CAPÍTULO 30

Comienza la fundación del monasterio de la Santísima Trinidad en la ciudad de Soria.  Fundóse el año de 1581. Díjose la primera misa día de nuestro padre San Eliseo (1).

1. Estando yo en Palencia, en la fundación que queda dicha de allí, me trajeron una carta del obispo de Osma, llamado el Doctor Velázquez, a quien, siendo él canónigo y catedrático en la iglesia mayor de Toledo y andando yo todavía con algunos temores, procuré tratar, porque sabía era muy gran letrado y siervo de Dios; (2) y así le importuné mucho tomase cuenta con mi alma y me confesase. Con ser muy ocupado, como se lo pedí por amor de nuestro Señor y vio mi necesidad, lo hizo de tan buena gana, que yo me espanté, y me confesó y trató todo el tiempo que yo estuve en Toledo, que fue harto. Yo le traté con toda llaneza mi alma, como tengo de costumbre. Hízome tan grandísimo provecho, que desde entonces comenzé a andar sin tantos temores (3). Verdad es que hubo otra ocasión, que no es para aquí. Mas, en efecto, me hizo gran provecho, porque me aseguraba con cosas de la Sagrada Escritura, que es lo que más a mí me hace al caso cuando tengo la certidumbre de que lo sabe bien, que la tenía de él, junto con su buena vida.

2. Esta carta me escribía desde Soria, adonde estaba al presente. Decíame cómo una señora que allí confesaba le había tratado de una fundación de monasterio de monjas nuestras que le parecía bien; que él había dicho acabaría conmigo que fuese allá a fundarla; que no le echase en falta, y que, como me pareciese era cosa que convenía, se lo hiciese saber, que él enviaría por mí. Yo me holgué harto, porque, dejado ser buena la fundación, tenía deseo de comunicar con él algunas cosas de mi alma, y de verle; que, del gran provecho que la hizo, le había yo cobrado mucho amor.

3. Llámase esta señora fundadora Doña Beatriz de Beamonte y Navarra, porque viene de los reyes de Navarra, hija de Don Francés de Beamonte, de claro linaje y muy principal. Fue casada algunos años y no tuvo hijos y quedóle mucha hacienda y había mucho que tenía por sí de hacer un monasterio de monjas (4). Como lo trató con el Obispo y él le dio noticia de esta Orden de nuestra Señora de Descalzas, cuadróle tanto, que le dio gran prisa para que se pusiese en efecto.

4. Es una persona de blanda condición, generosa, penitente; en fin, muy sierva de Dios. Tenía en Soria una casa buena, fuerte, en harto buen puesto; y dijo que nos daría aquélla con todo lo que fuese menester para fundar, y ésta dio con quinientos ducados de juro de a 25 el millar. El Obispo se ofreció a dar una iglesia harto buena, toda de bóveda, que era de una parroquia que estaba cerca (5), que con un pasadizo nos ha podido aprovechar. Y púdolo hacer bien, porque era pobre, y allí hay muchas iglesias, y así la pasó a otra parte. De todo esto me dio relación en su carta. Yo lo traté con el padre Provincial, que fue entonces allí; (6) y a él y a todos los amigos les pareció escribiese con un propio viniesen por mí; porque ya estaba la fundación de Palencia acabada, y yo que me holgué harto de ello, por lo dicho.

5. Yo comencé a traer las monjas que había de llevar allá conmigo, que fueron siete, porque aquella señora antes quisiera más que menos, y una freila, y mi compañera y yo (7). Vino persona por nosotras bien para el propósito, en diligencia, porque yo le dije había de llevar dos padres conmigo, Descalzos; y así llevé al padre Nicolás de Jesús María, hombre de mucha perfección y discreción, natural de Génova. Tomó el hábito ya de más de cuarenta años (8), a mi parecer (al menos los ha ahora y ha pocos que le tomó), mas ha aprovechado tanto en poco tiempo, que bien parece le escogió nuestro Señor para que en estos tan trabajosos de persecuciones ayudase a la Orden, que ha hecho mucho; porque los demás que podían ayudar, unos estaban desterrados, otros encarcelados. De él, como no tenía oficio, que había poco como digo que estaba en la Orden, no hacían tanto caso, o lo hizo Dios para que me quedase tal ayuda.

6. Es tan discreto, que se estaba en Madrid en el monasterio de los Calzados, como para otros negocios, con tanta disimulación, que nunca le entendieron trataba de éstos, y así le dejaban estar. Escribíamonos a menudo, que estaba yo en el monasterio de San José de Avila, y tratábamos lo que convenía, que esto le daba consuelo. Aquí se verá la necesidad en que estaba la Orden, pues de mí se hacía tanto caso, a falta como dicen, de hombres buenos (9). En todos estos tiempos experimenté su perfección y discreción; y así es de los que yo amo mucho en el Señor y tengo en mucho, de esta Orden (10). Pues él y un compañero lego fueron con nosotras.

7. Tuvo poco trabajo en este camino; porque el que envió el Obispo nos llevaba con harto regalo y ayudó a poder dar buenas posadas, que en entrando en el obispado de Osma querían tanto al Obispo, que, en decir que era cosa suya, nos las daban buenas. El tiempo lo hacía. Las jornadas no eran grandes. Así poco trabajo se pasó en este camino, sino contento; porque en oír yo los bienes que decían de la santidad del Obispo, me le daba grandísimo. Llegamos al Burgo, miércoles antes del día octavo del Santísimo Sacramento (11). Comulgamos allí el jueves, que era la octava. Otro día, como llegamos y comimos allí, porque no se podía llegar a Soria otro día, aquella noche tuvimos en una iglesia, que no hubo otra posada, y no se nos hizo mala. Otro día oímos allí misa y llegamos a Soria como a las cinco de la tarde. Estaba el santo Obispo a una ventana de su casa, que pasamos por allí, de donde nos echó su bendición, que no me consoló poco, porque de prelado y santo, tiénese en mucho (12).

8. Estaba aquella señora, nuestra fundadora esperándonos a la puerta de su casa, que era adonde se había de fundar el monasterio. No vimos la hora que entrar en ella, porque era mucha la gente. Esto no era cosa nueva, que en cada parte que vamos, como el mundo es tan amigo de novedades, hay tanto, que a no llevar velos delante del rostro, sería trabajo grande; con esto se puede sufrir. Tenía aquella señora aderezada una sala muy grande y muy bien, adonde se había de decir la misa, porque se había de hacer pasadizo (13) para la que nos daba el Obispo, y luego otro día, que era de nuestro Padre San Eliseo, se dijo (14).

9. Todo lo que habíamos menester tenía muy cumplido aquella señora, y dejónos en aquel cuarto, adonde estuvimos recogidas, hasta que se hizo el pasadizo, que duró hasta la Transfiguración (15). Aquel día se dijo la primera misa en la iglesia con harta solemnidad y gente. Predicó un Padre de la Compañía (16), que el Obispo era ya ido al Burgo, porque no pierde día ni hora sin trabajar, aunque no estaba bueno, que le había faltado la vista de un ojo; que esta pena tuve allí, que se me hacía gran lástima que vista que tanto aprovechaba en el servicio de nuestro Señor se perdiese. Juicios son suyos. Para dar más a ganar a su siervo debía ser, porque él no dejaba de trabajar como antes y para probar la conformidad que tenía con su voluntad. Decíame que no le daba más pena que si lo tuviera su vecino, que algunas veces pensaba que no le parecía le pesaría si se le perdía la vista del otro; porque se estaría en una ermita sirviendo a Dios, sin más obligación. Siempre fue éste su llamamiento antes que fuese obispo, y me lo decía algunas veces, y estuvo casi determinado a dejarlo todo e irse.

10. Yo no lo podía llevar, por parecerme que sería de gran provecho en la Iglesia de Dios, y así deseaba lo que ahora tiene, aunque el día que le dieron el obispado, como me lo envió a decir luego, me dio un alboroto muy grande, pareciéndome le veía con una grandísima carga y no me podía valer ni sosegar, y fuile a encomendar al coro a nuestro Señor. Su Majestad me sosegó luego, que me dijo que sería muy en servicio suyo, y vase pareciendo bien. Con el mal del ojo que tiene y otros algunos bien penosos, y el trabajo que es ordinario, ayuna cuatro días a la semana, y otras penitencias. Su comer es de bien poco regalo. Cuando anda a visitar, es a pie, que sus criados no lo pueden llevar, y se me quejaban. Estos han de ser virtuosos, o no estar en su casa. Fía poco de que negocios graves pasen por provisores, y aun pienso todos, sino que pase por su mano. Tuvo dos años allí al principio las más bravas persecuciones de testimonios, que yo me espantaba; porque en caso de hacer justicia, es entero y recto. Ya éstas iban cesando; aunque han ido a corte y adonde pensaban le podían hacer mal. Mas como se va ya entendiendo el bien en todo el obispado, tienen poca fuerza, y él lo ha llevado todo con tanta perfección, que los ha confundido, haciendo bien a los que sabía le hacían mal. Por mucho que tenga que hacer, no deja de procurar tiempo para tener oración.

11. Parece que me voy embebiendo en decir bien de este santo, y he dicho poco. Mas para que se entienda quién es el principio de la fundación de la Santísima Trinidad de Soria y se consuelen las que hubiere de haber en él, no se ha perdido nada, que las de ahora bien entendido lo tienen. Aunque él no dio la renta, dio la iglesia, y fue como digo quien puso a esta señora en ello, a quien, como he dicho (17), no le falta mucha cristiandad y virtud y penitencia (18).

12. Pues acabadas de pasarnos a la iglesia y de aderezar lo que era menester para la clausura, había necesidad que yo fuese al monasterio de San José de Avila, y así me partí luego con harta gran calor (19). Y el camino que había era muy malo para carro. Fue conmigo un racionero de Palencia, llamado Ribera (20), que fue en extremo lo que me ayudó en la labor del pasadizo y en todo, porque el padre Nicolás de Jesús María fuese luego en haciéndose las escrituras de la fundación, que era mucho menester en otra parte. Este Ribera tenía cierto negocio en Soria cuando fuimos, y fue con nosotras. De allí le dio Dios tanta voluntad de hacernos bien, que se puede encomendar a Su Majestad con los bienhechores de la Orden.

13. Yo no quise viniese otro con mi compañera (21) y conmigo, porque es tan cuidadoso que me bastaba, y mientras menos ruido, mejor me hallo por los caminos. En éste pagué lo bien que había ídome en la ida. Porque, aunque quien iba con nosotras sabía el camino hasta Segovia, no el camino de carro. Y así nos llevaba este mozo por partes que veníamos a apearnos muchas veces, y llevaban el carro casi en peso por unos despeñaderos grandes. Si tomábamos guías, llevábannos hasta adonde sabían había buen camino, y un poco antes que viniese el malo, dejábannos, que decían tenían que hacer. Primero que llegásemos a una posada, como no había certidumbre, habíamos pasado mucho sol y aventura de trastornarse el carro muchas veces. Yo tenía pena por el que iba con nosotras, porque ya que nos habían dicho que íbamos bien, era menester tornar a desandar lo andado. Mas él tenía la virtud tan de raíz, que nunca me parece le vi enojado, que me hizo espantar mucho y alabar a nuestro Señor; que adonde hay virtud de raíz, hacen poco las ocasiones. Yo le alabo de cómo fue servido sacarnos de aquel camino.

14. Llegamos a San José de Segovia víspera de San Bartolomé (22), adonde estaban nuestras monjas penadas por lo que tardaba, que, como el camino era tal, fue mucho. Allí nos regalaron, que nunca Dios me da trabajo que no le pague luego, y descansé ocho y más días. Mas esta fundación fue tan sin ningún trabajo, que de éste no hay que hacer caso, porque no es nada. Vine contenta por parecerme tierra adonde espero en la misericordia de Dios se ha de servir de que esté allí, como ya se va viendo. Sea para siempre bendito y alabado por todos los siglos de los siglos, amén. Deo gracias.

NOTAS CAPÍTULO 30

1 También este capítulo comienza con el anagrama JHS y sin el número de capítulo.

2 Cf. c. 28, n. 10. Dirigió espiritualmente a la Santa en Toledo, en 1576-1577.

3 Comencé andar, elide la Santa.

4 Doña Beatriz de Beamonte contribuyó también espléndidamente a la fundación del Carmelo de Pamplona, 1583, donde se hizo carmelita el mismo año con el nombre de Beatriz de Cristo, y murió en 1600.

5 Era la parroquia de nuestra Señora de las Villas, que por voluntad de la Fundadora cambió el titular por el de la Santísima Trinidad.

6 Gracián, que se hallaba en Palencia.

7 Fueron las siete: Catalina de Cristo (elegida Priora al día siguiente de la fundación: 15 de junio), Beatriz de Jesús, María de Cristo, Juana Bautista, María de Jesús, María de San José y Catalina del Espíritu Santo. La freila llamábase María Bautista. La compañera, era la enfermera de la Santa, Ana de San Bartolomé. Acompañantes del grupo fueron: el P. Nicolás Doria y el Hermano Eliseo de la Madre de Dios; de parte de D. Alvaro, el racionero de la catedral, Pedro de Ribera (de quien hablará luebo, nn. 12-13); de parte del Obispo de Osma, uno de sus capellanes por nombre Chacón y un alguacil para seguridad del vieja; por fin, de parte de Dª Beatriz, su capellán Francisco de Cetina.

8 Pequeño error: contaba poco más de 38. Nacido en Génova en 1539, se hizo carmelita en Sevilla (1577) profesando al año siguiente, y murió siendo Vicario General de la Reforma en 1594.

9 Alude al refrán: "a falta de hombres buenos, a mi marido hicieron alcalde".

10 En orden: el es uno de los Padres de esta Orden que yo amo mucho en el S. y tengo en mucho.

11 El 26 de mayo, gran fiesta de la fundación de Palencia (c. 29, n. 29); el 29 partía de Palencia para Soria; llegada a Burgo de Osma el 31; el 1 de junio de nuevo en marcha, "tuvimos noche en una iglesia", y el día 2, a las cinco de la tarde, llegada a Soria. - Un poco oscuro está todo este pasaje.

12 No sólo les "echó su bendición", sino que imitando el gesto del arzobispo de Sevilla, poco después hizo que la Madre se la diera a él.

13 Para comunicar la casa con la iglesia. La misma Santa dirigió las obras.

14 El 14 de junio de 1581.

15 Seis de agosto.

16 Francisco de la Carrera.

17 En el n. 2.

18 Sigue en el autógrafo una y, y un largo espacio en blanco, como para agregar algo.

19 El 16 de agosto.

20 Pedro de Ribera (cf. n. 5 nota).

21 Ana de San Bartolomé.

22 El 23 de agosto.

 

CAPÍTULO 31 (1)

Comiénzase a tratar en este capítulo de la fundación del glorioso San José de Santa Ana en  la ciudad de Burgos. Díjose la primera misa a 8 días del mes de abril, octava de Pascua de  Resurrección, año de 1582.

1. Había más de seis años que algunas personas de mucha religión de la Compañía de Jesús, antiguas y de letras y espíritu, me decían que se serviría mucho nuestro Señor de que una casa de esta sagrada Religión estuviese en Burgos, dándome algunas razones para ello que me movían a desearlo. Con los muchos trabajos de la Orden y otras fundaciones, no había habido lugar de procurarlo.

2. El año de 1580, estando yo en Valladolid pasó por allí el Arzobispo de Burgos (2), que habían dádole entonces el obispado, que lo era antes de Canaria y venía entonces. Supliqué al obispo de Palencia, don Alvaro de Mendoza (de quien ya he dicho lo mucho que favorece esta Orden, porque fue el primero que admitió el monasterio de San José de Avila, siendo allí Obispo, y siempre después nos ha hecho mucha merced y toma las cosas de esta Orden como propias, en especial las que yo le suplico), y muy de buena gana dijo se la pediría; (3) porque como le parece se sirve nuestro Señor en estas casas, gusta mucho cuando alguna se funda.

3. No quiso entrar el Arzobispo en Valladolid, sino posó en el monasterio de San Jerónimo, adonde le hizo mucha fiesta el obispo de Palencia, y se fue a comer con él y a darle un cinto o no sé qué ceremonia, que lo había de hacer Obispo (4). Allí le pidió la licencia para que yo fundase el monasterio. El dijo la daría muy de buena gana; porque aun había querido en Canaria y deseado procurar tener un monasterio de éstos, porque él conocía lo que se servía en ellos nuestro Señor, porque era de donde había uno de ellos y a mí me conocía mucho. Así me dijo el Obispo por la licencia no quedase, que él se había holgado mucho de ello; y como no trata el Concilio que se dé por escrito sino que sea con su voluntad esto, se podía tener por dada (5).

4. En la fundación pasada de Palencia dejo dicho la gran contradicción que tenía de fundar por este tiempo, por haber estado con una gran enfermedad, que pensaron no viviera, y aún no estaba convalecida; (6) aunque esto no me suele a mí caer tanto en lo que veo que es servicio de Dios, y así no entiendo la causa de tanta desgana como yo entonces tenía. Porque si es por poca posibilidad, menos había tenido en otras fundaciones. A mí paréceme era el demonio, después que he visto lo que ha sucedido, y así ha sido ordinario que cada vez que ha de haber trabajo en alguna fundación, como nuestro Señor me conoce por tan miserable, siempre me ayuda con palabras y con obras. He pensado algunas veces cómo en algunas fundaciones que no los ha habido, no me advierte Su Majestad de nada. Así ha sido en esto; que, como sabía lo que se había de pasar, desde luego me comenzó a dar aliento. Sea por todo alabado. Así fue aquí, como dejo ya dicho en la fundación de Palencia, que juntamente se trataba (7), que con una manera de reprensión me dijo que de qué temía, que cuándo me había faltado. El mismo soy; no dejes de hacer estas dos fundaciones. Porque queda dicho en la pasada el ánimo con que me dejaron estas palabras, no hay para qué lo tornar a decir aquí, porque luego se me quitó toda la pereza. Por donde parece no era la causa la enfermedad ni la vejez. Así comencé a tratar de lo uno y de lo otro, como queda dicho.

5. Pareció que era mejor hacer primero lo de Palencia, como estaba más cerca y por ser el tiempo tan recio y Burgos tan frío, y por dar contento al buen obispo de Palencia. Y así se hizo como queda dicho. Y como estando allí se ofreció la fundación de Soria, pareció, pues allí se estaba todo hecho, que era mejor ir primero y desde allí a Soria.

Parecióle al obispo de Palencia, y yo se lo supliqué, que era bien dar cuenta al Arzobispo de lo que pasaba, y envió desde allí, después de ida yo a Soria, a un canónigo al Arzobispo, no a otra cosa, llamado Juan Alonso. Y escribióme a mí lo que deseaba mi ida con mucho amor y trató con el canónigo, y escribió a Su Señoría, remitiéndose a él, y que lo que hacía era porque conocía a Burgos, que era menester entrar con su consentimiento.

6. En fin, la resolución que yo fuese allá y se tratase primero con la ciudad, y que si no diesen licencia, que no le habían de tener las manos para que él no me la diese, y que él se había hallado en el primer monasterio de Avila, que se acordaba del gran alboroto y contradicción que había habido; y que así quería prevenir acá, que no convenía hacerse monasterio si no era de renta o con consentimiento de la ciudad, que no me estaba bien, que por esto lo decía.

7. El Obispo túvolo por hecho, y con razón, en decir que yo fuese allá, y envióme a decir que fuese. Mas a mí me pareció entender alguna falta de ánimo en el Arzobispo, y escribíle agradeciendo la merced que me hacía; mas que me parecía ser peor no lo queriendo la ciudad, que ello sin decírselo (8), y ponerle a Su Señoría en más contienda (parece adiviné lo poco que tuviera en él si hubiera alguna contradicción), que yo la procuraría; y aún túvelo por dificultoso por las contrarias opiniones que suele haber en cosas semejantes; y escribí al obispo de Palencia, suplicándole que pues ya había tan poco de verano y mis enfermedades eran tantas para estar en tierra tan fría, que se quedase por entonces. No puse duda en cosa del Arzobispo, porque él estaba ya desabrido de que ponía inconvenientes, habiéndole mostrado tanta voluntad, y por no poner alguna discordia, que son amigos; y así me fui desde Soria a Avila, bien descuidada por entonces de venir tan presto, y fue harto necesaria mi ida a aquella (9) casa de San José de Avila para algunas cosas.

8. Había en esta ciudad de Burgos una santa viuda, llamada Catalina de Tolosa, natural de Vizcaya, que en decir sus virtudes me pudiera alargar mucho, así de penitencia como de oración, de grandes limosnas y caridad, de muy buen entendimiento y valor. Había metido dos hijas monjas en el monasterio de nuestra Orden de la Concepción, que está en Valladolid, creo había cuatro años, y en Palencia metió otras dos, que estuvo aguardando a que se fundase, y antes que yo me fuese de aquella fundación las llevó (10).

9. Todas cuatro han salido como criadas de tal madre, que no parecen sino ángeles. Dábales buenos dotes y todas las cosas muy cumplidas, porque lo es ella mucho. Todo lo que hace, muy cabal, y puédelo hacer, porque es rica. Cuando fue a Palencia, teníamos por tan cierta la licencia del Arzobispo, que no parecía había en qué reparar. Y así la rogué me buscase una casa alquilada para tomar la posesión e hiciese unas redes (11) y tornos y lo pusiese a mi cuenta, no pasándome por pensamiento que ella gastase nada, sino que me lo prestase. Ella lo deseaba tanto, que sintió en gran manera que se quedase por entonces. Y así, después de ida yo a Avila como he dicho (12) bien descuidada de tratar de ello por entonces, ella no lo quedó, sino pareciéndole no estaba en más de tener licencia de la ciudad, sin decirme nada, comenzó a procurarla.

10. Tenía ella dos vecinas, personas principales y muy siervas de Dios, que lo deseaban mucho, madre e hija. La madre se llamaba doña María Manrique. Tenía un hijo regidor, llamado don Alonso de Santo Domingo Manrique (13). La hija se llamaba doña Catalina. Entrambas lo trataron con él para que lo pidiese en el ayuntamiento, el cual habló a Catalina de Tolosa diciendo que qué fundamento diría que teníamos, porque no la darían sin alguno. Ella dijo que se obligaría, y así lo hizo, de darnos casa si nos faltase, y de comer; y con esto dio una petición firmada de su nombre. Don Alonso se dio tan buena maña, que la alcanzó de todos los regidores y el Arzobispo, y llevóle la licencia por escrito. Ella luego después de comenzado a tratar, me escribió que lo andaba negociando. Yo lo tuve (14) por cosa de burla, porque sé cuán mal admiten monasterios pobres, y como no sabía ni me pasaba por pensamiento que ella se obligaba a lo que hizo, parecióme era mucho más menester.

11. Con todo, estando un día de la octava de San Martín (15) encomendándolo a nuestro Señor, pensé que se podía hacer si la diese. Porque ir yo a Burgos con tantas enfermedades, que les son los fríos muy contrarios, siendo tan frío, parecióme que no se sufría, que era temeridad andar tan largo camino, acabada casi de venir de tan áspero como he dicho (16) en la venida de Soria, ni el padre Provincial me dejaría. Consideraba que iría bien la Priora de Palencia (17), que estando llano todo, no había ya que hacer.

Estando pensando esto y muy determinada a no ir, díceme el Señor estas palabras, por donde vi que era ya dada la licencia: No hagas caso de esos fríos, que Yo soy la verdadera calor. El demonio pone todas sus fuerzas por impedir aquella fundación. Ponlas tú de mi parte porque se haga, y no dejes de ir en persona, que se hará gran provecho (18).

12. Con esto torné a mudar parecer, aunque el natural en cosas de trabajo algunas veces repugna, mas no la determinación de padecer por este gran Dios. Y así le digo que no haga caso de estos sentimientos de mi flaqueza para mandarme lo que fuere servido, que, con su favor, no lo dejaré de hacer.

Hacía entonces nieves y fríos. Lo que me acobarda más es la poca salud, que, a tenerla, todo no me parece que se me haría nada. Esta me ha fatigado en esta fundación muy ordinario. El frío ha sido tan poco, al menos el que yo he sentido, que con verdad me parece sentía tanto cuando estaba en Toledo. Bien ha cumplido el Señor su palabra de lo que en esto dijo.

13. Pocos días tardaron en traerme la licencia con cartas de Catalina de Tolosa y su amiga doña Catalina (19), dando gran prisa, porque temían no hubiese algún desmán, porque habían a la sazón venido allí a fundar la Orden de los victorinos (20), y la de los calzados del Carmen había mucho que estaban allí procurando fundar; después vinieron los basilios; que era harto impedimento, y cosa para considerar habernos juntado tantos en un tiempo, y también para alabar a nuestro Señor de la gran caridad de este lugar, que les dio licencia la ciudad muy de buena gana, con no estar con la prosperidad que solían. Siempre había yo oído loar la caridad de esta ciudad, mas no pensé llegaba a tanto. Unos favorecían a unos, otros a otros. Mas el Arzobispo miraba por todos los inconvenientes que podía haber y lo defendía (21), pareciéndole era hacer agravio a las Ordenes de pobreza, que no se podrían mantener; y quizá acudían a él los mismos, o lo inventaba el demonio para quitar el gran bien que hace Dios adonde trae muchos monasterios, porque poderoso es para mantener los muchos como los pocos.

14. Pues, con esta ocasión, era tanta la prisa que me daban esta santas mujeres, que, a mi querer, luego me partiera, si no tuviera negocios que hacer. Porque miraba yo cuán más obligada estaba a que no se perdiese coyuntura por mí, que a las que veía poner tanta diligencia.

En las palabras que había entendido, daban a entender contradicción mucha. Yo no podía saber de quién ni por dónde; porque ya Catalina de Tolosa me había escrito que tenía cierta la casa en que vivía para tomar la posesión; la ciudad llana. El Arzobispo también. No podía entender de quién había de ser esta contradicción que los demonios habían de poner; porque en que eran de Dios las palabras que había entendido, no dudaba.

15. En fin, da Su Majestad a los prelados más luz; que como lo escribí al padre Provincial en que fuese por lo que había entendido, no me lo estorbó; mas dijo que si había licencia por escrito del Arzobispo (22). Yo lo escribí así a Burgos. Dijéronme que con él se había tratado cómo se pedía a la ciudad, y lo había tenido por bien; esto y todas las palabras que había dicho en el caso; parece no había que dudar.

16. Quiso el padre Provincial ir con nosotras a esta fundación (23). Parte debía ser estar entonces desocupado, que había predicado el adviento ya y había de ir a visitar a Soria, que después que se fundó no la había visto y era poco rodeo; y parte por mirar por mi salud en los caminos, por ser el tiempo tan recio y yo tan vieja y enferma, y paréceles les importa algo mi vida. Y fue, cierto, ordenación de Dios, porque los caminos estaban tales, que eran las aguas muchas, que fue bien necesario ir él y sus compañeros para mirar por dónde se iba, y ayudar a sacar los carros de los trampales. En especial desde Palencia a Burgos, que fue harto atrevimiento salir de allí cuando salimos. Verdad es que nuestro Señor me dijo que bien podíamos ir, que no temiese, que El sería con nosotros; aunque esto no lo dije yo al padre Provincial por entonces, mas consolábame a mí en los grandes trabajos y peligros que nos vimos, en especial un paso que hay cerca de Burgos, que llaman unos pontones, y el agua había sido tanta, y lo era muchos ratos, que sobrepujaba sobre estos pontones tanto, que ni se parecían ni se veía por donde ir, sino todo agua, y de una parte y de otra está muy hondo. En fin, es gran temeridad pasar por allí, en especial con carros, que, a trastornar un poco, va todo perdido, y así el uno de ellos se vio en peligro (24).

17. Tomamos una guía en una venta que está antes, que sabían aquel paso; mas, cierto, él es bien peligroso. Pues las posadas, como no se podían andar jornadas a causa de los malos caminos, que era muy ordinario anegarse los carros en el cieno, habían de pasar de unas bestias al otro para sacarles. Gran cosa pasaron los padres que iban allí, porque acertamos a llevar unos carreteros mozos y de poco cuidado. Ir con el padre Provincial lo aliviaba mucho, porque le tenía de todo, y una condición tan apacible, que no parece se le pega trabajo de nada; y así, lo que era mucho lo facilitaba que parecía poco, aunque no los pontones, que no se dejó de temer harto. Porque verse entrar en un mundo de agua, sin camino ni barco, con cuanto nuestro Señor me había esforzado, aún no dejé de temer: ¿qué harían mis compañeras? Ibamos ocho: dos que han de tornar conmigo, y cinco que han de quedar en Burgos: cuatro de coro y una freila (25). Aún no creo he dicho cómo se llama el padre Provincial (26). Es fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, de quien ya otras veces he hecho mención. Yo iba con un mal de garganta bien apretado que me dio camino (27) en llegando a Valladolid, y sin quitárseme calentura. Comer, era el dolor harto grande. Esto me hizo no gozar tanto del gusto de los sucesos de este camino. Este mal me duró hasta ahora, que es a fin de junio, aunque no tan apretado, con mucho, mas harto penoso. Todas venían contentas, porque en pasando el peligro, era recreación hablar en él. Es gran cosa padecer por obediencia, para quien tan ordinario la tienen como estas monjas.

18. Con este mal camino llegamos a Burgos por harta agua que hay antes de entrar en él. Quiso nuestro padre fuésemos lo primero a ver el santo Crucifijo (28), para encomendarle el negocio y porque anocheciese, que era temprano cuando llegamos, que era un viernes, un día después de la conversión de San Pablo, 26 días de enero. Traíase determinado de fundar luego, y yo traía muchas cartas del canónigo Salinas (el que queda dicho en la fundación de Palencia, que no menos le cuesta ésta; es de aquí, y de personas principales) para que sus deudos favoreciesen este negocio y para otros amigos, muy encarecidamente.

19. Y así lo hicieron, que luego otro día me vinieron todos a ver y en ciudad (29), que ellos no estaban arrepentidos de lo que habían dicho, sino que se holgaban que fuese venida, que viese en qué me podían hacer merced. Como, si algún miedo traíamos, era de la ciudad, tuvímoslo todo por llano. Aun sin que lo supiera nadie, a no llegar con un agua grandísima a la casa de la buena Catalina de Tolosa, pensamos hacerlo saber al Arzobispo, para decir la primera misa luego, como lo hago en casi las más partes; mas por esto se quedó.

20. Descansamos aquella noche con mucho regalo que nos hizo esta santa mujer, aunque me costó a mí trabajo; porque tenía gran lumbre para enjugar el agua, y aunque era en chimenea, me hizo tanto mal, que otro día no podía levantar la cabeza, que echada hablaba a los que venían, por una ventana de reja, que pusimos un velo; que por ser día que por fuerza había de negociar, se me hizo muy penoso.

21. Luego de mañana fue el padre Provincial a pedir la bendición al Ilustrísimo, que no pensamos había más que hacer. Hallóle tan alterado y enojado de que me había venido sin su licencia, como si no me lo hubiera él mandado ni tratádose cosa en el negocio, y así habló al padre Provincial enojadísimo de mí. Ya que concedió que él había mandado que yo viniese, dijo que yo sola a negociarlo; mas venir con tantas monjas... ¡Dios nos libre de la pena que le dio! Decirle que negociado ya con la ciudad, como él pidió, que no había que negociar más de fundar, y que el obispo de Palencia me había dicho (que le había yo preguntado si sería bien que viniese) (30) que no había para qué, que ya él decía lo que lo deseaba, aprovechaba poco. Ello había pasado así, y fue querer Dios se fundase la casa, y él mismo lo dice después; porque, a hacérselo saber llanamente, dijera que no viniéramos. Con que despidió al padre Provincial, es con que si no había renta y casa propia que en ninguna manera daría la licencia, que bien nos podíamos tornar. ¡Pues bonitos estaban los caminos y hacía el tiempo!

22. ¡Oh Señor mío, qué cierto es, a quien os hace algún servicio, pagar luego con un gran trabajo! ¡Y qué precio tan precioso para los que de veras os aman, si luego se nos diese a entender su valor! Mas entonces no quisiéramos esta ganancia, porque parece lo imposibilitaba todo. Que decía más: que lo que se había de tener de renta y comprar la casa, que no había de ser de lo que trajesen las monjas. Pues adonde no se traía pensamiento de esto en los tiempos de ahora, bien se daba a entender no había de haber remedio; aunque no a mí, que siempre estuve cierta que era todo para mejor y enredos que ponía el demonio para que no se hiciese, y que Dios había de salir con su obra. Vino con esto el padre Provincial muy alegre, que entonces no se turbó. Dios lo proveyó, y para que no se enojase conmigo porque no había tenido la licencia por escrito, como él decía.

23. Habían estado ahí conmigo de los amigos que había escrito el canónigo Salinas como he dicho (31) y de ellos vinieron luego y sus deudos. Parecióles se pidiese licencia al Arzobispo para que nos dijesen misa en casa, por no ir por las calles. Hacían grandes lodos, y descalzas parecía inconveniente, y en la casa estaba una pieza decente, que había sido iglesia de la Compañía de Jesús luego que vinieron a Burgos, adonde estuvieron más de diez años; y con esto nos parecía no había inconveniente de tomar allí la posesión hasta tener casa. Nunca se pudo acabar con él nos dejase oír en ella misa, aunque fueron dos canónigos a suplicárselo. Lo que se acabó con él es que, tenida la renta, se fundase allí hasta comprar casa; y que para esto diésemos fiadores que se compraría y que nos saldríamos de allí. Estos hallamos luego, que los amigos del canónigo Salinas se ofrecieron a ello y Catalina de Tolosa a dar renta para que se fundase.

24. En qué tanto y cómo y de dónde, se debían pasar más de tres semanas, y nosotras no oyendo misa sino las fiestas muy de mañana, y yo con calentura y harto mal. Mas hízolo tan bien Catalina de Tolosa, que era tan regalada (32) y con tanta voluntad nos dio a todas de comer un mes, como si fuera madre de cada una, en un cuarto que estábamos apartadas. El padre Provincial y sus compañeros posaban en casa de un su amigo, que habían sido colegiales juntos, llamado el doctor Manso, que era canónigo de púlpito (33), en la iglesia mayor, harto deshecho de ver que se detenía tanto allí, y no sabía cómo nos dejar.

25. Pues concertados fiadores y la renta, dijo el Arzobispo se diese al Provisor, que luego se despacharía. El demonio no debía dejar de acudir a él. Después de muy mirado, que ya no pensamos que había en qué se detener y pasado casi un mes en acabar con el Arzobispo se contentase con lo que se hacía, envíame el Provisor una memoria y dice que la licencia no se dará hasta que tengamos casa propia, que ya no quería el Arzobispo fundásemos en la que estábamos, porque era húmeda, y que había mucho ruido en aquella calle; y para la seguridad de la hacienda no sé qué enredos, y otras cosas, como si entonces se comenzara el negocio, y que en esto no había más que hablar, y que la casa había de ser a contento del Arzobispo.

26. Mucha fue la alteración del padre Provincial cuando esto vio, y de todas. Porque para comprar sitio para un monasterio, ya se ve lo que es menester de tiempo, y él andaba deshecho de vernos salir a misa; que aunque la iglesia (34) no estaba lejos y la oíamos en una capilla sin vernos nadie, para Su Reverencia y nosotras era grandísima pena lo que se había estado. Ya entonces, creo, estuvo en que nos tornásemos. Yo no lo podía llevar, cuando me acordaba que me había dicho el Señor que yo lo procurase de su parte, y teníalo por tan cierto que se había de hacer, que no me daba ninguna cosa casi pena. Sólo la tenía de la del padre Provincial, y pesábame harto de que hubiese venido con nosotras, como quien no sabía lo que nos habían de aprovechar sus amigos, como después diré. Estando en esta aflicción, y mis compañeras la tenían mucha (mas de esto no se me daba nada, sino del Provincial), sin estar en oración, me dice nuestro Señor estas palabras: Ahora, Teresa, ten fuerte. Con esto procuré con más ánimo con el padre Provincial (y Su Majestad se le debía poner a él) que se fuese y nos dejase. Porque era ya por cerca de cuaresma y había forzado de ir a predicar (35).

27. El y los amigos dieron orden que nos diesen unas piezas del hospital de la Concepción, que había Santísimo Sacramento allí y misa cada día. Con esto le dio algún contento. Mas no se pasó poco en dárnoslo; porque un aposento que había bueno, habíale alquilado una viuda de aquí y ella no sólo no nos le quiso prestar (con que no había de ir en medio año a él), mas pesóle de que nos diesen unas piezas en lo más alto, a teja vana, y pasaba una a su cuarto; y no se contentó con que tenía llave por de fuera, sino echar clavos por de dentro. Sin esto, los cofrades pensaron nos habíamos de alzar con el hospital, cosa bien sin camino, sino que quería Dios mereciésemos más. Hácennos delante de un escribano prometer al padre Provincial y a mí que, en diciéndonos que nos saliésemos de allí, luego lo habíamos de hacer.

28. Esto se me hizo lo más dificultoso, porque temía la viuda, que era rica y tenía parientes, que cuando le diese el antojo nos había de hacer ir. Mas el padre Provincial, como más avisado, quiso se hiciese cuanto querían, porque nos fuésemos presto. No nos daban sino dos piezas (36) y una cocina; mas tenía cargo del hospital un gran siervo de Dios, llamado Hernando de Matanza, que nos dio otras dos para locutorio y nos hacía mucha caridad, y él la tiene con todos, que hace mucho por los pobres (37). También nos la hacía Francisco de Cuevas, que tenía mucha cuenta con este hospital, que es correo mayor de aquí. El ha hecho siempre por nosotras en cuanto se ha ofrecido.

29. Nombré a los bienhechores de estos principios, porque las monjas de ahora y las de por venir es razón se acuerden de ello en sus oraciones. Esto se debe más a los fundadores; y aunque el primer intento mío no fue lo fuese Catalina de Tolosa, ni me pasó por pensamiento, mereciólo su buena vida con nuestro Señor, que ordenó las cosas de suerte que no se puede negar que no lo es (38). Porque, dejado el pagar la casa, que no tuviéramos remedio, no se puede decir lo que todos estos desvíos del Arzobispo le costaban; porque en pensar si no se había de hacer, era su aflicción grandísima y jamás se cansaba de hacernos bien.

30. Estaba este hospital muy lejos de su casa. Casi cada día nos veía con gran voluntad y enviar todo lo que habíamos menester, con que nunca cesaban de decirle dichos; que, a no tener el ánimo que tiene, bastaban para dejarlo todo. Ver yo lo que ella pasaba, me daba a mí harta pena. Porque, aunque las más veces lo encubría, otras no lo podía disimular, en especial, cuando la tocaban en la conciencia, porque ella la tiene tan buena, que por grandes ocasiones que algunas personas le dieron, nunca la oí palabra que fuese ofensa de Dios. Decíanla que se iba al infierno, que cómo podía hacer lo que hacía teniendo hijos. Ella lo hacía todo con parecer de letrados; porque, aunque ella quisiera otra cosa, por ninguna de la tierra no consintiera yo hiciera cosa que no pudiera, aunque se dejaran de hacer mil monasterios, cuánto más uno. Mas como el medio que se trataba era secreto, no me espanto se pensase; mas ella respondía con una cordura, que la tiene mucha, y lo llevaba, que bien parecía la enseñaba Dios a tener industria para contentar a unos y sufrir a otros, y le daba ánimo para llevarlo todo. ¡Cuánto más le tienen para grandes cosas los siervos de Dios, que los de grandes linajes, si les falta esto!, aunque ella no le falta mucha limpieza en el suyo, que es muy hija de algo (39).

31. Pues tornando a lo que trataba, como el padre Provincial nos tuvo adonde oíamos misa y con clausura, tuvo corazón para irse a Valladolid, adonde había de predicar, aunque con harta pena de no ver en el Arzobispo cosa para tener esperanza había de dar la licencia, Aunque yo siempre se la ponía, no lo podía creer. Y, cierto, había grandes ocasiones para pensarlo, que no hay para qué las decir. Y si él tenía poca, los amigos tenían menos y le ponían más mal corazón.

Yo quedé más aliviada de verle ido, porque como he dicho (40) la mayor pena que tenía era la suya. Dejónos mandado se procurase casa, porque se tuviese propia, lo que era bien dificultoso, porque hasta entonces ninguna se había hallado que se pudiese comprar. Quedaron los amigos más encargados de nosotras, en especial los dos del padre Provincial (41), y concertados todos de no hablar palabra al Arzobispo hasta que tuviésemos casa. El cual siempre decía que deseaba esta fundación más que nadie, y créolo, porque es tan buen cristiano que no diría sino verdad. En las obras no se parecía, porque pedía cosas al parecer imposibles para lo que nosotras podíamos. Esta era la traza que traía el demonio para que no se hiciese. Mas ¡oh Señor, cómo se ve que sois poderoso!, que de lo mismo que él buscaba para estorbarlo, sacasteis Vos cómo se hiciese mejor. Seáis por siempre bendito.

32. Estuvimos desde la víspera de Santo Matía, que entramos en el hospital, hasta la víspera de San José, tratando de unas y de otras casas (42). Había tantos inconvenientes, que ninguna era para comprarse de las que querían vender. Habíanme hablado de una de un caballero; ésta había días que la vendía, y con andar tantas Ordenes buscando casa, fue Dios servido que no les pareciese bien, que ahora se espantan todos y aun están bien arrepentidas algunas. A mí me habían dicho de ella unas dos personas; mas eran tantas las que decían mal, que ya, como cosa que no convenía, estaba descuidada de ella.

33. Estando un día con el licenciado Aguiar, que he dicho era amigo de nuestro padre (43), que andaba buscando casa para nosotras con gran cuidado, diciendo cómo había visto algunas y que no se hallaba en todo el lugar ni parecía posible hallarse, a lo que me decían, me acordé de ésta que digo que teníamos ya dejada, y pensé: aunque sea tan mala como dicen, socorrámonos en esta necesidad, después se puede vender; y díjelo al licenciado Aguiar, que si quería hacerme merced de verla.

34. A él no le pareció mala traza. La casa no la había visto y, con hacer un día bien tempestuoso y áspero, quiso luego ir allá. Estaba un morador en ella, que había poca gana de que se vendiese y no quiso mostrársela; mas en el asiento y lo que pudo ver, le contentó mucho, y así nos determinamos de tratar de comprarla. El caballero cuya era no estaba aquí, mas tenía dado poder para venderla a un clérigo siervo de Dios, a quien Su Majestad puso deseo de vendérnosla y tratar con mucha llaneza con nosotras (44).

35. Concertóse que la fuese yo a ver. Contentóme en tanto extremo, que si pidieran dos tanto más de lo que entendía nos la darían, se me hiciera barata; y no hacía mucho, porque dos años antes lo daban a su dueño y no la quiso dar. Luego otro día, vino allí el clérigo y el licenciado (45), el cual, como vio con lo que se contentaba, quisiera se atara luego. Yo había dado parte a unos amigos y habíanme dicho que si lo daba que daba quinientos ducados más. Díjeselo, y él parecióle que era barata aunque diesen lo que pedía, y a mí lo mismo, que yo no me detuviera, que me parecía de balde; mas como eran dineros de la Orden, hacíaseme escrúpulo. Esta junta era víspera del glorioso padre San José, antes de misa. Yo los dije que después de misa nos tornásemos a juntar y se determinaría.

36. El licenciado es de muy de buen entendimiento, y veía claro que si se comenzara a divulgar, que nos había de costar mucho más, o no comprarla; y así puso mucha diligencia y tomó la palabra al clérigo tornase allí después de misa. Nosotras nos fuimos a encomendarlo a Dios, el cual me dijo: ¿En dineros te detienes?, dando a entender nos estaba bien. Las hermanas habían pedido mucho a San José que para su día tuviesen casa, y con no haber pensamiento de que la habría tan presto, se lo cumplió. Todos me importunaron se concluyese. Y así se hizo, que el licenciado se halló un escribano a la puerta (46), que pareció ordenación del Señor, y vino con él, y me dijo que convenía concluirse, y trajo testigo; y cerrada la puerta de la sala, porque no supiese (47) (que éste era su miedo), se concluyó la venta con toda firmeza, víspera como he dicho del glorioso San José, por la buena diligencia y entendimiento de este buen amigo.

37. Nadie pensó que se diera tan barata, y así, en comenzándose a publicar, comenzaron a salir compradores y a decir que la había quemado el clérigo que la concertó, y a decir que se deshiciese la venta porque era grande el engaño. Harto pasó el buen clérigo. Avisaron luego a los señores de la casa, que como he dicho (48) era un caballero principal, y su mujer lo mismo, y holgáronse tanto que su casa se hiciese monasterio, que por esto lo dieron por bueno, aunque ya no podían hacer otra cosa. Luego otro día se hicieron escrituras y se pagó el tercio de la casa, todo como lo pidió el clérigo, que en algunas cosas nos agraviaban (49) del concierto, y por él pasábamos por todo.

38. Parece cosa impertinente detenerme tanto en contar la compra de esta casa, y verdaderamente a los que miraban las cosas por menudo no les parecía menos que milagro, así en el precio tan de balde, como en haberse cegado todas las personas de religión que la habían mirado para no la tomar; y como si no hubiera estado en Burgos, se espantaban los que la veían, y los culpaban y llamaban desatinados. Y un monasterio de monjas que andaba buscando casa, y aun dos de ellos (el uno había poco que se había hecho, el otro venídose de fuera de aquí, que se les había quemado la casa) y otra persona rica que anda para hacer un monasterio y había poco que la habían mirado, y la dejó: todas están harto arrepentidas.

39. Era el rumor de la ciudad de manera, que vimos claro la gran razón que había tenido el buen licenciado de que fuese secreto y de la diligencia que puso; que con verdad podemos decir que, después de Dios, él nos dio la casa. Gran cosa hace un buen entendimiento para todo. Como él le tiene tan grande y le puso Dios la voluntad, acabó con él esta obra. Estuvo más de un mes ayudando y dando traza a que se acomodase bien y a poca costa. Parecía bien había guardádola nuestro Señor para sí, que casi todo parecía se hallaba hecho. Es verdad, que luego que la vi, y todo como si se hiciera para nosotras, que me parecía cosa de sueño verlo tan presto hecho. Bien nos pagó nuestro Señor lo que se había pasado en traernos a un deleite, porque de huerta y vistas y agua no parece otra cosa. Sea por siempre bendito, amén.

40. Luego lo supo el Arzobispo y se holgó mucho se hubiese acertado tan bien, pareciéndole que su porfía había sido la causa, y tenía gran razón. Yo le escribí que me había alegrado le hubiese contentado, que yo me daría prisa a acomodarla, para que del todo me hiciese merced. Con esto que le dije, me di prisa a pasarme, porque me avisaron que hasta acabar no sé qué escrituras nos querían tener allí. Y así, aunque no era ido un morador que estaba en la casa (50), que también se pasó algo en echarle de allí, nos fuimos a un cuarto. Luego me dijeron estaba muy enojado de ello (51). Le aplaqué todo lo que pude, que como es bueno, aunque se enoja, pásasele presto. También se enojó de que supo teníamos rejas y torno, que le parecía lo quería hacer absolutamente. Yo le escribí que tal no quería, que en casa de personas recogidas había esto, que aun una cruz no había osado poner porque no pareciese esto, y así era verdad. Con toda la buena voluntad que mostraba, no había remedio de querer dar licencia.

41. Vino a ver la casa y contentóle mucho y mostrónos mucha gracia, mas no para darnos la licencia, aunque dio más esperanza: es que se habían de hacer no sé qué escrituras con Catalina de Tolosa. Harto miedo tenían que no la había de dar. Mas el doctor Manso, que es el otro amigo que he dicho del padre Provincial, era mucho suyo para aguardar los tiempos en acordárselo e importunarle, que le costaba mucha pena vernos andar como andábamos; que aun en esta casa, con tener capilla ella, que no servía sino para decir misa a los señores de ella, nunca quiso nos la dijesen en casa, sino que salíamos días de fiesta y domingos a oírla a una iglesia (52), que fue harto bien tenerla cerca, aunque después de pasadas a ella, hasta que se fundó, pasó un mes, poco más o menos. Todos los letrados decían era causa suficiente. El Arzobispo lo es harto, que lo veía también, y así no parece era otra cosa la causa, sino querer nuestro Señor que padeciésemos, aunque yo mejor lo llevaba. Mas había monja que, en viéndose en la calle, temblaba de la pena que tenía.

42. Para hacer las escrituras no se pasó poco, porque ya se contentaban con fiadores, ya querían el dinero, y otras muchas importunidades. En esto no tenía tanta culpa el Arzobispo, sino un provisor que nos hizo harta guerra, que si a la sazón no le llevara Dios un camino, que quedó en otro, nunca parece se acabara (53). ¡Oh!, lo que pasó en esto Catalina de Tolosa no se puede decir. Todo lo llevaba con una paciencia que me espantaba, y no se cansaba de proveernos. Dio todo el ajuar que tuvimos menester para asentar casa, de camas y otras muchas cosas que ella tenía casa proveída y de todo lo que habíamos menester: no parecía que, aunque faltase en la suya, nos había de faltar nada. Otras de las que han fundado monasterios nuestros, mucha más hacienda han dado; mas que les cueste de diez partes la una de trabajo, ninguna. Y, a no tener hijos, diera todo lo que pudiera. Y deseaba tanto verlo acabado, que le parecía todo poco lo que hacía para este fin.

43. Yo, de que vi tanta tardanza, escribí al obispo de Palencia suplicándole tornase a escribir al Arzobispo, que estaba desabridísimo con él; porque todo lo que hacía con nosotras, lo tomaba por cosa propia; y lo que nos espantaba, que nunca al Arzobispo le pareció hacía agravio en nada. Yo le supliqué le tornase a escribir, diciéndole que, pues teníamos casa y se hacía lo que él quería, que acabase. Envióme una carta abierta para él de tal manera, que, a dársela, lo echáramos todo a perder; y así el doctor Manso, con quien yo me confesaba y aconsejaba, no quiso se la diese; porque aunque venía muy comedida, decía algunas verdades que para la condición del Arzobispo bastaba a desabrirle; que ya él lo estaba de algunas cosas que le había enviado a decir, y eran muy amigos. Y decíame a mí que como por la muerte de nuestro Señor se habían hecho amigos los que no lo eran, que por mí los había hecho a entrambos enemigos. Yo le dije que ahí vería lo que yo era. Había yo andado con particular cuidado, a mi parecer, para que no se desabriesen.

44. Torné a suplicar al Obispo, por las mejores razones que pude, que le escribiese otra con mucha amistad, poniéndole delante el servicio que era de Dios. El hizo lo que le pedí, que no fue poco; mas como vio era servicio de Dios y hacer merced, que tan en un ser me las ha hecho siempre, en fin, se forzó y me escribió que todo lo que había hecho por la Orden no era nada en comparación de esta carta. En fin, ella vino de suerte, junto con la diligencia del doctor Manso, que nos la dio, y envió con ella al buen Hernando de Matanza, que no venía poco alegre. Este día estaban las hermanas harto más fatigadas que nunca habían estado, y la buena Catalina de Tolosa de manera, que no la podía consolar; que parece quiso el Señor, al tiempo que nos había de dar el contento, apretar más; que yo, que no había estado desconfiada, lo estuve la noche antes. Sea para sin fin bendito su nombre y alabado por siempre jamás, amén (54).

45. Dio licencia al doctor Manso para que dijese otro día la misa y pusiese el Santísimo Sacramento. Dijo la primera, y el padre prior de San Pablo (55) (que es de los Dominicos, a quien siempre esta Orden ha debido mucho, y a los de la Compañía también)..., él dijo la misa mayor, el padre prior, con mucha solemnidad de ministriles (56), que sin llamarlos se vinieron.

Estaban todos los amigos muy contentos, y casi se le dio a toda la ciudad, que nos habían mucha lástima de vernos andar así; y parecíales tan mal lo que hacía el Arzobispo, que algunas veces sentía yo más lo que oía de él que no lo que pasaba. La alegría de la buena Catalina de Tolosa y de las hermanas era tan grande, que a mí me hacía devoción, y decía a Dios: "Señor, ¿qué pretenden estas vuestras siervas más de serviros y verse encerradas por Vos adonde nunca han de salir?".

46. Si no es por quien pasa, no se creerá el contento que se recibe en estas fundaciones cuando nos vemos ya con clausura, adonde no puede entrar persona seglar; que, por mucho que las queramos, no basta para dejar de tener este gran consuelo de vernos a solas. Paréceme que es como cuando en una red se sacan muchos peces del río, que no pueden vivir si no los tornan al agua; así son las almas mostradas a estar en las corrientes de las aguas de su Esposo, que sacadas de allí a ver las redes de las cosas del mundo, verdaderamente no se vive hasta tornarse a ver allí. Esto veo en todas estas hermanas siempre. Esto entiendo de experiencia. Las monjas que vieren en sí deseo de salir fuera entre seglares o de tratarlos mucho, teman que no han topado con el agua viva que dijo el Señor a la Samaritana (57), y que se les ha escondido el Esposo, y con razón, pues ellas no se contentan de estarse con El. Miedo he que nace de dos cosas: o que ellas no tomaron este estado por solo El, o que después de tomado no conocen la gran merced que Dios les ha hecho en escogerlas para Sí y librarlas de estar sujetas a un hombre, que muchas veces les acaba la vida, y plega a Dios no sea también el alma.

47. ¡Oh, verdadero Hombre y Dios, Esposo mío! ¿En poco se debe tener esta merced? Alabémosle, hermanas mías, porque nos la ha hecho, y no nos cansemos de alabar a tan gran Rey y Señor, que nos tiene aparejado un reino que no tiene fin por unos trabajillos envueltos en mil contentos, que se acabarán mañana. Sea por siempre bendito, amén, amén.

48. Unos días después que se fundó la casa, pareció al padre Provincial (58) y a mí que en la renta que había mandado Catalina de Tolosa a esta casa, había ciertos inconvenientes en que pudiera haber algún pleito, y a ella venirle algún desasosiego, y quisimos más fiar de Dios que no quedar con ocasión de darle pena en nada. Y por esto y otras algunas razones, dimos por ningunas, delante de escribano, todas con licencia del padre Provincial, la hacienda que nos había dado, y le tornamos todas las escrituras. Esto se hizo con mucho secreto, porque no lo supiese el Arzobispo, que lo tuviera por agravio (59), aunque lo es para esta casa. Porque cuando se sabe que es de pobreza, no hay que temer, que todos ayudan; mas teniéndola por de renta, parece es peligro, y que se ha de quedar sin tener qué comer por ahora. Que para después de los días de Catalina de Tolosa hizo un remedio, que dos hijas suyas, que aquel año habían de profesar en nuestro monasterio de Palencia (60), que habían renunciado en ella cuando profesaron, las hizo dar por ninguno aquello y renunciar en esta casa. Y otra hija que tenía, que quiso tomar hábito aquí (61), la deja su legítima de su padre y de ella, que es tanto como la renta que daba, sino que es el inconveniente que no lo gozan luego. Mas yo siempre he tenido que no les ha de faltar, porque el Señor, que hace en otros monasterios que son de limosna que se la den, despertará que lo hagan aquí o dará medios con que se mantengan. Aunque como no se ha hecho ninguno de esta suerte, algunas veces le suplicaba, pues había querido se hiciese, diese orden cómo se remediase y tuviesen lo necesario, y no me había gana de ir de aquí hasta ver si entraba alguna monja.

49. Y estando pensando en esto una vez después de comulgar, me dijo el Señor: ¿En qué dudas?, que ya esto está acabado; bien te puedes ir; dándome a entender que no les faltaría lo necesario; porque fue de manera, que, como si las dejara muy buena renta, nunca más me dio cuidado. Y luego traté de mi partida, porque me parecía que ya no hacía nada aquí más de holgarme en esta casa, que es muy a mi propósito, y en otras partes, aunque con más trabajo, podía aprovechar más.

El Arzobispo y obispo de Palencia se quedaron muy amigos; porque luego el Arzobispo nos mostró mucha gracia y dio el hábito a su hija de Catalina de Tolosa (62) y a otra monja que entró luego aquí (63), y hasta ahora no nos dejan de regalar algunas personas, ni dejará nuestro Señor padecer a sus esposas, si ellas le sirven como están obligadas. Para esto las dé Su Majestad gracia por su gran misericordia y bondad.

NOTAS CAPÍTULO 31

1 Sin numeración en el autógrafo.

2 Don Cristóbal Vela, avilés, hijo de Blasco Núñez de Vela, Virrey del Perú, a cuyas órdenes lucharon contra Pizarro los hermanos de la Santa (batalla de Iñaquito, 1546, en que murió el Virrey y el hermano de Teresa, Antonio de Ahumada). Francisco Núñez Vela, hermano del Virrey, fue padrino de la Santa. - D. Cristóbal fue obispo de Canarias desde 1575, y de Burgos desde 1580 a 1599, año de su muerte.

3 Por culpa del largo paréntesis, queda incorporada la frase¨Supliqué a D. Alvaro le pidiese licencia, y dijo se la pediría muy de buena gana.

4 La imposición del palio.

5 Alude al Concilio de Trento, sesión 25, c. 3. "De reformatione regularium".

6 Cf. c. 29, n. 1. Alude a la enermedad contraída en Toledo con recaída en Valladolid. - En la frase siguiente, cer en sentido de decaer o hacer decaer.

7 Cf. c. 29, n. 6. El sentido de la frase es: que juntamente (a la par) trataba de ambas fundaciones.

8 Lectura dudosa. Quizá quiso escribir: ...que al cacerlo sin decírselo.

9 Ida aquella, escribió por elisión. - La ida a San José de Avila tuvo por objeto remediar pequeños abusos: al renunciar María de Cristo a su priorato, fue elegida la Santa priora de San José.

10 Doña Catalina era viuda de Sebastián Muncharaz: sus dos hijas del Carmelo de Valladolid eran Catalina de la Asunción y Casilda de San Angelo; las dos de Palencia, María de San José e Isabel de la Santísima Trinidad. En el Carmelo de Burgos entró la más pequeña, Elena de Jesús. Más tarde (1587) Doña Catalina tomó el hábito en el Carmelo de Palencia donde murió (1608). Carmelitas fueron también sus dos hijos, Juan Crisóstomo y Sebastián de Jesús.

11 Redes: rejas.

12 En el n. 7.

13 La petición está datada el 7/11/1581. Ya el 4 del mismo mes Don Alvaro, en calidad de Procurador Mayor, había intervenido a favor de la causa (Libro de actas del Ayuntamiento de Burgos, ff. 288-289).

14 Por error de mano, la Santa escribió yo lo tuvo, y poco más adelante pobre en lugar de pobres. Todo el capítulo está salpicado de parecidos "lapsus calami", que delatan debilidad o cansancio de la infatigable escritora. Así: palabra, por palabras (n. 11), flaza por flaqueza (n. 12), po en lugar de poca (n. 12), ga por gana (n. 48), crocifijofijo (n. 18), tray por traya (n. 18), mar por mal (n. 20), engargado por encargados (n. 31), tuve por tuvo (n. 31), etc. Y numerosos deslices de otro género: pasilios por basilios (n. 13), vavorecía por favorecía (n. 13), enverma po enfrema (n. 16), profincial por provincial (n. 22), pendito por bendito (n. 39), provesa por profesar (n. 39.

15 Mediados de noviembre.

16 En el c. 30, nn. 13-14. Provincial era Gracián.

17 Inés de Jesús.

18 Las palabras del Señor están encuadradas con varios trazos de pluma que les dan resalto en el autógrafo.

19 Y su amiga doña Catalina Manrique (cf. n. 10). Carta y licencia fueron recibidas por la Santa en Avila a 20 de noviembre.

20 Victorinos: Mínimos de San Francisco de Paula.

21 Defendía: impedía.

22 Ya el año anterior había extendido la licencia de fundación el P. Gracián, en Alcalá a 9 de abril de 1581.

23 P. Jerónimo Gracián.

24 El carro que peligró era precisamente el de la Santa.

25 Eran Tomasina Bautista (Priora), Inés de la Cruz, Catalina de Jesús, Catalina de la Asunción (hija de Catalina de Tolosa) y María Bautista, de velo blanco. Las dos que habían de regresar con la Madre eran Ana de San Bartolomé y su sobrina Teresita, la quiteña. - Escribe estas páginas la Santa en Burgos "a fin de junio", como dirá en seguida.

26 Ya lo ha dicho en el c. 29, n. 30.

27 que me dio de camino.

28 El Santo Cristo de Burgos, que entonces se veneraba en la iglesia de PP. Agustinos y ahora en la Catedral.

29 En ciudad: en cabildo o en comisión.

30 Si sería bien que viniese "sin hacerlo saber a Su Señoría", añadió Gracián en la edición príncipe para completar el sentido.

31 En los nn. 18-19.

32 Tan regalada: tan amiga de regalar o agasajar.

33 El Dr. Manso: era Magistral de la Catedral; había sido condiscípulo de Gracián en la Universidad de Alcalá. Fue confesor de la Madre al ausentarse Gracián de Burgos, y más tarde (1594) obispo de Calahorra, donde fundó un convento de monjas (1598) y otro de Padres Carmelitas (1603).

34 Parroquia de San Gil.

35 A Valladolid (cf. n. 31).

36 Una pieza, había escrito, y luego se corrigió.

37 Hernando era regidor de la ciudad y hermano del alcalde mayor, Jerónimo de Matanza. - Francisco de Cuevas, en otro tiempo miembro de la corte de Carlos V, estaba casado con la escritora toledana Luisa Sigea de Velasco.

38 Es redundante el último no. No se puede negar que lo es.

39 Limpieza en su linaje: como "tener limpia sangre", descender de antepasados nobles, sin nota de infamia. - Muy hija de algo: muy hidalga (cf. c. 20, n. 2).

40 En el n. 26.

41 El Dr. Manso (cf. n. 24) y el licenciado Aguiar (n. 33 s.).

42 Desde el 23/2 hasta el 18/3/1582.

43 D. Antonio Agiar, médico, condiscípulo de Gracián en Alcalá. Aún no lo había mencionado la Santa /cf. nn. 23 y 25).

44 D. Manuel Franco era el dueño. Dos eran los clérigos apoderados: Diego Ruiz de Ayala y Martín Pérez de Rozas.

45 A saber, uno de los apoderados, y Aguiar.

46 Juan Ortega de la Torre y Frías.

47 Mejor: porque no se supiese. Se concluyó la venta el 16/3/1582. Había precedido el "concierto" el día 12. Las monjas se trasladaron la víspera de San José, 18.

48 En los nn. 32 y 34.

49 Agraviaban: abravaban, hacían onerosas las cláusulas del contrato.

50 Jerónimo del Pino y su mujer Magdalena Solórzano.

51 El Arzobispo.

52 Iglesia y hospital de San Lucas, a pocos metros de las casas compradas por la Madre.

53 Cf. n. 25. - Frase algo oscura: parece decir que si el provisor no hubiera tenido que emprender un viaje, de suerte que su cargo quedase encomendado a otro, nunca se obtuviera la licencia.

54 La licencia del Arzobispo está fechada el 18 de abril de 1582. Se conserva en el Libro de elecciones y profesiones del Carmelo de Burgos.

55 Fue el día 19 de abril. Prior de los dominicos era fray Juan de Arcediano.

56 Ministriles: músicos con instrumentos de viento.

57 Jn 4, 7-15.

58 El P. Gracián había regresado de Valladolid.

59 Juego de palabras con el doble sentido del término agravio en el léxico de la Santa: el Arzobispo lo tendría por agravio, y para la casa era gravamen.

60 María de San José e Isabel de Jesús, que profesaron el 22 de abril de 1582, y que habían renunciado en ella, es decir, que habían hecho renuncia de sus bienes a favor de Dª Catalina.

61 Elena de Jesús, que a causa de la edad no profesó hasta el 5 de junio de 1586, y que en 1607 sería elegida por primera vez priora de la comunidad presidiendo la elección su hermano el P. Sebastián, a la sazón Provincial de Castilla.

62 Elena de Jesús (cf. n. 48) tomó el hábito el 20 de abril, al día siguiente de la inauguración. Don Cristóbal no sólo presidió la ceremonia, sino que predicó... "y en público, en el dicho sermón y con muchas lágrimas, se culpó de no haber dado licencia antes a aquesta santa... y pidiendo perdón de lo que había hecho padecer a la santa Madre Teresa de Jesús y a sus monjas" (deposición de Teresita de Jesús -Cepeda- en los procesos de Avila 1610: B.M.C., t. II, p. 328.

63 Beatriz de Arceo y Cuevasrubias (Beatriz de Jesús), viuda de Hernando de Venero y hermana de uno de los regidores de la ciudad: obtuvo la licencia del P. Gracián el 6 de mayo y tomó el hábito el 24 del mismo mes.

 

EPÍLOGO

1. Hame parecido poner aquí cómo las monjas de San José de Avila, que fue el primer monasterio que se fundó cuya fundación está en otra parte escrita (1) y no en este libro, siendo fundado a la obediencia del Ordinario, se pasó a la de la Orden.

2. Cuando él se fundó era obispo don Alvaro de Mendoza, el que lo es ahora de Palencia, y todo lo que estuvo en Avila fueron en extremo favorecidas las monjas. Y cuando se le dio la obediencia, entendí yo de nuestro Señor que convenía dársela, y parecióse bien después; porque, en todas las diferencias de la Orden tuvimos gran favor en él y otras muchas cosas que se ofrecieron adonde se vio claro, y nunca él consintió fuesen visitadas de clérigo ni hacía en aquel monasterio más de lo que yo le suplicaba. De esta manera pasó diecisiete años, pocos más o menos (2), que no me acuerdo, ni yo pretendía se mudase obediencia.

3. Pasados éstos, diose el obispado de Palencia al obispo de Avila (3). En este tiempo yo estaba en el monasterio de Toledo, y díjome nuestro Señor que convenía que las monjas de San José diesen la obediencia a la Orden, que lo procurase, porque a no hacer esto, presto vería el relajamiento de aquella casa (4). Yo, como había entendido era bien darla al Ordinario, parecía se contradecía. No sabía qué me hacer (5). Díjelo a mi confesor, que era el que es ahora obispo de Osma (6), muy gran letrado. Díjome que eso no hacía al caso, que para entonces debía ser menester aquello, y para ahora estotro, y hase visto bien claro ser así verdad en muy muchas cosas, y que él veía estaría mejor aquel monasterio junto con estotros, que no solo.

4. Hízome ir a Avila a tratar de ello. Hallé al Obispo de bien diferente parecer, que en ninguna manera estaba en ello. Mas como le dije algunas razones del daño que las podía venir, y él las quería muy mucho y fue pensando en ellas, y como tiene muy buen entendimiento y Dios que ayudó, pensó otras razones más pesadas que yo le había dicho y resolvióse a hacerlo. Aunque algunos clérigos le iban a decir no convenía, no aprovechó.

5. Eran menester los votos de las monjas. A algunas se les hacía muy grave. Mas como me querían bien, llegáronse a las razones que les decía, en especial el ver que, faltado el Obispo, a quien la Orden debía tanto y yo quería, que no me habían de tener más consigo (7). Esto les hizo mucha fuerza, y así se concluyó cosa tan importante, que todas y todos han visto claro cuán perdida quedaba la casa en hacer lo contrario.

¡Bendito sea el Señor, que con tanto cuidado mira lo que toca a sus siervas! Sea por siempre bendito, amén.

NOTAS EPÍLOGO

1 Vida cc. 32-36.

2 En realidad, sólo 15: 1562-1577.

3 Fue nombrado Obispo de Palencia el 28 de junio de 1577. Antes de mediar julio, ya la Santa había salido de Toledo para Avila. El 20 del mismo mes dos "primitivas" de San José, residentes en el Carmelo de Valladolid (María Bautista y María de la Cruz) daban su voto favorable al cambio de jurisdicción. El 27 de julio hacía otro tanto la "fundadora oficial", Dª Guiomar, y el 2 de agosto D. Alvaro legalizaba el paso de jurisdicción.

4 En relajamiento, escribió la Santa.

5 Cf. Vida c. 33, n. 16.

6 Alonso Velázquez (cf. c. 28, n. 10 y nota).

7 Por la razón ya indicada (cf. c. 31, n. 10, nota), la Santa sigue incurriendo en numerosos "lapsus calami": llegáronse las razones; a qui la Orden; y en el n. anterior: a trar de ello.

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