrá remedio de apartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por
donde entrase gran luz; aunque entra dividida se hace todo una luz.
5.
Quizá es esto lo que dice San Pablo: El que se arrima y allega a Dios, hácese
un espíritu con El (9), tocando este soberano matrimonio, que presupone haberse
llegado Su Majestad al alma por unión. Y también dice: Mihi vivere Chistus est,
mori lucrum; (10) así me parece puede decir aquí el alma, porque es adonde la
mariposilla, que hemos dicho, muere y con grandísimo gozo, porque su vida es ya
Cristo.
6.
Y esto se entiende mejor, cuando anda el tiempo, por los efectos, porque se
entiende claro, por unas secretas aspiraciones, ser Dios el que da vida a
nuestra alma, muy muchas veces tan vivas, que en ninguna manera se puede dudar
(11), porque las siente muy bien el alma, aunque no se saben decir, mas que es
tanto este sentimiento que producen algunas veces unas palabras regaladas, que
parecen no se pueden excusar de decir: ¡Oh, vida de mi vida y sustento que me
sustentas!, y cosas de esta manera. Porque de aquellos pechos divinos adonde
parece está Dios siempre sustentando el alma, salen unos rayos de leche que
toda la gente del castillo conforta; que parece quiere el Señor que gocen de
alguna manera de lo mucho que goza el alma, y que de aquel río caudaloso,
adonde se consumió esta fontecita pequeña, salgan algunas veces algún golpe
de aquel agua para sustentar los que en lo corporal han de servir a estos dos
desposados. Y así como sentiría este agua una persona que está descuidada si
la bañasen de presto en ello, y no lo podía dejar de sentir, de la misma
manera, y aun con más certidumbre se entienden estas operaciones que digo.
Porque así como no nos podría venir un gran golpe de agua, si no tuviese
principio como he dicho, así se entiende claro que hay en lo interior quien
arroje estas saetas y dé vida a esta vida, y que hay sol de donde procede una
gran luz, que se envía a las potencias, de lo interior del alma. Ella como he
dicho (12) no se muda de aquel centro ni se le pierde la paz; porque el mismo
que la dio a los apóstoles, cuando estaban juntos se la puede dar a ella.
7.
Heme acordado que esta salutación del Señor debía ser mucho más de lo que
suena, y el decir a la gloriosa Magdalena que se fuese en paz; (13) porque como
las palabras del Señor son hechas como obras en nosotros, de tal manera debían
hacer la operación en aquellas almas que estaban ya dispuestas, que apartase en
ellos todo lo que es corpóreo en el alma y la dejase en puro espíritu, para
que se pudiese juntar en esta unión celestial con el espíritu increado, que es
muy cierto que en vaciando nosotros todo lo que es criatura y desasiéndonos de
ella por amor de Dios, el mismo Señor la ha de henchir de Sí. Y así, orando
una vez Jesucristo nuestro Señor por sus apóstoles no sé adónde es dijo, que
fuesen una cosa con el Padre y con El, como Jesucristo nuestro Señor está en
el Padre y el Padre en El (14). ¡No sé qué mayor amor puede ser que éste! Y
no dejamos de entrar aquí todos, porque así dijo Su Majestad: No sólo ruego
por ellos, sino por todos aquellos que han de creer en mi también, y dice: Yo
estoy en ellos.
8.
¡Oh, válgame Dios, qué palabras tan verdaderas!, y ¡cómo las entiende el
alma, que en esta oración lo ve por sí! Y ¡cómo lo entenderíamos todas si
no fuese por nuestra culpa, pues las palabras de Jesucristo nuestro Rey y Señor
no pueden faltar! (15) Mas como faltamos en no disponernos y desviarnos de todo
lo que puede embarazar esta luz, no nos vemos en este espejo que contemplamos,
adonde nuestra imagen está esculpida.
9.
Pues tornando a lo que decíamos (16), en metiendo el Señor al alma en esta
morada suya, que es el centro de la misma alma, así como dicen que el cielo
empíreo, adonde está nuestro Señor, no se mueve como los demás, así parece
no hay los movimientos en esta alma, en entrando aquí, que suele haber en las
potencias e imaginación, de manera que la perjudiquen ni la quiten su paz.
Parece
que quiero decir que llegando el alma a hacerla Dios esta merced, está segura
de su salvación y de tornar a caer. No digo tal, y en cuantas partes tratare de
esta manera, que parece está el alma en seguridad, se entienda mientras la
divina Majestad la tuviere así de su mano y ella no le ofendiere. Al menos sé
cierto que, aunque se ve en este estado y le ha durado años, que no se tiene
por segura, sino que anda con mucho más temor que antes en guardarse de
cualquier pequeña ofensa de Dios y con tan grandes deseos de servirle como se
dirá adelante (17), y con ordinaria pena y confusión de ver lo poco que puede
hacer y lo mucho a que está obligada, que no es pequeña cruz, sino harto gran
penitencia, porque el hacer penitencia esta alma, mientras más grande, le es
mayor deleite. La verdadera penitencia es cuando le quita Dios la salud para
poderla hacer y fuerzas; que aunque en otra parte he dicho (18) la gran pena que
esto da, es muy mayor aquí, y todo le debe venir de la raíz adonde está
plantada; que así como el árbol que está cabe las corrientes de las aguas
está más fresco y da más fruto, ¿qué hay que maravillar de deseos que tenga
esta alma, pues el verdadero espíritu de ella está hecho uno con el agua
celestial que dijimos? (19)
10.
Pues, tornando a lo que decía (20), no se entienda que las potencias y sentidos
y pasiones están siempre en esta paz; el alma sí; mas en estotras moradas no
deja de haber tiempos de guerra y de trabajos y fatigas; mas son de manera que
no se quita de su paz y puesto: esto es lo ordinario (21).
Este
centro de nuestra alma, o este espíritu, es una cosa tan dificultosa de decir y
aun de creer, que pienso, hermanas, por no me saber dar a entender, no os dé
alguna tentación de no creer lo que digo; porque decir que hay trabajos y
penas, y que el alma se está en paz, es cosa dificultosa. Quiéroos poner una
comparación o dos. Plega a Dios que sean tales que diga algo; mas si no lo
fuere, yo sé que digo verdad en lo dicho.
11.
Está el Rey en su palacio, y hay muchas guerras en su reino y muchas cosas
penosas, mas no por eso deja de estarse en su puesto; así acá, aunque en
estotras moradas anden muchas baraúndas y fieras ponzoñosas y se oye el ruido,
nadie entra en aquélla que la haga quitar de allí; ni las cosas que oye,
aunque le dan alguna pena, no es de manera que la alboroten y quiten la paz,
porque las pasiones están ya vencidas, de suerte que han miedo de entrar allí,
porque salen más rendidas.
Duélenos
todo el cuerpo; mas si la cabeza está sana, no porque duele el cuerpo, dolerá
la cabeza.
Riéndome
estoy de estas comparaciones, que no me contentan, mas no sé otras. Pensad lo
que quisiereis; ello es verdad lo que he dicho.
NOTAS
MORADAS VII, c. 2
1
Véase la correspondencia autobiográfica en la Relación 35.
2
Referida en el c. 1, nn. 6-7.
3
Esta frase ha sido muy retocada por la propia Santa. Había escrito: "los
que ya han consumado matrimonio".
4
Lo ha dicho en las M. V, c. 4, n. 3.
5
Gracián atenuó y casi desvirtuó la afirmación, añadiendo en el autógrafo:
"más de asiento".
6
Así debía ser, por ser visión imaginaria: cf. n. 1, y Rel. 35.
7
Más delicada que las dichas en caps. anteriores (cf. M. VI, c. 8), por
realizarse "en lo interior de su alma" (n. 2), o "en lo muy
profundo de ella" (c. 1, n. 7). Las palabras "sino intelectual, aunque
más delicada que", fueron escritas por la Santa entre líneas, luego de
tachar: "ni intelectual ni cosa que se parezca a". - Todo este pasaje
alude a la alegoría del "castillo" y al texto evangélico de Jn 20,
19-21, que la Santa escribirá enseguida en su típico latín: "Paz vobis".
Cf.
M. V, c. 1, n. 12.
8
Tacha y enmienda, como al fin del n. 2. Había escrito: "los que consumaron
matrimonio.
9
1 Cor. 6, 17.
10
Fil 1, 21. - La Santa escribió su latín: "Mi [corregido de miqui] bivere
Cristus es [corr. est] mori lucrun". - Todo el primer texto de San Pablo y
la aplicación que sigue, fueron escritos entre líneas por la Santa, después
de tachar el texto primero, que decía: "nos hacemos un espíritu con Dios
si lo amamos; no dice que nos juntamos con él [siguen varias palabras
ilegibles], sino que nos hacemos un espíritu con él".
11
Por el consabido escrúpulo teológico, uno de los censores -quizá Gracián-
tachó "que en ninguna manera se puede dudar".
12
En el n. 4. - Sigue una alusión a Jn 20, 19-21.
13
Lc 7, 50.
14
Jn 17, 21. - Siguen dos citas de Jn 17, 20 y 23.
15
Alusión a Lc 21, 33.
16
En el n. 3.
17
En el c. 3, nn. 3 y 6; c. 4, n. 2.
18
Alude probablemente a M. V, c. 2, nn. 7-11.
19
En el n. 4 (comparaciones de la "gota de agua y la fuente", o del
"arroyico y el mar"). Quizá aluda a la alegoría de las M. IV, c. 2.
20
Al principio del n. 9.
21
Esta frase fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.
Trata
los grandes efectos que causa esta oración dicha. Es menester ir con atención
y acuerdo de los que hacen las cosas pasadas, que es cosa admirable la
diferencia que hay.
1.
Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandisima alegría de
haber hallado reposo, y que vive en ella Cristo. Veamos qué vida hace, o qué
diferencia hay de cuando ella vivía; porque en los efectos veremos si es
verdadero lo que queda dicho. A lo que puedo entender, son los que diré: (1)
2.
El primero un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es, como queda
dicho; (2) porque toda está de tal manera que no se conoce ni se acuerda que
para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda está empleada en
procurar la de Dios, que parece que las palabras que le dijo Su Majestad
hicieron efecto de obra, que fue que mirase por sus cosas, que El miraría por
las suyas (3). Y así, de todo lo que puede suceder no tiene cuidado, sino un
extraño olvido, que como digo parece ya no es ni querría ser en nada nada, si
no es para cuando entiende que puede haber por su parte algo en que acreciente
un punto la gloria y honra de Dios, que por esto pondría muy de buena gana su
vida.
3.
No entendáis por esto, hijas, que deja de tener cuenta con comer y dormir, que
no le es poco tormento, y hacer todo lo que está obligada conforme a su estado;
que hablamos en cosas interiores, que de obras exteriores poco hay que decir,
que antes ésa es su pena ver que es nada lo que ya pueden sus fuerzas. En todo
lo que puede y entiende que es servicio de nuestro Señor, no lo dejaría de
hacer por cosa de la tierra.
4.
Lo segundo un deseo de padecer grande, mas no de manera que la inquiete como
solía; porque es en tanto extremo el deseo que queda en estas almas de que se
haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que Su Majestad hace tienen por
bueno: si quisiere que padezca, enhorabuena; si no, no se mata como solía.
5.
Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son perseguidas, con
mucha más paz que lo que queda dicho, y sin ninguna enemistad con los que las
hacen mal o desean hacer; antes les cobran amor particular, de manera que si los
ven en algún trabajo lo sienten tiernamente, y cualquiera tomarían por
librarlos de él, y encomiéndanlos a Dios muy de gana, y de las mercedes que
les hace Su Majestad holgarían perder por que se las hiciese a ellos, porque no
ofendiesen a nuestro Señor.
6.
Lo que más me espanta de todo, es que ya habéis visto los trabajos y
aflicciones que han tenido por morirse, por gozar de nuestro Señor; (4) ahora
es tan grande el deseo que tienen de servirle y que por ellas sea alabado, y de
aprovechar algún alma si pudiesen, que no sólo no desean morirse, mas vivir
muy muchos años padeciendo grandísimos trabajos, por si pudiesen que fuese el
Señor alabado por ellos, aunque fuese en cosa muy poca. Y si supiesen cierto
que en saliendo el alma del cuerpo ha de gozar de Dios, no les hace al caso, ni
pensar en la gloria que tienen los santos; no desean por entonces verse en ella:
su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado, en
especial cuando ven que es tan ofendido, y los pocos que hay que de veras miren
por su honra, desasidos de todo lo demás.
7.
Verdad es que algunas veces que se olvida de esto tornan con ternura los deseos
de gozar de Dios y desear salir de este destierro, en especial viendo lo poco
que le sirve; mas luego torna y mira en sí misma con la continuanza (5) que le
tiene consigo, y con aquello se contenta y ofrece a Su Majestad el querer vivir,
como una ofrenda la más costosa para ella que le puede dar.
Temor
ninguno tiene de la muerte, más que tendría de un suave arrobamiento. El caso
es que el que daba aquellos deseos con tormento tan excesivo, da ahora estotros.
Sea por siempre bendito y alabado.
8.
El fin (6) es que los deseos de estas almas no son ya de regalos ni de gustos,
como tienen consigo al mismo Señor, y Su Majestad es el que ahora vive. Claro
está que su vida no fue sino continuo tormento, y así hace que sea la nuestra,
al menos con los deseos, que nos lleva como a flacos en lo demás; aunque bien
les cabe de su fortaleza cuando ve que la han menester.
Un
desasimiento grande de todo y deseo de estar siempre o solas u ocupadas en cosa
que sea provecho de algún alma. No sequedades ni trabajos interiores, sino con
una memoria y ternura con nuestro Señor, que nunca querría estar sino dándole
alabanzas; y cuando se descuida, el mismo Señor la despierta de la manera que
queda dicho (7), que se ve clarísimamente que procede aquel impulso, o no sé
cómo le llame, de lo interior del alma, como se dijo de los ímpetus (8). Acá
es con gran suavidad, mas ni procede del pensamiento, ni de la memoria, ni cosa
que se pueda entender que el alma hizo nada de su parte. Esto es tan ordinario y
tantas veces que se ha mirado bien con advertencia, que así como un fuego no
echa la llama hacia abajo, sino hacia arriba, por grande que quieran encender el
fuego, así se entiende acá que este movimiento interior procede del centro del
alma y despierta las potencias.
9.
Por cierto, cuando no hubiera otra cosa de ganancia en este camino de oración,
sino entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y
andarnos rogando que no parece esto otra cosa que nos estemos con El, me parece
eran bien empleados cuantos trabajos se pasan por gozar de estos toques de su
amor, tan suaves y penetrativos.
Esto
habréis, hermanas, experimentado; porque pienso, en llegando a tener oración
de unión, anda el Señor con este cuidado, si nosotros no nos descuidamos de
guardar sus mandamientos. Cuando esto os acaeciere, acordaos que es de esta
morada interior, adonde está Dios en nuestra alma, y alabadle mucho; porque,
cierto, es suyo aquel recaudo o billete escrito con tanto amor, y de manera que
sólo vos quiere entendáis aquella letra y lo que por ella os pide (9), y en
ninguna manera dejéis de responder a Su Majestad, aunque estéis ocupadas
exteriormente y en conversación con algunas personas; porque acaecerá muchas
veces en público querer nuestro Señor haceros esta secreta merced, y es muy
fácil como ha de ser la respuesta interior hacer lo que digo haciendo un acto
de amor, o decir lo que San Pablo: ¿qué queréis, Señor, que haga? (10) de
muchas maneras os enseñará allí con qué le agradéis y es tiempo acepto;
porque parece se entiende que nos oye, y casi siempre dispone el alma este toque
tan delicado para poder hacer lo que queda dicho con voluntad determinada.
10.
La diferencia que hay aquí en esta morada es lo dicho: (11) que casi nunca hay
sequedad ni alborotos interiores de los que había en todas las otras a tiempos,
sino que está el alma en quietud casi siempre; el no temer que esta merced tan
subida puede contrahacer el demonio, sino estar en un ser con seguridad que es
Dios; porque como está dicho (12) no tienen que ver aquí los sentidos ni
potencias, que se descubrió Su Majestad al alma y la metió consigo adonde, a
mi parecer, no osará entrar el demonio ni le dejará el Señor; ni todas las
mercedes que hace aquí al alma como he dicho (13) son con ningún ayuda de la
misma alma, sino la que ya ella ha hecho de entregarse toda a Dios.
11.
Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al
alma y la enseña, que me parece es como en la edificación del templo de
Salomón, adonde no se había de oír ningún ruido; (14) así en este templo de
Dios, en esta morada suya, sólo El y el alma se gozan con grandísimo silencio.
No hay para qué bullir ni buscar nada el entendimiento, que el Señor que le
crió le quiere sosegar aquí, y que por una resquicia pequeña mire lo que
pasa; porque aunque a tiempos se pierde esta vista y no le dejan mirar, es
poquísimo intervalo; porque, a mi parecer, aquí no se pierden las potencias
(15), mas no obran, sino están como espantadas.
12.
Yo lo estoy de ver que en llegando aquí el alma todos los arrobamientos se le
quitan, si no es alguna vez, el quitarse llama aquí cuanto a perder los
sentidos), y ésta no con aquellos arrebatamientos y vuelo de espíritu, y son
muy raras veces y ésas casi siempre no en público como antes, que era muy
ordinario; ni le hacen al caso grandes ocasiones de devoción que vea, como
antes, que si ven una imagen devota u oyen un sermón que casi no era oírle o
música, como la pobre mariposilla andaba tan ansiosa, todo la espantaba y
hacía volar. Ahora, o es que halló su reposo, o que el alma ha visto tanto en
esta morada que no se espanta de nada, o que no se halla con aquella soledad que
solía, pues goza de tal compañía; en fin, hermanas, yo no sé qué sea la
causa, que en comenzando el Señor a mostrar lo que hay en esta morada y
metiendo el alma allí, se les quita esta gran flaqueza que les era harto
trabajo, y antes no se quitó. Quizá es que la ha fortalecido el Señor y
ensanchado y habilitado; o pudo ser que quería dar a entender en público lo
que hacía con estas almas en secreto, por algunos fines que Su Majestad sabe,
que sus juicios son sobre todo lo que acá podemos imaginar.
13.
Estos efectos, con todos los demás que hemos dicho que sean buenos en los
grados de oración que quedan dichos, da Dios cuando llega el alma a Sí, con
este ósculo que pedía la Esposa (17), que yo entiendo aquí se le cumple esta
petición. Aquí se dan las aguas a esta cierva, que va herida, en abundancia.
Aquí se deleita en el tabernáculo de Dios. Aquí halla la paloma que envió
Noé a ver si era acabada la tempestad, la oliva, por señal que ha hallado
tierra firme dentro en las aguas y tempestades de este mundo. ¡Oh Jesús! Y
¡quién supiera las muchas cosas de la Escritura que debe haber para dar a
entender esta paz del alma! Dios mío, pues veis lo que nos importa, haced que
quieran los cristianos buscarla, y a los que la habéis dado, no se le quitéis,
por vuestra misericordia; que, en fin, hasta que les deis la verdadera, y las
llevéis adonde no se puede acabar, siempre se ha de vivir con temor. Digo la
verdadera, no porque entienda ésta no lo es, sino porque se podría tornar la
guerra primera, si nosotros nos apartásemos de Dios.
14.
Mas ¿qué sentirán estas almas de ver que podrían carecer de tan gran bien?
Esto les hace andar más cuidadosas y procurar sacar fuerzas de su flaqueza,
para no dejar cosa que se les pueda ofrecer, para más agradar a Dios, por culpa
suya. Mientras más favorecidas de Su Majestad, andan más acobardadas y
temerosas de sí. Y como en estas grandezas suyas han conocido más sus miserias
y se les hacen más graves sus pecados, andan muchas veces que no osan alzar los
ojos, como el publicano; (18) otras con deseos de acabar la vida por verse en
seguridad, aunque luego tornan, con el amor que le tienen, a querer vivir para
servirle como queda dicho (19) y fían todo lo que les toca de su misericordia.
Algunas veces las muchas mercedes las hacen andar más aniquiladas, que temen
que, como una nao que va muy demasiado de cargada se va a lo hondo, no les
acaezca así.
15.
Yo os digo, hermanas, que no les falta cruz, salvo que no las inquieta ni hace
perder la paz, sino pasan de presto, como una ola, algunas tempestades, y torna
bonanza; que la presencia que traen del Señor les hace que luego se les olvide
todo. Sea por siempre bendito y alabado de todas sus criaturas, amén.
NOTAS
MORADAS VII, c. 3
1
La Santa hará a su modo la enumeración que sigue: numera únicamente los
"efectos" 1º y 2º; luego seguirá el recuento a través de una selva
de glosas y digresiones. En el autógrafo, sin embargo, cada efecto se distingue
netamente de los demás. Helos aquí en orden: 1º. "olvido de sí"
(n. 2); 2º. "deseo de padecer" (n. 4); 3º. "gran gozo
interior" (n. 5); 4º. "gran deseo de servirle" y no de morir (n.
6); 5º. "desasimiento de todo" (n. 8); 6º. "el no temer los
disfraces del demonio" (n. 10); por fin, recapitulación de todos en el n.
13: "estos efectos...".
2
Queda algo oscura la frase: probablemente quiere decir que el alma está tan
trasfigurada que no parece ser ella, o no se ella la que existe "hecha ya
una cosa con Dios" (c. 2, n. 3); véase el fin del presente número:
"que, como digo, parece ya no es, ni querría ser en nada nada". - La
cita ("como queda dicho") alude probablemente a la comparación de la
gota y la fuente (c. 2, n. 4; y nn. 3 y 5).
3
Alusión a la gracia "matrimonial" referida en el c. 2, n. 1; cf. Rel.
35.
4
Alusión global a las gracias de las M. VI: cf. c. 11.
5
Continuidad. Ya fray Luis corrigoió "de contino" (p. 249).
6
El fin es: de lectura dudosa. Fray Luis trascribió: "y así los
deseos" (p. 249).
7
En las M. VI, c. 2: véase el título.
8
En las M. VI, c. 11, n. 2; y cf. M. VI, c. 2, n. 1, donde habló de "unos
impulsos tan delicados y sutiles, que proceden de lo muy interior del alma, que
no sé comparación que poner que cuadre".
9
Al margen escribió la Santa: "cuando dice aquí os pide, léase luego este
papel". - La hojita a que alude, se ha perdido, pero la conocieron y
trascribieron el Padre Gracián (en su manuscrito), fr. Luis (en la edición
príncipe) y otros amanuenses antiguos. Contenía todo el párrafo que sigue,
hasta el fin del número. Lo editamos según la reconstrucción hecha por el P.
Silverio, mejorando la lectura de fray Luis y de Gracián.
10
Hechos 9, 6.
11
Lo dicho en el n. 8.
12
En el c. 2, nn. 3 y 10.
13
En el c. 2, nn. 5-6 y 9.
14
3 Reg. 6, 7.
15
Recuérdese que en el léxico teresiano "perderse las potencias"
equivale a "quedar arrobadas"; aquí, en estas moradas, quedan
atónitas, pero no suspensas extáticamente.
16
El inciso entre paréntesis fue añadido por la Santa al margen del autógrafo.
17
Cf. 1, 1. - Sigue una serie de alusiones bíblicas: cierva que va herida a las
aguas (Salmo 41, 2); tabernáculo de Dios (Ap 21, 3); paloma de Noé (Gn 8,
8-9)...
18
Lc 18, 13.
19
En el n. 6.
Con
que acaba, dando a entender lo que le parece pretende nuestro Señor en hacer
tan
1.
No habéis de entender, hermanas, que siempre en un ser están estos efectos que
he dicho (1) en estas almas, que por eso adonde se me acuerda digo "lo
ordinario"; que algunas veces las deja nuestro Señor en su natural, y no
parece sino que entonces se juntan todas las cosas ponzoñosas del arrabal y
moradas de este castillo para vengarse de ellas por el tiempo que no las pueden
haber a las manos.
2.
Verdad es que dura poco: un día lo más, o poco más; y en este gran alboroto,
que procede lo ordinario de alguna ocasión, se ve lo que gana el alma en la
buena compañía que está, porque la da el Señor una gran entereza para no
torcer en nada de su servicio y buenas determinaciones, sino que parece le
crecen, y por un primer movimiento muy pequeño no tuercen de esta
determinación. Como digo, es pocas veces, sino que quiere nuestro Señor que no
pierda la memoria de su ser, para que siempre esté humilde, lo uno; lo otro,
porque entienda más lo que debe a Su Majestad y la grandeza de la merced que
recibe, y le alabe.
3.
Tampoco os pase por pensamiento que por tener estas almas tan grandes deseos y
determinación de no hacer una imperfección por cosa de la tierra, dejan de
hacer muchas, y aun pecados. De advertencia no, que las debe el Señor a estas
tales dar muy particular ayuda para esto. Digo pecados veniales, que de los
mortales, que ellas entiendan, están libres, aunque no seguras; (2) que
tendrán algunos que no entienden, que no les será pequeño tormento. También
se le dan (3) las almas que ven que se pierden; y aunque en alguna manera tienen
gran esperanza que no serán de ellas, cuando se acuerdan de algunos que dice la
Escritura que parecía eran favorecidos del Señor, como un Salomón, que tanto
comunicó con Su Majestad, no pueden dejar de temer, como tengo dicho; (4) y la
que se viere de vosotras con mayor seguridad en sí, ésa tema más, porque
bienaventurado el varón que teme a Dios, dice David. Su Majestad nos ampare
siempre; suplicárselo para que no le ofendamos es la mayor seguridad que
podemos tener. Sea por siempre alabado, amén.
4.
Bien será, hermanas, deciros qué es el fin para que hace el Señor tantas
mercedes en este mundo. Aunque en los efectos de ellas lo habréis entendido, si
advertisteis en ello, os lo quiero tornar a decir aquí, porque no piense alguna
que es para sólo regalar estas almas, que sería grande yerro; porque no nos
puede Su Majestad hacer (5) mayor, que es darnos vida que sea imitando a la que
vivió su Hijo tan amado; y así tengo yo por cierto que son estas mercedes para
fortalecer nuestra flaqueza como aquí he dicho alguna vez (6) para poderle
imitar en el mucho padecer.
5.
Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor
fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y los
gloriosos apóstoles. ¿Cómo pensáis que pudiera sufrir San Pablo tan
grandísimos trabajos? Por él podemos ver qué efectos hacen las verdaderas
visiones y contemplación, cuando es de nuestro Señor y no imaginación o
engaño del demonio. ¿Por ventura escondióse con ellas para gozar de aquellos
regalos y no entender en otra cosa? Ya lo veis, que no tuvo día de descanso, a
lo que podemos entender, y tampoco le debía tener de noche, pues en ella ganaba
lo que había de comer (7). Gusto yo mucho de San Pedro cuando iba huyendo de la
cárcel y le apareció nuestro Señor y le dijo que iba a Roma a ser crucificado
otra vez. Ninguna rezamos esta fiesta adonde esto está, que no me es particular
consuelo (8). ¿Cómo quedó San Pedro de esta merced del Señor, o qué hizo?
Irse luego a la muerte; y no es poca misericordia del Señor hallar quien se la
dé.
6.
¡Oh hermanas mías, qué olvidado debe tener su descanso, y qué poco se le
debe de dar de honra, y qué fuera debe estar de querer ser tenida en nada el
alma adonde está el Señor tan particularmente! Porque si ella está mucho con
El, como es razón, poco se debe de acordar de sí; toda la memoria se le va en
cómo más contentarle, y en qué o por dónde mostrará el amor que le tiene.
Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual:
de que nazcan siempre obras, obras.
7.
Esta es la verdadera muestra de ser cosa y merced hecha de Dios como ya os he
dicho (9), porque poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos
con nuestro Señor, proponiendo y prometiendo de hacer maravillas por su
servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al
revés. Mal dije que aprovechará poco, que todo lo que se está con Dios
aprovecha mucho; y estas determinaciones, aunque seamos flacos en no las cumplir
después, alguna vez, nos dará Su Majestad cómo lo hagamos, y aun quizá
aunque nos pese, como acaece muchas veces: que, como ve un alma muy cobarde,
dale un muy gran trabajo, bien contra su voluntad, y sácala con ganancia; y
después, como esto entiende el alma, queda más perdido el miedo, para
ofrecerse más a El. Quise decir que es poco, en comparación de lo mucho más
que es que conformen las obras con los actos y palabras, y que la que no pudiere
por junto, sea poco a poco; vaya doblando su voluntad, si quiere que le
aproveche la oración: que dentro de estos rincones (10) no faltarán hartas
ocasiones en que lo podáis hacer.
8.
Mirad que importa esto mucho más que yo os sabré encarecer. Poned los ojos en
el Crucificado y haráseos todo poco. Si Su Majestad nos mostró el amor con tan
espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras?
¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien,
señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su
libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue; que no
les hace ningún agravio ni pequeña merced. Y si a esto no se determinan, no
hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio como he dicho (11)
es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no
querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo. Así que,
hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y
esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues
lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo
piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo.
9.
Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en
rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas,
siempre os quedaréis enanas; y aun plega a Dios que sea sólo no crecer, porque
ya sabéis que quien no crece, descrece; porque el amor tengo por imposible
contentarse de estar en un ser, adonde le hay.
10.
Pareceros ha que hablo con los que comienzan, y que después pueden ya
descansar. Ya os he dicho (12) que el sosiego que tienen estas almas en lo
interior, es para tenerle muy menos, ni querer tenerle, en lo exterior. ¿Para
qué pensáis que son aquellas inspiraciones que he dicho, o por mejor decir
aspiraciones, y aquellos recaudos que envía el alma del centro interior a la
gente de arriba del castillo, y a las moradas que están fuera de donde ella
está? ¿Es para que se echen a dormir? ¡No, no, no!, que más guerra les hace
desde allí, para que no estén ociosas potencias y sentidos y todo lo corporal,
que les ha hecho cuando andaba con ellos padeciendo; porque entonces no
entendía la ganancia tan grande que son los trabajos, que por ventura han sido
medios para traerla Dios allí, y cómo la compañía que tiene le da fuerzas
muy mayores que nunca. Porque si acá dice David que con los santos seremos
santos (13), no hay que dudar, sino que, estando hecha una cosa con el Fuerte
por la unión tan soberana de espíritu con espíritu, se le ha de pegar
fortaleza, y así veremos la que han tenido los santos para padecer y morir.
11.
Es muy cierto que aun de la que ella allí se le pega, acude a todos los que
están en el castillo, y aun al mismo cuerpo, que parece muchas veces no se
siente; sino, esforzado con el esfuerzo que tiene el alma bebiendo del vino de
esta bodega, adonde la ha traído su Esposo (14) y no la deja salir, redunda en
el flaco cuerpo, como acá el manjar que se pone en el estómago da fuerza a la
cabeza y a todo él (15). Y así tiene harta malaventura mientras vive; porque,
por mucho que haga, es mucho más la fuerza interior y la guerra que se le da,
que todo le parece nonada. De aquí debían venir las grandes penitencias que
hicieron muchos santos, en especial la gloriosa Magdalena, criada siempre en
tanto regalo, y aquella hambre que tuvo nuestro padre Elías de la honra de su
Dios (16) y tuvo Santo Domingo y San Francisco de allegar almas para que fuese
alabado; que yo os digo que no debían pasar poco, olvidados de sí mismos.
12.
Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y no para gozar, sino
para tener estas fuerzas para servir: deseemos y nos ocupemos en la oración; no
queramos ir por camino no andado, que nos perderemos al mejor tiempo; y sería
bien nuevo pensar tener estas mercedes de Dios por otro que el que El fue y han
ido todos sus santos; no nos pase por pensamiento; creedme, que Marta y María
han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le
hacer mal hospedaje no le dando de comer (17). ¿Cómo se lo diera María,
sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de
todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre
le alaben.
13.
Decirme heis dos cosas: la una, que dijo que María había escogido la mejor
parte (18). Y es que ya había hecho el oficio de Marta, regalando al Señor en
lavarle los pies y limpiarlos con sus cabellos (19), y ¿pensáis que le sería
poca mortificación a una señora como ella era, irse por esas calles, y por
ventura sola, porque no llevaba hervor para entender cómo iba, y entrar adonde
nunca había entrado, y después sufrir la murmuración del fariseo y otras muy
muchas que debía sufrir? Porque ver en el pueblo una mujer como ella hacer
tanta mudanza, y como sabemos, entre tan mala gente, que bastaba ver que tenía
amistad con el Señor, a quien ellos tenían tan aborrecido, para traer a la
memoria la vida que había hecho, y que se quería ahora hacer santa, porque
está claro que luego mudaría vestido y todo lo demás; pues ahora se dice a
personas, que no son tan nombradas, ¿qué sería entonces? Yo os digo,
hermanas, que venía "la mejor parte" sobre hartos trabajos y
mortificación, que aunque no fuera sino ver a su Maestro tan aborrecido, era
intolerable trabajo. Pues los muchos que después pasó en la muerte del Señor
y en los años que vivió, en verse ausente de El, que serían de terrible
tormento, se verá que no estaba siempre con regalo de contemplación a los pies
del Señor. Tengo para mí que el no haber recibido martirio fue por haberle
pasado en ver morir al Señor (20).
14.
La otra (21), que no podéis vosotras, ni tenéis cómo allegar almas a Dios;
que lo haríais de buena gana, mas que no habiendo de enseñar ni de predicar,
como hacían los apóstoles, que no sabéis cómo. A esto he respondido por
escrito algunas veces (22), y aun no sé si en este Castillo; mas porque es cosa
que creo os pasa por pensamiento, con los deseos que os da el Señor, no dejaré
de decirlo aquí: ya os dije en otra parte (23) que algunas veces nos pone el
demonio deseos grandes, porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para
servir a nuestro Señor en cosas posibles, y quedemos contentas con haber
deseado las imposibles. Dejado que en la oración ayudaréis mucho (24), no
queráis aprovechar a todo el mundo, sino a las que están en vuestra
compañía, y así será mayor la obra, porque estáis a ellas más obligada.
¿Pensáis que es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande, y
mortificación, y el servir a todas, y una gran caridad con ellas, y un amor del
Señor, que ese fuego las encienda a todas, y con las demás virtudes siempre
las andéis despertando? No será sino mucha, y muy agradable servicio al
Señor, y con esto que ponéis por obra que podéis, entenderá Su Majestad que
haríais mucho más; y así os dará premio como si le ganaseis muchas.
15.
Diréis que esto no es convertir, porque todas son buenas. ¿Quién os mete en
eso? Mientras fueren mejores, más agradables serán sus alabanzas al Señor y
más aprovechará su oración a los prójimos.
En
fin, hermanas mías, con lo que concluyo es, que no hagamos torres sin
fundamento, que el Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor
con que se hacen; y como hagamos lo que pudiéremos, hará Su Majestad que
vayamos pudiendo cada día más y más, como no nos cansemos luego, sino que lo
poco que dura esta vida y quizá será más poco de lo que cada una piensa
interior y exteriormente ofrezcamos al Señor el sacrificio que pudiéremos, que
Su Majestad le juntará con el que hizo en la cruz por nosotras al Padre, para
que tenga el valor que nuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean pequeñas
las obras.
16.
Plega a Su Majestad, hermanas e hijas mías, que nos veamos todas adonde siempre
le alabemos, y me dé gracia para que yo obre algo de lo que os digo, por los
méritos de su Hijo, que vive y reina por siempre jamás amén; que yo os digo
que es harta confusión mía, y así os pido por el mismo Señor que no
olvidéis en vuestras oraciones esta pobre miserable (25).
NOTAS
MORADAS VII, c. 4
1
En el c. 3, nn. 2-10.
2
Fray Luis en su edición príncipe (p. 256) imprimió este pasaje sin retoque ni
glosa alguna. Pero al reeditar las Moradas al año siguiente (1589) lo marginó
con una advertencia importante: "En estas palabras demuestra claramente la
Santa Madre la verdad y limpieza de su doctrina acerca de la certidumbre de la
gracia, pues de almas tan perfectas y favorecidas de Dios y que gozan de su
presencia por manera tan especial como las deste grado y morada, dicen que no
están seguras de si tienen algunos pecados mortales que no entienden, que el
recelo desto las atormenta".
3
"Se les dan las almas", escribió la Santa por desliz de aliteración.
Sigo la lectura de fray Luis (p. 256).
4
Alude a M. III, c. 1, nn. 1-4, en que adujo ya el ejemplo de Salomón (3 Reg.
11) y el salmo de David (111, 1) aquí citados. Véase además M. VII, c. 3, nn.
13-14.
5
Hacerle: de lectura dudosa.
6
En M. VI, c. 9, nn. 16-17, y cf. c. 1, n. 7.
7
Alusión a los textos paulinos propuestos como norma en la Regla del Carmen (1
Ts 2, 9, etc.).
8
Alusión a la leyenda del "Quo vadis Domine?", que figuraba en el
oficio carmelitano de San Pedro (29 de junio), cuya antífona del Magníficat
decía: "Beatus Petrus Apostolus vidit sibi Christum accurrere. Adorans eum,
ait: Domine, quo vadis? - Venio Romam iterum crucifigi".
9
Lo ha inculcado en M. V, c. 3, n. 11.
10
Estos rincones: los humildes conventos de carmelitas.
11
Lo ha dicho a lo largo de las primeras Moradas (cf. 2, nn. 8, 9, 11, 13).
12
Lo ha dicho en el c. 3; cf. los nn. 3, 5, 6, 8.
13
Salmo 17, 26.
14
Alusión a Ct 2, 4.
15
A todo él: lectura dudosa. Fray Luis leyó: "a todo el cuerpo" (p.
262).
16
Alusión al lema del Carmelo: "Zelo zelatus sum", 2 Reg. 19, 10.
17
Mt 10, 38-39.
18
Lc 10, 42.
19
Lc 7, 37-38.
20
Toda esta frase fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.
21
La otra: es decir, la otra cosa que diréis... (cf. n. 13).
22
Cf. Camino cc. 1-3, y Conceptos c. 7 passim.
23
Cf. M. III, c. 2, n. 13.
24
Ayudaréis mucho: a "allegar almas a Dios" (cf. la objeción puesta al
principio de este número).
25
En el autógrafo sigue un largo texto con la aprobación autógrafa de estas
séptimas moradas, por el Padre Rodrigo Alvarez, S.J., escrita en el locutorio
del Carmelo de Sevilla en presencia de María de San José a 22 de febrero de
1582. - A continuación sigue el "epílogo", que en realidad es una
carta de acompañamiento del libro, dirigida como éste a las Carmelitas, y que
primitivamente precedió al prólogo de las Moradas y fue paginada por el P.
Gracián con los nn. 2 y 3.
1.
Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con la contradicción
que al principio digo (1), después de acabado me ha dado mucho contento y doy
por bien empleado el trabajo, aunque confieso que ha sido harto poco.
Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas de entretenimiento que
tenéis, mis hermanas, y no casas tan bastantes como conviene en algunos
monasterios de los vuestros, me parece os será consuelo deleitaros en este
castillo interior, pues sin licencia de las superioras podéis entrar y pasearos
por él a cualquier hora.
2.
Verdad es que no en todas las moradas podréis entrar por vuestras fuerzas,
aunque os parezca las tenéis grandes, si no os mete el mismo Señor del
castillo. Por eso os aviso, que ninguna fuerza pongáis, si hallareis
resistencia alguna, porque le enojaréis de manera, que nunca os deje entrar en
ellas (2). Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no merecéis aún
entrar en las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar a las
quintas; y de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a ir muchas
veces a ellas, que os meta en la misma morada que tiene para Sí, de donde no
salgáis más, si no fuereis llamada de la priora cuya voluntad quiere tanto
este gran Señor que cumpláis como la suya misma; y aunque mucho estéis fuera
por su mandado, siempre cuando tornareis, os tendrá la puerta abierta. Una vez
mostradas a gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso,
aunque sean de mucho trabajo, con esperanza de tornar a él, y que no os lo
puede quitar nadie.
3.
Aunque no se trata de más de siete moradas, en cada una de éstas hay muchas:
en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes y laberintos (3)
y cosas tan deleitosas, que desearéis deshaceros en alabanzas del gran Dios,
que lo crió a su imagen y semejanza (4). Si algo hallareis bueno en la orden de
daros noticia de él, creed verdaderamente que lo dijo Su Majestad por daros a
vosotras contento, y lo malo que hallareis, es dicho de mí.
4.
Por el gran deseo que tengo de ser alguna parte para ayudaros a servir a este mi
Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada vez que leyereis aquí, alabéis
mucho a Su Majestad y le pidáis el aumento de su Iglesia y luz para los
luteranos; y para mí, que me perdone mis pecados y me saque del purgatorio, que
allá estaré quizá, por la misericordia de Dios (5), cuando esto se os diere a
leer si estuviere para que se vea, después de visto de letrados. Y si algo
estuviere en error, es por más no lo entender, y en todo me sujeto a lo que
tiene la santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y protesto y prometo
vivir y morir (6).
Sea
Dios nuestro Señor por siempre alabado y bendito, amén, amén.
5.
Acabóse esto de escribir en el monasterio de San José de Avila, año de 1577,
víspera de San Andrés (7), para gloria de Dios, que vive y reina por siempre
jamás, amén.
NOTAS
EPÍLOGO
1
Prólogo, n. 1.
2
Alude a los consejos dados en las M. IV, c. 2 y M. V, c. 7.
3
La Santa escribió laborintios, como se decía en su siglo (Cobarruvias, p.
746).
4
Gen 1, 26 (cf. M. I, c. 1, n. 1). - Por error material, la Santa escribió
semejanzas.
5
Quizá por la misericordia de Dios: lo añadió la Santa entre líneas y al
margen. - Al fin de frase, por error material, escribió: visto letrados.
Seguimos la enmienda de fray Luis (p. 268).
6
Cf. idéntica declaración y protestación en el Prólogo, n. 3. Las palabras
santa y Romana fueron añadidas por la Santa entre líneas. Otro tanto hizo en
el pasaje paralelo del prólogo donde añadió entre líneas santa, Católica
Romana.
7
El 29 de noviembre de 1577. Lo había comenzado el 2 de junio del mismo año:
cf. Prólogo, n. 3.
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