UNA DOCTORA
PARA EL TERCER MILENIO

Carta circular de los Superiores O. Carm. y O.C.D.
con ocasión del Doctorado de Santa Teresa de Lisieux  
 

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Queridos hermanos y hermanas en el Carmelo: 

1. Hace poco más de un año nos dirigíamos a vosotros/as para reflexionar sobre el mensaje de nuestra hermana Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, con ocasión del Centenario de su muerte. No pensábamos entonces que volveríamos pronto a escribiros una carta circular sobre ella. Esta vez para meditar juntos sobre el sentido y las consecuencias del título de Doctora de la Iglesia que el Papa Juan Pablo II, como acaba de anunciar en París, en la Jornada Internacional de la Juventud, le otorgará en Roma, el próximo 19 de octubre de 1997, Domingo mundial de las misiones. 

2. La mañana del 24 de agosto, cuando clausuraba en París la Jornada mundial de la juventud, el Papa describió la persona y la doctrina de nuestra hermana y los motivos para declararla doctora, después de un "atento estudio" y de muchas peticiones de la Iglesia universal. Llamó a Teresa de Lisieux joven carmelita que vivió enteramente llena del amor de Dios; ofreciéndose radicalmente a su amor y sabiendo practicar, en la simplicidad de la vida cotidiana, el amor fraternal. Ella imitó a Jesús sentándose a la mesa de los pecadores, sus hermanos, para que ellos fueran purificados por el amor, porque estaba animada del ardiente deseo de ver todos los hombres iluminados por la luz de la fe. Ella, dijo también el Papa, descubrió que su vocación era ser en el corazón de la Iglesia el amor, y trazó la "pequeña vía" de los niños que se acogen con confianza audaz a Dios. Centro de su mensaje es su actitud filial, propuesta a todos los fieles. "Sus enseñanzas, verdadera ciencia del amor", son la expresión luminosa de su conocimiento del misterio de Cristo y de su experiencia personal de la gracia. Ella ayuda a los hombres y mujeres de hoy y ayudará a los de mañana a percibir mejor los dones de Dios y a difundir la Buena Noticia del amor infinito. 

3. El Papa la llamó "carmelita y apóstol, maestra de sabiduría espiritual para numerosas personas consagradas y laicas, patrona de las misiones". Puso de relieve que "ocupa un puesto de primer orden en la Iglesia y que su eminente doctrina merece ser recordada entre las más fecundas". Concluyó afirmando que había querido dar el anuncio del Doctorado de Teresa de Lisieux ante los jóvenes porque ella, joven santa, tan presente en nuestro tiempo, tiene un mensaje particularmente apto para la juventud. En la escuela del evangelio ella abre a los jóvenes el camino para la madurez cristiana, los "llama a una infinita generosidad y los invita a ser en el corazón de la Iglesia los apóstoles y testigos ardientes del amor de Cristo". Invocó, con los jóvenes, a Teresa de Lisieux para que ella conduzca a los hombres y mujeres de este tiempo por el camino de la Verdad y de la Vida. Y terminó su discurso con estas palabras: "con Teresa del Niño Jesús dirijámonos a la Virgen María a quien ella alabó e invocó con filial confianza durante su vida". 
 
  I. UN LARGO CAMINO HACIA EL DOCTORADO  

Los primeros pasos 

4. Ya desde el tiempo de su canonización, no faltaron obispos, predicadores, teólogos y fieles de diversos países que pedían que nuestra hermana Teresa de Lisieux fuera declarada doctora de la Iglesia. Esta corriente eclesial en favor del doctorado teresiano-lexoviense se oficializó en 1932, con ocasión de la inauguración de la cripta de la Basílica de Lisieux, que fue acompañada por un Congreso en el que participaron cinco cardenales, cincuenta obispos y una gran multitud de fieles. El 30 de junio, el P. Gustave Desbuquois, S.J., con una argumentación teológica clara y precisa, hablaba de Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia. A la sorpresa de su propuesta siguió la adhesión de muchos de los participantes, obispos y teólogos. Esta repercusión positiva de la sugerencia del P. Desbuquois tuvo alcances universales. Mons. Clouthier, obispo de Trois Rivières (Canadá) escribió a todos los obispos del mundo para preparar una petición a la Santa Sede. En 1933 él había recibido ya 342 respuestas positivas de obispos que apoyaban el proyecto del Doctorado de Teresa de Lisieux. 
 
 

El impedimento de ser mujer 

5. La relación del P. Desbuquois fue presentada al Papa Pío XI. Le acompañaba un carta de la M. Inés de Jesús, hermana de nuestra Santa y Priora del Carmelo de Lisieux en la que le contaba al Papa el gran éxito que había tenido el Congreso teresiano. El 31 de agosto de 1932, el Card. Pacelli, Secretario de Estado, respondía a la M. Inés, en nombre del Papa. Se alegraba de los frutos positivos del Congreso, pero añadía que era mejor no hablar del Doctorado de Teresa de Lisieux, aun cuando "su doctrina no deja por ello de ser una luz segura para las almas que buscan conocer el espíritu del Evangelio"

Los tiempos no estaban aún maduros para declarar Doctora de la Iglesia a una mujer. De hecho, el Papa Pío XI había respondido negativamente a la petición que los Carmelitas habían presentado para que Santa Teresa de Jesús, "Madre de los espirituales", fuera declarada Doctora. Se rechazaba la propuesta por ser mujer. "Obstat sexus" ("lo impide el sexo"), dijo el Papa; y añadió que dejaba la decisión a su sucesor. Ante la negativa del Vaticano y, por orden del mismo, se interrumpió la recogida de firmas en favor del Doctorado de Teresa de Lisieux. 
 
 

Cambian las circunstancias 

6. Con la declaración de Teresa de Jesús y Catalina de Siena como Doctoras de la Iglesia, en 1970, se derrumbó definitivamente el obstáculo que impedía nombrar Doctora a una mujer. Ante este hecho se volvió a proponer la posibilidad de que Teresa de Lisieux, nuestra hermana, pudiera ser declarada Doctora de la Iglesia. 

En 1973, año del Centenario de su nacimiento, Mons. Garrone planteó nuevamente la cuestión: "¿Puede Santa Teresa de Lisieux ser un día Doctora de la Iglesia? Yo respondo si, sin titubeos, animado por lo que sucedió con la grande Santa Teresa y con Santa Catalina de Siena". En ocasiones sucesivas los Carmelitas propusieron el tema del Doctorado. En 1981, el Card. Roger Etchegaray, a petición del Carmelo Teresiano, y después de consultar al Consejo Permanente del Episcopado francés, envió una carta oficial al Papa Juan Pablo II para pedir la declaración de Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia. En diversas ocasiones, la postulación general de la Orden y el obispo de Lisieux, Mons. Pierre Pican escribieron cartas oficiales en ese sentido. El capítulo general del Carmelo Teresiano, en 1991, y el Carmelo de la Antiguaa Observancia, en l995, hicieron otro tanto. En la misma línea se pronunciaron más de 30 conferencias episcopales y millares de cristianos: sacerdotes, religiosos, laicos de 107 países. 
 
 

La "Positio" examinada y aprobada 

7. En los primeros meses de este año 1997, se pidió oficialmente al Carmelo Teresiano la elaboración de la "Positio", es decir, la presentación de las pruebas que se requieren para demostrar que una persona reúne las condiciones exigidas por la Iglesia para ser declarada Doctor de la Iglesia. Las limitaciones de tiempo llevaron a un trabajo de colaboración. A principios de mayo ya se contaba con un volumen impreso de 965 páginas en el que a través de cuatro partes y trece capítulos se presentan los datos, la doctrina y la eminencia, el influjo y la actualidad del mensaje teresiano-lexoviense. Se hace un breve historia de la causa de beatificación y canonización (c.1) y del proceso del doctorado (c.2). Siguen una pequeña y densa biografía de Teresa de Lisieux (c.3), una análisis de su personalidad (c.4), una cronología (c.5) y una presentación de los escritos (c.6). Desde el punto de vista doctrinal se ofrece una visión general de la doctrina teresiano-lexoviense (c.7), una síntesis de su teología (c.8) y un examen de las fuentes de sus enseñanzas (c.9). La irradiación y actualidad de Teresa de Lisieux se examinan desde tres perspectivas: acogida y presentación de la doctrina por parte del Magisterio de la Iglesia (c.10), irradiación e influjo (c.11) y, finalmente, actualidad de su doctrina para la Iglesia y el mundo de hoy (c. 12). Concluye la Positio poniendo de relieve la "eminencia" de la doctrina de S. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (c. 13). Se cierra la Positio con la transcripción de las Cartas postulatorias del Doctorado hechas por las Conferencias episcopales y por personalidades eclesiásticas y laicales. También se añaden una bibliografía selecta (130 páginas), los votos de cinco teólogos designados por la Congregación para la Doctrina de la Fe y dos por la Congregación para las Causas de los Santos, y un Apéndice iconográfico donde Teresa aparece representada como Maestra y Doctora. 

Después de estudiar la Positio, las Congregaciones para la Doctrina de la Fe y para las Causas de los Santos, al igual que el Consistorio de los Cardenales dieron su aprobación para que nuestra hermana pudiera ser declarada Doctora de la Iglesia. El Santo Padre, Juan Pablo II, como dijimos, tomó la decisión de hacerlo, y lo comunicó a la Iglesia universal al finalizar de la Jornada mundial de la juventud, celebrada en París. 

II. TERESA DE LISIEUX, DOCTORA PARA EL TERCER MILENIO 
 
 

8. Hablar del Tercer Milenio es hablar de tiempo y de acción de Dios, en primer lugar. El se manifiesta y obra en la historia. Ya nos dijo Teresa de Jesús que "todo tiempo es bueno para hacer Dios grandes mercedes"(F 4,5). Están por concluirse dos mil años de historia cristiana. Al celebrar este momento histórico "no se quiere inducir un nuevo milenarismo, como se hizo por parte de algunos al final del primer milenio; sino que se pretende suscitar una particular sensibilidad a todo lo que el Espíritu dice a la Iglesia y a las Iglesias (cf. Ap 2,7ss.), así como a los individuos por medio de los carismas al servicio de toda la comunidad ... La humanidad, a pesar de las apariencias, sigue esperando la revelación de los hijos de Dios y vive de esta esperanza..."(1). Dios nos interpela hoy, como ayer y siempre, para construir nuestra existencia, personal y comunitaria, con una respuesta libre y responsable. 

9. En la perspectiva de la celebración del Gran Jubileo del Año 2000, Dios ha suscitado en la Iglesia la conciencia de la necesidad de una nueva evangelización para responder a este tiempo especial de gracia y renovar la fe, la esperanza y el amor centrándolos en Jesús, único Salvador y centro de la historia. El nos revela el verdadero rostro de Dios y nos descubre la presencia y la acción del Espíritu en las personas y en el mundo. 

La historia es lugar de la presencia operante, salvífica de Dios y de la responsabilidad de las personas. "La Iglesia destaca la importancia de la historia como lugar en el que Dios se manifiesta ... Pero es preciso decir también que la Iglesia entiende que el tiempo, la libertad y la historia son el lugar en el que el hombre construye la existencia humana. Ambas presencias, no en un paralelo incomunicable, sino en un diálogo que, por parte de Dios, es gratuito e inicial y, por parte del hombre, es abierto en sentido trascendental"(2)

La hora de una nueva evangelización es también la hora de los grades retos y desafíos del mundo. No se pueden separar estas dos cosas. Hay desafíos por contraste y por armonía con el Evangelio de Jesús, confiado a la Iglesia para su anuncio-realización en la historia. Estos desafios nos piden suma atención a la luz del Evangelio. Dejamos constancia de ello y dirigimos nuestra palabra únicamente a las exigencias que se nos presentan directamente desde el campo de la evangelización misma. 
 

A) Las exigencias de la nueva evangelización 

l0. Hacer resonar el anuncio del Evangelio pide entrar en algunas vías señaladas por la Encíclica Redemptoris Missio: el testimonio, el anuncio, la comunión y el servicio(3). Conviene tenerlas presentes para comprender lo fundamental y actual del mensaje de Teresa de Lisieux, Doctora de la Iglesia. 
 
 

El testimonio 

l1. Evangelizar no es transmitir una doctrina sino una experiencia transformada en vida. Esta experiencia es precisamente la que se comunica: "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos ... os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros" (1 Jn 1,1-3). En el umbral del Tercer Milenio el mundo ante el que hay que dar testimonio es un mundo de increencia y de injusticia. Los cristianos estamos llamados a "dar respuesta a todo aquel que nos pida razón de nuestra esperanza" (1 Pe 3,15). La pregunta es cómo hacer existencialmente inteligible esta esperanza y este testimonio. Esto lleva al creyente a revisar su vida personal y eclesial, porque "el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros, más a la experiencia que a la doctrina, más a la vida y a los hechos que a las teorías"(4). Y hoy el testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de "la atención a las personas y la caridad hacia los pobres y pequeños, hacia los que sufren"(5), y también el empeño por la paz, la justicia, los derechos humanos(6)
 
 

El anuncio 

12. Junto con el testimonio, el cristiano cumple su misión evangelizadora a través de la proclamación de la Buena Noticia de salvación: Cristo ha muerto y resucitado y nos ha transformado en hijos e hijas de Dios; nos ha liberado de la esclavitud del mal, del pecado y de la muerte. Lo que hay que anunciar es el amor de Dios, Padre nuestro, que nos llama a la comunión con El. Destinatarios de este anuncio son todos los seres humanos. En nuestro tiempo existen campos que están pidiendo una atención especial: la grandes ciudades que favorecen el individualismo y el anonimato, la desagregación cultural, el pluralismo, la indiferencia. De manera especial los jóvenes necesitan ser evangelizados. Ellos son el futuro del mundo. Igualmente hay urgencia de hacer resonar el anuncio del evangelio a las masas de los no practicantes. Y sigue siendo actual y exigente el primer anuncio a los que no lo han escuchado, a los que no conocen a Jesucristo. 
 
  La comunión 

13. "Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente"(7). Con estas palabras el Vaticano II señalaba con toda claridad que la fe se vive en comunidad, que el fruto de la evangelización y de la acción del Espíritu es la creación de comunidades fraternas que forman la nueva familia de Dios. Es en la comunión donde se manifiesta el advenimiento de Cristo. "Por ella sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida (cf. 1 Jn 3,14) ... y de (comuniòn) ella emana una gran fuerza apostólica"(8). La comunión se da por medio de la fe y de los sacramentos de la fe que conducen a la "koinonía" que se abre a todos, en especial a todos los que creen en Cristo, a través de un ecumenismo activo y solidario. La comunión exige el diálogo sincero y fraternal. 
 
 

El servicio 

14. La fe necesita expresarse en obras porque en Cristo Jesús sólo tiene valor "la fe que actúa por la caridad" (Gal 5,6). El servicio a Dios y a los demás es la mejor prueba del amor. La diakonía cristiana no es otra cosa que un seguimiento de Jesús que "vino no a ser servido sino a servir" (Mt 20,28) y que estuvo entre nosotros "como el que sirve" (Lc 22,27). Desde los principios del cristianismo hubo unos destinatarios privilegiados del servicio de los creyentes: los pobres, los marginados, los que sufren. Por ello, en la perspectiva del Gran Jubileo del año 2000, Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, no dudó en afirmar: "se debe decir ante todo que el compromiso por la justicia y por la paz en un mundo como el nuestro, marcado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y económicas, es un aspecto sobresaliente de la preparación y de la celebración del Jubileo"(9)
 
 

B) Teresa del Niño Jesús, doctora para el tercer milenio 
 
  15. Tenemos que empezar anteponiendo una palabra de entronque con la tradicción o patrimonio espiritual que alimenta la experiencia-doctrina de Teresa de Lisieux. El Carmelo -"desierto" al que quería irse con su hermana Paulina- es la tierra en que la que hunde sus raíces desde niña. Con la precocidad que define toda su "carrera de gigante" hay que decir que "vive" la espiritualidad carmelitana mucho antes, que la lea formulada por Teresa y, sobre todo, por Juan de la Cruz. La profunda sintonía vocacional que advertimos en ella no se explica solamente con la lectura de sus escritos. Es, más bien fruto del Espíritu que, con la vocación al Carmelo la hace hija de ellos y la ayuda a vivir una experiencia espiritual semejante y claramente definida, que encontrará su confirmación y enriquecimiento en el contacto con la experiencia-doctrina teresiano-sanjuanista. 

16. Examinando la experiencia de Teresa de Lisieux y profundizando en sus enseñanzas que poseen actualidad y universalidad podemos comprender cuál es el aspecto de su experiencia-doctrina que la hace maestra y doctora en la Iglesia en la perspectiva evangelizadora del Tercer Milenio y que resume todos los demás: EL AMOR PATERNO-MATERNO DE DIOS

Ella, guiada por el Espíritu, fue llevada a comprender la revelación del amor misericordioso de Dios que resume en sí todo el evangelio. Dios es amor que se revela a los pobres y sencillos. Dios-amor nos invita a vivir en comunión con El y con los demás y a servir a nuestros hermanos como Jesús lo hizo para testimoniar y proclamar esta Buena Noticia. 

Doctora de la experiencia de un Dios cercano y misericordioso 

17. El redescubrimiento del rostro paterno-materno de Dios fue el punto de arranque del camino nuevo hacia la santidad, que nuestra hermana vivió sobre todo a partir de 1894, en la experiencia de su debilidad. Jesús le mostró, como ella dice, que el camino es el del abandono y la confianza de un niño, que se duerme en los brazos de su Padre sin temor: 

"'El que sea pequeñito, que venga a mí', dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que 'a los pequeños se les compadece y perdona'. Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día ... 'como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré' ... Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud" (10). 

Esta experiencia de Teresa de Lisieux es la experiencia de un Dios Padre-Madre que ama a los injustos y malos (cf. Lc 6,35); que conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos; que nos perdona y pide que perdonemos; que nos protege y cuida de nosotros (cf. Mt 6, 8-9.14-15.26). Aquí se encuentra el paso del temor a la confianza. Estamos ante Dios como hijos e hijas ante un padre y una madre. Dios hace colaborar todo para nuestro bien, aun nuestras deficiencias y fallos. Reconocer a Dios padre-madre requiere un corazòn de niño que opta por permanecer pequeño: 

"Lo que le agrada (a Jesús) es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia ... La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor" (11). 

En la raíz de toda vocación cristiana está la iniciativa del Señor. Las personas llamadas, respondiendo a la invitación de Dios, se confían a su amor y realizan la entrega incondicional de su vida, consagrando todo, presente y futuro, a Dios, abandonándolo confiadamente todo en sus manos. En la espiritualidad cristiana para el Tercer Milenio todo esto es de capital importancia. 
 
 

Doctora de la experiencia del amor de Dios que se transforma en comunión y servicio 

18. La experimentación es la nota clave de un mundo técnico científico. Todas las cosas deben ser experimentadas, vistas de alguna manera. La espiritualidad cristiana no es una excepción a esta tendencia. La experiencia y el testimonio son centrales en la vida cristiana. Hoy esto reviste particular importanciia. Asistimos a una reacción contra un exagerado intelectualismo en materia de fe y de religión. Si bien esta búsqueda de la experiencia tiene el peligro de la subjetividad y de un cierto infantilismo espiritual, no puede ser rechazada sin más. Las experiencias espirituales son fuente de conocimiento y de profundización en la revelación de Dios. 

Teresa de Lisieux es maestra de una auténtica experiencia de Dios que compromete en el seguimiento de Jesús. Ella nos enseña la experiencia del contacto con la Palabra de Dios; el sentido de fraternidad que Cristo nos comunica y la exigencia de respuestas concretas guiadas por el amor. 

19. La tendencia eclesial de la espiritualidad de hoy nos habla de la comunión de todos en Cristo y en el Espíritu. Hay que colocar todos los dones que tenemos al servicio de la comunidad de los creyentes. Las huellas de la experiencia y doctrina de Teresa de Lisieux se encuentran claramente presentes en esta dimensión de la espiritualidad de la evangelización hoy. Ella vive para la Iglesia, Cuerpo de Cristo. En ella deseaba vivir todas las vocaciones para testimoniar y anunciar el evangelio en los más apartados lugares de la tierra, hasta que, meditando los capítulos 12 y 13 de la primera carta a los Corintios, descubre su vocación y misión en la Iglesia: "¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado ... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad!!!"(12)

20. Teresa de Lisieux, que vivió fuertemente centrada en Dios como el único absoluto, dialogó con El en la oración asumiendo las necesidades de sus hermanos y hermanas. A partir de este diálogo, se entregó a los demás y vivió su vocación por la salvación del mundo. En el Manuscrito C Teresita da una orientación preciosa para una auténtica espiritualidad en el compromiso de la nueva evangelización: 

"Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee... Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía"(13). 

Esta convicción de Teresa de Lisieux, de que la autenticidad de nuestro amor a Dios se manifiesta en la calidad de amor a los demás, ha influido ciertamente en la espiritualidad de nuestro siglo, particularmente en la espiritualidad del compromiso evangelizador. Su experiencia y su doctrina han enseñado a los cristianos que, como en círculos concéntricos, la dimensión del amor fraterno se va abriendo a horizontes cada vez más amplios, todos ellos como una expansión que parte del amor a Dios. El primer círculo es el de los más cercanos, el más amplio es el de la humanidad entera. La confianza y el abandono en Dios Padre-Madre son en Teresa de Lisieux la fuente de la caridad fraterna y del apostolado, expresión de amor a todos al querer comunicarles la buena noticia de la salvación. 

Teresa de Lisieux traduce en vida la exigencia evangélica del servicio a los más pequeños y pobres, en los que se descubre el rostro de Cristo (cf. Mt 25,31-45). A ellos se revela Dios de manera especial (cf. Mt 11,25-27). En este servicio hay que estar dispuestos a dar la vida por los demás, como Cristo, que pide al Padre que, si es posible aparte de El el cáliz del sufrimiento y la pasión, pero vive abierto y disponible a cumplir su voluntad. 
 
  Doctora del camino evangélico de la santidad 

21. En la conclusión de la Encíclica Redemptoris missio, dedicada a explicar la permanente validez del mandato misionero de Cristo, Juan Pablo II afirma: "El llamado a la misión se deriva de la vocación a la santidad ... La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación a la misión: todos los fieles son llamados a la santidad y a la misión ... La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad"(14). Teresa de Lisieux transformó esa doctrina en experiencia vivida. Por ello fue proclamada patrona universal de las misiones junto con el gran apóstol san Francisco Javier. En esto su doctrina-experiencia es de gran actualidad para la nueva evangelización. Ella entra en el Carmelo para alcanzar, a través de su vida contemplativa, la santidad: Dios "me hizo también comprender que mi gloria no brillaría ante los ojos de los mortales, sino que consistiría en ¡¡¡llegar a ser una gran santa ... !!!"(15). Desde un principio tuvo la convicción de que entraba al Carmelo no para huir del mundo sino para entrar en él con mayor profundidad. Su experiencia espiritual no es búsqueda de un refugio frente a un mundo hostil sino ofrecimiento consciente al martirio. 

22. "Hoy más que nunca es necesario un renovado compromiso de santidad ... es necesario suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado"(16). Teresa de Lisieux une admirablemente la santidad y misión, la auténtica contemplación que compromete, desde la propia identidad vocacional, en la evangelización. Propone así, sin dicotomías, un camino evangélico para testimoniar y anunciar la Buena Noticia frente a los desafíos del momento actual. 

Concentrando la santidad en el amor, Teresita ayuda a superar la separación entre contemplación y acción, porque el amor es lo que une ambas dimensiones. Ella entró en la vida contemplativa para lograr una mayor eficacia apostólica. Revolucionó, de este modo, la relación entre ascética y mística. Puso el acento en ésta, porque exige la abnegación evangélica vivida cada día. Por eso, por encima de las mortificaciones corporales puso la mortificación originada por el servicio a los demás: la capacidad de acogida, de comprensión, de perdón, de ayuda y solidaridad. Todas estas son grandes enseñanzas para vivir la espiritualidad de la nueva evangelización. 
 
 

Doctora del camino para la integración de la persona 

23. Teresa de Lisieux, como todo ser humano, estuvo sujeta a los condicionamientos propios de toda vida humana. Vivió la experiencia de un proceso liberador desde el punto de vista psicológico que la condujo a la aceptación de sí misma y, por tanto, le dio la capacidad de acoger en una madurez integral todas las limitaciones de su historia personal. 

En el mundo actual se acentúan fuertemente las tensiones internas, las heridas espirituales, los condicionamientos de todo tipo que impiden tantas veces la realización de las personas. Teresa de Lisieux aprendió a asumir su propia vida limitada, imperfecta, condicionada por el ambiente familiar, religioso y social, liberándose así de su dominio para convertirse con la gracia de Dios en una persona libre que descubre el Dios de Jesucristo, fiel y misericordioso. Así nos enseña a aprovecharnos de todo para crecer y madurar, humana y cristianamente. 

24. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz tuvo que luchar para superar todo aquello que le impedía ser ella misma. En su camino de maduración humana experimenta el trauma de la muerte de su madre que la golpea fuertemente(17). El amor de Dios y la amistad con El despiertan en ella el dinamismo liberador capaz de orientar todos los condicionamientos hacia la integración humana. 

Ella vivirá, de los cuatro a los catorce años, un período doloroso. Debe enfrentar el ambiente escolar que, en cierto modo, experimenta agresivo; la entrada en el Carmelo de su hermana Paulina, su segunda madre. Como consecuencia de esa separación enferma seriamente. Se trata de una enfermedad psicosomática. Más adelante la atormentan los escrúpulos(18)

Todos estos sufrimientos se concentraban en su hipersensibilidad: "cuando comenzaba a consolarme de lo sucedido, lloraba por haber llorado"(19). Vivía encerrada en un círculo vicioso sin saber cómo salir de él. 

Es entonces cuando comienza a recorrer el camino del amor y de la entrega a Jesús que hace posible la completa curación de su hipersensibilidad en la noche de Navidad de 1886. A partir de ese momento se libera de las ataduras inconscientes que la llevaban a encerrarse en si misma. Puede abrirse ampliamente a la vida: estudios, contactos, naturaleza, viajes... 

25. Para el hombre y la mujer de hoy, atormentados por tantas experiencias negativas en el ambiente familiar y social, y que los llevan a la angustia y a la inseguridad frente al futuro, Teresa de Lisieux muestra que el miedo ante la incertidumbre de cada día se resuelve abriéndose al amor de Dios y del prójimo. Es así como se va adquiriendo la paz y la alegría de saber que hay un Dios padre misericordioso que acompaña con su amor y providencia a todos sus hijos e hijas. La Santa presenta al mundo enfermo de miedo y de angustia la terapia del amor y la confianza en Dios y del servicio y la entrega a los demás. La Santa ha descubierto y nos ha transmitido la verdad profunda de un Dios de misericordia que quiere comunicarse plenamente a todos los que se abren a El. 
 
 

Doctora de la fe para el mundo de la incredulidad 

26. Uno de los ámbitos en los que aparece en forma diáfana la actualidad de la doctrina de Teresa de Lisieux es el del ateísmo y la incredulidad. Ya el Concilio Vaticano II, analizando el fenómeno del ateísmo contemporáneo, indicaba que esa palabra designa realidades muy diversas: "Unos niegan a Dios expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios. Los hay que someten la cuestión teológica a un análisis metodológico tal, que reputan como inútil el propio planteamiento de la cuestión ... Hay quienes imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio ... Además, el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo"(20)

Dios quiso que la experiencia espiritual de Teresa de Lisieux la convirtiera en interlocutora existencial con el mundo de la incredulidad. Ella conoció la prueba de la fe en medio de un mundo que, en nombre de la ciencia y del racionalismo, negaba la existencia de Dios y orientaba al ateísmo. 

27. En la actualidad los no creyentes se diferencian de los del tiempo de la Santa. Son los agnósticos o indiferentes que buscan motivos para dar sentido a la vida después de haber experimentado la frustración del fracaso de la modernidad y de sistemas ateos y materialistas. Ellos experimentan confusamente una llamada al absoluto que llene su vacío existencial y colme sus aspiraciones. 

Teresa de Lisieux enfrenta el problema de la angustia frente a la muerte que está en el fondo también del ateísmo, que se pregunta sobre la existencia de Dios y de otra vida. La Santa se vio de repente sumergida en el abismo de estas angustias y experimentó, en la prueba de la fe, la angustia de la nada. Vivió la privación de lo que ella llamaba "el gozo de la fe" o "gozar de ese hermoso cielo sobre la tierra"(21). Ella entra en un mundo denso de tinieblas que la rodean y la aplastan. Le parece escuchar que le dicen: "Crees que un día saldrás de las tinieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada"(22)

28. En medio de esta situación Teresa de Lisieux conserva la fe y el amor. De este modo, su experiencia de la noche oscura de la purificación se transforma en solidaridad dinámica y fecunda con aquellos que viven sumergidos en la incredulidad. Antes de la prueba de fe ella afirma que no podía aceptar que hubiera personas que no creyeran: "No me cabía en la cabeza que hubiese incrédulos que no tuviesen fe. Me parecía que hablaban por hablar cuando negaban la existencia del cielo". Después de su experiencia dolorosa se convence de lo contrario: "Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer por experiencia que realmente hay almas que no tienen fe"(23)

Sumergida en la más profunda oscuridad la Santa no deja de amar a Aquel en quien confía. Su drama brota del hecho de vivir al mismo tiempo la luz de la fe y las tinieblas de los incrédulos. Es entonces cuando comprende que Dios quiere con ello que ella ofrezca por los incrédulos los sufrimientos que vive en el amor, sentándose a la mesa con los pecadores y comiendo con ellos el pan de la prueba(24)

Existen testimonios elocuentes de conversiones a la fe a partir de la lectura de los escritos de Teresa de Lisieux. No pocos han encontrado en ellos el verdadero rostro de Dios y, al mismo tiempo, la iluminación para el drama de su búsqueda en medio de las tinieblas y de la tentación de la incredulidad. Esto da actualidad a su mensaje para los alejados, los incrédulos, indiferentes. 
 
 

Teresa de Lisieux mujer, Doctora de la Iglesia 

29. La experiencia y la doctrina de Teresa de Lisieux cobra especial valor en nuestra época en la que se van abriendo nuevas perspectivas de presencia y acción para la mujer en la sociedad y en la Iglesia. La mujer está llamada a ser "una señal de la ternura de Dios con el género humano"(25), y a enriquecer la humanidad con su "genio femenino". La joven carmelita de Lisieux realizó ambas cosas en su vida. Claras y abundantes huellas ha dejado en sus escritos. 

Teresa del Niño Jesús transmite su experiencia espiritual con su estilo femenino concreto, directo, cercano. Aunque condicionada por la época en que vivió, no deja de manifestar su convicción evangélica de la igualdad entre el hombre y la mujer, y de la importancia de una colaboración mutua como discípulos de Jesús. Esto aparece, sobre todo, en su correspondencia epistolar con sus hermanos misioneros: comparte con ellos sus experiencias humanas y espirituales y no duda en expresarles su modo de pensar en temas teológicos y de experiencia cristiana: su idea de la justicia de Dios, el camino de infancia espiritual, la confianza en la misericordia divina. 

30. Su feminismo, al igual que el de Teresa de Jesús, desemboca en un compromiso mayor con el Evangelio, por encima de los prejuicios que marginaban a la mujer de su época. Teresa de Lisieux experimentó esa situación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia de finales del siglo XIX. En el manuscrito A cuenta, con claridad y sentido del humor lo que vivió durante el viaje a Roma antes de entrar al Carmelo: 

"Aún hoy sigo sin comprender por qué en Italia se excomulga tan fácilmente a las mujeres. A cada paso nos decían: '¡No entréis aquí ... No entréis allá, que quedaréis excomulgadas ...!' ¡Pobres mujeres! ¡Qué despreciadas son...! Sin embargo, ellas aman a Dios en número mucho mayor que los hombres, y durante la pasión de Nuestro Señor las mujeres tuvieron más valor que los Apóstoles, pues desafiaron los insultos de los soldados y se atrevieron a enjugar la Faz adorable de Jesús ... "(26)

Su condición de mujer, que expresa con la frescura y sinceridad de una persona libre, la lleva a una reflexión evangélica: esta marginación de la mujer la hace participar más de cerca del desprecio del que fue objeto Jesús en su pasión. Las mujeres tuvieron el valor de enjugar el rostro de Cristo. "Seguramente por eso él permite que el desprecio sea su lote en la tierra, ya que lo escogió también para sí mismo ... En el cielo demostrará claramente que sus pensamientos no son los de los hombres, pues entonces los últimos serán los primeros..."(27). Jesús las constituyó en los primeros testigos de su resurrección. 

31. La mujer, que se ha abierto espacios de mayor participación en la sociedad y en la Iglesia, encuentra ciertamente en Teresa de Lisieux un estímulo para vivir, como afirma Juan Pablo II, "una cultura de la igualdad entre el hombre y la mujer". Por otro lado, como lo pedía Hans Urs von Balthasar en las celebraciones del primer centenario del nacimiento de Teresa de Lisieux, ella ha abierto, con su mensaje, el campo teológico a la reflexión femenina: "La teología de las mujeres nunca ha sido tomada en serio ni integrada por la corporación. Sin embargo, después del mensaje de Lisieux habría finalmente que pensar en ello en la reconstrucción actual de la dogmática"(28)

Esto responde a lo que el documento postsinodal Vita consecrata presenta como perspectivas nuevas para la mujer en la Iglesia, cuando dice: "se espera mucho del genio de la mujer también en el campo de la reflexión teológica, cultural y espiritual, no sólo en lo que se refiere a lo específico de la vida consagrada femenina, sino también en la inteligencia de la fe en todas sus manifestaciones"(29)

CONCLUSION 

32. Dios nos sorprende nuevamente con esta hermana nuestra, en la que se rompen tantos esquemas de la lógica humana, para subrayar su iniciativa divina gratuita que escoge a quien quiere y cuando quiere para realizar sus obras y manifestar la grandeza de su poder y de su acción en quien se abre confiadamente a su amor misericordioso para cumplir su voluntad. 

Con la proclamación del doctorado de nuestra hermana Teresa de Lisieux el Señor nos confirma lo que el A.Testamento afirmaba y que el N. Testamento vino a presentar en plenitud: que Dios se comunica a los sencillos, les da su sabiduría y les revela los secretos de su vida y de acción en la historia. En efecto, el libro de la Sabiduría afirmaba, en el umbral de la venida de Jesús: "la ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad provecta una vida inmaculada. Halló gracia ante Dios y Dios le amó ... alcanzando en breve la perfección llenó largos años"(Sab 4,8-10.13). Y, en el evangelio de Lucas, Jesús, lleno de gozo en el Espíritu Santo, proclama la lógica divina, tan diversa de la nuestra: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (Lc 10, 21-22). 

33. El Señor, Padre de las luces, de quien viene toda dádiva buena y todo don perfecto ( Cf. Sant 1,17), ha dado al Carmelo un regalo más con el Doctorado de Teresa de Lisieux. Es un don gratuito que exige una respuesta de amor y de entrega generosa a nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Que nuestra hermana Teresa de Lisieux nos alcance del Señor la gracia de ser colaboradores suyos en el testimonio y el anuncio de la Buena Noticia para nuestros hermanos y hermanas en el Tercer Milenio como auténticos seguidores de Jesús y en comunión con María, la primera que recibió la alegre noticia de salvación y la proclamó con la alegría de descubrir que Dios se da gratuitamente a los pobres, humildes y sencillos. 
 

Roma, 1 de octubre de 1997 


  Fr. Camilo Maccise, OCD
Fr. Joseph Chalmers, O.Carm.  

1. Tertio Millennio Adveniente (TMA) n. 23. 
2. A. Olival Junior, Uma reflexão sobre o tempo; sentido do tempo milenar, en: AA.VV. Rumo ao Terceiro Milênio (São Paulo, 1997) p. 30. 
3. Cf. nn. 41-60. 
4. Ib. n. 42. 
5. Ib. 
6. ib. 
7. LG, 9. 
8. PC, 15. 
9. TMA, 51. 
10. Manuscrito B 1r-v. 
11. Carta 197, a Sor María del Sagrado Corazón, 17.09.1896. 
12. Manuscrito B, 3v. 
13. Manuscrito C, 34 r. 
14. RM, 90. 
15. Manuscrito A 32r. 
16. VC, 39. 
17. Cf. Manuscrito A, 13r 
18. Ib. 39r. 
19. Ib 44v. 
20. GS 19. 
21. Manuscrito C 7r. 
22. Ib. 6v. 
23. Ib. 5v. 
24. Cf. Manuscrito C, 6r. 
25. VC, 57 
26. Manuscrito A 66v. 
27. Ib. 
28. Cit. por G. Gaucher, Actualité de sainte Thérèse de Lisieux, en Thérèse de Lisieux et les missions. Mission et contemplation (Kinshasa, 1996) p. 127. 
29. VC 58.