TERCERAS
MORADAS
CAPÍTULO 1
Trata
de la poca seguridad que podemos tener mientras se vive en este destierro,
aunque el estado sea subido, y cómo conviene andar con temor. Hay algunos
buenos puntos.
1.
A los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates, y con la
perseverancia entrado a las terceras moradas ¿qué les diremos, sino
bienaventurado el varón que teme al Señor? (1) No ha sido poco hacer Su
Majestad que entienda yo ahora qué quiere decir el romance de este verso a este
tiempo, según soy torpe en este caso. Por cierto, con razón le llamaremos
bienaventurado, pues si no torna atrás, a lo que podemos entender lleva camino
seguro de su salvación (2). Aquí veréis, hermanas, lo que importa vencer las
batallas pasadas; porque tengo por cierto que nunca deja el Señor de ponerle en
seguridad de conciencia, que no es poco bien. Digo en seguridad, y dije mal, que
no la hay en esta vida, y por eso siempre entended que digo "si no torna a
dejar el camino comenzado".
2.
Harto gran miseria es vivir en vida que siempre hemos de andar como los que
tienen los enemigos a la puerta, que ni pueden dormir ni comer sin armas, y
siempre con sobresalto si por alguna parte pueden desportillar esta fortaleza.
¡Oh Señor mío y bien mío!, ¿cómo queréis que se desee vida tan miserable,
que no es posible dejar de querer y pedir nos saquéis de ella si no es con
esperanza de perderla por Vos o gastarla muy de veras en vuestro servicio, y
sobre todo entender que es vuestra voluntad? Si lo es, Dios mío, muramos con
Vos, como dijo Santo Tomás (3), que no es otra cosa sino morir muchas veces
vivir sin Vos y con estos temores de que puede ser posible perderos para
siempre. Por eso digo, hijas, que la bienaventuranza que hemos de pedir es estar
ya en seguridad con los bienaventurados; que con estos temores ¿qué contento
puede tener quien todo su contento es contentar a Dios? Y considerad que éste,
y muy mayor, tenían algunos santos que cayeron en graves pecados; y no tenemos
seguro que nos dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que
ellos (entiéndese del auxilio particular) (4).
3.
Por cierto, hijas mías, que estoy con tanto temor escribiendo esto, que no sé
cómo lo escribo ni cómo vivo cuando se me acuerda, que es muy muchas veces.
Pedidle, hijas mías, que viva Su Majestad en mí siempre; porque si no es así,
¿qué seguridad puede tener una vida tan mal gastada como la mía? Y no os pese
de entender que esto es así, como algunas veces lo he visto en vosotras cuando
os lo digo, y procede de que quisierais que hubiera sido muy santa, y tenéis
razón: también lo quisiera yo; mas ¡qué tengo de hacer si lo perdí por sola
mi culpa! Que no me quejaré de Dios que dejó (5) de darme bastantes ayudas
para que se cumplieran vuestros deseos; que no puedo decir esto sin lágrimas y
gran confusión de ver que escriba yo cosa para las que me pueden enseñar a
mí. ¡Recia obediencia ha sido! Plega al Señor que, pues se hace por El, sea
para que os aprovechéis de algo porque le pidáis perdone a esta miserable
atrevida. Mas bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia,
y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino
llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, madre suya,
cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras. Alabadle, hijas mías, que
lo sois de esta Señora verdaderamente; y así no tenéis para qué os afrentar
de que sea yo ruin, pues tenéis tan buena madre. Imitadla y considerad qué tal
debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona (6), pues
no han bastado mis pecados y ser la que soy para deslustrar en nada esta sagrada
Orden.
4.
Mas una cosa os aviso: que no por ser tal y tener tal madre estéis seguras, que
muy santo era David, y ya veis lo que fue Salomón; (7) ni hagáis caso del
encerramiento y penitencia en que vivís, ni os asegure el tratar siempre de
Dios y ejercitaros en la oración tan continuo y estar tan retiradas de las
cosas del mundo y tenerlas a vuestro parecer aborrecidas. Bueno es todo esto,
mas no basta como he dicho para que dejemos de temer; y así continuad este
verso y traedle en la memoria muchas veces: Beatus vir, qui timet Dominum (8).
5.
Ya no sé lo que decía, que me he divertido (9) mucho y, en acordándome de
mí, se me quiebran las alas para decir cosa buena; y así lo quiero dejar por
ahora.
Tornando
a lo que os comencé (10) a decir de las almas que han entrado a las terceras
moradas, que no las ha hecho el Señor pequeña merced en que hayan pasado las
primeras dificultades, sino muy grande, de éstas, por la bondad del Señor,
creo hay muchas en el mundo: son muy deseosas de no ofender a Su Majestad ni aun
de los pecados veniales se guardan (11), y de hacer penitencia amigas, sus horas
de recogimiento, gastan bien el tiempo, ejercítanse en obras de caridad con los
prójimos, muy concertadas en su hablar y vestir y gobierno de casa, los que las
tienen. Cierto, estado para desear y que, al parecer, no hay por qué se les
niegue la entrada hasta la postrera morada ni se la negará el Señor, si ellos
quieren, que linda disposición es para que las haga toda merced.
6.
¡Oh Jesús!, ¿y quién dirá que no quiere un tan gran bien, habiendo ya en
especial pasado por lo más trabajoso? No, ninguna. Todas decimos que lo
queremos; mas como aun es menester más para que del todo posea el Señor el
alma, no basta decirlo, como no bastó al mancebo cuando le dijo el Señor que
si quería ser perfecto (12). Desde que comencé a hablar en estas moradas le
traigo delante; porque somos así al pie de la letra, y lo más ordinario vienen
de aquí las grandes sequedades en la oración, aunque también hay otras
causas; y dejo unos trabajos interiores, que tienen muchas almas buenas,
intolerables y muy sin culpa suya, de los cuales siempre las saca el Señor con
mucha ganancia, y de las que tienen melancolía (13) y otras enfermedades. En
fin, en todas las cosas hemos de dejar aparte los juicios de Dios. De lo que yo
tengo para mí que es lo más ordinario, es lo que he dicho; (14) porque como
estas almas se ven que por ninguna cosa harían un pecado, y muchas que aun
venial de advertencia no le harían, y que gastan bien su vida y su hacienda, no
pueden poner a paciencia que se les cierre la puerta para entrar adonde está
nuestro Rey, por cuyos vasallos se tienen y lo son. Mas aunque acá tenga muchos
el rey de la tierra, no entran todos hasta su cámara. Entrad, entrad, hijas
mías, en lo interior; pasad adelante de vuestras obrillas, que por ser (15)
cristianas debéis todo eso y mucho más y os basta que seáis vasallas de Dios;
no queráis tanto, que os quedéis sin nada. Mirad los santos que entraron a la
cámara de este Rey, y veréis la diferencia que hay de ellos a nosotras. No
pidáis lo que no tenéis merecido, ni había de llegar a nuestro pensamiento
que por mucho que sirvamos lo hemos de merecer los que hemos ofendido a Dios.
7.
¡Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso que no
puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es
un poco de falta de ella. Digo que dejo los trabajos grandes interiores que he
dicho (16), que aquéllos son mucho más que falta de devoción. Probémonos a
nosotras mismas, hermanas mías, o pruébenos el Señor, que lo sabe bien hacer,
aunque muchas veces no queremos entenderlo; y vengamos a estas almas tan
concertadas, veamos qué hacen por Dios y luego veremos cómo no tenemos razón
de quejarnos de Su Majestad. Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos
tristes, como el mancebo del Evangelio (17), cuando nos dice lo que hemos de
hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga Su Majestad, que ha de dar el
premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser
fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha
menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad (18).
8.
Parecernos ha que las que tenemos hábito de religión y le tomamos de nuestra
voluntad y dejamos todas las cosas del mundo y lo que teníamos por El (aunque
sea las redes de San Pedro (19), que harto le parece que da quien da lo que
tiene), que ya está todo hecho. Harto buena disposición es, si persevera en
aquello y no se torna a meter en las sabandijas de las primeras piezas, aunque
sea con el deseo; que no hay duda sino que si persevera en esta desnudez y
dejamiento de todo, que alcanzará lo que pretende. Mas ha de ser con
condición, y mirad que os aviso de esto, que se tenga por siervo sin provecho
como dice San Pablo, o Cristo (20) y crea que no ha obligado a Nuestro Señor
para que le haga semejantes mercedes; antes, como quien más ha recibido, queda
más adeudado (21). ¿Qué podemos hacer por un Dios tan generoso que murió por
nosotros y nos crió y da ser, que no nos tengamos por venturosos en que se vaya
desquitando algo de lo que le debemos, por lo que nos ha servido (de mala gana
dije esta palabra, mas ello es así que no hizo otra cosa todo lo que vivió en
el mundo), sin que le pidamos mercedes de nuevo y regalos?
9.
Mirad mucho, hijas, algunas cosas que aquí van apuntadas, aunque arrebujadas,
que no lo sé más declarar. El Señor os lo dará a entender, para que saquéis
de las sequedades humildad y no inquietud, que es lo que pretende el demonio; y
creed que adonde la hay de veras, que, aunque nunca dé Dios regalos, dará una
paz y conformidad con que anden más contentas que otros con regalos; que muchas
veces como habéis leído (22) los da la divina Majestad a los más flacos;
aunque creo de ellos que no los trocarían por las fortalezas de los que andan
con sequedad. Somos amigos de contentos más que de cruz. Pruébanos, tú,
Señor (23), que sabes las verdades, para que nos conozcamos.
NOTAS
MORADAS III, c. 1
1
Salmo 111, 1. Servirá de lema y modelo al hombre de las terceras moradas. Cf.
n. 4.
2
Camino seguro de salvación: Por escrúpulo teológico, Gracián tachó seguro y
escribió derecho. Todo este capítulo fue salpicado de correcciones por
Gracián, temeroso de que la Santa afirmase una certidumbre del estado de
gracia, o una seguridad de la propia salvación, contraria a la doctrina del
Concilio de Trento y semejante a ciertas teorías de alumbrados y quietistas.
Afortunadamente, las tachas de Gracián han dejado el original perfectamente
legible. Otro egregio censor del autógrafo, el P. F. Ribera, , fue a su vez
marginándolo para corregir la plana a Gracián, con acotaciones como éstas:
"no se ha de borrar nada de lo de la Santa Madre" (anotación marginal
a este pasaje, n. 1); al fin del n. 2, Gracián enmienda la frase; y no tenemos
seguro que nos dará Dios la mano para salir de ellos, en esta forma: "y no
tenemos seguro el aver de salir de ellos" y tacha además la simpática
anotación marginal de la Santa: entiéndase del auxilio particular: pero
sobreviene de nuevo Ribera con el palmetazo: no se borre esto. Es curioso notar
que la aclaración del "auxilio particular", de sabor netamente
bañeciano, reminiscencia de conversaciones del teólogo salmantino con la
Santa, fue respetada íntegramente por fray Luis, en la edición príncipe,
incluyéndola dentro del texto (p. 39-40). Todavía en el n. 4 Gracián corrige
la plana a la Santa tachando Salomón, y escribiendo Absalón; y denuevo Ribera
interviene: "ha de decir Salomón, como lo escribió la Madre". Por
fin se repite la escaramuza en un delicado pasaje del n. 8: "... lo que nos
ha servido [Dios]: de mala gana dije esta palabra, mas ello es así... Gracián
enmienda "nos ha servido" en "ha padecido" y tacha el resto.
Acto seguido Ribera advierte: "No se borre nada, que está muy bien dicho
lo que dice la Santa". - Recuérdese la nota de Ribera en la primera
página del autógrafo, y no se olvide que Gracián tuvo especial comisión de
la Santa para retocar su autógrafo.
3
Jn 11, 16. "Como dijo Santo Tomás", fue añadido por la autora al
margen del autógrafo.
4
La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa al margen del autógrafo.
5
Dejó: dejase o haya dejado.
6
Madre, Señora, Patrona: son títulos en que se apoya la tradicional piedad
mariana del Carmelo. A ellos alude aquí la autora.
7
Se refiere a los últimos años de Salomón, seducido por las mujeres y la
idolatría: 1 Re 11, 1-10; 2 Re 23, 13; Ecli 47, 19-21. Repetirá los mismos
conceptos en Fund 4, 6-7. Y el "tipismo" de Salomón reaparecerá en M
VII, 4, 3.
8
De nuevo el Salmo 111, 1.
9
Me he divertido: en la acepción clásica de "salirse uno del propósito de
que va hablando" (Cobarruvias).
10
Reanuda el tema del n. 1.
11
Equivale a: "y aun de los pecados veniales se gurdan". - Fray Luis
omitió este inciso (p. 42).
12
El mancebo es el joven rico, que se aleja triste" (Mt 19, 16-22).
13
Melancolía (a veces escribe: "melencolía", "melenconía".
"humor de melancolía") en el léxico teresiano corresponde a una
amplia escala de formas de neurosis depresiva. Cf. c. 7 de las Fundaciones.
"De cómo se han de haber con las que tienen melancolía".
14
De nuevo alude al episodio del joven rico del evangelio (n. 6), y a la
pretensión de paso franco hasta las séptimas moradas (n. 5 fin).
15
Vasallas de Dios: en el simbolismo del "castillo". "Esclavos de
Dios" escribirá en M VII, 4, 8.
16
Lo ha dicho pocas líneas antes, n. 6.
17
Mt 19, 22. Este inciso es acotación marginal de la Santa.
18
También esta vez Gracián creyó necesario atildar teológicamente esa
expresión de la Santa, y corrigió: "no solamente mira a nuestras obras
sino también..."
19
Narrado por Mt 19, 27, a continuación del episodio del joven rico.
20
Como dice San Pablo: escribió primero; luego añadió entre líneas: "lo
dice San Lucas en el capítulo 17".
21
Alusión evangélica a Lc 12, 48.
22
Como habéis leído: quizá alude a la lectura comunitaria, sea del Camino de
Perfección, (por ejemplo, el c. 17, nn. 2 y 7), sea de otros libros
espirituales de la época.
23
Pruébanos tú, Señor: ya antes había aludido a esa palabra del Salterio
(Salmos 25, 2; 138, 23): "pruébame, Señor, y conoce mi corazón").
Unico pasaje del libro que utiliza el tuteo en el diálogo con Dios.
Prosigue
en lo mismo y trata de las sequedades en la oración y de lo que podría suceder
a su parecer, y cómo es menester probarnos y prueba el Señor a los que están
en estas moradas.
1.
Yo he conocido algunas almas, y aun creo puedo decir hartas, de las que han
llegado a este estado, y estado y vivido muchos años en esta rectitud y
concierto, alma y cuerpo, a lo que se puede entender, y después de ellos que ya
parece habían de estar señores del mundo, al menos bien desengañados de él,
probarlos Su Majestad en cosas no muy grandes, y andar con tanta inquietud y
apretamiento de corazón, que a mí me traían tonta y aun temerosa harto. Pues
darles consejo no hay remedio, porque, como ha tanto que tratan de virtud,
paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón en sentir aquellas
cosas.
2.
En fin, que yo no he hallado remedio ni le hallo para consolar a semejantes
personas, si no es mostrar gran sentimiento de su pena (y a la verdad se tiene
de verlos sujetos a tanta miseria), y no contradecir su razón; porque todas las
conciertan en su pensamiento que por Dios las sienten, y así no acaban de
entender que es imperfección; que es otro engaño para gente tan aprovechada;
que de que lo sientan, no hay que espantar, aunque a mi parecer, había de pasar
presto el sentimiento de cosas semejantes. Porque muchas veces quiere Dios que
sus escogidos sientan su miseria, y aparta un poco su favor, que no es menester
más, que a osadas (1) que nos conozcamos bien presto. Y luego se entiende esta
manera de probarlos, porque entienden ellos su falta muy claramente, y a las
veces les da más pena ésta de ver que, sin poder más, sienten cosas de la
tierra y no muy pesadas, que lo mismo de que tienen pena. Esto téngolo yo por
gran misericordia de Dios; y aunque es falta, muy gananciosa para la humildad.
3.
En las personas que digo, no es así sino que canonizan como he dicho (2) en sus
pensamientos estas cosas, y así querrían que otros las canonizasen. Quiero
decir alguna de ellas, porque nos entendamos y nos probemos a nosotras mismas
antes que nos pruebe el Señor, que sería muy gran cosa estar apercibidas y
habernos entendido primero.
4.
Viene a una persona rica, sin hijos ni para quién querer la hacienda, una falta
de ella, mas no es de manera que en lo que le queda le puede faltar lo necesario
para sí y para su casa, y sobrado. Si éste anduviese con tanto desasosiego e
inquietud como si no le quedara un pan que comer, ¿cómo ha de pedirle nuestro
Señor que lo deje todo por El? (3) Aquí entra el que lo siente porque lo
quiere para los pobres. Yo creo que quiere Dios más que yo me conforme con lo
que Su Majestad hace y, aunque lo procure, tenga quieta mi alma, que no esta
caridad. Y ya que no lo hace, porque no ha llegádole el Señor a tanto,
enhorabuena; mas entienda que le falta esta libertad de espíritu, y con esto se
dispondrá para que el Señor se la dé, porque se la pedirá.
Tiene
una persona bien de comer, y aun sobrado; ofrécesele poder adquirir más
hacienda: tomarlo, si se lo dan, enhorabuena, pase; mas procurarlo y, después
de tenerlo, procurar más y más, tenga cuan buena intención quisiere (que sí
debe tener, porque como he dicho (4) son estas personas de oración y
virtuosas), que no hayan miedo que suban a las moradas más juntas al Rey.
5.
De esta manera es si se les ofrece algo de que los desprecien o quiten un poco
de honra; que, aunque les hace Dios merced de que lo sufran bien muchas veces
(porque es muy amigo de favorecer la virtud en público porque no padezca la
misma virtud en que están tenidos, y aun será porque le han servido, que es
muy bueno este Bien nuestro), allá les queda una inquietud que no se pueden
valer, ni acaba de acabarse tan presto. ¡Válgame Dios! ¿No son éstos los que
ha tanto que consideran cómo padeció el Señor y cuán bueno es padecer y aún
lo desean? Querrían a todos tan concertados como ellos traen sus vidas, y plega
a Dios que no piensen que la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en
su pensamiento meritoria.
6.
Pareceros ha, hermanas, que hablo fuera de propósito y no con vosotras, porque
estas cosas no las hay acá, que ni tenemos hacienda ni la queremos ni
procuramos, ni tampoco nos injuria nadie. Por eso las comparaciones no es lo que
pasa; mas sácase de ellas otras muchas cosas que pueden pasar, que ni sería
bien señalarlas ni hay para qué. Por éstas entenderéis si estáis bien
desnudas de lo que dejasteis; porque cosillas se ofrecen, aunque no de esta
suerte, en que os podéis muy bien probar y entender si estáis señoras de
vuestras pasiones. Y creedme que no está el negocio en tener hábito de
religión o no, sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra
voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su
Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad,
sino la suya (5). Ya que no hayamos llegado aquí como he dicho (6) humildad,
que es el ungüento de nuestras heridas; porque, si la hay de veras, aunque
tarde algún tiempo, vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos.
7.
Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida;
quiérenla mucho para servir a nuestro Señor con ella, que todo esto no es
malo, y así tienen gran discreción en hacerlas porque no dañen a la salud. No
hayáis miedo que se maten, porque su razón está muy en sí; no está aún el
amor para sacar de razón; mas querría yo que la tuviésemos para no nos
contentar con esta manera de servir a Dios, siempre a un paso paso, que nunca
acabaremos de andar este camino. Y como a nuestro parecer siempre andamos y nos
cansamos (porque creed que es un camino abrumador), harto bien será que no nos
perdamos. Mas ¿paréceos, hijas, si yendo a una tierra desde otra pudiésemos
llegar en ocho días, que sería bueno andarlo en un año por ventas y nieves y
aguas y malos caminos? ¿No valdría más pasarlo de una vez? Porque todo esto
hay y peligros de serpientes. ¡Oh, qué buenas señas podré yo dar de esto! Y
plega a Dios que haya pasado de aquí, que hartas veces me parece que no.
8.
Como vamos con tanto seso, todo nos ofende, porque todo lo tememos; y así no
osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar a estas moradas y que
otros anduviesen el camino. Pues no es esto posible, esforcémonos, hermanas
mías, por amor del Señor; dejemos nuestra razón y temores en sus manos;
olvidemos esta flaqueza natural, que nos puede ocupar mucho. El cuidado de estos
cuerpos ténganle los prelados; allá se avengan; nosotras de sólo caminar a
prisa para ver este Señor; que, aunque el regalo que tenéis es poco o ninguno,
el cuidado de la salud nos podría engañar; cuánto más que no se tendrá más
por esto, yo lo sé; y también sé que no está el negocio en lo que toca al
cuerpo, que esto es lo menos; que el caminar que digo es con una grande
humildad; que si habéis entendido, aquí creo está el daño de las que no van
adelante; sino que nos parezca que hemos andado pocos pasos y lo creamos así, y
los que andan nuestras hermanas nos parezcan muy presurosos, y no sólo deseemos
sino que procuremos nos tengan por la más ruin de todas.
9.
Y con esto este estado es excelentísimo; y si no, toda nuestra vida nos
estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como no hemos dejado a
nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas de esta
tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben a los aposentos que
faltan. En éstos no deja el Señor de pagar como justo, y aun como
misericordioso, que siempre da mucho más que merecemos, con darnos
"contentos" harto mayores que los podemos (7) tener en los que dan los
regalos y distraimientos de la vida; mas no pienso que da muchos
"gustos" (8) si no es alguna vez, para convidarlos con ver lo que pasa
en las demás moradas, porque se dispongan para entrar en ellas.
10.
Pareceros ha que contentos y gustos todo es uno, que para qué hago esta
diferencia en los nombres. A mí paréceme que la hay muy grande; ya me puedo
engañar. Diré lo que en esto entendiere en las moradas cuartas que vienen tras
éstas; (9) porque como se habrá de declarar algo de los gustos que allí da el
Señor, viene mejor, y aunque parece sin provecho, podrá ser de alguno, para
que, entendiendo lo que es cada cosa, podáis esforzaros a seguir lo mejor; y es
mucho consuelo para las almas que Dios llega allí y confusión para las que les
parece que lo tienen todo, y si son humildes moverse han a hacimiento de
gracias; si hay alguna falta de esto, darles ha un desabrimiento interior y sin
propósito; pues no está la perfección en los gustos, sino en quien ama más,
y el premio lo mismo, y en quien mejor obrare con justicia y verdad.
11.
Pareceros ha que de qué sirve tratar de estas mercedes interiores y dar a
entender cómo son, si es esto verdad, como lo es. Yo no lo sé; pregúntese a
quien me lo manda escribir, que yo no soy obligada a disputar con los
superiores, sino a obedecer, ni sería bien hecho. Lo que os puedo decir con
verdad es que, cuando yo no tenía ni aún sabía por experiencia ni pensaba
saberlo en mi vida (y con razón, que harto contento fuera para mí saber o por
conjeturas entender que agradaba a Dios en algo), cuando leía en los libros de
estas mercedes y consuelos que hace el Señor a las almas que le sirven, me le
daba grandísimo y era motivo para que mi alma diese grandes alabanzas a Dios.
Pues si la mía, con ser tan ruin, hacía esto, las que son buenas y humildes le
alabarán mucho más; y por sola una que le alabe una vez, es muy bien que se
diga, a mi parecer, y que entendamos el contento y deleites que perdemos por
nuestra culpa. Cuánto más que si son de Dios, vienen cargados de amor y
fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo e ir creciendo en las obras
y virtudes. No penséis que importa poco que no quede por nosotros, que cuando
no es nuestra la falta, justo es el Señor (10), y Su Majestad os dará por
otros caminos lo que os quita por éste por lo que Su Majestad sabe, que son muy
ocultos sus secretos; (11) al menos será lo que más nos conviene, sin duda
ninguna.
12.
Lo que me parece nos haría mucho provecho a las que por la bondad del Señor
están en este estado (que, como he dicho (12), no les hace poca misericordia,
porque están muy cerca de subir a más), es estudiar mucho en la prontitud de
la obediencia; y aunque no sean religiosos, seria gran cosa como lo hacen muchas
personas tener a quien acudir para no hacer en nada su voluntad, que es lo
ordinario en que nos dañamos; y no buscar otro de su humor (13), como dicen,
que vaya con tanto tiento en todo, sino procurar quien esté con mucho
desengaño de las cosas del mundo, que en gran manera aprovecha tratar con quien
ya le conoce para conocernos (14), y porque algunas cosas que nos parecen
imposibles, viéndolas en otros tan posibles y con la suavidad que las llevan,
anima mucho y parece que con su vuelo nos atrevemos a volar, como hacen los
hijos de las aves cuando se enseñan, que aunque no es de presto dar un gran
vuelo, poco a poco imitan a sus padres. En gran manera aprovecha esto, yo lo
sé.
Acertarán,
por determinadas que estén en no ofender al Señor personas semejantes, no se
meter en ocasiones de ofenderle; porque como están cerca de las primeras
moradas, con facilidad se podrán tornar a ellas; porque su fortaleza no está
fundada en tierra firme, como los que están ya ejercitados en padecer, que
conocen las tempestades del mundo, cuán poco hay que temerlas ni que desear sus
contentos y sería posible con una persecución grande volverse a ellos, que
sabe bien urdirlas el demonio para hacernos mal, y que yendo con buen celo,
queriendo quitar pecados ajenos, no pudiese resistir lo que sobre esto se le
podría suceder.
13.
Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas tan
concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos,
podríamos bien deprender en lo principal; y en la compostura exterior y en su
manera de trato le hacemos ventajas; y no es esto lo de más importancia, aunque
es bueno, ni hay para qué querer luego que todos vayan por nuestro camino, ni
ponerse a enseñar el del espíritu quien por ventura no sabe qué cosa es; que
con estos deseos que nos da Dios, hermanas, del bien de las almas podemos hacer
muchos yerros; y así es mejor llegarnos a lo que dice nuestra Regla: "en
silencio y esperanza procurar vivir siempre" (15), que el Señor tendrá
cuidado de sus almas (16). Como no nos descuidemos nosotras en suplicarlo a Su
Majestad, haremos harto provecho con su favor. Sea por siempre bendito.
NOTAS
MORADAS III, c. 2
1
A osadas: la Santa prefiere la forma popular "a usadas": equivale a
nuestro "osaría apostar", "a fe que"...
2
Lo ha dicho en el n. anterior.
3
Sigue la alusión al "joven rico" del evangelio (M III, 1, 6): Mt 19,
21.
4
En el n. 3; cf. c. 1, n. 5.
5
Referencia implícita a Mt 6, 10, o a Lc 22, 42.
6
Humildad, como he dicho: en el n. 4, y ante en el c. 1, n. 7.
7
Es decir: "mayores que los que nos dan los regalos".
8
Contentos y gustos: con acepción propia en el léxico teresiano. Los definirá
enseguida: M IV, 1 (ver el título) y c. 2, 9-12.
9
En las moradas cuartas, el c. primero "trata de la diferencia que hay de
contentos y ternura en la oración, y de gustos" (título); cf. además M
IV, 1, 4. De los "gustos" hablará especialmente en el c. 2 y parte
del 3 (nn. 9-14).
10
Alusión al Salmo 118, 137, texto intensamente vivido por la Santa: cf. V 19, 9.
11
Cf. Rom 11, 33.
12
En el c. 1, nn. 1. 5. 8.
13
Otro de su humor: de su mismo genio o talante.
14
Tratar con quien le (nos) conoce, para conocernos: consigna que forma parte del
llamado "socratismo teresiano" (cf. M I, 2, nota 17). Y véase V 7,
20-22: "que no hay quien tan bien se conozca a sí como (nos) conocen los
que nos miran, si es con amor...".
15
Ese texto de la Regla del Carmelo está tomado de Is 30, 15.
16 Eco de las palabras de 1 Pet 5, 7: "que Dios tiene cuidado de vosotros".