Documentación
Juan Pablo II, emocionado, beatifica a la Madre Teresa de Calcuta
El auténtico precio del sari de las Misioneras de la Caridad
Las cinco ramas de la familia de la Madre Teresa
Entrevista con Sor Nirmala: La Madre Teresa ha hecho la santidad más cercana
Juan
Pablo II, emocionado, beatifica a la Madre Teresa de Calcuta
El número de asistentes supera todas las previsiones
CIUDAD DEL VATICANO, 19 octubre 2003 (ZENIT.org).-
Visiblemente emocionado y feliz, Juan Pablo II proclamó este domingo beata a la
Madre Teresa de Calcuta, «a quien siempre he sentido cerca de mí», según
reconoció ante 300.000 fieles de todo el mundo que abarrotaron la Plaza de San
Pedro y sus alrededores en el Vaticano.
La Jornada Mundial de las Misiones tuvo así como protagonista a la fundadora de
las Misioneras de la Caridad (1910-1997) en una eucaristía presidida por el
Santo Padre, acompañado de más de un centenar de cardenales y numerosos obispos
presentes en Roma con ocasión de la celebración del XXV aniversario del
Pontificado de Juan Pablo II.
Con el sari blanco orlado en azul se vio a medio millar de Misioneras de la
Caridad en esta ceremonia en la que tuvieron un lugar preferente más de 3.500
pobres que ocuparon las primeras filas ante el altar.
Fue significativa la delegación ecuménica e interreligiosa en esta fiesta, con
representantes de la Iglesia ortodoxa y de dos comunidades musulmanas de
Albania.
Junto a la sucesora de la Madre Teresa y superiora general de las Misioneras de
la Caridad, sor Nirmala Joshi, estuvieron los responsables de los otros
institutos fundados por la nueva beata, además de Monika Besra, la mujer india
curada inexplicablemente de un tumor abdominal por su intercesión.
«Hermanos, hermanas: También hoy Dios suscita nuevos modelos de santidad, como
la Madre Teresa de Calcuta», inició el Papa la celebración.
«Le rogamos que eleve al catálogo de los Beatos a la Sierva de Dios, Teresa de
Calcuta», pidió al Santo Padre el arzobispo de Calcuta, monseñor Lucas Sirkar,
dando paso a la lectura de los datos biográficos de la religiosa de origen
albanés.
Juan Pablo II pronunció entonces la fórmula de Beatificación --«Concedemos que
la venerable sierva de Dios Teresa de Calcuta de ahora en adelante sea llamada
beata»-- y los fieles rompieron el silencio con un gran aplauso, momento en que
se descubrió en la soleada Plaza de San Pedro el tapiz con una imagen de la
Madre Teresa sonriendo. Con ella, son 1321 los beatos proclamados en estos 25
años de pontificado.
A continuación, entre danzas y cánticos indios con un profundo sentido de
oración y ofrenda, un grupo de jóvenes indias vestidas con sari blanco llevaron
en procesión una reliquia de la Madre Teresa hasta el altar.
Tras los pasos de Jesús, la Madre Teresa se convirtió con su vida en «Imagen del
Buen Samaritano» en un «itinerario de amor y de servicio que contradice toda
lógica humana», constató el Papa en su homilía, leída íntegramente por el
arzobispo Leonardo Sandri, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría
de Estado del Vaticano, y por el arzobispo de Bombay, cardenal Ivan Dias.
A la liturgia eucarística de este domingo se añadió el rito indio del «Arati»,
de adoración y profunda reverencia e intimidad con Dios que se ejecuta en las
misas solemnes. Durante el mismo, varias mujeres indias vestidas con coloridos
saris interpretaron danzas y ofrecieron incienso y la luz de las llamas entre
las flores que alzaron ante el Santísimo.
El Papa, que ha establecido el 5 de septiembre como fecha de celebración de la
fiesta de la Madre Teresa --el «día de su nacimiento al cielo»--, al concluir la
Eucaristía saludó a los fieles en inglés, macedonio, albanés e italiano y a
continuación rezó el Ángelus.
«Recordemos que María Santísima fue siempre el modelo de la Madre Teresa, tanto
en la oración como en la acción misionera --dijo Juan Pablo II--. Que por la
intercesión de la nueva Beata, la Virgen nos obtenga progresar en el amor a Dios
y al prójimo».
Finalmente, el Papa recorrió en un vehículo descubierto la Plaza de San Pedro
bendiciendo a la multitud que le acogió entre aplausos y banderas de numerosos
países.
Tras la ceremonia –transmitida en directo en medio centenar de países--, los
pobres que asistieron a la misma fueron invitados al Aula Pablo VI para
compartir junto a Sor Nirmala Joshi un almuerzo servido por embajadores de la
FAO (Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) de todo
el mundo.
Delegaciones de 27 países
Las delegaciones oficiales de 27 países quisieron unirse a esta gran fiesta de
la Iglesia Universal este domingo en Roma. Representando a Albania asistieron el
presidente Alfred Moisiu y el primer ministro, Fatos Nano, junto a otros
miembros de la delegación.
A éstos se sumó el presidente Boris Trajkovski de Macedonia --Teresa de Calcuta
nació en Skopje; la capital de la actual república de Macedonia en 1910 formaba
parte de Albania--.
Siguieron la ceremonia entre otras personalidades el primer ministro de Francia,
Jean Pierre Raffarin; la esposa del presidente francés, Bernadette Chirac; el
príncipe reinante de Liechtenstein, Hans Adam; la reina Fabiola de Bélgica y el
presidente de la Cámara de Diputados de Italia, Pierferdinando Casini.
También acudieron el presidente de Kosovo, Ibrahim Rugova, con una nutrida
delegación, y el ex presidente polaco Lech Walesa. Participaron también el
primer ministro de Malta, Edward Fenech-Adami, el vicepresidente de Sierra
Leona, Solomon Berewa, y las esposas de los presidentes de Polonia, Hungría y el
Líbano y del primer ministro de Canadá.
A la beatificación también enviaron delegaciones oficiales Andorra, Jordania, El
Salvador, La India, España, Guatemala, Irlanda, Uruguay, Costa de Marfil,
Estados Unidos, Kazajstán, Nicaragua, Paraguay, Yemen y la Comisión Europea.
El fundador de la Comunidad Ecuménica de Taizé, el hermano Roger, se contó
igualmente entre los presentes.
El
auténtico precio del sari de las Misioneras de la Caridad
ROMA, 19 octubre 2003 (ZENIT.org).- Todas
las Misioneras de la Caridad llevan el mismo hábito blanco y azul que la Madre
Teresa hizo mundialmente famoso.
El sari, en India, es un vestido muy utilizado, y las mujeres de familia rica
llegan a gastar grandes cantidades de dinero en algunos de ellos. El valor del
sari de las hijas de la Madre Tersa, sin embargo, está en las manos que lo
confeccionan.
Todos sus saris son realizados por enfermos en el centro de acogida de leprosos
«Prem Nivas», en en Titaghar, en el norte de Calcuta. El centro fue inaugurado
el 14 de enero de 1959 y a partir de 1975 está dedicado a Gandhi.
Quien trabaja en el telar de Titaghar ha sido curado de la lepra, pero la
enfermedad ha marcado profundamente su cuerpo y su alma. Esto es lo que da un
valor inestimable a estos saris, explican las religiosas de la Madre Teresa.
Las cinco ramas de la
familia de la Madre Teresa
Religiosas, religiosos, sacerdotes y voluntarios
CIUDAD DEL VATICANO, 19 octubre 2003 (ZENIT.org-Avvenire).-
La familia espiritual surgida de la espiritualidad de la Madre Teresa se compone
en estos momentos de cinco ramas.
Ante todo, están las Misioneras de la Caridad, la rama más numerosa y conocida.
Fundadas en 1948 por la Madre, hoy son unas 4.500 religiosas.
Los Hermanos Misioneros de la Caridad, fueron fundados por la Madre Teresa y el
Hermano Andrew el 25 de marzo de 1963. En estos momentos son unos 400 y se
dedican a obras de caridad para las que son particularmente aptos los hombres:
leproserías para hombres, casas de acogida para toxicómanos, enfermos de sida,
alcohólicos, ex detenidos, etc.
La rama contemplativa femenina de las Misioneras de la Caridad fue fundada por
la Madre Teresa y por sor Nirmala el 25 de junio de 1976 en Brox, Nueva York.
Las hermanas, unas cien, no son de estricta clausura, sino que, como decía su
fundadora, son «contemplativas en el mundo». Si bien dedican gran parte de la
jornada y en ocasiones de la noche a la oración, y a la adoración eucarística,
ofrecen entre tres y cinco horas a la entrega a los más pobres entre los pobres.
La rama contemplativa masculina fue fundada el 19 de marzo por la Madre Teresa y
el padre Sebastian. Los hermanos, hoy unos treinta, viven la Palabra de Dios en
la pobreza, la humildad y la alegría de la adoración de Jesucristo Eucaristía y
en el servicio de los más pobres en las cárceles, los hospitales, las calles,
entre los nómadas.
Los sacerdotes Misioneros de la Caridad fueron fundados por la Madre Teresa y el
padre Joseph Langford el 26 de junio de 1984. La Madre Teresa comprendió que la
pobreza más profunda de los hombres es la espiritual y sólo puede ser erradicada
con el ministerio sacerdotal de Jesús. En este espíritu, la comunidad religiosa
de los sacerdotes (hoy son unos 25), desempeña su ministerio en las calles, las
barracas, en las afueras de las grandes ciudades.
Junto a los miembros de las cinco ramas de la congregación, hay miles de
voluntarios, de toda raza, religión, clase social, que comparten su trabajo y
espíritu.
Sor Nirmala: La Madre Teresa ha hecho la santidad más
cercana
Confesiones de su sucesora en la guía de las Misioneras de la Caridad
ROMA, 19 octubre 2003 (ZENIT.org-Avvenire).-
La beatificación de la Madre Teresa de Calcuta es «el signo de que todos podemos
ser santos», asegura su sucesora en la guía de las Misioneras de la Caridad.
Sor Nirmala Joshi, nació en 1934 en Ranchi, en el seno de una familia de
bramanes inmigrada de Nepal. A los 24 años se convirtió del hinduismo al
cristianismo y siguió las huellas de la mujer que le llevó a descubrir a Cristo.
Fue una de las primeras Misioneras de la Caridad que fundó casas de la
congregación en el extranjero, en Panamá. Guió después misiones en Europa y
Washington. Cuando en 1976 la Madre Teresa fundó la congregación contemplativa,
confío a sor Nirmala la dirección.
En marzo de 1997, seis meses antes de la muerte de la fundadora, fue elegida
para suceder a la Madre Teresa en la guía de las Misioneras de la Caridad.
--¿Cómo conoció a la Madre Teresa?
--Sor Nirmala: Era marzo de 1958. Toqué a la puerta y una hermana salió a
abrirme. Le dije que quería hablar con la Madre Teresa. Al verla, lo primero que
me impresionó fueron sus ojos. Pensé: «esta persona no pertenece a la tierra;
pertenece al cielo».
--¿Qué significado tiene para usted la beatificación de la Madre Teresa?
--Sor Nirmala: Es la confirmación de que la vida que vivió ha sido aprobada por
Dios y digna de ser elevada a los altares de los beatos. Además, es motivo de
inspiración para todos nosotros: como la Madre, nosotros también podemos ser
santas; todos podemos ser santos. En lo alto tenemos alguien a quien mirar,
cuyas virtudes son dignas de ser imitadas.
--La Madre Teresa la llamaba a usted «la abogada de los pobres», pues usted
es licenciada en Derecho.
--Sor Nirmala: Fue la Madre Teresa quien me dijo que estudiara Derecho. Al
llegar a Calcuta, no había terminado los estudios universitarios, me faltaba la
especialización. Tras la profesión, tras los primeros votos, la Madre Teresa me
dijo que estudiara jurisprudencia. Me licencié, pero no he ejercido. Un día le
dije a la Madre: «¿Por qué me ha hecho estudiar Derecho?». Me respondió: «Tú
querías estudiar Derecho, pero has venido aquí para verme y has renunciado a tus
estudios. Te he restituido aquello a lo que habías renunciado». También me dijo:
«Estás ejerciendo el Derecho que has estudiado, pero no en los tribunales de los
hombres, sino en el Tribunal Supremo de Dios, el Cielo, aplicando la Ley
Suprema: la caridad. De este modo, defendiendo la causa de los pobres entre los
pobres ante el Señor, aplicas la ley».
--Usted ha dirigido la rama contemplativa de la congregación. Según usted,
¿cuál es la diferencia entre contemplación y acción?
--Sor Nirmala: La acción es un fruto de la contemplación. Cuando estamos unidos
al Señor en la contemplación, recibimos esa luz y ese amor que necesitamos y que
podemos utilizar para servir a los demás.
--¿Qué es lo que se le ha quedado grabado de los últimos momentos de la vida
de la Madre Teresa?
--Sor Nirmala: Cuando la Madre Teresa estaba luchando con la muerte, fui a verla
a su habitación, y me dijo: «¡No puedo respirar!». Entonces, pedí ayuda gritando
a las demás hermanas: «¡La Madre no puede respirar!». Ellas vinieron y yo salí
de la habitación. Luego, al volver a entrar, la Madre se me quedó mirando con
una mirada implorante, como diciéndome: «¡Sálvame!». Era como una imploración.
¿Me entiende? Pensé: «Lo primero que me impresionó al conocerla fueron sus ojos;
lo último han sido también sus ojos, su mirada. Fue la última vez que nuestras
miradas se cruzaron mientras ella vivía.
--¿Recuerda algún episodio particular del día del funeral?
--Sor Nirmala: No un episodio, sino el conjunto. La manera en que atrajo a
personas de toda nación, de toda cultura, de todo nivel social. Había muerto,
pero estaba más viva que nunca. ¡Reunió a todas esas personas! Fue algo
precioso. También me impresionó mucho al gente de Calcuta. La muchedumbre pasaba
y pasaba... Al final, cuando regresamos a la Casa Madre, la gente que seguía el
cortejo fúnebre gritaba: «¡Madre Teresa, eres inmortal! ¡No te olvidaremos
nunca!». Fue conmovedor.
--¿Le hizo alguna sugerencia la Madre Teresa al confiarle la guía de la
congregación?
--Sor Nirmala: No, ninguna en particular. Su consejo constante era: «cultivad la
intimidad con Dios, cultivad vuestra santidad y amaos mutuamente».
--¿Cuál es la diferencia entre ser superiora de la congregación con la Madre
Teresa en vida y serlo ahora?
--Sor Nirmala: Obviamente, si la Madre Teresa estuviera todavía en vida
físicamente con nosotros sería más fácil, podría contar siempre con ella. Al
mismo tiempo, aunque ya no esté físicamente con nosotras, todas tenemos la
certeza de su presencia entre nosotras. Ya no es una presencia física, sino
espiritual, podemos recurrir de nuevo a ella, dirigirnos a ella para resolver
los problemas. En cierto sentido, puede ayudarnos más ahora que antes.