Introducción al Ritual de la Penitencia
Observaciones previas (Praenotanda)

Introducción de la edición típica del Ordo Paenitintiae

2 de diciembre de 1973

I. EL MISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

1. El Padre manifestó su misericordia reconciliando consigo por Cristo todos los seres, los del cielo y de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. (1) El Hijo de Dios, hecho hombre, convivió entre los hombres para liberarlos de la esclavitud del pecado (2) y llamarlos desde las tinieblas a su luz admirable. (3) Por ello inició su misión en la tierra predicando penitencia y diciendo: «Convertíos y creed en el Evangelio.» (4)

Esta llamada a la penitencia, que ya resonaba insistentemente en la predicación de los profetas, fue la que preparó el corazón de los hombres al advenimiento del Reino de Dios por la palabra de Juan el Bautista que vino «a predicar que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados». (5)

Jesús, por su parte, no sólo exhortó a los hombres a la penitencia, para que, abandonando la vida de pecado se convirtieran de todo corazón a Dios, (6) sino que acogió a los pecadores para reconciliarlos con el Padre. (7) Además, como signo de que tenia poder de perdonar los pecados, curó a los enfermos de sus dolencias. (8) Finalmente, él mismo «fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación». (9) Por eso, en la misma noche en que iba a ser entregado, al iniciar su pasión salvadora, (10) instituyó el sacrificio de la Nueva Alianza en su sangre derramada para el perdón de los pecados (11) y, después de su resurrección, envió el Espíritu Santo a los Apóstoles para que tuvieran la potestad de perdonar o retener los pecados (12) y recibieran la misión de predicar en su nombre la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. (13)

Pedro, fiel al mandato del Señor que le había dicho: «Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo», (14) proclamó el día de Pentecostés un bautismo para la remisión de los pecados: «Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados.» (15) Desde entonces la Iglesia nunca ha dejado ni de exhortar a los hombres a la conversión, para que, abandonando el pecado, se conviertan a Dios, ni de significar, por medio de la celebración de la penitencia, la victoria de Cristo sobre el pecado.

2. Esta victoria sobre el pecado la manifiesta la Iglesia, en primer lugar, por medio del sacramento del bautismo; en él nuestra vieja condición es crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y quedando nosotros libres de la esclavitud del pecado, resucitamos con Cristo para vivir para Dios. (16) Por ello confiesa la Iglesia su fe al proclamar en el Símbolo: «Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.»

En el sacrificio de la misa se hace nuevamente presente la pasión de Cristo y la Iglesia ofrece nuevamente a Dios, por la salvación de todo el mundo, el Cuerpo que fue entregado por nosotros y la Sangre derramada para el perdón de los pecados. En la Eucaristía, en efecto, Cristo está presente y se ofrece corno «víctima por cuya inmolación Dios quiso devolvernos su amistad», (17) para que por medio de este sacrificio «el Espíritu Santo nos congregue en la unidad». (18)

Pero además nuestro Salvador Jesucristo instituyó en su Iglesia el sacramento de la penitencia al dar a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados; así los fieles que caen en el pecado después del bautismo, renovada la gracia, se reconcilien con Dios, (19) La Iglesia, en efecto, «posee el agua y las lágrimas, es decir, el agua del bautismo y las lágrimas de la penitencia». (20)


Notas

1. 1. Cf. 2Co 5, 18s.; Col 1, 20. [Regresar]

2. Cf. Jn 8, 34- 36. [Regresar]

3. Cf. 1P 2, 9. [Regresar]

4. Mc 1, 15. [Regresar]

5. Mc 1, 4. [Regresar]

6. Cf. Lc 15. [Regresar]

7. Cf. Lc 5, 20.27- 32; 7, 48. [Regresar]

8. Cf. Mt 9, 2- 8. [Regresar]

9. Rm 4, 25. [Regresar]

10. Cf. Missale Romanum, Plegaria eucarística III. [Regresar]

11. Cf. Mt. 26, 28. [Regresar]

12. Cf. Jn 20, 19 23. [Regresar]

13. Cf. Lc. 24, 47. [Regresar]

14. Mt 16, 19. [Regresar]

15. Hch 2, 38; cf. Hch 3, 19.26; 17, 30. [Regresar]

16. Cf. Rom 6, 4- 10. [Regresar]

17. Missale Romanum, Plegaria eucarística III. [Regresar]

18. Ibid., Plegaria eucarística II. [Regresar]

19. Cf.Concilio Tridentino, Sesión XIV. De sacramento Paenitentiae, cap. I: DS 1668 y 1670; can 1: DS 1701. [Regresar]

20. S. AMBROSIO, Epístola 41, 12: PL 16, 1116. [Regresar]