LOS "CONCEPTOS DEL AMOR DE
DIOS"
INTRODUCCIÓN
Es
una glosa libre, a modo de elevación meditativa, de versos selectos del
bíblico "Cantar de los Cantares".
Escrito
breve que nos ha llegado en copias diferentes. Sin autógrafo. De datación
incierta, anterior al Castillo Interior. No fue incluído por fray Luis de León
en la edición príncipe de las Obras de la Santa. Lo publicó por primera vez
el P. Gracián en Bruselas, 1611, con el título "Conceptos del amor de
Dios escritos por la Beata Madre Teresa de Jesús sobre algunas palabras de los
Cantares de Salomón".
Fue
compuesto por la Santa para dar rienda a los sentimientos que en ella producían
las palabras del "Cantar de los Cantares (pról. 2) y "para
consolación de las Hermanas", convencida de la fuerza singular que posee
la palabra bíblica (c. 1) y especialmente el Cantar de los Cantares (1, 3), por
la experiencia personal que de ello tiene (1, 6).
Por
desgracia, esas sus meditaciones sobre el Cantar bíblico, apenas escritas
fueron arrojadas al fuego por indicación del teólogo Diego de Yanguas (1), a
quien pareció "cosa nueva y peligrosa que mujer escribiese sobre los
Cantares" (Gracián en el prólogo a la edición príncipe, p. 3v).
Ocurrió así a pesar de que la misma Santa había prevenido al lector: "no
hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar de las riquezas del Señor"
en el texto sagrado (1, 8).
No
es seguro que el texto del librito, en la forma que ha llegado hasta nosotros,
esté completo o exento de graves mutilaciones, aunque parezca indicarse lo
contrario en la manera de terminarlo (c. 7,9). El primer biógrafo de la Santa,
Francisco de Ribera asegura que "escribió mucho después", es decir,
después de esa especie de conclusión del capítulo séptimo (2).
En
su estado actual, el librito glosa sólo unos pocos versículos del Cantar
"Béseme con beso de su boca" (Cant. 1,1); "dan de sí fragancia
y buenos olores" (1,2); "sentéme a la sombra del que deseaba, y su
fruto es dulce para mi garganta" (2,3); "metióme el rey en la bodega
del vino y ordenó en mí la caridad" (2,4); "sostenedme con flores y
acompañadme con manzanas, porque desfallezco de mal de amores" (2,6). Son
los textos que sirven de lema a cada capítulo, pero que no son comentados, sino
meditados libremente. Con varios otros, intercalados en el cuerpo de la
meditación (Cant. 1,15; 2, 34; 4,7; 6,2; 6,9; 8,5).
El
librito tiene interés por incorporar al ideario teresiano el simbolismo
nupcial, poco presente en sus primeros escritos. A ese símbolo ella no le da
interpretación cristológicoeclesial, sino personal el alma y Cristo, y a
la vez mariana (6, 78). Interesa también por pergeñar en sus siete
capítulos lo que poco después se convertirá en el trazado de las siete
moradas del Castillo Interior.
En
la presente edición conservamos el título dado por Gracián en la edición
príncipe. El texto lo tomamos de la copia de Alba de Tormes, completado con el
de Baeza. En nota señalamos las variantes de las copias de Consuegra y del
Desierto de las Nieves (3).
NOTAS
A LA INTRODUCCIÓN
1
En el proceso de Beatificación de la Santa depone María de San José, Gracián:
"El P. fray Diego de Yanguas dijo a esta testigo que la dicha Madre había
escrito un libro sobre los Cantares, y él pareciéndole que no era justo que
mujer escribiese sobre la Escritura se lo dijo, y ella fue tan pronta en la
obediencia y parecer de su confesor, que lo quemó al punto". BMC 18, p.
320.
2
F. RIBERA, Vida de la Madre Teresa de Kesís, IV, 6.
3
De la edición príncipe de los Conceptos (Bruselas 1611) existen dos
reproducciones facsimilares. La primera, por Tomás Alvarez, en la colección
"Primeras ediciones Teresianas", n. 3 (Burgos, edit. Monte Carmelo
1979). La segunda en Madrid 1981, por Pedro Sainz Rodríguez (edit. Espasa Calpe).
"CONCEPTOS
DEL AMOR DE DIOS"
1.
Viendo yo las misericordias que nuestro Señor hace con las almas que traía a
estos monasterios que Su Majestad ha sido servido que se funden de la primera
Regla de nuestra Señora del Monte Carmelo, que a algunas en particular son
tantas las mercedes que nuestro Señor les hace, que solas a las almas que
entendieren las necesidades que tienen de quien les declare algunas cosas de lo
que pasa entre el alma y nuestro Señor, podrán ver el trabajo que se padece en
no tener claridad, habiéndome a mí el Señor, de algunos años acá, dado un
regalo grande cada vez que oigo o leo algunas palabras de los Cantares de
Salomón, en tanto extremo que sin entender la claridad del latín en romance,
me recogía más y movía mi alma que los libros muy devotos que entiendo; y
esto es casi ordinario, y aunque me declaraban el romance, tampoco le entendía
más... que sin entenderlo mi... apartar alma de sí (1).
2.
Ha como dos años, poco más o menos, que me parece me da el Señor para mi
propósito a entender algo del sentido de algunas palabras; y paréceme serán
para consolación de las hermanas que nuestro Señor lleva para este camino, y
aun para la mía, que algunas veces da el Señor tanto a entender, que yo
deseaba no se me olvidase, mas no osaba poner cosa por escrito.
3.
Ahora, con parecer de personas a quien yo estoy obligada a obedecer, escribiré
alguna cosa de lo que el Señor me da a entender que se encierran en palabras de
que mi alma gusta para este camino de la oración, por donde, como he dicho, el
Señor lleva a estas hermanas de estos monasterios e hijas mías (2) Si fuere
para que lo veáis, tomaréis este pobre donecito de quien os desea todos los
del Espíritu Santo como a sí misma, en cuyo nombre yo lo comienzo. Si algo
acertare, no será de mí. Plega a la divina Majestad acierte (3).
NOTAS
AL PRÓLOGO
1
Al margen escribió el P. Báñez: "Esta es una consideración de Teresa de
Jesús. No he hallado en ella cosa que me ofenda. - Fr. Domigo Báñez".
(Cf. c. 7, n. 10, nota 8).
2
E hijas mías: enmendamos la lectura errada del manuscrito (y las mías);
restituimos el texto por su paralelismo con los subtítulos de Camino y Moradas.
3.
Nueva laguna del ms.
Trata
de la veneración con que deben ser leídas las Sagradas Escrituras y
de la dificultad de comprenderlas las mujeres, principalmente el "Cantar de
los Cantares".
Béseme
el Señor con el beso de su boca, porque más valen tus pechos que el vino,
etc... (Cant. 1, 1).
1.
He notado mucho que parece que el alma está, a lo que aquí da a entender,
hablando con una persona, y pide la paz de otra; porque dice: Béseme con el
beso de su boca. Y luego parece que está diciendo a con quien está: Mejores
son tus pechos.
Esto
no entiendo cómo es, y no entenderlo me hace gran regalo; porque
verdaderamente, hijas, no ha de mirar el alma tanto, ni la hacen mirar tanto, ni
la hacen tener respeto a su Dios las cosas que acá parece podemos alcanzar con
nuestros entendimientos tan bajos, como las que en ninguna manera se pueden
entender. Y así os encomiendo mucho que, cuando leyereis algún libro y oyereis
sermón o pensareis en los misterios de nuestra sagrada fe, que lo que
buenamente no pudiereis entender no os canséis ni gastéis el pensamiento en
adelgazarlo; no es para mujeres ni aun para hombres muchas cosas.
2.
Cuando el Señor quiere darlo a entender, Su Majestad lo hace sin trabajo
nuestro. A mujeres digo esto, y a los hombres que no han de sustentar con sus
letras la verdad; que a los que el Señor tiene para declarárnoslas a nosotras,
ya se entiende que lo han de trabajar y lo que en ello ganan. Mas nosotras con
llaneza tomar lo que el Señor nos diere; y lo que no, no nos cansar, sino
alegrarnos de considerar qué tan gran Dios y Señor tenemos que una palabra
suya tendrá en sí mil misterios, y así su principio no entendemos nosotras.
Así, si estuviera en latín o en hebraico o en griego, no era maravilla; mas en
nuestro romance ¡qué de cosas hay en los salmos del glorioso rey David, que
cuando nos declaran el romance solo, tan oscuro nos queda como el latín! Así
que siempre os guardad de gastar el pensamiento con estas cosas ni cansaros, que
mujeres no han menester más que para su entendimiento bastare. Con esto las
hará Dios merced. Cuando Su Majestad quisiere dárnoslo, sin cuidado ni trabajo
nuestro lo hallaremos sabido; en lo demás, humillarnos y como he dicho
alegrarnos de que tengamos tal Señor, que aun palabras suyas, dichas en romance
nuestro no se pueden entender.
3.
Pareceros ha que hay algunas en estos Cánticos (1) que se pudieran decir por
otro estilo. Según es nuestra torpeza, no me espantaría. He oído a algunas
personas decir, que antes huían de oírlas. ¡Oh, válgame Dios, qué gran
miseria es la nuestra! Que como las cosas ponzoñosas, que cuanto comen se
vuelve en ponzoña, así nos acaece, que de mercedes tan grandes como aquí nos
hace el Señor en dar a entender lo que tiene el alma que le ama y animarla para
que pueda hablar y regalarse con Su Majestad, hemos de sacar miedos y dar
sentidos conforme al poco sentido del amor de Dios que se tiene.
4.
¡Oh Señor mío, que de todos los bienes que nos hicisteis, nos aprovechamos
mal! Vuestra Majestad buscando modos y maneras e invenciones para mostrar el
amor que nos tenéis; nosotros, como mal experimentados en amaros a Vos,
tenémoslo en tan poco, que de mal ejercitados en esto vanse los pensamientos
adonde están siempre y dejan de pensar los grandes misterios que este lenguaje
encierra en sí, dicho por el Espíritu Santo. ¿Qué más era menester para
encendernos en amor suyo, y pensar que tomó este estilo no sin gran causa?
5.
Por cierto que me acuerdo oír a un religioso un sermón harto admirable, y fue
lo más de él declarando de estos regalos que la Esposa trataba con Dios; y
hubo tanta risa y fue tan mal tomado lo que dijo, porque hablaba de amor (siendo
sermón del Mandato, (2) que es para no tratar otra cosa), que yo estaba
espantada. Y veo claro que es lo que yo tengo dicho, ejercitarnos tan mal en el
amor de Dios, que no nos parece posible tratar un alma así con Dios. Mas
algunas personas conozco yo, que así como estotras no sacaban bien porque,
cierto, no lo entendían, ni creo pensaban sino ser dicho de su cabeza,
estotras han sacado tan gran bien, tanto regalo, tan gran seguridad de temores,
que tenían que hacer particulares alabanzas a nuestro Señor muchas veces, que
dejó remedio saludable para las almas que con hirviente amor le aman, que
entiendan y vean que es posible humillarse Dios a tanto; que no bastaba su
experiencia para dejar de temer cuando el Señor les hacía grandes regalos. Ven
aquí pintada su seguridad.
6.
Y sé de alguna que estuvo hartos años con muchos temores, y no hubo cosa que
la haya asegurado, sino que fue el Señor servido oyese algunas cosas de los
Cánticos, y en ellas entendió ir bien guiada su alma (3). Porque, como he
dicho, conoció que es posible pasar el alma enamorada por su Esposo todos esos
regalos y desmayos y muertes y aflicciones y deleites y gozos con El, después
que ha dejado todos los del mundo por su amor y está del todo puesta y dejada
en sus manos. Esto no de palabra como acaece en algunos, sino con toda
verdad, confirmada por obras.
¡Oh
hijas mías, que es Dios muy buen pagador, y tenéis un Señor y un Esposo que
no se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy
pequeñas, no dejéis de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las
pagará; no mirará sino el amor con que las hiciereis.
7.
Pues concluyo en esto: que jamás en cosa que no entendáis de la Sagrada
Escritura, ni de los misterios de nuestra fe, os detengáis más de como he
dicho, ni de palabras encarecidas que en ella oigáis que pasa Dios con el alma,
no os espantéis. El amor que nos tuvo y tiene me espanta a mí más y me
desatina, siendo los que somos; que teniéndole, ya entiendo que no hay
encarecimiento de palabras con que nos le muestre, que no le haya mostrado más
con obras; sino, cuando lleguéis aquí, por amor de mí os ruego que os
detengáis un poco pensando en lo que nos ha mostrado y lo que ha hecho por
nosotras, viendo claro que amor tan poderoso y fuerte que tanto le hizo padecer
¿con qué palabras se pueda mostrar que nos espanten?
8.
Pues tornando a lo que comencé a decir (4), grandes cosas debe haber y
misterios en estas palabras, pues cosa de tanto valor, que me han dicho letrados
(rogándoles yo que me declaren lo que quiere decir el Espíritu Santo y el
verdadero sentido de ellos), dicen que los doctores escribieron muchas
exposiciones y que aun no acaban de darle (5). Parecerá demasiada soberbia la
mía, siendo esto así, quereros yo declarar algo; y no es mi intento, por poco
humilde que soy, pensar que atinaré a la verdad. Lo que pretendo es, que así
como yo me regalo en lo que el Señor me da a entender cuando algo de ellos
oigo, que decíroslo por ventura os consolará como a mí. Y si no fuere a
propósito de lo que quiere decir, tómolo yo a mi propósito; que no saliendo
de lo que tiene la Iglesia y los santos (que para esto, primero lo examinarán
bien letrados que lo entiendan, que los veáis vosotras), licencia nos da el
Señor a lo que pienso, como nos la da para que pensando en la sagrada
Pasión, pensemos muchas más cosas de fatigas y tormentos que allí debía de
padecer el Señor, de que los evangelistas escriben. Y no yendo con curiosidad,
como dije al principio, sino tomando lo que Su Majestad nos diere a entender,
tengo por cierto no le pesa que nos consolemos y deleitemos en sus palabras y
obras, como se holgaría y gustaría el rey si a un pastorcillo amase y le
cayese en gracia y le viese embobado mirando el brocado y pensando qué es
aquello y cómo se hizo. Que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan fuera de
gozar las riquezas del Señor. De disputarlas y enseñarlas, pareciéndoles
aciertan, sin que lo muestren a letrados, esto sí. Así que ni yo pienso
acertar en lo que escribo (bien lo sabe el Señor), sino, como este pastorcillo
que he dicho, consuélame, como a hijas mías, deciros mis meditaciones y serán
con hartas boberías; y así comienzo, con el favor de este divino Rey mío y
con licencia del que me confiesa. Plega a El, que como ha querido atine en otras
cosas que os he dicho (6) (o Su Majestad por mí quizá por ser para vosotras),
atine en éstas; y si no, doy por bien empleado el tiempo que ocupare en
escribir y tratar con mi pensamiento tan divina materia que no la merecía yo
oír.
9.
Paréceme a mí, en esto que dice al principio, habla con tercera persona, y es
la misma: que da a entender que hay en Cristo dos naturalezas, una divina y otra
humana. En esto no me detengo, porque mi intento es hablar en lo que me parece
podemos aprovecharnos las que tratamos de oración; aunque todo aprovecha para
animar y admirar un alma que con ardiente deseo ama al Señor. Bien sabe Su
Majestad que, aunque algunas veces he oído exposición de algunas palabras de
éstas y me la han dicho pidiéndolo yo, son pocas, que poco ni mucho no se me
acuerda, porque tengo muy mala memoria; y así no podré decir sino lo que el
Señor me enseñare, y fuere a mi propósito, y de este principio jamás he
oído cosa que me acuerde.
Béseme
con beso de su boca.
10.
¡Oh Señor mío y Dios mío, y qué palabra ésta, para que la diga un gusano a
su Criador! ¡Bendito seáis Vos, Señor, que por tantas maneras nos habéis
enseñado! Mas ¿quién osara, Rey mío, decir esta palabra, si no fuera con
vuestra licencia? Es cosa que espanta, y así espantará decir yo que la diga
nadie. Dirán que soy una necia, que no quiere decir esto, que tiene muchas
significaciones, que está claro que no habíamos de decir esta palabra a Dios,
que por eso es bien estas cosas no las lean gente simple. Yo lo confieso, que
tiene muchos entendimientos: (7) mas el alma que está abrasada de amor que la
desatina, no quiere ninguno, sino decir estas palabras. Sí, que no se lo quita
el Señor.
¡Válgame
Dios! ¿Qué nos espanta? ¿No es de admirar más la obra? ¿No nos llegamos al
Santísimo Sacramento? Y aun pensaba yo si pedía la Esposa esta merced que
Cristo después nos hizo. También he pensado si pedía aquel ayuntamiento tan
grande, como fue hacerse Dios hombre, aquella amistad que hizo con el género
humano; porque claro está que el beso es señal de paz y amistad grande entre
dos personas. Cuántas maneras hay de paz, el Señor ayude a que lo entendamos.
11.
Una cosa quiero decir antes que vaya adelante, y a mi parecer, de notar, aunque
viniera mejor a otro tiempo, mas para que no se nos olvide: que tengo por cierto
habrá muchas personas que se llegan al Santísimo Sacramento (y plega al Señor
yo mienta) con pecados mortales graves; y si oyesen a un alma muerta por amor de
su Dios decir estas palabras, se espantarían y lo tendrían por gran
atrevimiento. Al menos estoy yo segura que no la dirán ellos, porque estas
palabras y otras semejantes que están en los Cantares, dícelas el amor; y como
no le tienen, bien pueden leer los Cantares cada día y no se ejercitar en
ellas, ni aun las osarán tomar en la boca; que verdaderamente aun oírlas hace
temor, porque traen gran majestad consigo. Harta traéis Vos, Señor mío, en el
Santísimo Sacramento; sino, como no tienen fe viva, sino muerta, estos tales
ven os tan humilde bajo especies de pan, no les habláis nada, porque no lo
merecen ellos oír, y así se atreven tanto.
12.
Así que estas palabras verdaderamente pondrían temor en sí si estuviesen en
sí quien las dice, tomada sola la letra; mas a quien vuestro amor, Señor, ha
sacado de sí, bien perdonaréis diga eso y más, aunque sea atrevimiento. Y,
Señor mío, si significa paz y amistad, ¿por qué no os pedirán las almas la
tengáis con ellas? ¿Qué mejor cosa podemos pedir que lo que yo os pido,
Señor mío, que me deis esta paz con beso de vuestra boca? Esta, hijas, es
altísima petición, como después os diré (8).
NOTAS
AL CAPÍTULO 1
1
Cánticos: el Cantar de los Cantares.
2
Sermón del Mandato: el de Jueves Santo, sobre el precepto del amor: "mandatum
novum" (Jn 13, 34).
3
Ella misma. Sigue una hermosa confidencia autobiográfica. - Como he dicho: en
el n. 5.
4
Lo que comencé a decir: n. 1.
5
No acaban de darle el sentido genuino. - Alude a la variedad de interpretaciones
clásicas de este libro bíblico.
6
Alusión al Camino y quizá a Vida y otros escritos suyos.
7
Tiene muchos "entendimientos": sentidos.
8
En el c. 2, n. 16.
Trata
de nueve maneras de falsa paz que ofrecen al alma el mundo, la carne y el
demonio. Declara la santidad del estado religioso, que conduce a la paz
verdadera, deseada por la esposa en los "Cantares" (1).
1.
Dios os libre de muchas maneras de paz que tienen los mundanos; nunca Dios nos
la deje probar, que es para guerra perpetua. Cuando uno de los del mundo anda
muy quieto, andando metido en grandes pecados y tan sosegado en sus vicios que
en nada le remuerde la conciencia, esta paz ya habéis leído que es señal que
el demonio y él están amigos: mientras viven, no les quiere dar guerra, porque
según son malos, por huir de ella y no por amor de Dios, se tornarían algo a
El. Mas los que van por aquí, nunca duran en servirle. Luego, como el demonio
lo entiende, tórnales a dar gusto a su placer y tórnanse a su amistad, hasta
que los tiene adonde les da a entender cuán falsa era su paz. En éstos no hay
que hablar; allá se lo hayan, que yo espero en el Señor no se hallará entre
vosotras tanto mal; aunque podía el demonio comenzar por otra paz en cosas
pocas, y siempre, hijas, mientras vivimos nos hemos de temer.
2.
Cuando la religiosa comienza a relajarse en unas cosas que en sí parecen poco,
y perseverando en ellas mucho y no les remordiendo la conciencia, es mala paz, y
de aquí puede el demonio traerla a mil males; (2) así como es un
quebrantamiento de constitución, que en sí no es pecado, o no andar con
cuidado en lo que manda el prelado, aunque no con malicia; en fin, está en
lugar de Dios, y es bien siempre que a eso venimos andar mirando lo que
quiere; cosillas muchas que se ofrecen, que en sí no parecen pecado y, en fin,
hay faltas y halas de haber, que somos miserables. No digo yo que no. Lo que
digo es que sientan cuando se hacen, y entiendan que faltaron; porque si no
como digo de éste se puede el demonio alegrar, y poco a poco ir haciendo
insensible al alma de estas cosillas. Yo os digo, hijas, que cuando esto llegare
a alcanzar, que no tenga poco, porque temo pasará adelante. Por eso miraos
mucho, por amor de Dios; guerra ha de haber en esta vida (3), porque con tantos
enemigos no es posible dejarnos estar mano sobre mano, sino que siempre ha de
haber cuidado y traerle de cómo andamos en lo interior y exterior.
3.
Yo os digo que ya que en la oración os haga el Señor mercedes y os dé lo que
después diré (4), que salidas de allí no os falten mil tropiecillos, mil
ocasioncillas, quebrantar con descuido lo uno, no hacer bien lo otro,
turbaciones interiores y tentaciones. No digo que ha de ser esto siempre o muy
ordinario. Es grandísima merced del Señor: así se adelanta el alma. No es
posible ser aquí ángeles, que no es nuestra naturaleza. Es así que no me
turba alma cuando la veo con grandísimas tentaciones; que, si hay amor y temor
de nuestro Señor, ha de salir con mucha ganancia. Yo lo sé. Y si la veo andar
siempre quieta y sin ninguna guerra (que he topado algunas), aunque la vea no
ofender al Señor, siempre me traen con miedo, nunca acabo de asegurarme y
probarlas y tentarlas yo, si puedo, ya que no lo hace el demonio, para que vean
lo que son. Pocas he topado; mas es posible ya que el Señor llega a un alma a
mucha contemplación.
4.
Son modos de proceder, y estánse en un contento ordinario e interior, aunque
tengo para mí que no se entienden y apurado lo veo, que algunas veces tienen
sus guerrillas, sino que son pocas. Mas es así que no he envidia a estas almas
y que lo he mirado con aviso, y veo que se adelantan mucho más las que andan
con la guerra dicha sin tener tanta oración en las cosas de perfección,
que acá podemos entender. Dejemos almas que están ya tan aprovechadas y tan
mortificadas, después de haber pasado por muchos años esta guerra; como ya
muertas al mundo, las da nuestro Señor ordinariamente paz, mas no de manera que
no sientan la falta que hacen y les dé mucha pena.
5.
Así que, hijas, por muchos caminos lleva el Señor; mas siempre os temed, como
he dicho (5), cuando no os doliere algo la falta que hiciereis; que de pecado,
aunque sea venial, ya se entiende os ha de llegar al alma, como gloria a
Dios creo y veo lo sentís ahora.
Notad
una cosa, y esto se os acuerde por amor de mí: si una persona está viva,
poquito que la lleguen con un alfiler ¿no lo siente, o una espinita, por
pequeñita que sea? Pues si el alma no está muerta, sino que tiene vivo un amor
de Dios, ¿no es merced grande suya que cualquiera cosita que se haga contra lo
que hemos profesado y estamos obligadas, se sienta? ¡Oh, que es un hacer la
cama Su Majestad de rosas y flores para Sí en el alma (6), a quien da este
cuidado, y es imposible dejarse de venir a regalarla a ella, aunque tarde!
Válgame Dios, ¿qué hacemos los religiosos en el monasterio?, ¿a qué dejamos
el mundo?, ¿a qué venimos?, ¿en qué mejor nos podemos emplear que hacer
aposentos en nuestras almas a nuestro Esposo y llegar a tiempo que le podamos
decir que nos dé beso con su boca? Venturosa será la que tal petición
hiciere, y cuando venga el Señor, no halle su lámpara muerta, y de harto de
llamar se torne (7). ¡Oh hijas mías, que tenemos gran estado, que no hay quien
nos quite decir esta palabra a nuestro Esposo, pues le tomamos por tal cuando
hicimos profesión sino, nosotras mismas!
6.
Entiéndanme las almas de las que fueren escrupulosas, que no hablo por alguna
falta alguna vez, o faltas, que no todas se pueden entender, ni aun sentir
siempre; sino con quien las hace muy ordinarias, sin hacer caso, pareciéndole
nonada, y no la remuerde ni procura enmendarse. De ésta torno a decir que es
peligrosa paz y que estéis advertidas de ella. Pues ¿qué será de los que la
tienen en mucha relajación de su Regla? No plega a Dios haya ninguna. De muchas
maneras la debe dar el demonio, que lo permite Dios por nuestros pecados. No hay
que tratar de esto; esto poquito os he querido advertir. Vamos a la amistad y
paz que nos comienza a mostrar el Señor en la oración, y diré lo que Su
Majestad me diere a entender.
7.
Después me ha parecido será bien deciros un poquito de la paz que da el mundo
y nos da nuestra misma sensualidad; porque aunque esté en muchas partes mejor
escrito que yo lo diré, quizá no tendréis con qué comprar los libros, que
sois pobres, ni quién os haga limosna de ellos; y esto estáse en casa y vese
aquí junto.
Podríanse
engañar en la paz que da el mundo por muchas maneras. De algunas que diga,
sacaréis las demás: [8] o con riquezas, que si tienen bien lo que han menester
y muchos dineros en el arca, como se guarden de hacer pecados graves, todo les
parece está hecho. Gózanse de lo que tienen, dan una limosna de cuando en
cuando; no miran que aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor
como a mayordomos suyos, para que partan a los pobres, y que les han de dar
estrecha cuenta del tiempo que lo tienen sobrado en el arca, suspendido y
entretenido a los pobres, si ellos están padeciendo. Esto no nos hace al caso
más de para que supliquéis al Señor les dé luz no se estén en este
embebecimiento y les acaezca lo que al rico avariento (8), y para que alabéis a
Su Majestad que os hizo pobres y lo toméis por particular merced suya.
9.
¡Oh hijas mías, qué gran descanso no tener estas cargas, aun para descansar
acá!; que para el día del fin, no le podéis imaginar. Son esclavos éstos, y
vosotras señoras; aun por esto lo veréis. ¿Quién tiene más descanso, un
caballero que le ponen en la mesa cuanto ha de comer y le dan todo lo que ha de
vestir, o su mayordomo que le ha de dar cuenta de un solo maravedí? Estotro
gasta sin tasa, como bienes suyos; el pobre mayordomo es el que lo pasa, y
mientras más hacienda, más, que ha de estar desvelándose cuando se ha de dar
la cuenta; en especial, si es de muchos años y se descuidan un poco, es el
alcance mucho; no sé cómo se sosiega.
No
paséis por esto, hijas, sin alabar mucho a nuestro Señor, y siempre ir
adelante en lo que ahora hacéis en no poseer nada en particular ninguna, que
sin cuidado comemos lo que nos envía el Señor, y como lo tiene Su Majestad que
no nos falte nada, no tenemos que dar cuenta de lo que nos sobra. Su Majestad
tiene cuenta, que no sea cosa que nos le ponga de repartirlo (9).
10.
Lo que es menester, hijas, es contentarnos con poco, que no hemos de querer
tanto como los que dan estrecha cuenta, como la ha de dar cualquier rico, aunque
no la tenga él acá, sino que la tengan sus mayordomos. ¡Y cuán estrecha! Si
lo entendiese, no comería con tanto contento ni se daría a gastar lo que tiene
en cosas impertinentes y de vanidad. Así vosotras, hijas; siempre mirad con lo
más pobre que pudiereis pasar, así de vestidos como de manjares, porque si no,
hallaros heis engañadas, que no os lo dará Dios, y estaréis descontentas.
Siempre procurad servir a Su Majestad de manera que no comáis lo que es de los
pobres, sin servirlo; aunque mal se puede servir el sosiego y descanso que os da
el Señor en no tener cuenta de dar cuenta de riquezas. Bien sé que lo
entendéis, mas es menester que por ellos deis a tiempo gracias particulares a
Su Majestad.
11.
De la paz que da el mundo en honras, no tengo para qué os decir nada, que
pobres nunca son muy honrados (10). En lo que os puede hacer daño grande, si no
tenéis aviso, en las alabanzas; que nunca acaba de que comienza, para después
abajaros más. Es lo más ordinario en decir que sois unas santas, con palabras
tan encarecidas que parece los enseña el demonio. Y así debe ser a veces,
porque si lo dijesen en ausencia, pasaría; mas en presencia, ¿qué fruto puede
traer, sino daño, si no andáis con mucho aviso?
12.
Por amor de Dios os pido, que nunca os pacifiquéis en estas palabras, que poco
a poco os podrían hacer daño y creer que dicen verdad, o en pensar que ya es
todo hecho y que lo habéis trabajado. Vosotras nunca dejéis pasar palabra sin
moveros guerra en vuestro interior, que con facilidad se hace, si tenéis
costumbre. Acordaos cuál paró el mundo a Cristo nuestro Señor, y qué
ensalzado le había tenido el día de Ramos. Mirad en la estima que ponía a San
Juan Bautista, que le querían tener por el mesías y en cuánto y por qué le
descabezaron.
13.
Jamás el mundo ensalza sino para abajar, si son hijos de Dios los ensalzados.
Yo tengo harta experiencia de esto. Solía afligirme mucho de ver tanta ceguedad
en estas alabanzas y ya me río como si viese hablar un loco Acordaos de
vuestros pecados, y puesto que en alguna cosa os digan verdad, advertid que no
es vuestro y que estáis obligados a servir más. Despertad temor en vuestra
alma, para que no se sosiegue en ese beso de tan falsa paz que da el mundo.
Creed que es la de Judas; aunque algunos no lo digan con esa intención, el
demonio está mirando, que podrá llevar despojo, si no os defendéis. Creed que
es menester aquí estar con la espada en la mano de la consideración; aunque os
parezca no os hace daño, no os fiéis de eso. Acordaos cuántos estuvieron en
la cumbre y están en el profundo. No hay seguridad mientras vivimos, sino que,
por amor de Dios, hermanas, siempre salgáis con guerra interior de estas
alabanzas; porque así saldréis con ganancia de humildad, y el demonio que
está a la mira de vos, y el mundo, quedará corrido.
14.
De la paz y daño que con ella nos puede hacer nuestra misma carne, había mucho
que decir. Advertiros he algunos puntos, y por ahí, como he dicho (11),
sacaréis lo demás. Es muy amiga de regalo, ya lo veis, y harto peligroso
pacificarse con ellos, si lo entendiésemos. Yo lo pienso muchas veces y no
puedo acabar de entender cómo hay tanto sosiego y paz en las personas muy
regaladas. ¿Por ventura merece el cuerpo sacratísimo de nuestro dechado y luz
menos regalo que los nuestros? ¿Había hecho por qué padecer tantos trabajos?
¿Hemos leído de santos que son los que ya sabemos que están en el cielo,
cierto tener vida regalada? ¿De dónde viene este sosiego en ella? ¿Quién
nos ha dicho que es buena? ¿Qué es esto, que tan sosegadamente se pasan los
días con comer bien y dormir y buscar recreaciones y todos los descansos que
pueden algunas personas, que me quedo boba de mirarlo? No parece ha de haber
otro mundo, y que en aquello hay el menor peligro de él.
15.
¡Oh hijas, si supieseis el grande mal que aquí está encerrado! El cuerpo
engorda, el alma enflaquece; que si la viésemos, parece que va ya a expirar. En
muchas partes veréis escrito el gran mal que hay pacificarse en esto, que aun
si entendiesen que es malo, tendríamos esperanza de remedio; mas temo no les
pasa por pensamiento. Como se usa tanto, no me espanto. Yo os digo que aunque en
esto su carne sosiega, que por mil partes tengan la guerra si se han de salvar,
y valdríales más entenderse y tomar la penitencia poco a poco, que les ha de
venir por junto. Esto he dicho para que alabéis mucho a Dios, hijas, de estar
donde aunque vuestra carne quiera pacificarse en esto, no puede. Podría
dañaros disimuladamente, que es con color de enfermedad, y habéis menester
traer mucho aviso en esto: que un día os hará mal tomar disciplina, y de aquí
a ocho días por ventura no; y otra vez no traer lienzo y, por algunos días, no
lo habéis de tomar para continuo; y otra comer pescado, y si se acostumbra,
hácese el estómago a ello, y no le hace mal. Pareceros ha que tenéis tanta
flaqueza que no podéis pasar sin comer carne, y con no ayunar algún día basta
para esa flaqueza (12). De todo esto y mucho más tengo experiencia, y no se
entiende que va mucho en hacer estas cosas, aunque no haya mucha necesidad de
ellas. Lo que digo es que no nos soseguemos en lo que es relajar, sino que nos
probemos algunas veces; porque yo sé que esta carne es muy falsa y que es
menester entenderla. El Señor nos dé luz para todo por su bondad. Gran cosa es
la discreción y fiar de los superiores y no de nosotras.
16.
Tornando al propósito (13), señal es que pues la Esposa señala la paz que
pide diciendo: Béseme con beso de su boca, que otras maneras de hacer paces y
mostrar amistad tiene el Señor. Quiéroos decir ahora algunas, para que veáis
qué petición es ésta tan alta, y de la diferencia que hay de lo uno a lo
otro.
¡Oh
gran Dios y Señor nuestro, qué sabiduría tan profunda! Bien pudiera decir la
Esposa: Béseme, y parece concluía su petición en menos palabras. ¿Por qué
señala con beso de su boca? Pues a buen seguro que no hay letra demasiada. El
porqué, yo no lo entiendo, mas diré algo sobre esto. Poco va que no sea a este
propósito, como he dicho (14), si de ello nos aprovechamos. Así que de muchas
maneras trata paz el Rey nuestro y amistad con las almas, como vemos cada día,
así en la oración como fuera de ella; sino que nosotras la tenemos con Su
Majestad de pelillo, como dicen (15). Miraréis, hijas, en qué está el punto
para que podáis pedir lo que la Esposa, si el Señor os llegare a él; si no,
no desmayéis, que con cualquier amistad que tengáis con Dios quedáis harto
ricas, si no falta por vosotras. Mas para lastimar es y dolernos mucho los que
por nuestra culpa no llegamos a esta tan excelente amistad y nos contentamos con
poco.
17.
¡Oh Señor!, ¿no nos acordaríamos que es mucho el premio y sin fin, y que
llegadas ya a tanta amistad, acá nos le da el Señor, y que muchos se quedan al
pie del monte que pudieran subir a la cumbre? En otras cosillas que os he
escrito (16), os he dicho esto muchas veces, y ahora os lo torno a decir y
rogar, que siempre vuestros pensamientos vayan animosos, que de aquí vendrán a
que el Señor os dé gracia para que lo sean las obras. Creed que va mucho en
esto, pues hay unas personas que han ya alcanzado la amistad del Señor, porque
confesaron bien sus pecados y se arrepintieron, mas no pasan dos días que se
tornan a ellos. A buen seguro que no es ésta la amistad que pide la Esposa.
Siempre, oh hijas, procurad no ir al confesor cada vez a decir una falta (17).
18.
Verdad es que no podemos estar sin ellas; mas siquiera múdense, porque no echen
raíces, que serán más malas de arrancar, y aun podrán venir de ella a nacer
otras muchas. Que si una hierba o arbolillo ponemos y cada día le regamos,
cuál se para tan grande, que para arrancarles después es menester pala y
azadón. Así me parece es hacer cada día una falta, por pequeña que sea, si
no nos enmendamos de ella; y si un día o diez se pone, y se arranca luego, es
fácil. En la oración lo habéis de pedir al Señor, que de nosotras poco
podemos, antes añadiremos que se quitarán. Mirad que en aquel espantoso juicio
de la hora de la muerte no se nos hará poco, en especial a las que tomó por
esposas el Juez en esta vida.
19.
¡Oh gran dignidad, digna de despertarnos para andar con diligencia a contentar
este Señor y Rey nuestro! Mas ¡qué mal pagan estas personas la amistad, pues
tan presto se tornan enemigos mortales! Por cierto, que es grande la
misericordia de Dios: ¿qué amigo hallaremos tan sufrido? Y aun una vez que
acaezca esto entre dos amigos, nunca se quita de la memoria ni acaban a tener
tan fiel amistad como antes. Pues, ¿qué de veces serán las que faltan en la
de nuestro Señor de esta manera y qué de años nos espera de esta suerte?
Bendito seáis Vos, Señor Dios mío, que con tanta piedad nos lleváis que
parece olvidáis vuestra grandeza para no castigar, como sería razón,
traición tan traidora como ésta. Peligroso estado me parece, porque aunque la
misericordia de Dios es la que vemos, también vemos muchas veces morirse en él
sin confesión. Líbrenos Su Majestad por quien El es, hijas, de estar en estado
tan peligroso.
20.
Hay otra amistad, mayor que ésta, de personas que se guardan de ofender al
Señor mortalmente; harto han alcanzado los que han llegado aquí, según está
el mundo. Estas personas, aunque se guardan de no pecar mortalmente, no dejan de
caer de cuando en cuando, a lo que creo; porque no se les da nada de pecados
veniales, aunque hagan muchos al día, y así están bien cerca de los mortales.
Dicen: "¿de esto hacéis caso?"; muchos que he yo oído: "para
eso hay agua bendita, y los remedios que tiene la Iglesia, madre nuestra",
cosa por cierto para lastimar mucho. Por amor de Dios, que tengáis en esto gran
aviso de nunca os descuidar hacer pecado venial, por pequeño que sea, con
acordaros hay este remedio, porque no es razón el bien nos sea ocasión de
hacer mal. Acordaros, después de hecho, este remedio y procurarlo luego, esto
sí.
21.
Es muy gran cosa traer siempre la conciencia tan limpia que ninguna cosa os
estorbe a pedir a nuestro Señor la perfecta amistad que pide la Esposa. Al
menos no es ésta que queda dicha; es amistad bien sospechosa por muchas
razones; (18) y llegada a regalos y aparejada para mucha tibieza, y ni bien
sabrán si es pecado venial o mortal el que hacen. Dios os libre de ella; porque
con parecerles no tienen cosas de pecados grandes, como ven a otros, parece se
aseguran y éste no es estado de perfecta humildad juzgarlos por muy ruines.
Podrá ser sean muy mejores, porque lloran su pecado, y con gran
arrepentimiento, y por ventura mejor propósito que ellos, que darán en nunca
ofender a Dios, en poco ni en mucho. Estos otros, con parecerles no hacen
ninguna cosa de aquellas, toman más anchura para sus contentos; éstos por la
mayor parte tendrán sus oraciones vocales, no muy bien rezadas, porque no lo
llevan por tan delgado.
22.
Hay otra manera de amistad y paz, que comienza a dar nuestro Señor a unas
personas que totalmente no le querrían ofender en nada; aunque no se apartan
tanto de las ocasiones, tienen sus ratos de oración, dales nuestro Señor
ternuras y lágrimas, mas no querrían ellas dejar los contentos de esta vida,
sino tenerla buena y concertada, que parece para vivir acá con descanso les
está bien aquello. Esta vida trae consigo hartas mudanzas. Harto será si duran
en la virtud. Porque no apartándose de los contentos y gustos del mundo, presto
tornarán a aflojar en el camino del Señor, que hay grandes enemigos para
defendérnosle. No es ésta, hijas, la amistad que quiere la Esposa tampoco, ni
vosotras la queráis. Apartaos siempre de cualquier ocasioncita, por pequeña
que sea, si queréis que vaya creciendo el alma y vivir con seguridad.
23.
No sé para qué os voy diciendo estas cosas si no es para que entendáis los
peligros que hay en no desviarnos con determinación de las cosas del mundo
todas, porque ahorraríamos de hartas culpas y de hartos trabajos. Son tantas
las vías por donde comienza nuestro Señor a tratar amistad con las almas, que
sería nunca acabar me parece las que yo he entendido, con ser mujer, ¿qué
harán los confesores y personas que las tratan más particularmente? Y así que
algunas me desatinan, porque no parece les falta nada para ser amigas de Dios.
En especial, os contaré una que ha poco que traté muy particularmente. Ella
era amiga de comulgar muy a menudo mucho, y jamás decía mal de nadie, y
ternura en la oración y continua soledad, porque estaba en su casa por sí; tan
blanda de condición, que ninguna cosa que se le decía la hacía tener ira, que
era harta perfección, ni decir mala palabra. Nunca se había casado, ni era ya
de edad para casarse, y había pasado hartas contradicciones en esta paz; y como
veía esto, parecíanme efectos de muy aventajada alma y de gran oración y
preciábala mucho a los principios, porque no la veía ofensa de Dios y
entendía se guardaba de ella.
24.
Tratada, comencé a entender de ella que todo estaba pacífico si no tocaba a
interés; mas llegado aquí, no iba tan delgada la conciencia, sino bien grueso.
Entendí que con sufrir todas las cosas que le decían de esta suerte, tenía un
punto de honra que por su culpa no perdiera un tanto o una puntica de su honra o
estima; tan embebida en esa miseria que tenía, tan amiga de saber y entender lo
uno y lo otro, que yo me espantaba cómo aquella persona podía estar una hora
sola, y bien amiga de su regalo. Todo esto hacía y lo doraba, que lo libraba de
pecado; y según las razones que daba en algunas cosas, me parece le hiciera yo,
si se le juzgara; que en otros bien notorio era, aunque quizá por no se
entender bien. Traíame desatinada, y casi todos la tenían por santa. Puesto
que vi que de las persecuciones (19) que ella contaba debía tener alguna culpa,
y no tuve envidia su modo y santidad; sino que ella u otras dos almas que he
visto en esta vida que ahora me acuerde, santas en su parecer, me han hecho más
temor que cuantas pecadoras he visto, después que las trataba, y suplicar al
Señor nos dé luz. (20).
25.
Alabadle, hijas, mucho que os trajo a monasterio adonde por mucho que haga el
demonio no puede tanto engañar como a las que en sus casas están; que hay
almas que parece no les falta nada para volar al cielo, porque en todo siguen la
perfección a su parecer, mas no hay quien las entienda; porque en los
monasterios jamás he visto dejarse de entender, porque no han de hacer lo que
quieren, sino lo que les mandan. Y acá, aunque verdaderamente se querrían
entender ellas, porque desean contentar al Señor, no pueden; porque, en fin,
hacen lo que hacen por su voluntad, y aunque alguna vez la contradigan, no se
ejercitan tanto en la mortificación. Dejemos algunas personas a quien muchos
años nuestro Señor ha dado luz; que éstas procuran tener quien las entienda y
a quien se sujetar, y la gran humildad trae poca confianza de sí, aunque más
letrados sean.
26.
Otros hay que han dejado todas las cosas por el Señor, y ni tienen casa ni
hacienda ni tampoco gustan de regalos, antes son penitentes, ni de las cosas del
mundo, porque les ha dado ya el Señor luz de cuán miserables son, mas tienen
mucha honra. No querrían hacer cosa que no fuese tan bien acepta a los hombres
como al Señor; gran discreción y prudencia. Puédense harto mal concertar
siempre estas dos cosas; y es el mal que casi, sin que ellos entiendan su
imperfección, siempre gana más el partido del mundo que el de Dios. Estas
almas, por la mayor parte, les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no
abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima y cansa y hace
pedazos; porque si es amada, es suave de llevar. Esto es cierto.
27.
No, tampoco es ésta la amistad que pide la Esposa; por eso, hijas mías, mirad
mucho (pues habéis hecho lo que aquí digo al principio), no faltéis ni os
detengáis en lo segundo. Todo es cansancio para vosotras. Si lo habéis dejado
lo más, dejáis el mundo, los regalos y contentos y riquezas de él, que aunque
falsos, en fin, placen, ¿qué teméis? (21). Mirad que no lo entendéis, que
por libraros de un desabor que os puede dar, con un dicho os cargáis de mil
cuidados y obligaciones. Son tantas las que hay, si queremos contentar a los del
mundo, que no se sufre decirlas por no me alargar, ni aun sabría.
28.
Hay otras almas y con esto acabo, que por aquí, si vais advirtiendo,
entenderéis muchas vías por donde comienzan a aprovechar y se quedan en el
camino, digo que hay otras, que ya tampoco se les da mucho de los dichos de
los hombres ni de la honra; mas no están ejercitadas en la mortificación y en
negar su propia voluntad, y así no parece les sale el miedo del cuerpo. Puestos
en sufrir, con todo parece está ya acabado: mas en negocios graves de la honra
del Señor, torna a revivir la suya y ellos no lo entienden; no les parece temen
ya el mundo, sino a Dios. Peligros sacan, lo que puede acaecer (22), para hacer
que una obra virtuosa sea tornada en mucho mal, que parece que el demonio se las
enseña; mil años antes profetizan lo que puede venir, si es menester.
29.
No son estas almas de las que harán lo que San Pedro, de echarse en la mar
(23), ni lo que otros muchos santos. En su sosiego allegarán almas al Señor,
mas no poniéndose en peligros; ni la fe obra (24) mucho para sus
determinaciones. Una cosa he notado: que pocos vemos en el mundo, fuera de
religión, fiar de Dios su mantenimiento; solas dos personas conozco yo. Que en
la religión ya saben no les ha de faltar; aunque quien entra de veras por solo
Dios, creo no se le acordará de esto. ¡Mas cuántos habrá, hijas, que no
dejaran lo que tenían si no fuera con la seguridad! Porque en otras partes que
os he dado aviso he hablado mucho en estas ánimas pusilánimes y dicho el daño
que les hace y el gran bien tener grandes deseos, ya que no puedan las obras, no
digo más de éstas, aunque nunca me cansaría (25). Pues las llega el Señor a
tan gran estado, sírvanle con ello, y no se arrincone; que aunque sean
religiosos, si no pueden aprovechar a los prójimos, en especial mujeres, con
determinación grande y vivos deseos de las almas, tendrá fuerza su oración, y
aun por ventura querrá el Señor que en vida o en muerte aprovechen, como hace
ahora el santo fray Diego (26), que era lego y no hacía más de servir, y
después de tantos años muerto, resucita el Señor su memoria para que nos sea
ejemplo. Alabemos a Su Majestad.
30.
Así que, hijas mías, el Señor si os ha traído a este estado, poco os falta
para la amistad y la paz que pide la Esposa; no dejéis de pedirla con lágrimas
muy continuas y deseos. Haced lo que pudiereis de vuestra parte para que os la
dé; porque sabed que no es ésta la paz y amistad que pide la Esposa; aunque
hace harta merced el Señor a quien llega a este estado, porque será con
haberse ocupado en mucha oración y penitencia y humildad y otras muchas
virtudes. Sea siempre alabado el Señor que todo lo da, amén.
NOTAS
AL CAPÍTULO 2
1
Breve título marginal del códice de Alba: Paz del mundo.
2
A mil males: corregido de a muy malísima.
3
Alusión a Job 7, 1.
4
En los caps. 4-7, en que hablará de las gracias místicas. - Tropiecillos:
estropecillos en el ms. de Alba.
5
En el n. 2.
6
Alusión a Cant. 1, 15.
7
Alusión a la parábola de las vírgenes. Mt 25, 1...
8
Nueva alusión bíblica: Lc 12, 20.
9
Que nos ponga cuidado de...
10
Cf. Camino 2, 6 y 13, 5 nota.
11
En el n. 7. - La frase siguiente: La carne es muy amiga...
12
El texto en cursiva está tomado del ms. de Baeza.
13
Reanuda el tema dejado en el n. 6.
14
En el c. 1.
15
De Pelillo: superficial, de cumplido y ceremonia.
16
Camino c. 18, n. 2; c. 32, n. 7; c. 41, n. 8; Moradas II, c. 1, n. 6; VI, c. 4;
y c. 5, nn. 1, 6, 12.
17
O sea, con la misma falta.
18
Las cursivas indican en este número correcciones del texto tomadas del ms. de
Baeza.
19
Así en el ms. de Baeza. Perfecciones se lee en el de Alba.
20
Véanse las Fundaciones, c. 6, nn. 8 y 18...
21
En el ms. de Baeza se lee así: Si lo habéis dejado, lo más dejáis: el mundo,
los regalos... aplacen. ¿De qué teméis?
22
En el ms. de Baeza es más claro: Peligros sacan de lo que puede acaecer...; el
demonio se los enseña.
23
Mt 14, 29.
24
Ms. de Baeza.
25
Cf. Camino c. 42, nn. 3-4; Vida c. 13, nn. 3, 4, 6; Moradas I, c. 2, n. 10. -
Véase el n. 17, nota 17.
26
S. Diego de Alcalá (1463), entonces muy popular a causa de la curación
prodigiosa del príncipe Carlos, 1563.
Los
ms. de Las Nieves y Consuegra dan este título: "De la verdadera paz que
pide la esposa, para animarse lo que pretenden perfección".
CAPÍTULO
3
(3)
Trata
de la verdadera paz que Dios concede al alma, su unión con ella, y de los
ejemplos de caridad heroica de algunos siervos de Dios.
Béseme
con beso de tu boca (Cant. 1, 1).
1.
¡Oh santa Esposa!, vengamos a lo que vos pedís, que es aquella santa paz, que
hace aventurar al alma a ponerse a guerra con todos los del mundo quedando ella
con toda seguridad y pacífica. ¡Oh, qué dicha tan grande será alcanzar esta
merced!, pues es juntarse con la voluntad de Dios, de manera que no haya
división entre El y ella, sino que sea una misma voluntad; no por palabras, no
por solos deseos, sino puesto por obra; de manera que en entendiendo que sirve
más a su Esposo en una cosa, haya tanto amor y deseo de contentarle, que no
escuche las razones que le dará el entendimiento, ni los temores que le
pondrá, sino que deje obrar la fe de manera que no mire provecho ni descanso,
sino acabe ya de entender que en esto está todo su provecho.
2.
Pareceros ha, hijas, que eso no va bien, pues es tan loable cosa hacer las cosas
con discreción (1). Habéis de mirar un punto, que es entender que ha el Señor
(a lo que vos podéis entender, digo, que cierto no se puede saber) oída
vuestra petición, de besaros con beso de su boca. Que si esto conocéis por los
efectos, no hay que deteneros en nada, sino olvidaros de vos por contentar a
este tan dulce Esposo. Su Majestad se da a sentir a los que gozan de esta
merced, con muchas muestras. Una es menospreciar todas las cosas de la tierra,
estimarlas en tan poco como ellas son, no querer bien suyo porque ya tiene
entendido su vanidad, no se alegrar sino con los que aman a su Señor; cánsale
la vida, tiene en la estima las riquezas que ellas merecen; otras cosas
semejantes a éstas, que enseña el que las puso en tal estado.
3.
Llegada aquí el alma, no tiene qué temer si no es si no ha de merecer que Dios
se quiera servir de ella en darla trabajos y ocasión para que pueda servirle,
aunque sea muy a su costa. Así que aquí, como he dicho (2), obra el amor y la
fe y no se quiere aprovechar el alma de lo que la enseña el entendimiento,
porque esta unión que entre el Esposo y Esposa hay, la ha enseñado otras cosas
que él no alcanza y tráele debajo de los pies (3). Pongamos una comparación
para que lo entendáis. Está uno cautivo en tierra de moros. Este tiene un
padre pobre o un grande amigo, y si éste no le rescata, no tiene remedio. Para
haberle de rescatar no bastó lo que tiene, sino que ha él de ir a servir por
él. El grande amor que le tiene pide que quiera más la libertad de su amigo
que la suya; mas luego viene la discreción con muchas razones y dice que más
obligado es a sí, y podrá ser que tenga él menos fortaleza que el otro y que
le hagan dejar la fe, que no es bien ponerse en este peligro, y otras muchas
cosas.
4.
¡Oh amor fuerte de Dios! ¡Y cómo no le parece que ha de haber cosa imposible
a quien ama! ¡Oh dichosa alma que ha llegado a alcanzar esta paz de su Dios,
que esté señoreada sobre todos los trabajos y peligros del mundo, que ninguno
teme, a cuento de servir a tan buen Esposo y Señor, y con más razón que la
tiene este pariente y amigo que hemos dicho! (4) Pues ya habéis leído, hijas,
de un Santo, y que no por hijo, ni por amigo, sino porque debía bien haber
llegado a esta ventura tan buena de que le hubiese Dios dado esta paz, y por
contentar a Su Majestad e imitarle en algo lo mucho que hizo por nosotros, se
fue a trocar por hijo de una viuda, que vino a él fatigada, a tierra de moros.
Ya habéis leído cuán bien le sucedió, y con la ganancia que vino (5).
5.
"Creería yo que su entendimiento no dejaría de representarle algunas más
razones de las que dije, porque era obispo y había de dejar sus ovejas, y por
ventura tendría temores. Mirad una cosa que se me ofrece ahora y viene a
propósito para los que de su natural son pusilánimes y de ánimo flaco, que
por la mayor parte serán mujeres, y aunque en hecho de verdad su alma haya
llegado a este estado, su flaco natural teme. Es menester tener aviso, porque
esta flaqueza natural nos hará perder una gran corona. Cuando os hallareis con
esta pusilanimidad, acudid a la fe y humildad y no dejéis de acometer con fe,
que Dios lo puede todo, y así pudo dar fortaleza a muchas niñas santas, y se
la dio para pasar tantos tormentos, como se determinaron a pasar por El.
6.
"De esta determinación quiere hacerle señor de este libre albedrío, que
no ha menester El nuestro esfuerzo de nada: antes gusta Su Majestad de querer
que resplandezcan sus obras en gente flaca, porque hay más lugar de obrar su
poder y de cumplir el deseo que tiene de hacernos mercedes. Para esto os han de
aprovechar las virtudes que Dios os ha dado, para hacer con determinación y dar
de mano a las razones del entendimiento y a vuestra flaqueza y para no dar lugar
a que crezca con pensar "si será, si no será", "quizá por mis
pecados no mereceré yo que me dé fortaleza como a otros ha lado". No es
ahora tiempo de pensar vuestros pecados: dejadlos aparte, que no es ahora tiempo
de pensar vuestros pecados, como he dicho; que no es con sazón esa humildad; es
a mala coyuntura.
7.
"Cuando os quisieren dar una cosa muy honrosa, o cuando os incite el
demonio a vida regalada, o a otras semejantes cosas, temed que por vuestros
pecados no lo podréis llevar con rectitud; y cuando hubiereis de padecer algo
por nuestro Señor o por el prójimo, no hayáis miedo de vuestros pecados. Con
tanta caridad podríais hacer una obra de éstas, que os los perdonase todos, y
de esto ha miedo el demonio, y por esto os los trae a la memoria entonces. Y
tened por cierto, que nunca dejará el Señor a sus amadores, cuando por solo El
se aventuran. Si llevan otros intentos de propio interés, eso miren, que yo no
hablo sino de los que pretenden contentar con la mayor perfección al
Señor".
8.
Y ahora en nuestros tiempos, conozco yo una persona y vosotras la visteis, que
me vino a ver a mi que la movía el Señor con tan gran caridad que le costó
hartas lágrimas no poderse ir a trocar por un cautivo. El lo trató conmigo;
era de los Descalzos de fray Pedro de Alcántara; (6) y después de muchas
importunaciones, recaudó licencia de su General, y estando cuatro leguas de
Argel, que iba a cumplir su buen deseo, le llevó el Señor consigo. ¡Y a buen
seguro que llevó buen premio! Pues ¡qué de discretos había que le decían
era disparate! A los que no llegamos a amar tanto al Señor, así nos parece. Y
¡cuán mayor disparate es acabársenos este sueño de esta vida con tanto seso,
que plega a Dios merezcamos entrar en el cielo, cuánto más ser de estos que
tanto se aventajaron en amar a Dios!
9.
Ya yo veo es menester gran ayuda suya para cosas semejantes; y por esto os
aconsejo, hijas, que siempre con la Esposa pidáis esta paz tan regalada y que
así señorea todos estos temorcillos del mundo, que con todo sosiego y quietud
le da batería. ¿No está claro que a quien Dios hiciere tan gran merced de
juntarse con un alma en tanta amistad, que la ha de dejar bien rica de bienes
suyos? Porque, cierto, estas cosas no pueden ser nuestras. El pedir y desear nos
haga esta merced, podemos, y aun esto con su ayuda; que lo demás, ¿qué ha de
poder un gusano, que el pecado le tiene tan acobardado y miserable, que todas
las virtudes imaginamos tasadamente como nuestro bajo natural?
¿Pues
qué remedio, hijas? Pedir con la Esposa. Si una labradorcilla se casase con el
rey y tuviese hijos, ¿ya no quedan de sangre real? Pues si a un alma nuestro
Señor hace tanta merced que tan sin división se junte con ella, ¿qué deseos,
qué efectos, qué hijos de obras heroicas podrán nacer e allí si no fuere por
su culpa? (7).
10.
"Por eso os torno a decir, que para cosas semejantes, si el Señor os
hiciera merced que se ofrezcan hacerlas por El, que no hagáis caso de haber
sido pecadoras. Es menester aquí que señoree la fe a nuestra miseria, y no os
espantéis si al principio de determinaros, y aun después sintiereis temor y
flaqueza; ni hagáis caso de ello, si no es para avivaros más; dejad hacer su
oficio a la carne; (8) mirad que dice el buen Jesús en la oración del Huerto:
La carne es enferma, y acuérdeseos de aquel tan admirable y lastimoso sudor.
Pues si aquella carne divina y sin pecado, dice Su Majestad que es enferma,
¿cómo queremos la nuestra tan fuerte que no sienta la persecución que le
puede venir y los trabajos? Y en ellos mismos será como sujeta ya la carne al
espíritu. Junta su voluntad con la de Dios, no se queja.
11.
"Ofréceseme ahora aquí cómo nuestro buen Jesús muestra la flaqueza de
su humanidad antes de los trabajos, y en el golfo de ellos tan gran fortaleza,
que no sólo quejarse, mas ni en el semblante no hizo cosa por donde pareciese
que padecía con flaqueza. Cuando iba al Huerto, dijo: Triste está mi ánima
hasta la muerte; (9) y estando en la cruz, que era ya pasando la muerte, no se
queja. Cuando en la oración del Huerto, iba a despertar a sus Apóstoles; pues
con más razón se quejara a su Madre y Señora nuestra cuando estaba al pie de
la cruz y no dormida, sino padeciendo su santísima ánima y muriendo dura
muerte, y siempre nos consuela más quejarnos a los que sabemos sienten nuestros
trabajos y nos aman más.
12.
"Así que no nos quejemos de temores ni nos desanime ver flaco nuestro
natural y esfuerzo; sino procuremos de fortalecernos de humildad, y entender
claramente lo poco que podemos nosotros y que si Dios no nos favorece, no somos
nada; y desconfiar de todo punto de nuestras fuerzas y confiar de su
misericordia, y que hasta estar ya en ello es toda la flaqueza. Que no sin mucha
causa lo mostró nuestro Señor; que claro está que no la tenía, pues era la
misma fortaleza, sino para consuelo nuestro y para que entendamos lo que nos
conviene ejercitar con obras nuestros deseos, y miremos que al principio de
mortificarse un alma, todo se le hace penoso; si comienza a dejar regalos, pena;
y si ha de dejar honra, tormento; y si ha de sufrir una palabra mala, se le hace
intolerable. En fin, nunca le faltan tristezas hasta la muerte. Como acabare de
determinarse de morir al mundo, verse ha libre de estas penas; y todo al
contrario, no haya miedo que se queje ya, alcanzada la paz que pide la
Esposa".
13.
Por cierto que pienso que si nos llegásemos al Santísimo Sacramento con gran
fe y amor, que de una vez bastase para dejarnos ricas, ¡cuánto más de
tantas!; sino que no parece sino cumplimiento el llegarnos a El y así nos luce
tan poco. ¡Oh miserable mundo, que así tienes tapados los ojos de los que
viven en ti, que no vean los tesoros con que podrían granjear riquezas
perpetuas!
14.
¡Oh Señor del cielo y de la tierra! ¡Que es posible que aun estando en esta
vida mortal se pueda gozar de Vos con tan particular amistad! ¡Y que tan a las
claras lo diga el Espíritu Santo en estas palabras, y que aun no lo queramos
entender! ¡Qué son los regalos con que tratáis con las almas en estos
Cánticos! ¡Qué requiebros, qué suavidades!, que había de bastar una palabra
de éstas a deshacernos en Vos. Seáis bendito, Señor, que por vuestra parte no
perderemos nada. ¡Qué de caminos, por qué de maneras, por qué de modos nos
mostráis el amor! Con trabajos, con muerte tan áspera con tormentos, sufriendo
cada día injurias y perdonando. Y no sólo con esto, sino con unas palabras tan
heridoras para el alma que os ama, que la decís en estos Cánticos (y) la
enseñáis que os diga, que no sé yo cómo se pueden sufrir, si Vos no ayudáis
para que las sufra quien las siente, no como ellas merecen, sino conforme a
nuestra flaqueza.
15.
Pues, Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida, sino que me beséis con
beso de vuestra boca, y que sea de manera que aunque yo me quiera apartar de
esta amistad y unión, esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no
salir de la vuestra; que no haya cosa que me impida pueda yo decir, Dios mío y
gloria mía, con verdad que son mejores tus pechos y más sabrosos que el vino
(10).
NOTAS
AL CAPÍTULO 3
1
Sigue un breve párrafo en los ms. de Las Nieves y Consuegra.
2
En el n. 1.
3
Que él, el entendimiento, no entiende.
4
Para dar sentido a la frase añadimos el más, de acuerdo con la anotación del
P. Manuel de S. M. en el ms. de Alba. Los dos ms. de Consuegra y Las Nieves
modifican el texto, y en la frase siguiente explicitan: "...habéis leído,
hijas, de S. Paulino Obispo...".
5
Los tres nn. que siguen (5-7) se hallan sólo en los ms. de Consuegra y Las
Nieves. Los tomamos de aquél, introduciendo alguna mejora del segundo.
Advertimos otro tanto de los nn. 10-12.
6
Alude a fray Alonso de Cordobilla, natural del pueblo de este nombre (provincia
de Badajoz). Embarcado en Cádiz, murió en Gibraltar el 28 de octubre de 1566.
7
Los nn. 19-22 están tomados del ms. de Consuegra.
8
El ms. de Consuegra: Avivaros más a dejar ahacer... Lo corregimos por el de Las
Nieves. - Sigue una cita de Mc 14, 38.
9
Mt 26, 38.
10 Ct 1, 1.