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AVE CRUX-SPES UNICA

 

14 - 9 - 1939

 

1       ¡Bendita seas, Cruz, esperanza única! De esta manera nos invita la Iglesia a implorar, en el tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo. El grito de gozo del aleluya pascual hizo enmudecer el solemne himno de la Cruz, pero el signo de nuestra salvación siguió bendiciéndonos en medio de la alegría pascual, en tanto que nosotros rememorábamos el hallazgo del que había desaparecido. La Cruz nos bendice al término de las grandes fiestas de la Iglesia, desde el corazón mismo del Salvador. Y ahora que el año litúrgico ya declina, él será elevado delante de nosotros y ha de mantener nuestras miradas cautivas hasta que el aleluya pascual nos invite nuevamente a olvidar por un momento la tierra, para colmarnos de gozo en las bodas del Cordero.

Nuestra Santa Orden nos permite comenzar el tiempo de penitencia con la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz y nos conduce hasta el pie de esa misma Cruz para renovar nuestros votos. El Crucificado nos contempla y nos pregunta si estamos todavía dispuestas a serle fieles en lo que le hemos prometido en una hora de gracia. El tiene razón de preguntárnoslo pues, hoy más que nunca, se ha convertido la Cruz en un signo de contradicción.

Los discípulos del Anticristo le hacen ignominias mucho peores que las que le hicieron antiguamente los mismos persas que la saquearon. Ellos profanan la imagen de la Cruz y hacen los esfuerzos posibles para arrancarla del corazón de los cristianos. Lamentablemente, con bastante frecuencia han tenido éxito, incluso con aquellos que, como nosotras, habían prometido ya cargar con la Cruz de Cristo. Por eso el Salvador nos contempla hoy, serio y examinante, y nos pregunta a cada una de nosotras: ¿Quieres ser fiel al Crucificado? ¡¡Piénsalo bien!!

El mundo está en llamas; el combate entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si tú te decides por Cristo, te puede costar la vida; reflexiona por eso muy bien sobre aquello que prometes. La profesión y la renovación de los votos es algo terriblemente serio. Tu harás una promesa al Señor del cielo y de la tierra y si eso no te es lo suficientemente sagrado como para poner todo tu empeño en cumplirlo, caerás en las manos del Dios viviente.

2       El Salvador cuelga en la Cruz, delante de ti, por haber sido obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. El vino al mundo no para hacer su voluntad sino la voluntad del Padre. Si tu también quieres ser la prometida del Crucificado, tienes que negar incondicionalmente tu propia voluntad y no tener ningún otro anhelo, sino el de cumplir la voluntad del Padre. Ella se te expresa en la Santa Regla y en las Constituciones de la Orden. Ella te habla a través del suave Aliento del Espíritu Santo, en lo más íntimo de tu corazón. Si quieres ser fiel a tu voto de obediencia tienes que oír, noche y día, atentamente esa voz y seguir sus mandamientos. Eso significa, además, crucificar cada día y en cada momento tu voluntad y tu amor propio.

Tu Salvador cuelga en la Cruz delante de ti, desnudo y abandonado, porque El ha elegido la pobreza y quien quiera seguirle habrá de renunciar a todos los bienes terrenos. No es suficiente que una vez lo hayas abandonado todo y que hayas venido al monasterio. Tú tienes que tomarlo también ahora muy en serio. Acepta agradecida lo que la providencia de Dios te envía y prívate alegremente de lo que él te hace carecer; no te cargues de cuidados por tu propio cuerpo, ni por sus caprichos e inclinaciones, sino entrégate más bien a aquellas ocupaciones que te han sido encomendadas. No te preocupes por el día que viene, ni por la próxima comida.

3       Tu Salvador cuelga delante de ti con el corazón traspasado. El ha derramado la Sangre de su propio corazón para ganar el tuyo. Si tu quieres seguirle en santa pureza, entonces tu corazón tiene que estar libre de todo anhelo terreno y Jesús, el Crucificado, ser el único objeto de tus apetitos, de tus deseos y de tus pensamientos.

 ¿Te estremeces ante la grandeza de lo que los santos votos exigen de ti? Pues no tienes porqué temer. Seguro que lo que tú prometiste está por encima de tu debilidad, de tu humana fortaleza, pero no está por encima de la fuerza del Todopoderoso y ella será tuya si tú te confias a él, y si él acepta tu juramento de fidelidad. Ya lo hizo en el día de tu profesión y hoy quiere hacerlo nuevamente. Es el corazón amante de tu Salvador quien te invita una vez más a seguirle.

Un seguimiento tal exige de ti obediencia, pues la voluntad del hombre es débil y ciega. Ella sola no puede encontrar e camino en tanto no se entregue totalmente a la voluntad divina. Este seguimiento te pide la pobreza, porque tus manos han de estar vacías de los bienes de la tierra para poder recibir las delicias del cielo. El te pide castidad, pues sólo el desapego de todo amor terrenal libera tu corazón para amar a Dios. Los brazos del crucificado están extendidos para atraerte hacia su corazón. El quiere tomar tu vida para ofrecerte a suya. ¡¡¡Ave Crux,spes unica!!!

4 El mundo está en llamas El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad.

  ¡El mundo está en llamas!¿Te apremia extinguirlas? Contempla la Cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Salvador. Ella apaga las llamas del infierno. Libera tu corazón por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el caudal del Amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. ¿Oyes los gemidos de los heridos en los campos de batalla del Este y del Oeste? Tu no eres médico, ni tampoco enfermera, ni puedes vendar sus heridas. Tu está recogida en tu celda y no puedes acudir a ellos. Oyes el grito agónico de los moribundos y quisieras ser sacerdote y estar a su lado. Te conmueve la aflicción de los viudas y de los huérfanos y tu querrías ser el Ángel de la Consolación y ayudarles. Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu/su sangre preciosa la que se derrama. Unida a él, eres como el omnipresente. Tu no puedes ayudar aquí o allí como el médico, la enfermera o el sacerdote; pero con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción. Tu Amor misericordioso, Amor del corazón divino, te lleva a todas partes donde se derrama su sangre preciosa, suavizante, santificante, salvadora.

  Los ojos del Crucificado te contemplan interrogantes, examinadores. ¿Quieres cerrar nuevamente tu alianza con el Crucificado? ¿Qué le responderás? ”Señor,Ê¿a dónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

 

¡¡¡AVE CRUX, SPES UNICA!!!