El juicio de la penitencia y el
juicio de la Cruz
1. La palabra de reprobación, que el Padre pronuncia sobre el
pecado en la palabra de expulsión de la Iglesia, es una palabra
bien conocida y pronunciada desde hace mucho, no es nueva e
inaudita, es una palabra que Dios habló al principio de la historia
humana y que no ha sido retirada; toda la historia humana está
bajo el poder de esta palabra y todo el que vive como pecador es
alcanzado por ella (/Gn/03/14-24). Es la palabra dicha a los
primeros hombres y en ellos a todas las generaciones venideras, la
palabra del juicio de muerte, la sentencia de muerte que Dios
decretó contra Adán, vale para todos los hombres y por eso
alcanzó también a Cristo, pero justamente al alcanzarle, sufrió una
transformación de sentido. La sentencia del Padre que alcanzó a
Cristo mismo, es la palabra que se escucha en la sentencia de
expulsión del pueblo de Dios. El que peca mortalmente es
alcanzado en el sacramento de la penitencia por la sentencia que
condenó a Cristo a morir en cruz. Esa es la palabra operante en
cierto modo en el aquí y ahora del pecador; el pecador cae bajo el
poder de aquella sentencia, cuya dinámica se alarga en cierto
modo desde el remoto pasado hasta la actualidad del pecador que
hace penitencia. Con esto no se afirma que la muerte misma de
Cristo se actualice de alguna manera como juicio y justicia, sino que
la fuerza y virtud de la sentencia, con que el Padre condena a
Cristo se amplían y ensanchan hasta alcanzar al pecador.
2. En este proceso se patentiza que el pecador que ha cumplido
la penitencia y Cristo crucificado forman una comunidad cuyos
elementos son alcanzados por una misma palabra de justicia
pronunciada por el Padre celestial (aunque lo son de distinto
modo); como el pecador es alcanzado por la misma palabra que
condenó a Cristo, puede decirse que el pecador desempeña en el
sacramento de la penitencia un papel parecido al que Cristo
desempeñó en la cruz. Si del obispo puede decirse: est personam
Patris gerens, del pecador podríamos decir: est personam Christi
gerens. En el pecador que ha cumplido la penitenda se revela,
pues, Cristo crucificado. Quien ve a un pecador que ha hecho
penitencia ve algo más que un simple hombre arrepentido; verá, si
sabe mirar, cómo en el hombre aparece Cristo crucificado.
3. PT-SO/QUE-ES:Por tanto, podemos decir: en el sacramento de
la penitencia se realiza la muerte de Cristo. La penitencia, según el
Concilio de Trento, es el sacramento, en que se aplican los
beneficios de la muerte de Cristo a quienes cayeron después del
bautismo. Santo Tomás de Aquino explica que "en virtud del
nombre de Cristo, que padeció y resucitó, tiene este sacramento
eficacia para perdonar los pecados" (Suma Teológica III, q. 84,
artículo 7). Y otra vez dice (Suma Teológica III, q. 49, artículo 3, ad.
2): "porque el hombre no puede configurarse segunda vez con la
muerte de Cristo por el sacramento del bautismo; los que después
del bautismo se hacen reos de nuevos pecados necesitan
configurarse con Cristo paciente mediante alguna penalidad o
pasión que deben soportar."
J/MU/JUICIO:La muerte de Cristo puede ser considerada en
muchos aspectos: como sacrificio, como expiación, como victoria
sobre el pecado, como camino hacia la plenitud, pero también como
juicio. Cristo mismo es en sus palabras y obras un juicio; los
hombres son obligados por él a una decisión; quien no cree en El,
está en juicio, está excluído de la vida y gloria de Dios. Pero
también en Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, se cumple un juicio:
el Padre le entrega a la muerte. La muerte es signo de la lejanía de
Dios, del hombre pecador y de la maldición infligida por Dios a los
hombres. Cristo, fiel a la misión del Padre, tomó sobre sí la
maldición del pecado y se sometió así a la sentencia del Padre;
aceptó el castigo de muerte infligido por el Padre; soportó el
destino, a que fue condenado el hombre por la ma]dición de Dios,
hasta la muerte en cruz. El juicio que hace Dios en la muerte de su
Hijo, se distingue esencialmente de todo otro juido; cualquier otro
es más desemejante que semejante al juicio hecho por Dios en la
muerte de cruz. La muerte de Cristo puede ser llamada juicio sólo
en sentido analógico; con ello quiere decirse que en él se realizó el
misterio de nuestra salvación; es un juicio de gracia que conduce al
pecador desde la muerte a la vida. Su causa es, por tanto, el amor,
no el deseo de venganza; es creador, por cuanto obra la salvación;
es un juido del amor santo y de la santidad misericordiosa. Dios
revela y realiza en la muerte de Cristo su santidad y justicia al
condenar el pecado; y su misericordia, en cuanto que su juicio quita
el poder al pecado y vence a la muerte, signo del pecado. Este
juicio significa, por tanto, el destronamiento de los "príncipes de
este mundo" y del diablo, significa la glorificación de Cristo (lo. 12,
23-31). Quien se somete a este juicio creyendo en Cristo, es
liberado de la culpa y del castigo, lo mismo que quien se sumerge
en la muerte de Cristo mediante el bautismo es liberado de la
muerte. Quien se rebela contra este juicio no creyendo, caerá en el
juicio de la condenación eterna.
SOS/PARTICIPA/MU-J El sacramento de la penitencia es una
participación en la muerte en cruz de Cristo, en cuanto juicio. Todos
los sacramentos incorporan al hombre en la muerte y resurrección
del Señor, y cada uno de manera distinta. En el bautismo se logra
de manera fundamental y amplia participar en la muerte del Señor,
en cuanto que Cristo, al morir, triunfó del pecado, de la muerte y
del demonio. Por el bautismo muere el hombre al pecado y nace a
una vida nueva; es liberado de la mundanidad y se hace partícipe
de la vida gloriosa de Cristo. Pero en quien conforma su vida como
que siguiera perteneciendo al mundo y no tuviera una existencia
celestial debe realizarse de nuevo la muerte de Cristo; la
mundanidad orgullosa que contradice su carácter bautismal debe
ser sumergida dc nuevo en la muerte de Cristo y anulada por ella;
es lo que ocurre en el sacramento de la penitencia; en este
sacramento el hombre se abraza a Cristo crucificado para
someterse en comunidad con El al juicio que Dios hizo en la muerte
en cruz de su Hijo. Y viceversa: en este sacramento es aceptado
por Cristo, quien se abraza a El, y es introducido por El en su
muerte, para que pueda también llenarse de su gloria. El
sacramento mismo de la penitencia es un juicio que retiene la
caridad en el hombre, ese amor que no quiere dejar que el hombre
viva lejos de Dios, sino darle en herencia la gloria divina. Por ser
juicio de amor, nunca se condena en él al pecador, sino sólo al
pecado, a no ser que el pecador no quiera ser absuelto...;
entonces es alcanzado por la condenación del pecado. Dice Santo
Tomás de ·Aquino-TOMAS (Suma-Teológica III, q. 84, art. 10, ad.
5): "El bautismo recibe de la pasión de Cristo su virtud de producir
una regeneración espiritual junto con la muerte espiritual de la vida
precedente. "Fue establecido que los hombres muriesen una sola
vez" y una sola vez naciesen. Y por eso una sola vez debe el
hombre bautizarse. Pero la virtud que la penitencia recibe de la
pasión de Cristo es a modo de medicina espiritual, que puede
renovarse con frecuencia."
4. La intención del juicio divino lo mismo que la del juicio de la
Iglesias no es la condenación eterna, sino la salvación, es decir,
que vuelva a surgir la destruída comunidad con Dios, al ser de
nuevo instaurado en el pecador el reinado divino. El signo eficaz de
esa intención es la readmisión en la comunidad viva del pueblo de
Dios. En este acto de la readmisión se realiza el proceso misterioso
de la readmisión en la comunidad de vida con Dios. En la expulsión
de la Iglesia Dios juzga misteriosamente al pecador y en la
readmisión le regala misteriosamente su gracia.
También la palabra de gracia de Dios es una antigua palabra
familiar; es la palabra de complacencia que el Padre dice a su Hijo
cuando va hacia la muerte y cuando se presenta ante El pasando
por la muerte; fue una palabra de gracia, de absolución y
aceptación; en ella el Padre concede a su hijo la vida nueva,
gloriosa, imperecedera, la existencia llena de verdad y de amor, en
la que el reinado de Dios se realiza plena y perfectamente. En la
palabra de gracia dicha por la Iglesia está operante la palabra de
gracia del Señor; por tanto, la palabra canónica de la readmisión no
es una pura fórmula oficiosa, para dar noticia al pecador de que
está ya otra vez congraciado (D. 919): la palabra de gracia dicha
por la Iglesia es un signo eficaz del perdón y gracia de Dios. En la
reconciliación escucha el pecador, allá en el fondo y
misteriosamente, la palabra de gracia pronunciada por Dios, la
palabra de una nueva participación en la resurrección de Cristo,
siempre que se someta a la palabra de juicio dicha por Dios y que
resuena en la palabra de juicio de la Iglesia, siempre que reconozca
de nuevo el dominio y reino de Dios.
5. MANOS/IMPONER:El proceso misterioso de la readmisión en
la comunidad con Dios tiene una especial simbolización con el
gesto de la imposición de las manos, con el que originariamente se
recibía al pecador en las filas del pueblo de Dios y del que nuestro
actual rito sólo conserva un resto empequeñecido en el significativo
gesto de extender la mano hacia el pecador. Mediante la imposición
de manos se expresa que el arrepentido entra de nuevo en la
comunidad del pueblo de Dios y se hace así partícipe del espíritu,
que es el corazón y alma de la Iglesia, es decir, del Espíritu Santo.
La imposición de las manos simboliza que el pecador, al serle
impuestas las manos por la Iglesia, es aceptado por Dios mismo
porque de nuevo deja reinar a Dios sobre él y así le es concedido
de nuevo el Espíritu Santo.
Lo mismo que de la muerte en cruz de Cristo debe decirse aquí
que las palabras de juicio y gracia no se suceden una a otra en un
proceso temporal, sino que se entretejen y entremezclan la una a la
otra; pues el perdón sólo puede darse en el juicio, es decir, en la
participaoión de la cruz y ésta sólo adquiere sentido en el perdón.
Hay gracia, cuando hay participación en la cruz, es decir, cuando el
juicio se hace de nuevo. En la antigua Iglesia se expresaba la
conciencia de esta realidad al llamar a la expulsión o excomunión
"poenitentiam dare"; la penitencia es una gracia que se regala.
Sólo se da el perdón de los pecados mediante la cruz de Cristo;
sin Ia participación en este doloroso y amargo proceso, sin entrar
en el movimiento en que Cristo, muriendo, se somete al Padre, no
hay reconciliación del pecador con Dios. Significa, pues. una gracia
el hecho de que la cruz de Cristo, el juicio del Padre colestial, sea
hecho accesible al pecador.
El resultado logrado hasta aquí puede ser descrito así: el
sacramento de la penitencia es participación en el juido de la
muerte de Cristo y en la gracia de su vida gloriosa bajo el signo de
la expulsión de la comunidad viviente de la Iglesia y de la
readmisión en ella; en esta participación es reinstaurado el reino de
Dios rechazado por el pecado y de ese modo es regalada de nuevo
la salvación.
6. El sacramento de la penitencia es uno de los modos en que el
Espíritu Santo, principio vital de la Iglesia, realiza hasta el fin de los
tiempos la actividad de juez, que le fue asignada por Cristo
(/Jn/16/08-11); en El será el hombre convencido de que existe un
pecado, una justicia y un juicio. Mientras la Iglesia, vivificada por el
Espíritu Santo, administra el sacramento del perdón de los
pecados, no se puede olvidar que el hombre es pecador y Dios es
santo y justo. Quien en esta vida de peregrinaje se somete
obediente al juicio hecho en el sacramento de la penitencia por el
Espíritu Santo, no será alcanzado por el juicio de condenación, que
fue infligido al diablo; quien se rebele con orgullo contra ese juicio,
caerá bajo el mismo juicio de condenación que el demonio.
Juicio penitencial y juicio final PT-SO/JUICIO-FINAL
JUICIO-FINAL/PR-SO: El juicio cumplido en el sacramento de la
penitencia, cuando el penitente se somete al juicio de la Cruz y éste
se realiza en él, es una actualización del pasado y a la vez una
señal anticipada del futuro; es un apuntar al juicio final en que el
pecado y el poder del pecado serán vencidos definitivamente. A la
administradón del sacramento de la penitencia inhiere siempre algo
de la gloria y majestad del día en que vendrá el Señor sobre las
nubes del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces se
cumplirá definitivamente el juicio que Dios ha estado siempre
haciendo invisiblemente. Es una gracia que el pecador haya sido
juzgado y absuelto por la misericordia de Dios en el sacramento de
la penitencia antes de que llegue aquel juido (Hebr. 3, 13). En
"aquel día" será revelado que el juicio misericordioso de Dios hecho
en el sacramento de la penitencia es una salvación graciosa y
gratuita del horror y de la desesperación, que caerán sobre el
pecador no convertido el día del último juicio; los que fueron
perdonados por el juicio de la penitencia ensalzarán entonces al
Señor por su misericordia (Rom. 15, 9); la misericordia de Dios
brillará en ellos; todo su ser, el fervor de su amor, la intimidad de su
agradecimiento expresará lo que hizo Dios en su grandeza (F.
Walter). Así se unen en el sacramento de la penitencia el pasado y
el futuro: la penitencia nos une con Cristo crucificado y resucitado y
con Cristo que viene de nuevo al juicio final.
SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VI
LOS SACRAMENTOS
RIALP. MADRID 1961.Págs. 546-551